LÓPEZ, Alfredo C. (seudónimos: Jean Valjean; también firma Alfredo López Prieto) (nombres de guerra: “El Negro”) (Río Cuarto, Córdoba, Argentina, 7/8/1875 – Constantinopla, Turquía, 7/9/1930).
Periodista de orientación anarquista activo a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, luego diplomático.
Nace en la ciudad de Río Cuarto en 1875. A fines del siglo XIX aparece residiendo en la ciudad de Córdoba, desde donde dirige por entonces Tribuna Libre, órgano que su par porteño La Protesta Humana califica de “simpático periódico anticlerical”. A comienzos de agosto de 1899 su director “fue arrestado por orden militar so pretexto de no haber asistido a los ejercicios de la guardia nacional”. En prisión “fue sometido a una incomunicación absoluta por espacio de varios días, y a tormentos corporales sufriendo entre ellos el del cepo”. Se registra la intención de condenarlo a varios años de cárcel. (LPH nº 64, Buenos Aires, 6/8/1899, p. 3). En su edición del 2 de septiembre de 1900 La Protesta Humana informa de un procesamiento a López en la ciudad de Córdoba por “desacato a la autoridad” de esa provincia, a causa de la circulación de un manifiesto (LPH nº 92, Buenos Aires, 2/9/1900, p. 4). Dos años después editaba en la capital provincial un nuevo periódico: La Voz del Pueblo (Córdoba, 1902-1903). Desde esos años mantuvo amistad con sus coterráneos Andrés Terzaga y Leopoldo Lugones.
En 1901 enviaba a La Protesta Humana (Buenos Aires, 1897-1903) una nota sobre el estreno en España de la obra teatral “Electra”, en versión de Benito Pérez Galdós (LPH nº 110, Buenos Aires, 6/2/1901, pp. 1-2). Envía desde Córdoba otras notas a La Protesta Humana que se publican con el seudónimo de Jean Valjean.
En 1903 se instaló en Buenos Aires, colaborando en La Protesta Humana de modo regular. Eduardo G. Gilimón recordaba una década después que, a pesar de todas las dificultades, lo que caracterizaba por esa época a este decano de la prensa anarquista era la “buena redacción”:
Altair seguía colaborando y con él escribían Alfredo C. López (Jean Valjean), cuya pluma brillante y agresiva daba carácter de combate al periódico, y Florencio Sánchez, que durante mucho tiempo escribió casi solo y por entero el periódico con toda la fuerza de su temperamento de escritor de fibra.
Eduardo G. Gilimón, Hechos y comentarios, Buenos Aires, 1910, pp. 40-41.
Colaboró asimismo en los magazines populares Caras y Caretas y Fray Mocho. Se integró sucesivamente a las redacciones de la revista Ideas (Buenos Aires, 1903-1905) que dirigió Manuel Gálvez, y de Nosotros (Buenos Aires, 1907-1943), que dirigieron Roberto F. Giusti y Alfredo Bianchi. Laboralemente se desempeñó como redactor de El Orden de San Miguel de Tucumán y como editorialista del diario Sarmiento (Buenos Aires, 1904-1913), que dirige Manuel María Oliver, donde comparte redacción con Florencio Sánchez. Según el testimonio de Martínez Cuitiño, López no duraba más de años en la reacción de un diario porque no podía “escribir contra su ideario”.
Junto a José Ingenieros, Roberto J. Payró, Alberto Ghiraldo y Manuel Ugarte, entre otros, forma parte de los amigos de la bohemia literaria de Florencio Sánchez, que el 21 de septiembre de 1903 le ofrecen una cena previa a su casamiento en el restaurante “Nasun” de la cortada Carabelas. Cuando el 2 de octubre de ese año se estrena la obra “Canillita” de Florencio Sánchez, López rompió el silencio de la prensa nacional con una crónica elogiosa.
Vicente Martínez Cuitiño lo retrata como uno de los contertulios “más esperados” del “Café de Los Inmortales” de la calle Corrientes al 900, al que asistían, entre muchos otros, Roberto J. Payró, Emilio Becher, Mario Bravo, Martín Malharro, Florencio Sánchez, Charles de Soussens, Francisco Grandmontagne, Roberto F. Giusti, Alfredo Bianchi y Alberto Gerchunof. Gerchunof señalaba en junio de 1905 en carta a Manuel Ugarte: “De cuando en cuando me voy a Buenos Aires y junto con [Emilio] Becher, Ricardo Rojas, Alfredo C. López y otros, doy una fiesta a mi espíritu como diría el sutil Eça de Queiroz.
Allí, en una rueda amable, bajo el gas del café, recitamos a Darío y Lugones y comentamos sus cartas a La Nación” (Alberto Gerchunoff a Manuel Ugarte, Chascomús, 9/6/1905, en: Graciela Swiderski (ed.), El epistolario de Manuel Ugarte (1856-1951), Buenos Aires, Archivo General de la Nación, 1999, pp. 15-17).
A comienzos de la década de 1910 está en Caracas colaborando en El Cojo Ilustrado y tres años después en Barcelona buscando trabajo estable como crítico y periodista, pero sólo consigue pagos parciales por algunos artículos. Durante ese peruplo colabora en la revista Mercurio (Barcelona, 1901-1938). Antibelicista, en 1915 es uno de los intelectuales y escritores argentinos que responde a la encuesta de la revista Nosotros sobre el significado de la Primera Guerra Mundial. Escribe allí: “La guerra nos invita a recordar que la fuerza siempre será peligrosa cuando los hombres construyan sus relaciones a partir de intereses materiales. En nuestros días, las armas son doblemente peligrosas, porque están en manos del mercantilismo y del orgullo. Y ya sabemos que solamente una vez sobre diez la fuerza está al servicio del derecho”(“Respuesta del señor Alfredo López Prieto”, en: Nosotros nº 71, Buenos Aires, marzo de 1915, pp. 255-256).
En agosto de ese año le escribe a José Ingenieros: “estoy en la última miseria, sin trabajo, sin casa y sin ropa” (De Alfredo C. López a José Ingenieros, Buenos Aires, 29/8/1915, en Fondo José Ingenieros, CeDInCI). Por mediación del presidente radical Hipólito Yrigoyen se incorpora a la carrera diplomática, iniciándose como cónsul argentino en Salto (Uruguay) para desempeñarse luego con el mismo cargo en Lisboa (Portugal). En abril de 1924 fue nombrado cónsul argentino en Constantinopla, pero sin personal a cargo y con escaso presupuesto. Envía colaboraciones a Martín Fierro (1924-1927) desde Egipto y desde Turquía. Durante su gestión se concluyó el Tratado de Amistad y paz argentino–turco del 29 de junio de 1926, firmado en la ciudad de Roma. Tito Livio Foppa, su amigo de la bohemia anarquista que también había derivado hacia la carrera diplomática, relata que López sufrió durante sus años de Constantinopla una aguda depresión, debida probablemente a la soledad, el desarraigo y la falta de recursos de la legación. El 2 de septiembre de 1930, una vez que cumplió con su deber de recibir a la Fragata “Sarmiento” en el puerto de Constantinopla, se quitó la vida con un disparo de revólver en la sien. Previamente había enviado sus numerosos libros a la Biblioteca Nacional argentina.
Su amigo Martínez Cuitiño trazó un cálido perfil de López. “Sabía mucho —escribió—, a pesar de haber estudiado sin orden. Estaba al corriente de todo el movimiento literario. Tras de consagrar algunos años al conocimiento de la filosofía, detúvose en la metafísica búdica y durante un tiempo fue tranquilo cultor del ocultismo”. Manuel Gálvez dejó un retrato más cáustico:
“Desde el primer momento estuvo entre nosotros Alfredo C. López, que más tarde firmaría Alfredo López Prieto. Era un negrito flacucho, de cara chica y delgada, de facciones finas. Muy criollo en todo. Tenía aficiones teosóficas y filosóficas, más teosóficas , por supuesto. Escribía en una prosa fina y ágil. Podría haber hecho obra, pero le faltó la vocación. Era sumamente pobre y tenía un carácter altivo y digno. Eso sí, harto pretencioso, confiaba demasiado en su talento”.
Recuerdos de la vida literaria. Amigos y maestros de mi juventud, Buenos Aires, Hachette, 1961, p. 48.
Es posible que haya sido el padre del dirigente gremial e historiador del movimiento obrero Alfredo J. López. En un prólogo al libro de este último, se dice que “traía de su ámbito familiar el recuerdo de su padre fundador de sindicatos obreros cuando la oligarquía respondía con la persecución a los intentos de organización sindical” (Alfredo López, Historia del movimiento social y la clase obrera argentina, Buenos Aires, A. Peña Lillo, 1974, 2ª ed., p. 7 –sin número).
Cómo citar esta entrada: Tarcus, Horacio (2024), “López, Alfredo C.”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.