BORATTO, Mario (Turín, Italia, hacia 1890 – Santa Rosa, La Pampa, 20/08/1978).
Obrero metalúrgico de origen piamontés, secretario de la Comisión de Huelga y delegado general de los Talleres Vasena durante la Semana Trágica de Buenos Aires de enero de 1919.
Nacido hacia 1890 en la ciudad de Turín, capital de la región de Piamonte, era el menor de cinco hermanos, hijos del ingeniero Angelo Boratto y Claudina Colombo. Aprendió a leer y escribir correctamente —sabía expresarse muy bien—, y a los quince años ya había adquirido el oficio de herrero. A esa edad embarcó en Génova en el vapor “Governor”, arribando al puerto de Buenos Aires el 8 de junio de 1905. Las autoridades migratorias lo registraron como “Boratta (sic) Mario, edad 15, soltero, fabbro”, esto es, herrero.
Hacia 1909, ya trabajaba en la Compañía Argentina de Hierros y Aceros (Pedro Vasena e Hijos Ltda.), en la planta de la calle Cochabamba 3055. El muchacho buscó entonces una pensión cercana a la fábrica, y consiguió alquilar un cuarto en los altos de un mercado, en la calle Luca 1436/1454, donde vivía una mujer de fuerte ascendencia indígena, doña Casilda Marín —viuda de Ramallo—, con sus dos jóvenes hijas. Boratto causó una profunda impresión en la familia, especialmente en una de las hijas de Casilda, Juana Santos Ramallo, que ya había cumplido los 25 años.
Así recordaba María Clorinda Boratto, hija mayor de Mario y Juana, el aspecto de su padre:
Lindo, era alto, muy alto, elegante, derecho. No era corpulento, era mediano. El cabello era todo crespo, marrón clarito, color chocolate, peinado a la raya, todo ondeadito. La frente no era grande, era normal; sus ojos, celestes, nariz regular. Era lindo, mi papá era un lindo hombre. Siempre le gustaba andar con corbata linda, camisa, siempre limpito, siempre impecable, de traje, siempre de toda la vida. Claro que cuando iba a la fábrica vestía de obrero, pero estaba ahí enfrente nomás. A pesar de ser italiano, hablaba perfectamente el castellano.
Entrevista del autor a María Clorinda Boratto, 6 de enero de 2004. Transcripta en: Horacio Silva, Días rojos, verano negro, p. 95.
Ambos se pusieron de novios casi de inmediato y no tardaron en casarse, por el Registro Civil y por iglesia, en la parroquia de San Cristóbal, el 14 de julio de 1910. En 1911 el matrimonio vivía en la calle Castro 1726, siempre cerca de la fábrica. Allí nació el 22 de abril de ese año su primera hija, María Clorinda. Luego nacieron Claudia (1912), Mario Ángel (1915), y Leonor (1918). Si bien Boratto se reconocía católico, ni él ni su mujer eran religiosos practicantes; seguían más bien las costumbres de la época, razón por la cual todos sus hijos fueron bautizados en la parroquia de San Cristóbal.
Según Clorinda, su padre “no era anarquista. Le pusieron que era, lo hicieron pasar por anarquista. Mi papá era un obrero vulgar y silvestre, que tenía mucha facilidad de palabra”. Boratto era un hombre de familia, de costumbres tradicionales; estaba lejos de tener el perfil de “agitador” que le endilgaron posteriormente los partes policiales: “No salía a ningún lado si no era con su mujer y sus hijos. Cuando cayó la nieve se fue al Mercado del Plata a comprar frutillas, para hacernos con miel, como ellos comían allá en Italia”. También se preocupaba por la educación de sus hijos: “¿Usted sabe cómo yo sabía leer y escribir, cuando fui al colegio? Porque mi papá me enseñaba, me ponía ahí, y de ahí no me podía escapar. Yo sabía escribir y leer perfectamente”.
Más allá de su perfil de hombre trabajador y padre de familia, Mario Boratto sabía hacerse respetar, y así enseñaba a sus hijos a no permitir que los llevaran por delante en la vida:
Yo era brava. Papá siempre me decía: “a vos, cuando te dicen que te van a pegar, no esperes más: pegales ahí nomás”. Y yo no necesitaba ese consejo, porque así era yo. El decía: “si alguno de ustedes viene llorando porque le pegaron, yo lo llevo a patadas en el culo hasta ahí a que le rompan el alma al desgraciado”.
Entrevista del autor a María Clorinda Boratto, 6 de enero de 2004, transcripta en Horacio Silva, Días rojos, verano negro, p. 96.
No era un hombre dócil. Ese respeto que tenía por sí mismo, jugó un importante papel en su conducta al frente de los dos mil obreros de la casa Vasena. Su amistad con Juan Zapetini, secretario general de la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos, era muy estrecha, y continuó siéndolo con los años:
Mi papá y él eran uno. Zapetini venía mucho a mi casa, venía a buscar a mi papá, y mi papá lo iba a buscar a la casa de él. Era un poco más bajo que papá, no mucho. Después quedaron muy amigos; después que había pasado todo, nos visitábamos. Nosotros íbamos a cenar a la casa de la familia de Zapetini, y ellos venían a mi casa. No recuerdo dónde vivía, pero sé que pasaba el tranvía Lacroze por la puerta.
Entrevista del autor a María Clorinda Boratto, 6 de enero de 2004. Transcripta en Horacio Silva, Días rojos, verano negro, pp. 96-97.
Por entonces, los Boratto vivían en el pasaje Barcala 3063, justo enfrente de la fábrica, aunque se mudaron al poco tiempo a una vivienda en la calle Maza. El 2 de diciembre de ese año, el personal de la casa Vasena inició un paro por tiempo indeterminado en demanda de un pliego de condiciones básico: jornada de 8 horas, aumento de salarios, horas extras normales al 50% y los domingos al 100%, abolición del trabajo a destajo, y que no se tomen represalias. En la Comisión de Huelga, encabezada por Boratto, figuraban Juan Zapetini, Rafael Terranova, Antonio Méndez, Ernesto Gravino, Pedro Smulski y Manuel Sánchez, entre otros.
Al principio, el movimiento se desarrollaba con normalidad: las tareas quedaron paralizadas, y los piquetes de huelga impedían a los “crumiros” (rompehuelgas) ingresar al establecimiento. Boratto y Zapetini encabezaban las concurridas asambleas obreras, en las cuales se informaban las novedades y se tomaban decisiones sobre la marcha del movimiento. A la empresa se le empezaron a acumular los pedidos; la huelga les estaba haciendo perder importantes sumas de dinero, y los patrones comenzaron a perder la calma: armaron a sus “crumiros” con revólveres Colt, y les ordenaron abrir fuego cuando los piquetes obreros pretendieran detenerlos. Así comenzaron los primeros hechos de sangre de la huelga. La escalada de violencia prosiguió, y el 4 de enero de 1919 llegó a su clímax con la muerte del cabo de policía Vicente Chaves, en un confuso episodio ocurrido en las calles de Pompeya, en las cercanías de la barraca de la casa Vasena. Ese mismo día, Mario Boratto se reunió con las autoridades, a las cuales entregó un documento con sello y membrete del sindicato, firmado por Juan Zapetini, autorizándolo a “gestionar todo lo que se relacione con la huelga”.
Tres días después, a raíz de la masacre de Nueva Pompeya, ejecutada por fuerzas policiales contra el vecindario, la huelga de la casa Vasena se extendía a un paro nacional de todos los gremios, decretado por la FORA del V Congreso (anarquista), y secundado en los hechos por los sindicatos adheridos a la sindicalista FORA del IX Congreso (sindicalista), aunque sin permiso de los dirigentes de esa central obrera. Así comenzó la Semana Trágica de 1919, durante la cual el proletariado de Buenos Aires llegó a controlar, al menos durante 36 horas, las calles de la Capital Federal, hasta la irrupción de las tropas del Ejército Argentino, que elevaron la escalada de violencia patronal hasta transformarla en una auténtica orgía de sangre.
No obstante que el gobierno del doctor Hipólito Yrigoyen recuperó el control de las calles a fuerza de balazos, la huelga general continuaba con toda su potencia. El Ejecutivo evaluó entonces que la única manera de terminar con el movimiento, que había adquirido alcance nacional, era forzar a los Vasena a aceptar en su totalidad el pliego de condiciones de sus empleados; pero al mismo tiempo quería negar el triunfo a los metalúrgicos y a los anarquistas. Para ello, citó a la patronal y a la cúpula de la FORA del IX Congreso, quienes el sábado 11 de enero firmaron el acuerdo, tras lo cual los sindicalistas decretaron el fin de una huelga general —que no habían convocado—, y ordenaron la inmediata vuelta al trabajo. El Partido Socialista, el gobierno y los medios de prensa se apresuraron a festejar el retorno a la normalidad, anunciado con bombos y platillos en los diarios del domingo.
Sin embargo la huelga continuó, como si nada hubiera pasado. Los mismos sindicatos de la FORA IX desacataron la orden, ni qué decir los gremios anarquistas. El diario socialista La Vanguardia, en su edición del lunes 13 de enero de 1919, insertaba un comunicado de Mario Boratto y sus compañeros, que explicaba las razones de este aparente sinsentido:
METALÚRGICOS UNIDOS. Recibimos y publicamos: A pesar de las informaciones dadas por la casi totalidad de los diarios locales, esta huelga no se ha solucionado, por cuanto los obreros en huelga no han tenido intervención alguna en el anunciado arreglo. Los obreros no han tenido entrevista alguna con el patrón ni comunicación alguna en que se les notifique la concesión de las mejoras anunciadas, y habiendo tratado de averiguar el paradero del citado burgués, no se ha podido dar con él. Espérase, pues, el pliego que se halla en manos de Vasena y no vanas promesas, que en boca suya no tienen valor alguno. Los obreros celebrarán asamblea general hoy a la 1 p. m., en Independencia 3618.
La Vanguardia, Buenos Aires, 13/1/1919.
La cosa pintaba mal; la estrategia gubernamental desarrollada el sábado 11 se había derrumbado como un castillo de naipes. Para terminar definitivamente con el movimiento, había que solucionar de manera efectiva el conflicto de la casa Vasena; y para ello, no quedaba más remedio que contactar a Mario Boratto, y a los anarquistas de la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos.
Al mediodía del lunes 13, en momentos en que los metalúrgicos sesionaban en la multitudinaria asamblea celebrada en el biógrafo “Bristol Palace” —calle Independencia 3618—, se apersonó en el recinto un simple inspector del Departamento Nacional del Trabajo, enviado por el Ejecutivo para sondear a los anarquistas por las posibilidades de un arreglo que terminara definitivamente con la huelga. Mario Boratto y Juan Zapetini, en nombre de la asamblea, le comunicaron al representante gubernamental que “los obreros de la casa Vasena no volverían al trabajo mientras no se retiraran las tropas de los talleres y fuera firmado el pliego de condiciones presentado por los obreros de dicho establecimiento”.
No esperaba oír otra cosa el enviado oficial; precisamente venía con instrucciones de los más altos niveles de gobierno, facultándolo para concertar una entrevista —a llevarse a cabo esa misma tarde en el despacho del ministro del Interior, en la Casa Rosada—, entre una delegación metalúrgica y el directorio de la empresa Vasena.
Yrigoyen había mostrado una vez más su fina astucia de caudillo, al despachar para tan importante comisión a un ignoto funcionario público de tercera categoría. No se sabía cuáles eran los niveles de resentimiento de los metalúrgicos por la brutalidad criminal de la represión, pero no debían ser pocos; el Presidente era consciente de lo que había hecho su gobierno, y se imponía extremar la prudencia.
Boratto y Zapetini dejaron esperando al inspector, mientras subían al escenario para informar de la importante novedad a la asamblea, la cual aprobó la propuesta y votó a los miembros de la comisión que debían representarla. Se convino también que la asamblea quedaría en sesión permanente, hasta tanto regresara la comisión a dar cuenta de lo ocurrido.
La cita en el ministerio quedó fijada para las cuatro de la tarde. Los anarquistas de la FORA V se hallaban también, desde temprano, analizando la situación. Cuando fueron informados de la entrevista concertada por los metalúrgicos, decidieron abrir un compás de espera hasta ver los resultados de la misma. Los diarios de la tarde informaron que “aún se ignora lo que ha resuelto el comité directivo de la Federación Obrera del 5º congreso, que debió decidir esta mañana su actitud respecto de la huelga”. Todos estaban expectantes de lo que resolvieran los obreros metalúrgicos.
La comisión votada por la asamblea obrera estaba compuesta por Juan Zapetini, Mario Boratto, Marcelino Gami, Jesús Lacambra, José Boca y Fidel Calafati. Por parte de la empresa asistieron el senador Leopoldo Melo —conspicuo dirigente del ala “galerita” de la Unión Cívica Radical, en su doble carácter de miembro del directorio y asesor letrado de la casa Vasena—, Alfredo Vasena, y uno de sus hermanos. En representación del gobierno estuvieron presentes el ministro doctor Ramón Gómez, el subsecretario Alfredo Espeche y el presidente interino del Departamento Nacional del Trabajo, doctor Alejandro Unsain.
El doctor Gómez abrió la sesión, haciendo un repaso de las circunstancias que llevaron a los presentes a reunirse allí, y enfatizando la necesidad de llegar a un acuerdo definitivo entre las partes. Al término de esas palabras, ambos contendientes se apresuraron a deslindar toda responsabilidad que pudiera imputárseles en el desarrollo de los hechos, aunque coincidieron con las conclusiones del ministro. Gómez expresó su satisfacción con esto último, y acto seguido se dio lectura al pliego de condiciones, en el cual los dueños de la empresa procedieron a estampar su firma, anunciando que las tareas se iban a reanudar el lunes 20, para reparar los daños sufridos por la fábrica y las maquinarias durante el conflicto. Se acordó también pagar a los obreros los jornales correspondientes a esa primera semana y, de esa manera, la reunión concluyó.
Al salir del despacho oficial, la delegación obrera declaró a la prensa que Vasena había aceptado el pliego entero, y que en ese momento se dirigían hacia la asamblea para dar cuenta a sus compañeros de la gestión realizada. Alfredo Vasena, por su parte, declaró irónicamente que “en obediencia a sentimientos humanitarios, la necesidad de orden social y los deseos del primer magistrado, consintió en todos los puntos elevados por los trabajadores en su pliego de condiciones”.
La Semana Trágica había terminado. Sin embargo, el conflicto de los metalúrgicos con la casa Vasena se iba a prolongar por seis meses más. El domingo 19 de enero, un día antes de la fecha fijada para la reapertura de los talleres, se celebró una asamblea a la que asistió la totalidad del personal. En la misma se aplaudió la actuación de la Comisión de Huelga, se votaron delegados por sección, y Mario Boratto fue elegido delegado general. Esa misma noche se presentó en casa de Boratto un funcionario policial, para informarle que “por órdenes superiores”, se dispuso el despliegue de una fuerza armada en el interior de los talleres, para garantizar la seguridad. El delegado respondió que, en esas condiciones, ningún obrero entraría a trabajar, tras lo cual ambos se trasladaron al Departamento Central de Policía. Después de hablar con el comisario de órdenes sin llegar a un acuerdo, hacia las dos de la mañana se acercó el Jefe de Policía, con quien tampoco se logró un entendimiento. Fue llamado entonces el Ministro del Interior en persona, quien luego de sostener una breve conferencia con Boratto desistió de sus pretensiones, vista la intransigencia de los obreros en este punto.
El lunes 20, primer día de retorno al trabajo, se abrieron los portones de la fábrica. Según Boratto, “Eran las 6 a.m., las calles se llenaban de obreros y curiosos, que gozosos, concurrían a presenciar un cuadro nunca visto en la casa Vasena (hasta ese día), ‘la entrada triunfal de los obreros’”. Para el comisario inspector C. Montaña, nombrado guardaespaldas de Vasena por el subsecretario del Interior Alfredo Espeche, “los huelguistas volvían al taller con aire altanero y miraban a los que no se hubieron adherido al movimiento en una forma provocativa”. Ese primer día se produjo un inconveniente con los conductores de carros de la casa; Vasena quiso despachar primero a sus crumiros, pero Boratto se dirigió a las oficinas y exigió al patrón la salida de los carreros federados.
En los días siguientes se produjo a diario el mismo incidente, hasta que los carreros del gremio se declararon en huelga. Al mismo tiempo aparecieron en los talleres matones armados, que vigilaban todo lo que ocurría en el establecimiento, y seguían a los delegados en sus desplazamientos por todo el interior de la fábrica.
El conflicto volvió a estallar el lunes 3 de febrero, primer día de pago con los nuevos salarios y la nueva jornada de 8 horas de trabajo. Vasena liquidó los sueldos descontando una hora del jornal, aduciendo que la Casa paga “por hora”; y como antes de la huelga la jornada era de 9 horas, ahora liquidaba los salarios pagando 8 horas, y aplicando sobre esta base los aumentos establecidos en el pliego obrero. Esto generó un profundo malestar en los obreros, que esperaban cobrar el mismo monto de su antigua jornada de 9 horas por trabajar 8 horas, con los aumentos calculados sobre esa base. Para agravar la situación, algunos metalúrgicos fueron despedidos, según la patronal, “por causas debidamente justificadas, como ser por indisciplina, incompetencia o incapacidad”.
Durante una semana se sucedieron las asambleas obreras, con delegaciones que entregaban notas a la patronal para que se respetara el aumento de salarios convenido en el pliego, se retiraran los matones del establecimiento, y se reincorporara a los despedidos. Vasena no contestó a ninguna de esas notas, limitándose a repartir una circular en la cual fijaba la posición de la empresa, acción que implicaba desconocer la representatividad de los delegados metalúrgicos. Finalmente, la asamblea obrera del 11 de febrero de 1919 votó declarar la huelga general en la fábrica.
Volvió a verse entonces el mismo cuadro de las jornadas de diciembre de 1918: piquetes obreros impidiendo la entrada de crumiros, detenciones de trabajadores en las inmediaciones de la fábrica, asambleas obreras diarias para informar las novedades y tomar decisiones sobre la marcha del movimiento. Por entonces, según Boratto, Vasena hizo correr el rumor de que se había vendido a la empresa por tres mil pesos, una fuerte suma de dinero en aquella época, a fines de sembrar dudas entre los obreros.
El 22 de febrero, a las cinco de la tarde, Vasena ordenó el cierre de la fábrica, aplicando la táctica patronal de lock-out. El 9 de marzo los obreros votaron el boicot a la empresa, para el cual contaron con el patrocinio de 128 sociedades obreras, entre ellas los estibadores de los puertos, que se negaban a desembarcar mercaderías consignadas a la casa Vasena. Asimismo, los obreros mandaron hacer un sello con la leyenda “Boycott”, que imprimían en los billetes de curso legal.
En tanto, varios obreros necesitaban retirar de la fábrica sus pertenencias, herramientas y ropa de trabajo, a lo cual se les contestaba que debían recurrir al Ministerio del Interior. Así lo hicieron Mario Boratto y Ernesto Gravino, en una nota elevada el 12 de marzo. Al día siguiente, 24 trabajadores pudieron retirar sus elementos. La huelga continuaba sin desmayos, y el gremio aseguraba que tenía fondos para sostener la huelga “por un buen tiempo”, entregando provisiones a los obreros.
Según Boratto, Vasena habría perdido por entonces los estribos:
El miércoles, 20 de marzo, a las 7:30 de la tarde, se presentó a mi domicilio un individuo, manifestando que Vasena había encargado a un “rufián”, José Santillo (a) “El Patilludo”, mediante el pago convenido de 5.000 $, de cuya cantidad se le había hecho entrega de 500 $ anticipados para los gastos, a fin de que por cualquier medio, se me diese muerte… Hasta aquí la declaración del individuo desconocido. En efecto (y por más que esto tenga visos de novela), el día 21 a la misma hora fui llamado, por una artimaña, del comité de huelga, Estados Unidos 3545, donde estaba instalado durante la segunda etapa de la huelga y donde me encontraba ocupando mi cargo de delegado general, valiéndose para eso de una niña de 8 años. En la esquina de Estados Unidos y Maza había parado en ese momento un automóvil con tres individuos adentro. Este auto fue acercándose lentamente a mi casa (yo vivía en esa cuadra) donde en la puerta de la misma había un individuo desconocido para mí, pero que para los del auto no lo era, pues pronto estuvieron todos juntos, dispuestos a cometer el crimen fraguado por el “señor” Vasena.
La huelga en los Talleres de Vasena y la Semana Trágica, Talleres Gráficos “La Protesta”, Buenos Aires, 1919.
Siempre según Boratto, los atentados fueron varios, dirigidos contra su persona, e incluso contra su familia. En este aspecto, el testimonio de su hija Clorinda brinda una interesante anécdota, en la cual se destaca el arrojo de su madre, la criolla de sangre india Juana Santos Ramallo:
Por lo de la huelga, a mi papá lo querían matar los alcahuetes que mandaba Vasena, que no eran metalúrgicos. Por eso, mi papá siempre iba armado, porque sabía que lo estaban buscando. Y una vez lo fueron a buscar al boliche de la esquina y lo encontraron ahí parado, frente al mostrador. Entonces mi vieja, que iba con la nena chiquita en el brazo y un revólver acá en el costado, los miró a los tipos y les dijo: “miren que alguno de ustedes va a caer también acá, ¿eh?”.
Entrevista del autor a María Clorinda Boratto, 6 de enero de 2004. Transcripta en Horacio Silva, Días rojos, verano negro, p. 114.
Visto el fracaso de estos atentados, Vasena volvió a intentar esparcir el rumor de que Boratto se había vendido a la empresa, esta vez por 5.000 pesos; y que el matón conocido como “Santa Cruz” —ex capitán de bomberos—, había entregado el dinero en la propia casa del delegado.
Según su hija Clorinda, la oferta de dinero había sido realmente efectuada, y rechazada por su padre:
Hay que ver todo lo que le ofrecieron. Vasena lo llamaba a mi papá y le daba no sé si 5.000 pesos de aquel tiempo; dice que le daban eso, y una casa, y que eso se lo iban a pasar para que nos mantenga a nosotros, a sus cuatro hijos. Ellos lo llamaban a él para ver si llegaban a un acuerdo. Y mi papá dijo que no, de ninguna manera. Decía que él era un obrero, y que tenía cuatro hijos que tenían que ir con la cabeza levantada.
Entrevista del autor a María Clorinda Boratto, 6 de enero de 2004. Transcripta en Horacio Silva, Días rojos, verano negro, p. 110.
Sin embargo, algún éxito parece haber tenido la estratagema patronal. Boratto recordará después, con amargura, que
Varios de mis mismos compañeros, los mismos que me adulaban en las asambleas y que se encontraban entre los que rodeaban a ese… “Santacruz” y jamás (esto me avergüenza) jamás han tenido la hombría para rebatir a ese asqueroso “rufián” (…) ¡Vergüenza! ¡Cobardes! Tal vez habríais tenido la osadía de atentar contra un hombre y no habéis tenido contra ese perro…
La huelga en los Talleres de Vasena y la Semana Trágica, Talleres Gráficos “La Protesta”, Buenos Aires, 1919.
Para entonces, corrió la noticia de que un numeroso grupo de obreros había desconocido a la Comisión de Huelga, y que había recurrido al comisario Montaña para gestionar una audiencia con el presidente Yrigoyen, con el objeto de entregarle un petitorio solicitando su intervención, para que Vasena reabriera los talleres. Metalúrgicos Unidos desmintió que dicha comisión fuera integrada por obreros auténticos, sino por crumiros y matones, y aseguró que la encabezaba el propio comisario Montaña.
Hacia fines de mayo de 1919, Boratto cayó enfermo y quedó en cama. En esas circunstancias, el 8 de junio se presentó en su domicilio un oficial de policía, solicitando su presencia en el Departamento Central para entrevistarse con el comisario de órdenes. El delegado, aunque enfermo, accedió a acompañar al oficial; pero el comisario nunca apareció. Lo dejaron esperando hasta la una de la mañana, y entonces le comunicaron que quedaba detenido. Enterado de esta situación, el Partido Socialista designó un abogado para ocuparse de su defensa, y pronto recuperó su libertad; quiso entonces buscar trabajo para alimentar a su familia, pero era demasiado conocido como delegado general de la casa Vasena, y ningún taller quiso tomarlo. A los pocos días fue detenido nuevamente, esta vez acusado de homicidio y otros cargos durante el desarrollo de la Semana Trágica, en particular en la jornada del 9 de enero, durante los combates ocurridos en la esquina de Cochabamba y Rioja.
Clorinda Boratto recuerda con amargura los días en que su padre estuvo preso:
Mi mamá tenía que ir a pie hasta el Departamento de Policía con mi hermanito de la mano, pobre. Iba todos los días. A mí me llevó una vez; no estaba en un calabozo, era como una oficina. Aunque tal vez lo llevaban ahí cuando venía mi mamá a verlo. Lo único que sé es que cuando estaba preso estábamos muertos de hambre, viejo, no había nadie que nos traiga un pan. Ni siquiera un compañero… De eso hablaba con mi mamá, eso sí me acuerdo… y decía “¿Cómo, tanto que él expuso la vida y la de los hijos —porque la verdad, así era— y que nadie se acerque?” Eso es ser traidor, porque podían haber venido aunque sea con un kilo de papas…
Entrevista del autor a María Clorinda Boratto, 6 de enero de 2004.
La causa contra Boratto estaba plagada de testigos falsos, no obstante lo cual pudo demostrar que, a la hora en que ocurrieron los hechos que le imputaban, él se encontraba en Pompeya acompañando el cortejo fúnebre de las primeras víctimas de la Semana Trágica, con lo cual fue sobreseído. Para entonces la segunda huelga de la casa Vasena había sido completamente derrotada, y él se había quedado sin empleo y sin amparo de ninguna clase. Estuvo preso unos dos meses, y sin trabajo durante cerca de un año. En ese tiempo escribió su folleto “La huelga en los Talleres de Vasena y la Semana Trágica”, editado por los Talleres Gráficos “La Protesta”, según anunció La Protesta en febrero de 1920:
LA HUELGA EN LOS TALLERES DE VASENA Y LA SEMANA TRÁGICA Acaba de aparecer este folleto escrito por el compañero Mario Boratto, ex delegado general de los talleres de Vasena, durante la huelga que dio origen a la semana trágica de enero. El autor pide a las organizaciones obreras y compañeros que hayan hecho pedidos de esos folletos y no los hayan recibido, vuelvan a reiterar las cantidades que desean, dirigiéndose a La Protesta. El ejemplar vale 20 centavos. Comprando por cantidad mayor, se dará al precio de 15 centavos.
La Protesta n° 3811, Buenos Aires, 22/2/1920.
Después de todas estas experiencias, Boratto ya no volvió a la lucha gremial. Posteriormente se mudó con su familia al barrio porteño de Villa Urquiza y consiguió un empleo en el Arsenal de Guerra, en horario nocturno. Un tiempo después logró comprarse un automóvil,
…un cochecito de ésos de antes, que tenía la capota que se ponía y se sacaba. Papá trabajaba de noche en el Arsenal, y de día, cuando se levantaba a eso de las cinco de la tarde, después de tomar unos mates, trabajaba como taxista unas vueltitas. Paraba en la estación Urquiza, y tenía un muchacho que le hacía la noche; así se fue levantando.
Entrevista del autor a María Clorinda Boratto, 6 de enero de 2004.
A Boratto le gustaban las plantas, y cuidaba con esmero su jardín; mantenía la cerca de ligustrina muy bien podada, y tenía limoneros, duraznos y nísperos. Su hija Clorinda esperaba a que él se fuera a trabajar, para llevar a los chicos del barrio a treparse a los árboles a escondidas; pero estos arrancaban los frutos torpemente. Una vez, al regresar del trabajo, Boratto encontró rastros del pillaje infantil en sus árboles: “Los chicos, al sacarlos, rompían las ramas del árbol, y no le dimos importancia. ¡Para qué! Cuando vino y vio las ramas rotas, mi viejo casi me mata. ¡Y calzaba 45! Cuando se enojaba, pegaba duro…”
Tiempo después pasó a ser chofer, de impecable uniforme con polainas, del senador radical por Tucumán Alberto Aybar Augier; y volvió a mudarse con su familia, a la calle Jorge Newbery. Pero algo andaba mal en el matrimonio con Juana, según apuntaba su hija Clorinda:
En ese tiempo empezó a hacerse el bonito, se puso muy mujeriego… yo no sé qué pasó. Le agarró la locura, y se separaron. Los hijos ya éramos grandes, yo tenía 18 o 20 años. El se fue a vivir por Boedo y México, y después se fue me parece que a Tandil. Papá se había ido a Tandil porque tenía una pareja, con hijos y todo…
Entrevista del autor a María Clorinda Boratto, realizada el 6 de enero de 2004.
Estas palabras de Clorinda permiten datar el momento de la separación entre los años 1929 y 1931; y su afirmación de que Boratto había comenzado una nueva vida en pareja, es corroborada por Graciela Montoya y Susana Boratto, nietas a su vez del ex delegado general de los Talleres Vasena. Según sus testimonios, Boratto se unió a María Ignacia Peralta, natural de Mercedes, Corrientes, con quien tuvo otros tres hijos: Mario Alejandro en 1930, Ignacio Isidro en 1932, y Claudina María en 1935.
Mario y María Ignacia se instalaron en Santa Rosa, en el entonces Territorio Nacional de La Pampa, donde nacieron sus tres hijos. Él consiguió empleo —vaya contrasentido— como mecánico de la policía territorial pampeana. Su nieta Graciela Montoya recuerda que, por los años setenta,
Era un hombre muy elegante, siempre peleándola, que tenía muchos amigos y conocidos, a quienes visitaba con frecuencia. Siempre tenía tema de conversación, leía los diarios y estaba informado siempre de todo. A veces, en alguna conversación con los mayores, hablaba de la Semana Trágica y de Vasena, pero yo era muy chica y no prestaba atención a esas conversaciones. También fue uno de los primeros socios de la Cooperativa Eléctrica de Santa Rosa.
Entrevista del autor a Graciela Montoya, 29 de septiembre de 2021.
La historia de la Cooperativa Popular de Electricidad, Obras y Servicios Públicos de Santa Rosa Limitada, creada en los años treinta, es la historia de unos simples vecinos que quisieron romper el monopolio de la norteamericana compañía Sudam, que cobraba tarifas abusivas por el consumo eléctrico. Todo fue hecho a pulmón, soportando la presión de la Compañía y la indiferencia del gobierno; pero triunfaron. Mario Boratto se hallaba, nuevamente, en su elemento.
Con el paso de los años, Boratto empezó a tener problemas del corazón. Tuvo un infarto y estuvo mucho tiempo internado, hasta que finalmente falleció, a los 88 años de edad. Uno de los hijos de su segundo matrimonio, Ignacio Isidro, continuó en parte la tradición del padre: fue uno de los delegados por el Sindicato Petrolero de Córdoba en las negociaciones del convenio colectivo de trabajo, celebradas en febrero de 1989. Toda una saga familiar.
Obra
- “La huelga en los Talleres de Vasena y la Semana Trágica”, Buenos Aires, Talleres Gráficos “La Protesta”, 1919.
Cómo citar esta entrada: Silva, Horacio Ricardo (2021), “Boratto, Mario”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org