Osorio Morales, Luis Enrique (seudónimos: Leo, el corresponsal viajero) (Bogotá, Colombia, 27/03/1896 – Bogotá, D.E., Colombia 22/08/1966).
Escritor, editor, librero, dramaturgo, empresario, docente, músico, periodista, de orientación comunista, antiimperialista e internacionalista.
Vivió inmerso en el mundo de la literatura, la prensa, los libros, las editoriales, la enseñanza, la política, la cultura nacional y el teatro, fue un hombre que se dio a conocer a través de sus publicaciones, dedicó gran parte de su vida a enseñar y propagar una forma de cultura que él consideraba podía transformar la sociedad colombiana. Su obra, extensa y diversa, fue publicada en libros, periódicos, manuales, revistas, conferencias, representaciones teatrales, etc. Su oficio fue el de escritor, labor que combinó con la política y con su gran pasión por el teatro.
Proveniente de una familia de clase media, con nombres destacados en la vida pública del siglo XIX. Tuvo en sus abuelos a unos fieles conservadores y en sus padres a unos defensores acérrimos del liberalismo de partido. Nació el 27 de marzo de 1896 en el barrio Las Nieves de Bogotá, sus padres fueron Juan Crisóstomo Osorio Azcuénaga, que perteneció al círculo de la Gruta Simbólica, tertulia literaria que surgió en Bogotá a comienzos del siglo XX y su madre María Morales Rocha, fue hija de Julián Morales Quintero, Director de la Biblioteca Nacional de Colombia en 1902. Sus hermanas: María Osorio, Clara Osorio e Isabel Osorio y sus hermanos: Eduardo Osorio y Juan Crisóstomo Osorio, este último tuvo como profesión cirujano dentista y agregado Cultural en la Embajada de Colombia en Bruselas. Todos tuvieron en común su dedicación al teatro, la música y la cultura en general.
Realizó sus primeros estudios en el colegio “San Bartolomé”, institución pública de carácter nacional, bajo la tutoría de sacerdotes jesuitas, al cual asistían también los hijos de las familias acomodadas de Bogotá, allí estudió al menos desde 1910 hasta 1912, en compañía de los niños Álvaro de Brigard Silva, Carlos Manuel Canal, Alfonso Uribe, José Antonio Osorio Lizarazo, Gustavo Samper y Augusto Ramírez Moreno. En San Bartolomé la producción de periódicos manuscritos fue una actividad común entre los niños, y allí se interesó por la escritura. También, pasó por el Colegio de los padres salesianos, quienes lo motivaron en el arte, la investigación y la creación literaria, finalmente terminó sus estudios de secundaria en el colegio Mayor “Nuestra Señora del Rosario”. Desde los días de colegio, fue un joven inquieto por la escritura y con mucha pasión por el teatro.
Su paso por la universidad fue breve, primero cursó algunos semestres de Ingeniería en la Escuela de Ingeniería (civil y militar) y después pasó a la Escuela de Derecho (Jurisprudencia) –ambas escuelas de la Universidad Nacional de Colombia– dedicando dos años al estudio de las ciencias sociales. Sin embargo, no concluyó ninguna de estas carreras. Fue como muchos de su generación, un autodidacta que tuvo en la lectura y la escritura su escuela, devorador de libros desde su juventud, amante del teatro universal e impaciente por los temas de la sociedad y la literatura.
En 1915 se estrenó como novelista con la obra Primer Amor, publicada por la “Imprenta y Litografía Juan Casís”. La novela fue el punto de partida como hombre público, la novela no parece haber sido muy novedosa en su elaboración estética, pero sí lo catapultó ante las mujeres, sus más asiduas lectoras. También despertó gran interés en el director del recién fundado periódico El Diario Nacional, Enrique Olaya Herrera, quien lo llamó a trabajar por su conocida habilidad con la pluma. Olaya Herrera ejerció la presidencia del país entre 1930 y 1934.
Se desempeñó como reportero realizando entrevistas, crónicas y escribiendo suplementos literarios que relataban historias con gran aplomo. Inició su labor como periodista, con sólo veinte años de edad, al lado del bogotano Guillermo Pérez Sarmiento –director del semanario satírico Buen Humor de Bogotá– hombre de confianza de Olaya Herrera, y del periodista barranquillero Juan B. Fernández, fundador de El Heraldo. En junio de 1917 publicó con la “Imprenta y Litografía de Juan Casis” su segunda novela sobre costumbres bogotanas: Lo que Brilla. ElDiario Nacional y recomendó la lectura del texto a sus suscriptores, en una pequeña nota publicada el sábado 14 de julio. El mismo año escribió su primera obra teatral titulada Flor Tardía –considerada una comedia sentimental– cuyo libreto presentó con mucho optimismo a Agustín Sen, quien decidió, junto a Ángela Torrijos y su compañía teatral española que se encontraba de temporada en Bogotá, realizar el montaje y representación de la obra en “El Teatro Municipal” de la misma ciudad. Al lado de Guillermo Pérez Sarmiento compuso un sainete lirico, cómico y satírico titulado La Ciudad Alegre y Coreográfica (1917), estrenado en el teatro “El Bosque” de Bogotá por la “compañía de Matilde Palau”. La pieza le acarreó problemas porque muchos personajes de élite que asistieron a la función, se sintieron aludidos y la obra sufrió una censura oficial. La obra fue una pieza llena de la rebeldía y temeridad características de la juventud, fue un revulsivo que constituyó una cínica visión de los ideales de la sociedad de los cuales se burló, criticó y satirizó, dejó al desnudo la hipocresía y las convenciones de la burguesía de su época, la representación ocasionó tanto revuelo y presión desde las altas esferas, que el escenario fue clausurado.
Agobiado por las múltiples adversidades resolvió emprender un viaje fuera del país. En 1918 decidió viajar a Caracas seducido por la figura de Juan Vicente Gómez Chacón (presidente de Venezuela entre 1908 y 1935). Frecuentó botiquines y periódicos, publicó en la prensa caraqueña y escribió la comedia La Sombra, estrenada en 1920 por la “compañía de Manolo Puértolas”; también entabló relaciones con jóvenes opositores al régimen gomecista. Conoció y vivió con los estudiantes Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos y con el profesor, intelectual y gran amigo de los estudiantes Andrés Eloy Blanco. En 1919, parte de Caracas movido por la idea de cumplir una de sus mayores aspiraciones de llegar a Nueva York y publicar; lo consiguió con la revista Pictorial Review, en la que dio a conocer la novela corta Sueños Fugaces (1920, 1923, 1948). La publicación lo posicionó ante la dirección de la revista, que al momento de una bacante le permitió ocupar un puesto en la redacción de la versión en español de la revista para Suramérica. En Nueva York, escribió la obra Al amor de los escombros (1920, 1922), con la ayuda de su amigo judío de nacionalidad norteamericana Max Emmanuel Kahn, profesor de castellano –corresponsal de La Novela Semanal– quien tradujo la obra al inglés con el título de Out of theruins.
Para la época, la Tercera Internacional comunista buscaba agrupar a los partidos comunistas de distintos países, habiendo celebrado tres de sus grandes congresos mundiales. De Estados Unidos habían sido invitados el Partido Socialista Laborista de América, el sindicato Industrial Workers of the World y el sindicato Unión Internacional Industrial de Trabajadores. De la mano de Kahn, quien era comunista activo, se acercó al comunismo y compartió ideas sobre las cuestiones políticas y sociales. El comunismo fue predominante en sus relaciones de juventud; sus amigos, compañeros y colegas compartían la afinidad y militancia con la Revolución de Octubre.
En Norteamérica estuvo casi dos años, hasta que en octubre de 1920 decidió viajar a México a representar la obra Al amor de los escombros. México fue, para ese momento, muy acogedor para artistas y escritores colombianos como Leopoldo de la Rosa (poeta), Ricardo Arenales (poeta conocido por su último seudónimo: Porfirio Barba Jacob), Coriolano Leudo (pintor), Germán Pardo García (poeta), entre otros. En México, tuvo buen trabajo, amigos influyentes y disfrutó la posibilidad de escribir en las columnas de algunos periódicos. La obra Al amor de los escombros es una comedia contra la burguesía y la aristocracia capitalista en general, marcada por una álgida crítica social y es contundente en su crítica contra las altas clases sociales y la desigualdad, la obra teatral fue presentada con Julio Taboada y María Teresa Montoya en el “Teatro Ideal” de la capital mexicana. La representación tuvo gran éxito ante una delegación encabezada por José Vasconcelos, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); en noviembre 27 de 1920 el licenciado Vasconcelos a través de una misiva felicita al autor por el contenido y la representación de su obra dramática. Logró vincularse al grupo de artistas que el licenciado animaba para que reflejasen en estatuaria y murales no la copia de los motivos europeos tan ajenos al alma popular, sino la emoción indígena de Bonampak, Teotihuacán y los templos mayas, con el fin de fijar una posición anticolonialista para la cultura latinoamericana. Nació “el apóstol” y “el mentor”, en una relación de intercambio de ideas, publicaciones, proyectos, compromisos políticos, y una amistad que perduraría hasta el final de sus días, su obra está impregnada del nacionalismo, el antiimperialismo, la necesidad de una raza madura, útil al progreso y la unidad del continente entorno a una nueva cultura, todo esto parte del discurso vasconcelista, que intentó materializar en Colombia.
A finales de 1920 partió a Argentina con cartas de recomendación de su mentor que ya tenía una gran incidencia en el campo cultural argentino, dictó varias conferencias en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y en la Universidad de Córdoba con el fin de divulgar el movimiento cultural que se vivía en México, lo que le permitió establecer relaciones con intelectuales argentinos y de otras partes del mundo que confluían en la capital bonaerense. Cuando se adaptaba a la ciudad recibió la noticia de la muerte de su padre y el 1° de mayo de 1921 decidió regresar a su natal Bogotá cargado de innumerables experiencias y con el propósito de emprender una campaña cultural en su país natal.
De regreso a Bogotá, publicó con Editorial Cromos la obra teatral Sed de Justicia (1921) que había escrito en Nueva York y mediante la gestión de la “Asociación de Cronistas” “la compañía Gobelay Fábegras” representó la obra el 29 de noviembre de 1921 en “el Teatro Municipal”. El martes 28 de enero de 1922 fue publicada en la revista Cromos una fotografía con su rostro y una nota que señalaba: “Inteligente dramaturgo salió el jueves para Buenos Aires. Llevará corresponsalía de nuestra revista en las Repúblicas del sur del Continente”. La decisión de vincularse a la revista como corresponsal, radicó en su idea de retornar a Buenos Aires por intereses personales; además, su labor como periodista le representó un ingreso económico adicional para su sostenimiento. En Buenos Aires, compartió con el periodista, narrador y comentarista radiofónico uruguayo-argentino Juan José de Soiza Reilly, destacado en América Latina y Europa por sus célebres entrevistas, considerado una de las figuras más originales y controvertidas de la primera mitad del siglo XX en las letras rioplatenses. También compartió con el escritor colombiano Pedro Sonderéguer, desconocido en su país y exaltado por su obra en Buenos Aires. Para las revistas argentinas, escribió las novelas cortas El Cementerio de los Vivos, Sueños Fugaces, Malos Ojos, La Tragedia de Broadway, Los que Jugaban al Amor, La Bendición, La Mágica Ciudad del Cine, Lo que Agradece una Mujer, La Mujer Blanca, Una Mujer de Honor, Paso a la Reina, entre otras. Trabajó con intensidad y logró vivir con la venta de sus novelas y escritos periodísticos.
En 1923, regresó a Bogotá e ideó y montó la revista literaria La Novela Semanal, tomando el modelo que abundaba en el mundo editorial de países como España, Francia, México y principalmente Argentina. Para llevar a cabo la circulación de la revista fue necesaria la inversión económica de su familia, amigos y allegados. La especialidad fue publicar a bajo costo novelas cortas, cuentos y obras de teatro dirigidas a un amplio mercado de lectores. El proyecto cultural que emprendió le permitió ratificar relaciones con muchas de las personas que había conocido en el extranjero y abrió la puerta para que autores nacionales como León de Greiff, José Eustasio Rivera, María Cano, Gregorio Sánchez Gómez, Dmitri Ivánovitch (seudónimo del colombiano José Luis Betancourt Román) y otras figuras jóvenes de la época, acompañados de autores de trayectoria como Efe Gómez, Bernardo Arias Trujillo y Tomas Carrasquilla, dieran a conocer sus obras a un nuevo público lector que emergía.
Hizo parte del debate político, se acercó a los obreros e impulsó muchos de sus órganos de difusión como La Lucha Obrera (Órgano del interés del pueblo colombiano. Apareció el sábado con selecta colaboración obrera y nutrida información de todo el país. Por el esfuerzo máximo en defensa del Proletariado será este periódico el más autorizado en Colombia). Tomó partido en el debate sobre la desvinculación de los obreros de los partidos tradicionales, se afianzó como intelectual que no solo se conformó con escribir, si no con fijar una comunidad de pensamiento en el país. Fue muy cercano a la lucha obrera desde su labor como editor, su experiencia le permitió un gran marco de análisis sobre las problemáticas que acosaban a estos nuevos actores políticos.
Con la ambición de vigorizar el trabajo en pos de la “cultura”, dirigió una carta al presidente de Colombia Pedro Nel Ospina que fue publicada en abril de 1924 en el periódico El Tiempo, donde le reiteró que el arte literario era la base de la personalidad nacional y el espíritu público,
advirtió la necesidad de una corriente de nacionalismo artístico que terminará con la degeneración intelectual. La carta finaliza solicitando aportes económicos para el desarrollo del arte propio, vital para el progreso del país.
En abril de 1924, fue invitado por “el Sindicato Central Obrero” a una “sección especial de propaganda” con prominentes intelectuales, entre ellos, José Mar y Luis Tejada. Con Tejada compartió un lugar en las publicaciones de Cromos. “El Sindicato Central Obrero”, con el auspicio del gobierno de Pedro Nel Ospina, convocó para el 1° de mayo de 1924 “el Primer Congreso Obrero Nacional”, igualmente la dirigencia del partido socialista citó para la misma fecha el IV congreso del partido. Al congreso socialista que se reunió en el edificio Liévano acudió son sus amigos José Betancourt Román y Francisco de Heredia; el evento pretendió superar una etapa de indefinición doctrinaria y política del partido socialista.
Entre debates, el grupo comunista aprovechó su presencia mayoritaria para hacer aprobar la adhesión a las directrices de la Tercera Internacional, y así convertirse desde ese momento en “el Primer Congreso Comunista de Colombia”. En noviembre de 1924 escribió en La Novela Semanal, el artículo “El problema obrero”.
Para finales de 1924 viajó a Francia, donde aprendió el idioma y escribió para la revista Paris-Centre et Sud Amérique dirigida por el periodista, ensayista, dramaturgo y novelista francés Louist Forest. Estando en París no se desligó de la revista Cromos y el 20 de enero de 1925, entrevistó al reconocido dramaturgo francés Edouard Bourdet. Escribió también la obra Les créateurs (publicada en 1926, 1965), representada en “el teatro Michel” de París el 12 de junio de 1926, bajo la dirección de Fernand Bastides. La obra estuvo un mes en cartelera y el mismo año fue publicada por la editorial “Le Livre Libre” de París, que incluyó también la conferencia que dictó el 16 de octubre en “la Residencia de Estudiantes de Madrid”, el centro más emblemático de la “Junta para la Ampliación de Estudios” (JAE), cuyo sistema pedagógico estaba centrado en la vida en comunidad y en un ambiente de elevado nivel intelectual que hizo de ella un destacado centro de sociabilidad. El 17 de octubre de 1926 el diario español ABC daba la noticia de una conferencia impartida en la residencia por el conocido novelista y ensayista colombiano, el joven intelectual habló allí sobre las “Tendencias del teatro francés contemporáneo”.
Regresó a Colombia en enero de 1927, se estableció en la ciudad de Barrranquilla, trabajó como comerciante y logró reunir el dinero suficiente para comprar una imprenta y refundar La Novela Semanal, junto a su esposa Lucía Saint-Maló que fungió como subdirectora de la publicación. Dispuesto en su nuevo proyecto, hizo un llamado a los intelectuales del país para que ampliaran su producción literaria y realizaran sus publicaciones a través de la revista. La nueva empresa no duró mucho, pues se vio afectada por los problemas económicos y políticos que afrontaba el país en esa época.
En 1928, fundó en Barranquilla el grupo político “Alianza Unionista de la Gran Colombia”, con intelectuales venezolanos, ecuatorianos y mexicanos, se caracterizó por difundir la unión de los pueblos hispanoamericanos bajo los ideales bolivarianos, con el propósito de solucionar el problema de la educación popular con educación técnica, apoyados por mujeres organizadas en legiones femeninas, encargadas de buscar recursos para la manutención y alfabetización de los niños, con maestros instructores de “verdaderos ciudadanos” y obreros racionalizados a través de la escuela primaria, fue una red tejida por encuentros, viajes, cartas, periódicos, actividades editoriales, y correspondencia. Dicho grupo también hizo parte de pequeñas estrategias políticas con iniciativas de organizaciones intelectuales que buscaron consolidar espacios diferentes a los que proponían los partidos tradicionales para hacer la política. Un rasgo distintivo de estos grupos políticos fue su cercanía con los ideales de los gobiernos del “partido liberal”, por ejemplo, en el firme propósito de darle contenido político al pueblo, para lo cual era necesario educarlo y guiarlo, el grupo político tuvo como integrantes y animadores a Raúl Leoni, Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, José María Velasco Ibarra, José Vasconcelos, José Betancourt Román.
Luis Enrique Osorio durante el periodo 1930-1945, publicó la mayoría de sus ensayos sociológicos y sus manuales de enseñanza. En 1932, publicó su destacado libro Los destinos del trópico, editado e impreso por la Editorial Cromos de Bogotá.
A inicios de 1933, visitó Ecuador y trabajó como corresponsal para el periódico El Tiempo en su sección “Carnet de Viaje”, escribió artículos sobre la ciudad costera de Guayaquil en aspectos económicos, políticos, educativos, higiénicos y artísticos; además dictó 25 conferencias sobre educación y pedagogía. Durante la estancia en Ecuador, un grupo de intelectuales guayaquileños acogieron sus planteamientos, especialmente las propuestas educativas. La alta aceptación de sus ideas lo llevó a ser distinguido por la prensa de esa ciudad. Consolidó una relación directa con las autoridades educativas del país, producto de la simpatía y admiración que despertó con sus juiciosas propuestas. Muestra de su legado en el Ecuador es el mural “A la gloria de Bolívar” plasmado en el paraninfo de la Universidad de Guayaquil, obra del pintor Oswaldo Guayasamín, inaugurada el 26 de julio de 1961, día de la “Confraternidad Hispanoamericana”, allí está su rostro representando a Colombia y descrito como “un apasionado de la ideología bolivariana […] y luchador infatigable de la cultura nacional”. El amable contexto que vivió Ecuador le favoreció para la gestación de los ensayos La escuela de la vida: rumbos educativos de Iberoamérica, impreso por la “editorial Bolívar”; El universo en manos del niño: síntesis de los principales conocimientos coordinados y puestos al alcance de la mentalidad infantil, impreso en diciembre de 1934 por los Talleres Gráficos Nacionales de Quito.
Sostuvo una relación intelectual con el político y presidente de Ecuador José María Velasco Ibarra a través de correspondencia, compartió en la Alianza Unionista el deseo de unidad “Grancolombiana”; la amistad fue tan estrecha que el presidente ecuatoriano le propuso trabajar en su gobierno y, a través del Ministro de Educación, aceptó un contrato como “Consultor técnico de educación” acordado para implementar las propuestas en educación.
Para 1935, regresó a Colombia y conoció del trabajo que realizaba Plinio Mendoza Neira en la “Contraloría Nacional”, en la que, además de fiscalizar, se esforzó por centralizar la estadística nacional para llenar los principales vacíos existentes sobre la información referente al territorio nacional y estimular la publicación de anuarios estadísticos, boletines de información, anuarios de comercio exterior, geografías económicas, estudios sobre el costo de vida y sobre las organizaciones sindicales, entre otras publicaciones. Se desempeñó como “visitador de estadística”, oficio que consistió en viajar a las poblaciones para recoger datos: número de habitantes, población rural y urbana precio de los productos, entre otros. Tomando la experiencia y conocimiento adquirido en el cargo público, decidió idear una obra que diera un “criterio general sobre la realidad numérica del país”, así empezó a escribir el libro Geografía económica de Colombia que tuvo cuatro ediciones.
En 1936 hizo parte de la revista Acción Liberal, dirigida por Plinio Mendoza, quien lo envió como corresponsal de la publicación a Venezuela. En septiembre del mismo año la revista dedicó una edición especial al hermano país, con el fin de contribuir en el mutuo entendimiento de las dos naciones y afianzar sus relaciones, dando a conocer las nuevas orientaciones originadas por el momento social que Venezuela vivía en el plano democrático. Dictó clases de extensión en la Escuela Nacional de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, igualmente fue profesor del colegio Camilo Torres, del Externado Nacional de Bachillerato, de la Academia Militar de Ramírez y del Instituto Alice Block.
Su labor de profesor la alternó con la de periodista en El Tiempo. A finales de 1942 el director de este periódico, Roberto García Peña, lo envió como corresponsal por Suramérica, así que viajó nuevamente a Venezuela y relató los acontecimientos que sucedían en ese país a través de las páginas del periódico en una columna titula “Impresiones de Venezuela”. A comienzos de 1943, producto de los viajes a Venezuela, terminó de escribir el libro Democracia en Venezuela, publicado por la editorial Litografía Colombia de Bogotá.
En 1943, ingresó a la redacción del semanario Sábado, donde ocupó el puesto de reportero de planta e intervino en las secciones “La Danza de los Sábados”, “Piñata de los Sábados”, “En el Primer Plano”, “Reportajes de Sábado” y “Entrevistas de Sábado”. Escribió crónicas, artículos de opinión y reportajes, basado en las entrevistas a personajes de la élite política y literaria colombiana, con variadas tendencias ideológicas, estéticas y culturales. El viernes 11 de diciembre de 1953 con el estreno de la obra Si, mí teniente, fundó el teatro de La Comedia.
El autoritarismo del dictador Gustavo Rojas Pinilla y la censura que realizó a la prensa frenó la posibilidad de informar sobre su fracaso en contener la violencia. Incomodó a la dictadura militar, por sus notas sobre las regiones del país desde su columna “Regiones de Colombia” publicada en El Tiempo. Las críticas a la dictadura hicieron que por poco le mataran en 1956, por lo que partió para México.
En 1957, llegó a la ciudad de Palo Alto-California e inmediatamente acudió a la Universidad de Stanford, allí fue recibido por un viejo conocido en Colombia, el profesor británico Ronald Hilton. A su llegada a Stanford, se ofreció para dar clases ad honorem de estudios latinoamericanos y formó con estudiantes y profesores el grupo de teatro bilingüe de los “Anglo Spanish Players”, que interpretó sus obras traducidas al inglés. Impartió el curso de Sociología Americana que años después replicó en la “Fundación Universidad de América en Bogotá”. Desde su llegada a California, adquirió gran reconocimiento entre estudiantes y profesores, se convirtió en el símbolo de Colombia en el Oeste de los Estados Unidos, con sus ideas de la Gran Colombia y la Gran Iberoamérica. También hizo parte de la dirección de la revista mensual del “Instituto de Estudios Hispanoamericano y Luso-Brasileño Hispanic” American Report, donde dirigió investigaciones sobre Venezuela, Colombia y Ecuador. La cátedra y la interpretación teatral no le impidieron seguir escribiendo sus columnas, cuando fue levantada la censura, primero para Intermedio y posteriormente para El Tiempo; en este periodo escribió sobre temas internacionales, esencialmente relacionados con Latinoamérica y entrevistó a investigadores especialistas en sucesos del continente.
En 1960, regresó a Colombia e inició la publicación de su columna “Visión de América” en El Tiempo, producto de la catedra en Stanford y viajes que realizó a naciones del continente americano. Sus columnas sirvieron de insumo para escribir el libro Visión de América, publicado en 1961 por Ediciones de La Idea. En 1963, recorrió el país y planteó su pensamiento acerca de los principales problemas del país y sus posibles soluciones. También estuvo en otros países como Brasil, Ecuador, Venezuela, Argentina y Puerto Rico, para enterarse de primera mano de los conflictos, la política, la cultura y la sociedad latinoamericana, y dar sus conceptos.
En 1965, publicó su última novela ¿Quién mató a Dios? y en marzo de 1966 publicó el tomo cinco de una serie de obras completas de teatro que se convertirían en su última publicación en formato libro. A mediados de 1966 partió hacia Venezuela, por la Guajira, para escribir la serie “Visión de Venezuela”, por petición de su amigo el presidente Raúl Leoni. En su viaje sufrió un infarto y fue remitido a Caracas y luego a Bogotá, pero la enfermedad se complicó y le produjo la muerte el 22 de agosto de 1966. El miércoles 24 de agosto, fue publicado su obituario en El Tiempo con un recuento del contexto, la trascendencia pública y el significado de su vida. La primera página del mismo periódico, que fue la casa del autor durante 35 años, expresó la conmoción por su muerte, publicó mensajes y artículos de todo tipo, además publicó la editorial titulada “Un colombiano Íntegro”. Su amigo y jefe durante largo periodo, Enrique Santos Molano, escribió el artículo “Duelo en las letras”, además, el periódico le rindió un homenaje al escritor publicando su última columna titulada “El Concurso Escolar de Teatro Colombiano”. Las exequias se prestaron para un conmovido y nutrido homenaje social que congregó a numerosas personalidades de las letras, la política, la sociedad y el arte teatral. En el cementerio tomó la palabra Manuel Zapata Olivella, director de extensión cultural del Ministerio de Educación Nacional, quien exaltó los méritos del escritor.
Obra
Bibliográfica
- Los destinos del trópico, 1 ed, Bogotá, Editorial Cromos, 1932.
- El universo en manos del niño: síntesis de los principales conocimientos coordinados y puestos al alcance de la mentalidad infantil, Quito, Talleres Gráficos Nacionales, 1934.
- Geografía Económica de Colombia, 1 ed, Bogotá, Editorial Antena, 1937.
- El Criterio Histórico. Causas de la Historia, Bogotá, Ediciones de “La Idea”, 1940.
- Geografía Económica y Social de Colombia, 3 ed, Bogotá, Ediciones de “La Idea”, 1941.
- El Criterio Histórico. Las Culturas Mediterráneas, 2 Vol, Bogotá, Editorial Centro S. A, 1941.
- El Criterio Histórico. América, 3 Vol, Bogotá, Ediciones de “La Idea”, 1943.
- Democracia en Venezuela, Bogotá, Editorial Litografía Colombia, 1943.
- Visión de América, Bogotá, Ediciones de “La Idea”, 1961.
- “¿Quién mató a Dios?”, Bogotá, Ediciones “La Idea”,1965.
Hemerográfica
- “Visita al tenor Eugenio de Folco”, Bogotá, El Diario Nacional, 1916.
- “El Lazareto de Contratación”, Bogotá, El Diario Nacional, 1916.
- “El Canal de Panamá. Un comunismo hecho por los yanquis”, Bogotá, Cromos nº. 298, 1922.
- “La Sombra del Libertador”, Bogotá, Cromos nº 300, 1922.
- “Julio Flórez”, Bogotá, Cromos n° 301, 1922.
- “Un colombiano que es celebre en la Argentina”, Bogotá, Cromos n° 307, 1922.
- “Una irrupción a Juan José de Soiza Reilly-Entrevista con el célebre entrevistador”, Bogotá, Cromos n° 309, 1922.
- “Hugo Wast, el novelista de moda”, Bogotá, Cromos n° 312, 1922.
- “Antonio Mediz Bolio. Un gran escritor”, Bogotá, Cromos n° 341, 1923.
- “Enrique González Martínez”, Bogotá, Cromos n° 332, 1923.
- “Aventuras y desventuras de un vago. Un zapatero que ha podido ser gloria literaria”, Bogotá, Cromos n° 328, 1923.
- “El poeta Cuchuco, su vida y obra”, Bogotá, Cromos n° 309, 1923.
- “Entrevista con el general Ospina”, Bogotá, Cromos n° 363, 1923.
- “El jefe del liberalismo y el proletariado colombiano”, Bogotá, Cromos n° 371, 1923.
- “El arte nacional. Una carta al presidente de la República”, Bogotá, El Tiempo, 1924.
- “Entrevista con el Ministro de Instrucción Pública”, Bogotá, Cromos n° 304, 1924.
- “Modelos para nuestro teatro”, Bogotá, Cromos n° 411, 1924.
- “El problema obrero”, Bogotá, La Novela Semanal n° 88, 1924.
- “Dramaturgo francés”, Bogotá, Cromos n° 446, 1925.
- “La campaña cultural de Luis Enrique Osorio en el Tolima”, Bogotá, El Tiempo, 1930.
- “La cultura es la base de la política”, Bogotá, El Tiempo, 1931.
- “La labor cultural de Luis Enrique Osorio”, Bogotá, El Tiempo, 1932.
- “El Corazón de la carretera Simón Bolívar”, Bogotá, El Tiempo, 1933.
- “La Alianza Unionista en el poder en el Ecuador”, Bogotá, El Tiempo, 1933.
- “Santander del Norte”, Bogotá, El Tiempo, 1936.
- “Santander Departamento Precursor”, Bogotá, El Tiempo, 1936.
- “Bolívar Departamento Asilado”, Bogotá, El Tiempo, 1936.
- “La ciudad de las crestas”, Bogotá, El Tiempo, 1936.
- “Un gran novelista colombiano. J.A. Osorio Lizarazo”, Bogotá, El Tiempo, 1943.
- “Piñata y no danza”, Bogotá, Sábado, 1944.
- “Odisea de un autor en busca de su público”, Bogotá, Sábado, 1944.
- “Propiedad Literaria”, Bogotá, Sábado, 1946.
- “Entrevistas de Sábado, José de Vasconcelos”, Bogotá, Sábado, 1946.
- “Mi vida teatral”, Barranquilla, El Heraldo, 1951.
- “Cada autor consigo mismo. Mi vida teatral”, Bogotá, Gestus n° 7, 1996.
- “Viacrucis y esperanza de Tumaco” Bogotá, El Tiempo, 1955.
- “Conclusiones sobre Barrancabermeja”, Bogotá, El Tiempo, 1955.
- “Barranquilla esta angustiada”, Bogotá, El Tiempo, 1955.
- “Regiones de América. El Poeta Germana Pardo García”, Bogotá, Intermedio, 1956.
- “Un famoso profesor de Stanford. Ronald Hilton, el Americanista”, Bogotá, Intermedio, 1957.
- “Rómulo Betancourt. Treinta años de lucha política y el porvenir aún promisorio”, Bogotá, El Tiempo, 1957.
- “Albores del nacionalismo teatral en nuestro siglo”, Bogotá, El Tiempo, 1961.
- “Última página de Luis Enrique Osorio”, Bogotá, El Tiempo, 1966.
Cómo citar esta entrada: Escobar, Martín (2021), “Osorio Morales, Luis”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org