ROSAS SÁNCHEZ, Rufino (seudónimos: Sofanor Ruíz, Javier Díaz, Bezas, Cosas, Rudolfo Rozas Shanzez, Nufan-Nordes) (Cantón de Negreiros, Pisagua, Región de Tarapacá, Chile, 1896 – Santiago, Región Metropolitana, Chile, 12/12/1956)
Militante del Partido Obrero Socialista, luego Partido Comunista de Chile, miembro del Comité Ejecutivo Nacional entre 1926 y 1927 y secretario general durante los años de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo; secretario general y secretario de la Junta Ejecutiva de la Federación Obrera de Chile; director del periódico El Despertar de los Trabajadores (Iquique) y Justicia (Santiago); dramaturgo, actor y director de escena de cuadros teatrales obreros, periodista y poeta popular.
Nació en 1896 en el Cantón de Negreiros, Pisagua, en la Región salitrera de Tarapacá. Sus padres fueron Marcelino Rosas y doña Carmen Sánchez, de quienes nada se sabe. Tampoco se conocen datos de la familia conformada por Rufino Rosas. Se casó en 1938 con Belina Véliz, pero enviudó y no tuvo hijos «Otro pampino de la «guardia vieja» se fue a reunir con Recabarren», Vistazo, Santiago, n°226, del martes 18 de diciembre de 1956, p. 2). Dedicó gran parte de su vida a la militancia.
En 1904, cuando apenas tenía 8 años, quedó huérfano. Debió trasladarse entonces a la ciudad de La Serena donde vivía una tía suya, quien cuidó de él hasta su adolescencia. A los 15 años, regresó a Negreiros y comenzó a trabajar como herramentero. A partir de esta experiencia, desempeñará distintas labores en la pampa. En una entrevista que le realizó el periodista y poeta popular José Emilio Mora meses antes de su muerte, Rufino Rosas evocó su infancia de huérfano, relatando cómo debió inclinarse, niño aún, bajo el implacable y abrazador sol del desierto en las calicheras (José Emilio Mora, “Rufino Rosas, una vida ejemplar”, El Siglo, Santiago, 15/12/1956; “Ayer murió Rufino Rosas”, El Siglo, Santiago, 16/12/1956).
En 1913 llegó a Pozo Almonte y desde allí, recorrió las oficinas salitreras. Conocedor en primera y tercera persona de la brutal explotación que era norma en esas tierras, se incorporó a las filas del movimiento obrero. En la misma entrevista que le dio a Mora, Rosas habló de la época gloriosa del proletariado del norte: “Una cadena de años históricos para los trabajadores desfiló por los recuerdos de Rufino Rosas”. En esa cadena —dirá su entrevistador— tuvo Rosas “notable participación”, señalando como ejemplos “las luchas contra la patronal y el gobierno para arrancarle conquistas obreras, comenzando por la jornada de ocho horas de trabajo; la cesantía, el hambre, las miserias; la persecución despiadada, las “listas negras””.
Un año después, tras el inicio de la Primera Guerra Mundial, comenzaron los cierres y despidos masivos en las salitreras, debiendo marchar Rufino Rosas a Santiago. Junto a cientos de trabajadores cesanteados, llegó en barco al puerto de Valparaíso. En esta ciudad, después de unos meses de desempleo, fue enrolado para trabajar como carrilano en la construcción del ferrocarril de Pichilemu a Alcones. Para esta misma época, se desempeñó en Santiago como obrero de la construcción de la Biblioteca Nacional, para retornar en 1915 a la pampa. Allí permaneció cuatro años, dedicándose plenamente al trabajo de organización de la Federación Obrera de Chile (FOCH), de la cual llegó a ser su secretario general en Tarapacá. Hacia 1918 ingresó al Partido Obrero Socialista (POS) en la sección del Cantón Negreiros.
Con la nueva crisis del salitre de 1919 volvió a trasladarse hacia el sur. En la capital, se estableció en uno de los albergues habilitados por el gobierno para los obreros despedidos, que protagonizaron con Rufino Rosas como secretario del primer Comité de Cesantes un gran movimiento de agitación social. Dos años después, en 1921, mientras participaba de una masiva marcha de apoyo a los campesinos del fundo Lo Herrera, fue testigo del ensañamiento policial que les impidió a éstos la llegada a la cercana localidad de San Bernardo. En esta ocasión, las fuerzas del orden asesinaron al campesino Luis Reveco Aranda e hirieron a otros manifestantes, incluido el propio Rufino Rosas (Lagos Mieres, 2019a).
De regreso al norte, en 1922 se incorporó al Partido Comunista de Chile (PCCh) de Iquique. Un año más tarde, se sumó como periodista a la redacción del diario El Despertar de los Trabajadores (1912-1926). A partir de 1923 asumió el cargo de director reemplazando a Salvador Barra Woll, que se trasladó a Santiago.
Comenzó aquí para Rufino Rosas un periodo de intensa actividad cultural, en el que además de leer y escribir, redactará versos y adaptará las letras de canciones populares como la “Marcha de San Lorenzo”. Varias de estas composiciones quedaron registradas en los periódicos obreros donde colaboraba utilizando el seudónimo de “Sofanor Ruiz”.
Asimismo, Rosas cultivará sus dotes como dramaturgo obrero. Una de las obras que datan de esta época es Suprema Lex, Drama de actualidad en Dos actos y Tres cuadros. Dedicada “con todo aprecio y cariño al compañero Salvador Barra Woll, por su sinceridad, desintereses y lealtad, en la gran causa redentora del proletariado”, posiblemente fuera impresa en 1925 en los Talleres de la Federación Obrera de Santiago –no en 1895, como sostiene Pereira Poza y otras investigaciones sobre el teatro obrero en Chile (Pereira Poza, 2005, pp. 213-239). El 24 de diciembre de 1924 estrenó anticipadamente esta obra el Cuadro Artístico Verba Roja de Iquique, que Rosas integraba como actor. Con esa velada “Verba Roja rinde un homenaje a los caídos en la Escuela Santa María de Iquique y a ‘la memoria del compañero Luis E. Recabarren, fallecido en Santiago días antes’” (Bravo Elizondo, 2013, pp. 148-149). Fruto de esta afición por la cultura obrera en la que dejará una huella imborrable, escribió una novela inédita –hoy perdida– que tituló Humo y Sangre.
En el marco de la crisis atravesada por el PCCh iquiqueño, Rufino Rosas fue elegido como representante de esa sección ante el VI Congreso que tuvo lugar en Viña del Mar el 18 y 19 de septiembre de 1924. En Iquique, Barra Woll y Rosas representaban el recabarrenismo, “la línea histórica del POS-PC” que se mostraba a favor de participar en las elecciones parlamentarias frente a la dirigencia local del partido que defendía la abstención. “La magnitud de la crisis quedó revelada cuando una información sobre el Congreso de Viña –el mismo en donde ‘los jóvenes revolucionarios’ quedaron en mayoría sobre Recabarren– daba cuenta que dos ‘compañeros’ pretendían acreditarse como los representantes de la sección Iquique: Rufino Rosas y Máximo Ibarguchi. La situación se resolvió aceptando a Rosas con derecho a voz y voto y a Ibarguchi solo con derecho a voz. Esta medida fue un triunfo para los rivales de Barra Woll” (Álvarez Vallejos, 2012, pp. 517-518).
Pese a las dificultades, Rosas se mantuvo a la cabeza de El Despertar de los Trabajadores y desarrolló una campaña en favor de los obreros del salitre por el reajuste salarial del 42% (José Emilio Mora, “Rufino Rosas. Una vida ejemplar”, El Siglo, Santiago, 15/12/1956). Desde esta tribuna continuará denunciando los abusos de la patronal y agitando a los trabajadores, lo que decantó el 5 de junio de 1925 en aquella que pasó a la historia como la matanza de La Coruña. En esta oportunidad, el gobierno de Arturo Alessandri Palma (1920-1925) respondió con las fuerzas armadas a una sublevación obrera producida en el marco de la huelga general que había estallado en la provincia de Tarapacá, teniendo como foco principal la oficina salitrera La Coruña localizada en la pampa del Tamarugal. Dicha acción represiva, se presume, dejó un saldo de alrededor de 1.000 muertos entre obreros y sus familias (ver Álvarez Vallejos, 1997). En un informe enviado desde México en 1927, Rosas y otros militantes señalarán “más de 800 de nuestros mejores camaradas perdieron la vida” (Salvador Barra Woll, Luis V. Cruz y Rufino Rosas, “Informe sobre la dictadura de C. Ibáñez enviado por dirigentes comunistas chilenos exiliados desde México al miembro del CE de Komintern, Stepanov, a Moscú”, México, 19/05/1927, cit. en Ulianova y Riquelme, 2005, p. 301).
Un día antes de la masacre, El Despertar de los Trabajadores fue clausurado. Cientos de dirigentes sindicales fueron detenidos y embarcados hacia el sur. La región fue declarada Zona de Emergencia, lo que les permitió a los militares dar inicio a la salvaje represión. “Rufino Rozas, con orden de fusilamiento en su contra, tuvo que ‘fondearse’ y esperar que la tormenta pasara antes de salir a la circulación. El oficial de policía Humberto Letelier, que tenía su cuartel general en San Antonio, había dado a sus subordinados la orden de matar y matar, para vengar a los dos policías que habían caído en la pelea con los pampinos” dirá en sus memorias el comunista Elías Lafertte Gaviño. Arribado desde Santiago para informarse de los acontecimientos, Lafertte se entrevistó con Rufino Rosas, Braulio León Peña, Genaro Valdés y otros militantes que se hallaban en la clandestinidad (Lafertte, 1957, pp. 176-177).
Conjurado el peligro, Rosas retomó a finales de año sus actividades públicas. El 25 y 26 de diciembre de 1925 se celebró el VII Congreso Nacional del PCCh en el que fue elegido integrante del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), junto al secretario general Manuel Leiva, José R. Bascuñán Zurita, Lino Paniagua, Maclovio Galdámes, Luis A. Hernández y José Santos Zavala (“El nuevo C. E. N. del P. C. se constituyó el Domingo”, Justicia, Santiago, 12/01/1925). Bajo la justificación de un permiso Leiva declinó el cargo y fue reemplazado provisoriamente por Rufino Rosas, que también tuvo que renunciar al ser nombrado en enero de 1926 secretario de la Junta Ejecutiva de la FOCH (Urtubia Odekerken, 2016, p. 100). Hombre de un fuerte sentido práctico, durante esta época Rosas expresó una máxima que se manifestó como una “nueva retórica del PC”, a decir de Ximena Urtubia Odekerken una suerte de “consigna que todo militante debía cumplir”: “No somos ni seremos comunistas por lo que digamos, sino por lo que podamos o debamos hacer” (Rufino Rosas, “Nada de vacilaciones”, Justicia, Santiago, 03/01/1926; Urtubia Odekerken, op. cit., p. 143).
Sus responsabilidades en el PCCh y la FOCH no limitaron su participación en el mundo del teatro obrero. En agosto de 1926, Rosas estuvo involucrado en la reorganización del Conjunto Artístico Arte y Revolución (1912-1933) de Santiago, conformado por José Santos Zavala, Elías Lafertte, Luis E. Guzmán, Carlos Rolland y Francisco Devia, del que será director de escena durante su supuesta “etapa de declinación” (Justicia, Santiago, 21/08/1926). Calificación errónea la de Bravo Elizondo, pues el cuadro vivió entre 1924 y 1926 un momento de repunte de sus actividades tanto en la capital como en Peñaflor, localidad donde funcionaba una Escuela Racionalista (Bravo Elizondo, op. cit., p. 152; Lagos Mieres, 2019b).
Pocos meses después, en octubre del mismo año, Rufino Rosas fue nombrado director de Justicia (1924-1927), órgano de la FOCH y del PCCh, en reemplazo de Manuel Hidalgo Plaza, senador comunista que “debió abandonar el cargo [en el periódico] por una serie de artículos ‘chauvinistas’ que incomodaron a la directiva partidaria” publicados a propósito del conflicto por las provincias “cautivas” de Tacna y Arica. Allí permanecerá hasta febrero de 1927, cuando la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931) decrete su cierre (Rojas Flores, 2012, p. 38).
La Carta Abierta enviada por el Secretariado Sudamericano (SSA) a todos los miembros del PCCh con la finalidad de influenciar el desarrollo del VIII Congreso pautado para enero de 1927, motivó un importante debate en las páginas de Justicia. El documento remitido desde Buenos Aires acusaba a la fracción parlamentaria y al CEN de incurrir en desviaciones de derecha e izquierda respectivamente. “Frente a ello, el Secretariado Sudamericano solicitó a su sección chilena asumir la lucha política contra este tipo de tendencias, en particular contra las de derecha” (Urtubia Odekerken, 2016, pp. 99).
Rosas participó de este debate, mostrándose a favor del proceso de discusión impugnado por otros camaradas: “la discusión pública sirve para apartar los escollos que, en algunas ocasiones, creemos encontrar en el camino a seguir (…) la crítica a los errores hace en el árbol de nuestra colectividad los efectos de una ‘poda’ bienhechora, arrancando todos aquellos ganchos que contienen ramas de desviaciones, sean estas izquierdistas o derechistas y que, por cierto, perjudican e impiden que el árbol dé los frutos que de él se esperan (…) Todos los que piensan en el debilitamiento de nuestras fuerzas, deben saber que los comunistas no siguen hombres, sino a doctrinas” en alusión a las directrices de la Carta Abierta de la SSA. “Que estas no son exactamente comprensibles aún para todos los militantes del Partido, argüirán algunos; pero el crisol de la crítica va clarificando las concepciones, respondimos nosotros” (Rufino Rosas, “A propósito de la carta abierta”, Justicia, Santiago, 15/12/1926).
En el VIII Congreso Rosas volverá a ser nombrado para a ocupar el CEN como responsable de la comisión central de prensa. “El sueldo de director que asigna la imprenta de Justicia” era utilizado como una renta partidaria (José S. Zavala, “Informe del PCCH al SSA sobre el VIII Congreso del partido”, Santiago, 27/01/1927, cit. en Ulianova y Riquelme, 2005, pp. 207-208). Dicho congreso, en palabras posteriores de Rosas desde México, “perseguía entre otros los fines de adaptación del Partido a las necesidades de bolchevización. Nuestro Partido durante los años anteriores había mantenido su estructura socialista propia su origen y, actualmente, comenzó a adoptar las formas de un verdadero Partido Comunista”.
En la reunión del SSA dedicada a este evento que tuvo lugar a finales de enero de 1927 se resolvió plantearle al Comité Central de Chile una “distribución más razonable de las responsabilidades”, lo que implicaba moverlo a Rosas de la dirección de Justicia a la comisión de agitación y propaganda del partido (“Protocolo de la Reunión del SSA dedicada al VIII Congreso del PC chileno, [Buenos Aires], 25/01/1927, cit. en Ulianova y Riquelme, 2005, p. 205). Todos estos planes fueron cancelados por la represión.
A poco de iniciada la dictadura de Ibáñez del Campo, en horas de la madrugada Rufino Rosas fue violentamente sacado de su domicilio, apresado y desterrado fuera de Chile junto a “200 de nuestros camaradas más heroicos y más conscientes”. En este heterogéneo grupo compuesto de radicales, anarquistas y comunistas se encontraban Salvador Barra Woll, Luis Víctor Cruz Steghmanns, Ramón Alzamora Ríos y Santiago Labarca Labarca, entre otros. El camino del destierro comenzó para ellos el 27 de febrero de 1927 a bordo del vapor Chile. Desde Valparaíso navegaron hasta Arica, donde se les sumó otro grupo de deportados. El 3 de marzo fueron colocados en el vapor Cachapoal con rumbo al Ecuador. Pero el gobierno de Isidro Ayora (1926-1931) no aceptó la entrada de todo el contingente y sólo algunos de los expulsados pudieron desembarcar, por ejemplo, Labarca Labarca (Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores, Chile, 1927. Legación de Chile en Ecuador, en Fondo Histórico, vol. 1094, cit. en Rivera Mir, 2014, p. 101). El resto de ellos fueron remitidos a Perú, donde el presidente Augusto B. Leguía (1919-1930) los recibió durante un mes. A comienzos de mayo de 1927, las gestiones realizadas por Santiago Labarca parecían dar buenos frutos, pues un cambio de actitud del gobierno ecuatoriano abrió la esperanza que podían ser recibidos en este país. Pero una vez más, llegando a Guayaquil, el jefe de la policía aduanera Chambers Viveros, les negó la entrada (Rivera Mir, op. cit., p. 105). Según Boris Mijailov, funcionario del Komintern apostado en Buenos Aires, pese a que se consiguió el permiso del gobierno y el dinero, José Fernando Penelón saboteó de diferentes maneras la llegada de los deportados chilenos a la Argentina. Para Rosas éste tenía planeado que desarrollara tareas en el Partido Comunista local. “El compañero Penelón estaba en contra” (Raimond, “Informe reservado del integrante del Secretariado Sudamericano al CE de Komintern”, Buenos Aires, 07/05/1927, cit. en Ulianova y Riquelme, 2005, pp. 295-296).
En estos momentos de incertidumbre, el 8 de mayo, el presidente mexicano Plutarco Elías Calles (1924-1928), decidió aceptar a los desterrados (“Los deportados chilenos”, El Sol, México, 09/05/1927, cit. en Rivera Mir, op. cit., p. 106). Cinco días después desembarcaron en el puerto de Veracruz. Mientras que algunos se dirigieron a Estados Unidos y otros a Europa, el grupo conformado por Rufino Rosas, Salvador Barra Woll, Luis Víctor Cruz y Ramón Alzamora se quedó en México. Desde allí, colaboraron con la revista El Libertador (1925-1929), órgano de la Liga Antiimperialista de las Américas.
Un extracto del informe remitido desde territorio mexicano con fecha del 17 de septiembre de 1927 por Rosas, Barra Woll y Cruz al miembro del Comité Ejecutivo del Komintern, Stepanov, señalaba: “Decidimos quedar más cerca de la frontera chilena; pero la prohibición de desembarcar y quedarse en los países vecinos donde la policía nos había sometido a una estrecha vigilancia nos hizo imposible nuestra intención de continuar a ayudar regular y eficazmente al trabajo del Partido y de las masas obreras en estos momentos difíciles de su lucha. Quisimos trasladarnos a Uruguay, que nos quedaba más cerca, para sostener el espíritu de la masa obrera y ejercer un cierto control sobre ellos; pero resultó que nos encontramos en el Perú, fue necesario que atravesáramos tres países donde nos fue difícil obtener la visa de los pasaportes y nuestros recursos económicos eran insuficientes.”
En el mismo documento que presuntamente llegó a la Unión Soviética a través de Julio Antonio Mella aclaraban que “en México, mantenemos una correspondencia muy débil con los camaradas de Chile ya que las cartas demoran un mes para llegar a su destino. Así podemos recibir las respuestas solamente seis meses al año. De todas maneras, enviamos las cartas, los diarios y todo tipo de materiales que podrían serles útiles, pero no sabemos si éstos llegan a su destino.”
Otro de los temas a los que se referían en el informe era a “la traición vergonzosa de algunos de nuestros camaradas que pertenecen al grupo parlamentario” como el senador Juan Luis Carmona y los diputados Pedro Reyes Díaz, José Santos Córdova Rencoret y Abraham Quevedo Vega, elegidos en las elecciones de 1925. “Estos elementos no fueron molestados ya que, durante la represión, ellos se presentaron al dictador para manifestarle que estaban de acuerdo con su política y todos sus actos y que por esta razón le darán todo su apoyo en la Cámara donde pertenecen.” Pese a que dichos legisladores habrían realizado las gestiones correspondientes para que los expulsados retornaran al país bajo promesa pública de no realizar más propaganda comunista y adherir a la política del gobierno, “todos nosotros, a excepción del diputado Ramón Sepúlveda Leal, quien ya antes se había manifestado de acuerdo con la política del gobierno, rechazamos firmemente esta proposición vergonzosa. Comunicamos nuestra decisión a los que hicieron las gestiones en términos llenos de indignación” (Salvador Barra Woll, Luis V. Cruz y Rufino Rosas, “Informe sobre la dictadura de C. Ibáñez enviado por dirigentes comunistas chilenos exiliados desde México al miembro del CE de Komintern, Stepanov, a Moscú”, México, 19/05/1927, cit. en Ulianova y Riquelme, 2005, pp. 307-).
Previo paso por Texas, desde Nueva York Rufino Rosas viajó a Alemania y en noviembre de 1927 llegó a Moscú como representante de la FOCH. Acompañado por una delegación mexicana (integrada por Luis G. Monzón, José Guadalupe Rodríguez y el célebre muralista Diego Rivera), se convirtió en el segundo chileno en visitar la Unión Soviética después de Luis Emilio Recabarren. Allí, “Participó, junto a sus pares mexicanos (…) en las celebraciones del X Aniversario de la Revolución Rusa. Representó a la FOCH en las conferencias sindicales latinoamericanas de noviembre de ese año y luego de abril de 1928. Fue uno de los primeros alumnos latinoamericanos en la Escuela Internacional ‘Lenin’. Sus exposiciones en Moscú lo muestran como un dirigente de la escuela recabarrenista en el comunismo chileno: con mucha autoestima y sentido común político, abierto a posibilidades de diálogos y alianzas, con mucha experiencia y sólido apoyo en el movimiento sindical. No es el tipo de ‘cuadro del tercer periodo’” (Ulianova y Riquelme, 2009, p. 36). También fue parte del Congreso de los Amigos de la URSS en noviembre de 1927 e integró el Comité Preparatorio de la Conferencia Sindical Latinoamericana en Moscú y del Congreso Sindical Latinoamericano en Montevideo (Jeifets y Jeifets, 2017, p. 609).
De esta época son sus otros seudónimos. En las publicaciones soviéticas de 1927-1928 Rosas aparecía bajo los nombres “Cosas”, “Rudolfo Rozas Shanzez” y “Nufan-Nordes”. “Bezas” en cambio lo utilizará como miembro del SSA del Komintern por el PC de Chile tras su reorganización en mayo de 1928 (Jeifets y Jeifets, op. cit., p. 609). Ulianova y Riquelme barajan la posibilidad que Rufino Rosas haya participado en el VI Congreso del Komintern celebrado entre el 17 de julio y 1 de septiembre de 1928 en Moscú bajo el seudónimo de “Fermín Araya”, pero éste corresponde para Lazar y Victor Jeifets al chileno Isaías Iriarte (Ulianova y Riquelme, 2005, p. 51; Jeifets y Jeifets, op. cit., p. 339). Otro seudónimo que aventuran es el de “Ruiz”, delegado chileno que interviene en el IV Congreso de la Profintern (Moscú), la reunión del SSA (Buenos Aires) y del Buró Sindical Latinoamericano (Montevideo) entre abril y agosto de 1928, aunque sin lograr comprobar que efectivamente fuera Rosas.
La Declaración de la Delegación Latinoamericana –compuesta según El Machete, Órgano Central del Partido Comunista de México, por Carmen Fortul (Venezuela); Manuel Ugarte, Antonio Maruenda, Próspero Malvestitti (Argentina); Leonardo Fernández Sánchez (Cuba); Diego Rivera, Luis G. Monzón (México); Salvador de la Plaza (Colombia); Rufino Rosas (Chile); Ricardo Paredes (Ecuador); Carlos Imaz y Martín Simoni (Uruguay); Héctor Ferreira Lima (Brasil); Miembros de la Unión Sindical Argentina (Salomón Riguer, Martín S. García, entre otros); de la Unión Sindical Uruguaya (Francisco Castrillejo); Federación Minera de Jalisco (Lauro Cisneros)– señalaba haber “comprobado que la reconstrucción económica de la Unión Soviética se realiza con la técnica moderna aplicada en la ciudad y en el campo la racionalización se efectúa con aumento de salarios y reducción de horas de trabajo como lo prueba el decreto de las 7 horas de trabajo que ha comenzado a aplicarse en las industrias.
La leyenda sobre la incapacidad del proletariado para dirigir la vida económica y política de las naciones ha demostrado su falsedad ante la experiencia de la Rusia. El gobierno surgido de la Revolución Rusa, en los 10 años que ha mantenido el poder, ha dirigido la economía de la Unión Soviética y ha demostrado una capacidad constructiva sin precedentes en la historia de los pueblos.
Declaran además que la Revolución Rusa ha creado la base de la renovación social del mundo y por tanto es un deber para todos nosotros dar apoyo decidido a la Unión Soviética y defenderla de los ataques de las potencias imperialistas” (El Machete, México, 7/1/1928).
En otra declaración que lleva la fecha de1 11 de diciembre de 1927 aparecida en Bandera Proletariade Buenos Aires, órgano de la Unión Sindical Argentina, algunos de esos delegados entre los que se hallaba Rosas se comprometían a crear un Secretariado Sindical Latino Americano en pos de “unificar todas las organizaciones sindicales de clase en la lucha contra el imperialismo de los Estados Unidos, contra la Federación Panamericana del Trabajo, contra la ofensiva de la burguesía indígena (…) por la constitución de una internacional única de clase y agrupando a los sindicatos de todos los países, de todas las razas y de todos los continentes (…) por la emancipación del trabajo del poder del capital (“Secretariado Sindical Latino Americano”, Bandera Roja, Buenos Aires, 14/01/1928).
El 10 de enero de 1928, Rufino Rosas redactó en Moscú un extenso informe presentado al Lender-Secretariado Latino de la Internacional donde analiza la situación en Chile entre septiembre y diciembre de 1927, cuyo dato sobresaliente era la amnistía otorgada a los exiliados por Ibáñez del Campo, lo cual no significaba “que el país volvió a las condiciones normales y que nuestros camaradas pueden trabajar libremente en el Partido”.
En él daba cuenta de esa “situación política”, la “situación sindical”, la “situación interior del Partido”, “la situación económica de la ‘FOCH’ y el Partido”, las “perspectivas” y la necesidad de “Reorganización del Partido”.
Entre otros comentarios dirigidos a la Komintern, se destacan el pedido de Rosas: “La reacción hizo sufrir al Partido y a la ‘FOCH’ y por ello están en una situación económica difícil (…) Puede ser que los parlamentarios expulsados del Partido quieran facilitar el pago del arriendo para ganar la influencia en la ‘FOCH’. Me parece, que el Komintern debe ayudar a evitar esto, procurando al Partido chileno los medios de salvarse de esta situación”. Boris Vasiliev, integrante del Lender-secretariado latinoamericano y jefe del Departamento Organizativo del Komintern, anotaba al margen: “¿Pero cuánto y por cuánto tiempo?”.
En el penúltimo ítem del informe, Rufino Rosas declaraba: “En este Informe, que le entrego para su conocimiento, creo poder afirmar con certeza que las perspectivas del partido son buenas, pero para aprovechar todas las circunstancias, debemos trabajar metódica e inteligentemente. Por ello creo necesario que el Komintern estudie primero las posiciones ocupadas por el partido antes del Congreso de enero de 1927 y haga un análisis de esta situación comparando con el trabajo hecho antes de esta fecha (…) Queremos también que nos entreguen las directivas para nuestro trabajo futuro”. Un comentario como bien destaca Olga Ulianova inédito, pues “por primera vez un dirigente del PC chileno explícitamente pide ‘directivas para nuestro trabajo’. Ya es un tono distinto al de Recabarren y a los informes previos del PCCh”, lo que la hace dudar si efectivamente el mismo había salido de la pluma del delegado chileno o de “los propios funcionarios kominternianos que le ‘ayudaban’ en Moscú”.
Allí, Rosas también incluía su posición respecto del derrocamiento de Ibáñez, mostrándose partidario de una línea radicalmente opuesta a la estrategia de la “clase contra clase” que por entonces comenzaba a impulsar la Komintern: “¿Debemos aliarnos a la pequeña burguesía para derribar a Ibáñez o debemos luchar solo por la instauración del gobierno obrero-campesino?” Pregunta a la que responde de forma realista: “La situación actual de nuestro partido y de las organizaciones obreras, la falta de organización campesina (los campesinos están en un número reducido en la FOCH), nos hace creer que en este momento es imposible establecer un gobierno obrero y campesino, pero apoyando a la burguesía en su lucha contra la reacción, debemos aprovechar las ventajas para el proletariado y proponer un plan de reivindicaciones inmediatas. Por esto, es necesario que el Komintern nos indique la línea a seguir.” (R. Rosas, “Informe sobre la situación del PC chileno elaborado en Moscú por Rufino Rosas, delegado del PCCh”, Moscú, 10/01/1928, cit. en Ulianova y Riquelme, 2005, pp. 313-315). Entretanto, “la duda de Rufino Rosas no era compartida por dirigentes como Bernardino Donoso, quien se mostraba intransigente en su rechazo a toda colaboración, así fuese ocasional, con fuerzas burguesas, tal como lo expresó en una reunión del SSA celebrada en Buenos Aires el 19 de julio de 1928” (Grez Toso, 2015, p. 474).
Una semana después de la redacción de este segundo informe (el primero no fue hallado por Ulianova), Rosas participa en calidad de delegado de la FOCH de la reunión de la Comisión Latinoamericana de la Profintern. Allí se estableció la reorganización de la federación y “hacer todos los esfuerzos para establecer un contacto más estrecho y fluido [de ésta] con la Profintern” (Harrison George y Carlos Dujovny, “Protocolo de la reunión de la Comisión Latinoamericana de la Profintern con informe del delegado de la FOCH”, Moscú, 17/01/1928, cit. en Ulianova y Riquelme, 2005, pp. 317-321). A pedido de él en su informe, en abril de 1928 Jules Humbert-Droz, miembro del presidium del CE del Komintern, elabora un “proyecto de carta” abierta dirigida al Comité Central del PCCh (Ulianova y Riquelme, 2005, p. 232).
La actividad de Rufino Rosas culminó en Moscú en abril de 1928. Según Ulianova y Riquelme habría regresado a Santiago en noviembre de 1928. En pocos meses, volvió a poner en funcionamiento al PCCh, del que se convirtió en su secretario.
Según un informe de la máxima autoridad del SSA, Victorio Codovilla que viajará a Chile a comienzos de 1929, el PCCh estaba “completamente aniquilado por la represión”. Codovilla asimismo destacaba “la existencia de una discrepancia profunda en la dirección semi destruida del PC chileno” entre Isaías Iriarte, representante de las “posiciones más duras procurando ‘reorganizar y consolidar el aparato’” y Rufino Rosas que “mantenía su visión más aperturista que ya había demostrado en sus informes en Moscú, incluyendo ‘intentar de constituir una organización legal’”.
Las discrepancias entre ambas tendencias se manifestaron en torno al problema los expulsados del partido, los parlamentarios Carmona, Reyes Díaz, Córdova Rencoret, Quevedo Vega y Sepúlveda Leal que habían colaborado en el pasado con el régimen de Ibáñez del Campo. Mientras que el viejo secretario del PCCh “Iriarte se opone a los contactos” con ellos, “apelando a términos como ‘politiqueros corrompidos’ y ‘daño que han hecho a la causa comunista’, el actual “Rosas intenta conversar (…) su reintegración al partido”. Como bien observa Ulianova, “El estilo kominterniano estalinista que supone las expulsiones o purgas como excomuniones perpetuas con las consecuentes demonizaciones de los expulsados, aún no se ha interiorizado en el PC chileno (…) Llama la atención que el portador de la posición más aperturista de ese momento, Rosas, regresa de la sede central de Komintern en los momentos del mayor auge de su línea más sectaria, manteniendo la posición que había expresado allá, e interpretando a su favor la escolástica del discurso kominterniano del momento. En cambio, Iriarte articula su posición ‘dura’ sobre la base de su experiencia personal de clandestinidad, represión y derrotas” (Ulianova, 2008, pp. 115-116).
En los hechos esta división había comenzado poco antes cuando Manuel Hidalgo Plaza, integrante del Comité Local (CL) de Santiago asumió con el CL la dirección del Comité Central Provisorio (CCP) con la finalidad de reorganizar el partido. Sus integrantes además de Hidalgo, eran Genaro Valdés, Higinio Godoy, Humilde Figueroa y Humberto Mendoza. Frente a la destrucción del PCCh realizada por la dictadura de Ibáñez, la propuesta del CCP –apoyada por Rosas– era “legalizar un ‘partido instrumental’ para la actuación de los militantes comunistas, evitando su aislamiento y aprovechando los resquicios legales para reorganizarse y establecer alianzas políticas con el alessandrismo, pues no tenían experiencia en el trabajo clandestino” privilegiado, entre otros, por Iriarte.
Para las memorias e historiografías kominternianas las dos líneas eran igualmente interpretadas como “desviaciones”. Mientras que la de Hidalgo y Rosas era tachada de “oportunista de derecha u contrarrevolucionaria”, la de Iriarte era calificada como “infantil izquierdista y sectaria”. La posición que en rigor debía primar era una “leninista”, capaz de combinar ambas tácticas (Vega Jara, 2012, pp. 98-99).
Durante su estadía en Santiago “Codovilla no ataca directamente a Rosas (…), abogando por la necesidad de unidad al interior del partido y de poner fin al conflicto interno. Sin embargo, destaca la imposibilidad de establecer contactos personales con Rosas (…) y de manera sutil deja abierta la posibilidad de que el dirigente chileno haya rehuido esos contactos por algunas razones que no solo sean de seguridad y miedo a una provocación (…) Como portador de las posturas aperturistas (…) Rosas (…) no es demonizado por ello, siendo tal vez visto susceptible a la ‘reeducación’ por parte del SSA” (Ulianova, op. cit., pp. 116-117). Sí se tomarán “medidas disciplinarias contra la divergencia” representada por Hidalgo, quien acabará siendo expulsado del partido en 1930 (Vega Jara, op. cit, pp. 99-100).
Poco después de esta visita, la dictadura de Ibáñez del Campo volverá a ensañarse contra los comunistas en una nueva oleada reaccionaria. Inicialmente, Rufino Rosas y Maclovio Galdámes lograron salvarse, lanzando desde su escondite un manifiesto al país en el que acusaban a la tiranía de haber asesinado al ex secretario general del partido José Santos Zavala. Su posterior detención es atribuida por Genaro Valdés a un presunto caso de “traición” cometida por el mismo Zavala (G. Valdés R., “Informe del CC Provisorio del PC chileno al Secretariado Sudamericano de Komintern”, Santiago, 15/11/1929, cit. en Ulianova y Riquelme, 2005, pp. 419-420). De acuerdo al testimonio de Elías Lafertte, que en los primeros meses de 1929 había sido detenido en el cuartel de investigaciones de la calle General Mackenna, Rufino Rosas, Andrés Escobar, Luis Peña y Aníbal González, entre otros, tuvieron el mismo destino. “En ese mismo cuartel fue sometido a brutales torturas por los agentes, que comandaba el famoso ‘detective científico’ Ventura Maturana, nuestro compañero Rufino Rosas. Tenían en investigaciones a un oficial especializado en la persecución de comunistas, el ‘Chino’ Molina” (Elías Lafertte, op. cit., p. 210).
“En los calabozos de General Mackenna estuvimos parte de febrero, todo marzo y todo abril (…) El Primero de Mayo, nos reunieron en el gimnasio del cuartel de Investigaciones para comunicarnos que íbamos a ser llevados a la Isla de Pascua. Salimos para Valparaíso, fuertemente custodiados, en el tren de las once (…) En Valparaíso nos esperaban otros presos con quienes íbamos a compartir el destierro en Pascua (…) Isaías Iriarte, secretario general del Partido; Maclovio Galdámes y Bernardino Donoso”.
Embarcados en el transporte Abtao de la marina de guerra, llegaron a la Isla de Pascua después de 10 días de viaje. El capitán del barco les notificó que les había dejado comida sólo para tres jornadas. Un obstáculo que pudieron sortear al entrar contacto con los nativos, quienes apadrinaron a cada uno de los prisioneros. El padrino de Rufino Rosas fue Nicolás Pakomio, que se ocupó de que “nunca le faltaran frutas y comida” (Elías Lafertte, op. cit., p. 215).
Retornados a Santiago el 3 de enero de 1930, el 5 los relegados participaron de una conferencia nacional del partido celebrada en la clandestinidad en una casa de avenida Matta. “La reunión (…) duró solamente un día, porque la persecución era violenta y prácticamente todos los que participábamos en ella estábamos sometidos a permanente vigilancia” señala Lafertte. Según la versión de otro participante de la reunión, el enviado de la SSA “José”, en carácter de ampliado la misma habría durado dos días (el 5 y 6 de enero) y allí se habría constituido el nuevo Comité Central integrado, entre otros, por Rosas (José, “Carta del enviado del SSA, ‘José’, desde Chile”, Santiago, 08/01/1930, cit. en Ulianova y Riquelme, 2005, pp. 448-450).
Sin embargo, no pasaron muchos meses para que en abril los comunistas nuevamente fueran detenidos y se encontraran en el cuartel de calle General Mackenna. En esta oportunidad, Rufino Rosas fue relegado el 23 de mayo de 1930 al pueblo del Achao ubicado en el Archipiélago de la Isla de Chiloé. De regreso de Achao, fue apresado en Linares, torturado y conducido a la capital (Elías Lafertte, op. cit., p. 219 y ss.; Loveman y Lira, 2006, p. 232).
Para agosto de 1931, un informe del emisario del Buró Sudamericano Paulino González Alberdi, apostado en Chile con el objeto de impartir cursos de capacitación política “para garantizar el éxito de la bolchevización”, indicaba que Rosas ocupaba tanto la dirección del partido (junto a José Vega Díaz, Carlos Contreras Labarca y Elías Lafertte) como de la FOCH. El mismo documento calificaba a Rosas de defender una “posición buena”, aunque “tiene concepciones oportunistas debido a lo alejado que el destierro lo tenía de la vida política, pero se coloca con las resoluciones del Bureau y se convence en las conversaciones y reuniones”. Según el mismo documento, el dirigente estimaba realizar una gira en la zona del carbón (Ulianova y Riquelme, 2009, pp. 65-67; Urtubia Odekerken, op. cit., p. 142).
En septiembre de 1931 el dirigente comunista se hallaba en Coquimbo. En este puerto se vio implicado en la sublevación de la Escuadra de Chile protagonizada por la marinería en señal de protesta frente a la rebaja salarial decretada por el gobierno del vicepresidente Manuel Trucco (1931). Según Elías Lafertte, “el día primero de septiembre llegó a Santiago, enviado por Rufino Rozas, que se encontraba en Coquimbo, un compañero de apellido Lobos, que pidió hablar conmigo y me comunicó, muy agitado por cierto, que tenía noticias de que la marinería se iba a levantar, apresaría a los oficiales y lanzaría un manifiesto al país y peticiones de carácter económico al gobierno” (Lafertte, op. cit., p. 229). No obstante, los marineros se adelantaron al PCCh estallando su movimiento ese mismo día.
Dos meses después, una carta del partido remitida al Buró Sudamericano el 28 de octubre de 1931 informaba que en un ambiente disputado con los hidalguistas Rosas había dado en Valparaíso “varias conferencias sobre Rusia” (Ulianova y Riquelme, 2009, p. 107).
Probablemente la “posición aperturista” que Rufino Rosas defendió desde finales de la década de 1920 fue la que después de estos eventos provocara su distanciamiento del partido y la FOCH, dispuestos a asumir a comienzos de los 30’ con Elías Lafertte a la cabeza la estrategia de “clase contra clase” impulsada por la Komintern.
A partir de entonces pocos son los rastros que quedan de él. En los años posteriores, trabajó como redactor del diario El Siglo de Coquimbo y más tarde tuvo a su cargo la sección provincias de El Siglo de Santiago en su primera época. Aquí continuará publicando artículos como 20 años atrás el día de la muerte de quien fuera su maestro, Luis Emilio Recabarren (Rufino Rosas, “Luis E. Recabarren”, Justicia, Santiago, 19/12/1926; Rufino Rosas, “Recabarren”, El Siglo, Santiago, 19/12/1946).
Durante el gobierno de Gabriel González Videla (1946-1952), Rosas se desempeñó como periodista del diario El Pueblo. Víctima de la represión que habilitó la Ley de Seguridad Interior del Estado (más popularmente conocida como la Ley Maldita) de 1947, terminó siendo detenido al igual que muchos otros activistas.
Algunos versos de su autoría aparecidos en la Lira Proletaria y en la Lira Popular (secciones culturales de El Siglo) revelan que Rosas se dedicó por estos años a la poesía. Una décima suya, dedicada “A Recabarren, creador de la prensa obrera”, fue publicada en una edición especial de Lira Popular que homenajeaba al líder del POS y PCCh. La misma fue tomada de Lira Proletaria y había circulado durante los funerales de Ricardo Fonseca Aguayo, histórico militante del partido comunista fallecido en 1949 (Rufino Rosas, “A Recabarren, creador de la prensa obrera”, El Siglo, Santiago, 20/12/1952).
CUARTETA
Luis Emilio, gran campeón
de la prensa popular
con infinita emoción
vengo tu nombre a evocar.
GLOSA
Con absoluta confianza
en la fuerza de las masas,
sin temores a amenazas
con la vista en lontananza
y abrigando la esperanza
de hacer fuerte a su nación
con altiva decisión
en la región salitrera
levantó por vez primera
Luis Emilio, gran campeón.
Que el pueblo trabajador
tuviera su propia prensa
siempre presta a su defensa
fué su tarea de honor:
con entereza y valor
se dispuso a levantar
lo que fueron los cimientos
sangre, nervio y pensamiento
de la Prensa Popular.
No quebraron las prisiones
la miseria ni el destierro
su gran voluntad de hierro
y sus firmes convicciones:
al compás de pulsaciones
de su inmenso corazón
se hizo carne en la Nación
la lucha antiimperialista
por eso hoy pasamos lista
con infinita emoción.
DESPEDIDA
Con estoicismo sin par,
en medio de luchas cruentas,
nos forjó las herramientas
política y sindical:
de la unidad popular
fue gigante pionero
marcándonos el sendero
que debíamos seguir
para poder conseguir
los grandes triunfos del pueblo.
En 1952 fue entrevistado por la revista Vistazo en la cama del Hospital San Vicente. Sufría entonces una grave enfermedad por la cual había sido intervenido quirúrgicamente y esperaba sus resultados. Sus inquietudes políticas le acompañaban, leía la prensa obrera y tuvo además la amabilidad de recibir a los periodistas de la revista señalada. En ese reportaje le calificaron como un hombre fundamental para la construcción del vigoroso movimiento obrero del presente. Así,
«los empleados y obreros de Chile le deben mucho de su actual organización sindical, le deben valiosas experiencias; y si hoy pueden los trabajadores chilenos preparar su grandioso Congreso de unidad, si pueden reunirse en escala gigantesca, como nunca antes en la historia de Chile, esto se debe en gran medida a hombres como Rufino Rosas»
Vistazo, Santiago, n°25, martes 10 de febrero de 1952, p.12
En el mismo aparece en una foto, leyendo, a la vez que envía su saludo al Congreso de asalariados, que llevaría a la formación de la Comisión Nacional de Unidad Sindical (CNUS) en mayo de 1952, y posteriormente a la creación de la CUT en 1953 (Vistazo, Santiago, n° 25, martes 10 de febrero de 1952, p.12)
En 1954 Rosas participó como “representado” en el Primer Congreso de Poetas y Cantores Populares que se realizó en Chile, celebrado del 15 al 18 de abril en el Salón de Honor de la Universidad de Chile. Para entonces integraba la Unión de Poetas y Cantores Populares de Chile (“Primer Congreso Nacional de poetas y cantores populares de Chile”, 1954, p. 10).
Rufino Rosas se jubiló trabajando en Santiago como corrector de pruebas en la Imprenta Horizonte. Hasta sus últimos días, fue miembro del Sindicato Horizonte, el cual se hizo cargo de sus funerales. Murió un 12 de diciembre de 1956 en una sala común del Hospital Barros Luco.
Según El Siglo, sus funerales fueron “emocionantes”. Se velaron sus restos en el local de la Central Única de Trabajadores (CUT) Provincial ubicado en calle Compañía 1335. Durante la noche y el día siguiente, se sucedieron distintas guardias de honor en señal de homenaje de sus compañeros a este “abnegado miembro del movimiento obrero nacional”. Según el mismo periódico, “formaron junto a sus restos mortales, hombres, mujeres, periodistas, compañeros de labores del extinto” (“Fueron emocionantes los funerales de Rufino Rosas”, El Siglo, Santiago, 16/12/1956).
A las 16.30 horas comenzó a movilizarse el cortejo fúnebre desde el local de la CUT. La carroza fue seguida por un lienzo llevado por los miembros del Sindicato Horizonte. Continuó la bandera de CUT conducida por niños y mujeres. Atrás de ellos, marchaba el Sindicato del Personal del diario El Siglo.
En el cementerio, hicieron uso de la palabra para despedirlo diversos oradores. Alberto Molina, vicepresidente de la Asociación de Jubilados, rindió homenaje diciendo que esta organización en la que militaba Rosas inclinaba reverente sus estandartes enlutados ante la muerte del consocio. Destacó: “trabajó junto a las chibaletas (sic) por más de 40 años. Fue digno ejemplo para sus compañeros y jóvenes que se inician en las luchas sociales. Despido emocionado los restos de tan insigne soldado de nuestra causa”.
Damián Uribe, se pronunció en representación del Sindicato Horizonte. Expresó que hasta la muerte lo emparentó con Recabarren (personaje que también murió un diciembre) del cual había sido digno discípulo. Reseñó su vida refiriéndose a la persecución que soportó incesantemente. Lo recordó como a un hombre sencillo: “no solo fue líder y maestro sino prensista y periodista. Es cierto que no escribirá más versos ni obras teatrales, ni asistirá a congresos del PC, pero estará siempre con nosotros por su obra realizada”.
Francisco Javier Neira, quien había llegado a trabajar con Rosas, habló en nombre del personal de El Siglo. “Fue un pionero del movimiento obrero. Participó en tres frentes: sindical, político y periodístico. Tuvo la suerte de trabajar junto a Recabarren”. Neira hizo enseguida el recuento de las luchas y vida combatiente de Rosas, pronunciándose especialmente sobre sus actividades periodísticas. Concluyó señalando que su nombre deberá figurar en la lista de nombres gloriosos de la clase obrera. “Nos deja valiosas enseñanzas.” Por su parte, Luis Víctor Cruz despidió a su compañero representando al personal de los Talleres Gráficos Lautaro.
En nombre del Comité Central del PCCh Juan Vargas Puebla expresó sus sentimientos de pesar. Señaló que la firmeza en la lucha de este viejo cuadro de la clase obrera se explicaba por su extracción netamente proletaria. “Tuvo fe en sus principios y en la persecución, se educó en el internacionalismo proletario. Participó en el Primer Congreso de la Internacional Sindical Roja en Moscú. Y a su regreso, como miembro de la directiva de la FOCH, bregó por los principios modernos del sindicalismo avanzando en relación con el mutualismo”. Destacó que vivió una etapa histórica que vio surgir en una sexta parte de la tierra los ideales de Marx convertidos en realidad. Se refirió largamente a la trayectoria de Rosas en el movimiento sindical y político, cultural y periodístico del país. “Así llega a tumba un hombre que lo entregó todo por la causa del pueblo… Quiero expresar en nombre del Comité Central del PC, de todo el partido y de su presidente compañero Elías Lafertte, que despedimos a Rufino Rosas, recordando que despedimos una vida útil en medio de tantas inútiles.”
Los restos de Rufino Rosas fueron sepultados en el nicho 213 de la galería 13 del Cementerio General de Santiago mientras sus compañeros entonaban puño en alto La Internacional (“Fueron emocionantes los funerales de Rufino Rosas”, El Siglo, Santiago, 16/12/1956).
Pese a estas exequias, ni los anales del Partido Comunista de Chile ni la historiografía se han preocupado por recuperar la figura de Rosas y como él, la de otros militantes, del mismo modo en que sí lo hicieron con la del gran líder Luis Emilio Recabarren.
Obra
Su obra escrita se encuentra dispersa en las siguientes revistas y periódicos:
- El Despertar de los Trabajadores (Iquique, 1922-1925)
- Justicia (Santiago, 1925-1927)
- El Siglo (Coquimbo)
- El Siglo (Santiago)
- El Pueblo (Santiago)
Algunos de los artículos previamente citados se detallan a continuación:
- “Nada de vacilaciones”, en: Justicia, Santiago, 03/01/1926.
- “Luis E. Recabarren”, en: Justicia, Santiago, 19/12/1926.
- “A propósito de la carta abierta”, en: Justicia, Santiago, 15/12/1926.
- “Recabarren”, en: El Siglo, Santiago, 19/12/1946.
- “A Recabarren, creador de la prensa obrera”, en: El Siglo, Santiago, 20/12/1952.
- Suprema Lex, Drama de actualidad en Dos actos y Tres cuadros, Santiago, Talleres de la Federación Obrera de Santiago, c. 1925. Hay reedición: Santiago, Talleres Gráficos, 1959, 32 p.
- Humo y Sangre, novela, sin datos de edición.
Cómo citar esta entrada: Lagos Mieres, Manuel Andrés, Margarucci, Ivanna (2021), “Rosas Sánchez, Rufino”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org