VALDÉS GARCÍA, José de los Santos

Fue hijo de Pedro Valdés y María Cristina García de León, una familia campesina que sufrió graves injusticias por parte de hacendados laguneros. Esta situación le trajo secuelas a José de los Santos Valdés, pues recordaba muchos años después lo que significa sufrir hambre por falta de condiciones dignas de vida ante la insensibilidad de las élites dirigentes.

Realizó sus estudios de educación primaria en San Pedro, Coahuila, y luego estudió con muchos esfuerzos (a causa de una tuberculosis) en la Escuela Normal de Coahuila. Destacó como articulista, editor y dirigente de una huelga estudiantil.  

Se desempeñó como docente, director e inspector de escuelas primarias de la Escuela Preparatoria de Ciudad Victoria y de diversas Escuelas Regionales Campesinas, además de haber sido Jefe de Misiones Culturales en Querétaro. Fue director, inspector y supervisor de Escuelas Normales Rurales como las ubicadas en Galeana, Nuevo León, Tenería, Estado de México y San Marcos, Zacatecas. Trabó amistad con el educador mexicano Rafael Ramírez y se identificaba como un seguidor de su pensamiento en pro de una reforma educativa socialista y en pro de una reforma agraria justa. Incluso, en el primer mandato de Jaime Torres Bodet al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP) ocupó la plaza de Ramírez como Inspector escolar. No obstante, la militancia de Valdés fue más combativa que la Ramírez, pues criticaba la política educativa de Narciso Bassols a la cual llamó “demagogia de pavorreales” y responsabilizaba de haber incentivado el asedio de profesores que dejó desorejados y asesinados. Por lo anterior, fue censurado por el entonces titular de SEP, aunque durante la primera mitad del siglo XX Valdés fue perseguido por criticar siempre la corrupción de las autoridades educativas y gubernamentales.

Colaboró activamente en las revistas Política, Sucesos y Siempre, además de ser articulista en los periódicos El Sol del Norte de Saltillo y El Siglo de Torreón.

En 1990, el Congreso de Durango le otorgó la distinción “Francisco Zarco”. En reconocimiento a una trayectoria docente destacada, en 2019, el gobierno de la Ciudad de México instituyó la medalla “José Santos Valdés”.

Fue uno de los profesores que defendió la causa agraria, el anti-imperialismo, los presos políticos, la democracia directa, el sindicalismo incorruptible, la educación socialista y el normalismo rural mexicano. El gobernador del Estado Sonora, Rodolfo Elías Calles, lo tildó de “peligroso comunista” y lo obligó a abandonar el Estado luego de haber ejercido la docencia a nivel primaria. En 1959, fue investigado por la Dirección Federal de Seguridad por su militancia socialista.

La totalidad de sus escritos han sido compilados bajo el formato de Obras completas (Zacatecas, edición a cargo de la Escuela Normal Experimental “Rafael Ramírez Castañeda” de Nieves, General Francisco Murguía, Zacatecas 2005). En ellas destaca Motivos de la educación socialista (1934), Meditaciones sobre el artículo tercero constitucional (1952), Participación de los maestros mexicanos en la Revolución de 1910 (1960), El movimiento sindical magisterial mexicano (1963) y Amelia. Maestra de primer año (1965).

El pensamiento de Valdés fue paralelo a su militancia, es decir, la escuela construida desde el socialismo mexicano no puede tener en sus bases ni en su funcionamiento los vicios de las reformas educativas hegemónicas, desiguales, corruptas y burguesas. Valdés no concordaba con la ideología de derecha de su tiempo, pues afirmaba que en México no deben cometerse más asesinatos bajo la consigna de “Viva Cristo Rey”. Tampoco coincidía con el radicalismo de Bassols que lo llegó a censurar, pues una misión cultural combativa era frenada por el caciquismo local o estatal. En realidad, por esta personalidad crítica trabó amistad con su colega el profesor Apolonio Avilés, declarado como “Benemérito de la educación del Estado de Coahuila” y también con Federico Berrueto Ramón, político y catedrático coahuilense. El sindicalismo mexicano fue fundamental para mantener unidad en la lucha, aunque desgraciadamente los ideales se desvían gracias al charrismo (entendido como la cooptación de la lucha magisterial en pro del elitismo y la corrupción). Al final, los maestros son vistos por el autor como agentes de transformación social y encuentran en algunos clásicos del pensamiento pedagógico mexicano la fuerza e inspiración para conducir honesta y combativamente la lucha contra la escuela capitalista.