HERNÁNDEZ MÉNDEZ, Luís Alberto (seudónimo: Tato Mar, Capitán Verdades). (Concepción, Provincia de Concepción, Chile, agosto de 1896 – Concepción, Provincia de Concepción, Chile, agosto de 1967).
Zapatero, integrante de la Federación Obrera de Chile, periodista obrero, militante comunista; fundador y director de La Jornada (Schwager, 1920) y La Región Minera (Coronel, 1921-1924), fundador de La Batalla (Valdivia, 1926) y director de Jornada Comunista (Valdivia, 1922-1933).
Nació en Concepció —posiblemente no en la misma ciudad sino en algún lugar cercano a ella— en agosto de 1896. Integrante de una familia obrera, asistió a la escuela pública aunque sin lograr tener continuidad pues sólo llegó a cursar sus estudios hasta el nivel primario.
La vida y el mundo de la sociabilidad obrera serán para Luis Alberto Hernández las mejores y más enriquecedoras experiencias educativas. Siendo muy joven estableció un rudimentario taller de zapatería en su propia residencia de Concepción, donde logró vincularse con el mundo los trabajadores organizados. Para la misma época, frecuentó los espacios culturales obreros de la ciudad, en su mayoría demócratas o sindicalistas. Fue en estos núcleos donde conoció a la que sería su compañera de toda la vida, la militante comunista (en aquel entonces miembro del Partido Obrero Socialista [POS]) y pionera del feminismo obrero local, Tránsito Mora Ruminot, con quien en 1919 contraerá matrimonio y un año después tendrá una hija, Flor María Mora (1920-1990).
Como en otras regiones de Chile, en Concepción la Revolución Rusa de 1917 cautivó a muchos obreros que vieron en ella la posibilidad de su propia emancipación social. Este sentimiento se expresó en el seno de la mutualista Federación Obrera de Chile (FOCH) cuya fuerza principal se encontraba entre los ferroviarios, comenzando de la mano de los socialistas del POS una ruta de radicalización y expansión a otros gremios. Luis Alberto Hernández fue uno de esos trabajadores atraídos por la oleada revolucionaria que repercutirá como un tiempo rojo en el mundo entero.
En 1918, colaboraba con el periódico El Socialista (1918) de Concepción junto a Abraham Quevedo Vega (zapatero como él, futuro diputado del Partido Comunista) (Lagos Mieres, 2021). Nombrado delegado provincial de la FOCH, para 1920 se internó en las minas de carbón de Lota con otros y otras activistas como Guillermo Vidal, Carlos Barrientos Cárdenas (asesinado en octubre de 1921 de un balazo en la sien en el local del sindicato de la Compañía Schwager de Coronel), Delfina González y Carmen Serrano González.
“Rayo Rojo”, uno de sus compañeros de esta etapa, lo recuerda de la siguiente manera: “Cuando Hernández llegó a Concepción hace varios años, demostró ser un tipo batallador pero sin una orientación doctrinal definida [original en cursiva]. Sin fiscalización enérgica en los organismos obreros de esa ciudad, le trajo pronto numerosos enemigos entre los dirigentes obreros de entonces y quisieron hacerle el vacío obstruyendo su labor: en más de una reunión se quiso eliminarlo de la propaganda, pero yo nunca lo acepté; porque comprendía que Hernández era buena materia prima para formar después un luchador de buena pasta”. Hombre más definido por la acción que por las ideas, Hernández no militaba todavía en las filas del socialismo, siendo más bien un sindicalista de la FOCH que actuaba siempre en diálogo con los obreros de distintas tendencias que se cobijaban en su seno: anarquistas, demócratas, mutualistas, sindicalistas, independientes. Por ello diría “Rayo Rojo”, “obra en un sentido determinado y generalmente consuma lo que se propone hasta el fin, no importándole los medios” (Jornada Comunista, Valdivia, 3/5/1924).
A raíz de su participación en la huelga “grande” de los obreros del carbón que estalló en toda la región en marzo de 1920, fue encarcelado. Era para ese momento director de La Jornada, “Órgano oficial de la junta provincial. Periódico sindicalista de propiedad de los mineros de Schwager” (1920) de Coronel, que había nacido bajo su propia iniciativa con financiamiento de los obreros de la Compañía Carbonífera y Fundición Schwager. Según “Rayo Rojo”, una de las principales contribuciones de su camarada fue precisamente la prensa obrera, llegándolo a comparar con el líder del POS luego Partido Comunista de Chile (PCCh): “Después de Recabarren, no vacilo en colocar a Hernández como el que ha realizado una labor más fecunda en el periodismo obrero en Chile”. En este sentido, “cuando Hernández anunció la salida del diario La Jornada, muchos dirigentes obreros recibieron con una carcajada la noticia. Pero Hernández dijo el diario saldrá a luz y así fue, y ante la sorpresa general La Jornada se mantuvo por algún tiempo”.
A comienzo de julio de 1920, participó como delegado de la Schwager en la Convención Extraordinaria de la FOCH celebrada en Santiago. En el congreso obrero integró la comisión de superproducción de carbón junto a José Venegas, Alejandro Morales y Delfín Martínez. También firmó junto al resto de los delegados una nota-petición elevada a las autoridades que solicitaba la derogación de la Ley de Residencia sancionada recientemente en diciembre de 1918 (ver “La convención obrera inicia sus sesiones”, El Mercurio, Santiago, 5/7/1920; “Reuniones de la Convención de Obreros”, El Mercurio, Santiago, 8/7/1920).
Con el inicio del “Proceso a los Subversivos”, durante ese mismo julio Hernández fue nuevamente encerrado acusado de subversión. Entretanto, la Imprenta Internacional donde se imprimía su periódico fue empastelada. “Los I.W.W. y anarquistas de Chile” harán llegar la noticia de la intensa represión desatada y la prisión del periodista obrero a las páginas del primer El Libertario de Buenos Aires (Los I.W.W. y anarquistas de Chile, “Crónicas Internacionales. La represión en Chile”, en: El Libertario, Buenos Aires, 11/9/1920).
Para octubre de 1920 parece haber recuperado su libertad, pues una carta de Luis Emilio Recabarren que festejaba su propia salida de la cárcel de Tocopilla lo tiene a Hernández por destinatario. En ella, le anunciaba al “compañero” “tendré el gusto de ir a visitar la Región del Carbón en los primeros días de enero (…) Como yo no conozco la región, Uds. verán el modo que puedan resultar lo más útiles posibles unas tres o cuatro conferencias. Ojalá que esta visita pueda producir un triunfo electoral para la Federación.” Asimismo Recabarren se lamentaba porque “En los 6 meses que estuve preso aquí no conseguí nunca que me llegara ningún número de La Jornada que tanto he deseado” (“Luis Emilio Recabarren S.”, La Jornada, Schwager, 14/11/1920, cit. en Devés y Cruzat, 2015, p. 699). El vínculo con el máximo dirigente del POS continuará siendo estrecho en los años venideros.
Bajo el nuevo gobierno de Arturo Alessandri Palma (1920-1925) que permitió cierta recomposición del movimiento obrero, Hernández realizó una intensa gira a Santiago y otras regiones de Chile con el fin de promover —según informe enviado al Intendente de Santiago— el “socialismo revolucionario.” En un mitin desarrollado el 5 de noviembre de 1921 en las calles Maestranza esquina Diez de Julio de la capital, los oradores “dijeron que ellos eran socialistas revolucionarios, que no temían publicarlo a la luz del día, los sin patria, los revoltosos, los que alzaban el pendón rojo de la revolución social, la cual dentro de poco se abriría camino en este país para demoler el régimen del actual gobierno, oprobioso y vil, y reemplazarlo por otro lleno de amor y confraternidad. Aconsejaron a los trabajadores, empleados, soldados, marinos y policías a que acudieran a engrosar las filas del socialismo que les ha de dar la satisfacción de ver derribado el sistema capitalista” (Archivo Histórico Nacional, Fondo Intendencia de Santiago, vol. 515, Conferencias socialistas nocturnas, Santiago, 7/11/1921, cit. en Grez, 2011, p. 143). “Los activistas terminaron invitando a una nueva reunión a efectuarse dos días más tarde —7 de noviembre, aniversario del asalto al poder por los bolcheviques—, en el mismo sitio, a fin de protestar contra la sentencia de muerte de los anarquistas Sacco y Vanzetti” (Grez, ibídem). En San Bernardo, las masivas conferencias públicas de las que participará Hernández tendrán por tema principal el llamado a la unión obrero-campesina (Lagos Mieres, 2020).
Para entonces, Luis Alberto Hernández se había convertido en uno de los referentes del sindicalismo local ocupando el cargo de secretario del sindicato minero de la Schwager (“Las últimas incidencias producidas en la región del carbón”, en: El Mercurio, Santiago, 13/1/1923). En 1921, según “Rayo Rojo”, fundó en Coronel un nuevo periódico titulado La Región Minera (1921-1924), “órgano sindicalista de la Federación Obrera de Chile” que editaba en una imprenta propia.
Al año siguiente, durante la primavera de 1922 Hernández se volcó de lleno a las actividades orientadas por el PCCh, trasladándose a Valdivia junto a su esposa Tránsito Mora Ruminot y varios de sus compañeros y compañeras —Abraham Quevedo, Micaela Troncoso Rivera, Miguel Vargas Figueroa —. Su principal objetivo era fortalecer el incipiente núcleo comunista de la zona, liderado por jóvenes como el carpintero Manuel Osses Guala, el comerciante Benito Guarda Vargas, el zapatero Anselmo Mora y el empleado Teófilo Paredes, entre otros.
En Valdivia, su labor fue fecunda. Fundó el periódico Jornada Comunista (1922-1933), “órgano del Partido Comunista” desde el que denunció los abusos perpetrados por los terratenientes y colonos alemanes, ocupando una sección especial de estas denuncias los atropellos y despojos cometidos por éstos contra las comunidades indígenas huilliche. Según el testimonio de un militante comunista, “El compañero Hernández en su calidad de periodista obrero inculcó la idea de fundar una hoja periodística, lo que los trabajadores en general encontraron buena la idea y la obra de construcción que comenzó, jamás hemos ocultado la verdad, y aquí cabe decir que el compañero Hernández impuso esta obra porque los trabajadores en general respondieron y él tenía bastante tiempo puesto que no le trabajaba a ninguna empresa patronal y nadie tenía esa facilidad y su temperamento de lucha era poco común entre el elemento obrero de Valdivia. Fue así como se fundó el diario Jornada Comunista. ¿Cuánto ha costado? Mucho, y sigue costando a no ser que sus hombres que lo han dirigido y aun dirijen no tuviesen un temple revolucionario, quizás si se mantendría en este tiempo” (“Recordando el pasado”, en: Jornada Comunista, Valdivia, 1/5/1926).
De forma complementaria, Hernández desarrolló un importante trabajo de propaganda y organización. En compañía de Tránsito Mora, Miguel Vargas y otros jóvenes comunistas, creó y animó centros culturales, grupos de estudio y propaganda, cuadros teatrales, así también consejos obreros, campesinos e indígenas.
“Rayo Rojo” opinaba que su aporte podría haber sido incluso todavía mayor de no haber “conquistado enemigos más o menos irreconciliables entre ciertas personas del campo revolucionario” (Jornada Comunista, Valdivia, 3/5/1924). Hombre de un temperamento apasionado e impulsivo, Luis A. Hernández se enfrascó en intensas polémicas no sólo con las autoridades y la clase dominante local frecuentemente denunciadas en su periódico, sino también con militantes de otras corrientes políticas. Hacia 1920, por ejemplo, atacó a uno de los máximos dirigentes de la Industrial Workers of the World, Juan Onofre Chamorro, acusándolo de organizar campañas solidarias para los mineros sin hacerle llegar los fondos. No por casualidad algunos le decían el “loco Hernández” (“Valdivia, Hernández” en: La Federación Obrera, Santiago 20/8/1923).
En su testimonio, “Rayo Rojo” profundizó en este tema en un intento de disculparlo y resaltar su figura: “si bien es cierto que tiene varios defectos como revolucionario, también es cierto que la personalidad revolucionaria de Hernández se está pulimentando aun porque de Hernández hay una esperanza que no se puede tener en otro propagandista, y es que Hernández cuando se da cuenta de sus errores, los enmienda o afronta resueltamente la consecuencia de los mismos. No es de los que lanza la piedra y esconde el bulto; es de los que acciona y afronta las consecuencias de lo que viene. Quizás sea por esto que tiene admiradores de su obra, pero aún no logra tener discípulos que sigan su método de lucha o su escuela revolucionaria que es un tanto personal. A Hernández se le tacha su carácter un tanto díscolo y hasta autoritario. Sin embargo, esto es explicable, siendo un tipo de acción, se indigna que los demás no lo sean, y siendo el mayor desprecio para los que hablan o critican y nada hacen o le obstaculizan su obra; y los tropiezos mismos que ha encontrado en su carrera de propagandista, lo han hecho escéptico y desconfiado de la labor revolucionaria de los demás. La inercia de la mayoría de los trabajadores le ha traído la convicción de que es necesaria una férrea dictadura del proletariado no sólo contra la burguesía sino contra los propios trabajadores descarriados de la senda revolucionaria. En todo caso, quien quiera juzgar a Hernández que ponga en el platillo de la balanza de la crítica sus obras y sus errores y verán a qué lado ésta se inclina” (Jornada Comunista, Valdivia, 3/5/1924).
La fuerte personalidad de Hernández definió también el carácter del núcleo comunista valdiviano. Caracterizado por mantener una importante cuota de autonomía y pragmatismo respecto del partido, éste acostumbró a actuar no de acuerdo a dictámenes externos, sino en función de las experiencias particulares cursadas en la región (Lagos Mieres, 2021, op. cit).
En enero de 1923, Hernández recibió un contra-ataque del industrial y terrateniente Otto Hoffmann Thater. Como ya era tradición para los obreros de Valdivia, cada año se recordaba la muerte del carpintero Lindor Barría, asesinado el 18 de enero de 1918 a manos supuestamente de Hoffmann. Al cumplirse el quinto aniversario del asesinato, el orador principal del mitin, Luis Alberto Hernández le endilgó públicamente al empresario tan alevoso crimen.
Al igual que casi todas las manifestaciones obreras desarrolladas en la ciudad, la de enero de 1923 fue reprimida por la policía, siendo Hernández objeto de un nutrido informe policial.
Conocedor del contenido de dicho informe, Hoffman inició una causa judicial en su contra que se resolverá recién a finales del año siguiente.
En verdad, esta querella por calumnia sólo vino a coronar una serie de atropellos que la sección comunista local solía recibir de parte de la policía y el poder judicial bajo órdenes de la burguesía y latifundistas. En agosto de 1923, Hernández denunció esta situación en las páginas de La Federación Obrera de Santiago (1921-1924). El objetivo principal de los ataques, según él, era sacar
de circulación el periódico Jornada Comunista: “Más que una acusación jurídica, la de Valdivia es una manifestación de rencores y enconos personales contra los elementos populares, que por medio del periódico tratan de defenderse de los ataques reaccionarios. Se ve claro a través de una exposición de hechos que tenemos a la vista que lo que se trata es de matar la publicación que ha tenido la valentía de poner el dedo en la llaga e ir señalando uno a uno todos los abusos, atropellos y extorsiones realizadas por autoridades, capitalistas y explotadores del vicio y toda la mazorca burguesa. Es natural que un periódico que denuncia fuera visto como un peligro para los intereses del régimen social” (“Valdivia. La condena a la Jornada Comunista”, en: La Federación Obrera, Santiago, 25/8/1923).
A finales de octubre, Hernández realizó un viaje a Santiago para conseguir un abogado que, a diferencia de los temerosos magistrados de Valdivia, quisiera asumir su defensa. Desde allí, publicó una carta pública dirigida a Luis Emilio Recabarren en la que continuó exponiendo sobre los constantes hostigamientos de los que eran víctima los obreros organizados de la ciudad. Entre los puntos destacados, señalaba que ya en septiembre de 1922 había sido encarcelado a raíz de un choque producido la noche del 19 entre la policía y los federados mientras éstos realizaban una conferencia en la Plaza de la República. Su segunda prisión fue en enero de 1923 junto al anarquista Carlos Morales, después de pronunciar un discurso “insultativo según las autoridades de la patria y la bandera”. Pese a que los diarios señalaron que Hernández había hablado mesuradamente, el juez Manuel Francisco Frías instruyó en 15 horas un proceso condenándolo a 60 días de prisión inconmutable. Sin abogados defensores, Hernández y Morales debieron defenderse solos, pasando 19 días tras las rejas, tiempo después del cual la corte declaró que el juez había actuado con premeditada arbitrariedad. Su tercera prisión, llegó inmediatamente a raíz de las supuestas calumnias a Otto Hoffmann. Mientras Hernández se encontraba en prisión, sus compañeros —entre ellos, el propio Morales— se manifestaron exigiendo su libertad, pero sólo hallaron multas y la cárcel también para ellos (Luis A. Hernández, “Exposición sobre las persecuciones a la organización obrera en Valdivia” en: La Federación Obrera, Santiago, 30/10/1923).
En una saga de artículos anteriores Jornada Comunista daba cuenta de otra clase de “acusaciones”: las “de imprenta”. Señalaba que en Valdivia “últimamente los elementos capitalistas” se habían “confabulado para impedir la circulación de nuestro diario, acusándolo cinco veces consecutivas” (ver “Nuestra condena es justa”, en: Jornada Comunista, Valdivia, 20/8/1923; “Hoy gran comicio a las 8 PM. La prensa valdiviana ha muerto”, en: Jornada Comunista, Valdivia, 29/8/1923). A raíz de estos cargos igual de arbitrarios que los anteriores el periódico obrero fue multado, debiendo abonar altas sumas de dinero para poder continuar apareciendo con regularidad. “De estas ya hemos pagado 3.900 pesos de multa, pues en todos los fallos se ha pedido la aplicación de pena máxima de la Ley de Imprenta y su aplicación ha sido viciada en reiteradas ocasiones por el juez Carlos Orrego Foret, de tan triste memoria por sus fechorías en Punta Arenas en el año 1920 contra la clase obrera federada (Luis A. Hernández, “Valdivia. Una visita de un camarada”, en: La Federación Obrera, Santiago, 22/10/1923).
Además de procurarse un abogado defensor, en su viaje a Santiago Hernández dio conferencias donde se pronunció sobre la tensa situación en Valdivia, buscó el apoyo de diferentes gremios de la ciudad y reunió fondos para pagar su proceso judicial. En la localidad de Puente Alto, el director de Jornada Comunista encabezó tres mitines, uno de ellos en la fábrica de papel. Allí obtuvo de los “compañeros de Puente Alto” el compromiso de “ayudar a los perseguidos de Valdivia” (“Puente Alto. El Director de La Jornada Comunista”, en: La Federación Obrera, Santiago, 6/11/1923).
Mientras se decidía la libertad de Hernández, éste prosiguió normalmente con su militancia siendo nombrado en marzo de 1924 como candidato a diputado del PCCh por Valdivia. Una candidatura que contrastaba con sus declaraciones apolíticas previas, realizadas según Sergio Grez “en términos bastante cercanos a los del anarquismo”: “El comunismo no es política y nosotros tenemos la obligación de señalar esto a los trabajadores, a fin de que no crean que queremos mantenerlos siempre bajo una dirección, como pretende mantenerlos la Democracia con aquello de un gobierno del pueblo, para el pueblo. Queremos que nadie sea dirigido ni llevado por las orejas. Queremos que cada hombre se dirija a sí mismo y que las colectividades se dirijan por intermedio de las resoluciones evacuadas de la soberana voluntad de esas mismas y sin mentores” (Luis A. Hernández, “El Partido Comunista. ¿Qué persigue? ¿Qué desea? Qué se necesita para ingresar en él”, en: Jornada Comunista, Valdivia, 29/11/1922, cit. en Grez, op. cit., p. 275).
El 1º de mayo del mismo año, Hernández participó en los actos correspondientes a la tradicional conmemoración obrera. Una vez más, denunció allí los atropellos de los que eran víctima los obreros, campesinos e indígenas de la región (“1º de mayo” en: Jornada Comunista, Valdivia, 3/5/1924).
A finales de julio, un mitin convocado en la Plaza de la República fue brutalmente reprimido por las fuerzas policiales a cargo del prefecto Arturo Fuentes Rabe. Con sables y huascas fueron dispersados los comunistas, quedando varios de ellos gravemente heridos. “Como al perro delincuente” a Hernández lo persiguieron y lo sablearon a plena luz del día. Luego lo llevaron al cuartel policial. La golpiza fue brutal. Según su propio testimonio, perdió dos dientes y quedó inconsciente, luego de lo cual fue colgado de la barra donde pasó la noche entera (ver “Comentarios sobre el salvaje atropello policial del domingo” en: Jornada Comunista, Valdivia, 23/7/1924; “Nuestro director en prisión se dedicará a la industria zapatera” en: Jornada Comunista, Valdivia, 25/7/1924).
Hernández señaló en sus declaraciones que todo había sido una venganza de Fuentes Rabe debido a la campaña que realizada en Jornada Comunista contra los garitos amparados por el prefecto de Policía y algunos oficiales. Ante estos hechos, los comunistas le solicitaron garantías constitucionales al gobierno, obteniendo una respuesta positiva de parte del ministro del interior Pedro Aguirre Cerda (Jornada Comunista, Valdivia, 6/8/1924). Entretanto, se realizaron varias campañas demandando su liberación en la región del carbón, en Santiago y en Valdivia (Redacción, “A beneficio de los compañeros presos en los sucesos de Valdivia” en: La Federación Obrera, Santiago, 8/8/1924).
Pocos fueron los días que logró mantenerse libre. Inconducentes las gestiones realizadas ante Hoffmann para que éste no prosiguiera con la demanda, en agosto de 1924 Hernández fue condenado a 180 días de prisión, previa reunión de parte del juez que entendía en la causa de “25 pruebas absolutamente falsas” (ver “Los grandes crímenes de la burguesía”, en: Jornada Comunista, Valdivia, 19/10/1923; Luis A. Hernández, “Valdivia. Una visita de un camarada”, en: La Federación Obrera, Santiago, 22/10/1923). En septiembre se hizo efectiva la orden de cumplimiento de la pena.
Jornada Comunista intentará probar la inocencia de Hernández bajo el argumento que se le estaba “haciendo cumplir en forma injusta la sentencia que lo condenó en una querella por calumnia de Otto Hoffmann, querella en la que fue condenado a falta de buena defensa y errores en la misma”, de los que era responsable el abogado defensor Cárdenas Soto (tratándose posiblemente del abogado local, miembro del Partido Conservador Antonio Cárdenas Soto). No obstante, el periódico daba cuenta que la lucha proseguía en el terreno legal: en la corte de apelaciones de Valdivia, donde se estaban tramitando recursos de reposición al decreto de “cúmplese” de la sentencia; en el Palacio de la Moneda, donde se estaban realizando gestiones ante la nueva Junta Militar presidida por Luis Altamirano Talavera (1924-1925) (Jornada Comunista, Valdivia, 21/10/1924; Jornada Comunista, Valdivia, 30/11/1924). Asimismo, el pedido por la libertad de Hernández tendrá proyecciones callejeras con los mitines de protesta convocados por sus camaradas. La campaña articulada en estos dos frentes dio buenos resultados y el 11 de noviembre de 1924, Jornada Comunista celebraba en el artículo titulado “Hacia la liberación de nuestro director” que Hernández pronto “podrá salir en libertad bajo fianza” (“Hacia la liberación de nuestro director”, en: Jornada Comunista, Valdivia, 11/11/1924).
A mediados de la década de 1920, llegó a la región el joven propagandista Oscar Sepúlveda Hayvar, que se involucró como redactor del periódico Jornada Comunista. Sin posibilidad de conseguir empleo, Hernández trabajaba malamente como zapatero y recibía algunos aportes solidarios de la organización. Fue así como se vio obligado a aceptar el cargo de director de El Comunista (1922-1926) de Antofagasta (Jornada Comunista, 18/6/1926): “Me alejo de esta ciudad por mi propio gusto y no por las disposiciones de la clase dominante y volveré cuando yo quiera. Al retirarme llevo mi conciencia tranquila y ella no me acusa jamás de haber cometido un acto que importe traición con mis ideas y sólo llevo una pequeña herida que se ha hecho en mi alma de soñador e idealista por quienes aún no me han comprendido” (Luis A. Hernández, “Voces de emulación pro casa propia”, en: Jornada Comunista, Valdivia, 2 y 3/3/1926).
Varias circunstancias sin embargo postergaron indefinidamente su viaje hacia el norte salitrero, entre ellas la división del comunismo local. Hernández fue alejado de Jornada Comunista y fundó La Batalla (1926) “órgano diario oficial del Partido Comunista” editado en la imprenta homónima de Valdivia. Expresión del grupo comunista más bolchevizado, el nuevo periódico se presentaba como el representante legítimo del Comité Ejecutivo Nacional del PCCh y denunciaba a la vez que Jornada Comunista había quedado en manos de elementos expulsados del partido, como el diputado Abraham Quevedo y el regidor municipal Anselmo Mora.
“La Batalla nace a la vida periodística en horas en que la clase obrera de esta región, se encuentra absolutamente desorientada. Las últimas incidencias internas en el seno del Partido Comunista, sección Valdivia… ha obligado al Comité Ejecutivo Nacional, el que debe ser en todo momento respetado, porque es el organismo controlador y director de la acción emancipadora de la clase trabajadora, reorganizar la sección comunista de Valdivia” (Luis A. Hernández, “Nuestra palabra” en: La Batalla, Valdivia, 12/8/1926).
Durante todo el segundo semestre de 1926, convivieron en Valdivia Jornada Comunista y La Batalla. Una expresión de la fortaleza la vertiente autonomista y pragmática del núcleo comunista valdiviano, que llegó a incorporar a la sección juvenil del PCCh local con Manuel Hidalgo a la cabeza. Hernández pronto se convirtió en el blanco predilecto de los ataques de los militantes que orbitaban en torno a Jornada Comunista, quienes representaban ciertamente una mayoría frente a la cantidad de seguidores con los que contaba la otra fracción bolchevique más disciplinada.
Durante la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo iniciada en 1927 fue detenido como muchos otros activistas. Encerrado entre fines de 1928 y principios de 1929 en el cuartel de investigaciones durante dos meses, en el tercer mes fue notificado de su relegamiento al sur del país. Según una carta firmada por Hernández y varios comunistas (José R. Bascuñán, Gregorio Neira, Fermín Molina, Andrés Álvarez, Orlando Salinas, Temístocles Avendaño y Benito Clavería), solicitaba ante el intendente de la provincia la anulación de la orden de extrañamiento y se comprometía formalmente “a abandonar toda actividad política y social en el futuro” y a dedicarse “al trabajo que dignifica y eleva y al cuidado de nuestras familias” (Valenzuela, 1982, pp. 43-44). Poco se sabe de sus actividades una vez libre.
Con todo, es posible que al igual que muchos de sus camaradas, Hernández haya militado en la clandestinidad, experiencia de la que nada se conoce. De ahí que durante los primeros años de la década de 1930 haya sido considerado por aquellos como un “valiente” y “consecuente” compañero. Para esta época volvió a encabezar la edición del órgano Jornada Comunista, tribuna desde la que brindó su apoyo al célebre Elías Lafferte Gaviño, candidato presidencial del PCCh en la campaña de 1931.
A partir de este año, la figura de Luis Alberto Hernández desaparece los documentos. Sin noticias de él durante décadas, todo hace suponer que se alejó de la militancia activa. Ningún homenaje público ni reseña biográfica conmemorativa recordarán la trayectoria de esta figura tras su muerte, acaecida en Concepción en el mes de agosto de 1967. Tenía entonces 71 años de edad. Un año antes había partido su esposa y compañera de ideas, Tránsito Mora Ruminot.
Cómo citar esta entrada: Lagos Mieres, Manuel (2021), “Hernández Méndez, Luis Alberto”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org