LOMBARDOZZI, Inocencio Pellegrini (seudónimos: Lombardozzi, Leonardo DAK, Juan Cualquiera, I. P. Revolucionario, Jean Le Tremardier) (L’Aquila, Abruzos, Italia, 1882 – Puno, Perú, 24/03/1908).
Propagandista anarquista, gran orador, poeta y redactor de periódicos de propaganda ácrata; corresponsal en Chile de La Protesta de Buenos Aires; expulsado de Chile en 1903, se estableció en Perú donde prosiguió su acción propagandística.
Muchos asumían la propaganda anarquista con una gran devoción y compromiso, convirtiéndose en verdaderos apóstoles de la Idea, difundiéndola cual antiguos misioneros peregrinos, asumiendo con ello una verdadera forma de vida. Inocencio Pellegrini Lombardozzi fue una de estos personajes.
Nació en la ciudad italiana de L’Aquila, capital de la región italiana de los Abruzos, en el centro de Italia, como Innocenzo Pellegrini Lombardozzi. Sus padres fueron Benjamín Lombardozzi (1850-1920) y Cecilia Lombardozzi (n. 1861). Inocencio fue el mayor de 5 hermanos, el único nacido en Italia y llamado Inocencio en honor a su abuelo paterno.
El arribo a la Argentina de la familia Lombardozzi data de 1896. Instalados en Mendoza, la pareja compuesta por Benjamín y Cecilia instalaron una “botica” (farmacia), alcanzando cierto éxito comercial. En 1899 nació su segundo hijo, Telio Arturo; en 1903 Fernanda Ylda; Benjamín en 1906 y finalmente Aida Rosmunda.
De la infancia y juventud de Inocencio en Mendoza poco sabemos. Podemos conjeturar que recibió una buena educación acorde con la condición próspera de su familia. Tampoco sabemos de su encuentro con las ideas anarquistas, por esos años bastante difundidas en la región. Muy posiblemente su padre tuvo alguna relación con este movimiento, o al menos con las ideas anticlericales, y ello en alguna medida pudo traducirse en el acercamiento al anarquismo del joven Inocencio, quien en 1901, teniendo 19 años, se aventuró a viajar, cruzando la Cordillera e instalándose en el seno del movimiento ácrata de Santiago y Valparaíso. Así, según recuerdos de Alejandro Escobar y Carvallo (1877-1966), aunque “de buena familia e instruido, hijo de un boticario establecido en Mendoza”, Lombardozzi se echó al camino a propagar las ideas que creía justas. Para ese entonces era poseedor ya de un amplio bagaje cultural, y daba cuenta de ser un experimentado propagandista anarquista (“Inquietudes políticas y gremiales a comienzos de siglo”, en Occidente n° 120, Santiago, septiembre-octubre, 1959, p. 9).
Aunque —según el anarquista de la región peruana, Carlos del Barzo — habría sido la Ley de Residencia la que le hizo abandonar Mendoza, es posible que el arribo a Chile del gran propagandista italiano Pietro Gori ese mismo año haya pesado en la decisión de Lombardozzi de cruzar la cordillera. En Santiago se integró de inmediato a los grupos anarquistas locales con una asombrosa facilidad, como si los hubiera conocido desde hacía años, cuestión que hace presumir que los contactos ya estaban fraguados desde antes, a través de las redes de comunicación e intercambio anarquista. El pintor Benito Rebolledo Correa recuerda a Lombardozzi como uno de los que “nos visitaban” en la Colonia Tolstoyana de calle Pío IX de Santiago, en el barrio Bellavista: “cuando llegó de la Argentina fue a vernos y a los primeros que encontró en casa fue a Alejandro y a mí. Nunca nos habíamos visto y nos abrazó en forma efusiva como a antiguos conocidos y amigos diciéndonos, textualmente: ‘¡Cómo te va Alejandro!, ¡cómo te va Benito!’. No nos dio ninguna explicación luego. Creo que nos conocía de nombre, pues teníamos canje con el gran diario revolucionario argentino Ariel, dirigido por Pietro Gori”. De esa época, el mismo Benito describe físicamente a Lombardozzi: “tenía el continente de Paoloantonio, pero descuidado en el vestir… tipo napolitano, buena cara: siempre vestido de negro, con un sombrero puesto de cualquier modo y una corbata negra flotante, toda descuidada” (“No sé por qué nos llamábamos anarquistas o nos llamaban”, carta de Benito Rebolledo Correa a Fernando Santiván, en Pedro Pablo Zegers, Thomas Harris y Daniel Schutte (selección y notas), Cartas salidas del silencio, Santiago, Dibam, LOM, Archivo del escritor, 2003, pp. 81-92).
La Colonia tolstoyana fue el primer eslabón que abordó Lombardozzi en su aventura propagandística en Chile. Allí comenzó las relaciones que pronto le llevaron a los gremios obreros, ateneos y espacios culturales anarquistas. Pocos meses después, le vemos instalado en Valparaíso, viviendo muy precariamente —según recuerdos del dibujante y grabador Pedro Celedón —, “vivía en un tugurio sórdido y miserable al pie del cerro, en la boca de una quebrada, allá en la punta del puerto” (Mar y Tierra n° 11, Valparaíso, primera quincena de julio de 1917).
Por ese tiempo, junto a Marcial Lisperguer Rosas (1880-1938) y Juan B. Figueroa, fundó el Grupo Libertario “Caballeros de la Vida”, con el que pretendía llevar a cabo propaganda descentralizada, por fuera de los salones. El informe enviado en octubre de 1902 desde Valparaíso por “I. P. Revolucionario” a La Luz de Santiago señalaba al respecto:
Convencidos los compañeros que un gran Centro no sirve de nada, han creído conveniente descentralizar la propaganda i formar con el elemento primitivo otros grupos autónomos esparcidos por toda la ciudad. Efectivamente, se han creado ya tres secciones: la del Barón, la del Centro i la del Puerto, que realizan en su esfera de acción una propaganda intensiva, cuyo resultado es fácil de calcular. Los compañeros editores de periódicos que quieran relacionarse directamente con ellos, pueden hacerlo a las siguientes direcciones respectivamente: Luis González, correo 2, Juan B. Figueroa, correo 2, i José Gómez, correo central, o si prefieren pueden dirijirse a la sección Centro, de donde se repartirán periódicos a las otras secciones.
Como podéis ver, se han puesto en práctica los principios anti-organizadores, i esperamos que esta diferencia de tácticas, se lleven al campo de la discusión seria para el bien del ideal que defendemos.
(La Luz n° 18, Santiago, noviembre 14 de 1902).
Este Centro no pudo dar la conferencia del 18 de setiembre, por motivos de encontrarse en el Congreso Obrero de esa el compañero Lombardozzi a cuyo cargo corría. Para tomar el desquite, el 11 de noviembre pensamos realizar una velada i una rifa a beneficio de El Faro i de La Luz.
Los compañeros que tengan libros i otros objetos que regalar para el buen éxito de la rifa, pueden mandarlos a la siguiente dirección: Juan D. Figueroa, correo 2, Valparaíso.
Esperamos que los compañeros de esa nos ayuden con su cooperación.
Daremos programa a debido tiempo…”.
Al parecer, Lombardozzi tenía sus críticas respecto de algunos grupos ácratas abocados a las actividades intelectuales, muchas veces estrechamente ligadas al salón, despreocupándose de la labor en terreno. Estas mismas convicciones le llevaron a denunciar y rechazar el caudillaje de varios de sus compañeros. En palabras del tipógrafo Manuel J. Montenegro (1860-1949):
Lombardozzi tuvo franqueza i valentía de condenar al caudillaje que ejercían algunos compañeros en los grupos. Esta entereza de carácter y manifestación de anarquismo le ha hecho crearse odiosidades entre algunos, pero al mismo tiempo cuenta con el aprecio de la mayoría de los anarquistas que le tiene estimación i cariño.
(La Protesta n° 4, Santiago, segunda quincena de junio de 1908).
No podríamos definirlo acabadamente como “anti-organizador” como sus pares de allende Los Andes, más bien era un organizador de la propaganda, muy vinculado al mundo gremial, conservando vínculos con el periódico La Protesta Humana de Buenos Aires para el cual, como veremos, ofició de corresponsal.
Bajo estos postulados, su trabajo vino a reforzar la ardua labor propagandística ya emprendida por Escobar y Carvallo, Magno Espinosa (1876-1906), Luis Olea Castillo (1866-1911), Marcial Lisperguer Rosas, Luís A. Pardo (1882-1946), Esteban Cavieres (1868-1904) y Marcos Yánez (1870-¿?), por nombrar sólo algunos en el mundo gremial local.
Nutrido de dos cualidades fundamentales, “manejaba bien la pluma y poseía una oratoria fogosa”, se convirtió pronto en un magnífico luchador de avanzada en la escena local. (“Inquietudes políticas y gremiales”, op. cit., p. 9). El pintor Benito Rebolledo señala que “era un orador formidable de elocuencia arrebatadora”, rememorando una escena ocurrida en la Plaza de Armas de Santiago estando Lombardozzi en la tribuna:
“se subía a uno de los escaños de la Plaza muy erguido, miraba de frente a la policía de Castro y de aquel famoso comisario que llamaban ‘el terrible huaso Gómez’, que nos vigilaba, descubriéndose el pecho con las manos y gritaba muy fuerte, con voz de trágico:
“No sé por qué nos llamábamos anarquistas”, op. cit.
‘¡¡¡Aquí tenéis mi pecho, el baluarte de los explotados, de los hambrientos, de los que tiene hambre y sed de justicia!!!, ¡No temáis que me arredre! ¡¡¡Disparad vuestras carabinas mercenarias!!!’. Lo decía con voz de tenor, vibrante y armoniosa como un clarín de guerra. Y así seguía hablando sin interrupción hasta más de media hora. Los pobres policías, los ‘pacos’, como les llamaban, se ponían pálidos y al cuarto de hora de oírlo hablar, olvidaban el desafío que les había hecho y las lágrimas les corrían por las mejillas curtidas yendo a caer a las crines de los caballos silenciosos. Parece que Castro y Gómez, embelesados también, se olvidaban de su cometido por escucharlo; pienso que por esto lo dejaban terminar.
Utilizando pseudónimos como Leonardo DAK, Juan Cualquiera, I. P. Revolucionario, Jean Le Tremardier, la pluma de Lombardozzi quedó estampada en los principales periódicos anarquistas de Santiago y Valparaíso. El Faro, La Luz, ¡La Protesta del Panadero!, Tierra y Libertad, le cuentan entre sus redactores. Servía además de corresponsal para el diario La Protesta Humana de Buenos Aires y se mantenía en contacto con diversidad de órganos del interior de Argentina.
Lograba traducir sus vivencias y sus numerosas lecturas sociales de autodidacta a través de una pluma lírica y apasionada. Sus artículos —crónicas, poemas, cuentos, etc.— estaban poblados de palabras incendiarias, a menudo violentas, que pretendían persuadir y despertar los espíritus adormecidos, levantarlos, y enrielarlos puñal en mano por el camino de su redención, para la cual era imprescindible primero la destrucción de las instituciones burguesas, que mantenían en la eterna esclavitud a los oprimidos.
También dejó huellas como organizador, colaborando en la formación de grupos de propaganda y sindicatos de resistencia. Cuando en 1903 en Santiago los panaderos decidieron lanzarse a la huelga “cansados de soportar las tiranías y la explotación”, Lombardozzi, se convirtió en uno de sus principales instigadores y cabezas visibles, no sólo dirigiendo el periódico del gremio, La Protesta delPanadero, sino liderando cada manifestación. Ello le valió más de 6 meses de cárcel, saliendo de ésta muy maltratado producto de las torturas. En esa ocasión lo destinaron al calabozo n° 8, famoso por los tormentos aplicados en él, y por sus condiciones de suciedad. Informaba el mismo Lombardozzi “desde la cárcel de Santiago” a La Protesta Humana de Buenos Aires hacia agosto de 1903:
Compañeros de La Protesta Humana.
(La Protesta Humana, Buenos Aires, 10 de octubre de 1903).
Salud y P.R.S.
…La huelga de panaderos tan rica de hechos al principio acabó miserablemente. Pero hay que reconocer una cosa: a pesar de no estar preparados, a pesar de no contar con fondos, resistieron un mes tenazmente, dieron prueba de valentía asaltando panaderías y saqueando carretones, como asímismo castigando a los verdugos (carneros) y lo más bello y lo más grande fue el ejemplo de los panaderos de Valparaíso, Limache, San Fernando, Quillota, Viña del Mar, Talca, Curicó, Rancagua, en una palabra, todos los panaderos de Chile que se lanzaron a la huelga por solidaridad, protestando contra la presión del supuesto directorio de la Sociedad de Santiago, tomados por asalto por creérseles responsables de los desórdenes.
De los presos no quedo más que yo —creo que se me expulse— porque también aquí ha empezado la guerra al extranjero. Desplegaron conmigo un lujo refinado de vejámenes, los barrigones me miraban como un animal extraño, desde el principio me señaló como individuo peligroso con el cual había que hacer un escarmiento.
Veremos lo que resulta. (…)
Salud y Anarquía.
J.P. Lombardozzi.
Lombardozzi hubo de padecer en ese antro de tormentos un largo y penoso cautiverio, en condiciones de enfermedad y miseria. Pero ni las persecuciones, ni la prisión, ni los padecimientos físicos o morales hicieron mella en su concepción de la Justicia, ni aminoraron los bríos con que más tarde siguiera defendiendo los ideales de redención popular, tan profundamente arraigados (La Protesta n° 4, Santiago, segunda quincena junio de 1908).
Expulsado del país, Lombardozzi emprendió rumbo al norte, colaborando en su fugaz paso con el grupo formado en torno al periódico El Marítimo, de la Combinación Mancomunal de obreros de Antofagasta. Ya en Lima, según cuenta Carlos de Barzo, no encontraría el mejor ambiente producto de las divisiones que se generaban entre los anarquistas que se reunían en torno al periódico Los Parias. Y entonces “fue el blanco de los dicterios de esos seres que todo lo perturban y enturbian con su sombra nefasta. Con indignación y desconsuelo, vio apetitos locos y desordenados, hambres de renombre y dominio” (El Oprimido, Lima, abril de 1908).
De esa época son sus reportes enviados a Chile en los que describe el conservadurismo predominante en esa ciudad:
…desde el tranvía fuimos divisando la silueta de Lima, y a medida que avanzábamos, distinguíamos claramente las numerosas cúpulas de los centenares de templos; no nos extrañó, estábamos ya preparados a recibir esta impresión, sabíamos que Lima era la ciudadela del fanatismo, la ciudad del Sagrado Corazón. El aspecto de la ciudad es bonito, mui chic y elegante, un lujo superior a Santiago, cosa extraña en una ciudad tan chica y de poca importancia. Muchos perfumes, muchos afeites, infinidad de gomosos y de mozas idem, pavonean su vida inútil en los paseos un amaneramiento en los modales que repugna, especialmente para nosotros acostumbrados a la brutal franqueza revolucionaria.
(Tierra y Libertad n° 468, Casablanca, Chile, primera quincena de febrero de 1905).
Este pueblo es esencialmente hipócrita y plagado de convencionalismos.
Dos cosas nos chocaron: unos indios apostados en cada esquina disfrazados de pacos empuñando la barreta de la lei, una macana, como diría un viejo castellano, guarnecida a la punta de plomo y bronce, símbolo augusto de la lei —que se descarga sin piedad sobre quien no acata las órdenes del paco— y unos gallinazos, pajarracos negros de la familia de los cóndores que a bandadas recorren las calles de Lima comiendo desperdicios
No sé qué semejanza encontré entre ellos y los pacos….
Vida? Aquí no se vive, apenas si se vejeta; industrias no existen, la actividad humana se desenvuelve en un ambiente muy poco diferente del Colonial, todo marcha a la buena de Dios. Movimiento intelectual, ninguno, ninguna iniciativa generosa, aquí y allá voces aisladas que se pierden, se ahogan en un ambiente refractario.
La Liga de Libre Pensadores que muere de anemia, los individuos libres, agobiados bajo la vigilancia jesuítica y la amenaza de los sayones, un pueblo que se embrutece alegremente, he ahí la vida peruana….
Existen sociedades obreras vendidas cuerpo y alma al gobierno y a los políticos, y órgano e individuos llamado revolucionarios… de la política.
Los Parias, que tan buenas esperanzas suscitó al principio, con la retirada del joven luchador Carlos del Barzo, se ignora porqué andurriales andará…
Siendo así, Lombardozzi sintió la necesidad urgente de conformar un espacio para la propaganda, aliándose para ello con Carlos del Barzo, quien compartía plenamente sus inquietudes. De este modo, según este último, “para no ausentarse sin ensayar un paso positivo, fundamos con él i cuatro sencillos e íntegros compañeros”, el Centro de Estudios Sociales “Por la Idea”. Así, hacia principios de 1905, se daba noticias de la constitución de este grupo en el periódico Tierra y Libertad:
“Habiéndose fundado en la ciudad de Lima un Grupo Libertario ‘Por la Idea’, a fin de propagar los ideales de amor y justicia de la anarquía, y estado trabajando este grupo para editar una revista, ruega a todos los compañeros del esterior nos remitan impresos, direcciones y colaboraciones a fin de facilitarnos la empresa.
(Tierra y Libertad n° 468, Casablanca, Chile, primera quincena de febrero de 1905).
A todos rogamos cooperen a la obra.
Salud y Anarquía.
Por el grupo, Inocencio Lombardozzi y Carlos del Barzo.
También mantenía contacto con los anarquistas italianos que editaban L’ Agitatore en la ciudad argentina de Bahía Blanca. En la sección “Piccola posta” puede leerse: “Perú y Lombardozzi. Ricevuto giornali, grazie, continua a mandare carta, saluti” (L’ Agitatore, Bahía Blanca, 18 de mayo de 1905).
Tiempo después se enviaba una nota desde Trujillo dando cuenta de la constitución —junto a E. H. Altamirano, Eugenio Llaque, Francisco S. Chang, L. Basauri, Julio Reynaga (1841-1923), José M. Moreno y J. Caramutti — del Centro de Estudios Sociales “Luz”. Además se señalaba que, debido a la propaganda que de Tierra y Libertad había hecho Lombardozzi en el Perú, este órgano comenzó a circular en la vecina república.
“Es a este compañero, por lo tanto, a quien debemos en mucha parte las relaciones que mantenemos con varios intelectuales de aquel país; i a él también, según creemos, la iniciativa para la fundación del Centro de que hoy nos ocupamos. Tierra y Libertad ha penetrado también hasta la mesa de estudio de ese Centro i —lo decimos con orgullo— ha sido recibido favorablemente. En efecto, hemos recibido una elegante fotografía en que aparecen en grupo las personas que arriba hemos citado con la siguiente dedicatoria que por estas líneas agradecemos a los firmantes:
(Tierra y Libertad n° 469, Casablanca, Chile, segunda quincena de febrero de 1905).
El Centro ‘Luz’ admirado de la labor de Tierra y Libertad, dedica a su director esta prueba de admiración. Trujillo, enero de 1905”.
Según Carlos del Barzo, Lombardozzi se trasladó a “la soledad y silencio” en Trujillo, “pensando en reponer fuerzas y alimentar su espíritu”. Se encontró de golpe, sin embargo, con una “tropelía de esos mandoncillos de aldea”. Varios obreros eran encarcelados, entre ellos el redactor de La Antorcha, Julio Reynaga. Según palabras del citado Carlos del Barzo, “el encarcelamiento de un individuo iba a ser la muerte de una publicación obrera, y Lombardozzi no lo consintió: se hizo cargo del semanario, y se abrió un nuevo paréntesis de lucha para el revolucionario” (El Oprimido, Lima, abril de 1908).
Lo que fue La Antorcha bajo la dirección de Lombardozzi y lo que contribuyó a levantar el espíritu de los braceros del valle de Chicama, lo prueban las persecuciones de que fueron víctimas desde entonces sus propagadores, las amenazas a su redactor y las gestiones de los hacendados y gamonales para expulsar a este extranjero perturbador. Fue así como “el triste bracero, humillado, apaleado y esplotado despiadadamente recibió el surge del luchador, como el nuevo evangelio de la revancha. Allí, alternó sus labores de redactor, administrador y hasta prensista del periódico con la propaganda oral, fundando el Centro de Estudios Sociales ‘Luz’ y el Centro editor ‘Hijos del Pueblo’, que inició su labor con el furibundo folleto de Lombardozzi, “Fuera Sonas”, que vibró en el norte de la república como un clarín que llamaba a la cruzada libertadora contra las negras y fatídicas huestes de Roma” (El Oprimido, Lima, abril de 1908).
Una vez salido de la cárcel Julio Reynaga, “las intrigas y emulaciones de los obreros trujillanos pusieron en tela de juicio la propiedad de la imprenta” y Lombardozzi, “ajeno a todo ello”, abandonó Trujillo, estableciéndose en Chiclayo. En esta ciudad, colaboró con el órgano obrero Justicia, el que, hasta la llegada de Lombardozzi, “vivía vida anémica”, siendo éste quien le alentaría con sus artículos y consejos, convirtiéndose además en asiduo colaborador del Eco Popular” (El Oprimido, Lima, abril de 1908).
Por entonces, en Lima, el ya citado Centro de Estudios Sociales ‘Por la Idea’, con el apoyo económico de la Federación de Panaderos sacó a luz el periódico Redención, órgano al cual Lombardozzi llevó su concurso intelectual, advirtiendo a uno de sus fundadores —el ya nombrado Carlos del Barzo— “de la corta vida que tendría este órgano en razón de la calidad de quienes le sostenían” (El Oprimido, Lima, abril de 1908).
Posteriormente, “la lucha por la vida” lo llevó a Pomalca, logrando reunir voluntades entre los trabajadores, fundando el Centro de Estudios Sociales ‘Pomalca’, con escuela y biblioteca incluida, cumpliendo en éste la labor de maestro y compañero a la vez de los obreros y jóvenes que allí asistían. Dicho centro de cultura se preservó durante algunos años, manteniéndose en pie aún hacia abril de 1908 (El Oprimido, Lima, abril de 1908).
En Guadalupe colaboró en el órgano obrero El Ferrocarril. En Catacaos conoció al revolucionario venezolano Lomónac, redactando con éste el periódico El Ciudadano, que se sostuvo hasta la muerte del venezolano. En la aldea de Piura fundó el Centro Social Instructivo, que hasta 1908 aún estaba en funcionamiento (El Oprimido, Lima, abril de 1908).
Cuando se fundó el Centro Humanidad en Lima, Lombardozzi se convirtió en uno de sus permanentes colaboradores, alentado a este grupo desde la retirada aldea de Piura. Desde Paita, se trasladó a Guayaquil (Ecuador), en donde los integrantes del grupo La Idea Libre le encomendaron la dirección de este órgano.
En los avisos del pasquín Humanidad de Lima, Lombardozzi daba cuenta de la conformación de un nuevo grupo, llamado Grupo No Acatar, el cual solicitaba encarecidamente “a los compañeros del exterior a fin de extender La Idea en el Ecuador, el envío de periódicos y folletos. Dirección Leonardo Dak, casilla 204, Guayaquil, Ecuador”. A la vez, enviaba desde esa región el periódico Tierra, además de “cartas i paquete de periódicos” (Humanidad, Lima, n° 9, noviembre 1906).
Fue en Guayaquil donde Lombardozzi enfermó de tisis yendo a parar al hospital, producto del clima infeccioso de la ciudad. Un tanto respuesto, regresó a Lima “en busca de alivio para sus males”, participando en una Conferencia organizada por el Centro Humanidad “en protesta por las víctimas del jesuitismo y aristocracia íbera: Ferrer-Nackens”. En esta conferencia Lombardozzi señaló “que la causa del bien y de la verdad era capaz de darle alientos para refrenar sus dolencias y hacer vibrar su voz altiva y condenadora. Ofreciendo después otra a los trabajadores chalacos y contribuyendo a la fundación de la revista, libre de todas las ideas y de todas las espansiones artísticas, Vida, que luego hubo de aparecer con el nombre de Humanidad. Esta fue una de sus últimas apariciones públicas” (Los Parias nº 41, Lima, mayo de 1908).
Como puede comprobarse a lo largo de su recorrido por Mendoza, Santiago, Valparaíso, Antofagasta, Lima, Trujillo, Chiclayo, Pomalca, Guadalupe, Catacaos, Piura y Guayaquil, Lombardozzi hizo de la labor propagandística su forma de vida, “donde no daba una conferencia, escribía un periódico; y donde no fundaba un centro, intervenía en una huelga” (Los Parias nº 41, Lima, mayo de 1908).
En momentos en que preparaba su “testamento literario” —como él llamaba a su libro en preparación, Memorias de un Tísico— y queriendo llevar la Idea a Bolivia, Lombardozzi emprendió viaje al Sur. Fue entonces cuando la ingrata enfermedad que arrastraba le detuvo en el camino en su paso por Puno, y concluyó por derribarle el 24 de marzo de 1908, cuando estaba en la plenitud de su actividad propagandística.
Diversos homenajes surgieron entonces en los distintos países y pueblos en que su paso había dejado huellas. En Chile, el tipógrafo Julio E. Valiente (1882-1965) señalaría que: “signado con un número y tendido en el triste lecho de un hospital, la muerte ha sorprendido, con su rigidez de hielo, al infatigable agitador anarquista, Inocencio Pellegrini Lombardozzi… Estas son las ganancias de los agitadores del pueblo: o ir a los calabozos de una cárcel, o caer ametrallado en la calle pública, o morir signado con un número en un lecho de hospital. Ha caído en la plena juventud y cuando aún esperábamos que continuara predicando por el mundo la idea de la sublevación y la protesta contra el régimen individualista actual, que aplasta toda aspiración generosa y seca todo cerebro inspirado…”.
Muerto Lombardozzi, se preguntaría Valiente:
“¿quién irá a los suburbios a levantar esas almas dormidas que se anidan en los cuchitriles infectos del suburbio?, ¿quién llevará a los mendigos, a las prostitutas el verbo libertador de las ideas nuevas que los redimirá de sus vicios y miserias?
(La Protesta n° 4, Santiago segunda quincena de junio de 1908).
¿Quién irá las frías noches del invierno, bajo los puentes, debajo de los escaños de los paseos públicos, a las puertas suntuosas de los palacios, a despertar a los que por falta de hogar se guarecen allí de la crudeza del frío, para darles a conocer las ideas anarquistas que les dan derecho a tomar parte del banquete de la vida, a tener hogar, a tener amor y a poseer comodidades, a aspirar el perfume de las flores?
¿Quién irá a despertar al pueblo dormido? ¿nadie ocupará el puesto de Lombardozzi? Es de esperarlo, en estos tiempos de opacamiento en que son muy pocos los que se atreven a levantar la voz.
Los hambrientos, los haraposos, los atorrantes, las prostitutas y los mendigos y ladrones no hallarán su legionario y no tendrán ya más derechos para escuchar la palabra libertadora que los levante de su postración para encaminarlos por el sendero florido de la vida, liberándolos hacia la consideración, el aprecio de los hombres por su deseo de redimirse”.
En la región peruana, apenas acontecida su muerte, El Oprimido le dedicó una edición especial en el que Justo León lo homenajeó con un soneto:
¡De las rojas visiones de tu anhelo
(El Oprimido n° 8, Lima, abril de 1908).
Irradiabas la luz en tu tribuna,
Propagando de Acracia la Comuna
Como libre Ideal de puro Cielo!
¡Y esgrimiendo tu voz como escalpelo
De lójica acerada y oportuna,
Demostrabas que el oro es vil fortuna
Y origen del dolor en este suelo!
¡Y en pos de redimir al pueblo paria
Atacabas al robo en su bastilla
Con el hacha y la Idea Libertaria!
¡Y apóstol del futuro, sin mancilla,
Sembraste en la conciencia proletaria
El germen de tu lírica semilla!
Así comenzaba la elevación de Lombardozzi a la galería de mártires que fueron forjando los anarquistas en las regiones chilena y peruana. Evidencia de ello son los numerosos artículos que le consagraron desde su muerte, además de las innumerables reproducciones de su poesía. Sobre todo su poema en prosa “Qué es Anarquía? (A mi madre)”, aparecido por primera vez en el periódico libertario El Faro (Santiago de Chile, octubre de 1902). A partir de ahí, fue reproducido innumerables veces en periódicos obreros de Chile, Argentina, Perú y España, y recitado en las tantas veladas anarquistas de la época. Amplia difusión alcanzó en el mundo de habla hispana sobre todo cuando lo publicó el periódico catalán Tierra y Libertad en 1910, con motivo del homenaje al compañero fallecido. Dice el poema:
Anarquía es el sueño venturoso del poeta, la visión deslumbradora de las almas grandes, el anhelo de los corazones nobles, la aspiración sublime de los seres ávidos de justicia.
Inocencio P. Lombardozzi, “Qué es anarquía”, en Tierra y Libertad, año VII, nº 14, Barcelona, 1910, p. 1).
Es el pensamiento humano en su más alto vuelo, águila atrevida que conquista el espacio insondable, vistiéndose con rayos de sol a quien desafía, escudriñando con sus ojos el corazón del hombre.
[…]
Es la ¡Venganza! Escrita en sangre en los oscuros calabozos, el ruido de las cadenas que agitan las almas rebeldes!
Es el incendio, la roja llamarada que se divisa, la musa petrolera que se venga!
Por eso soy anarquista, madre mía, porque sueño y espero, porque siento y sufro, porque soy rebelde y lucho.
En Chile, Lombardozzi pasó a convertirse en una de las figuras más queridas y recordadas del anarquismo. Su figura ha sido resaltada en numerosas ocasiones por órganos locales, bautizándose incluso centros de estudios sociales y bibliotecas populares con su nombre. Así por ejemplo, los panaderos, hacia 1924 bautizaron su centro de estudios sociales con el nombre de este luchador, reconociendo a Lombardozzi como aquel “miembro inteligente” de su gremio, compañero que, “allá por los años 1902 o 1904, desempeñó una fecunda labor en pro de la organización revolucionaria de los obreros panaderos de Santiago”.
“Lombardozzi, tipo del bohemio rebelde, inteligente y valeroso, escribió una brillante página en la historia del gremio de panaderos, y con muchísima razón, los jóvenes del sindicato 2, lo designaron para que su nombre figure al frente de la nueva institución creyendo de este modo, erigir un monumento a la memoria del luchador animoso que supo sacrificarse en la hora propicia por el porvenir del gremio”.
(El Obrero Panadero n° 7, Santiago 15 de noviembre de 1924; n° 8, 1° de enero de 1925).
Obra
- “Qué es Anarquía? (A mi madre)”, en: El Faro, Santiago, octubre de 1902.
- “Surge et ambula!”, en: El Faro, Santiago, enero de 1903.
- “Lo que eres obrero”, en: El Faro, Santiago, septiembre de 1902.
- “Lo que dicen las sombras”, en: El Faro, Santiago, noviembre de 1902.
- “Sonata del dolor”, en: La Protesta, Santiago, primera quincena de julio de 1908.
- “Apuntes subversivos”, en: El Oprimido, Santiago, primera quincena de septiembre de 1906.
- “La pascua de una víctima”, en: La Luz, Santiago, segunda quincena de julio de 1902.
- “¿I qué hacemos?”, en: La Luz, Santiago, primera quincena de junio de 1902.
Cómo citar esta entrada: Lagos Mieres, Manuel Andrés (2020), “Lombardozzi, Inocencio Pellegrini ”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org