TOLEDO PLATA, Carlos Francisco (Seudónimos: Francisco, Jacinto o Alcides, Carlos Alzamora) Zapatoca, Santander, Colombia, 13/12/1932 – Bucaramanga, Santander, Colombia, 10/08/1984.
Médico, político y guerrillero, cofundador y dirigente del Movimiento 19 de abril, M-19. Hizo parte de la Alianza Nacional Popular, ANAPO; en 1968 fue diputado departamental por ese partido, en 1970 electo a la Cámara de Representantes y reelecto en 1974.
Carlos Francisco Toledo Plata nació en Zapatoca, departamento de Santander, el 13 de diciembre de 1932. Sus padres fueron Ángel Miguel Toledo y Virginia Plata, maestros ambos. Fueron sus hermanos Saulo, Ángel María, Rafael y Celmira.
Sus estudios primarios los realizó en Zapatoca; la secundaria la hizo en el Colegio Universitario del Socorro de esa población santandereana. Estudió medicina en la Universidad Nacional de Colombia y se especializó en traumatología en la Universidad Nade Buenos Aires (Argentina), donde conoció de cerca el justicialismo predicado por Juan Domingo Perón.
A su regreso a Colombia a comienzos de los años sesenta ocupó la dirección científica del Hospital San Juan de Dios en Bucaramanga. Se vinculó al partido Alianza Nacional Popular, ANAPO fundado por el general Gustavo Rojas Pinilla en 1961. Toledo decía que en ese partido encontraba elementos del nacionalismo y del peronismo que había conocido en Argentina.
El domingo 19 de abril de 1970, miles de colombianos se acercaron a los puestos de votación a depositar sus ilusiones por los candidatos más opcionados: Misael Pastrana Borrero y el general Gustavo Rojas Pinilla, quien había ostentado el poder en forma dictatorial entre 1953 y 1957. Al atardecer, las emisoras anunciaban los primeros resultados y para sorpresa de todos, el candidato de la ANAPO ganaba con unos pocos miles de votos adelante de su contendor conservador. La información pública sobre el avance de los escrutinios se suspendió cuando ya anochecía y a la mañana siguiente las cifras oficiales indicaban que Misael Pastrana sería el cuarto y último presidente del Frente Nacional.
Para entonces Carlos Toledo Plata tenía 37 años y era ya un connotado dirigente anapista en Santander, razón por la cual fue elegido Representante a la Cámara. Pocas semanas después del fraude, el General lo puso al frente de la secretaría de Agitación, desde donde cumpliría el encargo especial de crear algunos grupos de choque a fin de estar preparados para actuar con las armas en caso de un nuevo fraude.
Al interior de la ANAPO existía una corriente que propugnaba por tesis de soberanía patria, la aplicación del “socialismo a la colombiana” que preconizaba María Eugenia Rojas y un concepto humanista y revolucionario. Liderando ese proceso estaba un grupo compuesto por Carlos Toledo, Jaime Piedrahita, Andrés Almarales, Israel Santamaría, José Roberto Vélez, Jaime Jaramillo, José Cortés, Everth Bustamante.
Por la misma época, 1972, un pequeño grupo de ex militantes de la Juventud Comunista y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, se hallaban enfrascados en la tarea de formar una organización clandestina, que impulsara la guerrilla urbana, como ocurría con los Montoneros en Argentina, los Tupamaros en Uruguay la Alianza Libertadora Nacional de Carlos Marighela en Brasil. Querían dejar a un lado los debates estériles de la izquierda y armar a la gente para que un fraude como el de 1970 no volviera a ocurrir. En ese propósito se encontraban Jaime Bateman, Iván Marino Ospina, Carlos Pizarro Leongómez, Álvaro Fayad, Luis Otero, Rosemberg Pabón, Elvecio Ruiz, Germán Rojas, María Eugenia Vásquez, Otty Patiño y por lo menos una docena más.
En el encuentro entre estas dos búsquedas está el origen al Movimiento 19 de Abril (M-19). Transcurría el segundo semestre de 1973 y la primera acción pública, su presentación en sociedad, la realizaron el 17 de enero siguiente cuando sustrajeron la espada del Libertador Simón Bolívar de su casa-museo en Bogotá. Para entonces Toledo Plata no se involucraba directamente, aunque ya se habían presentado varios encuentros con Carlos Pizarro, Jaime Bateman y Helmer Marín.
Eran los años de la más estricta clandestinidad y secreto sobre su participación en la organización. Al interior de la ANAPO se estaba consolidando una línea política que se expresaba a través del periódico Mayorías y que tomó el nombre de ANAPO Socialista. El debate interno condujo a la expulsión de Andrés Almarales e Israel Santamaría y a la exclusión de Toledo del Consejo Político Nacional y su destitución como coordinador en el departamento de Santander; las directivas anapistas desautorizaron la publicación de Mayorías y se llegó a la división formal del partido. Corría el año de 1976.
Una consecuencia de esa ruptura fue la mayor presencia de Toledo y sus compañeros en las actividades político-militares del grupo:
Yo realmente entré a participar a fines del año 76, creo que en el mes de diciembre fui invitado a una conferencia nacional por primera vez. Fue la Quinta Conferencia que se realizó en Bogotá (muy secreta, donde estuvimos todos encapuchados, fue la que trazó el proyecto político estratégico de la organización). Fui escogido como integrante de la dirección nacional, integrando una parte de esa dirección, un grupo que se llamó el Buró Político en compañía de Andrés Almarales, José Helmer Marín, Jaime Bateman, Iván Marino Ospina, Carlos Pizarro y Gustavo Arias Londoño, dentro de estos estaba incluido el llamado buró operacional.
Documentos del Consejo Verbal de Guerra, 1.981. Archivo del autor.
El general José Joaquín Matallana, para entonces jefe del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), estaba tras la pista de los integrantes del M-19, sospechaba de los nexos con la ANAPO Socialista. Procedieron entonces a la interceptación de líneas telefónicas, organizaron seguimientos y allanamientos y detuvieron al parlamentario y presidente del comité ejecutivo, Carlos Toledo Plata. Decenas de militantes y dirigentes fueron también apresados e interrogados pero la “compartimientación” impidió a las autoridades conocer más sobre la estructura del M-19.
La febril actividad de la ANAPO Socialista en 1977 coincidió con el repunte del movimiento popular. Desde las centrales obreras tomaba fuerza la necesidad de avanzar en la unidad sindical y de impulsar un paro cívico nacional. Pese a algunas consideraciones contrarias al interior de la dirigencia del M-19, Toledo se colocó en primera línea. Precisamente, uno de los sindicatos influenciados por cuadros de ANAPO Socialista –en este caso léase también M19- era el de Industrial Agraria La Palma, Indupalma S.A., que registraba pésimas relaciones entre los 2.500 trabajadores y la empresa. El 17 de agosto fue decretada la huelga en San Alberto, Cesar, y dos días más tarde el M-19 secuestró en Bogotá a Hugo Ferrerira Neira, gerente de la empresa. Toledo, en su condición de congresista, fue hasta las carpas de los huelguistas a expresar su solidaridad. Pasados 28 días el secuestrado regresó, sano y salvo, luego de una negociación favorable a los trabajadores.
La sexta conferencia del M-19, realizada en marzo de 1978, definió el carácter político militar de esa organización e imprimió un cambio profundo en los roles que deberían desempeñar los dirigentes y militantes. A Carlos Toledo le correspondió ser el número dos dentro de los oficiales mayores, el séptimo en el orden jerárquico. Se aproximaban cambios profundos en su vida. Hasta entonces era un político prestigioso, muy respetado por sus seguidores y contradictores y, especialmente, un hombre leal a sus convicciones. La conferencia decidió crear guerrillas móviles en varios puntos del país y la participación de la dirigencia en las mismas:
A partir de junio de 1978, una vez que yo terminé mi período parlamentario, me integré a la móvil que existía en el Magdalena Medio, en la zona de Yondó. Ahí estuve con Carlos Pizarro, los demás eran gente campesina, ahí estuve hasta más o menos el 10 de diciembre de 1978, en esa época me llamaron a Bogotá y me reuní con Jaime Bateman y con Iván Marino Ospina.
Documentos del Consejo Verbal de Guerra, 1.981. Archivo del autor.
Ya estaba en marcha la Operación Colombia que tenía como propósito sustraer un importante arsenal de las instalaciones del Ejército en Bogotá. Toledo fue requerido por sus compañeros para discutir la idea de dar a conocer su nombre como dirigente del M-19 reivindicando la acción del Cantón Norte.
Yo acepté la decisión a pesar de que expliqué que no era mi mejor escenario ya que yo creía que podía cumplir una labor más importante dentro del campo político y que mientras no haya una organización de masas muy bien organizada, las acciones militares no producen los éxitos que uno espera. Dejé firmada la hoja donde debían sacar el comunicado y me trasladé a Bucaramanga donde estuve hasta el 1º de enero de 1978. Ese día a las 5 de la mañana me trasladé nuevamente a la guerrilla móvil en la zona de Yondó.
Documentos del Consejo Verbal de Guerra, 1.981. Archivo del autor.
Con toda la información que ya tenían los organismos de seguridad, se produjo una verdadera cacería de miembros del M-19 y de personas que pudieran estar relacionadas, todo lo que oliera a oposición, izquierda y sindicalismo. Carlos Toledo Plata se convirtió en el hombre más buscado y sus fotos inundaron comisarías y puestos fronterizos. Ante la captura de muchos de sus compañeros, y una vez concluida la séptima conferencia que se realizó en junio de 1979, se adoptó la decisión de que abandonara el país en compañía de Jaime Bateman quien sufría dolencias en una pierna enferma por un accidente automovilístico en la infancia.
Bajo el nombre de Carlos Alzamora, ciudadano español, Toledo inició el 1º de julio junto a Bateman un periplo que los conduciría primero a Ecuador y luego a México y Nicaragua donde una semana antes había triunfado la revolución sandinista. Toledo contaba con picardía cómo lo había impresionado la condición de hipocondríacos de los nicaragüenses que en cada cuadra tenían una farmacia y que cuando alguien descubría su profesión de médico le comenzaba a narrar sus dolencias. De regreso a México, semanas más tarde, salió rumbo a Europa y Medio Oriente a cumplir tareas del naciente frente de relaciones internacionales.
Cuando en febrero de 1980 se produjo la toma de la Embajada de la República Dominicana en Bogotá, Toledo se encontraba en La Habana. Ante la necesidad de sentir más de cerca lo que sucedía en el país, decidió trasladarse a Panamá en donde, una vez superada la crisis de la Embajada, se encontró con Bateman, Ospina y Marín, estos dos recientemente fugados de la cárcel La Picota. La suerte de Toledo estaba echada. En Cuba comenzaban a prepararse las primeras columnas del M-19 que irían a reforzar la incipiente guerrilla campesina que se estaba formando en el Caquetá. En la última semana de enero de 1981 Toledo asistió a la “graduación” de sus compañeros en las escuelas de Micropunto y Che Guevara cercanas a La Habana. La orden era regresar de inmediato.
Ya en Panamá el grupo se separó en dos columnas: los 40 guerrilleros que ingresarían por el Chocó tenían como mando de Helmer Marín; la otra columna, con 86 combatientes entre hombres y mujeres, estaba comandada por Toledo y a finales de febrero de 1981 zarparon con rumbo al puerto de Tumaco en la costa Pacífica del departamento de Nariño. El descalabro no pudo ser mayor: a los pocos días del desembarco fueron rodeados por tropas de los batallones Pichincha, Boyacá y Grupo Mecanizado Cabal. Diez días duró la persecución. Toledo ordenó el repliegue hacia Ecuador y se presentó ante las autoridades confiando que sería respetado el derecho de asilo que solicitó una vez cruzó la frontera. No fue así. Esposado y vendado fue entregado a militares colombianos y de allí trasladado a Bogotá para ser recluido en La Picota. Transcurría el mes de abril.
La primera intervención de Toledo Plata en el consejo verbal de guerra causó conmoción en los medios periodísticos y desagrado en los militares que asistían al juicio quienes no aceptaban que un subversivo, que había sido derrotado militarmente y capturado, estuviera ahora retándolos desde la tribuna en que se convirtió la cárcel. El mismo consejo de guerra lo había condenado como reo ausente a 26 años de prisión en noviembre de 1979.
La promulgación de la Ley 35 en noviembre de 1982, ley de amnistía, condujo a la inmediata salida de los presos políticos de las cárceles del país. El 4 de diciembre de 1982 los hasta entonces presos del M-19, Toledo a la cabeza, se encontraban depositando una ofrenda floral ante la estatua del Libertador en la Plaza de Bolívar en Bogotá. Pero, “la amnistía es un paso hacia la paz, pero no es la paz”, había sentenciado Bateman, quien en la alborada de 1983 reunió a los dirigentes de su movimiento para juntos trazar el rumbo: la tregua declarada meses atrás estaba rota y se venían tiempos de confrontación; Toledo participó activamente en la reunión de Panamá, fue evaluado y criticado y su condición de comandante reafirmada.
El 19 de abril siguiente Bateman, Fayad y Toledo se encontraron clandestinamente en Santa Marta con tres conocidos periodistas; sus declaraciones fueron enfáticas, insistieron en que la amnistía no era la paz y acusaron a los militares de torpedear las acciones del presidente Betancur en ese sentido. Una semana después, Bateman se embarcaría en un viaje sin regreso:
Me cuento entre los privilegiados que pudimos compartir a su lado una época de extraordinaria significación en la política colombiana y latinoamericana. Me cuento también entre los pocos que compartimos sus preocupaciones y discutimos sobre los problemas de Colombia y América hasta dos horas antes del accidente, cuando lo despedimos en un aeropuerto clandestino del departamento del Magdalena, en la Costa Atlántica colombiana.
Darío Villamizar, Sueños de abril, Bogotá, Planeta, 1998, p.72.
A partir de entonces la figuración pública de Carlos Toledo como dirigente del M-19 no fue tan notoria, se trasladó al exterior a continuar sus tareas político-diplomáticas. En Colombia se había conformado una Comisión de Paz que en 1983 inició acercamientos con diferentes organizaciones guerrilleras. El M-19 a través de sus voceros se reunió en distintas oportunidades con integrantes de esa comisión, buscando alcanzar acuerdos que permitieran aclimatar la paz. Mientras tanto, en los departamentos de Cauca y Valle sumaba fuerzas a las ya fortalecidas guerrillas que operaban en el sur del país. Era el tiempo de la guerra para alcanzar la paz: el Frente Sur incursionando sobre Florencia, la toma de Corinto inaugurando el Frente Occidental comandado por Carlos Pizarro, la firma del acuerdo de La Uribe entre el Gobierno y las Farc, y las declaraciones de unidad entre el M-19 y el EPL.
Ante tanta política, Toledo decidió regresar en 1984 al país para hacer inicialmente una vida semiclandestina en su ciudad natal. Allí comenzó a conquistar espacios de legalidad, muy convencido del momento político y de la necesidad de llegar a acuerdos; dio declaraciones a periodistas locales y dictó conferencias ante auditorios estudiantiles y sindicales. Como dirían algunos, se “boletió” demasiado.
A las 07:39 horas del 10 de agosto de 1984, ad-portas de la firma de un acuerdo del cese al fuego, en una calle céntrica de Bucaramanga, cayó asesinado Carlos Toledo Plata, médico y dirigente nacional del M-19 con grado de oficial superior, quien, convencido de la inevitabilidad de la tregua y el cese al fuego, y la necesidad del dialogo nacional y la paz, había dejado la clandestinidad. Tenía en ese momento 51 años y estaba trabajando de nuevo en el Hospital San Juan de Dios como jefe de traumatología. Las conversaciones entre Gobierno y guerrilla se suspendieron temporalmente; pese al dolor, las ansias de paz hacían supera cualquier escolló. El 24 de agosto, en Corinto, se firmó el acuerdo de cese al fuego, tregua y diálogo nacional, como un homenaje a Carlos Toledo Plata, “el comandante amable”.
Nosotros hablamos de un diálogo nacional, en donde estén todas las fuerzas políticas y sociales para hablar del común de los problemas. Que estén la Iglesia, los campesinos, los estudiantes y, desde luego, las organizaciones políticas, entre ellas el M-19. (La paz)… Es una lucha donde se encuentran fuerzas sociales, políticas y militares, donde se reúnen demócratas y nacionalistas, donde confluyen el pueblo y la patria enfrentando y derrotando todos ellos a quienes recortan la democracia, concentran el poder político y económico, y mantienen en estado de guerra a la nación.
Almarales Manga, Andrés. La fuerza del cambio, Bogotá, 1986, pp. 187-191.
Obra
- Prologo en “El camino del triunfo: Jaime Bateman”, informe a la VIII Conferencia Nacional del M-19, Bogotá, 1982.
Cómo citar esta entrada: Villamizar, Darío (2020), “Toledo Plata, Carlos Francisco”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org