MORA CARRILLO, Rosa Helena (Zona rural de Bateas, Arbeláez, Cundinamarca, Colombia, 17/09/1919 -17/03/2002, Bogotá, Colombia).
Mujer de origen campesino, testigo y activa participante de la Sociedad Agrícola de la Colonia de Sumapaz, fundada por Erasmo Valencia en 1933 o 1934, organización rural que contribuiría a la creación del Sumapaz moderno y democrático. Fue esposa de Juan de la Cruz Varela (dirigente cardinal del Movimiento Agrario Colombiano) durante dos décadas (1939-1958) y el principal soporte económico y moral de su hogar. Militó en la Unión de Mujeres Demócratas-UMD (organización creada por el Partido Comunista Colombiano en 1959) y participó en el Primer Encuentro Femenino realizado en Bavaria.
Rosa era la segunda de los trece hijos de Jesús Mora, nacido en el municipio Pandi, de hegemonía liberal, y María Mercedes Carrillo, oriunda de Guaduas. Tres de sus hermanos, Jesús Antonio, Alcira y Jorge, murieron en tiempos de la Violencia de los años cincuenta. Rosa fue bautizada en el municipio de Arbeláez y en 1925 migró con toda su familia al municipio de Icononzo (Sumapaz tolimense), que fue su el principal lugar de residencia a lo largo de su vida; este sería el primero de varios momentos de desarraigo que esta mujer apegada a la tierra viviría. En Arbeláez, su padre trabajaba en la hacienda de Nicomedes Gómez, patrono que le había cedido una orilla para que sembrara y la aprovechara para su propia familia; pero esto no era suficiente y la familia seguía sufriendo de pobreza y estrechez. Con el desplazamiento de la familia Mora a Icononzo buscaban mejorar sus condiciones, ilusión alimentada por la abuela materna de Rosa quien se había desplazado poco tiempo antes. En Icononzo residían entonces unos 6.000 habitantes y comenzaba la fundación del hoy municipio de Villarrica, momento en el que el oriente del Tolima tenía una alta dinámica poblacional por la cantidad de mano de obra que se requería, lo que efectivamente era una promesa de mejores condiciones de trabajo y de consecución de tierra propia para los campesinos. Ya radicados en Icononzo, y mientras el padre se recuperaba de una larga enfermedad que contrajo para entonces, la madre de Rosa, María Mercedes, se colocó como escogedora de café en la hacienda Escocia y logró la adjudicación de un rancho para alojar su familia, pero una vez recuperado Jesús Mora ella pasó a acompañar la administración que este inició en la hacienda Palermo propiedad de don Elías Bernal, cocinando para la familia y los trabajadores. La memoria de Rosa indica unas relaciones amables y cercanas entre su propia familia y la del hacendado para el que trabajaban. En la familia era María Mercedes quien profesaba el credo liberal con gran pasión; ella era una mujer independiente, de carácter fuerte, muy laboriosa y destacada en las tareas colectivas de la Colonia, movimiento que vivió la tensión bipartidista que empezaba a expresarse ya en las zonas rurales del país donde sería especialmente cruda la Violencia. Jesús Mora, en cambio, no se inclinaba por la política; sin embargo, su primera participación electoral fue a favor del Partido Agrario Nacional-PAN en 1935. El analfabetismo de la madre no era límite para que deseara la educación de sus hijas, allende la resistencia del padre, el cual compartía las actitudes que para entonces tenían los hombres con respecto a las mujeres en la región. El PAN abogaba por la educación de los campesinos, pero cuando esta implicaba a las mujeres y requería que ellas modificaran sus labores hogareñas para hacerla posible, las tensiones no se hacían esperar. Rosa leía y escribía muy bien pese a haber contado sólo con un año de escuela y envío más tarde sus propias hijas a estudiar. Ella recuerda que la lectura, una labor que apasionaba a Varela y que lo destacaba en su población, no era algo que compartieran, incluso enfrentó algunas resistencias de su esposo frente al estudio de sus hijas, e incluso Varela se mostró escéptico cuando su segundo hijo con Rosa, Juan de Dios, inició sus estudios en Física en la Universidad Nacional de Colombia.
En términos morales, Rosa se formó en una familia de costumbres religiosas, de hecho todos los domingos los padres se desplazaban a la cabecera municipal con los hijos por turnos para asistir a los oficios católicos y hacer el mercado. Privilegiaban el culto a la virgen del Carmen, que compartían muchos de los habitantes de esa región. Pero en contraste con otras regiones del país, la presencia de la iglesia y su control moral era menor, siendo esta una de las razones por las que se toleraban las relaciones de pareja abiertas, esporádicas, o “de hecho”.
El encuentro entre Rosa Mora y Juan de la Cruz Varela tuvo lugar en 1934, cuando ella era una adolescente de 14 años y él tenía 32 a más de un hogar “de hecho” con Evidalia Acosta, mujer viuda con dos hijos del primer matrimonio, y quien había dado a luz cuatro hijos más, uno de los cuales murió recién nacido; el hijo mayor de esta unión fue Teodosio Varela Acosta, quien llegó a ser un respetado miembro del Comité Central del Partido Comunista y escritor de temas económicos tras su posgrado en Economía realizado en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú.
El encuentro fue durante una asamblea de los colonos de Icononzo presidida por Varela, a la que Rosa asistió en compañía de sus padres. Los campesinos habían sido convocados con todas las mujeres y se discurría sobre la importancia de que ellas participaran de la Colonia, invitándolas a figurar con hijos (tuviéranlos o no) y a firmar un memorial para el Ministerio del Trabajo con el que buscaban presionar la adjudicación de tierras a los colonos. Corrían buenos tiempos para el Movimiento Agrario del Sumapaz, pues allí se había empezado a aplicar con flexibilidad el Decreto 1110 sobre baldíos expedido en 1928 por el presidente Miguel Abadía Méndez, Decreto que fue puesto en ejecución por el primer presidente del periodo liberal, Enrique Olaya Herrera. La organización era liderada por Erasmo Valencia, líder pedagogo y carismático con una notable influencia en toda la provincia del Sumapaz y que gozaba de enorme prestigio entre el campesinado. El segundo hombre en importancia era Juan de la Cruz Varela, oriundo de Ráquira pero establecido en el Sumapaz desde la edad de 4 años. Varela sabía leer y escribir fluidamente y desde niño había mostrado una fuerte inclinación por el estudio, mucha curiosidad intelectual y una particular atracción por la oratoria de los curas; el contexto de un campesinado iletrado favorecía su fama de hombre culto y su ilustración la utilizaba como herramienta de seducción, e que le ayudó en su relación con las mujeres. De hecho, los amores con Rosa comenzaron con cartas que este le hacía llegar secretamente. . Un verdadero acontecimiento social fue el matrimonio católico que cinco años después, el 20 de diciembre de 1939, se celebró entre Rosa y Juan de la Cruz, contando con la participación de altas personalidades de la política colombiana como Jorge Lamus Girón -delegado de la Procuraduría para la investigación de los conflictos del Sumapaz- y su hija, y de William Daw y su esposa, quienes fueron sus padrinos. “Yo cuando me casé no estaba mucho enamorada. Después de (que ya) casada sí; claro. Empezando porque cada día más iba cogiendo conocimiento, lo primero, y lo segundo que como decía yo: ´es el padre de mis hijos, y es el único hombre que conocí en la vida. Pues claro yo, se murió él, y lo sentí como si lo hubiera vivido conmigo toda la vida´” (Entrevista de Rocío Londoño a Rosa Mora, fecha).
La vida de casados comenzó en la vereda Balconcitos del municipio de Icononzo en donde Varela tenía una parcela pequeña que llamaron Dalmacia, y que le había correspondido del reparto hecho por el Movimiento Agrario. Con el trabajo de ambos en el lapso de diez años lograron salir de la pobreza y construyeron un hogar próspero, logrando hacerse a una finca más grande en la que formaron potreros y sembraron maíz y trigo. Rosa dio a luz cinco hijos: Juan de Dios (1940) y Laura María (1942), nacidos en su primer vivienda, luego vendrían Julia Stella nacida en 1948 y José, quien murió cuando tenía un mes de nacido y comenzaba la Violencia, para entonces residían en su casa de Balconcitos, que los llenaba de orgullo a ambos y donde vivieron hasta 1950. Jorge, el menor, nació el 4 de enero de 1953 en «una ruta», durante la evacuación de las familias de El Diviso y El Palmar.
Esta época se conoce como la de la Primera Guerra en el Sumapaz, tiempo durante el cual la familia se desintegró. Por entonces Varela tenía una intensa actividad política como concejal en varios municipios y diputado en la Asamblea del Tolima, y era víctima de amenazas que lo obligaban a ausentarse de su casa. Para entonces, Varela ya gozaba de gran prestigio y confianza entre los campesinos, por lo cual era consultado permanentemente por ellos, lo que afectaba la intimidad de su hogar.
En los tiempos de la colonia campesina, Rosa participaba en las tareas comunitarias, junto con las otras mujeres. Semanalmente se realizaban jornadas colectivas en las que no sólo se avanzaban en las tareas de limpieza, siembran y construcción de los ranchos, sino que también se protegían mutuamente, pues el conflicto con los latifundistas era muy agudo y los colonos que trabajan solos en sus parcelas corrían peligro de ser agredidos por los fieles de la hacienda, o por la Guardia de Cundinamarca y Tolima. Las mujeres participaban en estas jornadas colectivas para alertar del peligro, cocinar y cuidar los hijos: “Éramos también cualquier 50 mujeres: unas distribuidas mirando a qué hora llegaban los enemigos y las otras cocinando. De noche ellos cazaban cuanto animalito había en el monte y en el día nosotras cocinábamos toda esa carne y hacíamos unos piquetonones de mazorquita, guatilita y de todo lo que sembrábamos. No todo era rigor, había sufrimiento pero al mismo tiempo vivíamos muy distraídos y muy contentos todos reunidos” (Entrevista a Rosa Mora). Fue esta la época de “la lucha” que ella diferenciaba claramente de la época de “la política” como dos momentos de su vida con Varela. Mientras la primera época la recordaba con alegría y satisfacción, la segunda la evocaba con cierta amargura y desilusión. Según otros estudios del periodo, el papel activo que Rosa cumplió durante la Colonia era frecuente entre las mujeres campesinas de esta y otras regiones colombianas:
[Ellas] cumplían papeles activos y participaban en las amplísimas redes de apoyo que suministraban los necesarios elementos de sobrevivencia a las bandas armadas, y confeccionaban los uniformes de dril verde y los brazaletes con la bandera nacional que usaban los bandoleros de Caldas y Norte del Valle116, -oficios éstos que afirmaban el rol doméstico y de servicio de la mujer campesina-. En el Sumapaz, en las ´columnas de marcha´ de la población campesina, las mujeres también se desempeñaban en las comisiones de abastecimiento de comida y como enfermeras, vigilantes, informantes y espías.
Meertens, 1995.
Así pues, las mujeres campesinas del Sumapaz jugaron roles importantes tanto en las luchas agrarias como en la resistencia campesina contra la represión oficial y la violencia partidista.
En medio de los conflictos por la tierra, que tuvieron lugar en esta zona del país, la casa de Balconcitos habitada por Rosa, Juan de la Cuz y sus hijos, fue incendiada, así que perdieron no sólo la tierra, los cultivos y objetos, sino también la biblioteca de Varela, las cartas y las fotografías. En un primer momento se refugiaron en la vereda El Palmar, pero a partir de ahí la familia empezó a desintegrarse; Rosa con sus hijos se unió a las familias que, huyendo de la violencia, se desplazaron hacia El Duda donde tuvieron algo de tranquilidad, por la amnistía que el gobierno de Rojas Pinilla había otorgado a los campesinos que hacían parte de la autodefensa del Sumpaz, y a los guerrilleros del Llano y de otra regiones del país. En octubre de 1953, en la plaza del pueblo de Cabrera las guerrillas de Sumpaz y oriente del Tolima, hicieron una entrega simbólica de su precario armamento al general Duarte Blum, emisario del gobierno militar. Fue en esas circunstancias cuando la familia Varela-Mora se reencontró. Pero la “Segunda Guerra” del Sumapaz, que tuvo lugar entre 1954 y 1957, los separó definitivamente. Las amenazas a Varela pesaban cada vez más y él consideró que ella defendería mejor su vida y la de sus hijos, sola. Durante La Violencia la agresión a las mujeres tenía una fuerte carga simbólica, pues de un lado ellas eran vistas básicamente como las madres de los actuales o futuros enemigos, y de otro lado era frecuente que se las agredieran para hacerles daño indirectamente a sus esposos o compañeros. Rosa dice en su testimonio que al ver que ella era buena trabajadora y emprendedora, los enemigos de Juan de la Cruz la amenazaban diciéndole que la iban a matar, pues era el soporte económico de Varela.
Rosa se desplazó una vez más en 1956, en esta ocasión hacia el municipio de Cota donde la miraban con recelo por ser desconocida y la llamaban “chusmera”, calificativo despectivo hacia los campesinos desplazados que habían estado luchando por sus derechos. Así que nuevamente se vio obligada a migrar, esta vez hacia la ciudad de Bogotá. La llegada a la ciudad fue un verdadero desafío para una mujer campesina que había sido criada en un relativo aislamiento geográfico. Sus incursiones más públicas en el contexto político del Sumapaz, fueron como hija de familia en compañía de sus padres y luego en su condición de esposa de Juan de la Cruz. En Bogotá, ella tendría que asumir la vida sola, sin el apoyo de su esposo y de sus vecinos. Fue su hijo adoptivo Teodosio Varela quien la ayudó a dar los primeros pasos introduciéndola a la vida urbana. Entonces, en su trayectoria como trabajadora del campo, comenzó su experiencia como obrera, para poder sostener a sus hijos. Trabajó durante unos pocos meses en una empresa de maletas y luego en la empresa de jabones Azulka donde sufrió un accidente por el que perdió un dedo.
Tras este accidente regresó a su región en 1957 o 58, pues ya había terminado la “Segunda Guerra del Sumapaz”. Se instaló nuevamente en Icononzo, en la finca El Ecuador, que era parte de unas tierras que había comprado con su esposo Juan de la Cruz a en 1951. Fe allí cuando se enteró de que él había constituido un nuevo hogar con Juanita Molina, con quien Varela viviría hasta su muerte en 1984. Él justificaba su separación de Rosa, aduciendo que ella era muy “celosa y malgeniada”. Sin embargo, el afecto de ella por Juan de la Cruz pervivió más allá de la separación: “[L]o espere toda la vida. Claro que para mí fue muy duro, eso fue un golpe muy terrible! Yo lo lloré 15 años y así se lo dije más tarde: ‘El día en que usted se muera ya no lo lloro es porque lo lloré vivo…” (Entrevista a Rosa Mora).
Ese papel activo que Rosa desempeñó en la Colonia del Sumapaz y que no fue producto, según ella, de una invitación explícita a participar por parte de su esposo, contribuyó sin duda a su posterior vinculación en la Unión de Mujeres Demócratas-UMD. Sus últimos años vivió en su pequeña finca El Ecuador, donde tenía una huerta casera. Luego se trasladó a la casa que su hijo Juan de Dios tenía en El Boquerón. Para entonces ella ya no podía trabajar la tierra, así que tenía en arriendo cuatro hectáreas útiles de su finca.
Cómo citar esta entrada: Lodoño, Rocio (2019), Jaramillo Restrepo, Sandra Lucia (2019), “Mora Carrillo, Rosa Elena”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org