ZAPATA OLIVELLA, Delia (Apodo: Yeya) (Lorica, Bolívar [hoy Córdoba], Colombia 01/04/1926 – Bogotá D.C., Colombia 24/05/2001).
Artista, escultura, bailarina, coreógrafa, folclorista. Difusora, investigadora e intérprete de tradiciones africanas, indígenas y españolas del mestizaje colombiano, especialmente la danza folclórica. Defensor de las culturas populares. Fue fundadora y líder del Conjunto de Danzas Folclóricas Delia Zapata Olivella y de la Fundación Instituto Folclórico Colombiano Delia Zapata Olivella. Militó en las Juventudes Comunistas de Colombia (JUCO).
Hija menor de Antonio María Zapata y Edelmira Olivella de Zapata, nació en 1926. Sus hermanos Neftalí, Antonio María, Virgilio, Edelma, Manuel y Juan Zapata Olivella, oriundos del municipio de Lorica, Córdoba, se han destacado en la costa colombiana en diversos ámbitos de la cultura regional y nacional.
Antonio María Zapata, autodidacta con reputación de librepensador y ateo fundó la escuela La Fraternidad donde fue educador y formó a varias generaciones de personajes destacados. Así mismo fundó la Imprenta Zapata con la publicación de la revista Rojas Garrido generando polémicas, lo que ocasionó que la imprenta fuese incendiada en varias ocasiones por sus inclinaciones políticas liberales. La familia se trasladó a Cartagena cuando Delia contaba con 2 años de edad después de la tercera vez que la imprenta de “El Viejo Zapata” fue incendiada. En aquel tiempo Delia era llamada la “Niña Jueves Santo” ―nació el 1 de abril, un jueves santo.
Desde temprana edad tuvo inclinación por las artes tradicionales, haciéndose popular en Cartagena donde alternaba con músicos y bailarines venidos de distintas regiones costeras, mostrando desde estos tiempos un gran sentido de pertenencia con las costumbres locales. Delia fue atraída por las manifestaciones musicales y dancísticas que pululaban en la Cartagena de su infancia, rituales prohibidos que sobrevivían gracias a los Carnavales.
Los estudios de primaria los cursó en la Escuela de la Fraternidad en Cartagena, dirigida por “El Viejo Zapata”. Luego entró a la Escuela Normal Superior de Santa Marta, departamento del Magdalena, tal como era costumbre desafortunada para las mujeres de la época que solo podían ser maestras, secretarias, enfermeras o amas de casa. Sin embargo, su espíritu rebelde la impulsó a seguir estudiando. A raíz de esto, su padre luchó hasta lograr que el Ministerio de Educación emitiera una resolución para que las mujeres pudiesen continuar, convirtiéndose en una de las tres primeras mujeres que estudiaron el Bachillerato en la Universidad de Cartagena, pues
La rebeldía, la temprana conciencia de pertenecer a las llamadas ‘razas infames’, [en la familia Zapata] desde niños les fueron infundiendo la duda y la sospecha de que por su historia y su etnia –indígena y africana- estaban llamados a conocerse mejor a sí mismos.
(Zapata Olivella, prólogo de Tambores…, inédito).
Terminado el bachillerato quiso estudiar medicina, para lo cual emprendió una aventura por el río Magdalena hacia la capital con su hermano Manuel Zapata Olivella, quien estudiaba medicina en la Universidad Nacional de Colombia. Allí Manuel la matriculó en la Facultad de Bellas Artes con el pretexto de que ya había muchos médicos en la familia (Juan estaba estudiando medicina en México). Mientras estudiaba la carrera de Escultura inició su militancia en las Juventudes Comunistas de Colombia (JUCO) y organizó con su hermano Manuel el viaje de distintos intérpretes musicales costeños a la capital para unos eventos llamados “Las Empanadas Bailables”. Estos eventos despertaron la admiración de los habitantes de las frías montañas de los Andes, poco acostumbrados a ver estas expresiones culturales.
Después de obtener el titulo de Maestra en Bellas Artes, regresó a Cartagena por la enfermedad de su madre, quien falleció en 1952. En ese tiempo se casó, nació su hija Edelmira (11/04/1953) en la ciudad de Cartagena, y se separó. Como afirma Manuel Zapata, Edelmira era una escultura viva moldeada a partir de su madre a partir del trabajo que juntas hicieron de la mano, pollera con pollera, frente a las tradiciones populares colombianas (Zapata Olivella, 1998, p. 12). Acontecimiento fundamental para esta historia, dado el apoyo y aportes de Edelmira a Delia en materia de pedagogía, estética, creación coreográfica, investigación, práctica, gestión, vestuario y otras labores relacionadas, y quien hoy por hoy continúa con este legado. “Yeya”, así le decía su hija Edelmira al no poder pronunciar el nombre Delia cuando niña, y así la llamaron amigos y conocidos durante toda su vida.
Por las adherencias espirituales a la tradición de su pueblo, Delia se introdujo con mayor ahínco en la disciplina de la danza vernácula al lado de su hermano Manuel. En procura de fuentes originales de información y con sus propios recursos, ellos se internaron, junto con Edelmira, por selvas, rancherías y rutas fluviales, y así pues, emprendieron la labor de investigación de la tradición del pueblo colombiano expresada en: danza, música, teatro, mitos, ritos, conducta social, refranes, décimas, gastronomía, medicina empírica, entre otras. Las investigaciones y las condiciones de vida que presenció Delia le permitieron crear un vínculo natural con las gentes de su pueblo en búsqueda de una fisonomía ancestral de las comunidades indias y negras (emancipación comunitaria). Su trabajo se dio en pugna constante con las limitaciones del medio y la falta de una conciencia nacional sobre el valor de nuestra tradición.
La pasión por las formas nativas, la vocación de bailarina y sus dotes naturales, la inclinaron hacia la danza, creando formas coreográficas y musicales para mostrar el espíritu del ser colombiano. En estos primeros viajes a diversos territorios apartados y olvidados de Colombia entre 1948-1952, reunieron nativos de éstos pueblos y documentación suficiente para conformar el Conjunto de Danzas Folclóricas Delia Zapata Olivella con el cual empezaron a recorrer el país y posteriormente el mundo. El Conjunto hizo su debut en el Teatro Colón de Bogotá en 1954, un hecho notorio puesto que para la época era impensable que un grupo conformado por nativos de las regiones hiciera una presentación de lo popular en un escenario cuya oferta estaba dominada por ballets y óperas de corte europeo.
En su primer viaje al exterior con su hermano Manuel, el 17 de julio de 1957 el “Conjunto de Danzas Folclóricas Delia Zapata Olivella”, conformado por 18 campesinos, pescadores, sencillos labriegos, viajó en el primer vuelo de la aerolínea colombiana Avianca a París con pasajes fiados. Así emprendieron un viaje que era también el de su patria. Por la escasez de recursos en su estancia en París, vivieron los tres primeros meses entre hambres y penurias. Los contactos de Manuel con el Bloque Socialista los llevó a presentarse frente a los soviéticos, quienes los llevaron como invitados al Festival Mundial de la Paz en Moscú, donde recibieron acogida calurosa y los llevaron a viajar por distintas ciudades de la URSS. Durante este evento, fueron observados por delegaciones chinas, que encantadas con el trabajo los invitaron al Festival Mundial de la Juventud en Pekín, e igualmente hicieron un recorrido por distintas ciudades de la República Popular de China. Al regreso de esta aventura asiática, fueron muy bien recibidos en Europa, presentándose en escenarios abiertos, grandes teatros, fábricas, coliseos populares, escuelas y estadios de Checoslovaquia, Alemania Occidental y Oriental, Francia y España, siendo calificados por la prensa como “auténticos mensajeros de una cultura de un continente para nosotros desconocidos”. En España ganaron el premio del Primer Festival Hispanoamericano del Folclor y, no contando aún con recursos para regresar, lograron ser deportados en un barco de nuevo a su país. A su regreso, a finales de 1959, este grupo viajó a Venezuela, presentándose en Caracas, Maracaibo, San Cristóbal, Valencia, entre otras.
Entre los miembros de ese primer grupo de talentosos intérpretes del folclor colombiano en danza, canto y música, se pueden mencionar a Madolia de Diego, Leonor González Mina, Julio Rentería, Lorenzo Miranda, Erasmo Arrieta, [Roque Arrieta], Clara Vargas, Teresa Díaz, Toño Fernández, José Lara, Juan Lara y otros “cuyos nombres aún resuenan en la memoria de los colombianos como los mejores difusores […] que haya tenido el país de sus tradiciones africanas, indígenas y españolas de nuestro mestizaje” (Zapata Olivella, 1998, p. 12).
En 1963, por invitación especial del Instituto Popular de Cultura en Cali, Valle del Cauca, Delia fue nombrada Coreógrafa Titular y Directora del Cuerpo de Danzas, gracias a lo cual logró hacer investigaciones en el litoral pacífico colombiano. Mientras vivía en Cali, el Gobierno de los Estados Unidos se interesó por su trabajo y su vivienda fue allanada en distintas ocasiones; su nombre estaba en la lista negra por los nexos comunistas, los vínculos populares y sus viajes a los países de la Cortina de Hierro.
Sin embargo, la importancia y relevancia de su trabajo condujo a que el gobierno de los EUA le concediera por 2 años una Beca de Intercambio Cultural Internacional que le permitió hacer un recorrido por diversas ciudades visitando escuelas de danza y especializarse en “Danzas Negras” con Katherine Dunham en 1965. A lo largo del viaje dictó cursos de danzas colombianas en el Departamento de Música de la OEA. En Nueva York organizó un grupo con colombianos residentes, desfilando por la 5ta avenida el día de la raza, por lo que la colonia hispanoamericana de esta ciudad le otorgó el “Premio al Mérito” y una “Placa de Bronce”.
Durante este viaje se dio la etapa de reflexión más importante para Delia, pues se cuestionó acerca de las necesidades de su país, sobre todo en materia de educación y de las limitaciones a las que conducen las afiliaciones políticas, tomando la determinación de continuar libre en su búsqueda. Al regresar a Colombia inició la sistematización de una metodología que le permitió formar maestros con el fin de transmitir y perpetuar la tradición ancestral. Fue llamada por la Universidad Nacional de Colombia como docente en 1967 y organizó grupos de danzas con estudiantes de distintas carreras con los que realizó viajes internacionales y ganó premios.
En el año 1974 volvió a organizar su propio grupo y en 1976 creó la Fundación Instituto Folclórico Colombiano Delia Zapata Olivella con el fin de divulgar, investigar y preparar maestros en danzas, así como realizar montajes e investigaciones que mantuvieran viva y difundieran la tradición del pueblo colombiano. Para ese año consiguió una casa en el centro histórico de Bogotá como sede de su trabajo y el de la Fundación, donde hoy continúa desarrollándose esa labor bajo la dirección de su hija, Edelmira. En 1983 se le concedió por primera vez en el país el aval para iniciar la Licenciatura en Danzas y Teatro Tradicional, programa que por más de 20 años, junto a su compañera de luchas Rosario Montaña Cuéllar, le permitió dar seguimiento a la labor pedagógica con la metodología que creó para la enseñanza de las danzas colombianas.
En los años subsiguientes, Delia siguió trabajando con gentes, organizaciones, y entidades de toda índole en torno a las tradiciones populares, formando maestros y realizando puestas en escena para mantener vivas las expresiones populares. Con sus grupos siguió recorriendo el país y el mundo, recibiendo los más altos galardones de la crítica vista, hablada y escrita. Este trabajo duró el resto de su vida. Se esmeró por dejar un legado histórico para el pueblo colombiano, convirtiéndose en una metáfora de la historia folclórica del país. En su trabajo, así como en el de Manuel, se puede apreciar claramente que ellos no comprendían las tradiciones como una reliquia intocable del pasado sino como una fuerza viva, actuante y vitalizadora que debe continuar alimentándose de las vivencias del pueblo colombiano, expresándose con voz propia, estructurando un futuro, un territorio y unas costumbres a partir de referentes propios y no impuestos nuevamente por alguna fuerza colonizadora.
En el año 2001, viajó con su hija Edelmira al continente africano, donde realizaron intercambios de danza con la Escuela E.D.E.C. en Abidjan, Costa de Marfil. A su regreso a Colombia, falleció víctima de una malaria contraída allí, el 24 de mayo de 2001. A lo largo de su vida,
Su búsqueda fue más allá del simple ejercicio de la pedagogía, ya que en sus sueños nos veía como una unidad que, aún con ciertas dificultades, nos hace sentir verdaderamente colombianos, con una identidad común más allá de las diferencias culturales existentes en el país.
(Massa, 2003, p. 13)
En suma, la novedad de Delia recae en que: primero, realizó su labor como mujer, negra y de provincia, hija de un liberal ateo (es decir, no nacida en la capital) en un contexto de una Colombia conservadora con pocas revoluciones laicas y liberales, atrasada en el reconocimiento del papel de la mujer, de los pueblos campesinos, negros e indígenas, y donde la predominante visión de una capital blanca y católica como Bogotá no había comprendido el papel de las regiones en la identidad nacional. Segundo, se desenvolvió en un contexto en el que primaba una visión peyorativa hacia los pueblos americanos y africanos, en la que se consideraba que no tenían historia ni desarrollos económicos, sociales, políticos y culturales previos a la conquista, por lo cual no podían tener aportes significativos a la construcción de país. Tercero, desarrolló un método que fue más allá del trabajo de archivo, de la documentación de sus visitas de campo o del turismo etnológico. Pues sumado a la investigación biográfica, teórica, histórica, literaria y documental, realizó incontables viajes donde vivió con las comunidades, no sólo para aprender sus danzas sino para entender cómo las danzas eran expresión del espíritu, del sentir y las costumbres populares. Más aún, su trabajo no se enfocó únicamente en las danzas sino en lo que ella llamaría la estampa tradicional: la amalgama de danza, música, mito, rito, historia, teatro, gestualidad, costumbres, vestuario (una de las vestuaristas más importantes de la historia) y la recuperación y mantenimiento de accesorios (trabajo de cerámica, artesanías, orfebrería, etc.).
Con todo ello, Delia ha logrado desmentir la creencia de que las expresiones populares son simples hechos aleatorios o primitivos de un grupo de personas con pocos conocimientos y bagaje. Son hechos de la mayor complejidad donde es posible distinguir el sello y la expresión de un pueblo pujante y vigoroso con un pasado rico en vivencias que determinan la construcción de un futuro mejor. En varios casos, convenció a comunidades cerradas a la interacción con el mundo del hombre blanco y capitalino para unirse en un propósito de interés común: el de rescatar, salvaguardar, difundir y vivir las expresiones tradicionales populares para así reconocer de una vez por todas su aporte en lo social, político, económico, cultural y espiritual. En síntesis:
Su novedad fue identificarse con la totalidad de la tradición indígena, africana y europea, como legado común donde no cabe la separación o supervaloración de los aportes de un ancestro sobre otro. El gran mestizaje de las sangres y las culturas.
(Zapata Olivella, 1998, p. 7).
Precursora en el trabajo de investigación, rescate, preservación, trasmisión y vivencia de las tradiciones populares colombianas expresadas en danzas, música, ritos, mitos, leyendas, décimas, entre otras que estaban pasando al olvido. Artista escultura, bailarina, coreógrafa, folclorista. En alguna ocasión un periodista le pregunto el porqué del abandono de la escultura, a lo que ella respondió: “No abandoné la escultura, ahora hago Esculturas Vivas”.
Obra
- “El mestizaje: características del folclor colombiano”, Bolívar n° 56, agosto de 1957, pp. 153-159.
- “La cumbia: Síntesis musical de la nación colombiana”, Revista de folklore Vol. 3, n° 7, 1962, pp. 188-204.
- “Danza y Folklor”, Páginas de Cultura, 1964.
- “Lo folklórico y lo popular”, Páginas de Cultura, 1964.
- “Las danzas negras en Colombia”, Páginas de Cultura, 1965.
- “Las razas que dan origen al folklore colombiano”, Páginas de Cultura, 1965.
- “An introduction to the Folk Dances of Colombia”, Ethnomusicology n° 11, 1967.
- “Ballet o danzas modernas”, Páginas de Cultura, 1967.
- “La contradanza”, Colombia Ilustrada, Vol. 1, n° 1, octubre-diciembre de 1969, pp. 25-36.
- “Bullerengue”, Colombia Ilustrada, enero-junio de 1970, 1970, pp. 24-31.
- “La chica maya”, Colombia Ilustrada Vol. 2, mayo-agosto de 1971, pp. 23-27.
- Cabildo en carnaval: tradición, Cartagena, 1995.
- (con Edelmira Massa Zapata), Manual de Danzas de la Costa Pacífica de Colombia, Bogotá, Colegio Máximo de las Academias Colombias, Patronato Colombiano de Artes y Ciencias, Fundación Joaquín Piñeros Corpas, Junta Nacional del Folclor, 1998.
- (con Edelmira Massa Zapata e Ihan Betancourt Massa), Manual de Danzas Folclóricas de la Costa Atlántica de Colombia, Bogotá, Patronato Colombiano de Artes y Ciencias, Fundación Joaquín Piñeros Corpas, Junta Nacional del Folclor, 2003
- Artículos escritos semanales en el periódico del Instituto Popular de Cultura de Cali, 1963-1964.
Cómo citar esta entrada: Massa, Edelmira ; Guerra Felipe (2020), “Zapata Olivella, Delia”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org