RADOWITZKY, Simón (seudónimo: Raúl Gómez Saavedra) (Stepánivtsy, ahora distrito de Krinichansky, región de Dnepropetrovsk, Ucrania, Imperio Ruso, 10/9/1889 (según otras fuentes, 10/11/1889) – Ciudad de México, México, 29/2/1956).
Obrero mecánico de origen ucraniano, símbolo del anarquismo vindicador en la Argentina, combatiente en la Guerra civil española.
Nació en Stepánivtsy, un pequeño pueblo rural ucraniano cercano a la ciudad de Kiev, en el seno de una familia obrera de origen judío, de Nayman Radowitzky y Khaya Miriem Gershkovich. Su nombre (Саймон) transliterado del ucraniano sería Szymon o Shimone, y su apellido podría transliterarse como Radovic’kij, Radovic’kiy, Radovits’kij o Radovits’kiy, aunque al inscribirse en la Argentina se simplificó como Radowtizky.
Si bien suele asignarse como fecha de nacimiento el año 1891 (10/9/1891 según el calendario juliano y 10/11/1891 según el gregoriano), su amigo Agustín Souchy reveló póstumamente que había nacido en octubre de 1889. Es probable que un primo suyo residente en Buenos Aires, Moishe o Moisés Radowitzky, haya solicitado al rabino de su pueblo natal un cambio de fecha en su partida de bautismo para que fuera juzgado como menor de edad cuando fue procesado, lo que evitó la pena de fusilamiento. El pequeño mausoleo que guarda sus cenizas en México confirma a 1889 como su año de nacimiento.
A comienzos del siglo XX su familia se traslada a la ciudad industrial de Yekaterinoslav, en el centro de Ucrania, para que Simón y sus hermanos tuvieran acceso a la escuela primera. Pero a los diez años el niño se ve obligado a abandonar la escuela para ingresar como aprendiz en casa de un herrero. Trabajaba desde las 6 de la mañana hasta las 8 de la noche. Durmiendo bajo la mesa de la casa de su maestro, oyó por primera vez ideas obreristas y antizaristas en boca de su hija, que era estudiante, mientras conversaba con sus compañeros.
En junio de 1904, mientras trabajaba en la fábrica metalúrgica, toma parte en la primera huelga reclamando la reducción de la jornada laboral a diez horas. Los huelguistas organizaron una manifestación callejera y celebraron un acto público en la plaza principal de la ciudad. Los manifestantes fueron cercados por una compañía de cosacos cuyo comandante exigió que se dispersaran. Ante su negativa, la tropa disparó contra ellos, y Simón Radowitzky, que tenía apenas 14 años, fue gravemente herido en el pecho con un sable. Logró escapar malherido del lugar para evitar la prisión, pero debió guardar cama durante seis meses.
Pocos meses después fue detenido mientras distribuía volantes, siendo condenado solo a cuatro meses de prisión porque era menor de edad —tenía 15 años. Una vez en libertad, no conseguía ser admitido en las fábricas de la ciudad, hasta que los obreros de la planta siderúrgica Shla lograron que fuera aceptado como trabajador. Poco tiempo después se organizó un sindicato en la fábrica y en asamblea general Simón fue nombrado segundo secretario sindical. Por entonces, el joven Radowitzky era disputado por las diversas corrientes políticas de la izquierda (populistas, socialistas revolucionarios, bolcheviques, mencheviques, anarquistas), hasta que su impulso hacia la acción directa lo llevó a definirse por estos últimos. Además, en la cárcel había conocido a Fedosey Zuberov, un anarquista popular entre los trabajadores. El suicidio de Zuberov para evitar la deportación a Siberia conmovió profundamente a Radowitzky.
Según el relato que Souchy tomó de labios de Simón:
Cierto día Radowitzky se topó con un soldado borracho que provocaba con insultos soeces a la gente pacífica ante un expendio de vodka. Era en pleno mediodía y Simón, decididamente, se acercó al soldado ebrio y le quitó la pistola y el sable, de los que hacía alarde. Logró escapar con las armas antes de que llegara la fuerza policíaca, entregándolas al comité revolucionario de su fábrica. Algunos días más tarde fue denunciado como autor del hecho antes mencionado y detenido. Lo condenaron a tres años de deportación en Arcangelsk. Permaneció preso durante seis meses en la cárcel de Yekaterinoslav. Tomando en consideración su ya incipiente juventud —sólo tenía 16 años—, su padre obtuvo la libertad.
Agustín Souchy, La vida por un ideal (Simón Radowitzky), México, Grupo de Amigos de Simón Radowitzky, 1956.
Cuando en enero de 1905 estalló la primera Revolución rusa con una huelga general de San Petersburgo que se expandió con la represión sufrida por la muchedumbre que había encabezado el cura Gapón (conocida como el Domingo Sangriento), Simón trabajaba en la fábrica Brandskizi Zawot. El joven Simón integró el soviet de la empresa, que a su vez estaba federado a soviets de otras localidades. El joven encontró el modo de que los obreros de Yekaterinoslav se plegaran a la huelga:
Tuve una decisión rápida; procurándome una pistola, entré en el local de calderas de la fábrica Brandski Zawot, donde trabajaba, obligando al fogonero a tocar la sirena. Esta era la señal convenida para iniciar una huelga. Mis cálculos tuvieron éxito: muchos trabajadores que esperaban esta señal, abandonaron la fábrica y formando columnas cerradas iniciaron una manifestación. Pronto fueron imitados por los trabajadores de otras fábricas que, a su vez, declararon la huelga general y se unieron a las columnas de manifestantes. Fue algo verdaderamente imponente. De esta manera se logró que los trabajadores de Yekaterinoslav también manifestaran su protesta contra el asesinato de sus hermanos en Petersburgo.
Agustín Souchy, La vida por un ideal (Simón Radowitzky), México, Grupo de Amigos de Simón Radowitzky, 1956.
Perseguido por la policía zarista, Radowtizky se refugió en la ciudad de Leópolis, en la antigua provincia de Galitzia, entonces parte del Imperio Austro-Húngaro. Pero en el contexto de una huelga minera, Simón es detenido por la policía alemana y deportado a Varsovia, que por entonces formaba parte del Imperio Ruso. A su vez, la policía rusa lo deportó a su pueblo natal. Pero Simón volvió a Yekaterinoslav, donde sus familiares y compañeros consideraron que, pasado el límite de los 16 años, corría riesgo de ser deportado a Siberia e incluso de sufrir la pena capital. De modo que lo ayudaron a falsificar un pasaporte y a comprar un pasaje con destino a Buenos Aires, donde vivía un primo suyo.
Partió del puerto de Riga y arribó al de Buenos Aires en la primera quincena de marzo de 1908. Según el testimonio de David Viñas, viajó en el mismo barco que trajo desde Odessa a la Argentina a sus abuelos Poliansky y a su madre Esther Porter (los Poliansky adoptaron en Argentina el apellido Porter).
Se dirigió al pueblo de Campana, al norte de la Provincia de Buenos Aires, donde trabajó como mecánico en los talleres del Ferrocarril Central. Según algunos testimonios, pasó brevemente por la ciudad de Rosario. Pero pronto regresa a Buenos Aires, donde en agosto de 1908 encontró trabajo en la sección herrería en los Talleres Zamboni e hijos situados en la calle Charcas 1339. Por entonces concurre a una biblioteca obrera situada en las calles Andes y Lavalle, y lee la prensa anarquista, particularmente La Protesta. A través de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) había entrado en contacto con un grupo de intelectuales anarquistas de origen ruso, entre ellos Pablo Karaschin —autor de un atentado con motivo del funeral de Carlos de Borbón—, José Buwitz, Iván Mijin, Andrés Ragapeloff, Máximo Sagarín y Moisés Scutz. Por entonces, se había instado en una pensión en la que vivía sus amigos rusos en la calle Andes (actual José Evaristo Uriburu) 392.
El 1° de Mayo de 1909 forma parte de la multitudinaria manifestación de trabajadores (unas 30.000 personas según fuentes periodísticas) convocada por la FORA anarquista en la Plaza Lorea de la Ciudad de Buenos Aires, violentamente reprimida por la Guardia de Seguridad al mando del Coronel Ramón L. Falcón. Los incidentes comenzaron cuando la policía intentó detener al anarquista José Maza que lideraba una de las columnas, acción que fue resistida por los manifestantes. Otro de los líderes anarquistas, Ricardo Nivelli, lanzó unos disparos para evitarlo. Tras un toque de clarín, un centenar de policías a caballo disparó su carga de fusilería sobre la multitud. La represión produjo un centenar de heridos de gravedad y provocó ocho muertes durante esa misma jornada (Miguel Besch, Juan Semino,, Pedro Fortunato, Narciso Milessi, José Silva, Luis Pantaleone, Manuel Fernández, Pedro Fleming y Jacobo Resnikoff), a las que se sumaron otros dos obreros caídos los días siguientes.
En el mediodía del domingo 14 de noviembre de 1909, en desagravio por la represión policial, Radowitzky arrojó una bomba sobre el carruaje a caballo que conducía a Falcón y a su ayudante Juan A. Lartigau cuando doblaba desde la avenida Quintana en dirección a la avenida Callao, terminando con la vida de ambos. Perseguido por la policía, intenta suicidarse disparándose un tiro en el pecho y gritando previamente “¡Viva el anarquismo!”, pero la policía logra detenerlo con vida en la calle Alvear, entre Avenida Callao y Ayacucho. Esa misma noche el poder ejecutivo decretó el estado de sitio por dos meses, desatándose una fuerte represión contra los locales obreros y la prensa anarquista y socialista. Una nueva “leva” de inmigrantes anarquistas fue expulsada de la Argentina.
Rawowitzky, que hasta entonces era casi un desconocido en los medios anarquistas, se declaró único responsable de la acción. En un principio el fiscal Manuel S. Beltrán solicitó al juez Sotero Vázquez la pena de muerte, pero el aporte de una copia de la partida de bautismo que un primo de Radowitzky residente en Buenos Aires solicitó a su pueblo natal y que registraba su nacimiento el 5 de enero de 1891, cambió el curso del proceso. Al confirmarse que tenía sólo 18 años, siendo por lo tanto menor de edad según la legislación vigente, evitó ser fusilado. De todas maneras, fue procesado por el delito de doble homicidio y condenado a prisión perpetua.
Detalla la sentencia del 28 de junio de 1910: “Pena de Penitenciaría por tiempo indeterminado con reclusión solitaria durante veinte días en los aniversarios del delito”. La sentencia fue reiteradamente apelada hasta que, finalmente, la Corte Suprema de Justicia convalidó el fallo de Sotero Vázquez.
Radowitzky permanece detenido en la Penitenciaría Nacional (“Cárcel de Encausados”) hasta que el 14 de marzo de 1911, luego de la fuga de Francisco Solano Regis y Salvador Planas Virella, es deportado para mayor seguridad al temible penal de Ushuaia, Tierra del Fuego, en el extremo sur del país. Se había exiliado de su Ucrania natal para evitar el destierro en Siberia, pero en su país de adopción le tocó en suerte la llamada “Siberia argentina”.
A pesar de las condiciones inhumanas de encierro, Radowitzky mantuvo una conducta ejemplar, que irradió sobre los otros detenidos, organizando huelgas de hambre y protestas por mejores condiciones de detención. Desempeñó tareas de su oficio en el taller mecánico del penal. Esa actitud de dignidad y resistencia lo hizo objeto de malostratos, humillaciones y torturas por parte de los guardiacárceles y de los directores del penal. En 1918, el subdirector Gregorio Palacios y tres guardiacárceles (Alapont, Cabezas y Sampedro) lo violaron. Ese mismo año Editorial La Protesta publicó el libro El Presidio de Ushuaia. Impresiones de un observador, del dramaturgo Marcial Belascoián Sayós, donde se relataban estos hechos, lo que provocó una enorme conmoción popular y llevó a que el presidente Hipólito Yrigoyen ordenara una investigación. Los tres guardias fueron cesanteados, no así el subdirector del penal.
En enero de 1914, en el marco de un viaje por la Patagonia, el escritor franco-argentino Paul Groussac visitó el penal, solicitando un encuentro privado con Radowitzky en su propia celda. Entonces le preguntó, entre otras cuestiones, por el curioso episodio de un buque turístico, el Blücher, que recientemente había recalado en Ushuaia. Los pasajeros visitaban el penal cuando vieron a “una joven viajera separarse del grupo muy encopetado y arrojarse llorando en los brazos del forzado”. También señala Groussac que de una de las paredes de la celda de Radowitzky colgaba “la fotografía de una mujer joven, bastante bien parecida”. Simón se mantuvo en correspondencia con sus padres, que se habían instalado en Chicago.
A lo largo de sus 21 de prisión, Radowitzky participó de dos intentos de fuga. El 7 de noviembre de 1918, ayudado por los anarquistas argentinos Apolinario Barrera y Miguel Arcángel Roscigno, y los chilenos Ramón Cifuentes y Ernesto Medina, protagoniza una novelesca aventura. Radowitzky salió del penal vestido de carcelero y se encontró con sus compañeros, a quienes no conocía personalmente, huyendo en un velero a través del Canal de Beagle. Pero el 30 de noviembre la goleta fue detenida por la Armada chilena cuando se dirigía a Punta Arenas. Radowitzky se echó al agua para huir nadando, pero poco después de alcanzar la costa fue detenido por la policía chilena y repatriado al penal de Ushuaia. Fue castigado en una celda de aislamiento por más dos años y con media ración de comida (del 30/11/1918 al 7/1/1921). El 21/1/1921 la militante anarquista Eva Vivé solicitó por nota al Juez del Crimen su traslado desde Ushuaia a un lugar de clima más benigno por padecer tuberculosis, pero el pedido es denegado.
En 1924 Roscigno consiguió emplearse como guardiacárcel para estudiar la organización de una nueva fuga. Osvaldo Bayer sostuvo que el plan fracasó cuando uno de los rivales de la Unión Sindical Argentina (USA), el comunista Rafael Greco , lo denunció en un periódico gremial (“el famoso ácrata y tragamilicos Roscigna traicionó a la clase obrera y está de ‘perro’ en Ushuaia”), dejándolo al descubierto.
Desde un inicio, pero sobre todo durante la década de 1920, se despliega una intensa campaña pública por su libertad, que impulsa no sólo el movimiento anarquista a través sus diversas voces (desde La Protesta a Cúlmine, pasando por La Antorcha) sino también el popular diario Crítica. En enero de 1930, el diario que dirigía Natalio Botana y en el que jugaba un rol decisivo su mujer, Salvadora Medina Onrubia, envía a Ushuaia al periodista Eduardo Barcero Sarzábal, que remite una serie de notas sobre las duras condiciones de vida en el penal y logra entrevistar a Radowitzky, que aparece en diario fotografiado con el traje a rayas propio de los presos y el número “155” bordado en el pecho. A lo largo de sus 21 años de prisión, su nombre se había convertido en un emblema del “anarquismo vindicador”: los payadores lo homenajeaban con sus versos, mientras los anarquistas italianos entonaban en las calles un estribillo que se hizo célebre: “E morto Ramón Falcone, ¡massacratore! / E viva Simón Radowitzky, ¡vindicatore!”.
El domingo 13 de abril de 1930 la FORA y la Federación Obrera Local realizaron un acto “Por la liberación de Simón Radowitzky” en el Cine Moderno de la calle Boedo 932. Tomaron la palabra J. Menéndez, Humberto Correale, J. García, Benassi Aladino y Genaro Fochile. Radowitzky fue finalmente indultado el lunes 14 de abril de 1930 por el presidente Hipólito Yrigoyen, aunque por el mismo documento se lo deportaba a Montevideo. En la firma del indulto, Salvadora Medina Onrubia había jugado un rol decisivo, pues tenía trato con el presidente radical. Un mes después, el 15 de mayo, vestido con un traje cruzado y un sombrero Orión que le hicieron llegar sus compañeros, se embarcaba en un buque que lo condujo desde Ushuaia al puerto de Buenos Aires y, sin permitirle desembarcar, pasó a otro barco lo condujo a la capital uruguaya.
Se instaló en la casa del militante anarquista Roberto Cotelo y estrechó amistad con Luce Fabbri y otras figuras del anarquismo uruguayo. Se ganaba la vida trabajando en una carpintería. En marzo de 1933 participa, junto a la delegación anarquista —Luigi Fabbri, Roberto Cotelo, José Lunazzi, Gastón Leval, Horacio Roqué, Pedro Fleitas y Ugo Fedeli (Ugo Treni)— del Congreso Antiguerrero Latinoamericano que tuvo lugar en Montevideo. Fue ovacionado apenas ingresó y elegido para el presidium de honor.
Tras el golpe de estado de Gabriel Terra del 31/3/1933 participa en actividades clandestinas de resistencia junto a los médicos Virgilio Bottero y Carlos M. Fonsalba. Simón tenía a su cargo la impresión de documentos en un mimeógrafo instalado en la casa del compañero que lo alojaba. Pero el 7 de diciembre de 1934 fue detenido y deportado a la Isla de Flores, frente a Carrasco. Recibió entonces un ofrecimiento de asilo por parte de la Unión Soviética, pero lo rechazó en solidaridad a los anarquistas perseguidos en sy tierra natal. Defendido por el dirigente socialista uruguayo Emilio Frugoni, fue finalmente liberado en junio de 1936.
Se instala durante unos meses en Sao Paulo, hasta que pudo regresar legalmente a Montevideo. En marzo de 1937 parte como voluntario a España tras el estallido de la guerra civil, combatiendo en el frente de Aragón en la División 28, al mando de Gregorio Jover. Allí trabó amistad con Antonio Casanova, un anarquista gallego que había inmigrado a la Argentina. A causa de problemas de salud, debió ser internado dos veces, la primera afectado de paludismo y la segunda por agotamiento físico. Debió instalarse en Barcelona para continuar colaborando desde la retaguardia con la sección de propaganda de la CNT-FAI. Abandona esta ciudad en 1939, cuando están ingresando las tropas franquistas, contribuyendo a trasladar a Francia el archivo de la CNT-FAI para que no cayera en manos franquistas. Aquí es nuevamente detenido e internado en el campo de concentración de Saint Cyprien. Escapa, lo detienen, y vuelve a escapar, logrando llegar al París ocupado, donde sus compañeros lograron sacarlo con destino a Bruselas.
Desde allí partió en barco a la ciudad de México con un pasaporte falso expedido por la República Española a nombre de Raúl Gómez Saavedra. En la capital azteca se puso al servicio de la Sección Internacional de Ayuda a los Refugiados. El poeta uruguayo Ángel Falco, cónsul de su país en México, le proporcionó su primer empleo en la legación. Allí se nacionalizó mexicano, adoptando como nombre el de su falso pasaporte: Raúl Gómez Saavedra, “español”. Compartió una pieza de pensión con su compañera en el barrio de Miguel Hidalgo. Estableció amistad con el anarquista alemán Agustín Souchy, también exiliado entonces en México.
Murió en esa ciudad a los 66 años, de un ataque cardíaco, cuando trabajaba en una fábrica de juguetes. Sus cenizas descansan en el Panteón Español, con un epitafio que dice: “Aquí reposa un hombre que luchó toda su vida por la libertad y la justicia social. Simón Radowitzky (Raúl Gómez), 1889-1956”. Despidió sus restos el anarquista español Liberto Callejas, también exiliado en México.
La prensa anarquista internacional recogió la triste noticia y muchos de sus antiguos compañeros de combate lo recordaron en la prensa anarquista, como Luce Fabbri desde Montevideo y Federica Montseny desde su exilio en Toulouse.
Cuando el nombre de Radowitzky había quedado relativamente en el olvido, su figura y su leyenda fue rescatada en 1967 por el ensayista Osvaldo Bayer en el artículo “Simón Radowitzky, ¿mártir o asesino?”, aparecido inicialmente en la revista Todo es historia. Durante varias décadas la juventud del movimiento anarquista intervino con pintura los carteles que nombran la calle Ramón L. Falcón, rebautizándola como Simón Radowitzky. En 2013 se estrenó el documental “Simón, hijo del pueblo”, dirigido por Rolando Goldman y Julián Troksberg. En 2016 el dibujante y guionista Agustín Comotto hizo una novela gráfica con su vida en un libro titulado 155 (Barcelona, Nórdica, 2016).
Obra
- “La voz de mi conciencia. Carta a la FORA Comunista, a todos los trabajadores”, Buenos Aires, La Protesta, 1921.
- “‘Querida hermanita…’. Catorce cartas inéditas de Simón Radowitzky a Salvadora Medina Onrubia”, en: Políticas de la memoria n° 5, Buenos Aires, 2004, pp. 142-147.
Cómo citar esta entrada: Tarcus, Horacio (2024), “Radowitzky, Simón”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.