LIZCANO, Vicente Ramón (existe duda sobre su nombre de pila, seudónimo: Biófilo Panclasta) Chinácota, departamento Norte de Santander, Colombia, 26/10/1879 – Pamplona, departamento Norte de Santander, Colombia, 1/3/1942).
Famoso anarquista colombiano conocido con el seudónimo de Biofilo Panclasta, cuya vida estuvo signada por la leyenda. Durante 40 años su nombre es mencionado en diversos lugares del continente dando pie a un mito que se ha prolongado hasta el presente.
Su madre, Simona Lizcano, es una campesina de Silos y su padre, Bernardo Rojas, es de Chinácota. En este último lugar se conocen y engendran a Vicente Lizcano, sin haber contraído matrimonio. Debido a este hecho, Simona se vio obligada a abandonar el pueblo de Chinácota y a trabajar como cocinera en casas de hacendados para mantener a su hijo, pues Rojas desaparece después del nacimiento del niño sin dejar rastro.
En 1886 comienza sus estudios primarios. En 1890 es considerado como el mejor estudiante de historia de un colegio de Pamplona, hecho sobre el que él mismo afirmó años después que «era como una intuición del eterno éxodo de mi vida». En este momento, Biófilo se desempeña como monaguillo en la iglesia de Pamplona, porque en Colombia en esa época, como lo contaba el mismo, “no había más carrera que la de sacristán, porque la de clérigo me estaba vedada, por pobre y por hijo natural”. Termina siendo acólito ya que tras la muerte de su madre, sus tías beatas lo obligan a desfilar como monaguillo por las sacristías de todas las iglesias de Pamplona. Por eso, convertirse en un cura católico es su mayor ambición en esa época, porque en ese pueblo, con alma de colonia, solamente hay frailes, beatas, iglesias, conventos, rezanderos y camanduleros.
Entre 1897 y 1898 estudia en la Escuela Normal de Bucaramanga, en donde edita un pequeño periódico, en el cual manifiesta su rechazo a la relección como presidente de la República del conservador Miguel Antonio Caro, hecho que le vale la expulsión de ese establecimiento educativo por «faltas graves contra la disciplina». En 1899, junto con Eleazar López (militar venezolano que presidió ese país entre el 17 de diciembre de 1935 hasta el 5 de mayo de 1941), funda la primera Escuela Pública en Capacho Nuevo (Venezuela). En ese mismo año participa en forma activa en el derrocamiento del gobierno de Ignacio Andrade, sumándose a las tropas de Cipriano Castro, quien se convierte en Presidente de Venezuela.
En noviembre de 1904, Lizcano llega a Barranquilla y, como coronel de Cipriano Castro, ofrece sus servicios en pro de la integridad colombiana contra la usurpación yanqui y es nombrado en Bogotá primer ayudante general de la Cuarta Expedición sobre Panamá, un proyecto impulsado por sectores nacionalistas en Colombia que pretenden recuperar la soberanía nacional sobre el Istmo de Panamá, cuya independencia fue fraguada y apoyada por los Estados Unidos. Por este hecho, es acusado de conspirador y se ve obligado a viajar a Ecuador.
En 1904 adopta el nombre de Biófilo Panclasta (amante de la vida y destructor de todo). En 1906 llega a Argentina en donde se relaciona con círculos anarquistas de ese país. Posteriormente se dirige a España, que se convierte en su verdadera escuela revolucionaria. Desde allí recorre diversos países de Europa. En 1907 se tiene la primera referencia documentada de su actividad en el viejo continente, puesto que en ese año suscita un escándalo diplomático en la Haya. En esa ciudad se reúnen de forma casi paralela dos certámenes opuestos: un congreso anarquista y la Conferencia Mundial por la Paz. Biófilo es confundido con un delegado oficial del gobierno colombiano, Santiago Pérez Triana, lo cual estuvo a punto de originar un litigio diplomático cuando el dictador Rafael Reyes, quien gobierna el país entre 1904 y 1909, tiene conocimiento que su “enviado especial” ha sido detenido en Holanda. El gobierno colombiano presiona para que sea puesto en libertad su representante, lo que efectivamente se logra, con la diferencia de que si bien es cierto que el prisionero es colombiano, no se trata de Santiago Pérez Triana sino del anarquista Biófilo Panclasta. Se rumora que éste ha sido detenido porque junto a connotados anarquistas, como el ruso Pedro Kropotkin, participa en actividades tendientes a sabotear la Conferencia Mundial por la Paz.
En noviembre de 1909 regresa a Colombia con la intención de fundar un periódico titulado El Anticristo y entra por Puerto Colombia, cerca de Barranquilla, donde es detenido por orden de Rafael Reyes y es expulsado a la ciudad de Colón, en Panamá, de donde retorna a Colombia. Nuevamente es expulsado y se dirige hacia República Dominicana. Poco después aparece en Bogotá, en donde es hecho prisionero en 1911.
En 1914 es detenido en Valencia, Venezuela, por el dictador Juan Vicente Gómez que gobernó ese país entre 1908 hasta su muerte en 1935, cuando se dirige a Europa. Se le encierra en una cárcel en la que permanece durante siete años, hasta 1921, cuando por presiones internacionales, el dictador libera a algunos presos políticos, entre los que se encuentra Panclasta. Como resultado de esta experiencia, en 1931 Biófilo Panclasta publica un pequeño libro con el título Siete años enterrado vivo en las mazmorras de Gomezuela. Luego de recuperar su libertad, Biófilo es expulsado de Venezuela a Curazao, de donde retorna a Bogotá y luego viaja a la ciudad de Buenos Aires. Según indagaciones documentadas por la doctoranda Ivanna Margarucci, la travesía de Panclasta dura alrededor de trece meses, hecha casi toda a pie. En Ecuador pasa por Quito y Guayaquil. En Perú por el desierto de Piura, Lima (donde fue arrestado) y Mollendo, para llegar a La Paz, Bolivia. Allí, el 23 de junio de 1922 es deportado con la ley de residencia a Antofagasta, Chile. El cruce de los Andes desde la Araucanía y el trayecto a Buenos Aires lo hace acompañado de un perro al que llamó Trece (Mayor Ramos, 1922).
En 1923, es nombrado delegado de la Asociación Anarquista Mejicana a un Congreso anarquista en Barcelona, en donde propone «la formación de un comité internacional encargado de ordenar, planear y ejecutar en un mismo día el asesinato del zar de Bulgaria, el emperador de Inglaterra, del rey de Italia, del rey de Egipto, el Arzobispo de México, del presidente de Francia, del cardenal arzobispo de Toledo y de León Daudet”, como parte de un proyecto que se denomina la «Operación Europa». En 1924 se encuentra en Brasil y en Sao Pablo ayuda a organizar una huelga cafetera, razón por la cual es deportado de ese país. En 1927 participa en la segunda huelga contra la Tropical Oil Company en el puerto petrolero de Barrancabermeja (Colombia). Se le encarcela en San Gil, junto con los principales dirigentes del movimiento, entre los que se destacan Floro Piedrahita y Raúl Eduardo Mahecha, y allí permanece recluido durante varias semanas.
En 1928, una vez radicado en Bogotá, funda el Centro de Unidad y Acción Revolucionaria cuyo lema distintivo era «¡Revolucionarios de todos los ideales, uníos!», que publica el periódico El Libertador, cuyo director es Biófilo Panclasta. Es el primero y el último intento organizativo del andariego anarquista colombiano. Pese a la vehemencia con que se entrega a dicho proyecto, éste fracasa. El Centro lanza a la opinión pública un Manifiesto que llama a la unidad de todos aquellos que tengan hambre de libertad, fraternidad y justicia. Es un ataque contra los traidores y ladrones empotrados en el gobierno, un grito de protesta contra el imperialismo estadounidense y una convocatoria al pueblo para defender su derecho al pan, techo, vida y asociación. Unión, acción, selección y organización es lo que propone Biófilo Panclasta como solución a la problemática del país. En el Manifiesto se reclama el derecho de asociación como una actividad lícita de defensa de la vida. Los firmantes se proclaman “soldados del ideal proletario”, y se declaran en contra de sindicatos, centros, comités y personas que en nombre del pueblo consiguen prebendas en su provecho. Rechazan alianzas con partidos u organizaciones de “pelambre burgués”, porque la “emancipación del obrero debe ser obra del obrero mismo”. Este primer y único manifiesto es censurado por el gobierno de Abadía Méndez, abogado que gobernó Colombia entre 1926 y 1930. Sus firmantes son sometidos a proceso judicial por alentar contra el orden público.
En 1934 se une con la exmonja Julia Ruiz de origen boyacense, quien ejerce el oficio de pitonisa y adivina en su residencia en el barrio Las Cruces de Bogotá. Ésta se declara socialista “por amor a la justicia, por bien a la humanidad, por instinto moral de piedad, pero eso si… socialista de corazón, para amar; de cerebro para pensar; y de brazo para obrar, porque cuando no basta la fuerza de la razón, y del corazón, es necesario emplear la razón de la fuerza y de la pasión”. Tanto la edad, como el trajín y el vínculo amoroso con Julia Ruíz vuelven sedentario a Biófilo Panclasta, quien reside de manera permanente en Bogotá en la década de 1930, hasta el momento en que muere su compañera sentimental, en 1939.
Por este acontecimiento trágico abandona la ciudad capital y reinicia su trasegar, pero esta vez solamente por Colombia. Durante los últimos tres años de su vida se conocen noticias aisladas procedentes de varios lugares del territorio colombiano.
En una de esas ocasiones, a comienzos de 1940, desde Barranquilla se informa sobre sus dos intentos de suicidio, primero con los cables de la luz, con los que quiso electrocutarse, y luego con una navaja, con la que pretendió degollarse. En diciembre de ese mismo año, desde Bucaramanga, departamento de Santander, se anuncia que la policía de esa ciudad ha decretado su expulsión, acusándolo de vagancia y embriaguez. El primer día del mes de marzo de 1942, Biófilo Panclasta muere en el Asilo de Ancianos de Pamplona, a las diez de la mañana, víctima de un fulminante paro cardiaco. Sus restos mortales son llevados al cementerio en los hombros de los presos de Pamplona, un gesto simbólico de gran significado porque los presos de diversos lugares del mundo habían sido sus compañeros más frecuentes.
Biófilo es un anarquista muy particular, que en sus primeros momentos puede considerarse en el ámbito del “anarquismo individualista”, en la línea de Max Stirner. Al respecto, en 1910 manifiesta: “Yo no soy anarquista, soy yo. Yo no dejo una religión por otra, un partido por otro, un sacrificio por otro. Yo soy un espíritu liberado, egoísta. Yo obro como yo siento. Yo no tengo más causa que la mía”. Este individualismo radical se emparenta con la idea del super-hombre de Federico Nietzsche, su filósofo predilecto, y con su aborrecimiento del hombre masa. Su individualismo se reafirma en sus primeras declaraciones públicas y escritos, en los que enfatiza que no lucha por la justicia para beneficiar a otros sino que lo hace por él mismo, para sentirse vivo, para mostrarse a sí mismo que la vida era solamente tal si desplegaba el amor y el odio que ponen de presente que el YO existe. Pero esta concepción individualista no la sostiene mucho tiempo, porque en el mismo año de 1910 manifiesta que “la filosofía anarquista me repugna tanto como la socialista-conservadora […] Yo históricamente soy radical socialista”. En Biófilo coexisten en forma conflictiva diversas maneras de entender el anarquismo, que no se reducen en él a la idea que expresa en algunas ocasiones con la frase “La revolución soy yo”.
En términos políticos desconfía de cualquier forma de militancia, porque no cree en partidos de teorías, sino en “partidos de intereses”, por lo que entiende aquella necesidad que lleva a hombres y mujeres a unirse en una situación determinada para resolver problemas concretos, que están por encima de intereses ideológicos y partidistas.
Aunque los detractores de Biófilo lo pintan como un terrorista, cuyas acciones individuales hacen temblar a reyes y presidentes, en reiteradas ocasiones rechaza dicho calificativo, como cuando en 1912 sostiene: “Yo no soy terrorista. Fui terrorista cuando tenía la pasión y el fuego de los iniciados. Pero el evolucionismo me ha enseñado que el crimen aislado no funda nada y que sólo es eficaz la propaganda con la pluma y con la palabra”.
Biófilo es un anticlericalista radical, lo cual está relacionado tanto con sus concepciones anarquistas a nivel general, como porque el lugar donde nace y vive durante sus primeros años era tremendamente conservador y se encuentra dominado por las jerarquías católicas, que él soporta en forma directa. Desde su perspectiva, la hegemonía del clero, junto a la opresión yanqui y a la dominación burguesa constituyen los tres monstruos que subyugan al pueblo colombiano. Como contrapartida, en Pamplona y en otros lugares del país, los curas y monjas aterrorizan a la población, pero especialmente a los niños, diciéndoles que deben tener cuidado con el diablo en persona, es decir, con el anarquista Biófilo Panclasta.
Biófilo Panclasta es un viajero impenitente que, como muy pocos colombianos de su tiempo, recorre diversos lugares del mundo sin un centavo en el bolsillo. Su ideal libertario lo lleva a considerarse como un “ciudadano del mundo”, que intenta superar las fronteras artificiales que dividen a los pueblos. No le importa que siempre el castigo sea la cárcel y el exilio. Estoicamente Biófilo soporta los rigores de la prisión y después emprende nuevamente el camino de andariego y revolucionario como si siempre partiera de cero. Pese a la vigilancia de policías y carceleros de distintos países, Biófilo desafía todo orden y control. Aunque él mismo y todos los periodistas que escriben sobre él exageran sobre el número de países y ciudades que ha visitado, la evidencia documental si muestra que estuvo en varios países de América y de Europa. Como parte de la leyenda, que él mismo se encarga de alimentar, se supone que conoció de cerca y convivió con revolucionarios de talla mundial, como Lenin, Máximo Gorki, Pedro Kropotkin, Roman Rolland, entre otros.
Biófilo escribe bastante y de todo, aunque de su obra solo se haya podido recuperar una mínima parte. Redacta panfletos, cartas, artículos periodísticos, pequeños libros y poemas. Su escritura revela su perpetuo inconformismo con el poder, su denuncia a la opresión y su amor por el arte y la poesía. Cuando es necesario, con un estilo florido exalta a todos aquellos que él considera como sus compañeros de ruta, aunque estuviera en desacuerdo con su militancia política y partidista. De igual manera, ensalza la belleza de la naturaleza, el esplendor de los paisajes o la diversidad de las ciudades que conoce, siempre mostrando una constante preocupación por todo aquello que le rodea. Su pluma se convierte en un instrumento implacable para burlarse de los poderosos, para denunciar la opresión y la desigualdad y hasta para reírse de sí mismo. Su pensamiento es cambiante en concordancia con sus experiencias y sueños.
Las huellas del pensamiento de Biófilo se encuentran desperdigadas en artículos y entrevistas publicados en distintos periódicos de Colombia en el lapso comprendido entre 1907 y 1942. El solo hecho de haber constatado una permanencia tan amplia en el panorama periodístico nacional diferencia a Biófilo de la mayor parte de revolucionarios de su tiempo. Durante más de treinta años, pese a la dispersión de huellas, se puede captar la esencia de un pensamiento propio, a menudo contradictorio, atravesado por disimiles influencias doctrinarias y políticas. El anarquismo, el socialismo y el liberalismo radical del siglo XIX son las corrientes que más lo impactan.
Exalta el individualismo anarquista para enfatizar la oposición al hombre masa creado por el capitalismo, al mismo tiempo que reconoce el derecho de los pueblos a revelarse contra la opresión. Aplaude el ideario liberal del siglo XIX colombiano a la vez que cuestiona la postración del partido liberal y sus conductores ante las fuerzas conservadoras y retardarías después de 1886. Critica mordazmente el poder del clero y del conservatismo. Denuncia la opresión del imperialismo estadounidense, a la par que muestra el carácter dependiente de las clases dominantes criollas.
Como una muestra de su pensamiento, por desgracia disperso y difícil de reconstruir, en 1936, en una carta abierta dirigida a Eleázar López Contreras, presidente de Venezuela, plantea la necesidad de que se hermanen las dos corrientes revolucionarias, de los dos ideales humanos, que luchan una por el pan y la otra por la libertad. Señala que es necesario “encontrar un justo medio realizable que debería ser realizado por hombres de todos los partidos modernos, por revolucionarios de todas las tendencias ideológicas, por individuos de todas las clases, países, razas y edades”. Para él es necesario:
ampliar, humanizar, ennoblecer el llamado general, revolucionario… de Carlos Marx y exclamar: ‘Revolucionarios de todos los ideales, uníos!’. Esta es nuestra misión revolucionaria, nuestra bandera de victoria”, porque hay que luchar por “toda la libertad política posible por la menos desigualdad económica práctica y justiciera.
Biófilo Panclasta es un “eterno prisionero” porque en todos los lugares en donde vive es encarcelado. Aunque al respecto se ha generado la leyenda que estuvo preso en más de 300 ocasiones, algo difícil de probar documentalmente, la información disponible demuestra que sí estuvo en prisión en varios lugares de Europa, en Colombia y en Venezuela, en diversas oportunidades y durante mucho tiempo, como en el período 1914-1921, cuando es “enterrado vivo” en las mazmorras del régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez.
Obra escrita:
- Mis prisiones, mis destierros y mi vida, Editorial Águila Negra, Bogotá, 1929.
- Siete años enterrado vivo en las mazmorras de Gomezuela. Horripilante relato de un resucitado, Tipografía La Libertad, Bogotá, 1932.
Gran parte de la obra de este autor se ha perdido, y la que aún está disponible se encuentra dispersa en periódicos colombianos de diversas tendencias políticas que se publicaron entre 1907 y 1942.
Cómo citar esta entrada: Vega Cantor, Renán (2020), “Panclasta, Biófilo”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org