ALBERTE, Bernardo (apodo: El Yorma) (Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, Argentina, 17/11/1918 – Buenos Aires, Argentina, 24/3/1976).
Teniente Coronel del Ejército Argentino, delegado del General Juan D. Perón en el exilio, organizador del peronismo revolucionario.
Hijo de José Alberte, distribuidor de vinos oriundo de Galicia, hermano de Alicia y de Raúl Alberte. Egresa del Colegio Militar con el grado de Subteniente en 1939, con las mejores calificaciones de su promoción. Como oficial de la Escuela de Infantería intenta defender al Cnel. Juan D. Perón cuando éste es encarcelado los primeros días de octubre de 1945 para terminar con su creciente liderazgo político en el régimen militar de junio (1943-1945), lo que le vale a Alberte un arresto en Campo de Mayo y la acusación de insubordinación. Tras la movilización del 17 de octubre recupera su libertad. En 1952 cursa la Escuela Superior de Guerra recibiendo la medalla de oro junto al grado de Mayor. Jefe de Instrucción del Liceo Militar Gral. Paz de Córdoba entre 1952 y 1953, desde agosto de 1954 es nombrado edecán del Presidente Perón (1946-1955). Para entonces ya está casado con Elena Pulvirenti, con quien tiene tres hijas mujeres y un varón, dos de ellos mellizos. Durante los bombardeos a Plaza de Mayo y la Casa de Gobierno del 16 de junio de 1955, es uno de los militares que organiza la defensa frente al intento golpista de la aviación naval. Consumado el golpe militar en septiembre del mismo año, permanece entre las tropas leales al Presidente y dispuesto a resistir militarmente, hasta que aquél decide renunciar. Es detenido el día 30 e incomunicado por un mes. Puesto en libertad, es pasado a retiro. En abril de 1956 vuelve a ser detenido en dependencias militares por el Servicio de Inteligencia del Ejército, arresto que se repite en mayo. Está en el penal de Magdalena cuando intenta plegarse con otros oficiales detenidos al frustrado levantamiento de militares y civiles peronistas encabezado por el Gral. Juan José Valle, el 9 de junio de 1956. Tres días después es trasladado al penal naval de Ushuaia, donde comparte prisión por un mes y medio con otros peronistas como John W. Cooke y el futuro presidente Héctor J. Cámpora. Liberado el 25 de julio en Buenos Aires, vuelve a pesar sobre él un pedido de detención al cual no responde. Declarado en rebeldía, se asila en octubre en la Embajada de Brasil. Luego de ser degradado en su condición de militar y expulsado del país, se exilia en Río de Janeiro, adonde tiempo después llega su familia. Uno de sus primeros empleos en el exilio es como vendedor ambulante de lencería femenina. Luego consigue trabajo en el diario O Trabalhista del partido de Leonel Brizzola. En Argentina, a pesar de la intervención militar de los sindicatos y la represión general a los peronistas, se desarrolla la “Resistencia”. En 1958 Alberte puede regresar al país tras la sanción de la ley de amnistía propiciada por el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962). Para sobrevivir, abre una tintorería. El inicio de la nueva década lo encuentra intentando reorganizar el Movimiento Peronista junto a Jorge Morganti, Julio Troxler y Rubén Sosa según las directivas de Perón de contrarrestar la creciente influencia del lider metalúrgico Augusto T. Vandor en el movimiento. Paralelamente integra la Logia Anael, grupo de cierto matiz esotérico que promueve una actualización doctrinaria de la Tercera Posición peronista. El impresor de la Logia es José López Rega. No es sino Alberte quien —para su futuro arrepentimiento— se lo presenta a la esposa de Perón, la que terminaría eligiéndolo como futuro secretario del líder exiliado en Madrid. Alberte había alojado por unos días en su casa a María Estela Martínez de Perón, cuando fuera enviada por su marido en 1965 para jugar durante las elecciones provinciales que enfrentaban a sus candidatos con los favorecidos por Vandor, en lo más álgido de la disputa entre ambos liderazgos por el control del peronismo. Mientras la jerarquía sindical saluda con expectativas la instauración de la dictadura del Gral. Onganía (1966-1970), el Mayor Alberte agrupa a militares retirados y civiles con el objetivo de informar de la situación al líder exiliado y colabora con los intentos de rearmar una conducción peronista en momentos de fuerte represión y desmovilización. A principios de 1967 es designado por Perón como delegado personal y secretario general del movimiento peronista, en la perspectiva de reencauzar a éste. Viajando dos veces a Madrid en marzo y julio de ese año, Alberte comienza a trabajar para ello, logrando activar la lucha contra la dictadura. Al frente de cada movilización a la que convoca, confrontando con las vertientes participacionistas de la rama sindical del movimiento, tal actitud le vale la creciente confianza de sectores más radicalizados del movimiento, como la juventud (Gustavo Rearte) y el gremialismo combativo (Jorge Di Pasquale). También estrecha vínculos con el cristianismo progresista y revolucionario, representado por Juan García Elorrio. De ahí que impulse ante Perón la postulación de Raimundo Ongaro como secretario general de la CGT, que tiene su congreso normalizador a fines de marzo de 1968. Dos días antes de la realización del mismo, Alberte presenta su renuncia como secretario general del Movimiento Peronista, luego de que Perón lo desautorizara por difundir un comunicado que lo comprometía ante las autoridades españolas. Estando en contra Perón de la creación de la CGT de los Argentinos (CGT-A), encabezada por Ongaro con un sesgo claramente opositor a la dictadura tras la ruptura de la central por los gremios peronistas dialoguistas, el General acepta la renuncia de Alberte. Además de la vinculación con la nueva central sindical, que aúna bajo un mismo paraguas opositor a distintos sectores de la izquierda, el peronismo, el sindicalismo, el radicalismo y el movimiento estudiantil, Alberte promueve desde entonces junto a Gustavo Rearte, con el apoyo de Cooke y Di Pasquale, la organización del Peronismo Revolucionario en una “Tendencia” que aglutinara a militantes gremiales de la CGT-A, de las incipientes formaciones guerrilleras, los estudiantes y otros grupos políticos de base a partir de un primer congreso realizado clandestinamente en Buenos Aires en agosto de 1968. A la cabeza de ese proyecto Alberte dirige y financia el periódico semi-legal Con Todo (1968-1969), con la colaboración de Rearte, García Elorrio y Alicia Eguren, entre muchos otros. Las colaboraciones del Mayor en otros medios gráficos se encuentran en Che Compañero (1968), el Diario de COFADE (Comisión de Familiares de Detenidos, 1971/1972) y Crisol Peronista (1968).
Su evolución político-ideológica hacia la izquierda se acompaña de un interés por ampliar su formación intelectual junto a jóvenes que militan con él aun cuando pertenecen a una generación política diferente. Alberte sale en pública defensa de los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) cuando son detenidos en el monte tucumano en septiembre de 1968. Durante el congreso del peronismo en Pajas Blancas, Córdoba, enero de 1969, se pronuncia en representación de la Tendencia por la toma revolucionaria del poder por parte del “Pueblo en Armas” y sus “vanguardias operativas”, con el objeto de crear un “Estado Socialista-Peronista” en beneficio de la clase trabajadora y otros sectores antiimperialistas, promoviendo la solidaridad con las luchas de liberación nacional de América Latina. El arco de vínculos establecido por Alberte se extiende hasta intelectuales de la izquierda nacional como Juan José Hernández Arregui y Rodolfo Puiggrós, y también de la nueva izquierda como Silvio Frondizi. Su activismo le depara varias veces la detención en dependencias policiales: la primera el mes anterior al Cordobazo (29/5/1969); en junio del año siguiente —cuando tras la aparición pública de Montoneros el Gral. Roberto M. Levingston (1970-1971) sucede en el gobierno a un debilitado Onganía. No ceja en la denuncia contra “organizaciones fantasmas” que persiguen militantes. En marzo de 1972 adhiere públicamente a la “alternativa independiente de los trabajadores peronistas” lanzada por las FAP (uno de cuyos ideólogos es Raimundo Villaflor), en continuidad con sus cuestionamientos desde la asunción del presidente de facto, Gral. Agustín Lanusse (1971-1973), a la política conciliadora de la conducción local del peronismo y a la que considera una “trampa” tendida por los militares para atenazar a los sectores revolucionarios con la perspectiva de una salida electoral. Así se lo hace saber a Perón en la que sería su última carta, de octubre de 1972, bregando por la “guerra popular prolongada” y la organización de las “bases en todos los niveles”, incluido el de la lucha armada, como estrategia a seguir. Tanto Alberte como Rearte integran la minoría dentro de la izquierda peronista que se opone a la candidatura de Héctor J. Cámpora para las elecciones convocadas a fines de 1972, por entender que eran necesarias mayores definiciones por parte de Perón. Tras el triunfo del FREJULI en las urnas el 11 de marzo de 1973, recupera su grado de militar y obtiene el ascenso al de Teniente Coronel (RE) en uno de los primeros decretos del Presidente Cámpora (1973), reincorporación que rechazara años atrás al ser propiciada por Onganía. Declina el ofrecimiento de dirigir YPF en el nuevo gobierno y por un breve período ocupa el cargo de Director de Defensa Civil de la Pcia. de Buenos Aires gobernada por Oscar Bidegain. La crisis interna del peronismo que estalla tras la masacre de Ezeiza del 20 de junio seguida de la renuncia forzada de Cámpora a la presidencia lo encuentra entre sectores opuestos a esa evolución aunque no hegemónicos dentro de la Tendencia, como Peronismo de Base. Ante la asunción de Perón como Presidente (1973-1974) llama a apuntalar su gobierno. A la par de la creciente derechización del mismo, mantiene sus vínculos por fuera del peronismo, como con el diario El Mundo del PRT. Comienza a estar en la mira de quien sería el jefe de la AAA, José López Rega, y que se cobra la vida de varios compañeros suyos, proceso acelerado tras la muerte de Perón. Caído “el Brujo” tras la movilización de la CGT contra el plan del Ministro de Economía de Isabel Martínez (1974-1976), a mediados de 1975 lanza la Corriente Peronista 26 de julio junto a Mabel Di Leo, Rubén Dri, Susana Valle, entre otros, con la idea de mediar entre las organizaciones guerrilleras y la débil presidente, advirtiendo la existencia de un golpe militar en ciernes y considerando la estrategia de confrontación militar de aquéllas funcional al golpismo. No adhiere al Partido Peronista Auténtico a pesar de entender necesaria la existencia de una estructura aglutinante en tal coyuntura, desconfiado de la táctica de conducción montonera. Bajo el clima de la inminencia del golpe contra Isabel, con persecuciones frecuentes en su local político, participa de una reunión que mantiene el jefe metalúrgico Lorenzo Miguel con el Comandante en Jefe de la Armada, Almte. Emilio Massera. Alberte desecha la posibilidad de irse del país aunque colabora económicamente con la salida de otros militantes. El 20 de marzo de 1976, días antes del golpe militar, elude un intento de secuestro por parte de un grupo paramilitar, al día siguiente del asesinato de otro joven militante de su núcleo político secuestrado días atrás. A propósito de esos sucesos, escribe una carta al Gral. Jorge R. Videla fechada el 23 de marzo, denunciando la responsabilidad de las Fuerzas Armadas en la represión ilegal en lo que puede considerarse un antecedente poco conocido de la célebre carta a la Junta Militar de Rodolfo Walsh, un año después. En la madrugada del 24 de marzo Alberte es asesinado al ser arrojado con vida por la ventana del 6° piso de su departamento durante un operativo protagonizado por el Ejército y la Policía Federal. El peregrinaje de sus familiares por los 14 juzgados entre los que se desplazó la causa por homicidio y encubrimiento chocaría con la indiferencia y el miedo de jueces autodeclarados incompetentes, hasta que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal archivó la causa el 10 de diciembre de 1985. Poco antes de su asesinato, Alberte tomó el resguardo de fotocopiar y entregar su correspondencia con Perón a Tomas Saraví, compañero de militancia que la preservó durante su exilio en España y Costa Rica luego de 1976. La memoria de Gregorio Levenson señalando su destino permitió que esos documentos regresaran a Buenos Aires de la mano de Aurelio Narvaja. Margarita Foix, otra compañera de militancia, preservó durante su exilio interno la carta de Alberte a Videla. La singular trayectoria de Alberte puede cifrarse en la tensión existente entre su pertenencia a organizaciones verticalistas como el Ejército y el propio peronismo, y su permanente desafío a la obediencia de las jerarquías toda vez que éstas contravenían sus ideas.
Obra
- Antecedentes y conclusiones de una gran estafa, Buenos Aires, octubre de 1964
Cómo citar esta entrada: Tarcus, Horacio (2019), “Alberto, Bernardo”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org