LEVENSON, Raquel (San Fernando, Pcia. de Buenos Aires, Argentina, 15/6/1915 – Buenos Aires, Argentina 3/9/1971).
Oradora y dirigente comunista de la localidad de Avellaneda, voluntaria en la guerra civil española, integrante de la resistencia al ejército alemán en Moscú durante la Segunda Guerra Mundial.
Hija del herrero Bernardo Levenson y de Esther Marcus, su infancia transcurre en el seno de una modesta familia de inmigrantes judeo-polacos, junto a sus siete hermanos. Siendo una joven, hacia 1928 la familia se instala en la ciudad de Córdoba en busca de mejores condiciones laborales.
Raquel, impulsada por su hermano mayor Gregorio Levenson, ingresa a la Federación Juvenil Comunista (FJC). Tras el golpe militar de 1930, ambos hermanos reparten clandestinamente volantes a los obreros de la Fábrica de Aviones de Córdoba, con la voluntad de ganar a la clase trabajadora a la revolución. Comienza estudios en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). En los ‘30, las necesidades laborales la empujan otra vez a Buenos Aires, donde se emplea en la Zapatería Oscaria, en el partido bonaerense de Avellaneda, en el que se destaca como organizadora y oradora de la FJC.
El encargado juvenil del Partido Comunista en la zona sur era por entonces Juan José Real. Bajo la dirección de Real, los hermanos Raquel y Gregorio fundaron a mediados de los ‘30 el Centro de Estudiantes Universitarios de Avellaneda, sumándose enseguida al grupo una joven recién llegada de La Plata, Lola Rabinovich, que huía de la persecución política extendida en torno a la universidad. En los mítines organizados por el trío, Raquel era la encargada de las arengas: subida a un cajón de madera, cuando los trabajadores del frigorífico o el taller que visitaban abandonaban la planta, la joven lanzaba impetuosa sus proclamas a favor de la unión proletaria y la lucha contra el Capital.
Los lazos entre pensamiento y militancia llevan a Lola, Gregorio y Raquel a sumarse a la naciente Biblioteca de Estudios para Después del Trabajo, inaugurada en el barrio Villa Porvenir de Avellaneda. Libros de Gogol y Zola, cursos de corte y confección, conferencias de intelectuales como José Peco, un constitucionalista radical, o de Rodolfo Araóz Alfaro, del “socialismo obrero”, mostraban el fermento que la búsqueda del nuevo mundo cultivaba en la cultura.
Finalmente, Gregorio se casa con Lola Rabinovich en 1936 y poco después Raquel anuncia su noviazgo con Real y la decisión de ambos de partir hacia España para participar de la resistencia de la República. La pareja zarpa para España en abril de 1937. Ella se desempeña como propagandista y organizadora en la Dirección Nacional de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), resultado de la fusión de las juventudes del PSOE y del PCE, cuyo secretario general es el joven Santiago Carrillo. Real, a su vez, se integra en las Brigadas Internacionales y queda a las órdenes de Fernando Ponte Claudín.
Los sinsabores de la derrota acompañan el distanciamiento que Raquel y Real atravesaron en España. Con el tiempo fue claro que sus vidas habían tomado caminos diferentes. Ella alternó sus estadías en Madrid con visitas a los combatientes de los pueblos de los alrededores. Real se mantuvo junto a Claudín en las tareas de supervisión de la prensa. Los últimos años fueron ensombrecidos por las consecuencias de las purgas internas llevadas a cabo por el PC. En enero de 1939 los republicanos deben abandonar Barcelona. La rendición provoca la huida de cientos de las filas del Ejército y rumores de catástrofe.
Raquel escapa a través de Valencia con un embarazo muy avanzado, huyendo en un barco de bandera inglesa hacia la costa de la Argelia francesa, donde es confinada en uno de los campos de concentración que ha montado la Legión Extranjera.
Gracias a su condición de dirigente comunista, la rescata un barco soviético que la conduce a Odessa. Se instala con su hijo Alberto en Moscú, siendo incorporada a la Escuela Internacional de Marxismo-Leninismo que dirige George Dimitrov.
Durante la segunda guerra mundial es trasladada a orillas del Volga para desempeñarse como instructora político-militar del Ejército Rojo. En el contexto de la heroica resistencia de Moscú al ejército nazi, participa de las tareas civiles que permitien la organización de la ciudad y la subsistencia de su pueblo durante el acecho alemán.
Regresa a la Argentina en octubre de 1947, pero su extraordinaria trayectoria militante —como oradora en las barriadas obreras de Avellaneda, en la España de la guerra civil, en la resistencia al nazismo en la URSS— no impulsan a la dirección partidaria a promoverla, sino más bien a otorgarle roles subalternos. En primer lugar, se incorpora al secretariado nacional de la FJC. Para entonces, su hermano Gregorio acaba de ser expulsado del PC argentino por su acercamiento al peronismo, de modo que la dirección partidaria le ordena cortar todo vínculo con él, disposición que la dirigente cumple taxativamente.
Durante los años del peronismo es una de las propulsoras de la Unión Patriótica de la Juventud (UJPA) y la Federación de estudiantes secundarios (FESBA). En 1952 integra la Comisión Nacional de Educación partidaria y luego es designada responsable de educación para la Provincia de Buenos Aires. Durante los años ‘60 activa en el comité partidario de La Matanza, Provincia de Buenos Aires, de la que es secretaria general. Trabaja entonces en la Coordinadora Interfabril de Comisiones Internas Metalúrgicas de esa localidad. Su tarea consiste en organizar la actividad gremial en las fábricas y servir como eje de conducción y comunicación entre cada uno de los delegados. En el territorio bonaerense, participa en la organización de las huelgas fabriles contra la dictadura militar del Gral. Juan Carlos Onganía, que en el coro de múltiples protestas y revueltas, como el Cordobazo y otros estallidos provinciales, marca el fin del “onganiato”.
En julio de 1967 regresa a la URSS, desde donde publica trabajos elogiosos sobre las condiciones económicas de las repúblicas soviéticas en los periódicos partidarios argentinos, como Nuestra Palabra y Frente Unido. Regresa al poco tiempo para continuar su tarea en La Matanza, con la sensación de regresar del futuro. El nacimiento de los setenta se mostraba promisorio para el pensamiento de la izquierda. La dictadura militar se hundía en su debilidad y las agrupaciones políticas se agitaban ansiosas ante la inminencia de los cambios. Para Raquel, sin embargo, el tiempo de la política concluía.
Poco después de iniciada la década, la dirigente comunista fue internada en el Instituto Médico de Haedo, en el oeste del Gran Buenos Aires. Un cáncer imposible, sin aviso, había despertado en su garganta. Los médicos desecharon cualquier esperanza. La mujer que había interpelado a los trabajadores de los frigoríficos parada sobre un cajón de manzanas, que había hecho de la oratoria su principal arma, que había demostrado que podía encender el fuego libertario a la par de los hombres, o aún mejor; Raquel, la hija del herrero, la protagonista de la guerra civil española, la sobreviviente de Moscú, recibía a la muerte en la garganta, en su voz, un destino insolente, desdibujado, o tal vez lo contrario, una despedida anticipadora, un augurio del ahogamiento del viejo sueño revolucionario que traían los tiempos. Murió el 3 de septiembre de 1971 a la edad de 56 años.
Cómo citar esta entrada: Nabot, Damián (2024), “Levenson, Raquel”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.