ZAVALETA MERCADO, René (seudónimo: Nihumin) (Oruro, Bolivia, 03/06/1937 – 23/12/1984).
Militante político boliviano, abogado, exiliado, docente, diputado, ministro y ensayista.
Nace en Oruro, Bolivia, el 3 de junio de 1937. Hijo de Honorina Mercado Rivero, oriunda de Cochabamba y profesora normalista de Escuela, y de René Zavaleta Arroyo, médico orureño que había participado de la Guerra del Chaco (1932-1935), fue el mayor de tres hermanos. En sus días como estudiante secundario en el Colegio Alemán asoma su interés por la poesía y por la política. Son los años de la llamada Revolución Nacional de abril de 1952, evento en el que las milicias obreras derrotan y disuelven al ejército oficial del “Superestado minero” para dar paso al co-gobierno entre la Central Obrera de Bolivia (COB), creada días después del triunfo revolucionario y dirigida por Juan Lechín, y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), fundado en junio de 1942 por Carlos Montenegro, Augusto Céspedes, José Cuadros Quiroga, Walter Guevara Arze, Hernán Siles Zuazo y Víctor Paz Estenssoro, siendo este último su líder histórico. En sus dos primeros años, la Revolución Nacional instaura el Voto Universal, la Reforma Agraria y nacionaliza las Minas, que son arrebatadas de las manos de los “barones del estaño” (Simón Iturri Patiño, Mauricio Hochschild y Carlos Víctor Aramayo) y entregadas al control obrero a través de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL). En la experiencia del co-gobierno ya se esbozan los temas sobre los que gravitará su obra y su militancia: los cruces entre el nacionalismo revolucionario y el marxismo, entre la lucha nacional y la lucha de clases, entre lo local y lo universal, siempre con centro de gravedad en el proletariado minero como sujeto político del cambio social.
En 1953, su poema “La dama del pencil” obtiene el segundo lugar en un concurso escolar de poesía convocado por la Federación de Estudiantes Secundarios de Oruro. Al año siguiente, siendo todavía un adolecente, emigra a la ciudad de La Paz. Allí, mientras culmina sus estudios secundarios en el turno vespertino de la escuela Bolívar, trabaja como inspector de camiones en la ciudad de El Alto, como secretario en la Cámara de Industria y Comercio de La Paz y en algún puesto menor en la secretaría de cultura de la Alcaldía de La Paz, espacio que lo comunica por primera vez con el MNR. 1954 es el año en el que el suplemento Artes y Letras del matutino El Diario de La Paz publica “Los ciclos históricos y la aptitud creadora del individuo” y “El porvenir de América y su papel en la elaboración de una nueva humanidad”, sus primeras notas de prensa. Entre 1955 y 1956 prosiguen sus colaboraciones en medios periodísticos como el vespertino socialista paceño Última Hora y el montevideano El País, añadiendo, además, algunas reseñas de libros para Signo y algunos poemas publicados en Khana, la revista municipal de culturas del gobierno de La Paz.
En 1956 deja Bolivia. No sabía ni podía saber que dejar su país iba a ser el sino dramático que recorrería sus años y sus días. Prueba suerte en Buenos Aires, Argentina, pero no la encuentra. Decide desplazarse a Montevideo, Uruguay, donde comienza a estudiar la carrera de abogacía en la Universidad de la República (UDELAR) y escribe, bajo el seudónimo de “Nihumin”, un poema con el que obtiene el primer lugar en el Premio Municipal de Poesía organizado por la Alcaldía de la Ciudad de La Paz. Sin embargo, sus mayores esfuerzos se los dedica al periódico matutino La Mañana, donde publica una treintena de artículos. Allí conoce al periodista Carlos María Gutiérrez, que se convertirá en un gran amigo y en su nexo con Marcha, el histórico semanario que dirigía Carlos Quijano y en el que solía colaborar buena parte de la intelectualidad uruguaya, desde el propio Gutiérrez hasta Eduardo Galeano, pasando por Carlos Martínez Moreno, Gonzalo Schinca de Freitas, Carlos Real de Alzúa, Mario Benedetti, Hugo Alfaro, Ángel Rama, Alfredo Zitarrosa, Emir Rodríguez Monegal y Arturo Ardao. En Marcha, entre 1956 y 1972, aparecen alrededor de quince artículos con su firma. Sus años montevideanos son también los de sus primeras colaboraciones con La Nación, el órgano periodístico del MNR.
En 1958 es designado Agregado Cultural de la Embajada de Bolivia en Uruguay, pero los deseos de volver a su país lo llevan a renunciar al flamante puesto. A finales de año, y cuando hacía poco que había regresado a La Paz, La Nación lo envía como corresponsal a Perú y, a comienzos de 1959, a Cuba, donde cubre las primeras horas de la Revolución liderada por Fidel Castro Ruz. Al regresar de la isla, y ya con el escritor Augusto Céspedes en el rol de director, La Nación lo nombra periodista de planta y, luego, subdirector. En esa tribuna publica entre 1957 y 1963 cerca de ciento treinta notas, casi siempre centradas en el análisis de la coyuntura política boliviana, aunque no faltan las dedicadas a países como Perú, Cuba, Argentina, Brasil, Chile o México, delineando así un latinoamericanismo que no cesaría en el resto de su vida.
En un viaje a Montevideo realizado en abril de 1959 conoce a Alma Reyles, estudiante de medicina y nieta del escritor Carlos Reyles, con quien se casaría meses después en la Embajada de Bolivia en Uruguay para luego irse a juntos a vivir a La Paz. En 1959 aparece su primera obra autónoma: “El asalto porista. El trotskysmo y el despotismo de las aclamaciones en los sindicatos mineros de Bolivia”, un folleto compuesto por cinco artículos que habían sido escritos para La Nación. Al siguiente año, el anteúltimo de esos textos será publicado como prólogo de una nueva edición de Metal del diablo, la novela de Céspedes que había aparecido por primera vez en 1946 y en la que se narra en clave de ficción la vida de Simón Patiño, a quien se describe como “rey de un metal, de un país, de un monopolio de mineros muertos” dejándose adivinar la contraposición buscada: los barones del estaño como contrafigura de los trabajadores mineros y la explotación del pueblo boliviano en las minas. Zavaleta lee al proletariado minero de Céspedes como un “ser mítico”, dueño de un “heroísmo áspero y sin palabras” que había contribuido a la “formación del espíritu nacional boliviano”, haciendo posible la Revolución Nacional.
Cuando el año mil novecientos sesenta va llegando a su fin, Zavaleta deja nuevamente su país, esta vez por su designación como primer secretario de la Embajada de Bolivia en Chile. El 19 de marzo de 1961, en la ciudad de Santiago, nace Pablo, su primer hijo. Al año siguiente viaja transitoriamente a Bolivia para participar del proceso de elección de candidaturas legislativas, pero la escalada del conflicto entre Chile y Bolivia por el Río Lauca culmina con la ruptura de las relaciones diplomáticas entre ambos países, razón que le impide retornar a Santiago. No hay mal que por bien no venga, porque en Bolivia resulta elegido diputado nacional por el MNR en representación de Oruro. Además de sus labores parlamentarias, en las que se desempeña como presidente de la Comisión de Asuntos internacionales, entre 1962 y 1963 escribe algunas notas para la paceña Nova. Revista de información y cultura, y otras tantas, aunque sin firma, para La Calle, el histórico periódico que había sido fundado por Céspedes, Montenegro y Armando Arce en 1936 –acaso uno de los antecedentes fundamentales del nacionalismo revolucionario en Bolivia y del MNR–, y que ahora buscaba una sobrevida en una segunda época que lo tiene como director. Pero la aventura dura poco y La Calle edita apenas un número.
En 1963 en la ciudad de La Paz nace su hijo Álvaro y el grupo Impresor E. Burillo publica su primer libro, Estado nacional o pueblo de pastores. El Imperialismo y el Desarrollo Fisiocrático, obra que reúne una conferencia brindada en 1961 en el Centro Brasileño de Cultura de Santiago de Chile, otra pronunciada en 1962 en la Universidad Técnica de Oruro y un discurso como candidato a diputado en el Teatro Rex de Oruro de 1962. En 1964 nace su hija Bárbara y aparece su libro La Revolución Boliviana y la cuestión del poder, publicado por la Dirección Nacional de Información. A comienzos de año había sido nombrado Ministro de Minas y Petróleo, área clave para la economía, la historia y la cultura bolivianas. Pero a solo diez meses de haber asumido, y siendo el ministro más joven de la historia del país, un golpe de Estado dirigido por el vicepresidente del gobierno nacional, el General René Barrientos Ortuño, y apoyado por militares y parte del movimiento campesino, alianza que le estampa el nombre de “pacto-militar-campesino”, termina con su experiencia ministerial, con el tercer gobierno de Paz Estenssoro y con su estadía en Bolivia. Tras un breve asilo en la embajada de Venezuela en La Paz y un fugaz paso por Caracas, en diciembre se exilia en Uruguay, comenzando así una ininterrumpida vida de desplazamientos que, a diferencia de las partidas anteriores, tendrá al exilio por razones políticas como motor.
En Montevideo continúa ejerciendo lo que alguna vez definió como su segunda profesión: el periodismo. Allí retoma sus colaboraciones para Marcha y escribe, entre 1965 y 1966, casi cuarenta notas dedicadas a Chile, Bolivia, Brasil, Perú, Argentina y Uruguay para el periódico mexicano El Día. En noviembre de 1965 termina el libro Bolivia. El desarrollo de la conciencia nacional, publicado en agosto de 1967 por la editorial montevideana Diálogo y en diciembre de ese año, pero con el título de Bolivia. Crecimiento de la idea nacional, por la colección de Cuadernos “(hechos/ideas)” de la revista Casa de las Américas de Cuba, la misma colección que había inaugurado Regis Debray con su célebre ¿Revolución en la revolución? Unos meses antes ya había aparecido su artículo “Testimonio. Insurgencia y derrocamiento de la Revolución Boliviana” en el número 48 de la revista que dirigía Roberto Fernández Retamar.
En enero de 1967 retorna a Bolivia de manera clandestina. Por su actividad política y organizativa, que cristaliza en la fundación, junto a Sergio Almaraz Paz y Jaime Otero Calderón, de la Coordinación de la Resistencia Nacionalista, una corriente de izquierda interna del MNR, vive de casa en casa y con escaso contacto con su familia. El asesinato de Ernesto “Che” Guevara en octubre de 1967 en La Higuera por parte de la dictadura de René Barrientos Ortuño le agrega dramatismo y peligrosidad al escenario político boliviano. Es así que en noviembre, tras participar junto a Céspedes, Almaraz y Marcelo Quiroga Santa Cruz del “Foro Nacional sobre el Petróleo y el Gas” en Cochabamba, donde pronuncia una conferencia que será publicada en 1969 como “Consideraciones militares sobre el gas boliviano”, y en la reclama por la nacionalización del petróleo, termina acusado de “estar envuelto en una conjura” y confinado en Alto Madidi, un fortín militar ubicado en una zona inhóspita del Amazonas, en el departamento de Beni. Allí permanece hasta finales de diciembre, cuando una amnistía navideña le devuelve la libertad, lo que significa, a su vez, el abandono de la ilegalidad. A comienzos de 1968 culmina la carrera de abogacía en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) de La Paz y colabora con cuatro notas para la revista mensual Clarín Internacional que dirige Almaraz.
Pero la caída del helicóptero que había transportado el cadáver del “Che”, provocando la muerte de Barrientos en abril de 1969, enrarece todavía más el clima político. En esas circunstancias, Zavaleta decide aceptar una invitación del politólogo inglés Laurence Whitehead para realizar una estancia de investigación en el Centro Latinoamericano que dirigía el historiador argentino Tulio Halperín Donghi en el St. Antony’s College de Oxford, entonces a cargo del también historiador Raymond Carr.
Antes de partir hacia a Inglaterra pasa por Cuba, permaneciendo casi dos meses, y luego por Montevideo, donde apenas unas horas después de haber arribado es detenido en la Avenida 18 de julio mientras espera a su amigo Galeano en la puerta de su edificio. Menos de un día después sale libre y le otorga una entrevista a Marcha, en la que analiza la situación política de Bolivia y la derrota de la guerrilla del “Che”, prometiendo el envío de un artículo sobre este tema, el cual es escrito en octubre de 1969, un mes después de su llegada a Oxford. En el “El Che en el Churo” analiza la derrota de la guerrilla de Ñancahuazú, procurando eludir cualquier explicación basada en la delación de los desertores, en la anticipación en las acciones por parte del enemigo, en la presencia de la CIA o en la evasión política del Partido Comunista de Bolivia (PCB), para subrayar, en cambio, que las causas de la caída había que buscarlas en el desconocimiento de la historia de Bolivia por parte del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Así, que el “Che” haya tenido “una visión exacerbada de la historia del continente y una visión abreviada de la historia de Bolivia” cristalizó en una errónea elección de la zona donde había que luchar tanto como del sujeto político con el cual había que tejer alianzas. Bolivia, escribía Zavaleta, era un “país en el que la historia de los hombres no ha sucedido allá donde está la selva”, una geografía en la que sobraba tierra y faltaban campesinos, y que cuando los había su relación con la tierra era individual pero no social. El territorio histórico eran las ciudades, donde habitaba el proletariado minero, expresión del poderoso movimiento popular nacionalista. Era allí, y con ellos, donde había que llevar adelante la lucha armada.
En 1970, desde Oxford, escribe el prólogo para la edición uruguaya de Réquiem para una República, de su amigo Almaraz, quien había fallecido en 1968 víctima de un accidente. A finales de año es invitado por la recién fundada Université París 8 (también conocida como Université de Vincennes a Saint-Denis) como profesor visitante, cargo que ocupa entre octubre de 1970 y enero de 1971. En su retorno a Inglaterra finaliza La caída del MNR y la conjuración de noviembre (Historia del golpe militar del 4 de noviembre de 1964 en Bolivia), libro en el que las intrigas palaciegas y la psicología de los personajes que protagonizaron la noche en la que se consumó el golpe de Estado contra Paz Estenssoro son narradas junto a acontecimientos de la “historia larga”. Esta obra, que permanecerá inédita hasta 1995, cuando su familia la publique como parte del primer intento de edición de sus obras completas bajo el sello editorial Los Amigos del Libro, de Cochabamba, significó, en términos teóricos, el pasaje del nacionalismo revolucionario al marxismo, desplazamiento que supone dejar de leer la historia a través de la contraposición nación/anti-nación para comenzar a indagarla desde el punto de vista de la lucha de clases.
Finalizado su contrato en el St. Antony’s, en marzo de 1971 regresa a Bolivia para trabajar como columnista-editorialista de Jornada. Diario del Pueblo, una publicación que dirigía Carlos Arce Zavaleta en la ciudad de La Paz. La coyuntura política lo llenaba de esperanzas: en octubre del año anterior había nacido la Asamblea Popular del General Juan José Torres, una suerte de parlamento o de comando político conformado por sindicatos y partidos de izquierda que proclaman el socialismo y la dirección política de la clase obrera. Bajo el gobierno de Torres se crea el Banco del Estado y la Corporación del Desarrollo, se nacionaliza la Mina Matilde y se aumenta el presupuesto universitario. Si bien en su retorno a Bolivia Zavaleta todavía se asumía como militante del MNR, reconociendo, a pesar de sus fuertes críticas, a Paz Estenssoro como jefe del partido, en el mes de junio presenta su renuncia en carta publica donde el MNR es definido como un “movimiento anticomunista y proimperialista”.
Retomando la experiencia de la Coordinación de la Resistencia Nacionalista, y con el objetivo de apoyar a la Asamblea Popular, participa de la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), un partido marxista-leninista en el que confluyen elementos de la Democracia Cristiana Revolucionaria, el grupo Espartaco, un segmento del PCB, marxistas independientes y disidentes marxistas del MNR, espacio político en el que Zavaleta se hace cargo de la dirección de su órgano periodístico, el semanario Vanguardia. Ese año también trabaja como profesor de sociología en la UMSA, donde dicta un curso titulado “Análisis de clase”. Pero el 21 de agosto el golpe de Estado liderado por el general Hugo Banzer Suárez finaliza con la Asamblea Popular y el gobierno de Torres, quien luego de pasar por Perú y por Chile se exilia en la Argentina sin sospechar que su destino no era otro que el de convertirse en una más de las víctimas del Plan Cóndor. Zavaleta también sigue el camino del destierro logrando escapar a pie por la frontera y refugiarse en el Chile de Salvador Allende, donde lo nombran consultor de la Oficina de Planificación de la Presidencia (ODEPLAN).
Allí escribe “Por qué cayó Bolivia en manos del fascismo (de la asamblea popular al combate de agosto)”, un análisis de la Asamblea Popular en clave de doble poder, bajo la hipótesis de que allí había emergido la expresión más avanzada del poder obrero en América Latina. El artículo, originalmente publicado en diciembre de 1971 por la revista chilena Punto Final, alcanza un grado de repercusión importante, siendo replicado al año siguiente en una publicación del Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP); en el libro América Latina: economía y política, compilado por James Petras y publicado por la editorial Periferia de Buenos Aires; en Les Temps Modernes, la revista de Jean Paul Sartre y en la New Left Review de Perry Anderson. En esos días santiaguinos nace Fernanda, su cuarta hija, y participa de la conformación del MIR-Causa Obrera, corriente que rompe con el MIR por considerar que estaba haciendo un giro nacionalista.
En 1972 se vincula como docente a la Universidad de Chile (UCH) y la Pontificia Universidad Católica (PUC) lo designa Coordinador del Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN), dirigido por Manuel Antonio Garretón y donde trabajan Norbert Lechner, Tomás Moulián, Armand Mattelart y Frank Hinkelamert. Ese mismo año escribe dos notas para El Diario, de La Paz, un largo artículo para Marcha y finaliza “El poder dual: contribución a un debate latinoamericano”, texto que se imprime en 1973 como parte de los Documentos de Trabajo del CEREN y cuya versión aumentada será publicada en enero de 1974 como parte de la colección mínima de Siglo XXI bajo el título de El poder dual en América Latina. Estudios de los casos de Bolivia y Chile (con un prefacio sobre los acontecimientos chilenos).
A comienzos de 1973, y por recomendación de Marshall Wolfe, entonces director del Departamento de Desarrollo Social de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de la Organización de Naciones Unidas (ONU), es nombrado Encargado de Asuntos Sociales de esa institución y enviado a México y Nicaragua, países en los que vive alternadamente entre febrero y agosto. Semanas después de su regreso a Chile se produce el golpe de Estado contra Salvador Allende. La intervención de las universidades, la clausura del CEREN y la persecución política por parte de la dictadura inaugurada por el general Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973 no solo le impiden dictar el curso “Teoría del Estado Subdesarrollado” que el CEREN había anunciado para el segundo semestre de 1973, sino que también apuran su salida de Chile. Luego del 29 de septiembre, día en que nace Diego, su quinto hijo y último hijo, Zavaleta y su familia se exilian en México, país al que llega con un contrato de seis meses de la CEPAL.
México lo recibe cálidamente, pero el artículo 33 de la Constitución Nacional, que impide a los extranjeros y/o exiliados inmiscuirse en los asuntos políticos del país, hace que su vida se modifique sustantivamente. Si bien retoma su profesión de periodista, llegando a publicar alrededor de cuarenta notas sobre coyuntura política latinoamericana en el diario matutino Excélsior que dirigía Julio Scherer García, y siete artículos dedicados en su mayoría al estudio de las dictaduras del continente en la revista semanal Proceso, proyecto también comandado por Scherer García luego de ser destituido en 1976 por el presidente Luís Echeverría Álvarez (1970-1976) en lo que conoció como “golpe a Excélsior”, y si bien su actividad político-organizativa tampoco cesa, puesto que allí, y por mediación de su amigo y compatriota Horst Grebe, se vincula al PCB para participar de reuniones de una de las células de exiliados, es la labor académica la que, poco a poco, comienza a tomar el centro de la escena. Así, en 1974 es nombrado investigador del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y también, gracias a una invitación de Víctor Flores Olea, entonces director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, se incorpora como profesor del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA), perteneciente a esa institución, fundado en 1960 por Pablo González Casanova, y gran receptor de intelectuales, militantes y políticos latinoamericanos que escapaban del Terror propiciado por Pinochet en Chile.
Su vinculación con el PCB lo acerca al universo del Partido Comunista de México (PCM). En aquel 1974 se une al consejo editorial de la segunda época Historia y Sociedad (1974-1981), revista que dirigen los militantes comunistas Enrique Semo y Roger Bartra. Además de exponer las características del exilio en México y sus intentos por eludir el artículo 33, el subtítulo de la publicación bosqueja toda una línea teórico-política: “Revista latinoamericana de pensamiento marxista”. La expresión geográfico-cultural se deja ver en la conformación de su consejo editorial, que tiene entre sus miembros a los ecuatorianos Agustín Cueva y Bolívar Echeverría, al brasileño Theotonio dos Santos, al haitiano Gerard Pierre-Charles, al uruguayo Carlos Quijano y a los exiliados españoles Adolfo Sánchez Vázquez y Wenceslao Roces, conocido por sus traducciones de las obras de Marx, Lenin, Fernand Braudel tanto como de la Fenomenología del espíritu de Hegel. Esos nombres se mezclan con los de los mexicanos González Casanova, Carlos Monsiváis, Carlos Pereyra y Raquel Tibol, entre otros y otras. En ese mismo año se publica en el número 3 de la revista “Movimiento obrero y ciencia social. La revolución democrática de 1952 en Bolivia y las tendencias sociológicas emergentes”, texto producido y publicado originalmente como documento de trabajo del CELA y presentado tanto en el Seminario sobre Sindicalismo y Desarrollo Económico en la Fundación Bariloche de Argentina como en el XI Congreso Latinoamericano de Sociología en San José de Costa Rica –y en el que la intelectualidad de izquierdas quiso ajustar cuentas con la llamada “teoría de la dependencia”–, ambos eventos organizados en 1974. Al año siguiente, publica en Historia y Sociedad “Clase y conocimiento” y en 1978 “Las formaciones aparentes en Marx”.
En 1976 es nombrado como director de la recién creada sede mexicana de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), entonces presidida por el alemán-mexicano Rodolfo Stavenhagen y con el argentino Arturo O’Connell en el rol de secretario general . En octubre comienza a impartir clases en la primera promoción (1976-1978) de la Maestría en Sociología y Ciencia Política. Tiene a su cargo la materia “Problemas de la teoría del Estado en América Latina” y la Comisión de Trabajos Prácticos de “Aspectos Sociológicos”, que forma parte de “Introducción a la problemática de América Latina II” y que dicta junto al también exiliado Juan Carlos Portantiero, con quien, además, se reparte la enseñanza de “Teoría Sociológica I” y “Teoría Sociológica II”. Durante la segunda promoción de la maestría (1978-1980) enseña junto a la chilena Susana Bruna y al argentino Ernesto López “Teoría sociológica I”, una asignatura enteramente dedicada al estudio de los clásicos del marxismo, desde Marx hasta Lenin, pasando por Lukács y Kautsky. También acompaña a la haitiana Sabine Manigat, al uruguayo Jorge Landinelli y a Ernesto López en el seminario de investigación “Problemas del Estado en diversos países de América Latina”. Como tarea complementaria, entre 1978 y 1981, dirige nueve tesis de maestría.
1976 también es un año de una notable producción teórica: publica “La burguesía incompleta” en Problemas del Desarrollo, “Las luchas antimperialistas en América Latina” en la revista Mexicana de Sociología y “El fascismo y la América Latina” en Nueva Política y prologa el libro Chile: la legalidad vencida, de Susana Bruna. Al año siguiente la revista romana Il Manifesto traduce y publica su artículo “A diez años de la muerte del Che” y González Casanova incluye sus “Consideraciones generales sobre la historia de Bolivia (1932-1971)” en el libro América Latina: historia de medio siglo. Vol. 1- América del sur, publicado por Siglo XXI.
Tras siete años de destierro, en 1978 regresa a Bolivia, donde permanece apenas unos días. Prolonga su producción teórica con la publicación de “Sobre fascismo y dictadura en América Latina” en la revista América Latina, de la editorial Progreso de Moscú, replicada al año siguiente en la revista Mexicana de Sociología bajo el título de “Notas sobre fascismo, dictadura y coyuntura de disolución” y con el artículo “De Banzer a Guevara Arze: La fuerza de la masa”, que aparece en la segunda época de Cuadernos de Marcha, proyecto que Quijano reflota desde su exilio en México. Junto a sus coterráneos Mercedes Urriolagoitia, Carlos Toranzo y Herbert de Souza saca a la luz el Cuaderno de Coyuntura n° 6 “Bolivia: Intervención militar o proceso democrático”, que forma parte del Seminario Permanente sobre Latino América (SEPLA) que dirigen José Luis Ceceña Gámez, Pedro Vuskovic y Theotonio Dos Santos.
A comienzos de 1979, y por invitación del argentino José Nun, entonces exiliado en Canadá, imparte la cátedra rotativa de Ciencia Política de Latin American Residence en la Universidad de Toronto. En 1980 deja la dirección de FLACSO y comienza a desempeñarse como docente en la División de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM y como Profesor Titular del Departamento de Relaciones Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM-UX), colaborando, además, con la fundación del doctorado yen ciencias sociales. En junio de 1980 esa casa de estudios organiza un ciclo de mesas de redondas titulado “En torno a Mariátegui. A 50 años de su muerte”, y en el que Zavaleta participa junto a su coterráneo Mario Miranda Pacheco, al ecuatoriano Agustín Cueva, al guatemalteco José Luis Balcarcel, al peruano Genaro Carnero Checa, a los argentinos Sergio Bagú y José Aricó, a los mexicanos Sergio de la Peña y Francisco Paoli y a los chilenos Hugo Zemelman, Alejandro Witker, Osvaldo Arias Escobedo y Eduardo Ruiz Contardo. En su conferencia Mariátegui es leído como el ideólogo de la cuestión nacional, como aquel que pugnó por reorganizar la unidad nacional en términos materialistas, es decir, marxistas. En noviembre viaja a Lima, Perú, para presentar la ponencia “Bolivia: algunos problemas acerca de la democracia, el movimiento popular y la crisis revolucionaria” en el marco del “Seminario sobre democracia y movimiento popular” que se realiza en la Universidad del Pacífico (UP).
En 1981 organiza desde México la revista Bases. Expresiones del pensamiento marxista boliviano. En la aventura lo acompañan sus compatriotas Silvia Rivera Cusicanqui y Carlos Toranzo Roca. Zavaleta escribe el “Editorial” del primer y único número, y dos artículos, “El largo viaje de Arce a Banzer” y “Cuatro conceptos de la democracia”, el cual ya había sido presentado en febrero de aquel año en el seminario “Los nuevos procesos sociales y la teoría política contemporánea”, organizado por el IIS-UNAM en la ciudad de Oaxaca, México, y en que participaron Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ípola, Rudolf Bahro, Fernando Henrique Cardoso, Manuel Garretón, Ernesto Laclau, Christine Buci-Glucksmann, Giacomo Marramao, Chantal Mouffe, Ludolfo Paramio, Michel Pêcheux, Norbert Lechner, Enzo Faletto, Roger Bartra, Edelberto Torres-Rivas y Adolfo Sánchez Vázquez, entre otros. Ese texto volverá a ver la luz en 1982 cuando la revista marxista Dialéctica que dirigía Gabriel Vargas Lozano en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) lo publique en su número 7.
En septiembre de 1981 escribe con González Casanova “La razón de la soberanía”, una especie de manifiesto para intervenir en el “Primer encuentro de intelectuales Latinoamericanos y Caribeños por la soberanía de los Pueblos de Nuestra América”, organizado por Casa de las Américas, en La Habana, Cuba. En octubre presenta “Notas sobre la cuestión nacional América Latina” en el XIV Congreso ALAS en San Juan, Puerto Rico. El texto tendrá una gran difusión, siendo publicado ese mismo año en la revista mexicana Boletín de Antropología Americana, en 1982 la revista portorriqueña Homines, y en 1983 en los libros Teoría y política en América Latina y La unidad nacional de América Latina. Del regionalismo a la nacionalidad, coordinados por Juan Enrique Vega y Marco Palacios respectivamente, y que reunían las participaciones en el taller “Política y Estado en América Latina”, organizado por el Departamento de Estudios Políticos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de México, y en el seminario “La cuestión regional como cuestión nacional en América Latina”, llevado a cabo en El Colegio de México. Junto a Dos Santos, Carlos Quijano, González Casanova, Scherer García, Jean Casimir, Julio Cortázar, Ariel Dorfman y Gabriel García Márquez, en 1981 participa como jurado del Premio del género narrativa en el Concurso Internacional Proceso-Nueva Imagen sobre “El militarismo en América Latina”, cuyo ganador resultó ser El color que el infierno me escondiera, de Martínez Moreno.
En 1982 aparece “Problemas de la determinación dependiente y la forma primordial”, texto que había sido presentado en 1981 en las reuniones del seminario de FLACSO América Latina, desarrollo y perspectivas democráticas, llevadas adelante en Costa Rica y en México en los meses de mayo y de noviembre. En octubre viaja a Catvat, en la extinta Yugoslavia, donde participa de la mesa redonda “Pensamiento marxista hoy: situaciones, controversias, perspectivas” con la ponencia “Algunos problemas ideológicos actuales del movimiento obrero (Contestación y antropocentrismo en la formación de la ideología socialista)”, y qué será publicada en 1982 en la revista Dialéctica como “El antropocentrismo en la formación de la ideología socialista”.
En la primera mitad de 1983 es invitado a una reunión de militantes del Partido Socialista Unido de México (PSUM), heredero del PCM luego de su autodisolución en 1981, donde lee y discute “Acercamientos a Marx: ni piedra filosofal ni summa feliz”. En el contexto de la llamada “crisis del marxismo”, el texto plantea la provocadora hipótesis de que “el marxismo como tal no ha producido nunca una revolución”, que ello “ha ocurrido, en cambio, cuando el marxismo ha leído en la historia nacional la formación subterránea de la revolución”. En el mes de mayo publica dos artículos en el diario mexicano Uno más uno, y en junio la editorial paceña Juventud saca a la luz Las masas en noviembre, libro compuesto por un ensayo de igual nombre, por “Forma clase y forma multitud en el proletariado minero en Bolivia” y por el ya mencionado “Cuatro conceptos de la democracia”. Asimismo, y como parte de una colección de libros colectivos que dirige González Casanova para la editorial Siglo XXI, en diciembre aparece Bolivia, hoy. La compilación está a cargo de Zavaleta, quien además de incorporar los dos primeros textos de Las masas en noviembre, introduce trabajos de Rivera Cusicanqui, Grebe López, Luis Antezana y el trotskista Guillermo Lora.
En “Las masas en noviembre”, uno de sus ensayos más notables, analiza los hechos previos y posteriores al golpe de Estado del Coronel Alberto Natusch de noviembre de 1979. La ilusión de que noviembre había cristalizado en una formación subjetiva democrática que se venía preparando desde el fondo de la historia del país, y que iría a terminar en un proceso de autodeterminación de las masas, lo lleva a imaginar un retorno definitivo a Bolivia. Pero la feroz dictadura de Luis García Meza Tejada, en julio de 1980, hace añicos la esperanza. Días después del golpe es asesinado Quiroga Santa Cruz, fundador y líder del Partido Socialista (PS), principal responsable de la nacionalización de la petrolera Gulf Oil Company en 1969 cuando ocupaba el cargo principal en el ministerio de Minas y Petróleo y ganador del premio William Faulkner a la mejor novela hispanoamericana por su libro Los deshabitados (1962), y, al comenzar el siguiente año, también resultan asesinados ocho dirigentes del MIR en lo que se conoció como la “Masacre de la calle Harrington”, en el barrio de Sopocachi, La Paz.
En 1984 hace sus últimas colaboraciones periodísticas para el semanario paceño Aquí y aparece “La reforma del Estado en la Bolivia postdictatorial” en Cuadernos de Marcha y “Problemas de la cultura, la clase obrera y los intelectuales” en Cultura y creación intelectual en América Latina, otro de los tantos libros que González Casanova coordinó para Siglo XXI en esos años. También de 1984 es Ensayos. Economía, Política e Historia, la revista que funda junto a Bolívar Echeverría y los mexicanos de la Peña, Elsa Gracida y Pedro López Díaz en el marco de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM. En su primer número se publica “El Estado en América Latina” y en el número 4, como texto póstumo y a modo de homenaje, “Sociedad y conocimiento”.
Terminada la dictadura de García Meza, y seducido por la recuperación democrática que en 1982 había consagrado a Siles Zuazo (1982-1985) como presidente de la entonces República de Bolivia, gobierno para el que escribe, en febrero de 1984, el documento “El problema de la participación con relación al Plan de rehabilitación y desarrollo”, Zavaleta regresa a su país en mayo de ese año con la intención de radicarse definitivamente. Sin embargo, una enfermedad que se había empezado a manifestar algunos meses antes, le vuelve a impedir una vida en Bolivia. En junio su esposa decide llevarlo a México para continuar el tratamiento. Pero ya nada se podía hacer. Y así, el domingo 23 de diciembre de 1984, como alguna vez escribió su amigo Galeano, esa inteligencia deslumbrante que llevó el nombre de René Zavaleta fue fulminada por un cáncer al cerebro. Días después, y gracias las gestiones de Siles Zuazo, sus restos fueron trasladados a La Paz para ser enterrados en el cementerio Jardín.
En 1983 había retomado una investigación que FLACSO anunció en su informe académico para el período 1981-1983. Se titulaba “Elementos para una historia de lo nacional-popular en Bolivia” y había tenido una primera materialización en la ponencia de igual título que presentó en junio de 1980 en el seminario “Estructuras de poder en el Tercer Mundo”, organizado por el Instituto Gramsci de Firenze, Italia, y cuya versión impresa circuló en 1982 como documento de trabajo interno de FLACSO en la serie “Estado, democracia y movimientos sociales en América Latina”. Así comenzaba la escritura de lo que había proyectado como una tesis doctoral para ser presentada en la Universidad París 8 bajo el título de “Elementos para una historia de lo nacional-popular en Bolivia: 1979-1980”. Pero solo llegó a escribir la introducción y los primeros tres capítulos. Inconclusa y póstuma, fue publicada en 1986 por Siglo XXI México. Su vida se había apagado, no así su obra, que, monumental y profunda, aún hoy sigue brillando.
Obra
Bibliográfica
- “Prólogo”. En Augusto Céspedes, Metal del diablo. Buenos Aires: Editorial Palestra, 1960.
- Estado nacional o pueblo de pastores (el imperialismo y el desarrollo fisiocrático). La Paz: Impresor E. Burillo, 1963.
- La revolución boliviana y la cuestión del poder. La Paz: Dirección Nacional de Informaciones, 1964.
- Bolivia. El desarrollo de la conciencia nacional. Montevideo: Diálogo, 1967.
- “Recordación y apología de Sergio Almaraz (prólogo)”. En Sergio Almaraz, Bolivia: Réquiem para una república. Montevideo: Biblioteca de Marcha, 1970.
- El poder dual en América Latina. Estudios de los casos de Bolivia y Chile. México: Siglo XXI, 1974.
- “Prólogo”. En Susana Bruna, Chile: la legalidad vencida. México: Ediciones ERA, 1976.
- “Consideraciones generales sobre la historia de Bolivia”. En Pablo González Casanova (Coord.), América Latina: historia de medio siglo. México: Siglo XXI, 1977.
- “Bolivia: algunos problemas acerca de la democracia, el movimiento popular y la crisis revolucionaria”. En Henry Peace García et al., América Latina 80: Democracia y movimiento popular. Lima: CEDEP, 1981.
- “Problemas de la determinación dependiente y la forma primordial”. En Susana Bruna et al, América Latina, desarrollo y perspectivas democráticas. San José: FLACSO, 1982.
- Las masas en noviembre. La Paz: Juventud, 1983.
- Bolivia, hoy (coord..). México: Siglo XXI, 1983.
- “Problemas de la cultura, la clase obrera y los intelectuales”. En Pablo González Casanova (coord..), Cultura y creación intelectual en América Latina. México: Siglo XXI, 1984.
- Lo nacional-Popular en Bolivia. México: Siglo XXI, 1986.
- La caída del MNR y la conjuración de noviembre (Historia del golpe militar del 4 de noviembre de 1964 en Bolivia). La Paz: Los Amigos del Libro, 1995.
Hemerográfica
- “Testimonio. Insurgencia y derrocamiento de la Revolución Boliviana”. Casa de las Américas 7 (La Habana, septiembre-octubre, 1967).
- “Consideraciones militares sobre el gas boliviana”. Temas sociales 2 (La Paz, febrero, 1969).
- “El Che en el Churo”. Marcha (Montevideo, octubre, 1969).
- “Por qué cayó Bolivia en manos del fascismo”. Punto Final 144 (Santiago de Chile, diciembre, 1971).
- “Movimiento obrero y ciencia social. La revolución democrática de 1952 y en Bolivia y las tendencias sociológicas emergentes”. Historia y Sociedad. Revista latinoamericana de pensamiento marxista 3 (México, otoño, 1974).
- “Clase y conocimiento”. Historia y Sociedad. Revista latinoamericana de pensamiento marxista 7 (México, 1975).
- “Las luchas antiimperialistas en América Latina”. Revista Mexicana de Sociología 38 (México, 1976).
- “El fascismo y la América Latina”. Nueva Política 1 (México, enero-marzo, 1976).
- “La burguesía incompleta”. Problemas del desarrollo 24 (México, noviembre-enero, 1976).
- “Las formaciones aparentes en Marx”. Historia y Sociedad. Revista latinoamericana de pensamiento marxista 18 (México, verano, 1978).
- “Notas sobre fascismo, dictadura y coyuntura de disolución”. América Latina 18 (Moscú, 1978).
- “De Banzer a Guevara Arze: la fuerza de la masa”. Cuadernos de Marcha 3 (México, septiembre-octubre, 1979).
- “Cuatro conceptos de la democracia”. Bases. Expresiones del pensamiento marxista en Bolivia 1 (México, 1981).
- “Notas sobre la cuestión nacional en América Latina”. Boletín de Antropología Americana 4 (México, diciembre, 1981).
- “El Estado en América Latina”. Ensayos 1 (México, enero-marzo, 1984).
Cómo citar esta entrada: Giller, Diego (2022), “Zavaleta Mercado, René”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.