CUSICANQUI DURÁN, Luis (apodos: Cusi, Lucho) (La Paz, Bolivia, 2/2/1894 – La Paz, Bolivia, 12/1977).
Oficial mecánico y mestizo “chi’xi”. Autodidacta. Una de las principales figuras del anarquismo boliviano.
Sobre la ascendencia de Cusicanqui, existen diferentes versiones. Una de ellas sostiene que su madre habría sido una indígena comunaria y su padre un mestizo descendiente de los caciques del ayllu Q’alaq’utu de la provincia de Pacajes (Rivera, 1988), cuya estirpe se remonta a la misma nobleza incaica (Mendieta Parada y Castillo López, 2013). Alberto Cusicanqui Alcócer, segundo hijo de Luis Cusicanqui, cuenta una historia distinta sobre su padre (Rodríguez García, 2010; entrevista a Alberto Cusicanqui Alcócer, 2014). Para él, sus abuelos fueron Manuel Cusicanqui —arriero de origen indígena que se ganaba la vida comerciando ganado entre los países de la región— y Angélica Sanjinés Barrenechea —una dama de alta sociedad, miembro de una encumbrada familia de la oligarquía que por su condición social entregó a su hijo para que fuera criado por una cocinera de la familia, la señora Norberta Durán.
La contradicción surge, no tanto en torno a la figura del padre, sino de la madre biológica. La última versión parece no tener asidero en los registros genealógicos, pues Angélica Sanjinés nació en 1896 y murió en 1970, es decir pertenecía a la misma generación que Luis Cusicanqui (Rivero Lavayén, 2009; comunicación por correo electrónico con Rivero Lavayén, 2014). Tal vez, la indígena madre de Cusicanqui a la que se refiere Rivera haya sido la misma Norberta Durán, la que al final de cuentas no fue sino su madre biológica. Los camaradas extranjeros de Cusicanqui la recordaban a ella con afecto, así como también a su hermana llamada Albertina.
Algunos años antes o después de 1910, Cusicanqui migra a las oficinas salitreras del norte de Chile en busca de trabajo junto a Luis Abaroa y Jacinto Centellas, dos sujetos con los que luego compartirá algunos espacios de militancia. Allí, en la politizada pampa salitrera, como tantos otros obreros bolivianos, toma contacto por primera vez con el anarquismo. Años después, reivindicará como fuentes de pensamiento a “Reclus, Bakunin, Kropotkin, Tolstoy, Malatesta y muchos otros” (Nosotros, julio de 1942).
También en el norte chileno aprende el oficio de mecánico que ejercerá toda su vida, manejando el torno y otras máquinas-herramientas. Pese a su destreza confeccionando piezas mecánicas y reparando máquinas, no logra conseguir empleo estable a causa de sus convicciones políticas. Con esfuerzo, llega a ser propietario de su propio taller, la “Maestranza Federal”, ubicada en la avenida Manco Capac de la capital boliviana.
De vuelta en su tierra, para comienzos de 1920, Cusicanqui comienza a militar en el anarquismo. Participa primero en el Centro Obrero Libertario (COL) de La Paz, una agrupación cultural, de estudio y propaganda de las ideas sociales, integrada por artesanos socialistas y anarquistas (entre ellos, Luis Abaroa y Jacinto Centellas), que surge en 1922 de la fusión del Centro Obrero Internacional y la “juventud comunista” clandestina. La primera referencia que disponemos acerca de la participación pública de Cusicanqui, está datada el 11 de marzo de 1923 interviene como orador en un mitin obrero organizado en protesta por un accidente de tranvía que terminó con la vida de varios trabajadores ferroviarios (La Razón, La Paz, 11/3/1923).
El núcleo de activistas ácratas del COL —además de Centellas, los hermanos Santiago Osuna y Desiderio Osuna, Nicolás Mantilla, Luciano Vértiz Blanco, Guillermo Palacios y Domitila Pareja — comienza a reunirse en casa de Cusicanqui. Realizan encuentros nocturnos donde se alterna la lectura de materiales, la discusión teórica y política con la ingesta de chocolatada o api con pastel. Tras la masacre minera de Uncía, el 9 de septiembre de 1923, se constituye formalmente sobre la base de este grupo de afinidad el Grupo de Propaganda Libertaria La Antorcha, “primer grupo para la propaganda libertaria en Bolivia” (La Antorcha, Buenos Aires, 11/7/1924).
En poco tiempo, La Antorcha se pone en comunicación con agrupaciones y periódicos afines de los países de la región, a los que le solicita material de difusión y propaganda para distribuir entre los trabajadores bolivianos. Entabla así contactos con La Protesta (Buenos Aires), La Antorcha (Buenos Aires), Ideas (La Plata), La Voz del Paria (Balcarce), Brazo y Cerebro (Bahía Blanca) y Nuestra Tribuna (Necochea) de Argentina; El Hombre (Montevideo) de Uruguay; Tribuna Libertaria (Santiago) y El Sembrador (Iquique) de Chile. Cusicanqui, aparece en las comunicaciones publicadas en esos periódicos como principal referente de La Antorcha y destinatario de toda la correspondencia que recibe en dos direcciones de la ciudad de La Paz: en 1923, en la “calle Linares 97” y en 1924, en la “calle Illampu 28”. Las cartas que hoy conservan el Archivo “Luis Cusicanqui” del Colectivo Chi’xi de La Paz revelan que con el paso del tiempo, el diálogo se intensifica, replicándose con otros grupos y publicaciones de los mismos países. Se amplía así su alcance geográfico, por ejemplo hacia diversos rincones del noroeste argentino, paso obligado entre Buenos Aires y La Paz. En diciembre de 1923, el secretario general de la Agrupación Libertaria Armonía de Tucumán, Jesús M. Suárez, le ofrece a Cusicanqui ser el agente y corresponsal de El Libertario de Buenos Aires en Bolivia. Los ecos de dicho diálogo llegan a lugares remotos del continente. A fines de 1923, Luis Montes contacta a Cusicanqui pidiéndole información acerca del movimiento libertario boliviano. Escribe en nombre del Grupo Los Deseos, radicado en Morgantown, un pequeño pueblo de West Virginia en los Estados Unidos. Cusicanqui es muy metódico en esta actividad que desarrolla como “embajador libertario” de Bolivia. Prolijamente estampa con lápiz un “contestado” en cada una de las cartas recibidas.
La confirmación de la propaganda de los impresos extranjeros —que, en lo fundamental, realiza Cusicanqui—, la tenemos en la correspondencia que éste recibe desde el interior de Bolivia. De individualidades, a título personal o en representación de pequeños núcleos libertarios, que solicitan o agradecen el envío de periódicos y folletos hacia las regiones mineras de Corocoro, en el departamento de La Paz; Oruro, Poopo y Alantaña, en el de Oruro.
Esos vínculos externos y la labor proselitista tienen repercusiones no sólo para el proletariado boliviano entonces en formación, sino para el propio Cusicanqui. Pronto se convierte en amigo, “hermano” de José Tato Lorenzo, redactor de El Hombre de Montevideo y de Celedonio Enrique Arenas, director de El Sembrador de Iquique. También parece cercano el lazo que desarrolla con la mesa redactora de La Antorcha de Buenos Aires. Sus colaboraciones, las menciones que hacen de él estos periódicos van a ser si no regulares, al menos sostenidas durante los años 20’. Refieren cuestiones personales, como el artículo publicado en abril de 1924 en el periódico uruguayo, donde Cusicanqui habla de su entorno y las razones que lo llevaron a identificarse con el anarquismo (El Hombre, Montevideo, 10/4/1924). Describen cada uno de los pasos dados por el joven movimiento libertario de Bolivia. Con las cartas y los artículos que redacta, Cusicanqui perfecciona su escritura. Tato Lorenzo, su primer maestro, le devuelve corregida la correspondencia que de él recibe. Cusicanqui pretende visitarlo en Uruguay, asistir a los “Lunes de estudio” que organizan los camaradas. Nunca sale de Bolivia, aunque para ese entonces ya es un reconocido militante a nivel internacional.
El inmenso despliegue de Cusicanqui se ve interrumpido el 11 de junio de 1924. Detenido junto a Jacinto Centellas y Guillermo Palacios por la edición de un manifiesto en ocasión del aniversario de la masacre de Uncía, Cusicanqui es trasladado de una prisión a otra, donde padece diversas torturas, para ser recluido un mes más tarde en la cárcel de Tajma ubicada en el Río Cajones (provincia boliviana de Sud-Yungas). Cusicanqui le escribe a Tato Lorenzo diciendo que “él mismo ha pedido a los esbirros que le fusilen, pues ya no puede aguantar más los suplicios a que le someten” (El Hombre, Montevideo, 10/7/1924). A instancias de la densa red transnacional que supo tejer, se organiza una campaña de solidaridad internacional, pidiendo por su libertad y la de sus compañeros. En octubre de 1924 circulan rumores de su asesinato primero y de su fuga después. Según su hijo, Cusicanqui llegó a hasta dormir en cementerios para ocultarse. Durante meses su paradero es desconocido, hasta febrero de 1925 cuando reaparece en La Paz “reducido a la indigencia más extrema. No puede moverse. Tiene que ocultarse” dice Tato Lorenzo a través de El Hombre (Montevideo, 15/02/1925) y lanza la propuesta de “ayudarle por lo menos a salir del país”.
Durante la primera mitad de 1925, Cusicanqui posiblemente haya participado de la reorganización de la Federación de Artes Mecánicas y Ramas Similares (FAM) que agrupaba a los mecánicos, torneros y oficios afines de La Paz, fundada en 1921 como asociación de socorros mutuos. Este sindicato, junto con el grupo La Antorcha aparecen representados en el Segundo Congreso Obrero que se inaugura en La Paz el 26 de agosto de 1925. Cusicanqui participa en el evento, integrando la “Comisión de Estudio y Crítica de la legislación social imperante”.
Entre 1926 y agosto de 1927, Cusicanqui continúa con su militancia gremial en la FAM y proyecta ésta hacia la constitución de una federación anarquista, independiente de la Federación Obrera del Trabajo (FOT) de La Paz, entidad en la que hasta entonces convivían ácratas y socialistas. La campaña de organización sindical que promueve a través de las conferencias que dicta y los contactos que establece con el exterior, en particular, con dos figuras que se acercan desde la Argentina hasta La Paz —desde Tucumán, el italiano Renato Rocco Giansante, alias “Mario Forti” o “Tomás Soria”, dueño de la Librería e Imprenta Renacimiento de Tupiza y desde Buenos Aires, el griego Fournarakis, activo luchador por la causa balcánica y de los presos sociales—, ilustran dicha actividad, que decanta el 24 de agosto de 1927, en la fundación de la Federación Obrera Local (FOL). Para entonces, la FOL reúne diversos sindicatos libertarios (albañiles y constructores, carpinteros y sastres, etc.) de reciente aparición como la FAM.
Un mes después, en septiembre de 1927, promueve la reorganización de La Antorcha. Ya no le basta a Cusicanqui con pedir materiales al extranjero (cosa que, nuevamente, hace). Asimismo coordina la edición e impresión del vocero de La Antorcha, La Tea, en la imprenta de Pampa Libre de General Pico. Para ello debe triangular con el chileno Armando Triviño en Buenos Aires (recientemente llegado de la capital boliviana), Jesús Villarías en General Pico, Fournarakis en Córdoba, Juan Acuña en La Quiaca y “Tomas Soria” en Tupiza y organizar el envío a La Paz de 2000 ejemplares del periódico, divididos en pequeños paquetes de pocas copias.
El apoyo recibido del exterior desde los primeros años de la década es respondido con la solidaridad internacional. Hacia 1927 Cusicanqui aparece como el responsable de una lista de suscripción voluntaria en la que colabora financieramente junto a otros activistas bolivianos en beneficio de los deportados chilenos a la Isla de Más Afuera por el régimen de Ibáñez del Campo. El mismo gesto había tenido tres años atrás hacia los compañeros de Chile, cuando contribuye con la campaña financiera de Tribuna Libertaria de Santiago (primera quincena de mayo de 1924).
Hasta fines de los 20’, este mestizo “ch’ixi” —étnica y culturalmente híbrido, “manchado” — de acuerdo a la definición propuesta por Silvia Rivera (2011), dirige su atenta mirada, por igual, hacia los obreros urbanos e indígenas campesinos de su país. Entre 1926 y 1928, se involucra en las diversas actividades desarrolladas por los trabajadores paceños para conquistar la jornada laboral de ocho horas. En noviembre de 1926, la FAM participa de la fundación del “Comité Obrero pro-jornada de ocho horas”. El borrador del primer del Boletín del Comité aparece escrito de su puño y letra, con una frase que no fue incluida en el texto finalmente publicado: “Después de cuatro siglos y más hemos llegado a comprender nuestra esclavitud” (Cusicanqui, “Borrador del Boletín n° 1 del Comité Obrero pro-jornada de ocho horas”, c. noviembre de 1926). A mediados de 1928, continúa todavía vinculado a esta lucha. Durante la huelga general declarada a instancia de los albañiles, las fuerzas del orden interrumpen una asamblea de la que participa Cusicanqui y, junto a otros activistas, es llevado preso.
Su interés por la cuestión indígena-campesina se remonta al mismo período. En 1925, “Walter Ruiz” (seudónimo de José Tato Lorenzo) señala que “un indio puro, un aymara como Cusicanqui nos ha llamado en ayuda de las razas oprimidas”: los aymaras y quechuas de Bolivia (La Antorcha, Buenos Aires, 14/8/1925). Su historia personal y sus contactos fueron cruciales para desarrollar tal sensibilidad. En aquellos años, intercambia varias cartas con Rómulo Chumacero, sastre intelectual de Sucre vinculado inicialmente al anarquismo; en dos de ellas, dialogan sobre el mexicano Ricardo Flores Magón y su reivindicación de “tierra y libertad”. En 1928 recibe, deportado desde el Perú, al anarquista Paulino Segundo Aguilar, ex secretario de la Federación Indígena Obrera Regional Peruana. Para la misma época, se vincula con el cacique apoderado Santos Marka T’ola, quien durante sus visitas a La Paz se hospeda en la casa de Cusicanqui, instancia de reunión en la que los dos conversan en aymara.
En mayo de 1929, Cusicanqui se expresa de forma contundente sobre esta cuestión en el manifiesto titulado “La Voz del Campesino. Nuestro reto a los grandes mistes del Estado. Que son los únicos verdaderos ladrones y criminales de la hora presente”. Escrito desde un “nosotros inclusivo”, enumera y detalla en él los abusos padecidos por los indígenas, ayer y hoy. A su sufrimiento se unen los trabajadores de la ciudad, sometidos a una explotación y opresión análogas, ejercidas por los mismos “bárbaros” dominantes. La memoria larga de la resistencia indígena y la reciente lucha urbana de los artesanos libertarios se encuentran aquí también, para llevarlo a concluir y “alertar” a los “hermanos indios de la raza americana que la sangre vertida sea el anuncio de la revolución votando esta vil sociedad mil veces maldecida” (Cusicanqui, 1929).
La amplia difusión de “La Voz del Campesino…” en el altiplano le cuesta una vez más el castigo entre junio de 1929 y agosto de 1930. “Las pretensiones de las autoridades es desterrarlo fuera del país y ponerlo al margen de todo contacto con los hombres, según manifestó el mismo Prefecto a la comisión que fue a reclamar su libertad” dicen La Protesta (15/8/1929) y La Continental Obrera (septiembre de 1929) de Buenos Aires. Cusicanqui no cede a las presiones y es enviado al Cuartel Central Calama donde es torturado y más tarde confinado a un lugar remoto del trópico paceño. Entre agosto y septiembre de 1929, la presión popular arranca a las autoridades el traslado de Cusicanqui a Cohoni, una localidad ubicada en una región más benigna, al pie del Illimani. En octubre, El Hombre de Montevideo (1/10/1929) organiza una suscripción voluntaria para el Comité Pro Presos y Deportados de Bolivia con el fin de sostener económicamente a la madre de Cusicanqui “india aymara de más de setenta años” que probablemente estuviera a su cuidado.
Según Guillermo Lora, lo sigue en el destierro su compañera, “otra valiosa luchadora”, Ricarda Dalence. Su amigo Paulino Aguilar le escribe desde Belem do Pará, Brasil para darle ánimos.
El mismo 3 de agosto de 1930, día en que Cusicanqui regresa del confinamiento, es detenido en La Paz bajo sospecha de estar implicado en las actividades organizadas por la FOL y sus sindicatos que tienen alarmadas a las autoridades de La Paz. Algunos días después aparece en libertad, participando como delegado de los “agricultores de Miraflores” en el Cuarto Congreso Obrero (o Primer Congreso Libertario) desarrollado a comienzos de mes en la ciudad de Oruro (La Patria, Oruro, 6/8/1930). Después de dicha participación, el 20 de septiembre de 1930 funda junto a su amigo Jacinto Centellas “un grupo joven para la cultivación de la ‘Doctrina Libertaria’”, cuya directiva ceden a los integrantes más jóvenes del grupo.
Entre agosto de 1930 y mayo de 1931 retoma sus contactos epistolares. José Tato Lorenzo le informa desde Uruguay de las “noticias lamentables” que llegan desde la Argentina a raíz del golpe de Estado del General Uriburu (septiembre de 1930) y también de las de España. A través de él, lo contactan dos referentes locales del anarquismo andino: César Paredes Bernuy, Perú y Manuel Enrique López Concha de Guayaquil, Ecuador. Las cartas del interior de Bolivia superan a aquellas procedentes del exterior. Cusicanqui continúa siendo en esta etapa un nexo articulador entre el anarquismo de La Paz y los grupos libertarios del interior del país: la Agrupación Cultural y Obrera de Chulumani; las Federaciones Obreras del Trabajo de Oruro y de Tarija.
De acuerdo a la reconstrucción realizada por Huáscar Rodríguez, entre fines de 1930 y 1931, Cusicanqui se involucra en un plan insurreccional ideado por otro anarquista, Pablo Maráz. El mismo constaba básicamente de realizar “atentados dinamiteros y desórdenes nocturnos antes de la toma del cuartel de Miraflores, desde donde se irradiaría un movimiento armado capaz de desatar la tan ansiada revolución social” (Rodríguez, 2010, p. 114). Cusicanqui, partidario de la propuesta, busca contagiar de entusiasmo a los convocados a una reunión secreta en diciembre de 1930 para poner en marcha el plan. Igualmente enérgico se muestra el año siguiente, interviniendo en la organización y participando de tres acciones armadas desarrolladas en enero, febrero y septiembre de 1931. El saldo del último episodio, con disparos y explosiones nocturnas, y el intento fallido de tomar el cuartel de Miraflores y la Sección n° 3 de la Policía, fue negativo. Algunos anarquistas y conscriptos son detenidos y otros, como Cusicanqui, deben darse a la fuga. Después de mayo de 1931, se interrumpen las comunicaciones por carta, excepto en un caso. Desde Sorata le escribe M. Castillo, para ponerlo al tanto de las novedades. Lo primero que le dice es: “Nosotros momento a momento esperamos tu noticia” (Carta de M. Castillo a Luis Cusicanqui, Chulumani, 14/12/1931).
Mientras se acerca el inicio de la Guerra del Chaco (1932-1935), la represión hacia el movimiento obrero se incrementa. Para Cusicanqui, se refuerza la necesidad de mantenerse oculto. El único registro que existe de esta época es oral, del profesor libertario Teodoro Peñaloza que dice: “Yo con Luis Cusicanqui he tenido mucho contacto en plena guerra, hemos estado perseguidos para entonces; él ha estado muy marcado […] Cusicanqui vivía perseguido, aquí, allá, a salto de mata vivíamos” (Entrevista a Teodoro Peñaloza cit. en Lehm y Rivera, 1988, p. 195).
Cusicanqui, como la reorganizada FOL, abandona la clandestinidad en 1935. Inmediatamente, el contexto de posguerra pone en una encrucijada a la federación. Una mayoría “pragmática” se muestra favorable a pactar con organizaciones obreras no anarquistas y darle una resolución “política” a la crisis de posguerra, mientras que una minoría doctrinaria y radicalizada representada por Cusicanqui, recusa tal postura, defendiendo los principios libertarios de la autonomía, el apoliticismo y el antiestatismo.
El triunfo de la primera postura condujo en la víspera del 1° de mayo de 1936 a la expulsión de Cusicanqui de la FOL y días después, a la participación de esta junto a la FOT socialista en la huelga que desencadenó un golpe de Estado cívico-militar contra Tejada Sorzano, dando inicio así a la experiencia conocida como el “Socialismo Militar” (1936-1939).
El patrocinio estatal de un congreso obrero con el fin de constituir una central sindical nacional, constituyó el marco de un nuevo conflicto que atravesó a la FOL durante la segunda mitad de 1936. ¿Unificarse con la FOT en un “Frente Único Sindical” de cara a la convocatoria a esa reunión? ¿Participar o no de ella? fueron las cuestiones principales que motivaron discusiones, votaciones reñidas y hasta un sugestivo “oficio-invitación” dirigido a Cusicanqui por la directiva —en nombre de la asamblea de delegados—, en la que José Mendoza y Max Nava le manifiestan: “creemos […] que es un deber de todos aquellos camaradas ‘convencidos’ venir a prestar ayuda a aquellos que todavía necesitan de vuestro concurso, y más aún con la proximidad del Congreso a realizarse, nuestros sindicatos quieren escuchar vuestras reflexiones […] de nosotros y de ustedes de los viejos [original subrayado] depende en gran manera la eficiente marcha del Congreso” (José Mendoza y Max Nava, Oficio-invitación enviado a los “camaradas antiguos”, La Paz, 13/11/1936). Cusicanqui responde al oficio negándose a “esclarecer” a los gremios y eventualmente reincorporarse a la FOL. Para él, lo que lo separa de los actuales dirigentes, no es una diferencia generacional ni la experiencia, sino su actitud consecuente “en todas partes hasta en la pricion [sic] misma” frente al arribismo y la traición de la “mala dirección”, culpable de “hacer [sic] maniobras bastardas” y “mutilar el ideal por el que se luchaba.” Más adelante, caracteriza la reunión obrera como un congreso preparado y financiado por el Estado, cuyo fin era lograr la elección de un nuevo Ministro de Trabajo y la sujeción de la FOL. La apuesta de Cusicanqui es por la autoemancipación: “La emancipación de los sindicatos a [sic] de ser obra de ellos mismos, con esto deacuerdo” (Cusicanqui, “A la Federación Obrera Local”, La Paz, 15/11/1936).
En diciembre de 1936, la FOL participa del Quinto Congreso Obrero. El balance posterior que realiza del proceso, de la unificación con la FOT y su intervención en la reunión, es negativo. Luego de la deserción de algunos sindicatos y dirigentes, comienza la contramarcha dentro de la organización. En los primeros meses de 1937, Cusicanqui se reincorpora a la FOL. Un manifiesto sin firma aunque de su autoría escrito en ocasión del 1° de Mayo de 1937 anuncia un viraje en “el camino emprendido por los trabajadores de esta Federación Obrera Local” (Cusicanqui, “Manifiesto de la FOL”, 1/5/1937).
Cusicanqui y otros folistas, inician así una intensa labor de propaganda sindical con un saldo positivo. Por ejemplo, en 1937, retorna a la FOL el Sindicato Central de Constructores y Albañiles, al que Cusicanqui para la misma fecha le dedica un manifiesto inconcluso titulado “El Andamio”. Algunos de sus miembros eran muy próximos a Cusicanqui. Así, lo recuerda por ejemplo Juan Dios de Nieto, albañil e indígena, quien destaca en un pie de igualdad a la federación y al personaje: “la FOL me llegó a interesar por las ideas […] No traicionaban [a la clase obrera] al defenderla, que tengan más poder para que tengan mejores medios de vida, mejores viviendas y sean iguales, por eso el viejo Luis Cusicanqui nos llevaba” (Entrevista a Juan Dios de Nieto, cit. en Taller de Historia Oral Andina, 1986, p. 45).
Para 1940, el proceso de reorganización continua, ahora a nivel de la FOL. A fines de abril, Cusicanqui es elegido Secretario General. Bajo este mismo impulso, la nueva dirigencia de la federación se aboca a la organización de sindicatos de resistencia. El resultado de esta labor es contradictorio. Ya que si por un lado, nuevos sindicatos adheridos aparecen integrando la FOL en enero de 1941, las reuniones convocadas por Cusicanqui a tal fin, fueron el escenario de conflictos internos que lo llevaron a renunciar a su cargo. Pese a la inmediata invitación hecha por José Mendoza a “deponer todos nuestros malos entendidos” (Lehm y Rivera, 1988, p. 77), Cusicanqui se aleja definitivamente de la FOL, dejando de participar de sus espacios de militancia y sus actividades. Su hijo sintetiza muy bien este proceso y sus consecuencias cuando señala: “Como ha empezado a meterse la política en la FOL, pues se tuvo que salir de allá” (Entrevista con Alberto Cusicanqui, 2014).
Cusicanqui se despide del “proletariado mundial” y de los sindicatos que aún persistían en la FOL, en un nuevo manifiesto titulado “A los artesanos del porvenir”. En él, no explicita su partida más que firmando “Ex Secretario de la Federación Obrera Local”. Deja sí, a los trabajadores, una serie de “lecciones para el futuro”, relacionadas con el ejercicio de la memoria, del calendario y martirologio anarquista (de los mártires de Chicago y de los “mártires del Estaño” de Uncía), “piedra angular de resistencia para nuestras conquistas económicas”, para lo cual, además, estima necesarias la organización gremial en sindicatos de resistencia y “la afirmación de nuestros ideales, con ellos la muerte o la victoria” (Cusicanqui, “A los artesanos del porvenir”, 1/5/1941).
Pese su alejamiento de la FOL, Cusicanqui nunca rompió el lazo con quienes, además de ser sus compañeros, eran sus amigos. También retoma vínculos perdidos, como aquel con José Tato Lorenzo. Las horas que antes entregaba al “Ideal”, pasa a dedicárselas a su trabajo, a la lectura y a su familia. Con la cochabambina Andrea Alcócer, quien muere joven a comienzos de la década de 1940 tiene seis hijos, de los cuales para los 50’ sólo sobreviven tres: Tomás, Alberto y Luis. Poco tiempo después, Cusicanqui se reencuentra con Ricarda Dalence, que será su compañera por muchos años más.
Durante esa década advertimos a un Cusicanqui más maduro intelectualmente, con un mayor dominio de la técnica de la escritura y del uso de la máquina de escribir. Sin embargo, escribe más de lo que publica. Muchos de los manifiestos redactados en esos años no se editan jamás. Tampoco llevan fecha, lo cual hace difícil precisar si fueron escritos antes o después de renunciar a su cargo en la FOL —aunque es probable que la última opción haya sido el caso para los manifiestos escritos en torno a 1941 (ver obra inédita).
Es que Cusicanqui abandona el activismo, pero no así sus ideales ni el interés por la causa libertaria. En 1943, “Tomás Soria” publica en el periódico que edita en Argentina el extracto de una carta recibida. “Aún vivo como he vivido por las ideas, y hoy, tan solo vivo, también, para las ideas” (Nosotros, junio de 1943). En 1949, su nombre y la dirección de la “Mecánica Federal” aparecen en la lista de contactos nacionales e internacionales del “Centro de Estudios Sociales Horizontes Libertarios”, organizado recientemente en Tupiza por una nueva generación de anarquistas bolivianos.
En los 20’ el primer confinamiento le ocasionó a Cusicanqui un problema en la vista que mal logra curar. También desde esta década arrastra otra enfermedad, posiblemente pulmonar. Para los 40’, la última se había convertido en una seria afección crónica, agravada con el paso del tiempo por los efectos de la represión. “Soria” advierte en el mismo periódico la raíz de sus males: “Muy enfermo y maltrecho está su cuerpo como consecuencia de los castigos y persecuciones que fue víctima en el correr de estos últimos años” (Nosotros, junio de 1943). Según su hijo, hasta su muerte siguió creyendo en los métodos de curación naturistas propuestos por Louis Khuné.
Mientras tanto, el Estado y sus fuerzas represivas continúan persiguiendo a Cusicanqui como cuando joven, sospechado de ser el promotor de los conflictos sociales que sacudieron a Bolivia en la década anterior a la Revolución de 1952. Lógicamente, dicha persecución acabó interfiriendo en su vida personal. A raíz de ello, debió cerrar su taller mecánico y luego de haber sido arrestado por cuarenta y cinco días, radicarse a fines de la década en el campo con su hijo Alberto. Después de la Revolución de 1952 Cusicanqui regresa a La Paz y tras la Reforma Agraria de 1953, vuelve al agro, para retornar más tarde a la ciudad.
En una carta tardía de 1955 que tiene al “Compañero Tomás Soria” por destinatario, Cusicanqui le habla de la visita que había recibido de su hijo, Líber Forti, y de un viaje infructuoso a Tupiza para ver a Soria. La razón de estos encuentros y la misiva tenía que ver con el proyecto que ambos se traían entre manos. Cusicanqui habla de editar una “viografia [sic] del Sindicalismo Boliviano”, que según dice podría escribir “con toda la ducumentación presisa del pasado y si falta vuscare en esta de compañeros viejos que deben tener material y por lo visto las fallas gramaticales estaria a tu cargo, sin q por ello sea un obstaculo para la vuena presentación de (…) nuestra obra” [sic]. La misma tenía incluso un índice tentativo: “1° Orígenes de las ideas y de la cuestión Social en América y la repercusión en Bolivia; 2° El proletariado al frente de las masacres de Iquique Chile, Argentina Santa Cruz de la Patagonia y Bolivia de Uncía y otras; 3° El Sindicalismo y su consolidación en los países de América y al menos en Bolivia; 4° La Cuestión Social en marcha y el porvenir de las masas lavoriosas” [sic]. Cusicanqui sigue pensando con este proyecto editorial en la lucha social: “Me parece que con estas cuatro puntadas la obra estaría lista para el combate.” Firma: “L. Cusi. D.” (Cusicanqui, Carta a Tomás Soria, La Paz, 22/3/1955). El proyecto jamás se concreta. El cuidado de sus tres hijos y las dificultades económicas aparecen ya en la carta como dos obstáculos difíciles de sortear.
Varias personas recordaron, en vida o tras su muerte, a Luis Cusicanqui Durán. Tato Lorenzo dijo sobre él en 1924: “Indio aimara (…) propagandista de los ideales libertarios (…) era un hombre de pensamiento libre y de nobleza sin par. Florecían en él los más bellos pensamientos humanos, llevando su amor a la vida hasta el punto de condenar la propia vida si contradice las ideas” (El Hombre, Montevideo, 10/5/1924). “Tomás Soria” lo definió como un “indio heroico, siempre en tensión de rebeldía” (Nosotros, junio de 1943). Liber Forti en sus últimos años de vida lo retrató como “un hombre sereno y convencido” (Derpic, 2015, 207). Guillermo Lora, desde las filas del trotskismo, también lo homenajeó con un recuerdo capturado de un encuentro que tuvo con él, cuando era ya mayor: “Hemos conocido y admirado a Luis Cusicanqui, habitaba una covacha y, a pesar de su avanzada edad, seguía ganando el sustento de su humilde familia con su trabajo de mecánico. Este honestísimo luchador, corto de piernas, macizo, hecho de una sola pieza, con su cuello de toro altiplánico y su tez acentuadamente morena, seguía manteniendo en alto su fe en la doctrina que dio sentido a su juventud” (Lora, 1970, p. 61).
Luis Cusicanqui Durán murió en la ciudad de La Paz un diciembre de 1977. Tenía 83 años.
Obra
- “La Voz del Campesino. Nuestro reto a los grandes mistes del Estado. Que son los únicos verdaderos ladrones y criminales de la hora presente”, 1929. Archivo Luis Cusicanqui, Colectivo Chi’xi (ALC-CC), La Paz, Bolivia.
- “Manifiesto de la FOL”, 1/5/1937. ALC-CC, La Paz, Bolivia.
- “A los artesanos del porvenir”, 1/5/1941. ALC-CC, La Paz, Bolivia.
Obra inédita:
- “Borrador del Boletín n° 1 del Comité Obrero pro-jornada de ocho horas”, c. noviembre de 1926. ALC-CC, La Paz, Bolivia.
- “La Haguja y la Humanidad”, c. 1935. ALC-CC, La Paz, Bolivia.
- “El Andamio”, c. 1937. ALC-CC, La Paz, Bolivia.
- “El Sindicalismo”, c. 1941. ALC-CC, La Paz, Bolivia.
- “La Voz de un Hombre”, c. 1941. ALC-CC, La Paz, Bolivia.
Dedicado a Alberto Cusicanqui Alcócer, quien falleció con 77 años el 15 de julio de 2020 mientras redactaba la entrada biográfica de su padre. La misma que, con su invaluable testimonio, ayudó a construir. I.M.
Cómo citar esta entrada: Margarucci, Ivanna (2020), “Cusicanqui, Luis”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org