PALAU, Ramón

Panadero de origen catalán, hijo de Pedro Palau y María Cesdá.

Migró a la Argentina en 1885, a la edad de 18 años. Se asentó en La Plata donde en medios obreros se le acusó de haberse ofrecido para “carnerear” un conflicto de su gremio. Instalado más tarde en Buenos Aires, su conducta equívoca motivó que un sector del gremio de panaderos circulara un manifiesto en su contra.

En marzo de 1900 despidió los restos del obrero panadero José Chorren (“Eterna despedida”, en: El Obrero Panadero nº 22, Buenos Aires, 5/4/1900, p. 3).

Integró la Comisión de Patrocinio creada en julio de 1902 por la Federación Obrera Argentina (FOA) para reunir fondos y conseguir apoyo legal para las víctimas de la represión sufrida en ocasión de la huelga de panaderos. Un mes después fue detenido junto a otros miembros de la Comisión; luego de una intensa campaña pública, los presos fueron puestos en libertad, agradeciendo la solidaridad de sus compañeros en una carta colectiva aparecida en La Protesta Humana (LPH nº 197, octubre 1902).

Al promulgarse la Ley de Residencia en noviembre de 1902, Palau fue uno de los primeros a quienes el gobiemo argentino aplicó la pena de deportación. Fue detenido y embarcado rumbo a Barcelona en el buque “Reina María Cristina”, junto a otros nueve anarquistas de origen español y sus familias (totalizando un grupo de 27 personas), pero su compañera y sus cinco hijos (dos de los cuales fallecieron al poco tiempo) quedaron en Buenos Aires.

Según su propio testimonio enviado a La Protesta Humana desde Barcelona, los deportados tuvieron una entusiasta recepción por parte del movimiento anarquista catalán. Su primer movimiento fue ir a visitar a sus padres (a quienes no veía desde 1885), por lo que (en la referida correspondencia) agradeció irónicamente al gobierno argentino por haber pagado su pasaje en barco. Sin embargo, según la denuncia que años más tarde formularon en Montevideo algunos militantes anarquistas, llegado a Barcelona Palau habría negado ante las autoridades españolas toda vinculación ideológica con el movimiento ácrata en Argentina.

Efectivamente, para atenuar las penas, algunos deportados se declararon socialistas o apenas simpatizantes del anarquismo. Según un diario de esos mismos días, Palau manifestó que «no es anarquista, pero profesa ideas socialistas» (La Veu de Catalunya nº 1407, Barcelona, 22/12/1902, p. 3). Una vez interrogados y fotografiados, el 22 de diciembre los detenidos fueron puestos en libertad.

A pesar de lo cual, a poco de su arribo, en enero de 1903 fue detenido en Barcelona junto a otros compañeros de destierro, obteniendo la libertad al término de un mes.

Regresó a América, arribando al puerto de Montevideo en marzo de 1903 donde se reencontró con su familia. El 1º de Mayo siguiente fue, junto con Félix Basterra, Orestes Ristori, Arturo Montesano, Rómulo Ovidi y Pascual Guaglanione, uno de los oradores de la marcha y el acto realizado en la Plaza Independencia de Montevideo en conmemoración del Día del Trabajo; ocasión en la que Palau disertó sobre las injusticias provocadas por la Ley de Residencia, abogando por su inmediata derogación. En Montevideo se integró a la Sociedad de Obreros Panaderos y obtuvo la solidaridad de los trabajadores para trasladar a su familia (“No puedo menos de comunicarlo para que sepan todos nuestros etemos enemigos, aunque nos persigan, nos encarcelen y nos deporten, […] [que] donde quiera que vayamos encontramos compañeros conscientes que están prontos a prestar moral y material apoyo”). En abril de 1903, al ausentarse para Buenos Aires Fernando Falco, director del vocero gremial El Obrero Panadero, Palau asumió la direccion de esa hoja, en la que publicó un relato breve titulado “En pleno Tribunal. La riqueza, el rayo de la guerra. La Solidaridad”.

En mayo de 1905 intervino como orador en la celebración del 1° de Mayo en la ciudad de uruguaya de Mercedes, donde se había radicado. Por entonces participó en las etapas de creación de la Nueva Sociedad de Panaderos, emprendimiento de un sector del gremio realizado con el visto bueno de los patrones, por lo que fue repudiado por la Sociedad de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos, que lo acusó además de haber dispuesto indebidamente de los fondos sociales. El quincenario El Obrero formuló entonces una durísima censura de su conducta, señalando que había recibido dinero como informante policial y afirmando que “si la unión del gremio de obreros panaderos no se hizo se deb[ió] a él y otros dos que como él se opusieron, haciendo detener por la policía a los compañeros que con toda la buena voluntad buscaban unir al gremio” (El Obrero, Montevideo, 24/6/1905).