LARROTA GONZÁLEZ, Antonio (seudónimo: doctor Camilo) (Bucaramanga, Santander, Colombia 18/12/1937 – Tacueyó, Cauca, Colombia 05/06/1961).
Dirigente estudiantil y fundador del Movimiento Obrero Estudiantil, MOE 7 de Enero (MOEC 7 de Enero). Uno de los primeros casos en Colombia y América Latina de un dirigente procedente de un medio urbano, con formación universitaria y un carisma especial, que se vinculó a planes guerrilleros que abrieron un nuevo capítulo de la lucha armada, esta vez ligada a propósitos revolucionarios de orden nacional.
Sus padres fueron Tomás Larrota y Priscila González, y sus hermanos Patricio, Ramón y María del Pilar. A comienzos de la segunda mitad del siglo XX, la familia se trasladó de Bucaramanga a Bogotá. Allí Antonio terminó los estudios de secundaria en el Colegio Gran Colombiano. Participó en actividades de propaganda contra el régimen militar de Gustavo Rojas Pinilla. Como delegado de los estudiantes de bachillerato de Bogotá, asistió al congreso fundacional de la Unión Nacional de Estudiantes Colombianos (UNEC), celebrado en Cali en 1957. A los 20 años de edad, fue elegido miembro del primer Comité Ejecutivo de la UNEC, en representación de los sectores conservadores del movimiento estudiantil.
Desde el momento de su elección para el ejecutivo de la UNEC, el ascenso político de Larrota fue notable. Antes de finalizar 1957, y como resultado de los acuerdos políticos pactados en el primer congreso, Larrota ocupó la presidencia de la UNEC por espacio de diez meses. Desde ese momento, el joven bumangués se proyectó como un destacado y fogoso dirigente estudiantil.
Desde antes del Primer Congreso de la UNEC, y hasta antes del Segundo Congreso, en 1958, Larrota defendió con vehemencia una visión tradicional del sistema político y de la sociedad colombiana. No obstante, a raíz de su desempeñó como dirigente estudiantil, sus ideas viraron hacia la izquierda. A comienzos de 1958 ingresó a la Universidad Libre de Bogotá, para adelantar estudios de Derecho. Desde el Segundo Congreso de 1958 Larrota se destacó por un desbordado activismo. Allí resaltó la necesidad de generar entre los estudiantes, y con otros sectores sociales, especialmente obreros y campesinos. En el certamen fue elegido para integrar el nuevo comité ejecutivo. También dirigió el periódico UNEC de la agremiación estudiantil.
Como dirigente de la UNEC visitó en 1958 Moscú, Budapest, Praga y Alemania Oriental, en calidad de delegado al congreso organizado por la Federación Mundial de la Juventud Democrática. La visita a países del bloque socialista le permitió a Larrota conocer no solo las experiencias estudiantiles, sino además los procesos políticos que allí se impulsaban. También visitó China, siendo impactado por la revolución política dirigida por Mao.
El proceso cubano previo a 1959 marcó profundamente a Larrota y a los estudiantes colombianos, quienes manifestaron una especial simpatía y no dudaron en desplegar una amplia campaña de solidaridad a favor de los rebeldes del Movimiento 26 de Julio. Por ejemplo, desde la UNEC Larrota promovió actividades de apoyo como mítines y marchas, y la recolección de materiales que tuvieran alguna utilidad para los combatientes cubanos. Firmó declaraciones de apoyo, arengó en las calles del centro de Bogotá y vendió bonos de solidaridad. Los dirigentes del Movimiento 26 de Julio tuvieron conocimiento de las iniciativas de Larrota, razón por la cual despertó su admiración.
Los estudiantes colombianos celebraron como suya la victoria de las fuerzas de Fidel Castro. El primero de enero decenas de personas colmaron las calles de las ciudades para festejar lo sucedido. Ese mismo día la UNEC emitió una declaración en donde felicitó “al estudiantado cubano y pueblo en general por el triunfo sobre la ominosa dictadura de Batista”, ese “monstruo que sacrificara millones de cubanos; suspendiera todas las garantías de la persona humana; pisoteara las instituciones democráticas y cerrara las universidades” (El Espectador, 1 de enero de 1959, 7).
A comienzos de 1959 el presidente Alberto Lleras Camargo decretó un alza en las tarifas del transporte urbano. A raíz de la medida, desde el 7 de enero se registraron protestas por cerca de tres meses. El gobierno nacional debió replantear el alza, restableciendo las tarifas del transporte tal y como se encontraban antes del 7 de enero de 1959. En esos acontecimientos el papel de Antonio Larrota fue decisivo. Detenido en dos oportunidades, el 7 de febrero y el 3 de marzo, fue uno de los principales dirigentes de la movilización popular.
En la segunda semana de enero, Larrota creó, con un grupo de empleados, obreros y estudiantes (Eduardo Aristizabal, Alejandro Páez Murillo, Robinson Jiménez, Jorge Bejarano Mateus y Luís Alfredo Sánchez, entre otros), el Movimiento Obrero Estudiantil, MOE 7 de Enero (meses después incorporarían la C, para referirse al componente campesino: MOEC 7 de Enero). Buscaban distanciarse de organizaciones como el Partido Comunista Colombiano (PCC) y disputar la dirección de las protestas contra el alza en las tarifas del transporte. Si bien el nuevo movimiento respondía a una coyuntura puntual, sus fundadores concebían su existencia a largo plazo. Uno de los objetivos del movimiento era unificar “las fuerzas campesinas, obreras, estudiantiles juveniles y de clase medias y populares de todos los partidos políticos, y tendencias ideológicas en un frente único de combate para luchar por la auténtica revolución social en Colombia” (“Informe sobre el comunismo”, Archivo Presidencia de la República, Despacho Presidente, 1962, Caja Nº 4, p. 108).
Luego de la derogación del alza en las tarifas, los integrantes del MOEC 7 de Enero continuaron el activismo en Bogotá y otros lugares del país. En Cali Larrota lideró la Marcha del Hambre a favor de los damnificados por la explosión de cientos de cajas de dinamita del Ejercito en 1956. En mayo de 1959 fue expulsado de la UNEC, controlada por los estudiantes comunistas.
Sin embargo, poco le importaba hacer parte de la agremiación estudiantil. Para ese momento Larrota era visto por las autoridades y organismos de inteligencia, como un individuo peligroso.
En junio de ese año viajó junto a su familia a Cuba invitado por el gobierno, para festejar un aniversario del Movimiento 26 de Julio. Larrota dedicó su estadía en la isla a conocer los avances del proceso revolucionario y plantear a la dirigencia la promoción de la lucha armada en Colombia. Conoció y se relacionó con líderes de distintos movimientos revolucionarios, como Carlos Malpica Silva Santisteban, futuro dirigente del MIR peruano. Vendió bonos con los cuales, según manifestaba, se financiaría la lucha guerrillera “por una Colombia libre”. Los bonos, firmados por el propio Larrota y con un valor de un peso cada uno, circularon simultáneamente en Bogotá, reproducidos por el MOEC 7 de Enero.
Ofreció declaraciones al diario habanero La Calle en septiembre, denunciando el pacto bipartidista del Frente Nacional, al que definió como un acuerdo antidemocrático de las oligarquías, y llamó al pueblo colombiano a derrocarlo por medio de las armas. El embajador colombiano en Cuba, Fulgencio Lequerica Vélez, denunció ante el gobierno de la isla las actividades y declaraciones de Larrota.
Posteriormente viajó a México; allí realizó labores de agitación. En una entrevista por radio explicó las finalidades del movimiento armado en Colombia.
En Cuba, Larrota tomó parte en las milicias estudiantiles que recibieron instrucción militar, constituyéndose quizá en el primer colombiano que recibió ese tipo de preparación allí.
Regresó clandestinamente a Colombia a principios de 1960.
Participó en el primer congreso del MOEC 7 de Enero, celebrado en Cali en julio de 1960. Este evento le dio a la organización estatutos y programa, y oficializó la existencia de dos tendencias que diferían en torno al momento del inicio de la lucha armada. Larrota, de la mano de los cubanos, era el principal vocero de la tendencia que pregonaba el pronto inició de la misma.
En vista de las discusiones por el comienzo o no de las acciones armadas, el congreso del MOEC 7 de Enero determinó que una comisión se desplazara a Cuba para entrevistarse con la dirigencia revolucionaria, y poder dar a conocer las proyecciones armadas del movimiento. Larrota viajó en compañía de Raúl Alameda Ospina, representante de la otra tendencia que argüía la no existencia de condiciones para iniciar el alzamiento. Juntos se reunieron con el Che Guevara, quien aprobó los planes de la tendencia liderada por Larrota, desconociendo la posición del otro sector. Allí se definió como zona de operaciones militares el Páramo de Tacueyó, ubicado en el Cauca, sobre la Cordillera Central y se aprobó el inicio de las acciones.
Larrota regresó clandestinamente de Cuba a principios de 1961, y de inmediato se desplazó hacia las montañas de Tacueyó. Allí intentó nuclear a guerrilleros de la época de La Violencia que aún continuaban activos, como “Tijeras” y Adán de Jesús Aguirre, “Aguililla”. Sin embargo, este último lo asesinó con sevicia el 6 de mayo de 1961.
Sobre las razones de su muerte existieron varias versiones. Una establece que “Aguililla”, al ver que su poder de mando frente a sus más inmediatos seguidores y campesinos de la región podía ser minimizado por el joven dirigente, tomó la decisión de sacrificarlo. Otra señala que el asesinato de Larrota fue producto de la recompensa que había ofrecido el presidente Alberto Lleras Camargo; finalmente, una última versión establece que se debió al pago ofrecido por terratenientes de la región a “Aguililla”, para evitar la consolidación de una guerrilla que pondría en peligro sus propiedades. Fuentes de archivo de carácter oficial, permiten establecer que el asesinato de Larrota fue resultado del trabajo coordinado entre miembros del Ejército y “Aguililla”, sin que aquel lo supiera.
Al momento de su muerte Larrota vestía prendas militares, y en sus bolsillos las autoridades encontraron un pasaporte, cédulas y cartas dirigidas al “doctor Camilo”, seudónimo que empleaba Larrota. El cuerpo presentaba tres perforaciones de bala en el pecho y tres en la espalda, así como varias puñaladas y dos cortes con machete en el cráneo. El 18 de mayo fue sepultado en una fosa común del cementerio de Popayán, a pesar de la oposición del obispo de esa ciudad.
El caso de Larrota tiene un significado especial: se trató de uno de los primeros casos de un dirigente procedente de un medio urbano, con formación universitaria y un carisma especial, que se vinculó a planes guerrilleros que abrieron un nuevo capítulo de la lucha armada, esta vez ligada a propósitos revolucionarios de orden nacional. Antonio Larrota trazó un camino que van a retomar en los años siguientes un número importante de jóvenes, procedentes especialmente de centros universitarios del país, honestos, valientes y sedientos de ideales de justicia y bienestar.
Cómo citar esta entrada: Díaz Jaramillo, José Abelardo (2020), “Larrota González, Antonio”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org