FANDIÑO, Manuel Serafín (seudónimos: Alejandro Silvetti, Manuel Campos, Francisco Benítez, Alejandro Alba, García Romariz, “Bisturí”) (Lage, Galicia, España, 28/02/1889 – Buenos Aires, Argentina, 06/02/1960).
Obrero alpargatero, luego ebanista, dirigente gremial de la USA y de la CGT, primero de orientación “anarco-bolchevique”, luego sindicalista.
Nacido en una villa marítima gallega en 1889, y habiendo pasado su niñez en Santiago de Compostela, a los 15 años emigra a la Argentina. Arriba al puerto de Buenos Aires en 1905, en pleno estado de sitio tras la intentona cívico-militar encabezada por el líder radical Hipólito Yrigoyen, y cuando se preparaban numerosas huelgas. Aprende el oficio de alpargatero junto a otros españoles, y al poco tiempo se inicia en la actividad sindical como miembro del consejo de la Federación de Obreros en Calzado.
Tras el ajusticiamiento del coronel Ramón L. Falcón por el anarquista Simón Radowitzky, es detenido en su taller de trabajo por ser militante gremial y luego de pasar más de un mes preso, es deportado a España el 25 de diciembre de 1909. Ni bien llega a su tierra natal, pergeña el regreso a Argentina, fraguando documentos para emigrar con el nombre de Manuel Campos. Pasando por Montevideo, entra clandestinamente a Buenos Aires en mayo de 1910, durante la huelga que tiene lugar en forma paralela a la celebración oficial del Centenario.
A los pocos meses es nuevamente detenido, asumiendo su defensa el socialista Mario Bravo, aunque no logra evitar otra deportación por aplicación de la Ley de Defensa Social. En el puerto brasileño de Santos logra evadirse para instalarse por un año en São Paulo, adoptando ahora el nombre de Alejandro Alba. Allí colabora en la redacción de La Battaglia, semanario dirigido entre otros por Oreste Ristori.
En 1911, cambiando brevemente su nuevo nombre por el de Francisco Benítez, parte a Montevideo, Uruguay, donde permanecerá cinco años. Otra vez como Alba se destaca en la fundación y agitación del Sindicato de Obreros Ebanistas y Anexos, lo que le vale la cesantía de sus empleos. Desde esa organización impulsa la creación de la Federación de Trabajadores en Madera, siendo redactor de su órgano de prensa Aurora. También llega a ser secretario general de la Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU) y destacado colaborador de su periódico Solidaridad. Por otra parte, despliega una tarea de difusión ideológica junto a Jesús M. Suárez en Crónicas Subversivas y junto a Eduardo G. Gilimón en la redacción de El Anarquista, publicación de la que es administrador.
En 1915 retorna a Brasil por la crisis económica producto de la guerra, aunque su situación no mejora allí, teniendo que dormir en las calles de Río de Janeiro y robar leche y pan de la puerta de las casas adineradas. Luego, cuando milita en la Federación local de trabajadores, es detenido. Ingresa a trabajar a un depósito de libros de un Ministerio a través de su amigo Astrogildo Pereyra, periodista anarcosindicalista y futuro fundador del Partido Comunista do Brasil. Con él escribe, desde los sótanos del ministerio, artículos para el periódico de inspiración libertaria Na Barricada, mientras es corresponsal de La Protesta de Buenos Aires.
De vuelta en Montevideo colabora en el periódico La Batalla, para regresar a Argentina a los pocos meses. Incorporado a la redacción de La Protesta, se aleja por diferencias con su línea y se dirige a Rosario, para colaborar con el colectivo anarquista dirigido por Enrique García Thomas —que edita La Rebelión (Rosario, 1913-1918)— y apoya desde el anarquismo la experiencia de la Revolución Rusa de octubre de 1917.
Alejandro Alba es requerido en Buenos Aires como elemento moderador de las disidencias, pero fracasa en su cometido, regresando a la ciudad santafecina. Se traslada luego a Campana para hacerse cargo de la redacción del periódico Voces Proletarias, también “anarco-bolchevique”. En 1918, previo paso por Mar del Plata, se instala nuevamente en Rosario cuando el mismo grupo de La Rebelión prepara el lanzamiento de un matutino en Buenos Aires en defensa de la incipiente Revolución rusa, respaldado por la Federación de Obreros de la Construcción Naval: Bandera Roja, cuya salida se ve interrumpida durante la “semana trágica” mientras que parte de su grupo editor —Atilio Biondi, Hermenegildo Rosales y E. García Thomas— es encarcelado y deportado a Ushuaia. Es entonces que Alba cambia nuevamente su nombre (su seudónimo, en verdad) por el de Alejandro Silvetti. Indultadas las condenas a los miembros de Bandera Roja, Silvetti vuelve al ruedo participando el 5 de setiembre de 1921 del lanzamiento del diario El Trabajo (1921) junto a Jesús M. Suárez y García Thomas, bajo el lema de la unidad sindical y la adhesión a la Internacional Sindical Roja. Colabora también en la redacción de La Organización Obrera, de la FORA.
En el Congreso de Unificación de 1922 al que asiste como delegado suplente de los Ebanistas es elegido para formar el Comité Central de la flamante Unión SIndical Argentina (USA), el que luego lo designa secretario general. Al frente de la nueva central obrera se esfuerza por lograr la integración de la FORA anarquista, de los sindicatos autónomos y de los ferroviarios, con resultados negativos. La USA encara campañas de defensa de los presos por razones sociales y acompaña la huelga general producto del asesinato de Kurt Wilckens, el vengador de la masacre de la Patagonia.
Por entonces (1922-23), Silvetti se ha desencantado de la experiencia bolchevique y, estando al frente de la USA, ésta declara su autonomía de las centrales sindicales mundiales (Federación Sindical Internacional de Amsterdam, reformista; Internacional Sindical Roja de Moscú, comunista; Asociación Internacional de Trabajadores de Berlín, anarquista).
En abril de 1924 preside el convulsionado Primer Congreso Ordinario de la USA, en el que defiende hasta quedar afónico la actuación del comité central ante la oposición de una nutrida porción de delegados.
Al concluir su mandato se reincorpora al Sindicato de Ebanistas, dejando el taller por un período en el que es secretario del gremio y redactor de su órgano, y finalizado lo cual vuelve a aquél. Sería dos veces más elegido miembro de comité central de la USA.
En 1927 se entrevista con el Presidente Marcelo T. De Alvear para pedir el indulto de Eusebio Mañasco, dirigente de los mensús arbitrariamente condenado a prisión perpetua. Por entonces ha organizado el Sindicato Obreros de la Industria del Mueble, aunando a las viejas organizaciones de Ebanistas, Tapiceros, Torneros, entre otras. Participa de las negociaciones con la Confederación Obrera Argentina (COA) que desembocan en la creación de la Confederación General del Trabajo (CGT) en septiembre de 1930, siendo subsecretario de esta entidad y director de su periódico CGT hasta diciembre de 1935, a pesar de sus diferencias con el secretario de la misma, Luis Cerutti.
En diciembre de 1930 se entrevista con el Presidente de facto Gral. José F. Uriburu para reclamar por los choferes José Ares, Florindo Gayoso y José Montero, condenados a muerte. Perdido su empleo por la decadencia de la industria del mueble durante la crisis económica, consigue en 1933 colocarse como aserrador en una dependencia del Estado.
Se afilia entonces a la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), manteniéndose en el Comité Confederal de la CGT, al que había presentado su renuncia mientras se hallaba desocupado. En esta época firma algunos artículos de CGT con el seudónimo de García Romariz. Acusado de “amarillo” y de “agente de los gobiernos” por sus adversarios ideológicos en el campo gremial, mantuvo siempre su concepto de independencia sindical, sin renegar de su formación inicial libertaria pero eligiendo el camino de no rechazar pequeñas conquistas por temor al sacrificio de principios doctrinarios.
Integra con Sebastián Marotta el grupo nucleado en torno a El Taller (Buenos Aires, 1933), periódico que defendía la autonomía sindical de la clase obrera. En 1935 es delegado por la CGT, junto a José Negri y Mariano S. Cianciardo, a una Conferencia de la OIT que tuvo lugar en Ginebra.
Con la división de la CGT en diciembre de ese año, pasa del caído comité central a la CGT Catamarca, de tendencia sindicalista. A principios de 1937 protagoniza, desde su liderazgo de la seccional Buenos Aires de ATE, la partición de esta entidad a nivel nacional, al romper durante un Congreso con el Consejo Directivo Central de mayoría socialista y comunista.
Al jubilarse prestaba servicios en el Ministerio de Obras Públicas. Prolífico autor de notas aparecidas en publicaciones latinoamericanas y españolas bajos sus diversos seudónimos, su estilo se caracterizó por eludir la cita textual de los grandes teóricos. Preparaba un libro de semblanzas de militantes obreros y otro sobre el movimiento sindical, recopilando todo tipo de documentos para esa obra que no pudo realizar. También auspició desde sus escritos la creación de escuelas de formación sindical propias del movimiento obrero. Quien había reconocido como una “debilidad” el cambio de nombres, moría junto a su esposa asturiana María Consolación García, sus hijas Olga y Alba Fandiño, y su amigo Sebastián Marotta.
Cómo citar esta entrada: Tarcus, Horacio (2023), “Fandiño, Manuel S.”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.