CANO MÁRQUEZ, María de los Ángeles (Medellín, Colombia, 12/08/1887 – Medellín, Colombia, 26/04/1967).
Llamada La Flor del Trabajo, activista social, escritora de política y literatura en revistas y periódicos, integrante de círculos intelectuales, benefactora, dirigente social, primera mujer líder sindical, política y revolucionaria de Colombia, co-fundadora del Partido Socialista Revolucionario.
Nacida en una familia antioqueña, fue la séptima de ocho hermanos de los cuales dos de los mayores murieron niños y el último al nacer. Hija de Rodolfo Cano y de Amelia Márquez, un hogar patriarcal de ideas radicales, intelectual, de amplia sensibilidad social, influenciado incluso por concepciones espiritistas de la época. Su padre Rodolfo Cano, fue un librepensador que dedicó su vida al magisterio en colegios privados. Don Fidel Cano, su tío, fue el fundador del diario liberal El Espectador, su sobrino el escritor y cronista Luis Tejada y su primo hermano fue Tomás Uribe Márquez, uno de los más importantes líderes sociales y políticos de la época. Sostuvo una relación sentimental y de amistad con el gran dirigente obrero y revolucionario Ignacio Torres Giraldo, quien dijera de ella en su biografía María Cano mujer rebelde “María Cano, estampa de andaluza, menudita y vibrante, tenía voz de contralto y actitud arrogante en la tribuna. Su extraordinaria facilidad de palabra y su amplia cultura le permitían enriquecer sus discursos de matices brillantes y elocuentes de contenido”.
La actividad cultural formaba parte de la vida cotidiana de la familia Cano Márquez, al parecer, sin discriminación entre hombres y mujeres. Es así como se vincula María Cano al movimiento literario de principios de los años veinte, en Medellín, fuertemente influenciado por las lecturas de Víctor Hugo, Lamartine y los ideólogos de la Ilustración Francesa. Su casa era uno de los sitios de reunión de la tertulia frecuentada por los poetas Abel Farina y Miguel Agudelo, el escritor Efe Gómez, el dibujante José Posada, el librero y poeta Antonio J. Cano, el cronista Luis Tejada y los periodistas Horacio Franco y Emilio Jaramillo. Fundaron en 1921 la revista quincenal Cyrano, en donde empezó María a publicar regularmente sus escritos, primero con el seudónimo de Helena Castillo, y luego con su propio nombre hasta el cierre de la publicación en abril de 1923. Su primer texto fue un homenaje póstumo a Farina (aparecido en el N° 6, septiembre 10 de 1921), El poeta maldito integrante del grupo Los Panidas, a quien llamaba maestro. Sus familiares fueron editores y escritores de periódicos de la época: Don Fidel Cano editó los periódicos libertarios La Palestra, La Idea, La Consigna y El Espectador. En la Revista El Montañez, colaboraron Francisco A. Cano y Melitón Rodrígez. Antonio J. Cano participó en numerosas revistas Lectura y Arte, Lectura Amena y Alpha. Y bajo la dirección de Tomás Uribe Márquez se editó el periódico La Organización y El Diario.
Como señala Ricardo Sánchez Ángel en su artículo “La flor del trabajo”, la vida de María “se inicia con el triunfo de la Regeneración, la Constitución de 1886 y el Concordato de 1887. Un periodo de contra reforma, intolerancia y persecución a los radicales y disidentes. Comienza la dictadura del sable y la sotana. Lejos están la paz y sosiego prometidas por los arquitectos del nuevo régimen, Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, dado que se dieron dos guerras civiles, la de 1885 y la ‘guerra larga’, la de los Mil Días, prólogo a la pérdida de Panamá en 1903. En el contexto internacional se adelantan la revolución mexicana, luchas antidictatoriales y antiimperialistas que buscan contrariar el proceso de extensión del capitalismo bajo los nuevos bríos de Estados Unidos. La primera guerra mundial y sobre todo la revolución soviética de 1917 ejercerán una influencia decisiva a escala planetaria sobre las aspiraciones populares y de la clase obrera en formación”. Para Ignacio Torres Giraldo, compañero de lucha fundamental en la vida de María, ésta inició su actividad en las filas del movimiento revolucionario de los trabajadores después de que la Junta Nacional Socialista en Bogotá anunciara, el 23 de enero de 1924, la muerte de Vladimir Ilich Lenin y cuando Luis Tejada publicó su “Oración para que no muera Lenin”. María propuso entonces poner al servicio un sistema de lectores-escuchas del cual participó activamente como voluntaria. Leyó a los estudiantes pobres Ariel y Motivos de Proteo de José Enrique Rodó, Ulises criollo y Sonata Mágica del ensayista José Vasconcelos, y también Germinal de Emilio Zolá y también obras de Tolstoi y Balzac. Además, María visitaba las humildes habitaciones de los obreros, invitada por ellos, que le impactaron en su sensibilidad ante el numeroso grupo de niños desnutridos y de madres que se peleaban en la miseria. A partir de allí se dedicó a realizar labores benéficas para los niños pobres y las madres, en medio de una conciencia social que le daría conciencia política y vínculo a las organizaciones obreras y sus luchas. Se dedicó tanto a ellos que obtuvo todo el reconocimiento de obreros, artesanos, maestros de obra de los barrios y sus familias. De ahí que el Primero de Mayo de 1925, fue proclamada Flor del Trabajo de Medellín, título nunca otorgado hasta entonces, a una mujer joven para que impulsara acciones de beneficencia a favor de las familias obreras. Señala José Eduardo Rueda Enciso que María “organizó, junto con Margarita Cano y Alicia Adarve, una junta asesora y unas comisiones de trabajo que se desplazaban por centros fabriles, talleres y cárceles, con el fin de recolectar información y apoyar su labor y la de los comités y comandos populares que hacían parte del movimiento. La junta elaboró 12 actas, entre junio y noviembre de 1925, en las cuales analizó las condiciones laborales de fábricas y trilladoras, las quejas presentadas por trabajadores acerca de su situación, y las comunicaciones enviadas a los empresarios y a las autoridades referentes a los problemas que afectaban a la población. Realizaba acciones para impulsar lo que en aquella época se llamaba la unión del obrerismo a través de conferencias, de la reorganización del periódico El Rebelde, del diseño de las banderas y símbolos que lo identificaran y la confección de alcancías para recolectar fondos de solidaridad”. Pero María fue más allá y se transformó radicalmente en luchadora. Desde entonces su compromiso fue ineludible con sus ideales de justicia social que la llevaron a participar en el Comité Central Pro-Presos Sociales y Políticos, y a los Comités de Lucha por las Libertades Públicas y los Derechos Humanos y contra la Pena de Muerte. Su primo Tomás Uribe Márquez, intelectual, escritor y dirigente revolucionario ejerció una gran influencia sobre María, especialmente después de que ella se integra de lleno a las actividades obreras con las que se identifica plenamente. María Tila Uribe, escritora de la memoria histórica popular, narra en su hermosa obra Los años escondidos, aquella época de reuniones, tertulias y rebeliones de una generación de intelectuales y pensadores, revolucionarios, que darían vida al pensamiento socialista, heredero de un pasado de lucha por la democracia, por parte de los artesanos del siglo XIX, que se transportó al siglo XX, en sus distintas vertientes liberalizantes y hasta cristianas. Comenta María Tila: “El mapa político cambió entonces en mitad de la década (de los veinte): hablar de socialismo implicaba organización, solidaridad y por esto su curso fue tomando proporciones nacionales; con sucesivos congresos obreros en los años 24, 25 y 26 culminaba un proceso que por diferentes cauces y en distintos lugares condujo a la conformación del Partido Socialista Revolucionario”. En el PSR, María era líder de masas indiscutida, Ignacio Torres Giraldo, organizador por excelencia, Raúl Eduardo Mahecha sobresaliente sindicalista y promotor de huelgas obreras en la década de los años 20, Manuel Quintín Lame el caudillo de las comunidades indígenas y Tomás Uribe Márquez era el auténtico ideólogo. María hizo parte con ellos de la construcción del programa político del Partido, que tenía como ejes fundamentales no solo la lucha en Colombia, sino el apoyo a las luchas de los obreros del mundo, el antiimperialismo y el rechazo a la venta de Panamá y a los cuatro enclaves norteamericanos que explotaban el oro, platino, banano y petróleo y también la solidaridad con los revolucionarios de otros países: Sandino en Nicaragua, Arévalo Cedeño en Venezuela, Sacco y Vanzetti, en Estados Unidos y otros.
Hicieron historia las siete giras nacionales, que llevarían a María Cano por el territorio colombiano hacia los centros y enclaves obreros y sindicales más importantes de aquel momento. El historiador Jorge Iván Marín señala en su obra María Cano, su época y su historia, que María en cumplimiento de sus compromisos políticos utiliza todo tipo de transporte. A caballo, a pie, en avión, por ferrocarril, en automóvil, participa en marchas, concentraciones, caravanas y manifestaciones. En cada lugar, se realizan masivas movilizaciones de trabajadores que acuden a escuchar el discurso de esa mujer que les habla de la revolución social y del establecimiento de nuevas ideas “Oíd mi voz que os convoca”.
En la primera gira se dirige al encuentro con los mineros de Segovia y Remedios (Antioquia), centro de explotación aurífera. En seguida sigue hacia Puerto Berrío, en barco hasta La Dorada, en ferrocarril hasta Honda y de allí a Mariquita y luego llegó a Ibagué a promover el III Congreso Obrero. El 20 de noviembre llegó a Bogotá, donde fue a interceder por la liberación de los presos sociales y políticos. Allí la eligen Flor del Trabajo y asiste a la creación del Partido Socialista Revolucionario. Luego se dirige en su tercera gira por Boyacá, acompañada por Sofía López, Tomás Uribe, Ignacio Torres Giraldo y Raúl Eduardo Mahecha. La cuarta gira se desarrolla a través del río Magdalena y hacia Girardot y luego a Barrancabermeja, a cumplir sus compromisos con el Congreso Obrero y los trabajadores petroleros. En 1927 se desata la huelga petrolera de la empresa extranjera Troco. 4.500 trabajadores petroleros y luego miles de braceros portuarios declaran su solidaridad con la huelga. La quinta gira fue por el departamento de Caldas, impulsando la consigna de la lucha por los tres ochos (ocho horas de trabajo, ocho de estudio, ocho de descanso), con la que se desplaza por todo el occidente colombiano. Después de fundar la Cooperativa Tipográfica de Medellín, encargada de editar el periódico La Justicia, del cual sería su directora, la líder emprende con Ignacio Torres Giraldo, dos giras políticas que la llevarían a recorrer la mayor parte del río Magdalena, Puerto Berrío al mar Caribe, el Departamento de Santander y los tres departamentos en que entonces estaba dividida la Costa Atlántica, incluyendo la zona bananera tan tristemente recordada por la masacre de 1928. Señala el historiador Mario Arango en su texto María Cano, flor eterna, siempreviva, que fue tal el impacto causado por las giras de María Cano y su difusión en la prensa nacional, que uno de los jefes del Partido Liberal, Alfonso López Pumarejo, futuro presidente de Colombia, al mes siguiente de terminada la séptima gira, envió un mensaje a la Dirección Nacional Liberal, en el cual muestra su preocupación por las acciones políticas del PSR y de María Cano y propone una reorientación del Partido liberal. El papel de María y sus compañeros de lucha en la formación de sindicatos, en la promoción de las huelgas obreras, de los derechos humanos, de la jornada de los tres ochos y de las cooperativas de trabajadores fue decisivo y arrollador. Impulsó como símbolo de la lucha la roja bandera de los tres ochos, heredada de los obreros de Chicago en una clara tarea de gran comunicadora, en una época en que no existía casi la comunicación, pues en cada gira hacía saber a los trabajadores y a quienes la escuchaban la forma en que se desarrollaba el proceso en las otras partes del país y del mundo. Con ello, María ayudó en forma descomunal a construir el nacimiento de esa clase trabajadora que emergía al calor de distintas formas de lucha. Sindicalismo, cooperativismo y socialismo estuvieron de la mano como tal vez nunca más en la historia colombiana.
Como respuesta a ese arrollador movimiento y producto de la gran preocupación de las élites, el gobierno conservador lanza la más voraz represión oficial contra los trabajadores y el PSR. Son encarcelados todos los líderes socialistas de la huelga en Barranca. Se expide el decreto de Alta Policía, que anula las libertades públicas en 1927 y numerosos dirigentes obreros y socialistas son detenidos. Son allanadas las Casas del Pueblo en que se reunían las convenciones obreras. Tomás Uribe Márquez había sido detenido e Ignacio Torres Giraldo corre la misma suerte, sindicados de preparar una revolución comunista. A mediados de ese año, se lanzó la llamada “Ley Heroica”que restringía aún más el derecho de reunión, de actividades sindicales y de oposición imponiendo como castigo incluso la pena de muerte. En respuesta se desata una ola de huelgas obreras, algunas dirigidas por el abogado liberal Jorge Eliécer Gaitán futuro caudillo del pueblo, asesinado en 1948, hecho que desencadenaría la llamada época de La Violencia en Colombia de mediados de los años cincuenta. El PSR, decide entonces enfrentar la Ley Heroica y clandestinamente propone una insurrección armada, lo que provocaría luego un duro y decisivo enfrentamiento político al fusionarse con el recién fundado Partido Comunista de Colombia. La dirección obrera y revolucionaria, sufre en carne propia las detenciones, la persecución y el hostigamiento del gobierno que inclusive llegó a acusar a María de envenenar las fuentes de agua de Medellín. En ese contexto se radicalizan las luchas obreras, María y sus compañeros apoyan la preparación de la huelga de los trabajadores bananeros de la multinacional United Fruit Company, que se produce en 1928 en la población de Ciénaga, Magdalena. Esta es violentamente reprimida, los obreros y sus familias son masacrados en la plaza de Ciénaga, mientras sus dirigentes socialistas serían llevados a las cárceles. En febrero de 1929, María e Ignacio son apresados nuevamente, al mismo tiempo que en el Departamento del Tolima se lanza una gesta revolucionaria liderada por los llamados Bolcheviques del Líbano, también sofocada por la fuerza oficial. Toda la campaña represiva del gobierno aplasta los movimientos que se dieron en aquella década, la cual sin embargo, termina con grandes movilizaciones estudiantiles en rechazo a la masacre de Ciénaga. Caen estudiantes asesinados en Bogotá, por las balas del ejército, el 8 y 9 de junio de 1929. Los últimos muertos de la llamada Hegemonía Conservadora que tendría su fin, al ser enjuiciada por Jorge E. Gaitán en un famoso debate en el Congreso. En medio de este proceso del lado organizativo, las contradicciones con el Partido Comunista se ahondan al punto de que, como narra Mario Arango, se incubó contra María un juicio político, no por la hegemonía conservadora ya acabada, sino por parte de sus nuevos “camaradas”, ahora del Partido Comunista; eso, aunado a tan horrenda ofensiva represiva, la dejan prácticamente sin fuerzas para continuar en su lucha. Para ella sería el fin de su corta pero arrolladora e intensa vida política, social y revolucionaria. Tantos reveses que cercaban a María Cano en esos momentos, conllevaron, en palabras de la periodista y escritora Patricia Nieto, a “algo como un hastío por la vida agitada y sin recompensas que la redujo prácticamente a su casa. Solo salió en una época para trabajar en la Imprenta y luego en la biblioteca. Si alguien quería verla, debía buscarla en casa donde siempre estaba de recibo. Su sala fue recinto de muchas reuniones del Partido Comunista, pero ella actuaba más como anfitriona y consejera que como militante. En esa reclusión voluntaria se fue volviendo vieja y se fue quedando sola”. Se refiere a la campaña de persecución que lanzó el Partido Comunista contra los líderes del PSR, acusados de putchismo, actitudes pequeñoburguesas y anarcosindicalistas. María nunca quiso denigrar de sus propios compañeros. Se defendió no solo de los ataques de los stalinistas –en carta dirigida a primer secretario del PCC Guillermo Hernández Rodríguez–, sino que además defendió la voz pública de las mujeres: “Entre nosotros se tiene por norma que la mujer no tiene criterio propio, que siempre obra por acto reflejo del cura, del padre o del amigo. Creo haber educado mi criterio lo suficientemente para orientarme” (septiembre, 1930). María se vinculó como obrera de la Imprenta Departamental de Antioquia, en 1930, y luego pasó a trabajar a la Biblioteca Departamental, donde laboró hasta 1947. En 1934 apoyó activamente la huelga del Ferrocarril de Antioquia y en 1945 el movimiento de mujeres sufragistas le ofreció un homenaje en Medellín. Recién derrotado el nazismo en Europa, dijo, en la que sería su última intervención pública: “Un mundo nuevo surge hoy de la epopeya de la libertad, nutrida con sangre y con llanto y con tortura. Es un deber responder al llamado de la historia. Tenemos que hacer que Colombia responda. Cada vez son más amplios los horizontes de libertad, de justicia y de paz. Hoy como ayer, soy un soldado del mundo”. Posteriormente se hundió en el más absoluto silencio, mientras en su ciudad natal se cuidaba con rigor a las hijas para que no acabaran convertidas en temidas mariacanos, término acuñado para designar a las jóvenes rebeldes. Con su oratoria María Cano atrajo multitudes, y conmovió a las masas como nunca antes una mujer lo hizo en Colombia.
Obra
La obra escrita de María inicia con un sinnúmero de poemas escritos en la Revista Cyrano, fundada en 1920 por iniciativa de Luis Tejada, en los que inicialmente firmaba como Helena Castillo y luego con su propio nombre. María Cano, junto con María Eastman y Fita Uribe, continuó en la redacción del periódico El Correo Liberal. Ellas tres formaron parte de un fenómeno literario de mujeres que se presentó en el país durante la década de los años veinte, y que hizo florecer numerosos concursos de literatura y poesía femeninas, que merecieron el apoyo y la defensa del maestro Tomás Carrasquilla, puesto que no faltaban en la parroquia quienes atacaran y anunciaran el peligro de las mujeres escritoras. En estas publicaciones se aprecia el influjo de las poetas que habían hecho su aparición en las letras latinoamericanas en la década anterior: Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral. En palabras de Paloma Pérez Sastre “Con María Cano aparece el cuerpo erótico por primera vez en la literatura escrita por mujeres en Antioquia; un personaje femenino que se observa y se acaricia el cuerpo es nuevo y atrevido en una región en donde el cuerpo de la mujeres “decentes” no asoma ni por el escote. Con María Cano la sexualidad empieza a ser misterio, goce y maravilla; sobre todo en sus poemas, más atrevidos que los relatos, donde el erotismo se dirige con plenitud al cuerpo de la amante”. La gran mayoría de sus escritos están recogidos en: María Cano, Escritos, Medellín, Extensión Cultural Departamental. 1985. Desde sus escritos y desde todos los ámbitos de su vida María de los Ángeles Cano Márquez marcó una ruptura radical del papel de la mujer en la sociedad, pues logró transgredir los cánones de la sociedad conservadora, machista, pacata, moralista y controladora, levantando la voz femenina más allá del cura, el marido o el padre. De lejos, ha sido hasta ahora, la más importante líder social y revolucionaria en la historia del país.
Cómo citar esta entrada: León, María Piedad (2019), “Cano Márquez, María de los Ángeles”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org