NAVARRO AMELLER, Gustavo Adolfo (Seudónimo: Tristán Marof ; apodo: Chunka,. Nombre de guerra: Vicente Flores) (Chuquisaca [hoy Sucre], Bolivia, 10/2/1898 – Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 10/2/1979).
Abogado, narrador, ensayista, docente, conferencista, periodista y militante político boliviano de orientación socialista antiimperialista.
Nace en Chiquisaca (Sucre) en 1898 en el seno de una familia compuesta por Valentín Navarro y Delfina Ameller, migrantes españoles (a través del sitio Family Search es posible acceder a una partida de bautismo de «Adolfo G. Navarro» donde Valentín Navarro y Delfina Ameller declaran como fecha de nacimiento de su hijo el 28/9/1896, pero es probable que este niño haya fallecido poco después y sus padres bautizaron con el mismo nombre al siguiente vástago en 1898). Su padre y su tío participaron en la Guerra del Pacífico que enfrentó a Bolivia y Perú contra Chile. Su madre, según el propio Marof, era «poetisa de barrio».
Valentín Navarro y Delfina Ameller tuvieron ocho hijos. Según Marof, su padre «hizo fortuna», lo que les permitió a su hijos seguir estudios universitarios. Gustavo Adolfo estudiaba en la Facultad de Derecho de la antigua Universidad San Francisco Javier de Sucre cuando en 1915 es detenido por primera vez mientras protestaba por el estado de sitio que había decretado el Gral. Montes. Meses más tarde es nuevamente encarcelado, acusado por unos artículos que había publicado contra el gobierno.
Siendo muy joven se inició en las letras publicando Los cívicos. Novela política de lucha y de dolor (1919) y Poetas idealistas e idealismos de la América hispana (1919). Este último recoge tanto sus experiencias de viaje por Chile y Argentina como sus lecturas predilectas (José Martí, Manuel González Prada ►, Rufino Blanco Fombona, Franz Tamayo) y valoraciones literarias. En una conferencia impartida en Santiago del Estero dio curso a su balbuceante ideario comunalista andino: “Estaba tan desarrollada la idea comunal entre los quechuas, hasta el grado de alcanzar casi la perfección sindicalista, exigida por todos los que sufren hoy en día, por los que golpean con sus puños miserables las puertas del capital…” Un año más tarde participó desde las filas de Partido Republicano en la rebelión de julio de 1920: intervino en la toma de cuarteles y de la misma policía. Tras una efímera junta de gobierno, subió al poder Bautista Saavedra, líder del Partido Republicano, que en 1921 promovió a nuestro personaje como cónsul de Bolivia en Havre, cuando contaba apenas con 25 años de edad.
En París fue un asiduo concurrente al café «La Rotonda» de Montparnasse, frecuentado por la bohemia latinoamericana, asiática y francesa, de posturas vanguardistas e izquierdistas. Un testigo presencial afirmó haberlo visto compartiendo el mismo espacio con Henri Barbusse, César Vallejo, los miembros del Kuomintang chino, un pintor australiano, el poeta Vicente Huidobro, los hermanos More, la escultora Carmen Saco y Julius proveniente de Martinica. Fue en ese contexto en que opta por usar el seudónimo de Tristán Marof para firmar El ingenuo continente americano (1923), con el cual rubricaría también sus siguientes libros y marcaría su actividad política. En 1924 aparece en Madrid su novela satírica Suetonio Pimienta, una crítica mordaz de la diplomacia latinoamericana.
Participó en la fundación de la Unión Latino Americana de Paris el 29 de julio de 1925. Desde París y otras ciudades europeas cultivó la correspondencia y el intercambio de publicaciones con los intelectuales latinoamericanos. Visita en Niza a Manuel Ugarte y le consigue del gobierno de Saavedra una representación consular para paliar sus dificultades económicas. Si bien su pasión por refundar el territorio etnocultural en que nació tuvo un antecedente precoz en su revista Renacimiento Altoperuano (Sucre, 1917), fue asumiendo contornos más radicales durante su periplo europeo y latinoamericano. Hay ya en sus primeros libros una defensa del potencial político, laboral y cultural de los indígenas. En El ingenuo Continente Americano (1923) se pronunció a favor del comunismo en la región, tomando como antecedente las tradiciones indígenas. La nueva república obrera que proponía estaría fundada en la estatización de las tierras y las minas, confiriéndoles a los indígenas un papel protagónico en la medida en que se fueran instruyendo. En La Justicia del Inca (1926) se reafirmaron sus ideas centrales. Marof no auspició una vuelta al Incanato, sino conferirle una clave de autoctonía y legitimidad al proyecto comunista. En 1927 exaltó el potencial revolucionario y la asociación de dos sujetos, los jóvenes universitarios insuflados por las banderas de la Reforma (1918) y los indígenas, a pesar de la opresión y la ignorancia que padecían.
Volvió en 1926 a su país para fundar, en su ciudad natal de Sucre, un Partido Socialista Boliviano (PSB), aunque simpatizante de la Internacional Comunista, en un camino convergente a los PS del Ecuador, el PS Revolucionario de Colombia y el PS peruano. El programa del PSB se condensó en la consigna: “Minas al Estado, tierras al pueblo”, propuesta apuntada por Marof ya en El ingenuo continente americano. Dictó conferencias en su ciudad natal, Oruro, La Paz y Sucre. Cuando iba a dictar un ciclo de conferencias en la zona minera de Potosí, fue detenido. Su deportación se suspendió gracias a la movilización de los mineros, logrando su libertad. El PSB, denunciado por la dictadura de Siles como implicado en un “complot comunista”, fue declarado proscrito antes del año de fundado y sus integrantes perseguidos, encarcelados o deportados. Marof fue preso en La Paz, pero aprovechando su traslado a otro penal, se fugó internándose a través de la selva y la cordillera de los Andes en territorio peruano. En su corta estancia peruana de marzo de 1928, logró estrechar vínculos con los socialistas peruanos en Puno, Arequipa y Lima, sobre todo con José Carlos Mariátegui, con quien mantiene estrecha correspondencia y a quien envía colaboraciones para su revista Amauta.
Pero la represión que a su vez sufría el movimiento revolucionario peruano bajo el régimen de Leguía obligó a Marof a seguir viaje, primero rumbo a Panamá y luego a Cuba. Aquí colaboró con diarios y revistas. Enrique de la Osa y otros líderes del aprismo cubano que editaban la revista Atuei, protestaron por su detención en Bolivia. También trabó relación con los hombres que animaban el Grupo Minorista y la Liga Antiimperialista de Cuba. Expulsado también de Cuba, que vivía entonces bajo el régimen represivo de Machado, se embarcó desde el puerto de La Habana con destino a México el 23 de abril de 1928.
Tras su arribo a México lanza una proclama contra el régimen de Siles. “Al proletariado de Bolivia: obreros, intelectuales, militares, universitarios y campesinos” (1928) e inicia su ciclo de seis conferencias en la Universidad Nacional con un discurso indianista que iba a contracorriente de la hegemónica mestizofilia en los medios intelectuales, aunque sin caer en la utopía neoinca. El pensamiento indianista de Marof tras su encuentro con el peruano José Carlos Mariátegui y su vinculación con la revista Amauta se volvió más incluyente frente a los criollos y mestizos. Diferenciando dentro del proletariado boliviano al minero y al indio, Marof usa el término indio como sinónimo de campesino del ayllu. Esta visión sobre la excepcionalidad del indio proletario para el trabajo se mantiene en su libro La Tragedia del Altiplano (1935), mezclada con los elementos propios del “orientalismo” comunista. El prolongado exilio incentivó en Marof la configuración de dos peculiares campos de representación sobre la patria ausente: por un lado, la mitologización de la sociedad prehispánica, y por el otro, su indianofilia, gradualmente filtrada por su adhesión al socialismo marxista, pasando por el entorno procominternista, entre el bujarinismo y el stalinismo, rompiendo con este último al adherirse al trotskismo. La indianofilia de Marof sobrevivió incólume a sus propios virajes políticos. Igualmente, su postura frente a los criollos y mestizos siguió siendo dura, aunque matizó sus lecturas en la medida en que fue cargándola de referentes clasistas caros al marxismo. Marof se desempeñó como profesor de Historia de América en la Escuela Nacional Preparatoria cuando se acababa de iniciar la lucha por la autonomía universitaria en la Universidad Nacional. Luego dio clases en la Facultad de Filosofía y Letras de esa Universidad y más tarde trabajó como investigador en el Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas. Mantuvo una intensa actividad política en diversos frentes de masas que venía impulsando el PC de México. Participó como orador en los mítines antimperialistas organizados por la Liga Antiimperialista de las Américas, así como en los convocados por “¡Manos Fuera de Nicaragua!”. En un mitin reunido en Veracruz, con motivo del arribo del hermano de Sandino y del internacionalista venezolano Gustavo Machado, habló en plaza pública a favor de la resistencia del nicacagüense y denunciando al imperialismo norteamericano, al lado del cubano Julio Antonio Mella y del mexicano Diego Rivera. Marof integró el Comité Latinoamericano con vistas a convocar la Primera Conferencia Antiimperialista del Caribe y escribió sobre la gesta de Sandino, comparándolo con Espartaco, en la revista Amauta. Poco después, conoció a Sandino en México. Discute en esta ciudad con Haya de la Torre y en un artículo de El Libertador se deslinda ideológicamente del aprismo (noviembre 1928). Además de colaborar en la Liga Antiimperialista, formó parte del Comité Nacional del Socorro Rojo. En 1929, el PCM propuso su candidatura para estudiar en la Escuela Leninista Internacional o en su defecto en la Universidad Comunista de los Trabajadores del Oriente. La militancia de Marof en la Liga Antiimperialista y en el Socorro Rojo no fue bien vista por el gobierno de Portes Gil, máxime cuando el PCM fue proscrito y sus cuadros objeto de persecución. Según su propio testimonio, “mis artículos de corresponsal del diario Crítica de Buenos Aires disgustaron al gobierno. Una noche me tomaron preso y me quisieron fusilar. Fusilaron a varios en el patio de la policía sin proceso. Y al día siguiente como una gracia me obligaron a salir de México rumbo a Nueva York”.
Mientras su mujer retornaba a Bolivia con su pequeño hijo, Gustavo, Marof llegó a New York en enero de 1930, donde se vinculó al muralista Clemente Orozco y a los comunistas norteamericanos que animan la Liga Antiimperialista. A fines de 1929 funge como director latinoamericano de Labor Defender, publicación que había fundado James P. Cannon, cuadro vinculado a la Oposición de Izquierda. Aquí se abocó a escribir dos libros: México de frente y de perfil, a manera de ajuste de cuentas político e intelectual; el otro, intitulado Walt Street y Hambre, de claro contenido antiimperialista. El 16 de febrero de 1930 dio la conferencia “La lucha Anti-imperialista en la América Latina” en el Centro Obrero de Habla Española. Con el objetivo de promover un movimiento insurreccional en Bolivia contra Siles, adquiere en New York un centenar de fusiles y los embarcó clandestinamente por vía marítima a la Argentina, seguramente con la complicidad de la marinería roja, siendo almacenados en el sótano del Dr. Horacio Trejo en la ciudad de Buenos Aires. La caída del presidente Siles frustró el proyecto, pero el nuevo régimen militar también le negó el retorno a su país.
Arriba a la Argentina en 1930, poco antes del golpe militar del 6 de septiembre. Ese mismo día, cuando las tropas pasan por la Facultad de Medicina, al igual que Ernesto Giudici, se dirigió a los estudiantes señalándoles que estaban ante “el primer día de dictadura para la Argentina”. Según su testimonio: “En 1930 fui arrestado 21 días en el Cuartel de Seguridad de Palermo y luego obligado a abandonar la Argentina”, debiendo exiliarse en Montevideo. “De regreso a Buenos Aires, no me dieron tranquilidad ni reposo. Me condenaron a la miseria. Me cerraron todas las puertas. No pude trabajar en ningún diario. De Jujuy, en 1932, tuve que salir presionado por las autoridades que obedecían a gestiones de agentes bolivianos y empleados de la Standard. Se me agredió una noche, y como si esto no bastara, se me siguió proceso por desacato a la autoridad, encarcelándome. Luego se me conminó a abandonar la ciudad, amenazándome con entregarme al gobierno boliviano si no lo hacía. En Tucumán tuve que esconderme cuatro o cinco meses que duró el estado de sitio”. Por entonces, a comienzos de la década de 1930, Marof simpatiza con el programa de León Trotsky y la Oposición de Izquierda en la URSS, por lo que el Secretariado Sudamericano de la IC lo considera un “peligroso aventurero”. Instalado en la Pcia. de Tucumán, dicta una serie de conferencias en la Biblioteca Sarmiento y estudia la economía del azúcar. Entre 1932 y 1935 es uno de los críticos más implacables de la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay y se vinculó al socialista español Antonio Zamora quien le editó dos de sus libros en editorial Claridad: uno relativo a la Revolución mexicana y el otro, dedicado a la cuestión boliviana en tiempos de la guerra del Chaco. Marof tenía desde 1928 una presencia discreta en el mercado librero de Buenos Aires, gracias a la Agencia General de Librería (Rivadavia 1573).
Lleva a cabo una campaña antiguerrera a través del Grupo Revolucionario “Túpac Amaru”, que busca, según su primer manifiesto, “fomentar la revolución proletaria y antiimperialista”. Dirige la “Carta abierta de Tristán Marof al proletariado de Bolivia” donde llama a combatir la guerra fratricida y a impulsar la revolución. El gobernador tucumano lo conmina a abandonar la provincia. Llevado amistosamente a la provincia de Córdoba por Cayetano Córdova Iturburu, se refugia durante dos años en una quinta de la localidad del Totoral (Córdoba), propiedad de Rodolfo Aráoz Alfaro, donde comparte la tertulia artístico-política que animan Córdova Iturburu y su esposa Carmen de la Serna, Aráoz Alfaro y su mujer María del Carmen Portela, Raúl González Tuñón y Amparo Mom, Gregorio Bermann y Leonilda Barrancos, Deodoro Roca, Juan Filloy, etc. En el marco se su campaña antiguerrera el 6 de julio de 1935 viaja a la localidad cordobesa de San Francisco, siendo detenido durante algunas horas por la policía local. Liberado, hizo oír su palabra seis días después en el “Teatro Avenida” de San Francisco.
Colabora por entonces, entre otros medios argentinos, en Actualidad económica, política, social (Buenos Aires, 1932-1936), en Contra (Buenos Aires, 1933) y en Claridad (Buenos Aires, 1926-1941) con sus alegatos antibelicistas y antiimperialistas. Paralelamente, promueve en 1935 desde Córdoba un reagrupamiento trotskista, junto a Esteban Rey y Aquiles Garmendia, con quienes va a editar la revista político-cultural América Libre (Córdoba, 1935). Siendo los tiempos del frente popular antifascista, Marof se animó a acercarse al Partido Comunista de la Argentina para gestionar su viaje a Moscú, pero Orestes Ghioldi elaboró un informe negativo al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista vetando su candidatura.
Desde fines de 1934 impulsa al frente del Grupo «Túpac Amaru» un proceso de unificación con otro grupo de bolivianos expatriados: la “Izquierda Comunista Boliviana”, que lidera José Aguirre Gainsborg en Santiago de Chile, fusión que daría origen al Partido Obrero Revolucionario (POR), de orientación trotskista, fundado en Córdoba en junio de 1935.
En septiembre de ese año retorna a Buenos Aires. Ese mismo año es detenido en Mendoza al querer ingresar a Chile. Trasladado a la Sección Especial de la Policía Federal y luego a la cárcel de Villa Devoto, las autoridades argentinas deciden deportarlo a su país, donde su vida corría serio peligro dada su oposición a la guerra.
Nicolás Repetto, Mario Bravo, Alfredo L Palacios y el resto de los diputados socialistas protestan ante el Ministro del Interior Melo. Aráoz Alfaro, Bermann, Benito Marianetti, Antonio Zamora y Rodolfo Puiggrós, entre otros, promueven una intensa agitación a través del “Comité Pro Retorno de Tristán Marof”, adherido al Comité Pro Amnistía de Presos y Exiliados Políticos y Sociales de América. También se agitan el Comité Pro Paz y Libertad de América de Córdoba, el Socorro Rojo Internacional, la Agrupación Socialista de Abogados, la Liga de Exiliados Bolivianos, etc. Aníbal Ponce protesta enérgicamente desde la AIAPE. Deodoro Roca denuncia a través de su periódico Flecha la hipocresía de la diplomacia argentina que viola el derecho de asilo. Raúl González Tuñón le dedica un poema donde lo llama “el viejo soldado”. Fue conducido por la policía hasta La Quiaca y desde allí deportado a Bolivia y encarcelado en la ciudad de Tupiza, cerca de la frontera argentina. Los reclamos del PS boliviano, la Federación Obrera del Trabajo así como de los organismos de derechos humanos de la Argentina llevan al gobierno boliviano que preside José Luis Tejada Sorzano a deportarlo nuevamente a la Argentina. Regresa entonces -en marzo o abril de 1936- a San Francisco, Córdoba, para concretar su boda con Ercilia “La Chocha” Chana, hija de don Aquilino Chana, un fotógrafo y artista plástico español republicano con residencia en el Pasaje Champagnat de esa ciudad cordobesa. El casamiento se realizará en Córdoba capital el 18 de abril de 1836 y al
año siguiente la pareja viajará a radicarse definitivamente en Bolivia. Antes de emprender el retorno recapitula parte de su agitada vida y de sus prisiones en el libro Habla un condenado a muerte, que publican sus amigos de Córdoba en 1936.
De retorno en Bolivia en septiembre de 1937, es uno de los animadores, junto a Aguirre Gainsborg, del PORB, que ya logra cierta influencia en los sectores mineros pero entonces sobre todo en la Federación Universitaria. Después de la reunión fundacional realizada en Córdoba, el PORB realiza en La Paz, en octubre de 1838, su segunda conferencia, en medio de una crisis interna. Es que mientras Aguirre Gainsborg propugna un modelo de partido de cuadros y disciplina bolchevique, Marof es partidario de una organización más amplia y popular. El deceso imprevisto de Aguirre facilitó el emprendimiento de Marof de fundar un nuevo partido de masas. En 1938 dirige una carta a Lázaro Cárdenas abogando a favor del asilo de León Trotsky en México. En 1939 mantiene una agria polémica oral con Canelas en el salón de actos del Colegio de Ayacucho. Ese mismo año funda, en Cochabamba, el Partido Socialista Obrero Boliviano (POSB), que edita el periódico Batalla. El PSOB logra un rápido crecimiento entre los trabajadores de la CSOTB (Conferencia Sindical de Trabajadores de Bolivia) así como entre intelectuales y artistas. Fue elegido diputado por dicho partido, desarrollando una intensa prédica antifascista y de confrontación con el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario). Según algunos testimonios, habría incluso atentado, revólver en mano, contra la vida del líder del MNR Carlos Montenegro. Cuando en las elecciones de 1947 Enrique Hertzog resultó electo presidente por el Partido de la Unión Republicana Socialista (PURS), Marof fue designado su secretario privado, así como de su sucesor Urriolagoitia.
En los años siguientes se consagra al periodismo y la literatura a través de una serie de novelas y sátiras políticas, comenzando por El experimento (1947) y siguiendo por La ilustre Ciudad (1950) y El jefe (1965). Se convierte en un crítico mordaz de los líderes del MNR. En 1967 publica el primer volumen de sus memorias: La novela de un hombre. Apelando a sus reales y precarias condiciones de existencia, solicitó préstamos que canalizó a favor del movimiento guerrillero. En 1928 Mariátegui lo había llamado “Don Quijote de la política y la literatura americanas”.
Tuvo con Ercilia Chana un hijo, Fernando Navarro Chana.
Obra
- Gustavo A. Navarro, Los cívicos. Novela política de lucha y de dolor, La Paz, Arnó Hermanos, 1919.
- Gustavo A. Navarro, Poetas idealistas e idealismos de la América hispana, La Paz, Los Andes,1919.
- Vicente Fernández y G. y Gustavo A. Navarro, “Crónicas de la revolución del 12 de julio”, La Paz, González y Medina, 1920.
Las siguientes con el seudónimo de Tristán Marof:
- El ingenuo continente americano, Barcelona, Maucci, 1923, prólogo de Henri Barbusse.
- “La Justicia del Inca”, Bruselas, 1926.
- Suetonio Pimienta (Memorias de un diplomático en la República de Zanahoria), Madrid, Fueyo, 1924.
- Opresión y falsa democracia. Algunos aspectos sociales contemporáneos de América, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1928.
- Walt Street y Hambre, Montevideo, Impresora Uruguaya, 1931 (2ª ed.: Río de Janeiro, Ed. Universo).
- México, de frente y de perfil, BA, Claridad, 1934.
- La tragedia del Altiplano, BA, Claridad, 1935.
- Habla un condenado a muerte, Córdoba, Logos, 1936.
- Regreso a Bolivia (novela), La Paz, 1937.
- “La verdad socialista en Bolivia”, La Paz, 1938.
- Los calumniadores, La Paz, Claridad, 1940.
- “El peligro nazi en Bolivia”, La Paz, Partido Socialista Obrero de Bolivia, 1941.
- El experimento (sátira política), La Paz, 1947.
- La ilustre Ciudad. Historia de badulaques (novela), La Paz, Gamarra, 1950.
- Ensayos y Crítica: Revoluciones Bolivianas, Guerras Internacionales y Escritores, La Paz, Juventud, 1961.
- El jefe (sátira política), La Paz, Talleres Gráficos Bolivianos, 1965.
- La novela de un hombre. Memorias I, La Paz, 1967.
- Relatos prohibidos, La Paz, 1976.
- Radiografía de Bolivia, Honolulu, Universidad de Hawai, 1981.
- Guillermo Lora cita también: “Ensayo sobre las revoluciones bolivianas”; “Renacimiento altoperuano. Estudios filosóficos”; “Cantos a Francia y Bélgica”; “Poetas e idealistas de Hispano América”.
Cómo citar esta entrada: Melgar Bao, Ricardo (2019), Tarcus, Horacio (2019), “Navarro Ameller, Gustavo Adolfo”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org