VIDALES JARAMILLO, Luis Nelson (Calarcá, Viejo Caldas hoy Quindío, Colombia, 26/07/1900 – Santafé de Bogotá, Colombia, 14/06/1990).
Intelectual versátil, comunista, marxista, socialista, poeta vanguardista, escritor, ateo, bohemio, profesor universitario, estadista, crítico de arte y literatura, cronista, panfletario, periodista y ensayista.
Luis Vidales nació en la hacienda Río Azul de sus abuelos maternos (jurisdicción de Calarcá), en el seno de una familia liberal y masona. Prueba de ello es la ya conocida fecha de nacimiento, 26 de julio de 1900, que se adjudicó durante mucho tiempo a 1904, año de su bautizo después de la Guerra de los Mil Días (1899-1902) entre liberales y conservadores, debido a que las familias liberales, tan católicas como las conservadoras, entraron de nuevo a las iglesias para celebrar los ritos habituales de la religión católica (Vallejo, 2000).
Una vez finalizada la guerra, sus padres, Roberto Vidales y Rosaura Jaramillo, se trasladaron a Honda, donde transcurren los primeros años de sus cuatro hijos (Silvia, Roberto, Clara y Luis). Su padre, en calidad de maestro, orientó los estudios primarios de los niños y cuando el menor de los hermanos (Luis) estuvo en edad de cursar el bachillerato la familia se trasladó a Bogotá. A los dieciséis años Vidales ya había egresado del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, no solo con excelentes calificaciones sino con una perfilada vocación literaria (Carlos Vidales, 2001).
Vocación con la que contribuyó su padre, como Vidales lo señaló, además de maestro, enamorado de la naturaleza y librepensador, era “poeta de rarezas e interioridades”. Pero antes tuvo una primera influencia, decisiva en su formación literaria: “una negra” que ayudaba a su inexperta madre en las labores del hogar: “Esa negra fue mi verdadera mamá. Me contó maravillosos cuentos mientras me adormilaba entre sus piernas y ustedes saben que esas cosas imprimen carácter en la formación de un poeta”. Estos sucesos habrían influido en la escritura de El rapto de Isabel, que según el propio poeta fue una novela que escribió a los doce años y que a la muerte del padre la recuperó para destruirla (Vidales, 1982).
Muy joven trabajó de jefe de contabilidad en el Banco de Londres & América del Sud. Las obligaciones de su vida laboral las alternó con su formación política y literaria. Se identificó con las causas sociales, asistió a marchas en favor de los trabajadores, intensificó su liberalismo radical de cuna formándose en el anarquismo y en el socialismo, al punto de ser reconocido por sus convicciones ideológicas de intelectual de izquierda. Asistió con regularidad a los cafés y tertulias literarias de ambiente bohemio y publicó en los periódicos nacionales más importantes (El Espectador y El Tiempo), en revistas culturales (Boletín Cultural y Bibliográfico y Los Nuevos) y en varias publicaciones de izquierda de la época (El Sol, El Soviet, El Diario Popular, Bolchevique y Jornada) junto a jóvenes que compartieron las mismas inquietudes políticas e intelectuales. Entre ellos destacan el cronista Luis Tejada (1898-1924), el caricaturista Ricardo Rendón (1894-1931), los poetas León de Greiff (1895-1976) y José Mar (seudónimo de José Vicente Combariza, 1900-1967), el escritor Jorge Zalamea Borda (1905-1969), el político Alberto Lleras Camargo (1906-1990, presidente entre 1945-1946 y 1958-1962), entre otros.
Tal vez la más fuerte influencia de Vidales, en la época en la que se gestó su primer y más grande libro de poesía, fue Tejada, fundador en 1922 del periódico socialista El Sol. Antes de la revista Los Nuevos, El Sol se había convertido en el “primer órgano de la nueva generación colombiana” (Vidales, 1945). Además, Tejada fue el encargado de presentar a Vidales en la vida pública, “el cronista no solo le sirve como referente de modernidad, sino que es el primero en reconocer públicamente el talento del poeta calarqueño en la famosa crónica titulada ‘Un poeta extraordinario’” (Zuluaga, 2015).
Inicialmente este grupo nuevo de intelectuales y artistas se conoció con el nombre de Arquilókidas, reunidos en la década de los veinte, alrededor del Windsor, “el único café que existía en Bogotá” (Vidales, 1945). Estos jóvenes atacaron el espíritu conservador que tenía anquilosada la literatura colombiana, encarnada en la Generación del Centenario. Época liderada, todavía, por las ideas políticas de Marco Fidel Suárez (1855-1927, presidente entre 1918-1921) y las propuestas estéticas de Guillermo Valencia (1873-1943) y Julio Flórez (1867-1923). Los fundamentos de los Arquilókidas, después de su pronta desaparición, se convirtieron en el sustrato del grupo que hacia 1925 se congregó bajo el nombre de Los Nuevos, alrededor del mismo café y conservando un número significativo de sus miembros.
Los Nuevos no se identificaron con los viejos círculos intelectuales y se reconocieron en una generación diferente, sus ideas modernas propiciaron la apertura de grandes discusiones intelectuales en la década de los veinte, lo que explica por qué su ambicioso proyecto de demolición tuvo como blanco los principios tradicionalistas de la Generación del Centenario, responsable de la continuidad del esquema colonial en el país.
El 25 de febrero de 1926 la ópera prima de Luis Vidales fue publicada por la Editorial Minerva, Suenan timbres. Su libro fue incluido en una famosa antología de la nueva poesía que editaron Jorge Luis Borges (1899-1986) y Vicente García-Huidobro Fernández (1863-1948). El joven escritor puso a consideración de un público lector una propuesta renovadora que cuestionó los principios tradicionalistas sobre los que se fundó la sociedad colombiana. El mismo Vidales contó jocosamente, en un artículo consignado en la edición de 1976, el escándalo que propició la venta de su libro en aquella “ciudad sin diversiones”, donde “una especie de parálisis” (Vidales, 1976) generó la publicación, único suceso digno de ser comentado en la rutinaria vida bogotana de los veinte.
Aunque el libro se divulgó y fue valorado por un público lector que apreció la estética revolucionaria de su propuesta, medio siglo después la obra ganó una merecida aceptación. Para desvirtuar ese modelo que siguió determinando el país Vidales adicionó nuevos textos para la segunda edición, intensificando el carácter renovador de Suenan timbres que junto a Tergiversaciones (1925) de León de Greiff se convirtieron en el éxito literario de Los Nuevos y sus ambiciosos propósitos de introducir formas revolucionarias en la poesía colombiana, “los únicos auténticamente nuevos” (Gutiérrez, 2011).
Si bien la trascendencia de la misión no alcanzó a concretarse en nombre de la nueva generación ―en parte por la diversidad política y literaria cifrada en la militancia heterogénea de liberales, comunistas, socialistas y hasta conservadores―, integrantes como Vidales se comprometieron con el proyecto social desde la izquierda radical de Los Nuevos. Compromiso que exigía una transformación de los contextos laborales indignantes a los que eran sometidos los trabajadores, pues estos jóvenes intelectuales estaban convencidos de que una nación moderna no podía concebirse bajo presupuestos de desigualdad.
Dicha vertiente de izquierda estuvo liderada por Tejada (Vidales, 1985), que contó en primera línea con la colaboración del poeta calarqueño y José Mar, corriente opuesta dentro del grupo al nuevo conservadurismo encabezado por Rafael Maya (1897-1980). Esta diversidad terminó por desarticularlos, la riqueza de su pluralidad no logró la cohesión necesaria para organizarlos en torno a su gran proyecto político: la fundación de una Colombia moderna que rompiera con los vínculos generacionales que mantenían el país en el atraso político y estético de la colonia. Ambiente originado por la incapacidad de los partidos tradicionales, y en especial por los gobiernos de la hegemonía conservadora, para asimilar los cambios que se dieron en el mundo. Desafortunadamente, el proyecto trazado por Los Nuevos no alcanzó otra categoría que la de borrador ambicioso, en gran parte, además, porque los otros sectores de la sociedad, en especial los populares, no se conectaron con su ideología.
Esto a pesar del mismo descontento que les generó tanto el viejo esquema del país como los cambios abruptos a los que fueron sometidos bajo las banderas del progreso. Si bien es cierto que la gran masa de trabajadores, campesinos, estudiantes y algunos jóvenes intelectuales apoyaron y convocaron protestas a causa de las miserables condiciones laborales, no lo hicieron bajo las directrices de Los Nuevos sino desde la indignación de sus propias experiencias.
En estas circunstancias la población se identificó con un socialismo que parecía imponerse al liberalismo. Hecho por el cual la Generación del Centenario fortaleció el liberalismo como fuerza que medió entre el conservadurismo extremo y el socialismo criollo. Esto con el propósito de desviar los ánimos revolucionarios y utilizarlos para combatir la hegemonía conservadora.
En este contexto político, Los Nuevos actuaron como un grupo comprometido con esa transición efectiva que experimentó el país desde principios de siglo, y al que los sectores populares se enfrentaron a causa de las condiciones a las que fueron sometidos. Si bien Los Nuevos no generaron una movilización nacional que integró estas inconformidades en un proyecto político viable, lo que fue su más grande deseo, encarnaron a la cabeza de Vidales una voz poética de tinte político importante, que mantuvo el espíritu de su generación intacto, a pesar de que Suenan timbres no representó el material subversivo que desatara y articulara la lucha detonante contra el Estado tradicionalista.
El mismo año de la publicación de su ópera prima Vidales viajó a París. Conoció a “Valery, Tzara, Huidobro, Neruda, Gide, Picasso, Aragón”, se acercó al surrealismo (con el que nunca se identificó), impresionismo y cubismo (Vidales, 1982). Y según su hijo, Carlos Vidales (1939-2014, fundador del M19), estudió ciencias políticas en la Escuela de Altos Estudios de París (1926-1929) aunque José Luis Díaz Granados (1946), amigo de los últimos años, afirmó que fue economía y sociología (Díaz, 1990, 2015). Al respecto Luis Vidales señaló que estudió “ciencias sociales y económicas, con especialización en estadística” (Vidales, 1982).
Según Carlos Vidales, el cargo de Cónsul General en Génova que el presidente (1926-1930) Miguel Abadía Méndez (1867-1947) le dio al poeta fue un favor personal que le pidió la madre de Vidales al político “dado que el poeta se estaba muriendo de hambre” (2007), cargo al que renunció a causa de la Masacre de las Bananeras (5 y 6 de diciembre de 1928). En París, Vidales se reunió con varios colombianos (Alejandro Vallejo, Juan Lozano, Carlos Lozano, entre otros) y en diciembre de 1928 se encontró con Jorge Eliecer Gaitán (1903-1948), que había concluido sus estudios de derecho penal en Italia antes de regresar a Colombia a consolidar su candidatura presidencial, que Vidales apoyó con convencimiento, sobre todo porque compartían la idea de las luchas agrarias que Gaitán incorporó bajo el concepto de Ligas Campesinas.
De regreso a Colombia, Vidales afianzó su compromiso con la política revolucionaria de su generación, participó en la fundación del Partido Comunista Colombiano (PCC), del cual fue Secretario General entre 1932 y 1934 y fiel integrante hasta su muerte, aunque estuvo marginado por varios años debido a las diferencias de visiones en la concreción de las estrategias revolucionarias.
A pesar de la larga marginación no fue disidente y su participación en el liberalismo respondió a los fundamentos del Partido Comunista.
Aunque el partido se fundó en Colombia el 17 de julio de1930 sus antecedentes se remontan a la década de los veinte, cuando Tejada presentó a Vidales y al inmigrante ruso Silvestre Sawinsky. Los tres trazaron “el esquema para la formación del partido comunista”, que entre muchas dificultades se enfrentaron a la conquista de las esquivas masas. Este proceso, un tanto improvisado, lo resume Vidales: “Ni Sawinsky ni nosotros sabíamos nada en cuanto a los procedimientos. Ignorábamos por completo cómo se hacía un partido comunista”. Al final el ruso fue expulsado del país por difundir propaganda subversiva (Vidales, 1945) pero se instaló en México para vincularse a los movimientos comunistas.
Vidales dirigió y participó en periódicos comunistas como Vox populi (Bucaramanga, 1931), El Bolchevique (1934-1935) y El Soviet (1933-1939); fue presidente de la Unión Nacional de Oposición (UNO) y vicepresidente del Instituto Colombo Soviético (desde 1991 Instituto Cultural León Tolstoi). Además, recorrió el país levantando campesinos, fortaleció ideas socialistas en el proletariado, formó células revolucionarias que reclamaron por los terribles atropellos a los que fueron sometidos, participó activamente en grandes huelgas a nivel nacional.
En 1932 asumió la jefatura de redacción de Tierra (periódico oficial del PCC), en el que se opuso a la guerra colombo-peruana. Una razón más para ser declarado enemigo de la patria. El periódico fue atacado por las turbas patrióticas y sus instalaciones destruidas. Este corto período de intenso comunismo oficial fue opacado por las directivas del partido al marginar a Vidales de sus filas, entre 1934 y 1964, a causa de la política agraria que impulsó “organizando y dirigiendo personalmente varias insurrecciones campesinas en los departamentos de Boyacá, Tolima y Huila”. Esta postura que le llevó en varias ocasiones a la cárcel fue “rechazada por las directivas del Komintern (Tercera Internacional)”, que daban prioridad a la organización de la clase obrera (Carlos Vidales, 2001). Para Vidales era vital la insurrección del campesinado, para el partido era la del proletariado industrial, pero aceptó las determinaciones y siguió fiel a su militancia de izquierda a la par que continúo su formación de estadista, escritor y crítico de arte.
En el campo de la docencia se desempeñó como catedrático de historia del arte en la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá), entre1938 y 1950, lo que derivó en la publicación de un número considerable de artículos relacionados con el arte y cuyo trabajo más importante es Tratado de estética (1945). En 1951 es destituido de la universidad por Roberto Urdaneta Arbeláez (1890-1972), presidente designado a causa del delicado estado de salud del presidente electo Laureano Gómez (1889-1965).
En el campo de la estadística trabajó aproximadamente durante cuarenta años, iniciando su amplia trayectoria en 1936 como oficial 8º de la Estadística. Pasó por la Secretaría de los Censos de Población, la Dirección de Publicaciones, Jefatura de la Oficina de Exposición Estadística de la Contraloría General de la República, Director Nacional de Estadística, Jefe Nacional de Cedulación (Cepeda, 1990). En 1952 asumió la dirección de Publicidad y Propaganda de los Censos Nacionales y estuvo hasta el censo de 1953, cuando renunció para irse al exilio chileno (1953-1964).
En principio aceptó el asilo y el empleo público que el presidente argentino Juan Domingo Perón (1895-1974) le ofreció, pero al entrar por Chile el presidente Carlos Ibánez del Campo (1877-1960) le hizo el mismo ofrecimiento con un puesto en la Oficina Nacional de Estadísticas que alternó con sus cátedras de estética e historia del arte. La familia Vidales viajó a Santiago y fue recibida por los edecanes militares del presidente y los miembros del Comité Central del Partido Comunista chileno, que arriesgaban su vida dado que el partido era ilegal y clandestino en el país. Y como lo señaló Carlos Vidales, este hecho confirma la estima y la confianza en la que el partido comunista internacional tenía al poeta (2007). Por petición de su amigo Alberto Lleras Camargo, Vidales regresó al país y en 1965 ingresó en el “Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) como Economista de la Oficina de Planeamiento, Evaluación y Coordinación, de la que fue Director”. Después de esta larga carrera pública se jubiló en 1978, siendo Jefe de la Oficina de Redacción Técnica en la que trabajó como sociólogo (Cepeda, 1990).
Vidales siempre se rigió por los principios del Partido Comunista, esto explica su apoyo a la candidatura presidencial (1942) del progresista Alfonso López Pumarejo (1886-1959) al que las directivas de la Tercera Internacional habían dado su respaldo en 1941 y su voto por el candidato oficial del liberalismo Gabriel Turbay (1901-1947) a pesar de su amistad con Gaitán (Carlos Vidales, 2007). Pero participó en el movimiento liberal de Gaitán como columnista del periódico oficial gaitanista, Jornada. Después del asesinato del político, el 9 de abril de 1948, Vidales inició un período de colaboración clandestina hacia la guerrilla liberal, que intensificó su persecución política por parte de los gobiernos conservadores. Además, inició “una furibunda campaña pidiendo la cabeza de los culpables (en particular la de Laureano Gómez, su bestia parda)”, a través de artículos que salieron publicados en el volumen La insurrección desplomada (1948) (Vallejo, 2001). Esta es la razón por la cual le adjudican su despido de la Universidad Nacional. Gómez fue uno de los grandes opositores políticos que llegó a la presidencia el 7 de agosto de 1950 hasta el 5 de noviembre de 1951, fecha en la que Urdaneta toma el poder hasta el13 de junio de 1953, día del golpe militar del general Gustavo Rojas Pinilla (1900-1975) mediante el que se hizo presidente.
Estos hechos sumados al recrudecimiento de la violencia en el país lo obligan a exiliarse con su esposa Paulina Rivera y sus hijos. Vidales se relacionó con las grandes figuras del comunismo chileno. A tan solo una semana de haber llegado al país, Pablo Neruda (1904-1973) los invitó a su casa con el Comité Central en pleno. Desde Chile continuó con su actividad periodística publicando en periódicos y revistas colombianas, trabajó como profesor de estética e historia del arte y asesor de estadística del Ministerio de Hacienda de Chile.
Vidales escribió un gran número de trabajos y artículos especializados dedicados a la estadística, entre los cuales señaló el profesor de la Universidad Nacional Francisco Cepeda como los más destacados: “Panorama de la economía colombiana” y la “Anemia del municipio en Colombia”. Pero “la obra más importante y ambiciosa de Vidales” en este campo fue Historia de la estadística (1978), “que abarca análisis desde la época precolombina hasta el período del Frente Nacional” (Cepeda, 1990).
A la par de este importante trabajo, y después de cincuenta años sin publicar libros de poesía, en agosto de 1978 aparece en La Habana La obreríada, una reunión de poemas de muchas épocas. Una obra cargada de toda su experiencia política y social de la que carecía en estricto sentido Suenan timbres, pero ni este ni los libros posteriores de Vidales igualarán la calidad estética y la propuesta revolucionaria de su ópera prima. En 1982 la Universidad de los Andes edita un número importante de poemas inéditos (en Obra inédita). Y finalmente su obra poética publicada en vida concluye en 1985 con tres libros: Poemas del abominable hombre del barrio de Las Nieves, Antología poética y El libro de los fantasmas.
A causa de sus convicciones políticas y su militancia comunista, Vidales estuvo en la cárcel cerca de cuarenta veces, en ocasiones liberado por sus conocidas huelgas de hambre. Además, se rehusó en ocasiones a salir de la prisión sin la compañía de los obreros apresados con él. Una noche de noviembre de 1979 fue privado por última vez de su libertad cuando ya contaba con 79 años. Las fuerzas armadas de Colombia, bajo el amparo de los estatus de seguridad del gobierno de Julio César Turbay (1916-2005, presidente de 1978 a 1982), irrumpieron violentamente en su apartamento de Chapinero (barrio de Bogotá), destruyeron sus libros y lo dirigieron a una celda oscura, húmeda y sucia en las caballerizas de Usaquén. Estuvo incomunicado hasta que el gobierno de Turbay, que acusaba a Vidales de divulgar propaganda subversiva, se vio obligado a dejarlo en libertad, tras el apoyo de figuras públicas e intelectuales del ámbito nacional e internacional de la talla de Jean Paul Sartre (1905-1980) (Gallo, 2016). Según Carlos Vidales, que para la fecha era miembro de la dirección nacional de la guerrilla Movimiento 19 de abril (M19), la detención de su padre fue producto de una confusión, debido a que uno de los detenidos había confesado que en la organización había un Vidales (Escobar y Yezzed, 2014).
Colombia rindió homenaje a Vidales en el 2016. Incluyó su poema para acompañar la palma de cera, árbol nacional, en el revés del billete de mayor denominación (cien mil pesos colombianos). Vidales compartió el billete con el expresidente (en el periodo 1966-1970) Carlos Alberto Lleras Restrepo (1908-1994). Además, desde el año 2008 se celebra en Calarcá el Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales en homenaje al poeta de Suenan timbres.
Vidales obtuvo dos premios literarios, el primero, poco conocido, fue durante su exilio, en un concurso sobre la biografía del presidente chileno (1942-1947), militante del Partido Radical, Juan Antonio Ríos Morales (1888-1946), que ganó en 1956, y el Premio Nacional de Poesía que la Universidad de Antioquia le otorgó en1982 por reconocimiento a su vida y obra. Además, la Unión Soviética lo hace merecedor del Premio Internacional Lenin por la Paz (1983) como respuesta a una vida entregada al humanismo y por supuesto a su incansable militancia de izquierda. El Premio Lenin de la Paz ya lo habían obtenido antes los colombianos Baldomero Sanín Cano (1861-1957) y Jorge Zalamea Borda.
El 14 de junio de 1990, próximo a cumplir sus noventa años, Vidales murió en Bogotá (Cundinamarca-Colombia). Según declaraciones de Carlos Vidales “muchos de sus trabajos inéditos se perdieron en el saqueo que algunos de sus “amigos” y “compañeros” hicieron en su casa pocos días antes de su muerte, aprovechándose de su vejez, confianza y hospitalidad” (2001). En una entrevista de Díaz Granados, ganadora del Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar” en la modalidad “Mejor entrevista de prensa 1990”, Vidales afirmó, poco antes de su muerte, que tenía más de veinte libros inéditos de los que a la fecha no se sabe su paradero.
Obra
Bibliográfica
- Suenan timbres, Bogotá, Minerva, 1926 (reediciones: Bogotá, Colcultura, 1976; Medellín, Plaza & Janés, 1986; Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2004; Suenan timbres & 13 textos testimoniales, Bogotá, Letra a Letra y Domingo Atrasado, 2017)
- Tratado de estética, Manizales, Biblioteca de Escritores caldenses, 1945 (ensayo)
- La insurrección desplomada. El 9 de abril, su teoría, su práxis, Bogotá, Editorial Iqueima, 1948 (reedición Bogotá, Alberto Estrada, 1979, ensayo)
- La circunstancia social en el arte, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, 1973 (ensayo)
- Los derechos humanos en los Estados Unidos y en la Unión Soviética, Bogotá, Instituto Cultural Colombo-Soviético, 1977 (ensayo)
- Historia de la estadística en Colombia, Bogotá, DANE, 1978 (ensayo)
- La obreríada, La Habana, Casa de las Américas, 1978 (reedición: Bogotá, Helika, 1979)
- La minería, Bogotá, Ediciones Helika, 1979 (ensayo)
- Poemas del abominable hombre del barrio de Las Nieves, Bogotá, Aurora, 1985.
- Cien años de amor a Calarcá, Bogotá, Junta Procentenario 1886-1986, 1986 (ensayo)
- Antología poética, Medellín, Universidad de Antioquia, 1985
- El libro de los fantasmas, Bogotá, Oveja Negra, 1985
- Lo que Quindío le ha aportado a Colombia. Colonización del Quindío y su separación de Caldas, Bogotá, Editorial Kelly, 1988 (ensayo)
- Antología poética, Bogotá, Universidad Externado de Colombia/ Facultad de Comunicación Social y Periodismo, 2006
Hemerográfica
- “Obra inédita”, en Cuadernos de Filosofía y Letras, vol. 5, n° 3, 3-110, 1982. Bogotá, Universidad de los Andes.
Cómo citar esta entrada: Zuluga, Esnedy (2020), “Vidales Jaramillo, Luis Nelson”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org