GUTIÉRREZ RODRÍGUEZ, José (Bogotá, Colombia 26/12/1927 – Bogotá D.C. 14/11/2008).
Médico, psiquiatra, psicoanalista, traductor del francés al español de textos de referencia del psicoanálisis, escritor, defensor de derechos humanos y dirigente político de movimientos amplios de izquierdas.
Su padre –también llamado José– fue un abogado e intelectual liberal de origen huilense, quien se casó con Mercedes Rodríguez, hija del abogado Alejandro Rodríguez Forero nacido en Funza (Cundinamarca) en 1857, propietario rural en Cajicá (Cundinamarca), investigador del magnicidio de Rafael Uribe Uribe perpetrado en 1914. Fueron sus hermanos Rosa, Jaime y Hernando ambos ingenieros.
José Gutiérrez hijo contrajo nupcias católicas en la capilla del Gimnasio Femenino en abril de 1954 con Magdalena Restrepo Ortega nacida el 7 de enero de 1933 en Bogotá, sicóloga de la Universidad Nacional de Colombia, hija del odontólogo Luis Felipe Restrepo de origen antioqueño y Hercilia Ortega oriunda de Zipaquirá. Los cuatro troncos de la familia Gutiérrez Restrepo son liberales de raigambre radical. Tuvo tres hijos: Marcela (1955) médica quien trabajó en los servicios de salud que prestaba a sus empleados el Banco de La República; Alberto (1957) químico, quien trabaja en su profesión en el Departamento de Medicamentos de los Estados Unidos, y Francisco (1958), biólogo quien también reside y trabaja en los Estados Unidos como profesor en un colegio de la comunidad religiosa de los Quáker.
José fue bachiller del Gimnasio Moderno en 1944, médico graduado de la Universidad Nacional de Colombia, psicoanalista didáctico y psiquiatra de la Universidad Nacional Autónoma de México, con estudios complementarios en Francia y Estados Unidos. Formó parte de la Sociedad Mexicana de Psicoanálisis, organizada por los trece discípulos de Erich Fromm en México; dejó constancia de su aprendizaje en el libro El método psicoanalítico de Erich Fromm (1961). Ejerció el psicoanálisis en Bogotá, México, Cleveland y Paris. Fue profesor de la Case Western Reserve University en Cleveland, de la Universidad Nacional Autónoma de México, y miembro del grupo psicoanalítico Confrontation de Paris. La labor de Gutiérrez comprendió además la traducción del francés al español del libro El diario de una esquizofrénica (1958) de Margariete A. Sechehaye y de la obra de Piaget La formación del símbolo en el niño que publicó en México el Fondo de Cultura Económica en 1961. Fue un intelectual integral que se destacó también como sesudo analista socio-político. Lo marcó un rasgo en su comportamiento ético-social: su rechazo a la burguesía y al poder del dinero.
La vida y obra de José Gutiérrez a lo largo de su fructífera y ejemplar trayectoria se caracterizó por la creativa vinculación entre el psicoanálisis –profesión que ejerció sin interrupción– y el compromiso político de izquierda como intelectual, escritor y activista. Ajeno por propia y consciente decisión a las confrontaciones de cúpula que tanto perjuicio han ocasionado a lo largo de su decepcionante historia a la alicaída izquierda colombiana.
Autor prolífico y riguroso, es conocido por sus estudios sociales y científicos en el campo de su especialidad. Realizó incursiones pioneras en temas sociales como el de los niños de la calle. Produjo una copiosa obra psicoanalítica contenida en una docena de títulos publicados.
Dio forma y fuerza en Colombia a una corriente psicoanalítica que plantea como herramienta de configuración de la propia identidad del analista la práctica del análisis sobre sí mismo para impedir así la impostura de reglas y códigos para mantener privilegios por parte de una especie de oligarquía “sin razón psicoanalítica ninguna de ser” como explicase Rene Major, Presidente de la Sociedad Internacional de Historia de la Siquiatría y el Psicoanálisis, quien –para referirse a nuestro personaje– aseveró:
Comprender a Colombia, su ejemplaridad, es también comprender a América Latina; y comprenderla a ésta es también comprender las luchas que se adelantan en el mundo, bajo todas sus formas, porque las aspiraciones más fundamentales del hombre no sigan ignoradas o burladas por quienes detentan el poder –y el deber– de aportarles la más elemental satisfacción. Si es posible apuntar un objetivo primordial hacia el cual tienden toda la vida y toda obra –como las ya considerables de José Gutiérrez–, es éste.
Prefacio de Rene Major al libro Medio siglo de travesía freudiana por Colombia, 1995, p. 4.
Promovió grupos de estudio y trabajo basados en un método libre creativo, –lejos del burocratismo propio de las anquilosadas academias llenas de jerarquías inoperantes y ceremoniales fatuos–; colectivos que perduran y adelantan en la actualidad una activa labor psicoanalítica en la búsqueda de un humanismo radical que hunde sus raíces libertarias en una práctica basada en una concepción –que en 1995– Gutiérrez explicase, así:
Hay que darle la palabra al débil, al oprimido, al culpable. Estoy convencido de que la línea de Laureano, de Caro, es la del autoritarismo familiar, social y militar. En última instancia, para tal tipo de tradicionalismo la razón de Estado debe prevalecer sobre el individuo. En el caso de cada colombiano es el camino de la secreta violencia consigo mismo, materia que interesa particularmente a la clínica analítica. El derecho a la palabra es también un derecho humano, el derecho a explicar es tal vez el primero de los Derechos Humanos.
En su etapa universitaria –a fines de los cuarenta y comienzos de los cincuenta– fue miembro de la Juventud Comunista (JUCO) y apoyó las guerrillas que confrontaban el régimen conservador de Laureano Gómez quien basaba su ejercicio presidencial en la consigna implacable y fatídica de la ‘tierra arrasada’. Su trayectoria en esta época la recoge en un diálogo con el antropólogo Santiago Villaveces Izquierdo, que con el título de Medio siglo de travesía freudiana en Colombia: contrapunto y secuencia de un analista con un antropólogo sobre la vida y obra de éste (1995), constituye una moderna forma de autobiografía, como lo muestra este libro en su primer aparte bajo el título «Mente y sociedad bogotanas a mediados del siglo». Allí relata con exultante vivacidad como a fines de los años cuarenta y durante el primer lustro de los cincuenta del siglo pasado, su vida giró –siendo Gutiérrez estudiante de medicina– cuando se vinculó al movimiento comunista colombiano.
Gutiérrez fundó la revista Bisturí en la que publicó una serie de artículos para sustentar una aspiración distinta de la entonces dictada por la arrogancia oligárquica imperante, de entender socialmente la medicina y todo lo relacionado con ella. Su publicación fue concomitante con su puesta en contacto con el Partido Comunista y a sus primeras lecturas sociológicas a la altura de lo que se encontraba como literatura social, que no era mucho. La publicación la dirigió junto con un estudiante de años avanzados. Armando Solano Puerto, cuyo hermano mayor, Enrique, muerto precozmente, a quien conoce en alguna de las manifestaciones callejeras de la época como miembro del Partido Comunista. Los Solano eran hijos de uno de los iniciadores en Colombia del pensamiento sociológico, el escritor y político Armando Solano Barriga, vinculado con la fundación del Partido Socialista Colombiano, y hermanos de Pablo, un compañero de estudios secundarios, entonces un pintor principiante.
Pronto los miembros de Bisturí comenzaron también a organizar en la Universidad Nacional movimientos de protesta contra los profesores anticuados. La circunstancia de que los conservadores hubieran ganado en 1946 las elecciones presidenciales formaba parte del desafío que muchos sentían por delante y que llegó a su clímax el 9 de abril de 1948, cuando la muerte del jefe liberal Jorge Eliécer Gaitán desató el conocido motín del Bogotazo, a raíz del cual vino una feroz represión que costó la vida a numerosos estudiantes. Su muerte ‘será germen de realizaciones, semilla revolucionaria’, escribió en Bisturí. En octubre de ese mismo año Gutiérrez emprendió camino para Francia.
Estuvo dos años en París antes de decidir volver a Colombia. Regresar fue una decisión política, porque la situación se había agravado a tal punto que quiso venir a luchar contra la dictadura. Como sus contactos con el Partido Comunista, no de Colombia, sino de Francia, habían continuado, se propuso organizar las Juventudes Comunistas, y así fue como en vez de retornar a los estudios se dedicó a recorrer los sitios donde el Partido Comunista tenía efectivos y a organizar sus Juventudes.
Pasó en ello los años de 1950 a 1952. Su mayor ambición era ser un guerrillero, pero, curiosamente, tal propósito estuvo interferido por Gilberto Vieira White, líder desde veinte años atrás del Partido Comunista Colombiano –al que dirigió por más de cincuenta–, cuya personalidad es tan enigmática como corresponde a un hombre muy lacónico. Por algo que nunca entendió Vieira se interpuso entre sus deseos de ingresar a la incipiente guerrilla y aunque le presentó a los que con el tiempo vinieron a ser los fundadores de la más numerosa y beligerante insurgencia de la historia colombiana -hasta su periclitar en 2016-, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Pedro Antonio Marín y Luis Morantes, con el tiempo más conocidos por sus nombres de batalla, Tirofijo y Jacobo Arenas, nunca le dijo quiénes eran.
Quizás Vieira tampoco les expresó a ellos que Gutiérrez hubiera querido vincularse activamente con la guerrilla, pues jamás aludieron a tal posibilidad. De manera que los conoció, trabajaron en cierta forma juntos, pero dentro de un esquema por completo civil.
Por ejemplo, Jacobo Arenas lo llevó a Santander, a Bucaramanga y a Barrancabermeja, donde visitaron a los intelectuales amigos del Partido Comunista, abogados y médicos, para explicarles la fundación de las Juventudes Comunistas, y para obtener de ellos algunas pequeñas colaboraciones económicas. Pero con Arenas jamás habló con completa franqueza de sus actividades guerrilleras, que sólo conoció luego. Lo mismo pasó con Tirofijo, en realidad Pedro Antonio Marín, conocido hoy como Manuel Marulanda Vélez, y a quien a raíz de algún servicio profesional que le solicitara, lo encontró en Bogotá en 1952, quizá la única temporada que Pedro Antonio Marín haya pasado en Bogotá.
De entonces viene que adoptara su nuevo nombre: en el corto tiempo que Marín pasó en la ciudad, el ejército supo por un informante que estaba residiendo en la modesta vivienda de un primo suyo. Se presentó al sitio donde se quedaba, y en el que vivía también un amigo íntimo del primo, llamado Manuel Marulanda Vélez. De los dos sospechosos, Tirofijo, en esa época un joven de rasgos blancos y de corta estatura, con facciones un poco delicadas, parecía menos peligroso que éste, un hombre corpulento de rasgos indígenas y en realidad un valiosísimo intelectual y abogado de reciente graduación, que comenzaba con gran entereza el ejercicio del derecho…Cuando los encontró a ambos allí, al decidir cuál de los dos era Tirofijo tomó preso al abogado, se lo llevó y, después de torturarlo, lo mató sin que él revelara la identidad de Marín, quien a partir de ese momento tomó el nombre del abogado trágicamente muerto.
El breve tiempo que Tirofijo permaneció en Bogotá, Gutiérrez varias veces conversó con él, pero nunca hablaron de sus actividades y menos de que le hubiera gustado unirse a la guerrilla. Parece que había una especie de propósito callado pero muy firme, de parte de Gilberto Vieira, de que en todo caso Gutiérrez no debería ir a dar a la guerrilla, aun cuando al parecer sí consideraba que convenía estar en contacto con ellos para el futuro. En realidad, siendo muy joven, pues tenía 20 años nada más, la actitud del dirigente era quizás de protección. Por otra parte, lo que más le interesó en la política colombiana en ese momento fue la actividad insurgente liberal que, como jefe del liberalismo estimulaba desde la sombra Carlos Lleras Restrepo, quien ayudó a los primeros insurgentes en Meta, Yacopí, y Urrao, infundiéndoles su pasión y aportándoles algo de provisiones, en dinero, ropa y armamento, empeñado como estaba en la propagación de las guerrillas en el campo, que quizás concebía como las similares de las guerras civiles.
Parte de este cometido lo emprendió directamente con sus copartidarios liberales, de su misma manera de pensar, y parte en colaboración con el pequeño Partido Comunista. Las guerrillas liberales de 1950 se prolongaron una década, y ya contaban con una colaboración del Partido Comunista. Gutiérrez llegó a participar un poco en la propagación de las guerrillas, que vendrían después a explayarse en la región comunista de Viotá, Cundinamarca. Allí hubo una emisora clandestina, propiedad de la dirección liberal, y que operaba bajo la dirección del Secretario General del Partido, Manuel Rodríguez Díaz, quien decidió instalarla para estimular a las guerrillas en todo el país.
En realidad, al regresar de Francia de modo más o menos simultáneo con la posesión del jefe conservador Laureano Gómez como presidente, temido por retrógrado y apasionado, como muchos Gutiérrez se proponía combatir el régimen por cualquier medio. Su situación personal en ese momento era la de haber dejado a un lado los estudios, y lo que le interesaba era ante todo la actividad política. Así pasaron dos años, de 1950 a 1952, hasta cuando, por motivos personales, volvió a los estudios médicos, giro cuya conciliación con la cuestión ideológica resultó muy difícil, y que a veces también sólo arduamente logró explicarse a sí mismo: un día conoció a Magdalena y decidió unir su vida con ella. Entonces se dijo que si ya llevaba cuatro años de estudios de medicina, lo lógico era terminarlos para casarse. Pero tal viraje del supuesto apostolado político a la ciencia, para muchos de los compañeros de las Juventudes Comunistas fue sólo una traición, aunque su retiro del grupo no fuera ideológico, sino apenas transitorio y práctico, por la necesaria suspensión de toda actividad política para retornar a la universidad, donde las épocas de anterior agitación ya habían pasado.
A principios de los sesenta participó en el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) al que contribuyó en la elaboración de su plataforma ideológica en especial con su célebre aporte contenido en la obra De la pseudo-aristocracia a la autenticidad. Psicología social colombiana publicado por primera vez en México en 1961. Este libro es el primero de una serie de análisis sobre la sociedad colombiana que combina la psicología social con la sociología política en la búsqueda de la comprensión científica de la realidad colombiana.
En 1961 organizó con el intelectual y político Belisario Betancur y el librero Luis Carlos Ibáñez, el proyecto político-cultural que se conformó como ‘Ediciones Tercer Mundo’, con la cual entre 1962 y 1964, publicarían los dos tomos de la trascendental obra La Violencia en Colombia. Estudio de un proceso social de Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna. Por esta época también fue asesor político de la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC). A raíz de la muerte de Camilo Torres Restrepo acaecida el 15 de febrero de 1966, Gutiérrez reconoció sin tapujos –en declaraciones para el cineasta Francisco Norden – la «decisión heroica de irse a la guerrilla» por parte de Camilo. Fue miembro de la Comisión de Paz durante el Gobierno de Belisario Betancur (1982-1986). Más adelante estuvo vinculado a los movimientos políticos de la izquierda democrática como fundador del Movimiento FIRMES, al lado del Maestro Gerardo Molina.
Su labor de ensayista registra títulos como La rebeldía colombiana: observaciones psicológicas sobre la actualidad política (1962); La no-violencia en la transformación colombiana (1963); La revolución contra el miedo (1964), y Enigmas y arcano del delirio de la conquista: rudimentos de la legalidad y anarquía en la mentalidad colombiana (1993).
Como novelista se destacan A la hora del té (1983) o Un intruso en el espejo (1988), cuyo título proviene de un episodio sucedido al Comandante Uno (Rosemberg Pabón Pabón) del Movimiento 19 de abril (M-19) durante la toma de la Embajada Dominicana, quien disparó contra su imagen reflejada en un espejo en los tensos momentos iniciales del secuestro de los embajadores; en esta novela Gutiérrez se refiere a este hecho sobrecogedor como uno entre “otras acciones subversivas que turban la vida privada de todos y cada uno, al punto de ser ingredientes de la revolución que vivimos…”, sin olvidar por ello otros volúmenes, en los que se hace más presente el toque autobiográfico, la revisión crítica de su trayectoria y el estudio de los sustanciales cambios experimentados por la sociedad colombiana, memoria que condensa su título El camino de las muchas vueltas (2003).
En 1989 funda y asume la dirección de revista Paso…al socialismo con la que se intentó organizar una iniciativa estratégica de contrapoder para proponer un programa de acción programática en torno a temas cruciales como el petróleo, la religión y la educación. Esta publicación tuvo corta duración y poco impacto –por lo que más temprano que tarde se desistió de este sustancial esfuerzo–, en medio del encandilamiento que produjo desde sus albores el frustrado proceso constituyente de 1991, que a muchos dejó tranquila su fementida conciencia para luego arreciar la guerra –que aún perdura–. En este crucial período distintos sectores de izquierda –juntos pero separados– se deslizaron motu propio por este embudo, para sumergirse en un lodazal por cuenta de la ligereza con que se negoció el ‘Acuerdo de Paz’ entre el gobierno nacional y el M-19 en 1990, luego ejercer la copresidencia de la Asamblea Nacional Constituyente con ex dirigente de la guerrilla del M-19 Antonio Navarro Wolf, y acto seguido aceptar un ministerio de salud en cabeza del mismo excomandante; aquí cabe acotar que ocupando tal cartera el gobierno procedió a dar curso acelerado a la plena aplicación del ‘Consenso de Washington’ bajo el ropaje de la ‘Revolución Pacífica’ liderada por César Gaviria Trujillo (1990-1994).
Entretanto el paramilitarismo arreció sin freno en contra de expresiones políticas como la Unión Patriótica sometida al genocidio de la operación ‘Baile Rojo’ que se reconoció por parte de la justicia internacional como un crimen de Estado. La guerrilla derrotada y la izquierda de postín voltearon la cara frente a tan execrable genocidio. El oportunismo propio de la descomposición ideológica, política y moral era la orden del día y lejos de ahí José Gutiérrez, –quien no se sumó a este tipo de componendas y trapisondas fraguadas sin rubor a la mejor usanza del más rancio clientelismo–.
A lo largo de tres décadas, José se consagró a la defensa de los derechos humanos –en forma de ‘acción política colectiva’– en la que tuvo un reconocido y destacado papel. Lo enaltece que en uno de los momentos más críticos para el país, dado el aumento de violaciones a los derechos humanos, organiza en marzo de 1979 el primer Foro Nacional por los Derechos Humanos, en el que se fundó el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CPDH) al lado de Gabriel García Márquez, Héctor Abad Gómez, Luis Carlos Galán, Gilberto Vieira, Rodrigo Lara, Gerardo Molina y Clara Nieto de Ponce de León, entre otros. Luego de este suceso recibió amenazas que lo llevaron a exiliarse en México y Francia. A su regreso en 1985 se incorporóo a las actividades del CPDH, y en 2001 asumió la dirección de mismo, luego del fallecimiento de Alfredo Vásquez Carrizosa quien había sido su presidente desde su fundación. Su testimonio de este crapuloso período lo consigna su informe Vértigo en el jardín del mal (2007), –como lo indica en su prólogo se trata de “un estudio detallado del curso de las infamias que deberá investigar la justicia”–. Durante los últimos años de su vívida existencia se concentró, desde el CPDH y otras iniciativas, en lograr un “Acuerdo de Intercambio Humanitario”, que abriera las puertas a un diálogo de paz, entre el Gobierno y los movimientos armados insurgentes.
Murió triste y frustrado por el comportamiento incongruente de la llamada izquierda y la ausencia de ética social en el ambiente cultural colombiano.
Obra
Psicoanálisis
- El método psicoanalítico de Erich Fromm, Bogotá, 1961
- Silencio y verdad, negación y estima en el psicoanálisis, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1987
- Lo que no dijo Freud…y la felicidad, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1990
- Al final del psicoanálisis –en un itinerario de balbuceos y reticencias del ego al Yo–, Bogotá, 1995
- Verdad y tino de Sigmund Freud, al gozne del milenio, Bogotá, Spiridon, 1999
- (coautor con Sergio Cadena Antolínez) La mente griega y el psicoanálisis: atisbos de espíritu y tiempo, de Lampsaco a Ruitoque, Bogotá, 2000
- De Calicles a Freud. Derecho y medicina griegos en el psicoanálisis, Bogotá, Spiridon, 2005
- Freud entre el amor y el desdén, Bogotá, 2005
Ensayo:
- La rebeldía colombiana: observaciones psicológicas sobre la actualidad política, Bogotá, 1962
- La no-violencia en la transformación colombiana, Bogotá, Tercer Mundo, 1963
- La revolución contra el miedo, Bogotá, 1964
- El sentido de vivir, Bogotá, Spiridon 1965
- Idiosincrasia colombiana y nacionalidad, Bogotá, 1965
- De la pseudo-aristocracia a la autenticidad. Psicología social colombiana, Bogotá, Tercer Mundo 1966, tercera edición con prólogo de Alfonso López Michelsen
- ¡Doctor! Algunas tendencias de la cultura colombiana, del letrado al gamín y el colono, Bogotá, 1991
- Arcano y enigmas del delirio de la conquista: rudimentos de la legalidad y anarquía en la mentalidad colombiana, Bogotá, Spiridon, 1993
- El sentido de vivir, Bogotá, 1993
- (coautor con Santiago Villaveces Izquierdo) Medio siglo de travesía freudiana por Colombia, Bogotá, Spiridon, 1996.
Literatura
- Jaula, Bogotá, 1966
- Infancia de la miseria, Bogotá, 1967
- Bajo el imperio de Salomón, Bogotá, Spiridon, 1968
- A la hora del té, Bogotá, Tercer Mundo, 1983
- Un intruso en el espejo, Bogotá, 1988
- Gamín. Mi vida con niños de la calle, Bogotá, 1973, segunda edición revisada
- El camino de las muchas vueltas, Bogotá, Spiridon, 2003
- Vértigo en el jardín del mal, Bogotá, Comité Permanente de los Derechos Humanos, 2007
Traducciones
- Margariete A. Sechehaye, El diario de una esquizofrénica, México, Fondo de Cultura Económica, 1958.
- Jean Piaget, La formación del símbolo en el niño, México, Fondo de Cultura Económica, 1961.
Cómo citar esta entrada: Cárdenas Rivera, Miguel Eduardo (2020), “Gutíerrez Rodríguez, José”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org