MARTÍNEZ, Federico C. (Mar de Fé. Sin datos de nacimiento y muerte)
Socialista de origen argentino, activo en Tupiza (Bolivia) y Buenos Aires (Argentina). Fundador de la Unión Obrera 1° de Mayo de Tupiza. Redactor de su órgano de prensa, La Autora Social (1905-1907). Militante del Partido Socialista argentino en la sección 14a. de Buenos Aires.
De Federico C. Martínez se desconoce fecha y lugar de nacimiento, aunque sí se sabe que era ciudadano argentino. La primera referencia con la que se cuenta sobre él data del 21 de diciembre de 1904, cuando recibe de Ernesto Civran, ex dueño del Hotel Argentino de Tupiza y primo de Mateo Skarnic, los derechos de arriendo de la casa que alquilaba. Poco tiempo atrás, Civran le había vendido a “Martínez y Cía.” dicho emprendimiento hotelero (“Juicio arbitral seguido entre Guillermo E. Hooper y Federico Martínez”, Tupiza, 29/12/1906).
Es posible que Martínez haya llegado antes a esta ciudad del sur boliviano, pujante capital de la provincia de Sud-Chichas, departamento de Potosí. En 1900, Manuel E. Aramayo, sobrino y primo de los magnates mineros José Avelino y Félix Aramayo, es el agente local de Caras y Caretas de Buenos Aires. Sin embargo, desde 1902 aparecen publicados en la misma revista algunos artículos escritos desde Tupiza por un argentino, quien probablemente sea Federico C. Martínez, su nuevo representante (“Droguería de Manuel E. Aramayo”, Caras y Caretas, Buenos Aires, 02/06/1900; “Bolivia pintoresca. La angostura de Bolivia”, Caras y Caretas, Buenos Aires, 04/02/1902).
Hombre exitoso de negocios, antes de mayo de 1906 había estado también vinculado a la administración del Hotel Internacional (“Gran Hotel Internacional”, La Aurora Social, Tupiza, 01/05/1906). Era dueño de la Agencia Mercantil “La Internacional”, nombre en común que podía evocar el carácter internacional de ambos proyectos o bien cierta afinidad con las ideas del socialismo. Dicha agencia se ocupaba en representaciones, comisiones, consignaciones “contando con todos los elementos necesarios en tránsito desde Rosario de Santa Fé y Punta de rieles hasta, hasta Tarija, Tupiza, Potosí, Sucre y demás puntos del interior. Se encarga de toda clases de negociones mercantiles” (“El deportado de Bolivia”, Caras y Caretas, Buenos Aires, 27/07/1907). De forma complementaria, era despachante de aduana “acreditado por la fianza de Ley [Bs. 9.000] […] Además poseía minas que debía negociar en Buenos Aires; es agente ‘Caras y Caretas’, ‘La Argentina’, ‘La Nación’ y ‘Geología y Minas’ y otras revistas” (“Redacción. Violación de garantías”, El Tiempo, Potosí, 09/03/1907).
Para 1907 su nombre sonaba como candidato a vice-cónsul argentino y ocupaba la secretaría del Club 27 de Octubre. Socio activo de este selecto cenáculo integrado por los hombres “respetables” de Tupiza y Santiago de Cotagaita (capital de la provincia de Nor-Chichas), Martínez había legado junto a otros personajes su sala de lectura (Limbert Jerez, “Fugitivos retazos que agitan la vida de nuestra historia”, Sureño. Suplemento “Los Chichas”, Tupiza, 21/10/2019). Aquí, en connivencia con el administrador de su cantina y socio, el croata Mateo Skarnic, debe haber surgido el germen de la que a partir del 6 de mayo de 1905 será la Unión Obrera 1° de Mayo, “centro independiente” constituido por un grupo de artesanos y “entusiastas jóvenes” tras haber conmemorado por segunda vez en territorio boliviano el 1° de Mayo (la primera había sido en La Paz, en 1903). También, allí se estructurará el núcleo opositor a esta unión obrera (Margarucci, 2021) que en sus comienzos mostró una prédica fundamentalmente mutualista según lo que se desprende de su primer manifiesto editado a finales de mes y reproducido por La Protesta de Buenos Aires en junio (“Exterior. Bolivia”, La Protesta, Buenos Aires, 20/06/1905).
Junto con Skarnic, Martínez fue fundador de dicha entidad y redactor de su órgano de prensa, pero a diferencia de éste mantendrá un perfil bajo con el objeto, muy posiblemente, de preservar sus intereses económicos. En La Aurora Social (1906-1907) que aparece el 1° de Mayo de 1906, es posible hallar sólo cuatro colaboraciones de su autoría firmadas con un acrónimo: “Mar de Fé”.
En la primera de ellas, titulada “La asociación” realiza un llamado a la agremiación —a sumarse concretamente a las filas de la joven unión obrera— defendiendo dos principios: el internacionalismo y el progreso.
Asociándose, aprenden la gran lección de la humanidad: que no hay americanos, europeos, oceánicos, africanos ni asiáticos, sinó hijos del planeta tierra, verdadera patria del hombre: que no hay cristianos, moros, hebreos, budistas, idólatras, etc., sino luchadores, amantes de la libertad, de la justicia, de la ciencia, etc., etc. (…) Pueblo sin asociaciones, es pueblo bárbaro, que nunca llega a civilizarse. Lo demuestran las tribus salvajes. Hombre aislado, es inferior, y casi, casi más digno de lástima que los animales, con quienes en el bosque, frecuentemente comparte faenas de carga…
Mar de Fé, “La Asociación”, La Aurora Social, Tupiza, 1 de mayo de 1906
En el número siguiente, se publican tres artículos con la misma firma, en los que Martínez esboza un programa de acción socialista. En oposición a la política burguesa, contrapone como “La mejor política” la “política para el productor: la del trabajo” y sostiene que “No debe haber partidos sin principios. El único partido popular organizado, que debe existir histórico y prepotente como en todos los países civilizados, arraigado en el corazón de cada hombre pensante y altruista (…) es el partido socialista”, el mismo que en Bolivia debía “Unir a todos sus habitantes sin distinción de clases” a fin de “redimirlos de su pasado de errores y discordias” y conducir a las masas populares por “el camino del engrandecimiento” (Mar de Fé, “La mejor política”, La Aurora Social, Tupiza, 15/06/1906).
La probable relación con el Partido Socialista argentino y las igualmente probables lecturas desde pensadores del socialismo utópico hasta La Vanguardia de Buenos Aires deben haber orientado tal programa, plasmado en las consideraciones vertidas en “Sociedad en decadencia”, según las cuales “El socialismo es una llama que (…) animará a la sociedad con el soplo de una nueva vida, en el cual: cada uno trabajará según sus fuerzas y consumirá según sus necesidades [itálica en original]” (Mar de Fé, “Sociedad en decadencia”, La Aurora Social, Tupiza, 15/06/1906) o bien la noción de progreso a la que vuelve en “Contrarrestando”, donde afirma que “las ideas de emancipación siguen en su gloriosa ascensión” merced a una “Ley ascensional del progreso se cumple pese a todo y a todos los que (…) quieren oponerse a su expansión” (Mar de Fé, “Contrarrestando”, La Aurora Social, Tupiza, 15/06/1906).
Las únicas menciones que de Federico Martínez se cuelan en La Aurora Social, figuran en los anuncios publicados desde su primero hasta último número: “‘Gran Hotel Internacional’ de Rendón y Borjes (Sucesores de Federico Martínez)”, “Federico C. Martínez. Ofrece sus servicios como Comisionista, Consignatario y Agente Aduanero en Tupiza”.
Ausente (o mejor dicho, oculto) de los documentos públicos y privados de la Unión Obrera 1° de Mayo, frente a Skarnic, Martínez representó de este modo su ala socialista. Lo cual habilita a pensarlo como el nexo entre dicha entidad y el Partido Socialista porteño y Obrero Español, vínculo que asimismo explica desde el intercambio de prensa periódica —La Vanguardia, Buenos Aires y La Revista Socialista, Madrid— junto con otra clase de materiales —las obras de teatro La hija del fiscal de Máximo Kegel (1904), El retorno de F. Grundmann (1903) y Los nuevos parias de Pablo Gent [1904), traducidas del alemán y editadas en Buenos Aires como parte de la Biblioteca de La Vanguardia, interpretadas en la conmemoración del 1° de Mayo de 1906 en Tupiza— (“El socialismo en Tupiza. Fiestas realizadas. Algunos puntos del programa”, El Tiempo, Potosí, 13/05/1906) hasta el mismo nombre de La Aurora Social, posiblemente tributario de la publicación homónima de Oviedo, órgano de las Agrupaciones Socialistas de Asturias o Federación Socialista Asturiana ligada al Partido Socialista español.
Tanto este discurso en sus versiones más moderadas o radicales como la actividad de la unión obrera, provocarán un enfrentamiento con las autoridades y las fuerzas vivas de Tupiza. El mismo comienza en junio de 1905 inmediatamente después de su constitución y se proyecta a fines de mayo de 1906 cuando el anarquista español Mariano Cortés (“Altaïr”) fue deportado de forma sumaria de la ciudad (recién en 1911 Bolivia tendrá una ley de residencia) y Nicolás V. Tejerina, primer secretario de la asociación, enviado a la cárcel, luego que el primero diera una conferencia sobre “la historia del socialismo, en su economía individual y colectiva” (R.R., “La conferencia del periodista argentino Altair”, La Aurora Social, Tupiza, 15/06/1906). Quien lo denunció ante la policía y el diario El Tiempo de Potosí, fue Manuel Cabrera Infante, secretario del Club 27 de Octubre hasta por lo menos 1905 (M. Infante C., “Remitidos”, El Tiempo, Potosí, 16/07/1906). En junio de 1906, el nuevo subprefecto Luis Armijo manifestó ante el prefecto su preocupación por los mismos asuntos que antes su predecesor, Eduardo Subieta: la actitud de la “merituada agrupación [que] se ha manifestado hostil y tirante a la autoridad Política de la Provincia, no respetando sus determinaciones y atacando de palabra y de hechos a la institución policiaria” (Oficio de Luis Armijo al prefecto de Potosí, Tupiza, 22 de junio de 1906). El insistente mensaje de los subprefectos era tan claro como las denuncias de “lo más culto del vecindario” de Tupiza. “La Compañía Aramayo de Minas en Bolivia fue la que más se alarmó por el temor de que aleccionaran a sus obreros, entonces acordaron denunciarlos ante las autoridades de La Paz” (Salazar Tejerina, 1981, p. 30). El grupo encarnaba así una amenaza para el orden público que tenía que ser conjurada. Las voces de unos y otros actores llegaron no sólo a la autoridad máxima del departamento, sino también a los despachos del Palacio Quemado. A comienzos de 1907, el mismo presidente de Bolivia atendió el pedido y procedió a ponerle fin a la Unión Obrera 1° de Mayo.
La presencia del Regimiento “Abaroa” 1° de Caballería enviado en los últimos meses de 1906 al sur para fortalecer la seguridad de la región y “cazar” desertores y omisos del servicio militar, serviría perfectamente a dichos fines de defensa social. El 22 de noviembre de 1906 el regimiento comandado por el Coronel Pastor Baldivieso abandonó la ciudad de Potosí y en la mañana del 5 de enero de 1907 entró en Tupiza. Tres semanas después, el 29 del mismo mes, el prefecto recibía una comunicación firmada por el ministro de gobierno y fomento Aníbal Capriles y el presidente Ismael Montes (1904-1909). En sus párrafos más salientes, ésta decía:
La anormal situación creada en la Provincia de Sud Chichas por la propaganda disociadora de los extranjeros Mateo Skarnic y Federico Martínez que desde hace algún tiempo amenazan trastocar el orden público de esa región con doctrinas perturbadoras, promoviendo la sublevación en la clase obrera y en la raza indígena, ha resuelto al Supremo Gobierno a autorizar a Ud., con estricta observancia del artículo 4° de la Constitución Política del Estado, las excepciones del Derecho Internacional y el artículo 23 de la Organización Política y Administrativa para que imparta las órdenes de precisas a efecto de extrañar del territorio nacional a los mencionados individuos.
Para el debido cumplimiento de esta resolución, ha de servirse Ud. ordenar al Sr. Subprefecto de aquella Provincia, D. César Laguna, se ponga de acuerdo con el Jefe del Regimiento “Abaroa” y a la brevedad posible, destaque una comisión que deberá conducir a ambos extranjeros desde la ciudad de Tupiza a la de Uyuni, donde la autoridad política de Porco (…) tomará las medidas necesarias para la continuación del viaje por ferrocarril hasta la frontera (Oficio reservado de Aníbal Capriles e Ismael Montes al prefecto de Potosí, La Paz, 29/01/1907).
El presidente liberal y su ministro se hacían eco de los mensajes alarmistas llegados desde Sud Chichas, replicados también por el sucesor de Armijo, el subprefecto César Laguna cuando alertaba respecto de la influencia de la agrupación que “toda la clase obrera se hallaba invuida (sic) de las mismas ideas y fines perniciosos” (Oficio de César Laguna al prefecto de Potosí, Tupiza, 01/03/1907).
En la oscuridad de la noche del 21 de febrero, Skarnic y Federico C. Martínez fueron sorprendidos en la mesa de redacción de La Aurora Social, arrestados y horas después, deportados de Tupiza. Las crónicas realizadas por Martínez para La Vanguardia de Antofagasta (replicada por La Vanguardia de Buenos Aires) y por Skarnic para El Tiempo de Potosí, coincidían con las instrucciones indicadas en el oficio del 29 de enero, pero le agregaban el drama en primera persona de lo que el deportado argentino llamó “el camino de la proscripción”. Intentando desligarse de todo vínculo con la unión obrera y su periódico, el segundo planteará una versión ligeramente diferente de los hechos a la del primero:
El 21 de febrero último, poco después de las 9 y media de la noche, encontrábame en mi casa habitación cuando repentinamente penetró a mi domicilio, el intendente de policía don Bernardino Barriga, persona á quien consideraba como á uno de mis mejores amigos, y me pidió con frases de amistosa apariencia que lo acompañara a la policía. Sin imaginar por un momento que se tratara de un arresto o prisión, accedí gustosamente, pero al salir de mi casa me rodearon ocho soldados y un oficial para custodiarme hasta la prefectura. Tranquilo con esta primera demostración de aparatosa vigilancia, llegué al cuartel de policía, en donde el subprefecto, don César Laguna, me comunicó verbalmente que tenía orden para aprehenderme y deportarme. Pedí que me dieran dos horas de plazo para arreglar mis asuntos más urgentes ó por lo menos tomar el dinero indispensable para un viaje tan repentino, pero hasta esta gracia se me negó rotundamente, ni más ni menos como si hubiera sido un prisionero de estado, un revolucionario o un criminal. A las 4 a.m. del día 22 de febrero, salimos de la prefectura en unión de mi amigo Mateo Skarnic, a quien se le aprehendió también al mismo tiempo y en iguales circunstancias que a mí, y escoltados por un mayor, un teniente, cuatro subtenientes y cinco soldados del Regimiento Abaroa 1° de Caballería (…) Nos hicieron caminar 46 leguas en cinco días, en circunstancia que la frontera argentina dista sólo 18 leguas de Tupiza. Se nos condujo hasta Uyuni, en cuya prefectura nos dejaron incomunicados y vigilados por un destacamento de infantería. Aquí dormimos como en el entarimado de la cuadra del cuartel, tratados exactamente como prisioneros vulgares…
“Expulsión de dos redactores de un periódico obrero”, La Vanguardia, Buenos Aires, 23/04/1907
Liberados en la frontera chilena, Ollagüe, el 27 de febrero Skarnic destacó en una carta que tanto en el cuartel como en la estación del tren que los condujo allí, un grupo de más de 30 personas seguramente vinculadas con el grupo editor de La Semana se manifestó “tranquilamente” en contra de la “injusticia de que éramos objeto”.
Todos nos saludaron amigablemente á la vez que protestaron de nuestra crítica situación y pasándonos víveres para el viaje nos despedimos. Fuimos alojados en un inmundo wagon cargado de mineral suelto y con una guardia de un oficial y dos soldados armados de rifle y bala en boca, nos condujeron hasta la estación Chiguana, frontera boliviano chilena.
Hay que advertir que en Tupiza, nos han sorprendido, sin juicio ni causa alguna; todo se ha hecho verval (sic) y ni un solo documento hemos visto ni suscrito. Hemos salido de Tupiza sin recursos, ni preparado ropas, abandonando todos nuestros asuntos comerciales y privados (“Redacción. Violación de garantías”, El Tiempo, Potosí, 09/03/1907).
Tanto la arbitrariedad y metodología de la medida, como los “crímenes de lesa Constitución” cometidos por el gobierno, fueron ampliamente cuestionados por la prensa liberal y socialista de Potosí, Sucre y Buenos Aires. Sin embargo, no todos los medios fueron de la misma opinión. Una oleada reaccionaria llegó desde esas dos ciudades bolivianas a instancias de La Reforma y La Mañana. El “semanario liberal de Potosí”, negó que Skarnic y Martínez hayan sido extrañados “en carácter de periodistas, sinó por la anormal situación que han creado en la Provincia de Sud Chichas con la propaganda disociadora”, para después reproducir de forma casi textual algunos tramos del no tan reservado oficio de Montes y Capriles. En una edición posterior justificó “la conducta del Gobierno al espulsar (sic) a esos socialistas, torpes, conspiradores del órden, sicarios del poder nacional”, el cual había “obrado con el tino, prudencia, ilustración y energía, ajustando su conducta a los principios proclamados por los progresos de la civilización” (“Extrañamiento de disociadores”, La Reforma, Potosí, 10/03/1907; XX, “Labor antipatriótica”, La Reforma, Potosí, 09/06/1907).
El diario de Sucre, que hasta fines de 1906 había visto con buenos ojos los fines la unión obrera de Tupiza, dijo algo parecido, con palabras más medidas y argumentos legalmente fundados. Había que evitar “la subversión de la moral republicana” que “conduce directamente a la anarquía”. Las garantías constitucionales debían estar del lado de las autoridades y no del de los criminales (“¿Garantías constitucionales?”, La Mañana, Sucre, 23/03/1907). Un año después, la prensa conservadora de La Paz se hará eco de las expulsiones y esta clase de comentarios en un intento de instalar en la agenda de debate la sanción de una ley de residencia y acusará a los “titulados periodistas” de tomar “empeñosamente la tarea de difamación pública y de propagandas anarquistas” (“Ley de residencia”, El Comercio, La Paz, 16/01/1908).
La fuerza de caballería apostada en Tupiza hasta junio se encargó de hostigar a otros socios de la agrupación y evitar un temido reagrupamiento. La Aurora Social dejó de salir, la escuela nocturna y la biblioteca montada por la unión obrera cerraron sus puertas. Así, la violencia y el miedo lograron desarticular esta fugaz experiencia de organización conducida públicamente por Mateo Skarnic, con la que Federico Martínez colaboraba desde las sombras.
Recién el 1° de enero de 1911 se “reorganizará” la Unión Obrera de Socorros Mutuos que, desde lo discursivo y su propia composición, buscó filiarse en la sociedad desmantelada (“Unión Obrera”, El Chorolque, Tupiza, 01/01/1911). Sin embargo, su orientación ideológica y fines estrictamente mutualistas poco se parecían a los de su predecesora. De hecho, muchos de sus antiguos enemigos, se convirtieron en sus principales y más destacados animadores: Manuel Infante Cabrera, en su secretario (Unión Obrera de Socorros Mutuos, actas del 30/11/1910), José Avelino y Manuel E. Aramayo, en sus socios honorarios (Nómina de socios honorarios de la Unión Obrera de Socorros Mutuos, Tupiza, 01/01/1911). Posiblemente, los mismos vecinos tupiceños que primero denunciaron a la Unión Obrera 1° de Mayo y más tarde aplaudieron la expedita intervención del gobierno.
Pese a las intenciones de Skarnic y Martínez de volver a Tupiza, el primero se instaló definitivamente en Antofagasta, ciudad-puerto del norte de Chile a donde llegaron el 4 de marzo. Entretanto, el argentino regresó a Buenos Aires vía Santiago, luego de trabajar en esa ciudad durante dos meses para “poder adquirir lo más necesario” (“El deportado de Bolivia”, Caras y Caretas, Buenos Aires, 27/07/1907). Allí contactó a las autoridades consulares, hecho que promovió un intercambio diplomático que duró varios meses entre ambas cancillerías.
De acuerdo a La Nación de Buenos Aires, Martínez remitió a su redacción un escrito. En busca de los antecedentes del asunto, el ministro de relaciones exteriores dijo haber recibido igual exposición de agravios, con cuyo motivo se dirigió a la legación argentina en La Paz “sabiendo por ella que el gobierno de aquel país decidió la expulsión de Martínez por anarquista, después de habérsele formado proceso judicial. Agregó el ministro el que gobierno de Bolivia había prevenido de su decisión al plenipotenciario argentino, antes de mandar ejecutar la orden de extrañamiento, procediendo correctamente”. No era cierto como decía el periódico porteño que, a raíz de lo anterior, la cancillería rápidamente había “terminado el asunto” (“Anarquista argentino en Bolivia”, La Nación, Buenos Aires, 02/04/1907).
En un oficio de considerable extensión fechado en junio del mismo año, el ministro de gobierno y fomento boliviano ofrecía una larga lista de explicaciones ante el canciller boliviano a fin de satisfacer por su intermedio el pedido de informaciones realizado por Lauro Cabral, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la Argentina en Bolivia. A través de la documentación remitida, Capriles “manifestaba deliberadamente” que la expulsión de Martínez y de su “asociado”, Skarnic, había estado relacionada con su “actitud subversiva” e “intromisión en las funciones que incumben solamente a los ciudadanos bolivianos”, desarrolladas a través de la sociedad de artesanos que ambos “formaron” en Tupiza, la cual se había “extraviado de un modo pernicioso para la sociedad y el orden interno del país”. El artículo 4° de la Constitución boliviana y el derecho internacional le servían al ministro como justificativo legal con los que sustentaba tal medida. Asimismo, le enviaba al señor Cabral un “acta suscrita por el vecindario de Tupiza como constancia del voto de aplauso y de confianza que tributa al Gobierno Nacional con motivo del alejamiento de los extranjeros aludidos” teniendo la seguridad que “manifestará claramente al digno Representante de la República Argentina la necesidad imperiosa de extirpación de ese mal elemento para la conservación del orden público” (Oficio de Aníbal Capriles al ministro de relaciones y culto de Bolivia, La Paz, 12/06/1907).
Caras y Caretas, revista de la cual Martínez oficiaba de agente en Tupiza, tomó cartas en el asunto y, reproduciendo con gran escarnio la noticia de la deportación, salió en su defensa. “El señor Martínez, que fue expulsado con la comodidad de toda supresión de fórmulas legales, no es más anarquista que un hisopo, según nos lo manifestó formalmente y se deduce de su actuación, relaciones sociales y demás antecedentes susceptibles de servir como elementos para formarnos una opinión”. Al final del artículo, dejaba sembrada una duda: “Pero es más curiosa todavía, é irónica (…) la circunstancia que todo el armamento de su desagradable escolta llevaba el escudo argentino, como procedente de nuestro arsenal (…) ¿Ha intervenido en este asunto el gobierno argentino?” (“El deportado de Bolivia”, Caras y Caretas, Buenos Aires, 27/07/1907).
Algunos años después, en 1914 el nombre de Federico C. Martínez reaparece en La Vanguardia de Buenos Aires. En las elecciones legislativas del 22 de marzo, fue especialmente convocado como fiscal junto con otros “ciudadanos” (José Alonso, Francisco Dagnino, Alejandro Gagliardo (hijo), Francisco Fandiño Posse, Tomás Alonso, Luis Pastine, Agustín Sisti, Rómulo Pío Silvano, Andrés Cantú, Arsenio Ferrari, Juan Carlos Colacciatti, Enrique Rosingana, Pablo Berrenechea, Anibal José Bardelli, Carlos Bruno, Francisco de Giorgio y José Gerosa), rol que desempeñó en la mesa tercera del circuito 124 correspondiente a la circunscripción electoral 14a. de la capital (“Movimiento político”, La Vanguardia, Buenos Aires, 9 y 10/03/1914; “Movimiento político”, La Vanguardia, Buenos Aires, 21/03/1914).
Para junio, es parte del Centro Socialista de dicha sección correspondiente al barrio de San Nicolás. Su local estaba ubicado en la calle Uruguay 471. Separado Edmundo Cheduffau de la comisión administrativa debido a la no concurrencia de éste a las reuniones celebradas después de la distribución de cargos ni a las asambleas, el día 3 Martínez fue elegido para integrar dicha comisión por el total de 15 votos (“Resoluciones de asambleas”, Boletín del Partido Socialista, Buenos Aires, junio de 1914, p. 3). El 22 de julio la nueva comisión administrativa quedó compuesta de la siguiente manera: secretario general, Estel Vázquez; secretario de actas, Federico C. Martínez; tesorero, Carlos Reborati; vocales, Horacio Feijoo y Juan A. Miraglia (“Actividad socialista”, La Vanguardia, Buenos Aires, 28/07/1914).
En enero de 1915 y enero y octubre de 1916, con la renovación de la comisión administrativa, Martínez fue reelecto en el mismo cargo (“Actividad socialista”, La Vanguardia, Buenos Aires, 16/01/1915; “Actividad socialista”, La Vanguardia, Buenos Aires, 01/02/1915; “Noticias varias”, La Vanguardia, Buenos Aires, 20/10/1916). En esta última elección realizada en asamblea extraordinaria del 13 de octubre, Martínez recibió 18 votos (el máximo conquistado en la elección) de un total de 26 votantes. Para este momento, el Centro Socialista de la 14a. contaba con 104 afiliados con más de tres meses de antigüedad (“Resoluciones de asambleas”, Boletín del Partido Socialista, Buenos Aires, 13/10/1916, p. 274; “Partido Socialista”, La Vanguardia, Buenos Aires, 14/10/1916).
Federico Martínez volverá a ser designado como fiscal para las elecciones legislativas del 3 de marzo de 1918 por el comité electoral de dicha sección (“Actividad electoral”, La Vanguardia, Buenos Aires, 01/03/1918).
Para la década de 1920, no se tienen más noticias de él. No se conoce el lugar y la fecha de su fallecimiento, así como datos sobre su familia.
Obra
Hemerográfica
- (seudónimo Mar de Fé) cuatro artículos en La Autora Social, Tupiza (1906-1907).
Cómo citar esta entrada: Margarucci, Ivanna (2021), “Martínez, Federico C.”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org