CARRERAS, Roberto de las

Integrante de un grupo familiar que ostentaba su condición patricia, hizo caudal de sus críticas a la moral al uso en la sociedad novecentista, en una línea discursiva que emparentó con el pensamiento libertario.

En carta abierta dirigida a Julio Herrera y Hobbes (ex Reissig) [sic], publicada en el cotidiano anarquista El Trabajo el 8 de octubre de 1901, con referencia a su reciente matrimonio, declaró: “Como anarquista, no reconozco el matrimonio, esa piltrafa del tiempo negro, ese sofisma supersticioso, ese catafalco bíblico que hay que deshacer a patadas, en el que no veo otra cosa que un aquelarre burgués, donde se compran mujeres”.

En torno a este episodio, el periódico anarquista La Rebelión, que se editaba en Montevideo, publicó en su edición extraordinaria del 25 de agosto de 1902 una “Interview con Roberto de las Carreras”, bajo el título “¡El amor libre en Montevideo!”, en la que reiterando aquel su fe ácrata, afirmó: “el matrimonio es un valor nominal como el papel moneda”.

Entretanto, se publicó en el diario El Tiempo un durísimo ataque a él por parte de Álvaro Armando Vasseur títulado “Siluetas de Open-Door. Un raté” y escrito bajo el seudónimo de “Esfumino”. Vasseur había injuriado con acusaciones de homosexualidad por parte de las Carreras.

En similar línea de sedicente anarquismo, de las Carreras intervino en la manifestación silenciosa con que las organizaciones de trabajadores y los centros liberales homenajearon al fallecido Emile Zola, en octubre de 1902, pronunciando un polémico discurso en la tribuna instalada en dicha ocasión en la Plaza Independen­cia:

[…] la Asociación de la Prensa rufianesca, venal y solapadamente burguesa, rastrera defensora del capi­tal, cobarde enemiga del obrero […] se ha permitido convocar al pueblo, para rendir tributo a esa gloria de la sinceridad, al defensor de […] Dreyfus. Los anarquistas no podemos rendir homenaje a Zola al lado de los enemigos de Zola! ¡Deslindamos nuestro grupo! Alcemos con la palabra la bandera roja ¡Viva Zola anarquista! ¡El explosivo Zola!

No obstante esa proclamada pertenencia a las filas de la Acracia, al producirse la acusación contra de las Carreras por atentado a la moral y las buenas costumbres (en oportunidad de aparecer su libro Amor Libre. Interviews voluptuosos), desde las páginas del vocero anarquista La Protesta Humana (que se editaba en Buenos Aires), Mariano Cortes (Altaïr) arremetió el 1° de noviembre de 1902 contra el poeta uruguayo:

“Después de leer el libro escudriñé la cubierta para ver si en alguna parte encerraba su verdadero título, Manual de Pornografía, y me encontré un ultraje, Amor Libre, frase que me había despertado tanta simpatía […]. Negué que fuera anarquista […]. Amigos sinceros y compañeros entusiastas me aseguraron que [de las Carreras] era un rebelde sui generis. Así y todo no admito la comunidad de procedimientos de amor con el inspirador de lo que conceptuó la más grande aberración de la intelectualidad anarquista. Ni por asomo participo de su ‘esthetica carnal’, si así me permite llamarla. Reclamo la más completa libertad tanto para el hombre como para la mujer, pero su ejercicio lo entiendo de otro modo y la conquista por otros medios. Libertarse no es degradarse. Los anarquistas no hemos venido a desvirtuar la carne sino a dignificarla”.

Altaïr, La Protesta Humana, Buenos Aires, 1/11/1902.

En la década siguiente, de las Carreras —que ya había dado en 1900 a las prensas Sueño de Oriente, publicó numerosas obras: Oración Pagana (1904), Parisinas (1904), Salmo a Venus Cavalieri (1905), La Onda Azul (1905), El amor y el divorcio (1905), Diadema Fúnebre (1906), Don Juan (Balmaceda) (1907), La Visión del Arcángel (1908), La Venus Celeste (1909), El Cáliz (1909), Suspiro de una Palmera (1914).

Fue asiduo contertulio de la “Torre de los Panoramas», junto con César Miranda, Pablo Minelli, Raúl Lerena Juanicó y Francisco C. Aratta.

Alejado de su verbosidad libertaria, se incorporó al servicio consular uruguayo, desempeñándose desde 1907 en Paranagua (Brasil) y Curitiba (Brasil), sucesivamente, hasta que su estado de enajenación mental le obligó al retorno a Montevideo, donde falleció en 1963.