GAITÁN, Jorge Eliécer (Bogotá D.C., Colombia, 23/01/1898 – Bogotá D.C., Colombia, 9/04/1948).
Abogado penalista autor de la tesis de la Ira e intenso dolor, director y editor de dos medios de comunicación escrita: Unirismo (1934-1935) y Jornada (1944-1948), Congresista (1928-1932), Alcalde de la ciudad de Bogotá (1936), Ministro de Educación (1940), Ministro de Trabajo (1944) y líder del Movimiento Gaitanista, a través del cual se erigió como jefe único del Partido Liberal (1946-1947). Fue el político más influyente de la primera mitad del siglo XX en Colombia y su asesinato desenlazó y amplificó un ciclo de violencia colectiva conocido bajo el nombre de La Violencia (1946-1957).
Nació en una pensión del barrio de Las Cruces al sur de la ciudad de Bogotá. Sin embargo, los primeros años de su vida no los viviría en ese barrio sino en Egipto (barrio del centro de la ciudad), que para aquel entonces se constituía como el epicentro de los nuevos habitantes urbanos que acogía la capital.
Su padre, Don Eliécer, un excombatiente de las guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX, que por cuestiones de la vida se dedicó a ser maestro de historia para luego terminar en el comercio de libros de segunda mano. Su madre, Doña Manuela Ayala, una esmerada y metódica maestra de escuela pública, hacían lo posible para sacar adelante a sus seis hijos, de los cuales Jorge Eliécer era el primero. Desarrolló un tenaz intelecto a través de la influencia ejercida por su madre, quien cumplió un rol determinante al introducirlo desde pequeño en la cultura letrada, inculcándole el amor por los libros, por la historia, por las artes; cualidades que probablemente ningún otro niño de su barrio podría haber logrado si no fuera por su especial intervención. Con paciencia y tacto le enseñó a leer, a escribir y a declamar junto a los demás niños de la escuela en donde Manuela trabajaba.
Mientras que la relación con su madre se caracterizó por una total y completa empatía, sentimiento que lo llevaba a dedicarle todos sus triunfos; la relación con su padre era fría, distante y en algunos momentos de su vida, hiriente. Eliécer era una persona autoritaria, de tratos rígidos, que fácilmente se traducían en castigos y maltratos para con sus hijos. Dueño de un temperamento gruñón, resultado de los fracasos que había sufrido tanto como editor y productor de dos periódicos de escasa circulación (El Pregonero y El Demócrata), como de su intento de ser un político destacado dentro del liberalismo bogotano, razones que lo llevaron a dedicarse al comercio de libros, para lo cual montó un pequeño negocio de compra y venta en Las Cruces, lugar que en las noches se convertía en el tertuliadero preferido de algunos intelectuales y políticos liberales del sur de la ciudad, tal como lo deja ver José Antonio Osorio Lizarazo (1979 [1952]).
Debido a la estrechez económica que atravesaba la familia Gaitán Ayala, Jorge Eliécer tuvo que servir como ayudante de su padre en la librería, en donde combinaba sus actividades diarias entre el estudio, la promoción de libros en mercados y estaciones de trenes, y las esporádicas charlas de las que era testigo cuando los amigos de su padre visitaban la librería para conversar de política. Por los deseos de su padre Jorge Eliécer fue inscrito en el Instituto Comercial Aponte, pues Don Eliécer soñaba con que su hijo se convirtiera en un metódico contador para que algún día llegase a administrar el negocio familiar. Este colegio se caracterizaba por ofrecer un tipo de formación técnica, cuyo fin era ubicar a sus graduados en trabajos como auxiliares administrativos, educación que terminó siendo rechazada por el necio muchacho, dado que la encontraba aburridora y rutinaria, obligando a sus padres a que le cambiaran de colegio.
Finalmente fue inscrito en el Colegio Araujo, una institución que a pesar de ser mal vista por el gobierno conservador dado su progresismo laicista y su innegable estirpe liberal, había logrado construir una imagen de respetabilidad entre las clases medias de la ciudad. La admisión a esta institución fue producto de los contactos políticos que aún conservaba Don Eliécer y de la cercanía que Doña Manuela tenía con el rector de aquel colegio, relaciones que sirvieron para que su hijo estudiara gratuitamente.
El inicio de la vida adulta no fue contrario a lo que había sido su pasado. Para el momento de decidir sobre qué carrera estudiar, el pequeño negocio familiar pasaba por una de sus peores épocas, y ante la negativa de Jorge Eliécer de trabajar como encuadernador en la librería, su padre consideró que su obstinado y rebelde hijo mayor debía conseguir un empleo que le permitiese ayudar a cubrir los gastos del hogar. Manuela intercedió por la educación de Jorge Eliécer ante Marco Fidel Suárez, Presidente de la República de aquel entonces, a quien había tenido la oportunidad de conocer un par de años atrás cuando éste ocupaba la cartera del Ministerio de Educación, encuentro que se produjo en la celebración del cierre de actividades escolares en la escuela en donde Manuela trabaja como rectora. Ante los insistentes ruegos, Suárez decidió conceder una beca para que Gaitán estudiara Derecho en Roma, beneficio que éste terminó rechazando ante el asombro y desconsuelo de su madre, quien creía que con dicho esfuerzo habría logrado asegurar el futuro de su hijo. No obstante, queriendo demostrar gallardía y arrojo ante sus padres, Jorge Eliécer argumentó que con su propio esfuerzo y tesón realizaría su futuro y su carrera, por lo cual terminó inscribiéndose en la Escuela Nacional de Derecho, decisión que terminó de agravar la tensa relación que sostenía con su padre, por lo que Jorge Eliécer terminaría yéndose de la casa paterna.
El ambiente universitario trajo consigo nuevos horizontes en la vida de Gaitán. La efervescencia del espíritu reformista de los jóvenes de la época contagió con originalidad su carácter, convirtiéndolo en un activo movilizador de las causas estudiantiles. Participaba con intensidad en las discusiones que se formaban en los pasillos de la facultad, y aunque conocía con solidez las razones que las motivaban, en determinadas ocasiones llegaba a hartarse de tales escenarios, por encontrarlos frívolos y abstractos. Prefería orientar sus fuerzas hacia la comprensión de los problemas más sensibles que afectaban al país.
También se destacó en el plano intelectual, no sólo por ser un estudiante avanzado y crítico con el conocimiento y las doctrinas que recibía de sus maestros, a quienes solía aterrorizar con preguntas que desbordaban sus constreñidos saberes, sino por lograr la acreditación de asociaciones culturales y científicas tales como la Sociedad de Ciencias y Artes de Bremen (Alemania), mientras que publicaba algunos artículos en la Revista Apolo, un órgano de difusión para escritores y críticos de reciente aparición. Pero el ingreso a la universidad no sólo significó una ampliación de su horizonte intelectual, también significó un ritual de paso en su vida profesional y política. Como estudiante se vinculó a la campaña presidencial del General Benjamín Herrera en 1922, personaje que acaudillaba los sectores más populares y beligerantes del liberalismo. En esta campaña, Jorge Eliécer pudo hacer gala de una de sus más grandes habilidades: la oratoria.
La sensibilidad por los indefensos y los excluidos que evidenció desde joven, conjugada con ese instinto vital que le hacía querer destacarse en todos los campos en los que se desarrollaba, lo llevaron a debutar como litigante sin haber conseguido aún el título de abogado. Convencido de que el conocimiento debía ponerse al servicio de la gente menos favorecida, en 1922 conmocionó los estrados judiciales de Bogotá actuando como defensor de oficio en casos que removían las emociones más contradictorias de la opinión pública capitalina, pues se trataba de crímenes cuyos actores -personajes dostoyevskianos como diría un biógrafo- provenían de las entrañas del bajo mundo, con móviles marcados por psicopatías que eran aprovechadas por los editorialistas de la prensa amarilla para generar estupor y polémica.
Finalmente y en contra todos los pronósticos –en especial el de su padre-, Jorge Eliécer Gaitán se graduó en 1924 como Doctor en Derecho y Ciencias Políticas. La tesis que presentó, titulada Las ideas Socialistas en Colombia, fue duramente criticada por algunos miembros del jurado evaluador quienes aducían que se trataba más de una interpretación sociológica que de la exposición de una doctrina jurídica, siendo aprobada con importantes modificaciones. Luego del grado, mientras que sus compañeros se preparaban para ocupar importantes cargos burocráticos gracias a las influencias que se gestaban desde sus apellidos, Jorge Eliécer Gaitán decidió montar su propio despacho. Para lo cual rentó una decaída oficina en un ruinoso edificio del centro de Bogotá, que al igual que el mobiliario, eran alquilados por días. Gracias al reconocimiento que había construido como defensor en los sectores marginados, logró mantener una numerosa clientela que atendía a bajos costos. La necesidad de mejorar un poco su situación económica no le permitía esperar pacientemente a que llegara un caso que representara un gran ingreso, pues sus aspiraciones estaban bien definidas: acumular un ahorro suficiente, que le permitiera costear un postgrado en criminología en Roma. Allí se encontraba la más reconocida escuela de Derecho Penal que había contado con figuras tan destacadas en el estudio de las masas como Lombroso y Garófalo, escuela que era regentada por Enrico Ferri, el catedrático del Derecho Positivo más importante del mundo en aquel momento.
En julio de 1926 salió el laborioso litigante bogotano hacia Roma, con el propósito de perfeccionar sus conocimientos en criminología, aunque sin saberlo, este viaje representaría su mayor triunfo profesional y la apertura de una ascendente vida política. Para este momento Jorge Eliécer Gaitán no era un desconocido, los polémicos casos que había dirigido le hacían merecedor del reconocimiento en diferentes sectores de la opinión pública, por lo cual algunos cronistas se preocuparon en reseñar el motivo de su partida; un viaje que muchos, acostumbrados a las complacencias de la vida provincial, consideraban como toda una epopeya. En su viaje hacia Italia hizo unos días de escala en París, en donde tuvo la oportunidad de reencontrarse con un viejo amigo, el poeta Alejandro Vallejo, quien le enseñó la vida y la cultura de esa ciudad.
Recién llegado a Roma tomó un curso intensivo de italiano el cual superó a los 3 meses. Sin embargo, lo que colmaba su atención para ese momento era el ambiente político que vivía la capital italiana, marcado por las manifestaciones públicas que hacía Mussolini, en las que se exponía con toda gala una nueva forma de comunicación política. Esta atmósfera inspiró a Gaitán, reafirmando su idea de que la política colombiana debía cambiar drásticamente. Durante los meses que vivió en Roma asistió a todos los discursos de Mussolini que le fueron posibles, y en silencio trataba de comprender los mecanismos de sugestión y motivación que el líder italiano producía en las multitudes. Si bien entendía que la forma y el contenido ideológico que emanaba de los discursos del dictador italiano no eran aplicables a las características del sistema político colombiano, comprendió a la perfección que la política moderna implicaba la interpretación de las necesidades populares, lo cual le hizo merecedor del estigma de demagogo de parte de sus opositores políticos en Colombia.
No obstante, el estudio y análisis de las formas de coacción difusa que operaban en las manifestaciones públicas de Mussolini no eran su única preocupación. El pasar de cada día implicaba un nuevo avance en sus conocimientos sobre las modernas tendencias del derecho positivo. Llegó a ser el estudiante más destacado de su cohorte, dado a la excelente comprensión de las complejas conjugaciones que hacía su maestro Ferri entre Psicología, Sociología, Antropología y el Derecho, todo lo cual se tradujo en la elaboración de una monografía titulada El criterio positivo de la premeditación. Trabajo que no sólo le hizo merecedor de la distinción Magna Cum Laude y del Premio Enrico Ferri, sino que a través de éste postuló una tesis que revolucionaría los principios del Derecho Penal, un elemento que es crucial para la comprensión de la historia del Derecho en Colombia.
Luego de haber cumplido con todos los requisitos académicos relacionados con su especialización en Derecho Positivo y preocupado por la situación económica de su familia, Gaitán decidió regresar. Luego de unas semanas de descanso en París llegó a Colombia hacia finales de 1928 con el propósito de hacer gala del título y las distinciones obtenidas, logros que -por lo demás- ningún otro colombiano y latinoamericano había alcanzado para ese momento. Con la colaboración de un grupo adeptos y amigos incondicionales del sur de Bogotá, conformó un movimiento de mediano alcance a través del cual inscribió su nombre a las elecciones para el Congreso en una lista de liberales disidentes de izquierda, tal como lo deja ver Herbert Braun (1987). Fue elegido como Representante a la Cámara por el circuito electoral del municipio de Ubaté en 1929, una región rural cercana a Bogotá con la que había establecido fuertes vínculos desde los tiempos de la campaña presidencial del General Benjamín Herrera en 1922.
En el Congreso, sus habilidades oratorias y los conocimientos adquiridos en el extranjero imprimían un halo de protagonismo a su actividad legislativa, pero sería la denuncia pública de la Masacre de las Bananeras (represión estatal a trabajadores de la United Fruit Company producida entre el 5 y el 6 de diciembre de 1928 en el municipio de Ciénaga, Magdalena, y que cobró la vida de varios de ellos) la encargada de motivar su más importante y enérgica intervención. Allí denunció no sólo los atropellos que recibían los obreros colombianos que trabajaban para una compañía norteamericana, sino que atacó la falta de criterio y la poca defensa de los intereses nacionales que hacía el gobierno conservador, al que sin vacilaciones comenzó a tildar de autoritario, tras el lamentable y sangriento resultado que tuvieron los acontecimientos represivos.
No obstante, sus cualidades intelectuales y la aparente transición a un nuevo régimen político, tras la elección del liberal Enrique Olaya Herrera en 1930, propiciaron un cambio de fuerzas políticas que lo llevaron a ser el presidente del Congreso en 1931. Esta actividad abarcó todo su tiempo, obligándolo a renunciar temporalmente a las cátedras de Derecho Penal que ofrecía en la Universidad Libre (de la que fue co-fundador y Rector) y en la Universidad Nacional de Colombia. En 1932, a raíz de un grave conflicto limítrofe con el Perú, el presidente Olaya Herrera aprovechó los conocimientos y la experiencia jurídica de Jorge Eliécer Gaitán para que éste representara al gobierno con el fin de defender la soberanía nacional. En campaña diplomática visita Ecuador y toda Centroamérica, con el propósito de lograr el respaldo de países amigos, actividad que terminaría con un ferviente debate público organizado en México, en donde las habilidades oratorias del congresista arrollaron los argumentos expuestos por los delegados peruanos.
Posteriormente, en diciembre de 1933, ante una tensionante situación que atravesaba el Partido Liberal, dividido por la presencia de Gaitán en dos vertientes, una de estirpe burgués concentrada en torno a la figura de Alfonso López Pumarejo, la otra orientada hacia un socialismo democrático, decidió apartarse de esta organización política con el fin de formar un nuevo movimiento que denominó como la Unión Nacional de Izquierdas Revolucionarias (UNIR). El debut de Gaitán como representante del unirismo se realizó en febrero de 1934 en la ciudad de Fusagasugá, una población en la que desde hacía una década se presentaban airadas protestas populares, organizadas por los campesinos de la región que reclamaban –al igual que Gaitán en el Congreso- el derecho de propiedad sobre la tierra que trabajaban. La empatía de Gaitán con estos grupos de campesinos se extendió al departamento del Tolima y algunas regiones del departamento de Caldas (los actuales Departamentos de Quindío y Risaralda). Zonas en las que se había acentuado la pujante economía cafetera, caracterizada por complejas formas de explotación, en donde los dueños de la tierra mantenían bajo su control a una población campesina flotante a partir del sistema del trabajo por destajo. En junio de ese mismo año creó su primer periódico, Unirismo, el cual pretendía constituirse como el órgano de difusión de las demandas de obreros y campesinos, terminando el año con la presentación de un proyecto de ley a través del cual se otorgaba derechos políticos y sociales a las mujeres, iniciativa que fue parcialmente aprobada por el Congreso.
Ante el avance del movimiento sindical auspiciado por las reformas introducidas por el gobierno de la Revolución en Marcha de López Pumarejo, el prestigio de Gaitán como abogado modernista -que presentaba y defendía con sobrados elementos científicos sus casos- se puso al servicio de diversas organizaciones obreras, que comenzaron a requerir de sus servicios para la defensa de sus intereses. Por ejemplo, hacia mediados de 1934, luego de una huelga general iniciada por los obreros del Ferrocarril de Antioquia en la ciudad de Medellín, estos decidieron consultar los conocimientos de Gaitán para la formulación de un pliego de peticiones, dados los continuos desplantes de la junta directiva de esta entidad. El pliego diseñado por Gaitán a la luz de los nuevos decretos sobre derechos laborales se fundamentó en tres aspectos claves: el aumento de los salarios, el derecho a la agremiación y el establecimiento de la jornada de ocho horas, tal como comenzaba a ser usual en el resto del país. Luego de una serie de incidentes violentos, en los que Gaitán se vio inmiscuido al arengar a las masas de trabajadores, el gobernador de Antioquia decidió acceder a los reclamos de los obreros.
Posteriormente, entre julio y septiembre de ese mismo año, Gaitán asesoró al sindicato de la cervecera Bavaria y a los taxistas de Bogotá, para lo cual el jurisconsulto recomendó el llamado a un paro general de actividades. Determinación que contó con el apoyo y la adhesión de otros sindicatos, lo cual implicó una ampliación de las demandas de los obreros organizados de la ciudad. Mientras que hacia final de año fueron los obreros del Ferrocarril del Pacífico apostados en la ciudad de Cali quienes llamaron a Gaitán para que sus demandas se formularan dentro de “la mayor rigurosidad legal posible”. No obstante, esta vez los resultados no serían los mejores, pues a pesar de que Gaitán fue nombrado como mediador entre los obreros y los patronos, éste denunció falta de colaboración patronal así como la infiltración de elementos comunistas en algunos sectores de los trabajadores organizados, lo cual estaba impidiendo el avance de las negociaciones, incidentes que no afectaron la estrecha relación que se configuraría a partir de aquel momento entre los sindicados de esa ciudad con Gaitán y con la UNIR.
Al mismo tiempo la UNIR se fue constituyendo como lugar en el que confluyó un nutrido grupo de intelectuales de izquierda que no simpatizaban del todo con la ortodoxia comunista, entre los que se cuentan figuras destacadas a nivel nacional tales como Carlos Melguizo (cofundador del primer Partido Socialista de 1919), Luis A. Rozo (un destacado dirigente obrero de extracción anarquista), Moisés Prieto (ex dirigente del PSC), Erasmo Valencia (socialista) y el mismo Gerardo Molina (comunista) integraron momentáneamente las listas electorales de la UNIR. Al parecer, durante esta etapa el pensamiento político de Gaitán y el de la UNIR estuvieron fuertemente influenciados por el discurso de la lucha de clases. Éste lo llevaba a ver que el cambio de las estructuras organizativas de la sociedad colombiana sólo sería producto de un proceso continuo de cambio definido por unas etapas específicas, en un trabajo que debería ser desarrollado por el concurso de varias generaciones. Esta orientación que generó una abierta lucha ideológica con los dirigentes del Partido Comunista, quienes defendían la necesidad de iniciar -de forma inmediata- un proceso revolucionario. A pesar del aparente éxito que tenía la organización, que día a día iba logrando la adhesión de nuevos miembros, provenientes en su mayoría de las organizaciones obreras de Bogotá, Cali y Barranquilla, la configuración política e ideológica del unirismo supuso –según el decir de algunos de sus contemporáneos y críticos- el logro de unos objetivos que eran inalcanzables para la situación política que vivía el país en aquel momento: romper los vínculos organizacionales y afectivos que ligaban desde el siglo XIX a las masas con el liberalismo.
Progresivamente se hizo notar el debilitamiento organizativo y político del movimiento, que además sufrió un fuerte descalabro electoral a consecuencia del impacto y las masivas adhesiones que recibía el gobierno de Alfonso López Pumarejo de parte de las organizaciones sindicales. Dada una estrategia en la que hábilmente se reconstruyeron los lazos que unían a las masas con el liberalismo vía un programa de gobierno aparentemente innovador y revolucionario que pretendía introducir buena parte de las reformas que los uniristas decían defender. Entre tanto, la dirigencia liberal hacía guiños a Gaitán con el fin de reintegrarlo a sus filas, aduciendo importantes transformaciones organizativas al interior de ese partido. No obstante, el motivo real de sus pretensiones era consolidar un contrapeso en el Congreso, con el fin de que las reformas planteadas por López fuesen aprobadas sin mayor dilación; tarea en la que las cualidades oratorias de Gaitán serían de gran utilidad, a pesar de lo incómodo que resultaba contar con su presencia dentro del partido.
Finalmente, Gaitán accedió a las ofertas del oficialismo liberal presentándose como uno de sus candidatos al Congreso en 1935, lo cual causó la disolución fulminante del movimiento y la ruptura de relaciones con representantes de la izquierda más radicales, muchos de los cuales retornarían o serían cooptados por el Partido Comunista. Gaitán retornaría al Partido Liberal con la convicción de transformar las bases organizativas del mismo, pero el talante de agitador que lo había caracterizado en los últimos años comenzó a decrecer tras los incidentes y conflictos que dejó con algunos de los codirigentes de la UNIR, quienes no ahorraban oportunidad alguna para acusar a Gaitán de traidor y oportunista.
Por su parte el Partido Conservador, dirigido por el falangista Laureano Gómez, interpretó como un acto abierto de hostilidad el intento del presidente López Pumarejo de transformar la constitución y adujo que el gobierno pretendía implementar una política de exterminio en su contra y en contra de sus copartidarios. Este modo de agitación reactivó las pasiones primitivas y guerreristas de los varones políticos de las provincias más conservadoras como Boyacá y Antioquia, regiones en las que la iglesia católica seguía cumpliendo un importante papel en la formación de la cultura política de la población y en donde se había hecho sentir con mayor rigor el relevo de un grupo de los altos oficiales del ejército. Esto dado que buena parte de la organización castrense seguía expresando un profundo apego al Partido Conservador, el cual se había hecho evidente en su determinación de apoyar a los conservadores aún en contra de su propia imagen, tal y como ya había ocurrido con los acontecimientos derivados de la Masacre de las Bananeras de 1928. Al mando de tales transformaciones en el ejército se encontraba un personaje cercano de Gaitán, Plinio Mendoza Neira, quien fue designado por López Pumarejo como Ministro de Guerra. A raíz de la efectividad de sus medidas, la dirigencia conservadora denunció a Mendoza Neira de corrupción por supuestamente haber dirigido parte del presupuesto del ministerio a actividades propagandísticas, acciones que fueron interpretadas como ajenas a las funciones de defensa nacional. Esta situación que terminó siendo aprovechada para organizar una campaña de desprestigio en el Congreso, iniciativa que fue atizada en el campo de la opinión pública por la prensa conservadora. Ante tal agitación Gaitán inicia una correría por las principales ciudades del país defendiendo las reformas propuestas por el gobierno, argumentando que se trataba de un primer intento por lograr un estado de justicia social, con lo cual advertía de la necesidad de profundizar las transformaciones emprendidas.
A raíz de este acontecimiento su imagen comienza a recomponerse, incentivando así la desconfianza de López Pumarejo, quien consideraba que Gaitán -con su teatralismo y su capacidad oratoria- podría transfigurar o cambiar el norte de su Revolución en Marcha. Por esta razón, decide nombrarlo como Alcalde de Bogotá -el segundo cargo público en importancia del país luego de la Presidencia de la Republica-en junio de 1936, todo ello con el fin de neutralizar una posible jefatura gaitanista en la dirección general del Partido Liberal. La posición de Gaitán como alcalde de Bogotá fue altamente significativa, no sólo por ser el mandatario de la ciudad durante la conmemoración de los 400 años de su fundación, sino por el multitudinario acto de posesión que lo precedió. La corta administración de Gaitán como alcalde de la capital fue polémica, pues trató de introducir políticas de modernización en la gestión pública que resintieron los intereses de los grupos sociales más conservadores. Medidas entre las cuales se encontraba la estimulación del uso de zapatos en vez de las tradicionales alpargatas (sandalias) y la sustitución de la popular ruana (poncho) por sacos tejidos, pues consideraba que la dignificación del pueblo debería iniciar por el mejoramiento de su aspecto físico y su estética personal, con lo cual esperaba dejar atrás la imagen de chusma indigente, por la cual el pueblo era estigmatizado por los miembros de la clase alta y por la gran mayoría de la clase política, que solían vestir al mejor estilo inglés. Al mismo tiempo instauró el desayuno escolar en los colegios que eran administrados por la municipalidad, y emprendió un ambicioso proyecto de renovación urbanística con la transformación de dos barrios de obreros ubicados en el extremo oriente de la ciudad, Germania y La Perseverancia, lugares que hasta ese momento habían sido asociados por ser el origen del hampa y la mendicidad. Además decidió municipalizar los servicios públicos, principalmente el acueducto, la adecuación de calles -muchas de las cuales mantenían el estilo escarpado del periodo colonial- y organizó el primer cuerpo de aseo público, para lo cual contrató a personas de bajos recursos o que vivían en la indigencia.
Como última medida decidió reorganizar el servicio de transportes, instaurando paraderos y rutas específicas para los buses, iniciativa que incluyó la instauración de un uniforme para los choferes, con el fin de mejorar el servicio que éstos prestaban. Pero esta última medida sirvió como excusa para crispar el ego de los altos dirigentes de los gremios de transportistas, uno de los más grandes luego de ferroviarios, organizaciones que habían adquirido un gran prestigio tras el auspicio dado por el gobierno de López a la Central de Trabajadores de Colombia (CTC). La presión ejercida por este grupo, que se tradujo en paros y manifestaciones públicas en su contra, aunado a la falta de apoyo político de parte de López hacia su gestión, hacen que Gaitán renuncie a la Alcaldía en febrero de 1937, produciendo en él frustración y un enconado resentimiento hacia el presidente, quien se veía beneficiado con toda esta situación en su lucha por mantener al margen el crecimiento político de Gaitán.
En 1938 trata de retornar a la actividad política apoyando, sin mayor éxito, la frustrada candidatura presidencial de un destacado dirigente de la izquierda moderada del Partido Liberal (Darío Echandía), fracaso que lo lleva a organizar un sector independiente dentro del liberalismo a través del cual vuelve a postular su nombre al Congreso, elección en la que fue derrotado por el oficialismo liberal. Decide entonces refugiarse en las organizaciones sindicales con las cuales mantenía algún grado de simpatía y viaja por todo el país denunciando la falta de criterio de la dirigencia del Partido Liberal, aduciendo que ésta había embaucado al pueblo prometiendo pretenciosas reformas que el nuevo gobierno del coalicionista Enrique Santos (1938-1942) no continuaría.
Cuando era cercano el regreso de Gaitán a la arena política, es nombrado por el Congreso como Magistrado de la Corte Suprema en 1939, y en 1940 es designado como Ministro de Educación por el presidente Santos, quien ofrece este cargo a Gaitán como una estrategia orientada a mejorar –al menos en términos burocráticos- las pésimas relaciones que éste sostenía con las corrientes izquierdistas de su partido. Su desempeño como ministro se destacó por renovar los principios sociales de la educación, reglamentando entre otras una campaña nacional de alfabetización, creando restaurantes escolares, el cine y la escuela ambulante y la extensión cultural masiva en centros urbanos y rurales. Terminó esta gestión con la presentación de un proyecto de reforma integral del sistema educativo y del Ministerio de Educación, propuesta que fue rechazada por el Congreso por lo cual renunció al cargo.
Entre 1940 y 1941 viaja a Chile y México en donde recibe condecoraciones por los presidentes y congresos de esos países, mientras que es reelecto congresista como representante del Departamento de Nariño en 1942. Desde el Congreso emprende un movimiento en contra de la re-elección presidencial de López Pumarejo, el cual se transformaría en una acérrima política de oposición al gobierno entre 1943 y 1944, al cual acusa de corrupto y anti reformista. El breve lapso de tiempo durante el cual gobernó Darío Echandía, tras las limitaciones que tuvo la segunda presidencia de López Pumarejo que terminaron en su abrupta renuncia, Jorge Eliécer Gaitán fue designado como Ministro de Trabajo durante unos meses, cargo que fue aprovechado por éste para mejorar las débiles y tirantes relaciones que mantenía con algunas organizaciones sindicales, dado que las principales filiales de la Central de Trabajadores de Colombia (CTC) estaban ideológicamente comprometidas con el proyecto lopista.
Pero la renuncia de López y el fracasado intento de éste de reactivar los principios que guiaron las reformas impulsadas durante su primer gobierno, crearon un vacío político y de movilización popular. Pretendiendo llenar ese vacío, el 23 de septiembre de 1945 Gaitán lanza su campaña presidencial como candidato del pueblo, recibiendo el aval político del grupo de liberales disidentes, intelectuales y académicos que él mismo dirigía, tales como José Antonio Osorio Lizarazo, José María Córdoba, Luis David Peña, Luis Eduardo Gacharna, Alejandro Vallejo y Antonio Garcia Nosa, a los que posteriormente se sumarían Darío Samper y Jorge Uribe Márquez; organización que adoptó las iniciales de su nombre para autodenominarse como la JEGA, constituyéndose como el principal y más cercano núcleo político (la inteligencia) de su movimiento. A través de un sesudo discurso pronunciado en la Plaza de Toros de Bogotá, Gaitán reclamó la dirigencia popular del Partido Liberal oponiéndose a la postulación de Gabriel Turbay, candidato que representaba al oficialismo liberal, dirigido para este momento por el ex presidente Eduardo Santos. Con este discurso Gaitán recuperó los afectos de las masas, que colmaba con banderas rojas el recinto de la Santa María, ubicada en el corazón de Bogotá.
Los discursos en la plaza pública y los que eran emitidos por la radio no sólo se habían convertido en su mejor arma política, sino que se constituían en el campo simbólico de una nueva figuración política del pueblo. En abril de 1946 pronunció un discurso en donde plantea la tesis revolucionaria según la cual el pueblo es superior a sus dirigentes, discurso que fue el complemento de otro que impartió en febrero de ese mismo año, en donde expuso el divorcio existente en entre el país político y el país nacional, entre la oligarquía liberal-conservadora y el pueblo, discursos que generaron una gran conmoción en la opinión pública, pues nunca antes se había atacado con tal claridad la comunión liberal-conservadora en la administración de los asuntos públicos. El 7 de mayo de ese mismo año y ante la derrota electoral que sufrió el Partido Liberal en su intento por mantener el poder -derrota que el oficialismo liberal atribuyó a la intervención de Gaitán, la cual significó el regreso de los conservadores al poder luego de 16 años-, pronunció un discurso en el que enfila baterías hacia una segunda campaña presidencial.
Ante la retirada de López hacia Nueva York y el autoexilio y muerte de Turbay en París, las únicas cabezas visibles del liberalismo para ese momento eran Santos y Gaitán. En enero del 1947 Gaitán presentó su propuesta de reformar los estatutos del Partido Liberal en la famosa Plataforma del Colón, un evento político realizado en el teatro del mismo nombre, que terminaría con la postulación de Gaitán como jefe único de esta colectividad y el posterior triunfo de las listas gaitanistas en las elecciones para concejos municipales de octubre de ese mismo año, cumpliendo así con la promesa que hiciera en 1935 cuando afirmó que su regreso al liberalismo se hacía con el único fin de transformar a esa organización política. Durante este periodo funda el periódico Jornada, el cual cumplió la función de difundir las ideas de un movimiento social que abarcó casi toda la geografía nacional. Habiendo obtenido las mayorías en los concejos municipales y las asambleas departamentales en las elecciones regionales de 1947, Gaitán emprende una campaña de Resistencia Civil como una forma de protesta ante la violencia armada oficial orquestada por algunos miembros del gobierno de Unidad Nacional del conservador Mariano Ospina Pérez (1946-1950). El cual se compuso a partir de la conjunción de las vertientes oligárquicas de ambos partidos y cuyo principal fin era revertir las tendencias electorales que habían sido totalmente trastocadas con el triunfo gaitanista. Tendencia que no sólo significaba grandes dificultades para el gobierno en mantener el control político a nivel municipal y departamental, sino que auguraba el triunfo de Gaitán en los próximos comicios presidenciales a realizarse en 1949. Pero la violencia oficial hacia los integrantes más humildes y vulnerables del movimiento gaitanista no cesaba. En enero de 1948 se produce la masacre de catorce gaitanistas en el Departamento de Caldas, ante lo cual Gaitán responde el 7 de febrero con la más impresionante manifestación pública que hubiese tenido lugar hasta ese momento en la historia de Colombia, la denominada Marcha del Silencio, en donde cerca de 100 mil personas provenientes de diversas regiones del país, en total mutismo y vestidas de negro (enlutadas), dieron la espalda al palacio presidencial como muestra de rechazo al estado de violencia desatado, mientras que Gaitán pronunciaba la Oración por la Paz, en la que se reclamaba por un estado de concordia en el debate político.
El 9 de abril de 1948 Jorge Eliécer Gaitán es asesinado a la salida de su oficina cuando se celebraba en Bogotá la IX Conferencia Panamericana de Naciones. Conferencia en la que se crearon los estatutos programáticos de la naciente Organización de Estados Americanos (OEA) como respuesta a las cambios geopolíticos configurados por el fin de la segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría. Su muerte trajo consigo las más crudas manifestaciones de violencia colectiva por parte de las masas que, en medio del desorden institucional causado, aprovechaba para vengar la muerte de su líder y arremetían contra cualquier símbolo que representara el orden político establecido. Cientos de mujeres y hombres se agolparon en el lugar del crimen y con pañuelos blancos recogían la sangre del caudillo, como símbolo de un vínculo que sólo dos décadas de violencia política lograrían menguar. Ante tal situación, el gobierno adujo que el asesinato y las posteriores manifestaciones de violencia habían sido resultado de un complot internacional planeado y ejecutado por el comunismo desde Moscú, cuyo fin era boicotear la reunión de Estados Americanos, información que fue rápidamente ratificada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Con el paso del tiempo la investigación sobre el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, liderada por la Scotland Yard, culpó como autor intelectual de su muerte al autor material del magnicidio, Juan Rosa Sierra, una persona descrita como supersticiosa con serios trastornos mentales, sin lograr determinarse si hubo una efectiva participación del comunismo internacional. Por el contrario, algunos testigos constataron la presencia de agentes del servicio secreto de los Estados Unidos, quienes fueron vistos en la escena del crimen, tal y como lo atestiguó el propio Gabriel García Márquez, quien para la época se desempeñaba como periodista en el periódico El Espectador y quien se encontraba pocas calles de lo ocurrido.
Obra
- «Las ideas socialistas en Colombia», Tesis para optar al título de Doctor en Derecho y Ciencias Políticas, Universidad Nacional de Colombia, 1924.
- El criterio positivo de la premeditación, Real Universidad de Roma, 1927.
- «La masacre de las bananeras», 1928.
- «El manifiesto del unirismo», 1933.
- «La plataforma de Colón», 1947.
Los tres últimos documentos inéditos pero con algunos apartes publicados en las compilaciones de Santiago Perry y Gloria Gaitán referidos en fuentes.
Cómo citar esta entrada: Charry Joya, Carlos Andrés (2020), “Gaitán, Jorge Eliécer”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org
Esta entrada biográfica es un apartado de la Tesis de doctorado «La fuerza de la opinión. Jorge Eliécer Gaitán, el movimiento gaitanista y la formación de opinión pública. Acción colectiva y medios de comunicación política en Colombia entre 1928 y 1948», Barcelona, Universitat de Barcelona, Doctorado en Sociología, 2012.