PARDO JIMÉNEZ, Luis Alberto (Provincia de Colchagua, Chile, 1882 – Santiago de Chile, 9/3/1946).
Carpintero chileno de orientación anarquista, fundador de la Federación de Carpinteros de Valparaíso (1913), miembro fundador de la FORCH, director del Ateneo Obrero de Valparaíso, miembro de la IWW (sindicalista).
Luís Alberto Pardo Jiménez perteneció a la primera generación de anarquistas en Chile, aquella que en los albores del siglo XX realizó un trabajo pionero en los gremios obreros, formando sociedades de resistencia y organizando las primeras huelgas.
Nació en Colchagua en el año 1882. No tenemos datos de sus progenitores ni de su familia, pero seguramente fueron éstos campesinos de los valles de esta provincia viñatera. El 6 se septiembre de 1902 nació en Santiago su hijo, a quien nombró como Luis Bakunin. Los registros tampoco dan cuenta de la identificación de la madre. Se domiciliaba entonces en calle Lastra 580 y fueron testigos del nacimiento el pintor (futuro Premio Nacional de Arte, mención pintura 1959) Benito Rebolledo Correa (1880-1964), el propagandista italo-argentino Inocencio Pellegrini Lombardozzi (Alfadena, Italia, 1883-Puno, 1908) y el pintor-decorador Luis Olea Castillo (Santiago, 1866 – Guayaquil, 1911).
Se le describe “alto, fornido, de contextura recia, se adivina en él un hombre de trabajo, sobrio y activo, consagrado de lleno al noble afán de su oficio, que es el único recurso con que cuenta para vivir”. Un obrero de ilustración poco común, estudioso e inteligente y de una clara comprensión de los problemas sociales, de fácil palabra, elocuente, de dicción clara y precisa (El Chileno, Valparaíso, 29 de febrero de 1920).
Como muchos de sus compañeros, Pardo se preocupó de formarse a sí mismo. Siendo muy joven y encontrándose en una ciudad hostil ejerciendo diversos oficios, sus pasos le llevaron al encuentro con el mundo de la sociabilidad obrera, donde conoció a Magno Espinoza Vásquez (1876-1906), Alejandro Escobar y Carvallo (1877-1966) y el ya nombrado Luis Olea Castillo. Por intermedio de éstos, sus inquietudes y anhelos de conocimiento encontraron respuesta y prolífico cultivo al sumarse a la Comunidad Tolstoiana de la calle Pio Nono, donde se inició en el ideal revolucionario de la época, alternando a la vez con anarquistas que actuaban en el mundo sindical (a los ya nombrados Espinoza, Olea y Escobar, habría que sumar al zapatero Augusto Pinto Barrera (1882-1960), escritores como Fernando Santiván (1886-1973, Premio Nacional de Literatura 1952), Augusto D` Halmar (1882-1950, Premio Nacional de Literatura 1942) y artistas como los pintores Julio Ortíz de Zárate (1885-1946) y el ya nombrado Benito Rebolledo Correa que marcaron su vida. De esa época, este último le recuerda a Pardo como un joven “muy entusiasta” que “hablaba bastante bien” y “soñaba con ser un gran tribuno para servir mejor a “la causa”. En tanto que Escobar y Carvallo le recuerda con toda razón, como uno de los verdaderos pioneros de la organización gremial obrera en la capital, “un joven equilibrado e inteligente, quien se destacó en la tribuna popular y en los trabajos de organización” (Carta de Benito Rebolledo a Fernando Santiván, en Pedro Pablo Zegers…, Cartas salidas del silencio, Santiago de Chile LOM, 2003, pp. 81-92; Alejandro Escobar y Carvallo, “Inquietudes políticas y gremiales”, en Occidente n° 120, Santiago, septiembre-octubre, 1959, p. 13)
Efectivamente se hizo un gran tribuno y propagandista anarquista. Consiguió emplearse en la Empresa de Tranvías Eléctricos de Santiago, destacándose enseguida en la organización de uno de los primeros movimientos huelguísticos dirigidos por los anarquistas. Por entonces, Pardo con el apoyo del relojero Marcos Yáñez Úbeda (1870-¿?), el obrero ferroviario Esteban Cavieres Valenzuela (1868-1904) y el zapatero Luis Morales Morales (1883-1921?), fundó una sociedad de resistencia en el gremio de la Tracción Eléctrica. A pesar del carácter moderado de las exigencias de los obreros y obreras de esta empresa (jornada de 9 horas; abolición del sistema de multas, regularización de los pagos; reincorporación de obreros despedidos), ésta respondió con la violencia, reprimiendo a la reciente organización sindical y recurriendo a los rompehuelgas. Para impedir la circulación de los tranvías, los trabajadores en huelga bloquearon las vías y escondieron los manubrios de los tranvías, imposibilitando su manejo. Frente a la acción directa desplegada por los obreros, la respuesta de las autoridades fue un incondicional apoyo a la empresa. Como consecuencia, Pardo y varios compañeros, fueron despedidos sin haber logrado sus peticiones (marzo-abril de 1902).
Desde entonces, su compromiso público anarquista impidió que fuera admitido en otra empresa. Pasó largo tiempo cesante y de ahí que decidió aprender un oficio que le diera cierta independencia de cualquier lacayo patronal. Aprendió el de carpintero, que le permitía enrolarse en ciertas aventuras, pero a la vez trabajar independiente desde un rincón de la casa si ello así lo ameritaba. Ya para 1903 se desempeñaba como carpintero a bordo en las faenas portuarias de Valparaíso. Junto a Magno Espinosa e Ignacio Mora Avendaño (1884-1911), fundó la Unión de Tripulantes Marítimos, con carácter de sociedad de resistencia, convirtiéndose Pardo en uno de los directores y redactor de su órgano oficial, el periódico El Vaporino.
El 15 de abril de ese año, se inició en Valparaíso una huelga entre los trabajadores de la Pacific Steam Navigation Company como respuesta al rechazo por parte de ésta a las peticiones de jornaleros y estibadores que aspiraban a reducir sus jornadas (de 12 a 10 hrs) y pedían aumentos de salarios y mayor tiempo para colación. A los pocos días se sumaron los trabajadores de la Compañía Sudamericana de Vapores. La paralización era casi total, con alrededor de 4 mil huelguistas. A comienzos de mayo de 1903, el que era en sus inicios un movimiento de trabajadores sin una dirección política clara, comenzó a mostrar una dirigencia visible de carácter ácrata. Si bien Margo Espinoza destacó como el líder indiscutible del movimiento, hombres como Luis A. Pardo, Ignacio Mora y Federico Orellana, jugaron también un importante papel. El día 12 de mayo, los habitantes de los cerros bajaron a la ciudad impidiendo el trabajo de los rompehuelgas. Una serie de discursos anarquistas se ofrecieron en distintos puntos de la ciudad mientras los saqueos, enfrentamientos e incendios comenzaban una escalada cada vez mayor. El obrero Manuel Carvajal fue asesinado por efectivos de la Armada en una manifestación en la Plaza Echaurren. En señal de protesta, su cuerpo fue cogido por los huelguistas y paseado por la ciudad hasta las puertas de la Intendencia. La represión entonces no se hizo esperar: más de cien obreros asesinados y cantidad indeterminada de heridos fueron el saldo de estas jornadas. Ésta sería la primera matanza de un ciclo de huelgas que tendría su cénit el 21 de diciembre de 1907.
Hacia 1904, ya de regreso en Santiago, Pardo —junto a los tipógrafos Julio E. Valiente (1882-1965), Manuel J. Montenegro (1860-1949), Nicolás Rodríguez (1878-1942), la sombrerera María del Tránsito Caballero (1880-1905) y elementos librepensadores—, fundó el Centro de Propaganda Anticlerical “Giordano Bruno”, ocupando éste el cargo de secretario de dicha entidad.
Para mayo de 1904 los anarquistas de la capital conmemoraron de forma histórica el 1º de Mayo, realizando una manifestación pública de gran convocatoria y simbolismo. Un informe al periódico La Protesta de Buenos Aires daba cuenta de que “el cortejo, a cuya cabeza iba un buen número de compañeras llevando una bandera con esta inscripción: ‘Ni Dios Ni Amo’, partió seguido por numerosos niños que a intervalos cantaban himnos revolucionarios”. Según el mismo informe, “desde la mañana el local de la reunión estaba repleto de gente. Los estandartes rojos brillaban al sol, y una hermosa alegoría, debida al pincel de un compañero pintor (Benito Rebolledo), llamaban la atención de todos” (La Protesta Humana, Buenos Aires, 22 de mayo de 1904). Con Luis A. Pardo, Luis A. Soza e Inocencio Lombardozzi a la cabeza, los anarquistas recorrieron las calles centrales de la ciudad cantando el himno “Hijos del pueblo” y otras canciones revolucionarias, iniciando con ello la que sería una arraigada costumbre en el movimiento obrero local, pues el canto ciertamente acompañó prácticamente todas las manifestaciones de la cultura obrera local.
Al año siguiente, y en vísperas de una nueva conmemoración, los mismos Pardo y Lombardozzi pronunciaron punzantes discursos frente a unos 300 obreros que se manifestaban, lanzando ácidas críticas al Gobierno, al Presidente de la república, el ejército y la policía (AHN, Fondo Intendencia de Santiago, vol. 2263, mayo de 1905, oficio nº 890, del Prefecto de Policía al Intendente).
Según declaraciones posteriores (1912), Pardo tomó parte en varios movimientos a principios de siglo, “como ser las protestas del 22 y 23 de octubre de 1905, en los mítines contra el impuesto a la carne, en las anteriores huelgas de la tracción eléctrica, y en Antofagasta fui secretario de la Mancomunal obrera” (AHN, Fondo Judicial-Criminal, Santiago, Legajo 1675). Efectivamente, después de estas jornadas, Pardo, como varios de sus compañeros (Julio E. Valiente, Ignacio Mora, Francisco Pezoa (1882-1944), Alejandro Escobar y Carvallo) se instaló en el norte y se convirtió en secretario de la Combinación Mancomunal de Antofagasta. Como tal, vivió la masacre de comienzos de 1906 en esa ciudad cuando tropas ametrallaron a decenas de trabajadores que se manifestaban en la Plaza Colón. Posteriormente fue “expulsado” por los reformistas por “creérsele revoltoso y ser un peligro para la buena marcha de las instituciones” (AHN, Fondo Judicial-Criminal, Santiago, Legajo 1675).
Regresó a Santiago, colaborando con el periódico anarquista El Alba, integrándose a la Federación de Carpinteros de Santiago, donde destacaban Adolfo Hernández López (1875-¿?) y el italiano Luis Cuadri Matofelli (expulsado de Chile en 1920, tenía entonces ya más de 70 años y familia en Chile). De la acción de este foco, se reorganizaron importantes sociedades de resistencia en la capital, logrando incluso conformar una Federación de Trabajadores a nivel local, antesala de lo que sería luego la FORCH.
Desde 1909 le vemos actuando en la Sociedad de Resistencia Oficios Varios de Santiago (1909-1912), espacio neurálgico del anarquismo local por esos años, aunque militaban en sus filas también elementos socialistas y sindicalistas. Hacia 1911, justamente serían dirigentes sindicalistas de Buenos Aires los que hicieron una gira por Chile, siendo apoyados por elementos de
la SROV, especialmente por Luis A. Pardo, quien en el marco de la primera conferencia (Santiago, 11 de noviembre de 1911, la segunda fue el 19 del mismo mes), presentó “al camarada [Luis] Lotito, en cuyo momento una salva estruendosa de aplausos resonó en el teatro; fue el saludo mismo que los trabajadores de Chile brindaban a sus hermanos de la Argentina en la persona de uno de los suyos” (La Acción Obrera. Semanario sindicalista revolucionario, Buenos Aires, 16 de diciembre de 1911).
La idea era que esta gira se extendiera a Valparaíso, razón por la cual —con meses de anticipación— Luis A. Pardo envió una carta al carpintero y militante demócrata Abel Cruz Cañas, informándole de la venida de los compañeros de Argentina y de la posibilidad de preparar su recibimiento en la ciudad porteña (Carta de Abel Cruz C. a Luis A. Pardo, en AHN, Fondo Judicial-Criminal, Santiago, Legajo 1675).
A estas actividades, desde el seno de la SROV se formó un Comité Antimilitarista liderado por personalidades como el mismo Pardo, el panadero Laureano Carvajal Fernández (1884-1969) y el peluquero Víctor Garrido Gutiérrez (1891-1945). Este Comité se encontraba en relaciones con la FORU (Federación Obrera de la Región Uruguaya) para programar una gira de Barzán por Chile a modo de fundar una Federación Obrera en la región chilena que, en unión a sus similares, fuera antesala de la gran federación subamericana. (Consejo Federal de la FORU a Teodoro Brown Suárez, en AHN, Fondo Judicial-Criminal, Santiago, Legajo 1675).
Este ascenso de las actividades de la SROV se vieron truncadas cuando, la noche del 21 de diciembre de 1911 (al cumplirse 4 años de la matanza de Santa María de Iquique) estallaron unas bombas en un recinto religioso. Las autoridades, obedeciendo a una práctica ya conocida, culparon a los anarquistas, reunidos fundamentalmente en esta organización. Luis A. Pardo, como uno de sus directores, fue conminado a declarar, señalando en la ocasión: “fui anarquista y creía en otro tiempo que por medio de la violencia podía llegarse a obtener la realización de mis ideales; pero avanzando en mi instrucción, he llegado a rechazar la violencia, aceptando solo la evolución por medio de la educación del pueblo y la solidaridad de las clases trabajadoras. Acepto los gobiernos como necesarios hoy aunque creo que desaparecerán en el futuro. Acepto por hoy la propiedad individual, que creo injusta, y estimo que con el progreso de la humanidad se llegará al socialismo colectivista, o sea, al Estado propietario” (Declaraciones de Luis A. Pardo, AHN, Fondo Judicial-Criminal, Santiago, Legajo 1675).
A pesar de ello, el juez Aspillaga solicitó penas de 20 años para Pardo y varios otros anarquistas. No obstante, al cabo de unos meses, la cuasa judicial contra esta sociedad por“asociación ilícita” terminó archivada por falta de pruebas.
Lo cierto es que Pardo no había renunciado a las ideas anarquistas ni mucho menos. Así lo hace ver una carta del mismo Abel Cruz Caña a Pardo refiriéndose a éste como “un combatiente de la política”. Lo cierto es que Pardo siguió colaborando con los órganos anarquistas de la capital. Lo hizo en El Productor y luego en La Batalla, de modo que estas declaraciones más bien pueden ser interpretadas como una forma de lograr que las autoridades cesasen su persecución. De hecho, en el marco de este proceso a la SROV, varios otros libertarios declararon también “haber sido anarquistas”, cosa que no se condice en la práctica. De este modo, meses después, ya estaba vendiendo La Batalla –¡periódico sin Dios ni Patria!- por calles de Santiago. En una ocasión, junto a otros compañeros, fue aprehendido tras un altercado con la policía en el que no faltaron los golpes.
Hacia 1913, al fundarse en Valparaíso la Federación de Carpinteros, Pardo se convirtió en uno de sus impulsores, participando activamente en sus múltiples actividades de calle San Ignacio 109, a la vez que, junto a Juan O. Chamorro (1885-1941), promovió la organización de la Federación Obrera de la Región Chilena (FORCH) en Valparaíso.
Hacia 1914, en el marco de la crisis económica y social producto del inicio de la Primera Guerra Mundial, Pardo, como Secretario General de la FORCH se convirtió junto a Juan O. Chamorro en uno de los agitadores de mayor cuidado para las autoridades (AHN, Fondo Intendencia de Valparaíso, vol 1343, 7 de septiembre de 1914, del Prefecto al Intendente).
Cada cierto tiempo se embarcaba para llevar a cabo tareas de carpintería a bordo, llegando así a distintos puertos del orbe. Ello le permitía hacer nexos y a la vez distribuir propaganda. Así lo hizo por ejemplo en Punta Arenas, donde se encontraba de paso, trabajando a bordo de un vapor desde marzo de 1915. Esta actividad seguramente contribuyó a la radicalización que desde ese periodo fue experimentando la Federación Obrera de Magallanes (FOM), controlada por los socialistas.
A mediados de ese año, envió una carta al periódico La Batalla desmintiendo al actual secretario de la FORCH, Manuel Barrera Díaz, que lo acusaba de malversación de fondos. En su defensa, Pardo señaló que el tesorero de la FORCH nunca le había entregado el dinero por el cual se le acusaba y que el actual secretario actuaba de mala fe. La Federación de Carpinteros le manifestó su solidaridad, retirando sus delegados de la FORCH (La Batalla, Santiago, segunda quincena de junio de 1915).
Ya para 1916 se encuentra regreso en Valparaíso participando de las actividades de la Federación de Carpinteros. En esta organización gremial, Pardo se convirtió en uno de sus elementos más respetados, asumiendo la dirección del Salón Teatro de calle San Ignacio 109 y de su periódico La Voz del Pueblo.
Hacia 1918, cuando se organizó el Centro de Estudios Sociales “Eliseo Reclus” en Valparaíso, fueron Pardo junto a Julio Rebosio Barrera (Lima, 1896 – Santiago, 1920), sus principales impulsores. Semana a semana desarrollaban conferencias sociales en las plazas de la ciudad, organizando el Comité Pro Paz para contrarrestar la praxis chovinista del discurso hegemónico.
Hacia 1920 aparece como director del Ateneo Obrero de Valparaíso. A comienzos de julio de 1920 se informaba por ejemplo en la prensa local: “Este Ateneo que con tanto éxito viene desarrollando su labor cultural entre los trabajadores en general, tendrá esta noche 2 importantes conferencias. La primera a cargo del compañero Luis Pardo y versará sobre el ‘Sofisma Político’. Después de algunos números de música y declamación, el compañero I. Badilla disertará sobre ‘El Valor de la Prensa Obrera’. Entrada libre, local San Ignacio 109, local de los Carpinteros” (El Mercurio, Valparaíso, 4 de julio de 1920).
En el ámbito de las conferencias, desarrolló verdaderos torneos culturales en el cual tomaban parte obreros de diversas tendencias. Hacia abril de 1921 se anunciaba una que tendría lugar el domingo 14 por el señor Julio Rojas “refutando la conferencia que el camarada Luis Pardo desarrolló sobre la intervención del clero en la lucha social o sea la obra del sindicato blanco.” En la ocasión se invitaba “a todos los trabajadores que se interesan en investigar las nuevas tendencias ideológicas que se viene desarrollando en algunos países”. Dicha conferencia se organizó en el marco de una velada, en la cual tomó parte el Cuadro “León Tolstoy” haciendo grata presentación, acompañado de elementos del Cuadro “Luz i Vida” del Sindicato Oficios Varios de la IWW (El Chileno, Valparaíso, 23 de abril de 1921).
En el marco del “Proceso a los Subversivos” iniciado en julio de 1920, Pardo, como secretario de la Federación de Carpinteros de Valparaíso, y uno de los animadores del Ateneo Obrero organizado en este local, fue uno de los blancos predilectos de la represión oligárquica. Según la información de sus verdugos, Pardo era activo militante de la I.W.W., sin embargo, este mismo declaraba no haber ido a esta organización “por cuestiones personales”. De igual modo, “fui encarcelado, y allá se me comprobó, con testigos como Ricardo Montaner, que yo era de la IWW, y que durante los discursos había incitado a la anarquía” (La Comuna, Viña del Mar, 29 de septiembre de 1920).
Con posterioridad a este Proceso, se pierde el rastro de Pardo. Seguramente, como también lo hizo Chamorro, intentaron protegerse en el puerto manteniendo un bajo perfil, apareciendo sólo de vez en cuando; muy posiblemente Pardo prosiguió trabajando en el Ateneo Cultural del local de la Federación de Carpinteros de Valparaíso, alternando esto con su trabajo como carpintero a bordo que le hacía perderse del puerto durante algunos meses. Por esta vía, durante el verano de 1922 viajó a Montevideo. Dio un par de conferencias en el local de los zapateros, de las cuales no sabemos el contenido. Domingo Ramírez, quien envía la correspondencia desde Montevideo en 8 de febrero de 1922, solamente da noticia de su presencia, señalando que “ha llegado a estas tierras un compañero de esas regiones que se llama Luis Pardo. En un Pic Nic que hemos realizado, se le invitó a que hablara. Parece que conoce bastante sobre sociología, pero no tiene facilidad de palabra como para orador. Mañana jueves daremos una conferencia en nuestro local y se le invitó para que hablara” (El Proletario, Talca, n° 9, 12 de marzo de 1922).
Poco después, le vemos en Santiago, participando en el Hogar Común de la IWW, entidad que se había propuesto organizar una Escuela Musical. Pardo aparecía entonces como secretario de actas de esta entidad cultural. Tampoco hay registro de Pardo durante la Dictadura de Ibáñez. ¿Fue relegado? ¿se mantuvo clandestino durante esos años? Esta última opción es la más probable.
Pardo falleció en Santiago un 9 de marzo de 1946. Como tantos de su generación, la causa de su muerte fue tuberculosis pulmonar. Tenía entonces 66 años. Sus restos descansan en el patio 26 del Cementerio General de Santiago, tumba n° 4856.
Cómo citar esta entrada: Lagos Mieres, Manuel Andrés (2020), “Pardo, Luis”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org