VILLARREAL, Ana María (Salta, Provincia de Salta, Argentina, 9/10/1935 – Trelew, Pcia. de Chubut, Argentina, 22/8/1972).
Licenciada en artes, militante del PRT, una de las fusiladas de Trelew.
Hija de Edmundo Diego Villarreal y de Eloísa Guillermina Cassasola, acusa la influencia de su padre, restaurador de piezas artísticas, en su orientación vocacional. Tiene dos hermanos y una hermana. Luego de su paso por la escuela primaria “Domingo Faustino Sarmiento”, estudia el secundario en una escuela normal religiosa, “Santa Rosa de Viterbo”. Paralelamente asiste a la escuela de Bellas Artes “Tomás Cabrera”, donde aprende pintura y escultura. Su maestro más influyente es el pintor Alfredo Bernier, con quien toma además clases particulares. También aprende danzas folklóricas junto a su hermana Cristina, aunque su actividad preferida es leer y escuchar música por horas en su habitación. Cursa Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Tucumán.
En 1959 conoce a Mario Roberto Santucho, con quien se casa al año siguiente y tendría luego tres hijas: Ana, Marcela y Gabriela. A principios de 1961 emprenden su luna de miel, viajando por distintos países americanos del lado del Pacífico con destino a Estados Unidos. De allí parten rumbo a la Cuba revolucionaria. La estadía en el país caribeño coincide con la declaración por parte de Fidel Castro de las metas socialistas de la revolución, y ambos resultan fuertemente impactados en sus convicciones políticas por la experiencia cubana.
A su regreso a la Argentina, para cuando nace su primera hija en octubre de 1961, Sayo debe renunciar a su cátedra de Pintura. Comienza a militar junto a su esposo en el Frente Revolucionario Indoamericanista y Popular (FRIP), organización que se desarrolla en el Noroeste argentino bajo el impulso de su cuñado Francisco René Santucho. Su primera actividad se desarrolla en el ámbito universitario. En 1965 confluye con esa corriente en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), al fusionarse con el grupo trotskista Palabra Obrera orientado por Nahuel Moreno.
Su vida familiar se ve progresivamente signada por las exigencias de la militancia. Sus hijas pasarían largos períodos con sus abuelos paternos en Santiago del Estero. Allí también permanecería Sayo durante el lapso que estuvo separada de Santucho por la relación del líder guerrillero con Clarisa Lea Place.
Es, junto a Nélida “Pola” Augier y Clarisa Lea Place, una de las tres mujeres delegadas al V Congreso partidario reunido entre el 28 y el 30 de julio 1970 en una isla del Delta del Paraná, en el que se sanciona la fundación del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En un contexto de extensión y radicalización de la protesta político-social, los delegados al V Congreso del PRT-El Combatiente resuelven así sumar a la organización al “proceso de guerra revolucionaria que ha comenzado” en 1969 con el Cordobazo, según su percepción de la rebelión de masas contra la dictadura.
En julio de ese año Villarreal había facilitado la fuga de prisión de Santucho para que su marido pudiera estar presente en el Congreso. En efecto, Santucho había sido detenido el 24 de noviembre de 1969 por una patrulla policial en una calle de San Miguel de Tucumán y alojado en la cárcel de Villa Quinteros, en la localidad de Monteros (Provincia de Tucumán) y posteriormente, para mayor seguridad, fue trasladado a la cárcel de Villa Urquiza de la ciudad de Buenos Aires. El 9 de julio de 1970, Santucho ingirió un medicamento que le provocó una serie de síntomas y fue trasladado al Hospital Padilla. Al día siguiente lo visitó Villarreal, llevándole una pistola oculta en un libro y Santucho logró fugarse arrojándose por una ventana.
En 1970 Ana María Villarreal, Mario Roberto Santucho y sus tres hijas se instalaron en una casa en la Provincia de Córdoba. El 11/3/1971 Villarreal es detenida en un barrio pobre de Tucumán tras participar de un reparto de comida. Permanece detenida en la Cárcel del Buen Pastor de la ciudad de Córdoba. A mediados de marzo un comando del ERP intentó liberarla junto a otras detenidas (entre ellas, Clarisa Lea Place), pero la guardia detectó la acción. Es una de las cinco detenidas (Silvia Urdampilleta, Cristina Liprandi de Vélez, Diana Triay de Johnson, Alicia Quinteros ) liberadas de dicha cárcel el 12 de junio de 1971 en un operativo dirigido por el propio Mario R. Santucho, que ingresó al penal vestido de policía. Durante un tiempo debe vivir clandestinamente en Buenos Aires.
Destinada al Noroeste por el PRT, trabaja en la organización de obreros rurales de Tucumán cuando es nuevamente perseguida por la dirección de Investigaciones de la policía provincial. Vuelve a ser detenida el 2 de febrero de 1972 en un colectivo que iba a Salta, portando documentos falsos y un arma robada. Planeaba visitar a sus hijas y para el futuro cercano, llevarlas a vivir con ella en el campo, cerca de un ingenio azucarero en Tucumán. Tras ser torturada es puesta a disposición de un juzgado federal, convocando para su defensa a notables defensores de presos políticos, entre ellos sus cuñados Amílcar y Manuela Santucho y el abogado comunista Carlos Zamorano. El 8 de julio es condenada a tres años de prisión por tenencia de arma de guerra y documento público adulterado. Durante el juicio oral en el que se la sentencia, asiste a la encendida defensa que realiza en su favor el penalista socialista Carlos Sánchez Viamonte.
Previamente había sido llevada de la Cárcel de Villa Devoto al buque Granaderos. Tras un huelga de hambre por las malas condiciones carcelarias en la que participa con una veintena de presos, el 9 de julio es embarcada hacia el penal de Rawson, donde la dictadura de Agustín A. Lanusse (1971-1973) había decidido concentrar presos políticos con el fin de aislarlos de sus organizaciones políticas de procedencia y de la solidaridad de familiares. Allí se reencontraría con su esposo y vería por última vez a sus hijas, que los pudieron visitar. Era responsable de las presas del ERP.
Tenía 36 años cuando fue fusilada el 22 de agosto de 1972 en la base naval Almirante Zar tras el intento de fuga del penal de Rawson que protagonizó entre diecinueve militantes de las organizaciones ERP, FAR y Montoneros el 15 de agosto, luego de que el grupo de dirigentes que incluía a su esposo lograra escapar desde el Aeropuerto de Trelew. En la semana que medió entre la fallida fuga y la Masacre de Trelew padeció torturas durante su cautiverio.
Sus restos fueron trasladados hasta la base aérea de El Palomar, antes de llegar a Capital, aunque su traslado a la sede justicialista de Av. La Plata se demoró más que los de Sabelli y Capello, que habían seguido el mismo itinerario. En el local partidario esperaban su madre y sus tres hijas en medio del desfile de gente que se acercaba y de la oración que rezaban monseñor Jerónimo Podestá y los sacerdotes Carlos Mugica y Alberto Carbone. Hubo represión a los manifestantes para forzar la salida de los féretros del velatorio, comandando el operativo el comisario Alberto Villar. El cuerpo de “la Sayo” (así apodada en alusión al film Sayonara, por sus ojos rasgados al estilo oriental) terminó siendo enterrado a la fuerza por orden del Jefe del I Cuerpo del Ejército Tomás Sánchez de Bustamante, a pesar de los recursos de amparo presentados. Luego su padre trasladaría sus restos a Salta. Habían corrido versiones de que se hallaba embarazada.
Unos años después, sus tres hijas se asilarían en la embajada cubana en Buenos Aires tras un intento de secuestro, hasta exiliarse en la isla. En la sede diplomática conocieron la noticia de la muerte de Santucho el 19/7/1976.
Cómo citar esta entrada: Tarcus, Horacio (2025), “Villarreal, Ana María”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.
