CANTEROS, María Luisa (seudónimos: La Luisa) (Monte Chingolo, Lanús, Buenos Aires, Argentina, 17/07/1957 – Monte Chingolo, Lanús, Buenos Aires, Argentina, 17/09/2020).
Integrante y fundadora del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Lanús, provincia de Buenos Aires, en el año 1999. Militante lesbiana y referenta de los “feminismos populares” del conurbano bonaerense. Participante y organizadora de las delegaciones de mujeres piqueteras en los Encuentros Nacionales de Mujeres.
María Luisa Canteros nació el 17 de julio de 1957 en Monte Chingolo, partido de Lanús, en el conurbano bonaerense, a veinte kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. Se crio en esa misma localidad, en un barrio precario llamado Gonnet, construido a partir de una ocupación de tierras deshabitadas. Sobre su familia, Luisa solía destacar la influencia que recibió de su padre, César Adrián Canteros, un bailarín y transformista correntino admirador del cantautor andaluz Miguel de Molina (símbolo gay perseguido por el franquismo en España y exiliado en 1946 en Argentina al amparo de Eva Perón). Su madre, de nombre Teresa, también había llegado al conurbano bonaerense proveniente de la provincia de Corrientes.
Una fotografía muestra a Luisa como alumna en una institución escolar, junto a un cartel con la leyenda «Esc. N°32. 1° Inferior – 1966». Se trata de la escuela primaria de Monte Chingolo, cercana a la casa de su infancia. Si bien en la imagen se la ve posando frente a un cuaderno escolar con un lápiz en su mano derecha cuando tenía nueve años, Luisa no aprendió a leer ni a escribir. Su padre intentó enviarla a una institución pupila debido a su “mala conducta”, pero ella se resistió. No completó la escuela primaria ni tuvo otras instancias de educación formal. Fueron, en cambio, muy importantes para ella los espacios colectivos de educación popular y formación política de los que participó en su vida adulta, durante su activismo en el movimiento piquetero.
Fue madre por primera vez a los 14 años; tuvo seis hijos/as, pero el más pequeño murió durante el parto. Los otros cinco fueron criados sin presencias paternas. En su reemplazo, contó con el apoyo de amigas mujeres o travestis. Maximiliano, uno de sus hijos, mantiene recuerdos de la vida en familia y algunas fotografías. Gastón, el mayor de los varones, se suicidó cuando tenía 25 años, en 2003. En 2020, poco antes de su propio fallecimiento, murió una de las hijas de Luisa, Marcela, por un cáncer no tratado a tiempo. Tanto ella como sus hijos e hijas padecieron la precariedad de las condiciones de vida que atraviesan las familias de las barriadas marginales de las periferias urbanas.
A lo largo de su vida adulta Luisa realizó distintos trabajos: fue fileteadora en la industria del pescado en Mar del Plata donde vivió durante su juventud; se definía experta parrillera, y solía poner un puesto de choripanes en distintas ferias y eventos para vender; durante algún tiempo trabajó como cartonera. Cuando tuvo su propia casa organizó fiestas en las que vendía la comida y las bebidas para hacerse de un dinero que le permitiera sobrevivir.
Cuando nació Marcela, su segunda hija, la madrina de la niña le cedió un lote en otro barrio que estaba tomando forma en la misma localidad, resultado de una nueva ocupación de tierras deshabitadas: el barrio La Fe. Allí Luisa construyó de a poco su propia casa, donde vivió hasta su fallecimiento.
La casa que habitó en La Fe es la misma que puso a disposición para realizar, en noviembre de 1999, la asamblea que dio origen al Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Lanús, uno de los movimientos piqueteros más dinámicos de la zona sur del conurbano bonaerense.
Luisa, que estaba desocupada al igual que sus hijos/as mayores, ofreció el patio de su casa para la primera reunión vecinal apenas se enteró de la idea de organizar un movimiento de lucha. Su participación fue decisiva para generar confianza en los y las vecinas que se acercaban a participar por necesidad de trabajo o asistencia alimentaria, en una época signada por una fuerte crisis de representatividad en la que la norma era la desconfianza a todo lo que fuera política o militancia. Ella arengaba a sus vecinas y a la juventud para participar de las distintas luchas, ya fueran marchas, ollas populares o cortes de ruta. Era consciente de que su opinión influía en los demás, para quienes ir a un piquete resultaba, en aquellos años iniciáticos del movimiento piquetero, una peligrosa novedad. Como respuesta a ese compromiso, fue amenazada por ´punteros´ (personas del barrio que responden a un jefe político con poder) al servicio del intendente de Lanús, el referente histórico de la derecha peronista Manuel Quindimil. Sin embargo, no se dejó amedrentar: redobló su lealtad hacia el nuevo movimiento social que había ayudado a fundar.
La dinámica del naciente movimiento de desocupados incluía instancias de formación política basadas en la educación popular: talleres y cursos, espacios de lectura colectiva de diarios para analizar críticamente la realidad y donde se podía dar curso a conversaciones sobre “violencia familiar, sexualidad, acerca de nuestra participación política, sobre nuestras vidas”, así lo describe una publicación del movimiento en la que se agrega:
“Somos mujeres trabajadoras desocupadas que trabajamos en los barrios, en los comedores, en las relaciones con otras organizaciones, en la formación, en la producción de los MTD y ponemos nuestros ovarios todos los días. Porque en los MTD, cada 10 compañer@s, 8 somos mujeres” (MTD, 2005).
En ese contexto Luisa encontró un espacio de libertad para asumir públicamente su sexualidad; esto se convirtió en militancia cuando fue apoyo para otras personas marginadas por su orientación sexual, por ejemplo amigas lesbianas y travestis habitualmente excluidas de las instituciones barriales más tradicionales.
Desde entonces participó en diversas medidas de protesta en la zona sur del conurbano bonaerense y en la Ciudad de Buenos Aires donde los movimientos de desocupados se manifestaban con frecuencia. “La Luisa” fue una de las responsables de la Seguridad del MTD de Lanús, tarea que solía estar reservada a los hombres y a los muchachos jóvenes de la organización, dada la exposición y el riesgo que conllevaba. Pero ella se desempeñó en esa responsabilidad sin complejos, a la par que otros delegados de los demás movimientos de desocupados.
El 26 de octubre de 2003 participó, junto a las compañeras de los distintos movimientos de trabajadores desocupados de la zona sur, de la Primera Asamblea de Mujeres que se realizó en un lugar y en un momento emblemáticos: sobre el Puente Pueyrredón que une a la localidad de Avellaneda con la Ciudad de Buenos Aires, mientras se desarrollaba un bloqueo multitudinario como parte de una medida de lucha. Esa asamblea irradió el debate sobre los feminismos en los movimientos populares de base en las barriadas pobres, algo novedoso por aquellos años. Luisa se mostraba especialmente interpelada por la primera canción que inventaron las mujeres ese día, para darse ánimo y transmitirlo a las demás: “Para que el mundo se entere / que somos brujas piqueteras / que ponemos mucho ovario, ¡y enfrentamos la opresión! Cuando una mujer avanza / ningún hombre retrocede /y crece la organización”.
En paralelo al proceso local que se dio en el barrio La Fe y que la tuvo a Luisa como una de las mujeres protagonistas, hacia fines del año 2000 había tomado forma una coordinación de movimientos de desocupados promovidos por militantes de distintos orígenes y signos políticos: guevaristas, cristianos y militantes identificados con el “nacionalismo popular”. La articulación se denominó Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, en homenaje a un joven trabajador despedido de su trabajo que había sido asesinado por la Gendarmería en la represión a un corte de ruta en la provincia de Salta. Los grupos promotores de ese amplio espacio coincidían en una serie de principios como la importancia de la organización de base, la democracia directa (asambleas), la acción directa (movilizaciones, piquetes, toma de edificios públicos y cortes de ruta), y en la independencia de los partidos políticos y los sindicatos tradicionales, cuestionados por su burocratización y su alejamiento de la realidad que padecían los sectores excluidos. A partir de los Encuentros de Mujeres, esos movimientos sociales incorporaron a sus programas planteos feministas y antipatriarcales.
Luisa participó de ese proceso de luchas y organización como referenta de su barrio, colaboradora en las ollas populares y también desde el rol que más le gustaba: como responsable de la seguridad de los piquetes, cortes de ruta y acampes. En las tareas de seguridad compartió militancia con Darío Santillán, joven piquetero que se había sumado a la militancia en el barrio La Fe donde ella vivía. Darío Santillán fue asesinado en una protesta el 26 de junio de 2002 junto a otro piquetero de la CTD Aníbal Verón: Maximiliano Kosteki. La amistad de Luisa con Darío marcó su compromiso tanto como los espacios feministas a los que se integró cada vez con mayor asiduidad.
Hacia finales de 2003, el 19 de noviembre, Luisa participó del Primer Plenario de Mujeres del movimiento piquetero que se realizó en el predio recuperado y puesto a producir bajo control del MTD de Lanús, Roca Negra. Allí hubo más de 120 delegadas de los distintos movimientos de lucha de los barrios pobres del conurbano.
El Espacio de Mujeres de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados “Aníbal Verón” fue ganando cada vez más protagonismo. Mujeres como Luisa vieron reforzada su autoestima, en medio del contexto social fuertemente machista que se vivía en sus barrios, gracias a la labor militante de las demás compañeras de la organización.
A partir del año 2004 Luisa pasó a militar, junto a su grupo de base, en el recién creado Frente Popular Darío Santillán, tal como se denominó a la nueva organización que integró a parte del movimiento piquetero con otros movimientos estudiantiles, de trabajadores y culturales. Esa confluencia facilitó y promovió el desarrollo de las ideas feministas en las barriadas del conurbano. En sucesivos plenarios e instancias de formación Luisa supo de las historias de vida y de las ideas que defendieron figuras como Virginia Bolten, Julieta Lanteri, Alicia Moreau de Justo o Cecilia Grierson, emblemas de las luchas por los derechos de las mujeres en Argentina. A tono con la política latinoamericanista del Frente Popular Darío Santillán, también participó de talleres en los que aprendió sobre procesos históricos internacionales en los que se destacaban figuras como Haydée Santamaría y Vilma Espín, protagonistas de la Revolución Cubana; las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, de República Dominicana; o Domitila Chungara, mujer pobre que supo ganarse su lugar protagónico entre los mineros bolivianos.
Los viajes al Encuentro Nacional de Mujeres reforzaron su formación feminista. Fue por primera vez al XX Encuentro de Mar del Plata, en 2005. A partir de entonces participó del XXI Encuentro en San Salvador de Jujuy (2006), Córdoba (2007), Neuquén (2008), San Miguel de Tucumán (2009), Bariloche (2011), Salta (2014), Rosario (2016) y La Plata (2019). Encuentro tras encuentro Luisa se fue dando a conocer como referente de los feminismos populares, en particular de las barriadas pobres; su condición de mujer lesbiana la transformó en una bandera de identidad y resistencia. Allí conoció a compañeras de todo el país con quienes se identificó, tendió amistad y consideró sus “hermanas”. El Encuentro Nacional de Mujeres se renombró como “Plurinacional, de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis y No Binaries” desde 2019.
Florencia Vespignani, quien participó junto a Luisa de muchos de esos encuentros, recuerda:
Salir del barrio, dejar la rutina familiar –muchas veces agobiante–, nos posibilitó conocer a feministas de otros sectores: docentes, universitarias, trabajadoras que iban con su sindicato, mujeres de movimientos campesinos y de otros países latinoamericanos. Marchar y visibilizarnos en cada ciudad era una vivencia colectiva fuerte y potente. Cuando volvíamos ya no éramos iguales: modificamos nuestras subjetividades, nos fortalecimos como mujeres, como disidencias, como militantes.
Luisa también acompañó a las delegaciones juveniles del MTD a los Encuentros de la Memoria Histórica que el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) convocaba en distintas provincias del país, como Córdoba y Santiago del Estero.
Durante los últimos años de su vida reconocía su rol de referenta, pero se expresó inconforme con la falta de espacio que el movimiento daba a mujeres como ella:
“Yo siempre me quejo de que hay tres o cuatro libros ya salidos y mi foto no está. Me nombran a veces, pero una foto, no… Ahora hicieron un par de dibujos de piqueteras de todos lados y me sacaron una mejor foto para hacer un mural, que va a estar al lado del de Darío Santillán”.
Luisa falleció el 17 de septiembre de 2020 a causa de un tumor cerebral, según indica el certificado médico. Tenía 63 años. Su salud se había deteriorado y en medio de la pandemia del Covid-19 no recibió la atención médica adecuada. No contaba con cobertura de salud y la atención en los centros públicos, por esos meses, estaba saturada y concentrada en la atención de afecciones provocadas por el virus.
Marcela Expósito, referenta feminista de la provincia de Córdoba, escribió sobre Luisa al enterarse de su muerte:
“No sabías leer libros, pero eras sabia. Tu sabiduría amasada en las cocinas piqueteras, en las calles de barro, en los pactos de sangre con las luchas, esas que te fortalecen para siempre… Vos leías los corazones. Y por eso, tan inmensa y sabia bruja, no podemos no homenajearte. Te fuiste y no puedo saludarte. Ya volaste, compañera. Tu nombre, lo prometemos, estará en nuestros territorios y ondeará como bandera de dignidad. Prohibido olvidarte. Luisa querida, vos no te moriste, vos te multiplicaste. Contaremos tu historia para jamás resignar la construcción de poder popular feminista y piquetero. Y hoy bailaremos cumbia, aunque lloremos sin consuelo. Hasta la victoria siempre, que tu partida nos duela y que los fuegos no se apaguen. Luisa, corazón, tu siembra es poderosa”.
Cómo citar esta entrada: Vespignani, Florencia y Solana, Pablo Marcelo (2024), “Canteros, María Luisa”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.