DUZÁN, Sylvia Margarita (Bogotá, Colombia 23/01/1960 – Cimitarra, Santander, Colombia 26/02/1990).
Periodista de orientación contracultural. Pionera en la investigación sobre “tribus urbanas” y sicariato. Asesinada a sus 30 años por el paramilitarismo.
Creció en una familia compuesta por Julia Sáenz y Lucio Duzán, quienes habitaban una casa en el barrio Chicó y tuvieron tres hijos: María Jimena, Sylvia y Juan Manuel.
Sylvia estudió nueve semestres de economía en la Universidad de Los Andes y fue en ese momento cuando entró en contacto con el pensamiento de izquierda, en particular las teorías marxistas que eran las que predominaban entonces en esa facultad de economía. Junto con su hermana creó el periódico El Escalón, según María Jimena, el primero de la Universidad de Los Andes. También entabló contactos con grupos de izquierda, y desde entonces fue amiga de académicos de otras universidades, con quienes también se reunió a lo largo de su vida para estudiar diferentes temas de la realidad nacional. Sin embargo, su interés por los temas sociales nació cuando una amiga del colegio la invitó a jornadas de alfabetización en un barrio marginal de Bogotá.
Pudo más su vena de periodista y narradora aguda y abandonó la carrera a punto de terminarla, pues en mayo de 1982 decidió trabajar en la recién fundada revista Semana. Allí consolidó sus conocimientos de periodismo, materia con la que estaba familiarizada por ser hija del periodista Lucio Duzán, durante muchos años columnista del diario El Espectador, y quien llevaba a Sylvia y a su hermana María Jimena a las instalaciones del periódico.
En Semana trabajó en diversos frentes (desde temas de política y nación hasta noticias de la vida cotidiana que aparecían en la sección “Vida Moderna”) y se enfocó más que todo en la investigación, lo que la llevó a escribir en los años 80 crónicas y reportajes. Sus escritos aparecieron en Semana, el semanario Zona y El Espectador.
Aunque tenía muchos amigos en la izquierda y se casó con Salomón Kalmanovitz (12/11/1943), economista y académico que estuvo muy vinculado con movimientos y estudiantiles de las vanguardias de América Latina y Estados Unidos, Sylvia estaba lejos de encajar en el arquetipo del izquierdista promedio. Se sentía mucho mejor representada por los Doors que por Inti Illimani, algo que en los años 70 y 80 era visto como sospechoso por la ortodoxia de la izquierda.
Sylvia nunca adoptó el lenguaje dialéctico y radical de la izquierda, a pesar de su paso fugaz como militante en el movimiento guerrillero M-19. Le aburrían las discusiones teóricas sobre marxismo, pero la atraía esa vida del militante en riesgo. Le gustaba esa condición provocadora, y de esa experiencia y ese gusto derivó el periodismo transgresor que hizo en sus últimos años entre putas, ladronzuelos y sicarios.
Cultivó conscientemente una especie de compromiso con los marginales. Ese fue su verdadero credo político. Hizo reportajes de profundidad con atracadores de su barrio (La Macarena), sicarios de Medellín y también se metió de lleno en el fenómeno de las pandillas juveniles que tuvieron su auge en diversos centros comerciales de Bogotá. En una década en la que el narcotráfico y sus secuelas de violencia se multiplicaron por mil, Sylvia quería entender, más allá de los clichés y los paradigmas, cuál era el oscuro origen de todas estas manifestaciones de maldad y violencia.
Sylvia tenía como metodología en sus investigaciones ganar la confianza volviéndose cómplice literal de sus entrevistados: si hacía un texto sobre los jaladores de carros, con ellos se iba a su guarida a meter bazuco. En ese sentido, Sylvia fue una pionera de lo que hoy se conoce como “lo urbano”, ya que este tipo de historias todavía eran casi inexistentes en el periodismo de entonces, mientras las ciencias sociales se interesaban más que todo en las clases trabajadoras organizadas de las ciudades y el campo.
En 1989 el Canal 4 de Londres la contactó para que realizara un documental sobre la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC), una iniciativa surgida en 1987 que no dependía de ningún partido político, de ninguno de los grupos armados legales o ilegales y que estaba en contra de cualquier tipo de manifestación violenta. A pesar de que los señalaban como aliados de la guerrilla, los integrantes de la ATCC ratificaron su vocación de paz y eso fue lo que llamó la atención del Canal 4.
Antes de ese viaje a Cimitarra Sylvia había ido a Yondó, Antioquia, en el Magdalena Medio, a hacer un reportaje sobre el paramilitarismo. En ese viaje vio de frente la maldad. Entrevistó a alias “El Mojao” y le aterró la mirada de ese hombre. Estaba aterrada con el viaje a Cimitarra después de este reportaje porque ella ya decía que “los paramilitares no tenían alma”. A pesar de que le gustaba sentirse en la boca del lobo, a Cimitarra fue con un miedo atroz que por primera vez la dominó.
De todas maneras, se metió de lleno en ese escenario y buscó conocer a fondo el trabajo y el pensamiento de Josué Vargas, presidente de la ATCC, Miguel Ángel Barajas, vicepresidente, y Saúl Castañeda, otro de los integrantes de la asociación, con quienes se reunió en varias oportunidades.
El 26 de febrero de 1990 Sylvia viajó por tierra a Cimitarra puesto que había perdido el avión. Ese día tenía la última cita con los líderes del movimiento. Josué Vargas y Saúl Castañeda la recibieron en la terminal de transporte del pueblo y la llevaron al bar restaurante La Tata, donde dos hombres entraron y acribillaron a Sylvia y a sus tres compañeros de mesa. Josué Vargas, Saúl Castañeda y Miguel Ángel Barajas murieron inmediatamente. Sylvia murió pocos minutos después en un centro médico. Los asesinos se fueron tranquilamente del lugar, pasaron por el frente del batallón Rafael Reyes y se perdieron en la oscuridad sin que nadie los molestara.
En la funeraria, cuando velaban a Sylvia, alguien llevó el último ejemplar impreso de la revista Semana, en el que Laura Restrepo (1/01/1950) escribió un reportaje sobre el sicariato de jóvenes en Medellín, basándose en la información recopilada por Sylvia en entrevistas hechas en las comunas de Medellín. Resultaba conmovedora la circunstancia de que Sylvia describiera el alma de los niños asesinos y que ella estuviera muerta. 27 años después, este crimen sigue impune.
Poco antes de morir, Sylvia trabajó como asistente de producción de la película “La estrategia del Caracol” dirigida por Sergio Cabrera y que cuenta con la actuación de su padre, Fausto Cabrera (Las Palmas de Gran Canaria, España, 4/10/1924 – Bogotá, Colombia, 10/10/2016). El 1993 la película vio la luz con una conmovedora dedicatoria a ella:
A Sylvia Duzán.
Nuestra amiga y colaboradora,
Quien nunca podrá ver esta película
‘Valoraba la amistad como la máxima virtud y su lealtad a veces parecía sobrehumana…’
‘…y ese 26 de febrero en Cimitarra,
No pudo desgajar sus carcajadas desarmadoras,
Ni volver a casa’
En el 2020, la Fiscalía General de la Nación declaró el homicidio como un crimen de lesa humanidad, al ser un ataque sistematizado por parte de grupos paramilitares. Sin embargo, la investigación no ha avanzado más allá de esto.
Obra
Las crónicas y artículos producidos por Sylvia Duzán están básicamente consignados en las publicaciones:
- Semana, Bogotá. Revista
- Zona, Bogotá. Semanario
- El Espectador, Bogotá. Diario
Cómo citar esta entrada: Arias, Eduardo, Arias, Rosario (2021), “Duzán, Sylvia”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org