Troitiño, Adrián (apodo: El Abuelo) (San Mamed de Moalde, Pontevedra, Galicia, España, 3/1/1869 – Montevideo, Uruguay, 26/5/1941).
Obrero panadero de origen gallego, luego “canillita”, de intensa militancia gremial anarquista en Argentina y Uruguay.
Hijo de Ignacio Troitiño y Manuela Alcobre, tenía apenas once años cuando abandonó su Galicia natal con destino a América, viajando en un barco como polizón. Llegó a Buenos Aires en 1880 donde aprendió el oficio de panadero. El 18 de julio de 1887 figuró junto al italiano Ettore Mattei en el grupo fundador de la bonaerense “Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos”, hegemonizada por los anarquistas.
Por su participación en la celebración del 1° de Mayo de 1891 fue sentenciado a dieciocho meses de prisión como “anarquista peligroso”. Poco después actuó en un centro de orientación ácrata de San Nicolás (Provincia de Buenos Aires). El 5 de agosto de 1894 abrió el acto en la Sociedad Colonia Italiana designado para tal efecto por la Sociedad Cosmopolita de Obreros Panaderos, entidad convocante de una manifestación que congregó a 1500 personas. También habló el 14 de octubre de 1894, en representación de los panaderos, en una manifestación a favor de la jornada laboral de 8 horas que organizaron los obreros municipales.
En 1895 integró la dirección del gremio de panaderos y un año después sustituyó a Mattei como socio-gerente. En noviembre de 1897 comunicaba a La Protesta Humana su cambio de domicilio a Andes, 563, Buenos Aires (sede de la Sociedad de Obreros Panaderos) y anunciaba una conferencia pública. En el bienio 1897-1898 formó parte del grupo promotor, con Mattei y Salvador Vidal, del Círculo Internacional de Estudios Sociales de Buenos Aires. En continuidad de su militancia, en abril de 1898 anunció la creación del grupo anarquista bonaerense “Luz del Progreso”.
En un acto conjunto anarquista-socialista celebrado el 1° de enero de 1899 -del que participó junto a Pietro Gori y Adrián Patroni – defendió posturas anarquistas pro-organización. Ese año incrementó su prédica: en mayo, dio una conferencia en la Sociedad de Panaderos sobre los efectos del alcohol; en julio, fue orador en una reunión de la misma entidad; el 6 de agosto, participó en la celebración del aniversario de la Sociedad de Trabajadores Panaderos, acto en el que su compañera Ángela Castro recitó el poema “La bandera roja” de Fosco.
En febrero de 1900 colaboró con la rifa popular a favor de La Protesta Humana y L’Avennire, aportando un ejemplar del libro La Vida de Jesús de Ernest Renan y un afiche de los Mártires de Chicago; al tiempo que en noviembre de ese año anunció en La Protesta Humana la creación en la localidad bonaerense de San Martín, del grupo anarquista “Los vencedores del siglo XX”; y en diciembre, dictó una conferencia en la Sociedad de Panaderos y dio a conocer un comunicado en nombre del disuelto Grupo “Luz y Progreso”. En marzo de 1901 dio una conferencia libertaria en Chivilcoy.
Al año siguiente, dictó en marzo una conferencia libertaria en Chivilcoy; fue uno de los oradores de la manifestación por el 1° de Mayo; y viajó a la ciudad de Rosario, ofreciéndose -en las páginas de La Protesta Humana– por si algún grupo quería aprovechar la oportunidad para hacer propaganda. Vivía por entonces en la calle San José, en San Martín, (Provincia de Buenos Aires), participando también en mayo en un acto de propaganda celebrado en esa localidad. Por entonces, figuró entre los convocantes de la gran huelga del gremio y -como delegado de los panaderos de San Nicolás- participó en el Congreso Obrero Gremial de los días 25 y 26 de mayo y 2 de junio de 1901, del que resultó la creación de la Federación Orera Argentina (FOA). Su organización lo nombró para asistir, en julio de 1901, a la fundación de la Sociedad de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos de Montevideo. Su labor militante lo llevó a participar en agosto en una reunión de propaganda en Banfield (Provincia de Buenos Aires), y al mes siguiente a impartir una conferencia sobre organización en “Los Caballeros del Ideal” y participar en una manifestación de solidaridad con los huelguistas de Pringles.
En el decisivo año 1902, fue delegado -junto con Juan Calvo – en representación del sindicato de Panaderos de Buenos Aires al II Congreso de la FOA (del 19 al 21 de abril); intervino como orador en la manifestación del 1° de Mayo; y en julio volvió a Montevideo para participar en la celebración del primer aniversario de la Sociedad de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos. Ya en agosto, en el marco de la huelga decretada por su gremio, fue acusado de incitación a la violencia y detenido por impulsar el boycott a la Panadería “La Princesa” de Buenos Aires. Ello no obstó para que impulsara la adhesión de la Sociedad de Resistencia de los Peones del Mercado Central de Frutos a la FOA y contribuyera a que cristalizaran en ese sindicato una serie de reclamos que -tras su denegación por los empleadores- motivó la huelga portuaria declarada el 16 de noviembre de 1902. Días antes, había sido uno de los oradores en un mitin de los huelguistas de Zárate, en Provincia de Buenos Aires.
En semejante contexto (originado en huelgas de los estibadores y los trabajadores del mercado central de frutos, a las que se sumaron otros conflictos en varios puertos), el gobierno argentino respondió enviando tropas y obreros para reemplazar a los huelguistas, extendiéndose el conflicto a diversos gremios en acto de solidaridad. El 20 de noviembre la Federación Obrera Argentina (anarquista) declaró la huelga general, comenzando a paralizarse la actividad económica en el momento crítico de la exportación agropecuaria. Fue entonces que el Congreso Nacional sancionó -en tiempo récord- la “Ley de Residencia”, que habilitó al Poder Ejecutivo a expulsar del país -sin previo juicio- a los extranjeros “indeseables”. Instrumento de excepción, al que se sumó la declaratoria del “estado de sitio” por casi 40 días en la ciudad capital y en las Provincias de Buenos Aires y de Santa Fe.
Troitiño fue uno de los primeros a quienes el gobiemo argentino aplicó por decreto la pena de deportación: el 30 de noviembre de 1902 fue embarcado rumbo a Barcelona en el buque “Reina María Cristina” con otros nueve anarquistas de origen español (Julio Camba, Manuel Lago, Juan Calvo, Salvador Estrada, Román Palau, Ricardo Alfonsín, Benigno García, Antonio Navarro y Miguel Ríos), algunos de ellos acompañados por sus familias, totalizando 27 personas en bodega. Troitiño viajó con su mujer y sus cinco hijos pequeños. Tras una escala en Cádiz, donde no le permitieron desembarcar, el buque llegó a Barcelona el 21 de diciembre. Los deportados fueron detenidos, fotografiados e interrogados por la policía. Para atenuar las penas, algunos se declararon socialistas o apenas simpatizantes del anarquismo, pero Troitiño manifestó ser anarquista (La Veu de Catalunya nº 1407, Barcelona, 22/12/1902, p. 3).
Una vez interrogados y fotografiados, los detenidos fueron puestos en libertad el 22 de diciembre. Pero a algunos, como Troitiño, se les exigió cumplir el servicio militar. Mientras su mujer y sus hijos debieron quedarse en Barcelona, Troitiño pasó por las prisiones de Zaragoza, Palencia y León, antes de su trasladado a La Coruña, donde en el curso de su servicio militar enfermó, pasando varios meses internado en el Hospital, hasta que fue dado de baja.
Comenzó entonces una breve pero intensa militancia en su tierra natal: en junio de 1903 fue orador en el mitin anticlerical organizado por la “Antorcha Galaica del Librepensamiento”; firmó un llamamiento -en representación de un grupo de militantes- para el lanzamiento de Tierra y Libertad como diario (convocatoria que apareció publicada en El Porvenir del Obrero de Mahón y en El Productor en Barcelona); y participó con su hijo de siete años en la velada organizada en La Coruña por Germinal en el aniversario del movimiento huelguístico de mayo de 1901.
En noviembre de 1903 se habían abierto varias suscripciones para facilitar el regreso de Troitiño a Montevideo, organizadas por Mattei desde la administración de La Protesta y por la Sociedad de Panaderos de San Fernando. En el marco de esas actividades, el 29 de noviembre se realizó en Buenos Aires “una conferencia de propaganda a beneficio de la familia Troitiño”. Al mes siguiente, ya obtenidos los recursos necesarios para sufragar los pasajes de todo el grupo, éste se trasladó a Cádiz, puerto de embarque. Interín aguardaba emprender el viaje al Río de la Plata, Troitiño impartió una conferencia en enero de 1904 sobre la Ley de residencia argentina en el Centro Instructivo de Trabajadores de Cádiz.
Al término de estas peripecias, en agosto de 1904 se embarcó con su mujer Ángela y sus hijos (Líber, Galileo, Aurora y Palmiro) rumbo a América. Llegados al puerto de Buenos Aires el 23 de septiembre de 1904, se dirigieron inmediatamente con destino a Montevideo, donde la familia se afincó de manera definitiva. El Ministro español acreditado en Uruguay (Felipe Ontivero y Serrano) solicitó entonces al gobierno de Batlle y Ordóñez que comprobara si Troitiño se hallaba en Montevideo y en tal caso que le informara si se reembarcaba y con qué destino. El Ministro de Gobiemo Williman atendió el requerimiento diplomático, encomendando a la Policía de Investigaciones capitalina la vigilancia del militante ácrata. Empero, en la capital uruguaya Troitiño reinició ese mismo año su trabajo como obrero panadero y su actividad social en el Sindicato de Oficios Varios de la Villa del Cerro.
Se puso entonces al frente de la Sociedad de Resistencia de Obreros Varaleros, que tenía un local en la calle Grecia, esquina Norteamérica, de la Villa del Cerro. Allí sesionó también el grupo anarquista «Nuevo Ideal», integrado por Troitiño, el peluquero Antonio Loredo y el frigorífico José Ardissono, que editaba el quincenario La Acción Obrera (Montevideo, 1907-1908).
Partícipe de la fuerte conflictividad social que siguió al término de la guerra civil uruguaya, Troitiño resultó involucrado en la crítica que el Presidente de la República, José Batlle y Ordóñez, formulara a comienzos de 1905 desde las páginas de Diario Nuevo, al cuestionar severamente la acción de los agitadores obreros. Asumió entonces Troitino personería por los acusados, suscribiendo una carta abierta en el diario gubenamental El Día, en la que formuló una verdadera profesión de fe del agitador (“[…] el motivo de que yo me preste voluntariamente para hacer uso de mi humilde palabra en las reuniones obreras, es el vehemente deseo que tengo de que la explotación del hombre por el hombre deje de ser un hecho en el más breve tiempo posible, y la emancipación integral de la humanidad constituya la felicidad de los pueblos”).
Orador de palabra vibrante, intervino ese mismo año en reuniones relacionadas con la huelga de los carpinteros y en el gran mitin organizado por el Centro Internacional de Estudios Sociales para protestar por las masacres de obreros en Rusia, compartiendo tribuna con el socialista Emilio Frugoni, los anarquistas Alfonso Grijalbo y Fernando Balmelli, y el librepensador Leoncio Lasso de la Vega. En mayo de 1905 participó también activamente en el trámite de la huelga de los trabajadores portuarios, siendo sindicado por la prensa del sistema como uno de los “líderes” de este movimiento.
Junto a Francisco Berri mantuvo las ediciones del periódico anarquista El Obrero (Montevideo, 1905), que dirigía Alfonso Grijalbo. Dos años más tarde volvió a las lides periodísticas, primero como colaborador del mensuario Despertar (editado en Montevideo por la Sociedad de Resistencia de Obreros Sastres); luego como redactor del quincenario anarquista La Nueva Senda (Montevideo, 1909-1910), desde cuyas páginas realizó una sostenida prédica anti-militarista. Troitiño mantuvo correspondencia con Tierra y Libertad de Barcelona y con ¡Tierra! de La Habana, solicitando a menudo el envío de prensa anarquista internacional al Uruguay.
Su tenaz acción en los medios sindicales motivó su marginación del mercado laboral, al ser incluido en la lista negra que los sectores empresariales hacían circular para bloquear a los agitadores. Tuvo entonces que dedicarse a la venta de diarios y revistas, manteniendo un reparto semanal en las Usinas del Estado y un puesto de venta de periódicos y libros en la feria dominical de la calle Yaro. Sus convicciones libertarias le impidieron, hasta 1914, ofrecer otra prensa que la obrerista.
Empero, la militancia social de Troitiño no tuvo descanso por esos años, multiplicándose los frentes de lucha: en octubre de 1909 participó como orador en la concentración que las sociedades obreras y los centros liberales, anarquistas y socialistas organizaron en Montevideo el día 13, para repudiar el ajusticiamiento en Barcelona de Francisco Ferrer. Cuatro días más tarde tuvo lugar una segunda manifestación ante la sede de la Legación de España, en la que se produjeron incidentes con las fuerzas policiales. Troitiño resultó herido en la frente durante un enfrentamiento, siendo detenido y recuperando su libertad recién en enero del año siguiente. En mayo de 1910 fue orador principal en el mitin celebrado en la Plazoleta Saroldi, en solidaridad con los obreros argentinos reprimidos a raíz del estado de sitio impuesto durante las celebraciones del Centenario. Un mes más tarde impulsó una reunión celebrada en la sede de la Sociedad de Obreros Varaleros y Anexos de la Villa del Cerro, de la que tomaron parte sociedades de resistencia y otras organizaciones locales, para analizar los medios conducentes a mejorar la salubridad de la zona.
El debate instaurado durante el último año del gobiemo de Williman en torno a la pertinencia de las prácticas comiciales, tuvo a Troitino como protagonista, enfrentando durante la “controversia pública” organizada por el grupo La Nueva Senda en los salones del Centro Intemacional de Estudios Sociales, a Leoncio Lasso de la Vega y Alberto Macció, al sostener el principio de la independencia de los trabajadores ante los partidos politicos, y -en consecuencia- la abstención electoral. Pero habiendo generado el acceso de Batlle y Ordónez (por segunda vez) a la Presidencia de la República la conformación de un frente conservador de oposición, Troitiño modificó su actitud y promovió -en el curso de 1913- desde las páginas del diario El Día la participación electoral, para evitar la regresión que en las políticas sociales supondría el triunfo del “contubernio” conservador. Por esos años varió Troitino su adscripcion ideológica, integrándose a los cuadros del Partido Socialista Uruguayo (PSU).
El 1º de febrero de 1920 sentó las bases del Sindicato de Canillitas (luego Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas), a cuyo desarrollo (y en particular al de su fondo de auxilios, llamada “la Caja del Canillita”) prestó en las dos décadas siguientes todo su esfuerzo, orientando las reivindicaciones, cimentando la viabilidad financiera del gremio, promoviendo la educación de los afiliados y la atención de sus necesidades vitales.
En la década de 1930 se integró a las organizaciones de inmigrantes antifascistas que confluirían en la creación del Centro Republicano Español de Montevideo. En 1934 fue encarcelado bajo la dictadura de Gabriel Terra con el fin de desterrarlo, pero la movilización popular logró su libertad y la de sus compañeros. Participó activamente en la campaña de solidaridad con la España republicana, en sostenida resistencia a la ofensiva de las fuerzas del general Francisco Franco respaldadas por la Alemania nazi y la Italia fascista.
Todavía en septiembre de 1938 invistió la representación de los trabajadores uruguayos en el congreso fundacional de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), celebrada en la ciudad de México. Troitiño y el argentino Pedro Milesi fueron delegados por el Comité de Organización y Unificación Obrera del Uruguay.
Falleció en Montevideo el 26 de mayo de 1941, siendo homenajeado en la Cámara de Representantes, en lo que constituyó el primer reconocimiento a un líder obrero registrado en los anales parlamentarios del país. Unas tres mil personas acompañaron los restos de “El Abuelo”, como lo habían apodado sus compañeros del sindicato, desde la calle Rivera hasta el Cementerio de Buceo. Casi toda la prensa uruguaya y argentina se hizo eco de la desaparición de esta figura mítica del sindicalismo rioplatense. Un periódico sindical de la época lo recordaba vendiendo diarios por las calles y las cantinas del viejo Montevideo “envuelto en una bufanda negra y roja”.
Una calle de la ciudad de Montevideo fue bautizada con su nombre. Y en el barrio montevideano de El Cordón se erigió la estatua de un “canillita” (vendedor de diarios) en homenaje a Adrián Troitiño.
En su familia mantuvo la tradición ácrata de imponer a los hijos nombres ajenos al santoral y referidos (más o menos explícitamente) al ideal sustentado; de allí que uno ostentara el de “Libre Productor”, otro el de Delio (que fue “canillita” como su padre) y la hija mujer el de Armonía. También fue ese el caso de su hijo Líber Troitiño, que ocupó una banca parlamentaria en representación del Partido Socialista durante los períodos 1932-1933 y 1934-1942.
Cómo citar esta entrada: Zubillaga, Carlos, Tarcus, Horacio (2021), “Troitiño, Adrián”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org