ACHA, José María (San Juan de Bayón, Villanueva de Arosa, Provincia de Pontevedra, Galicia, España, c. 1878 – Buenos Aires, Argentina, 21/10/1956).
Obrero panadero, periodista y orador del anarquismo argentino de origen gallego, activo en Chivilcoy, Rosario, San Juan y ciudad de Buenos Aires en las tres primeras décadas del siglo XX.
Nacido en San Juan de Bayón, Provincia de Pontevedra, inmigra a la Argentina hacia 1896 sin su familia, siendo apenas un adolescente. Según sus propias memorias, “no poseía la instrucción más elemental” para trabajar como empleado, pero sabía leer y escribir. Ingresó entonces al servicio doméstico de una familia inglesa de apellido Bell radicada en Buenos Aires. Hacia 1898 pasó a trabajar como jornalero en un depósito de hierros y maquinaria agrícola, contiguo a la casa, propiedad de Jorge Bell e hijos. A raíz de un incidente con el capataz del depósito y con Tomás Bell, uno de los dueños, fue enviado a otro depósito de la empresa ubicado en el barrio porteño de Barracas. Pasó luego a desempeñarse como cadete y personal de limpieza una casa de comercio francesa en modas, peinados de damas y perfumería (Maison Laborde), y luego pasó a otro comercio del mismo ramo, pero su rebeldía lo llevaba una y otra vez a abandonar a sus empleadores a la primera contrariedad.
Instalado en 1898 en un conventillo porteño, sufre una breve pero aguda enfermedad. Le escribe entonces a un pariente que se desempeñaba en una casa agrícola-comercial de Chivilcoy, que lo convoca para que el capataz de la empresa lo iniciara en el manejo de una maquinaria agrícola. Entonces se sumó a las faenas rurales con los peones criollos de anchas bombachas y cuchillo al cinto, que comían galletas y “tumba” (carne salada) acompañadas de mate o aguardiente de caña.
Fue introducido luego en una panadería de la ciudad de Chivilcoy en calidad de aprendiz. La llegada a esa panadería del anarquista de origen vasco Martín Marculeta le dio un sentido y una ideología a la rebeldía de Acha. Según su propio testimonio: “Entre los breves intervalos de una a otra hornada, le oía cantar en voz lánguida de cuerpo fatigado, unas canciones sugerentes, evidentemente intencionadas, que iban picando mi atención: ¡Hijos del pueblo te oprimen cadenas / Y esa injusticia no puede seguir…!”. A las explicaciones más o menos elementales de Marculeta, Acha sumó la lectura de La Protesta Humana (1897-1903) y El Rebelde (1898-1903), así como los libros y la folletería anarquista que desde Buenos Aires remitía regularmente Fortunato Serantoni. Otro hito en la iniciación anarquista de Acha fue la visita de Pietro Gori a Chivilcoy en enero 1899 como parte de una gira de conferencias. Gori brindó su conferencia en el Teatro Español, ante un salón colmado, y Acha formóparte del grupo que pudo conversar con él después del evento.
Surge ese mismo año de 1889 la idea de crear una sociedad de panaderos semejante a la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos de Buenos Aires fundada el 18 de Julio de 1887. Se realiza entonces una asamblea con artesanos del gremio en el patio del Restaurant Francés de Chivilcoy, a la que la Sociedad porteña envía un delegado. Es así que en diciembre de 1899 Acha está, junto a Martín Marculeta, Juan Girault, Manuel Valverde, Francisco González, Carmen Capobianco, Gerardo Serrano, Bernardo Prat y Manuel Lareu, entre los fundadores de la Sociedad de Obreros Panaderos de esa ciudad (“En Chivilcoy, nueva Sociedad de Obreros Panaderos”, en:
El Obrero Panadero nº 17, 23/12/1899, pp. 1-2). El joven Acha fue elegido secretario y el relojero de origen francés Juan Girault fue nombrado tesorero. El nombre de Acha aparece en diciembre de 1899 entre los suscriptores de El Obrero Panadero (Buenos Aires, 1899-1900).
La flamante agrupación hizo confeccionar una bandera roja con el nombre de la Sociedad y un grabado con dos manos entrelazadas como símbolo de la solidaridad obrera. Sus asociados la hicieron flamear en una asamblea convocada en una plaza del centro de Chivilcoy en la que anunciaron una huelga en reclamo de la abolición del trabajo nocturno. Acha presidió la marcha hacia la plaza con un brazalete rojo en su brazo izquierdo. La huelga, que se prolongó durante 24 días, fue quebrada con el arribo de rompehuelgas y el arresto de varios de sus dirigentes. Acha enviaba entretanto corresponsalías sobre el desarrollo del conflicto a La Protesta Humana.
A pesar de la derrota, Acha y muchos de sus camaradas persisten en la acción proselitista, fundando el Centro Unión Obrera de Chivilcoy. En mayo de 1900 envía una colaboración a El Obrero Panadero denunciando un intento frustrado de la patronal panadera de Chivilcoy para crear una nueva sociedad del gremio (“Corresponcias. Desde Chivilcoy”, en: El Obrero Panadero nº 24, 17/5/1900, pp. 3-4).
En noviembre de 1900 aparece como orador en una reunión de propaganda del Centro Unión Obrera de Chivilcoy (LPH nº 101, 1900, p. 4). Es uno de los organizadores de la conferencia dictada en ese centro por el tipógrafo catalán Jaime Torrens Ros, que viajó desde la ciudad de Buenos Aires para apoyar al grupo de Chivilcoy. Entre los asistentes a la conferencia se encontraba otro tipógrafo, Pedro Planas Carbonell.
Con el apoyo de Planas Carbonell, el panadero de origen francés Edmundo Seguela y el panadero Martín A. Marculeta, contribuyen a la fundación del periódico La Voz del Esclavo (Chivilcoy, 1901-1902), que aparece como órgano del Centro Unión Obrera. Años después, José María Acha recordaba emotivamente a Planas Carbonell desde las páginas del diario La Protesta: “Pedro Carbonell, tipógrafo, de una actividad a prueba de obstáculos, una pluma fecunda y de las bien cortadas. Con él fundamos La voz del esclavo y en esa época empezó el infeliz mortal que esto escribe a pergeñar artículos” (José María Acha, “De los tiempos heroicos”, en: La Protesta nº 3363, Buenos Aires, 1º de mayo de 1918, pp. 3-4). El diario se imprimía a bajo costo porque lo componía el propio Carbonell y se imprimía en los talleres del diario La Democracia de Chivilcoy, donde él trabajaba.
En marzo de 1902 participa en la creación del Centro de Resistencia Obrera Cosmopolita de Carlos Casares. A comienzos de junio de 1902 la Sociedad de Obreros Panaderos lanzó una segunda huelga del gremio. Dado que las patronales volvieron a contratar rompehuelgas, la Sociedad declaró el boycot a ciertas panaderías, como el Café París de Chivilcoy, cuyo propietario publicaba avisos en el diario La Prensa solicitando reemplazantes. Después de un incidente con un par de clientes que intentaban ingresar al Café París sin importarles el boycott, Acha fue detenido en la cárcel de Mercedes junto a Martín Marculeta, Ricardo Magendie, Segundo Menéndez y Nicolás Carreras acusados de “asalto y robo con nocturnidad en la vía pública”. El diario El Nacional de Chivilcoy dio la noticia señalando: el “celebérrimo Acha, después de haberse nimbado de un aureola de gloria entre los papanatas que lo seguían, vino a resultar un capitán de asaltantes”. En abril de 1902 firmaba una carta en La Protesta Humana desde la cárcel de Mercedes y un mes después enviaba una nota a El Rebelde de Buenos Aires informando de su detención y la de sus compañeros. Cuando la noticia llegó al segundo congreso de la Federación Obrera Argentina (FOA) que tenía lugar los días 19 al 21 de junio de 1902 en el salón Vorwärts de Buenos Aires, se resolvió enviar el siguiente telegrama: “Martín Marculeta y compañeros. Cárcel de Mercedes: Recibid saludos congreso gremial que se solidariza con vuestra actitud y os alienta a proseguir con fe la lucha emprendida” (Santillán, La FORA). Los panaderos de Buenos Aires inciaron una colecta para atender a los presos que encabezó el pandero italiano Francisco Berri. Los detenidos permanecieron cuatro meses en prisión, hasta que el juez los declaró inocentes. La Democracia de Chivilcoy, que dirigía Waldino Chávez, publicó una nota destacando la inocencia de los huelguistas.
Viajó luego a la ciudad de Chacabuco, donde iba a tener lugar una Conferencia Libertaria a la que iban a concurrir militantes anarquistas de diversas localidades de la Provincia de Buenos Aires. Acha viajó acompañado del carpintero italiano Nicola Bellini y los recibió un ladrillero de apellido Vignale. Al día siguiente arribaron los delegados de la Casa del Pueblo de Junín, entre ellos el abogado y escritor de origen español Felipe Layda, de orientación anarco-individualista.
Se instaló luego en la ciudad bonaerense de Mercedes, donde intentó fundar un Centro de Estudios Sociales con la ayuda del pintor y decorador anarquista José Gimello. Frustrado este intento, viaja a Rufino, Provincia de Santa Fe, acompañado por un joven panadero, convocados por el dueño de una panadería, pero es despedido después de un solo día de trabajo. Se dirigió entonces a Junín, donde consiguió empleo. Se presentó enseguida en la Casa del Pueblo que regenteaban los anarquistas, donde fue recibido con cierto recelo debido a las pugnas internas que los dividían. Pero se ganó la confianza de los anarquistas de Junín cuando se improvisó como orador en un acto recreativo convocado en la Casa del Pueblo después de que el orador anunciado debió ser retirado de escena a causa de su ebriedad. Asistió a varias conferencias que dictaba en el Centro Democrático Juan B. Justo. El médico socialista, entonces residente en Junín, respondía los cuestionamientos del joven Acha con una “risita intencionalmente burlona”.
En el contexto de la huelga general declarada por la la Federación Obrera Argentina (anarquista) el 20 de noviembre de 1902, el Congreso argentino sancionó en tiempo récord la “Ley de Residencia”, que habilitaba al ejecutivo a la expulsión del país de los extranjeros “indeseables”. Al promulgarse la Ley de Residencia a fines de ese mes, Marculeta, Seguela y Carbonell estuvieron entre los primeros a quienes el gobierno argentino les aplicaba la pena de deportación embarcándolos con rumbo a España.
Acha logra evitar la deportación, aunque su nombre aparece dentro de un listado que el jefe de policía Francisco Beazley envía al Ministro del Interior, con el siguiente encabezado: “Nómina y filiación de los individuos sospechados de ser anarquistas o agitadores que incitan a la violencia a las clases obreras, a quienes se les ha prevenido que si reinciden en esta conducta serán expulsados del país y sobre los cuales es necesario que la policía ejerza una constante vigilancia. A estos individuos ya se les ha advertido también, que si se presentan solicitando carta de ciudadanía serán inmediatamente expulsados” (“Lista negra. Los que estamos fuera de la ley. Documento interesante”, en: La Protesta Humana n° 202, 7/2/1903, p. 1.).
Buscando trabajo dentro de su oficio por fuera de los pueblos bonaerenses donde era conocido, Acha se instala a fines de 1902 y durante algunos años en la ciudad de Rosario. Como ha señado el historiador Iaacov Oved, Acha se convertirá desde entonces en una de las principales figuras de la nueva generación de activistas que reemplazó a los deportados en 1902-1903 por aplicación de la Ley de Residencia (Oved, 1978, p. 334)
Propagandista del grupo “Aurora Social” de Rosario, participó de la campaña proselitista llevada adelante por el grupo en esa ciudad y en la ciudad Santa Fe a comienzos de 1904 en decenas de poblados pequeños.
Ante algunos cuestionamientos de que se trataba, junto al compañero E. Dupert, de “dos anarquistas no conocidos y sin ilustración”, los miembros del grupo respondieron desde La Protesta que “son obreros sinceros, cuya actuación en nuestras filas como propagandistas data de algunos años” (Oved, 1978, p. 333).
Fue deteniudo en Rosario en febrero de 1904. Por esa fecha, el anarquista Dante Silva, autor del drama social en un acto “Los Mártires” dedica la obra a José María Acha.
Junto a los dirigentes carreteros Esteban Almada y Santos Montagnoli, estuvo entre los obreros que presidieron el 6º Congreso de la FORA que tuvo lugar en Rosario en septiembre 1906, representando a los panaderos de esa ciudad. Este congreso reiteró el rechazo a la Ley de Residencia y la lucha por la jornada laboral de ocho horas, y votó a favor de la organización de los inquilinos de los conventillos para declarar una huelga en el pago de los alquileres. Ese mismo año colabora en las revistas rosarinas Fulgor. Periódico Anarquista (Rosario, 1906) y Clarín
(Rosario, 1906), donde también escribe Enrique García Thomas. Allí aparece su artículo “El neomalthusianismo y la ciencia de curar”. Volverá a cuestionar las tesis neomalthusianianas y a defender el naturismo en una nota aparecida al año siguiente en La Protesta. Donde sostenía que, si lo que se quería era procrear hijos sanos y fuertes, el control de la natalidad por la utilización de métodos anticonceptivos no era la mejor opción. Más bien convenía —afirmó— que los trabajadores se abstengan del consumo de alcohol, tabaco y carne, del uso de medicamentos, preservativos y otros productos derivados de una vida contraria a las leyes de la naturaleza (“Sobre neo-malthusianismo. Ampliando conceptos», en: La Protesta n° 936, Buenos Aires, 16/1/1907, p. 1). La nota provocó la respuesta del médico anarquista Juan Creaghe, que defendió la medicina profesional frente a la medicina popular que propugnaban los naturistas, al mismo tiempo que defendió el consumo de carne. Acha replicó al doctor Creaghe desde las páginas del diario ácrata (“Como en broma”, en: La Protesta n° 943, Buenos Aires, 23/1/ 1907, p. 1).
Uno de sus artículos es publicado en 1908 por el periódico La Voz del Pueblo de Tarrasa y otro el año siguiente en El Surco de Montevideo. En 1914 escribe en La Protesta a favor de la participación de la FORA en el Congreso de fusión con la CORA socialista (“Sobre la fusión”, en: La Protesta nº 2295, Buenos Aires, 28/7/1914, p. 2). Años después colabora en La Voz del Chauffer (Buenos Aires, 1914-1921), Alborada. Órgano del Ateneo Estudiantil (La Plata, 1917-1921), que dirige Mercedes Gauna y en La Rebelión. Periódico quincenal
(Rosario, 1913-1918), que inspiraba García Thomas.
A comienzos de la década de 1920 se convertirá en uno de los primeros en promover el anarquismo en la ciudad de San Juan. Es uno de los animadores y redactores de La Acción Obrera (San Juan, 1920-1926), órgano de la Federación Obrera Provincial Sanjuanina, adherida a la FORA del Vº Congreso (anarco-comunista). Entre otros temas, Acha cuestiona en una serie de artículos el autoritarismo de la pedagogía normalista, abogando por la difusión de la educación racionalista inspirada en el pedagogo español Francisco Ferrer. Entre fines de setiembre y principios de octubre de 1920 representó a los obreros de San Juan en el primer Congreso extraordinario de la FORA del V Congreso.
Desde 1922 colabora regularmente en el Suplemento de La Protesta (1922-1930). En 1924 mantiene un fuerte intercambio polémico con el anarquista Fernando del Intento, uno de los editores de la revista platense Ideas (La Plata, 1909-1932). En octubre de ese mismo año invitaba desde las páginas de La Protesta a un debate público al anarquista francés Gastón Leval, quien apenas arribó a la Argentina se había alineado con el grupo editor de La Antorcha (Buenos Aires, 1921-1932) y en contraposición el grupo editor de La Protesta (“Invitación a Gastón Leval, serenamente”, en: La Protesta nº 4546, Buenos Aires, 21/10/1924, p. 2). En noviembre de 1925 visitó Montevideo como delegado de la FORA. En su informe, publicado en La Protesta, elogiaba la organización de la FORU al mismo tiempo que señalaba que el “antorchismo” no tenía mayor relevancia en la otra orilla del Plata, por fuera de las “masturbaciones cerebrales de José Tato Lorenzo” (“Extensión internacional de la propaganda de la FORA. Impresiones del delegado en Montevideo”, en:
La Protesta nº 5177, Buenos Aires, 14/11/1925, pp. 1-2).
A mediados de la década de 1920 vuelve a instalarse en Buenos Aires, incorporándose a la redacción del diario anarquista
La Protesta junto a Emilio López Arango, Luis Woollands (que firmaba Juan Crusao o Héctor Marino) y el chofer Benassi Aladino, quien llevaba la sección gremial. Poco después se incorporaron a la redacción el electricista Manuel Villar y Diego Abad de Santillán, que regresaba de Europa. Años después Abad de Santillán recordaba a Acha como un “militante de edad madura, con antecedentes de su actuación en diversos lugares del país, en Chivicoy, en San Juan, espíritu combativo por temperamento, con predisposición en los últimos años a la guerrilla contra los disidentes reales o presuntos de las propias filas” (Santillán, Memorias, 1977).
Vivía por entonces en el Pasaje Gallegos del barrio porteño de Boedo con su mujer y su hijo Floreal. Frente a su casa vivía el anarquista Laureano Riera Díaz, que lo recordaba en estos términos:
“De larga militancia y no menos larga fama, a la sazón redactor de La Protesta.
Acha era un obrero manual, rubio, alto, corpulento, gallego —celta puro—, orador académico sin par en el campo obrero y articulista dueño de un estilo personal inconfundible, vigoroso, pasional, brillante, ubérrimo, hasta el punto de que sus trabajos, por venenosos que fueran, parecían joyas laboriosamente labradas. O nos parecían a nosotros, sus admiradores. Contrastaba con la dureza seca de Arango y la llanesa transparente de Santillán. Periódicamente formaban un trío perfecto, que con ‘Héctor Marino’ (Juan Crusao – Woolands), Manuel Villar y otros daban a nuestro diario la variedad estilística indispensable en toda publicación”.
Laureano Riera Díaz, Memorias de un luchador social, Buenos Aires, 1981, p. 11.
En marzo de 1926 se anunciaba en La Protesta que el periódico El Productor de Barcelona podía adquirirse en el domicilio de Floreal Acha, Estados Unidos 3545, Ciudad de Buenos Aires.
La propuesta de Diego Abad de Santillán al equipo de redacción de evitar los debates internos del movimiento anarquista en tiempos de agria confrontación entre “foristas” o “protestistas” (alineados con la FORA y el diario La Protesta) y “antorchistas” (alineados con el periódico La Antorcha) chocó con la resistencia de Acha, que ya venía librando una intensa campaña pública. Según Santillán, “no era fácil el cambio para J. M. Acha, que escribía bien, con estilo ágil, pero no se sentía inspirado para hacerlo más que cuando arremetía contra alguien que no estuviese en perfecto acuerdo con él; y parece que no veía enemigos más que en los que de un modo u otro estaban con nosotros o cerca de nosotros” (Santillán, Memorias, 1977, p. 108).
La persistencia de José M. Acha en su estilo polémico derivó en su salida de la redacción, sobre todo después de que en diciembre de 1926 Santillán evitó la publicación de uno de sus editoriales. Siempre según el testimonio de Santillán:
Una noche los linotipistas, compañeros también, que sabían a qué directivas habíamos resuelto ajustarnos, me pidieron que leyese una nota virulenta en la que su autor, Acha, arremetía con la pasión de los años recientes contra no recuerdo qué compañeros o grupos de la vereda de enfrente. Di de lado la nota y llené el espacio correspondiente con algunos comentarios improvisados. Al día siguiente, Acha no aludió siquiera a la supresión de su artículo, aunque no ignoraba por qué no se había publicado. Unos días más tarde volvió a su agresividad habitual y temperamental y no tuve más remedio que sugerirle que si no se sentía con fuerzas para acompañamos con otro estilo, debía abandonar la redacción.
Ningún miembro del grupo editor hizo la menor objeción, y menos que todos López Arango. J. M. Acha no volvió a aparecer, pero encabezó desde fuera un nuevo frente hostil contra López Arango, aunque no se atreviese todavía a incluirme a mí en su nueva ofensiva. Lo hizo años después. Aquello era como una enfermedad incurable.
Diego Abad de Santillán, Memorias (1897-1936), Barcelona, Planeta, 1977, p. 108.
Cuando el 25 de octubre de 1929 es asesinado López Arango, un grupo del gremio de panaderos tomó a Acha como rehén a la espera de confirmar si había tenido que ver con el hecho y dispuesto a ajusticiarlo si se confirmaba su culpabilidad. Finalmente las sospechas del asesinato recayeron sobre Severino Di Giovanni (Santillán, Memorias, 1977, p. 133).
En 1926 está nuevamente en San Juan lanzando Verbo Nuevo. Publicación quincenal de doctrina y combate (San Juan, 1926-1932), nuevo órgano de la Federación Obrera Provincial Sanjuanina. Durante esos años colaboró desde San Juan en ¡Libertad!, órgano de la Federación Obrera Local Bonaerense (Buenos Aires-La Plata, 1926-1930).
José M. Acha es detenido días después del golpe militar de septiembre de 1930 encabezado por José E. Uriburu y el movimiento anarquista teme por su posible deportación a España. Es posible que haya logrado desembarcar en el puerto de Santos o en el de Montevideo, pero lo cierto es que se instala durante varios meses en la capital uruguaya. Milita durante ese tiempo junto a Joaquín Hucha y Adrián Trotiño. De regreso en Buenos Aires bajo la presidencia de Agustín P. Justo, es detenido en agosto de 1932 en la cárcel de Villa Devoto después de dar una conferencia en el local obrero de la calle Loria 1194 y una vez más se temió por su deportación en aplicación de la Ley de Residencia (“¿Deportaciones?”, en: La Protesta nº 6770, Buenos Aires, 17/8/1932, p. 7).
En 1940 aparece su folleto “Del bestiario bolchevique. Su acción fascista en el mundo obrero”, editado por el grupo Germinal de Bueno Aires. Escribió unas memorias que quedaron inconclusas por su muerte, que aparecieron entre 1951 y 1954 en siete entregas en Solidaridad de Montevideo, órgano de la Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU). Fueron reunidas en 2013 en un folleto por Pascual Muñoz Murió tras padecer una penosa enfermedad en el Hospital Álvarez de la ciudad de Buenos Aires, a los 76 años (según Solidaridad de Montevideo) o a los 78 (según La Organización Obrera). Tal como lo había pedido, sus familiares y amigos arrojaron sus cenizas al viento.
Obra
- José María Acha, “De los tiempos heroicos”, en: La Protesta nº 3363, Buenos Aires, 1º de mayo de 1918, pp. 3-4.
- Del bestiario bolchevique. Su acción fascista en el mundo obrero
- , Buenos Aires, Germinal, 1940.
- “Memorias de un anarquista”, en: Solidaridad nº 230, Montevideo, marzo 1951; nº 232, agosto 1951; nº 233, enero 1952; nº 234, mayo 1952; nº 235, septiembre 1952; nº 238, octubre 1953 y nº 239, enero 1954. Reunidos en el folleto: “Memorias de un anarquista”, Montevideo, La Turba, Ediciones solidarias con la Biblioteca del Cerro, 2013, introducción y notas biográficas por Pascual Muñoz.
Cómo citar esta entrada: Tarcus, Horacio (2024), “Acha, José María”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.