ZALAMEA BORDA, Jorge (Bogotá, Colombia, 03/08/1905 – Bogotá, Colombia, 10/05/1969).
Ensayista, periodista, poeta, narrador, dramaturgo, traductor, orador y político. Intelectual y luchador social vinculado a los grupos socialistas de Colombia que cuestionaban la tradición elitista y conservadora del país. Se definió a sí mismo como un liberal, pero fue un liberal de izquierda cercano a Alfonso López Pumarejo y a sus ideas de justicia social, cuya gestión como presidente admiró y defendió. Fue cercano a Moscú y a los países socialistas del Este, con simpatías con la Revolución cubana.
Sus padres eran Benito Zalamea López y Margarita Borda Monroy. Los hermanos fueron María Eugenia, Alberto y Juan. Cuando Zalamea nació, la familia vivía en una casa ubicada al costado norte de la Plaza de Bolívar, centro de la ciudad. Su padre fue contabilista y experto en asuntos comerciales y de él heredó su vocación literaria.
Zalamea estudió en la Escuela de Agronomía, en la Escuela Militar y en la escuela Ricaurte. En esta última institución compartió y estuvo en permanente contacto con quien será amigo de toda su vida, Alberto Lleras Camargo (1906-1990, dos veces presidente). Entre 1918 y 1919, ambos se inician como escritores desde esta institución, con los periódicos juveniles Horizontes, El Escolar y Excelsior. Cuando Zalamea era apenas un adolescente visitaba con su padre los cafés de la capital, donde las tertulias literarias fueron el medio para incursionar en la vida cultural del país. Desde 1923 frecuentaba las tertulias de los cafés —con personalidades de la talla de León de Greiff, en las que demostraba una gran seguridad y capacidad intelectual. En 1919, a los 14 años de edad, publicó, en El Espectador, un texto sobre el poeta colombiano Guillermo Valencia intitulado “Valencia juzgado por un niño” y, en 1921, con solo 16 años, empezó a colaborar en la revista de Germán Arciniegas, Universidad. Durante este periodo Zalamea hizo crítica teatral y escribió sus primeras obras teatrales.
En 1925 hizo parte de la junta directiva de la revista Los Nuevos junto a León de Greiff, Luis Tejada, Germán Arciniegas, Rafael Maya, Hernando Téllez y el poeta comunista Luis Vidales. Esa revista, que tenía la intención de renovar la cultura colombiana, alcanzó seis números entre junio y septiembre de ese año. Era el órgano de expresión de unos jóvenes inconformes con lo establecido que buscaban la renovación política y la reforma a la educación pública, la cual había estado regida por los principios del conservatismo. En este periodo (1926-1930) seguía imperando la hegemonía conservadora que gobernaba al país desde 1886; en varias oportunidades, Zalamea acusaría a los gobernantes conservadores del fracaso cultural del país. Aunque ese grupo era heterogéneo y contaba con personalidades de diversas corrientes políticas, puede considerarse uno de los observatorios tempranos de las ideas socialistas en la historia de Colombia. Ellos contribuyeron a la recepción de la Revolución Rusa en el país, combatiendo la condena y satanización a esta por parte de sectores convencionales y tradicionales que asumían que el socialismo era de origen diabólico. Además, este grupo tenía la intención de renovar la cultura colombiana y asimilar el universalismo cultural y político.
Zalamea, desde joven, combatió el parroquialismo, y el provincianismo de la cultura colombiana; justamente una de las definiciones más comunes de la crítica, es considerarlo un escritor cosmopolita. En muchas oportunidades viajó por el mundo, recogiendo experiencias culturales que se vieron expresadas en su producción intelectual. Su primer viaje se dio en agosto 1925, su destino inicial era México y lo hizo como representante de una compañía de teatro. En México tuvo contacto personal con Diego Rivera, de quien dejó un escrito intitulado “Diego Rivera, pintor comunista”, publicado por la revista Cromos el 17 de julio de 1926. Zalamea acostumbraba enviar sus escritos a Colombia desde el lugar donde estuviera, para dejar testimonio de su experiencia intelectual y para llevar a cabo una especie de tarea pedagógica hacia sus connacionales. En este caso, relató el diálogo sostenido con Rivera acerca de la necesidad que veía el pintor de vincular el arte al medio social en el que se vive, y en su caso, de hacer arte nacional mexicano. Esta será una idea que desarrollará Zalamea en muchos de sus escritos.
Luego de establecer relaciones con los intelectuales más importantes de México, muchos cercanos a la Universidad Nacional, entró en contacto con Ernesto Wilches, director de una compañía española de teatro, y viajó a España como asistente de la compañía. Zalamea era un experto en teatro y sus primeras incursiones con la escritura pública se habían dado con obras teatrales. Al parecer su relación con Wilches fue muy corta: la compañía regresó a México y Zalamea se quedó un tiempo más en el país ibérico. En el mes de abril de 1927 regresaría a su país pasando por Costa Rica.
Su estadía en Colombia no va a durar más de un año, pues al poco tiempo partió nuevamente para España y en 1928 inició su trabajo como consejero comercial de su país natal allá. Para ese entonces, el presidente colombiano era el conservador Miguel Abadía Méndez (1926-1930). En Madrid, sus labores fueron de tipo diplomático, pero Zalamea no descuidó las tareas propias del espíritu: continuó escribiendo y relacionándose por vía epistolar con intelectuales colombianos y españoles. Germán Arciniegas y José Restrepo Jaramillo, entre los primeros, y entre los segundos se cuenta su relación estrecha con el poeta de la generación del 27, Federico García Lorca, y su contacto con los también poetas Jorge Guillen, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre y Juan Larrea. De su relación con García Lorca, Zalamea dejó valiosos testimonios Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República con escritos de la década del sesenta: “Sobre el teatro de García Lorca” y “Federico García Lorca, hombre de adivinación y vaticinio”. Este último acompañó la conmemoración de los treinta años de la muerte del poeta español. También hay una pequeña correspondencia que prueba la existencia de esta entrañable amistad y contiene poemas dedicados por Lorca a Zalamea.
Las labores diplomáticas de Zalamea implicaban, por iniciativa propia, la divulgación de la literatura colombiana en España. A esta tarea le sumaba la construcción de su gran red intelectual. En consecuencia, fue designado Agregado Cultural en el país ibérico hasta 1932. Luego fue nombrado Vicecónsul en Londres y allí permaneció hasta junio de 1934. Para entonces Colombia era gobernada por los liberales y como Cónsul de Colombia en Londres se desempeñaba Alejandro López.
De este periodo es uno de los ensayos más importantes de Zalamea: “De Jorge Zalamea a la juventud colombiana” (1933) en formato de carta abierta a los líderes de la República Liberal instaurada desde 1930, Alberto Lleras y Francisco Umaña Bernal. El escrito se consolida como uno de sus trabajos clásicos debido a que tiene un tono rebelde y acusador respecto a la situación de su país, además demuestra que a pesar de ser un viajero no perdía contacto con Colombia. En este escrito el autor critica, entre otras cosas, los desaciertos de “la generación del centenario” que había recibido la república pacificada después de la Guerra de los Mil Días y aunque en 1909 se había considerado a sí misma vanguardista, en política y literatura, y guía nacional, los centenaristas no había logrado renovaciones en educación, política, periodismo y, mucho menos, en arte, pues no pasaban de la simple retórica y el barniz de modernista. Sus palabras muestran un tono fuerte y crítico que iba contra los centenaristas más importantes: Eduardo Santos, Enrique Olaya Herrera, Laureano Gómez, Luis Cano, Armando Solano, Luis Eduardo Nieto Caballero, Luis López de Mesa y Tomas Rueda Vargas.
Zalamea también había criticado algunos de sus compañeros de la generación de Los Nuevos —muchos de los cuales ostentaban cargos públicos— porque según él habían sucumbido a la atracción del poder, entregando sus postulados éticos y estéticos por la “limosna burocrática”. No obstante, Zalamea fue un férreo defensor y activo partícipe del proyecto político al que dio lugar Alfonso López Pumarejo (primer mandato entre 1934-1938 y segundo mandato, interrumpido, entre 1942 y 1945). El gobierno de López Pumarejo se caracterizó por la integración de un número alto de intelectuales a los altos cargos del Estado, especialmente al Ministerio de Educación dirigido por Luis Carlos López Mesa. Los medios intelectuales con que contaba el Estado eran el lugar desde donde se expresaban estos personajes. Nos referimos al mundo del libro, a la prensa, a la Revista Indias (1936-1950) ―publicación apoyada y financiada por gobierno liberal― y, por supuesto, a la Radio Difusora Nacional fundada en 1940. Zalamea, por ejemplo, tuvo varias publicaciones en la mencionada revista y fue uno de los más destacados intelectuales dentro de este grupo cercano al Estado. El proyecto de López Pumarejo, conocido como la Revolución en Marcha, era de orientación social, liberal, democrática; consideraba las culturas populares, de hecho, en 1936 reconoció el derecho a la protesta social, y no reñía con los ideales sociales y culturales de Zalamea plasmados en escritos políticos como “La cultura conservadora y la cultura del liberalismo” y estéticos, tal como ejemplifica: La poesía ignorada y olvidada por el lado estético. El primer texto fue publicado en el periódico El Tiempo el 8 de mayo 1936, diario de circulación nacional en el que Zalamea había trabajado como comentarista literario, columnista y encargado de las páginas literarias, junto con Germán Arciniegas. El segundo, fue publicado en forma de libro casi treinta años después.
También en este gobierno tuvo lugar la Comisión de Cultura Aldeana dirigida por el ministerio de educación en 1935. A través de ella se promovía un centralismo que buscaba integrar a la nación las regiones apartadas. Jorge Zalamea participó de dicha comisión y en 1936 publicó el informe El departamento de Nariño. Esquema de una interpretación sociológica donde daba cuenta del abandono histórico del Estado en esta población del sur de Colombia. La utilización de las técnicas de investigación moderna para el estudio de la vida rural es perceptible en este escrito. Pocos meses después de este informe, Zalamea renunció a la comisión y se posesionó en la secretaría del Ministerio de Educación de la Presidencia, alto cargo que dependía del entonces Ministro de Gobierno, Darío Echandía. Desde esa secretaría, Zalamea impulsó la Revista de Indias, dio vida a otras revistas y promovió la publicación de libros colombianos. Además, defendió la reforma educativa de López Pumarejo ante la Cámara de Representantes, la cual era uno de los pilares del proyecto político del entonces presidente. Huellas de este alegato son visibles en el folleto impreso en Chile con título “Educación Nacional en Colombia”. Poco después, en 1937, dejó esta cartera y se ocupó como Secretario General de la Presidencia entre 1937 y 1938; también publicará un informe de este desempeño con el título la Industria nacional.
Entre 1938 y 1942 Zalamea continúo desarrollando actividades políticas y culturales simultáneamente. De 1938 a 1939 dirigió la revista Estampa y luego fue candidato a la Cámara de Diputados. En 1941 se hizo diputado, pero también dedicó tiempo a la escritura literaria, sobresaliendo su escrito “Notas sobre Piedra y Cielo” para la Revista de Indias, en el cual hizo una férrea defensa del nuevo círculo intelectual integrado por Jorge Rojas, Eduardo Carranza, Tomas Vargas Osorio y Gerardo Valencia, entre otros, pues según él estaban integrando al país a las nuevas corrientes literarias de América Latina y llamaban la atención de las editoriales del continente. Para Zalamea el grupo “Piedra y Cielo” significaba la superación del marasmo en el que se hallaba Colombia desde que la capital fue definida como la “Atenas Suramericana”. Este escrito apareció justamente cuando se presentaba una polémica entre los Piedracielistas y los líderes intelectuales de la tradición católica. En esos años Zalamea también escribió su obra creativa Grieta (1941) que sería publicada en Crítica años después, su obra de teatro el Rapto de las sabinas y el ensayo “Viaje por la literatura española”. Este último hizo parte de Vida maravillosa de los libros, una de las publicaciones más importantes del escritor colombiano. En este libro Zalamea rechaza el periodo imperial español y sus productos culturales; manifiesta su reserva frente al romanticismo español y declara gran afinidad al teatro y la poesía lorquiana, sin dejar de lado la literatura producida por la generación del 98. Además, explica las razones que impidieron el desarrollo cultural del imperio, entre otras que la literatura del siglo XVIII operaba como justificación del poder político del Carlos III. Por esto, para el ensayista colombiano los escritores del siglo XVIII: Gaspar de Jovellanos, Juan Meléndez Valdés, Leandro Fernández de Moratín y Félix de Samaniego, eran “artistas menores”, mientras que la generación de 98 tenía importancia, pues se levantó de las ruinas cuando España perdía sus dos últimos territorios en América.
Zalamea participó de la campaña para la segunda presidencia de Alfonso López Pumarejo que lo llevó al poder entre 1942 y 1945. El intelectual desplegó su capacidad de oratoria pronunciándose en plazas públicas a favor de los principios políticos y democráticos de la Revolución en Marcha. En este segundo periodo los intelectuales de la generación de Los Nuevos tuvieron una posición importante en el Estado, pues la selección de cargos burocráticos fue realizada sobre la base de la meritocracia. Para 1943 eran cercanos al poder personalidades como Eduardo Caballero Calderón, Rafael Maya, Hernando Téllez, todos escritores de primer orden dentro de las letras nacionales y, por supuesto, Jorge Zalamea, quien estuvo muy cerca de la Radio Nacional. Esta última era una entidad que había nacido para democratizar la cultura, llevándola a las regiones y no solo a la capital, asimismo era una instancia de vinculación entre la “alta cultura” (representada por los intelectuales mencionados) y los grupos populares y regionales. Muchos de los escritos de Zalamea fueron hechos para ser leídos en la radio, pues él concebía la literatura como una práctica democrática que debía hacerse para grandes auditorios.
Entre 1943 y 1945, López Pumarejo designó a Zalamea como Embajador de Colombia en México. Sus tareas en este tiempo fueron las propias de la diplomacia: cuidar los intereses de los colombianos que vivían en ese país; pero también divulgó su obra, por ejemplo, Vida maravillosa de los libros fue publicada en ese país por la Editorial Isla. Asimismo, Zalamea construyó relaciones con intelectuales mexicanos como el antropólogo Manuel Gamio o el ensayista Alfonso Reyes. Por este tiempo murió en México el poeta antioqueño Porfirio Barba Jacob y Zalamea presidió el acto fúnebre de repatriación de los restos, acto al que también asistió el poeta León de Greiff.
Zalamea regresó a Colombia como subdirector del diario El Espectador y luego pasó a oficiar como ministro plenipotenciario en Italia.
Este último nombramiento lo hizo Alberto Lleras Camargo, quien en ese momento era presidente encargado, pues López Pumarejo renunció en 1945 antes de terminar su segundo, debido a las presiones del partido conservador y de un sector del liberalismo tendiente a la derecha. En Italia conoció al escritor Giovanni Papini y recibió la visita de su amigo Germán Arciniegas con quien recorrió parte del país. De su experiencia italiana también quedaran registros en “El viaje de Condottiero”, ensayo que hizo parte del libro Minerva en la rueca.
La obra literaria de Zalamea se empezó a gestar propiamente después de 1948 cuando regresó al país tras haberse desenvuelto como embajador alterno ante la Asamblea General de las Nacionales Unidas, en representación del gobierno del conservador Mariano Ospina Pérez. Zalamea dejó los puestos burocráticos y desde entonces publicó las que se consideran sus grandes obras: La metamorfosis de su excelencia (1949), El gran Burundún-Burundá ha muerto (1952) y El sueño de las escalinatas (1964).
Sin embargo, este volcamiento a la escritura creativa no dejó de tener un marcado acento político y rebelde que mostraba su atención a la convulsionada vida política colombiana. Por ejemplo, el 9 de abril de 1948 marcó la vida de Jorge Zalamea, pues fue asesinado Jorge Eliecer Gaitán, líder popular y compañero de generación. El crimen desató la ira popular y en un hecho sin precedentes, Jorge Zalamea, Jorge Gaitán Durán y otros importantes intelectuales colombianos se tomaron la Radiodifusora Nacional para arengar a las clases populares. El objetivo era orientar a las masas para que identificaran a sus enemigos: los tradicionales caciques políticos. Durante tres días, la capital fue quemada, saqueada y destruida. Los intelectuales que se tomaron la emisora se organizaron, ingenuamente, como Junta Provisional del Gobierno Revolucionario; pensaban que el derrocamiento al gobierno era inevitable. No obstante, a partir de este momento se profundizó en Colombia lo que se conoce como el periodo de La Violencia, cuando conservadores y liberales estimularon a las clases populares para matarse mutuamente. Entonces, la posición y condiciones de Zalamea como intelectual cambiaron rotundamente. El gobierno de Ospina Pérez se tornó autoritario y una de las victimas fue Zalamea, quien debido a la incursión pacifica en la Radiodifusora fue estigmatizado y encarcelado en varias oportunidades. En la primera detención, fue llevado a un cuartel militar; en una segunda oportunidad fue capturado en el café El Automático con otros intelectuales como León de Greiff y Diego Montaña Cuellar; en esta oportunidad estuvieron en un calabozo por cuarenta días. El Automático era un café emblemático de la vida intelectual capitalina al que asistían personajes como Zalamea, De Greiff y Vidales; los pintores Alejandro Obregón y Enrique Grau, los “piedracielistas” Eduardo Carranza, Arturo Camacho Ramírez y Jorge Rojas. Este era el espacio de donde salían las grandes críticas al gobierno.
En adelante Zalamea será siempre acusado de comunista por la derecha y el liberalismo recalcitrante; las detenciones y las acusaciones radicalizarían su militancia política y no desistió de sus luchas contra el autoritarismo. Una de las expresiones de esta actitud radical fue la fundación y dirección de la revista Crítica el 19 de octubre de 1948. Esta publicación apoyaba el liberalismo que se oponía al gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez que en 1949 había suprimido las libertades públicas cerrando el Congreso y controlando la libertad de expresión. La publicación abogaba por la las libertades individuales y la dignidad del hombre; además, fue plataforma para la discusión pública, haciendo énfasis en la reconstrucción nacional después de la caída de Jorge Eliécer Gaitán. En Crítica publicó “La metamorfosis de su excelencia”, relato que representa la figura de un dictador y la situación política de Colombia para entonces.
La crítica de Zalamea al Estado no solo estuvo en el ensayo político sino también en la literatura o el arte donde tenía la intención pedagógica-civil de crear conciencia acerca de una situación real. De hecho, Zalamea puso de manifiesto la responsabilidad política del intelectual, máxime cuando la publicación de La metamorfosis… le valió nuevos días de cárcel sin motivo legal.
La clausura de las garantías constitucionales por parte de Ospina Pérez a finales de 1949 facilitó el triunfo electoral del también conservador Laureano Gómez, quien ejerció su presidencia entre 1950 y 1954; una de sus acciones como gobernante fue el mantenimiento de la supresión de la libertad de prensa. La Revista de Indias fue su primer blanco; esta se vio en la dolorosa tarea de tener que clausurarse. El Estado asumió y propagó la idea de que los acontecimientos del Bogotazo se debieron a la conspiración comunista y, en consecuencia, cualquier atisbo de liberalismo social era atacado. El presidente Gómez se erigió como católico anticomunista y le declaró la guerra a los liberales. A la revista Crítica le prohibieron publicar ensayo político, lo que significaba acabar con su fundamento: la militancia política; a finales del año 1951 esta publicación también se vio obligada al cierre. En este clima político, el exilio sería una opción para muchos intelectuales colombianos como Luis Vidales o León de Greiff. En 1951, Zalamea tomó la decisión de autoexiliarse en Argentina y, a partir de ahí, reinició una vida llena de viajes por el mundo, desde Europa, hasta Asia, pasando por África. Recién en 1959 regresaría a Colombia.
En Buenos Aires publicó El gran Burundún-Burundá ha muerto (1952), obra en la cual quedó plasmada la convicción de que la literatura y el arte eran instrumento de las luchas por la justicia, o que el arte no se podía desligar del testimonio. Según Zalamea, para ser “auténticamente estético” era necesario registrar lo que sucedía en el mundo, sus miserias; el compromiso de la literatura era la lucha contra la tiranía. En el caso de El gran Burundún-Burundá ha muerto, se expresa testimonialmente lo que significaba el régimen conservador colombiano que había suprimido las libertades individuales y de expresión. Era una crítica al patriarcalismo, al caciquismo y al personalismo del Estado colombiano, una crítica sagaz contra las dictaduras. Esta obra se constituyó entonces, como la más importante del colombiano. Publicada por primera vez en Buenos Aires en 1952 como edición del autor en la Imprenta López, logró sin embargo llegar a Colombia, alcanzando tuvo una buena recepción. Fue quizás su libro más traducido gracias a las gestiones del propio Zalamea durante sus viajes; apareció en alemán, checo, griego y francés.
Zalamea salió desde Buenos Aires hacia Pekín el mismo año de la publicación de su libro para participar del I Congreso por la Paz de los Pueblos del Asia y del Pacífico. Del viaje dejó testimonio en su texto Reunión en Pekín. Además, recorrió China en compañía de su amigo, el comunista Diego Montaña Cuellar. Zalamea viajó por Rusia, Checoslovaquia, India, Viena, Mongolia y Grecia. En 1953 empezó a trabajar en el Consejo Mundial de Paz, en el cual, poco tiempo después, fue nombrado Secretario General. Este alto cargo le permitió conocer más de cincuenta países donde su trabajo en pro de la paz estuvo acompañado por una búsqueda de experiencias intelectuales. Zalamea se interesó por conocer las expresiones poéticas de cada uno de los países que visitaba. Resultado de estos viajes es su antología de la poesía vietnamita Las aguas vivas del Vietnam, y su libro importantísimo La poesía ignorada y olvidada. También hizo de mediador cultural entre América Latina —incluida Colombia— y los países socialistas, pues publicaba noticias sobre su continente en la revista moscovita Cultura soviética.
Mientras Jorge Zalamea era secretario de Consejo Mundial de Paz, y esta institución tenía su sede en Viena, se reunió allí, en 1954, la Conferencia Mundial de Paz a la que asistió el poeta Luis Vidales; fue la oportunidad para compartir y debatir en su casa con su amigo colombiano, que también se encontraba en el exilio (en Chile). Los amigos colombianos y latinoamericanos que asistieron a la conversación con Zalamea pudieron percibir la posición de un liberal que para ese entonces era abiertamente simpatizante del socialismo y tenía sus afectos por la Unión Soviética. Afecto que también se orientaba a los intelectuales que representaban el socialismo y con los que tuvo una larga correspondencia hasta los años anteriores a su muerte. Se destaca de este periplo, el establecimiento de relaciones cercanas con importantes personalidades tanto de la política como de la cultura, entre los cuales se puede mencionar a Ilya Ehrenburg y Helena Koltchina, por el lado Soviético; a Anna Seghers, alemana, y quién medió para llevar a cabo la versión germana del El Gran Burundún-Burunda ha muerto; y Nikos Kazantzakis, gracias quien se divulgará su obra en Grecia.
Estas múltiples relaciones le permitirán estrechar, más adelante, lazos culturales entre los países socialistas y América Latina, no solo para divulgar su obra en estos territorios, sino también la de sus amigos latinoamericanos como Jorge Amado o Pablo Neruda y, de paso, divulgar en América Latina a poetas rusos, yugoslavos y ucranianos. Por ejemplo, en 1960 nació en la capital colombiana, gracias a la gestión de Zalamea, el Instituto de Intercambio Cultural Colombo-Soviético. De Europa oriental y Rusia enviaron revistas culturales para América Latina y el subcontinente hizo lo propio con sus vecinos al otro lado del océano. En 1959 Zalamea regresó al país no sin antes pasar por Venezuela para trabajar en la divulgación de su obra y entablar relaciones con la vida intelectual de esa nación. Para ese entonces ya era presidente Alberto Lleras Camargo, primer presidente del Frente Nacional, régimen de alternancia de poder entre conservadores y liberales que formalmente rigió entre 1957 y 1974. La recepción de Zalamea en su medio no parece haber sido grata: fue acusado de ser cercano a la Revolución Cubana debido a su cercanía con Moscú y por su escrito apologético del régimen revolucionario, Antecedentes históricos de la Revolución cubana, texto que marcó su cercanía y adhesión con el primer régimen socialista del continente.
En 1960 aparece su traducción de Vientos, obra del poeta francés Saint-John Perse. Zalamea había empezado a traducir al poeta francés desde 1945, tarea que emprendió porque lo consideraba el más importante poeta vivo. Esta nueva publicación define y posesiona Zalamea como un gran traductor. El poeta francés era uno de los escritores más importantes en Francia y además ese mismo año ganó el Premio Nobel de Literatura. Perse estuvo al tanto de la traducción de sus poemas y les había dado el visto bueno.
En 1961, de regreso en Colombia, Zalamea buscó sobrevivir intelectualmente, pues muchos medios colombianos ignoraron, adrede, su presencia y su actividad intelectual en diferentes frentes. Con ese objetivo en mente, Zalamea impartió una serie de conferencias en diferentes lugares del país con una temática orientada a construir una estética revolucionaria. Estas conferencias fueron publicadas en el Boletín Cultural y Bibliográfico Del Banco de la Republica con los siguientes títulos: “También los Pigmeos tienen poesía” (1962), “Magia y muerte en la poesía esquimal” (1962), “Poesía de aparato” (1964) y “Variaciones en torno del ‘cantico por excelencia’ del Rey Salomón” (1964). Muchos de estos textos se incluirán en el libro La poesía ignorada y olvidada, que se publicaría en 1965 en Casa de las Américas con un tiraje de 10 000 ejemplares. Este libro expresa una estética revolucionaria en tanto asume que en el campo de la poesía y de la cultura, sea poesía egipcia, china, mesopotámica, sea poesía antigua o moderna —poesía que conoció Zalamea en sus viajes— no hay pueblos subdesarrollados. Esto es revolucionario para un contexto social conservador, como lo era el colombiano del régimen del Frente Nacional, excluyente social, política y culturalmente y donde no tendría cabida la capacidad creadora y poética de los sectores sociales marginados: negros o indígenas. Este libro le vale el galardón de Casa de las Américas de 1965 en la modalidad de ensayo.
Zalamea continúo sus viajes. Este mismo año pasó unas pequeñas temporadas en México para un encuentro de escritores, y en Cuba para desenvolverse como jurado del Premio Casa de las Américas. Luego se dirigió a los países socialistas y allí se encontró con los viejos amigos y conoce otros. Al regresó a su país, estos contactos le permitieron seguir fortaleciendo la relación de Colombia con otros países diferentes a Estados Unidos y contrarrestar la influencia norteamericana en América Latina. A través del Instituto Caro y Cuervo y de la Universidad Nacional invitó a los intelectuales rusos Sergei Smirnov, Yuri Dashkevich y Boris Riurikov a dar conferencias y a presentar su literatura. Esta labor tuvo como contraprestación el favorecer la divulgación de la literatura rusa en Colombia y la literatura colombiana en Rusia y los países del Este de Europa.
Zalamea logró uno de los frutos más significativos en 1968 cuando fue galardonado con el Premio Lenin por la Paz, reconocimiento que obtuvo el también colombiano Baldomero Sanín Cano, diez años antes y que luego conseguirá su compañero de la generación de Los Nuevos, Luis Vidales en 1983/84. Este premio significó un reconocimiento a su postura humanista y a su trabajo en la delegación del Consejo Mundial de Paz y, por supuesto, en el Concejo colombiano de paz. La importancia del premio que desde 1949 otorgaba un grupo personajes públicos de la Unión de repúblicas socialistas soviéticas (URSS), radica en que fue otorgado a un personaje que no se declaraba socialista en sentido radical, sino a un liberal que consideraba, como lo expresó alguna vez, que una de las cosas más importantes de su vida, fue haber hecho parte del proyecto social y político de la República Liberal en Colombia entre 1934 y 1946. El premio le fue entregado en Bogotá por el ruso Boris Polevoi en un evento al que asistieron personalidades como Belisario Betancur y el entonces presidente, Carlos Lleras Restrepo (1966-1970).
Zalamea muere en mayo 1969, pero casi hasta el último momento mantuvo el empeño de trabajar por la cultura. Divulgó la cultura colombiana en el mundo europeo —socialista y no socialista—, la cultura europea en América y, en los últimos años, la cultura rusa y socialista en Colombia. En 1967 había escrito mucho sobre poesía rusa y había conmemorado, con diferentes eventos académicos, los cincuenta años de la Revolución de octubre. Trabajó tanto en este campo que murió con la sensación de estar aislado en los medios intelectuales más visibles de Colombia, no obstante recibir múltiples reconocimientos el día de su muerte.
Obra
La obra de Jorge Zalamea incluye una voluminosa producción de libros, artículos publicados como partes de libros o en revistas y periódicos, así como documentación inédita.
Bibliográfica (citada en el texto)
- El departamento de Nariño: esquema para una interpretación sociológica. Bogotá: Imprenta nacional, 1936.
- Industria nacional. Informe que rinde al señor presidente de la República secretario general de la Presidencia. Bogotá: Imprenta Nacional, 1938.
- La vida maravillosa de los libros. Bogotá: Librería Siglo XX, 1941 (reeditada en México por la Editorial Isla).
- Minerva en la rueca y otros ensayos. Bogotá: Espiral, 1949.
- El gran Burundún-Burundá ha muerto. Buenos Aires: Imprenta López, 1952 (reeditado por Centro Editor de América Latina en 1973, junto con La metamorfosis de su excelencia).
- El sueño de las escalinatas. Bogotá: Tercer Mundo, 1964.
- (antología) Las aguas vivas del Vietnam, antología de la poesía vietnamita combatiente. Bogotá: Editorial Colombia Nueva, 1967.
- La poesía ignorada y olvidada. La Habana: Casa de las Américas, 1965.
- Literatura, Política y Arte. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1978. Compilación de sus escritos al cuidado de Juan Gustavo Cobo Borda. Incluye algunos de los textos citados: “De Jorge Zalamea a la juventud colombiana” [1933] y “La metamorfosis de su excelencia” [Crítica, 1949], “Reunión en Pekín”.
- Antecedentes históricos de la Revolución cubana. Bogotá: Ediciones Suramérica, 1961.
Hemerográfica (artículos publicados en los siguientes periódicos y revistas):
- Horizontes, periódico juvenil, Bogotá.
- El Escolar, periódico juvenil, Bogotá.
- Excelsior, periódico juvenil, Bogotá.
- Revista de Indias, Bogotá.
- Estampa, Bogotá.
- Cromos, Bogotá.
- Crítica, Bogotá.
- Mito, Bogotá.
- Eco, Bogotá.
- Revista de América, Bogotá.
- Boletín Cultural y Bibliográfico, Banco de la República, Bogotá.
- Voz de la democracia, Bogotá.
- Enfoque internacional, Bogotá.
- La Gaceta, Bogotá.
- El Tiempo, diario de circulación nacional, Bogotá.
- El Espectador, diario de circulación nacional, Bogotá.
- Casa de las Américas, La Habana.
- Sinn und Form, Berlín.
- El Nacional, Caracas.
- Cultura soviética, Moscú.
Traducciones (algunas referencias destacadas)
- Gidé, André. Et nunc manet in te. Seguido del Diario íntimo. Buenos Aires: Losada, 1953.
- Perse, Saint-John. Vientos. Bogotá: Semana, 1960
- (con Ricardo Baeza). Halevy, Daniel. Vida de Nietzsche. Buenos Aires: Emecé, 1943.
- (con Aurora Bernárdez). Valéry, Paul. Variedad. Buenos Aires: Losada, 1956.
Cómo citar esta entrada: Zuluaga Quintero, Diego Alejandro (2021), “Zalamea Borda, Jorge”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org