ARENAS ROBLES, Celedonio Enrique (Iquique, Región de Tarapacá, Chile. 1894 – Iquique, Chile, 1928)
Obrero tipógrafo, fundador del Centro Anárquico “La Brecha” (Iquique, 1915), forjador de la Imprenta “El Progreso”, director del periódico El Surco y la revista El Sembrador (Iquique y Valparaíso).
Pocos luchadores en la historia del movimiento anarquista en la región chilena tuvieron la perseverancia y dedicación que mostró en todo momento Celedonio Enrique Arenas Robles. Su aporte fundamental se dio en el ámbito de la letra impresa, ya fuera trabajando en la Imprenta “El Progreso” que él había gestionado, o escribiendo y difundiendo el periódico El Surco (Iquique, 1917-1926) o la revista El Sembrador (Iquique, 1922-1924, Valparaíso, 1925-1927). De ahí que se le recuerde como un hombre de “una línea de conducta sin dobleces” y de “una perseverancia hasta hoy inigualada”, que “todo lo dio por las ideas: trabajo, salud y hasta la vida” (Grupo Libertad, Presencia anarquista, La Calera, 1959).
Nació el año 1894 en Iquique, en el seno de una familia obrera. Poco se sabe aún de su vida privada y familiar. Como la gran mayoría de los trabajadores de la época, la formación de Celedonio asumió los caracteres autodidactas predominantes en el mundo de la sociabilidad obrera de aquellos años. Su gran escuela fue el gremio de las Artes Gráficas de Iquique, donde al calor de las distintas actividades fue forjando la que se rebelaría como toda una personalidad en el mundo obrero de la región chilena.
Sus primeras influencias fueron sindicalistas y socialistas. Entre 1913 y 1917 Arenas participó en el grupo editor del periódico El Proletario, del Sindicato de Cargadores de Iquique. Allí, desde una posición sindicalista, combatía a los anarco-comunistas integrantes del gremio. Lo mismo hacía desde las mismas columnas del periódico socialista fundado por Luis E. Recabarren Serrano (1876-1924) y Elías Lafertte (1886-1961), El Despertar de los Trabajadores (Iquique, 1912-1927), donde Arenas colaboraboró en un principio. Parece que el tiempo que Arenas permaneció entre éstos le dio oportunidad de compenetrarse de las tendencias de los unos y de los otros. Según informaba años después La Antorcha de Buenos Aires, confrontadas ambas ideas en su conciencia, aceptó aquella que sostenía una más alta concepción del individuo y de las cosas, y un sentido humanista más amplio (La Antorcha n° 291, Buenos Aires, 14 de junio de 1929).
Fue así como el 17 de noviembre de 1915 fundó el Centro Anárquico “La Brecha”. Desde un comienzo participaron activamente en esta iniciativa connotados anarcosindicalistas de la zona como el tipógrafo José Federico Cortés, los estibadores Tolentino Frías (n. 1890) y Benjamín Frías Yévenes (n. 1888), los lancheros Juan Tavilo (n. 1888) y Manuel Jesús Véliz (n. 1876); luego se sumó el español Ramón Rusignol (expulsado del país en 1920 en virtud de la Ley de Residencia). Con el tiempo, el Centro adquirió una prensa propia llamada “El Progreso”, en la cual Arenas imprimió uno de los órganos de propaganda anarquista más importantes del periodo: El Surco (Iquique, 1917-1926). Aunque en un principio contó con la colaboración de Julio Rebosio Barrera (Lima, 1888-Santiago, 1920), él mismo terminó encargándose de las ediciones, la impresión y hasta de su distribución. No exageraba el propagandista y dramaturgo argentino Rodolfo González Pacheco (1883-1949) cuando se refería a Celedonio señalando que durante mucho tiempo prácticamente “él era El Surco” (Rodolfo González Pacheco “Carteles. Enrique Arenas”, La Antorcha n° 273, Buenos Aires, 6 de julio de 1928).
Desde un comienzo esta publicación fue objeto de la represión. No había logrado sacar muchos números cuando, en el marco de la huelga de los obreros marítimos que luchaban contra el decreto de fotografía forzosa, fue clausurado el local del Centro La Brecha, siendo detenidos Arenas y Rebosio. Y ya un año antes, hacia junio de 1916, había sido detenido junto al mismo Rebosio a raíz de un movimiento huelguístico iniciado por el Sindicato de Cargadores de Iquique.
Desde fines de 1917 y hasta comienzos de 1919, la publicación de este órgano se mantuvo más o menos constante. Entonces, tras dictarse el Estado de Sitio producto de la efervescencia social, las hordas patrióticas asaltaron el local de la Imprenta “El Progreso” y del Centro Anárquico “La Brecha”. Fueron detenidos varios obreros, entre ellos Celedonio Arenas, acusado de “antipatriota” y “vendido al oro peruano”. Según un comunicado aparecido en Verba Roja, Celedonio vivía una situación por demás complicada, pues tenía familia. Pero no era el único preso, la mayoría de los anarquistas antes señalados, también permanecían en prisión, acusados de “sedición”, al repartir propaganda antimilitarista, y antipatriótica.
Recién hacia julio de 1919 dejaron libre a Celedonio Arenas. Y en septiembre volvió a publicar El Surco. En primera plana, bajo el título de “Proyectiles, Proyectiles!”, escribía Arenas:
“El Ogro gubernativo es insaciable; nuestra prisión no le bastaba; necesitaba algo más; y, el taller tipográfico donde se editaba esta hoja fue secuestrado conjuntamente con libros, periódicos y folletos. Libros, periódicos y folletos que los ‘guardadores’ de la propiedad privada no nos devolverán ¡ladrones!Pero todo ha sido inútil. Creyeron aplastarnos y nos han dado más vida, más valor, más energía para la nueva cruzada.
(El Surco n° 20, Iquique, 18 de septiembre de 1919).
¿Qué nos importa nuestra prisión y el secuestro de la imprenta, si en el corazón y en el cerebro bulle el fuego de la idea? Que nos importa todo eso, si ya estamos de nuevo con los pies en los estribos y las espuelas en los ijares de la Idea? Nada! El hambre, el dolor y la infamia fue mucho, y no fue nada”.
Y hacia octubre se anunciaba una conferencia titulada “La labor que las organizaciones deben desarrollar”, a desarrollarse en el local de la Federación Obrera de Chile (FOCH), auspiciada por el Gremio de Lancheros y secundada por el Gremio de Cargadores y la Federación Obrera de Chile (sección Tarapacá).
Y hacia octubre se anunciaba una conferencia titulada “La labor que las organizaciones deben desarrollar”, a desarrollarse en el local de la Federación Obrera de Chile (FOCH), auspiciada por el Gremio de Lancheros y secundada por el Gremio de Cargadores y la Federación Obrera de Chile (sección Tarapacá).
Por estas vías, entonces, Celedonio Arenas trataba de combatir las brutalidades patrióticas y a la vez formar mentes libres. Los espacios de sociabilidad obrera como la Federación de Artes Gráficas, los sindicatos de Lancheros y Cargadores, la librería del español Manuel Peña (expulsado de Chile en virtud de la Ley de Residencia en 1920), estaban en la mira de las autoridades, y ante cualquier movimiento, pasaban a constituirse en blancos del ataque.
Por entonces, el Intendente de Tarapacá enviaba una nota al Ministro del Interior, junto con los ejemplares de los periódicos El Despertar y El Surco, donde señalaba:
“Si no fuera por la acción de los agitadores todos los movimientos obreros se producirían y terminarían en forma parecida (rápida y pacíficamente, con un acuerdo entre patrones y obreros).Pasando a la cuestión de los impresos subversivos, diré a Ud. que es necesario a toda costa, para la tranquilidad de la provincia, que estos periódicos si es posible no se publiquen. Últimamente he enviado a la justicia un ejemplar del Surco, diario que se titula en letras llamativas anarquista, y que continuará en su propaganda revolucionaria. Su señoría se quedará admirado de su lectura, pues en este número ataca a todas las autoridades y predica el asesinato y la destrucción.
(Archivo Histórico Nacional, Fondo Ministerio del Interior, Vol. 5569, Del Intendente de Tarapacá al M. del Interior, 1919).
En vez de contemporizar con el proceder de los mismos huelguistas que facilitan la movilización de trenes con víveres, agua y artículos de primera necesidad por sus compañeros de la pampa El Despertar condena enérgicamente esta conducta y se expresa en la forma inmoral inaceptable que Ud puede leer en las columnas subrayadas.
Es indispensable, pues, que las Cámaras dicten una ley con respecto a estos abusos de la imprenta, y que se complete con otras disposiciones de manera que las colectividades puedan obrar rápida y eficazmente en estos casos para contrarrestar el anarquismo y el maximalismo que poco a poco va invadiendo nuestro país.
La acción del Intendente que denuncia cada exceso de estos periódicos debe contar con el apoyo de los señores jueces y de la Corte de Apelaciones.
Afortunadamente, la I. Corte de Santiago acaba de sentar jurisprudencia en caso análogo declarando que estas incitaciones subversivas caen bajo la prescripción del Código Penal y no de nuestra añeja ley de imprenta.
De lo contrario, si esta obra malsana, por falta de sanción, continuara impunemente, las autoridades no tendrán medios para garantizar el orden público y sería estéril su labor y sus mejores esfuerzos.
La gravedad del momento impone pronta adopción de medios de salvación social que hagan más efectiva la labor administrativa y eviten que en esta y demás provincias el ejemplo de Antofagasta y de Punta Arenas encuentren imitadores”.
Días después se presentaban en casa de Celedonio dos agentes de la sección de investigaciones provistos de una orden de aprehensión y allanamiento por “publicaciones contrarias a las buenas costumbres”, ordenada por el juez Luis Bucher, del 2º Juzgado de Iquique. Según informaba El Surco:
“Lo que sirve de base para el proceso que se le sigue a nuestro compañero es un artículo aparecido en El Surco n° 26, en el cual se pone de relieve la actuación del ejército en las huelgas y se aconseja a los obreros emplear el sabotaje si la empresa se resiste a ceder a las peticiones formuladas. La Imprenta de Celedonio pasaba a constituirse de este modo en un foco contrario a las buenas costumbres y a la Seguridad Interior del Estado ‘por llamar a sabotear a la empresa ferroviaria si no cumplía sus compromisos con los trabajadores y criticar el accionar represivo del Ejército’”.
(El Surco, Iquique, 28 diciembre de 1919; 20 de febrero de 1920).
Arenas debió soportar 50 días más en prisión, al cabo de los cuales salió en libertad bajo fianza. Como en una guerra sin cuartel por la libertad de pensamiento, pocas semanas después aparecía nuevamente El Surco. Mientras tanto seguiría el proceso en su contra por sedición, abuso de libertad de imprenta y asociación ilícita.
Hasta entonces todas estas persecuciones y amedrentamientos no habían conseguido sacar de circulación este ariete de la propaganda ácrata en el norte. El Surco se las arreglaba para seguir en pie. Ello, hasta abril de 1920, mes en que fue deportado el librero Manuel Peña. El Centro “La Brecha” y los sindicatos de resistencia llamaron a un paro de 24 horas, ocasión que dio pretexto a las hordas patrióticas para asaltar una vez más la pequeña prensa de Celedonio, dejándola inutilizada por varios meses.
No sabemos cuánto tiempo permaneció en prisión. En Mar y Tierra de Valparaíso se reconocía por entonces la labor del propagandista y se le enviaban recursos: “Así probaremos que en el sur sabemos reconocer el sacrificio de los Mártires, que como Celedonio Arenas, todo lo sacrifican en aras de los explotados y del sublime ideal anarquista” (Mar y Tierra, Valparaíso, 17 de abril de 1920). El Surco dejó de aparecer, hasta marzo de 1921.
Hacia 1921 Celedonio Arenas era Secretario General de la Federación de Obreros de la Imprenta de Chile (FOIC), sección Iquique (Muñoz Cortés, 2012, nota 402).
Hacia agosto de 1922 Celedonio Arenas comenzaba una nueva aventura, la revista El Sembrador, órgano mantenido por él mismo, quien ya comenzaba a establecer amplios contactos internacionales, especialmente con los grupos La Protesta y la Editorial Argonauta, Nuestra Tribuna y el Grupo de Propaganda Internacional de la Argentina; La Antorcha de Bolivia; El Hombre de Uruguay; grupos de Estados Unidos (especialmente con José Chamorro, “José Marinero”) y algunos grupos españoles, especialmente con el fundador de la Revista Blanca, Federico Urales (seudónimo de Juan Montseny Carret, 1864-1942). Celedonio Arenas intercambió prolífica correspondencia con Urales, así como con Diego Abad de Santillánhttp://americalee.cedinci.org/portfolio-items/la-protesta/ (seudónimo de Sinesio Baudilio García Fernández, 1897-1983), quien se encontraba por entonces en Berlín. Los intercambios también fueron también intensos con la Biblioteca Acracia de Tarragona, el Sindicato Único de Alimentación de Zaragoza y con Generación Consciente, entre otros grupos.
En cierto modo prosiguió con la labor que tiempo antes emprendiera la librería de Manuel Peña, la cual servía como centro distribuidor de propaganda escrita y mantenía permanentes contactos con algunos grupos editoriales anarquistas de la región ibérica. Con la confianza de editoriales de Argentina y España, poco a poco el grupo nucleado en torno a la revista El Sembrador y el Centro Anárquico “La Brecha” (ambas iniciativas promovidas por Arenas), se convirtió en el centro distribuidor de la zona norte, abasteciendo de material cultural a los grupos de Perú, norte de Argentina y Bolivia. En este último caso, fueron estrechos los contactos entre Arenas y el líder anarquista boliviano Luis Cusicanqui Durán (1894-1977).
En el ámbito local, Celedonio Arenas permaneció en contacto con los gremios (especialmente el Sindicato de Cargadores) imprimiendo sus volantes y demandas. Hacia enero de 1923 recibió una acusación de haber impreso un manifiesto contra el Gobernador Marítimo, lo que le costó una multa de 50 pesos. Pero el golpe más grave llegó en octubre de ese año cuando, en el marco de la huelga general de los gremios de rivera contra el Gobernador Marítimo por el despido del dirigente de la Unión Local de la IWW Francisco Miranda López (1877-¿?) y la supresión del sistema de redondilla de las faenas. Este sistema de organización laboral permitía tener el control a los gremios obreros sobre la coordinación de los turnos de trabajo y las plazas disponibles. La huelga se extendió en Iquique durante 88 días, generándose violentos enfrentamientos entre los huelguistas y los “crumiros”. Dos rompehuelgas fueron asesinados, acción que aprovechó la autoridad para culpar a los IWW. El 4 de octubre de 1923 la policía allanó el local del Sindicato de Cargadores, espacio en el que se encontraba la prensita. Una vez más, ésta fue destruida y sus encargados detenidos.
“Eran más o menos las 9.30 de la noche del día jueves 4 y en ambos locales, el de la IWW y el del gremio de Jornaleros que están casi al frente el uno del otro, se encontraban charlando varios compañeros, cuando intempestivamente, sin presentar la orden y sin leerla como es de rigor en estos casos, penetró una horda de forajidos capitaneada por el Prefecto Souper, mientras por otro lado un pelotón de policías armados de carabinas y desplegados en línea de tiradores, apuntaban a la cabeza de los indefensos obreros […]. Se hizo un prolijo registro en todos los departamentos en busca de la misteriosa dinamita, y con el pretexto éste se llevaron toda la literatura que había, los papeles y los libros de la biblioteca. Lo que no quisieron llevar, lo destrozaron. Cuando las hordas llegaron a la pieza donde se encuentra el pequeño tallercito de imprenta, un grito de júbilo salió del hocico de las fieras: el cuarto poder del Estado estaba bajo sus garras. Fue este, quizás, el hecho más culminante. El Prefecto reclamó su puesto de honor, y él, personalmente, se encargó de la obra civilizadora de empastar la imprenta, ensañándose con satisfacción felina con los tipos, las cajas y los tarros de tinta, formando todo un montón de despojos, restos de lo que momentos antes era un pequeño tallercito de imprenta, montado penosamente por un puñado de hombres”.
(El Sembrador, Iquique, 20 de octubre de 1923, resaltado en el original).
A comienzos de 1924 la prensa parecía no resistir una nueva reparación y el grupo inició, con apoyo de algunos compañeros de Argentina, la Campaña Pro Imprenta El Sembrador. Grupos de esa región habían donado “retratos de los más prominentes pensadores anarquistas”, además de libros y periódicos para las rifas y para la venta. La Biblioteca Acracia de Tarragona, en tanto, también contribuyó a esta importante labor, donando buena cantidad de “folletos i postales”, los que fueron vendidos para reunir fondos para la imprenta propia (la futura Imprenta El Sembrador de Valparaíso).
Al poco tiempo, el grupo daba a entender que no podría continuar con la edición de esta revista, en vista del precario estado en el que se encontraba su prensa:
“Nuestra prensita…, que nuestros lectores conocen por el clisé que publicamos después del asalto y empastelamiento que la policía hizo de nuestra imprenta, ha terminado su servicio, pues ha roto totalmente y en ella no puede ya imprimirse nuestro semanario.Con la quebradura de la prensa, hemos perdido el más poderoso instrumento revolucionario.
(El Sembrador n° 86, 12 de abril 1924).
¿Seguirá saliendo El Sembrador? Quién sabe. No lo afirmamos. Este número nos cuesta ingentes sacrificios; ha salido a empellones, pero aunque sea a empujones, veremos modo de sacar otros y otros… hasta que agotados, rendidos, exhaustos, nos quebremos, como se partieron los fierros de nuestra prensita.
Aunque los gastos de impresión son equitativos, no podremos hacer frente a este nuevo desembolso y la marcha del semanario se resentirá inevitablemente, si es que no desaparece.
La única esperanza que tenemos es que los anarquistas de Antofagasta nos faciliten la prensa que ellos tienen allí de lujo, que no presta ningún servicio a la revolución ni a la anarquía.
Si los anarquistas de Antofagasta se niegan a poner la prensa al servicio de nuestro ideal, El Sembrador, por muchos esfuerzos i sacrificios que hagamos, no logrará sobrevivir”.
Entonces Celedonio Arenas, decidió emprender rumbo al sur, realizando una intensa gira de propaganda por los distintos pueblos y oficinas salitreras. Llegando a Santiago, apoyaron la idea de los sindicatos autónomos de fundar la Federación Obrera Regional Chilena (FORCH), definida como “federalista” en contraposición a lo que ellos denominaban el “centralismo” de la IWW. Esta postura de Arenas con respecto a la IWW tuvo sus orígenes al amparo de los prolíficos contactos con los grupos argentinos, especialmente con La Protesta y la FORA. Pero definitivamente las críticas hacia la IWW abundaron de la derrota de la huelga general de octubre de 1923, tras la cual perdieron el control del sistema de la redondilla. A partir de ahí se produjeron las divisiones entre los grupos anarquistas iquiqueños y por extensión, el desbande del movimiento en toda la región chilena. Arenas se convirtió en uno de referentes máximos de los ataques a la IWW y con frecuencia se vio envuelto en ácidas polémicas con los principales wooblies, espacialmente con Armando Triviño Velasco (1895-1977).
Hacia 1925 encontramos a Celedonio definitivamente instalado en Valparaíso, en donde se hizo realidad el sueño de una Imprenta propia, llamada El Sembrador, en la cual imprimió el periódico del mismo nombre, y del cual fue director (El Sembrador, 2ª época: Valparaíso, 1925-1927). Por la misma imprenta además salían a luz una serie de órganos gremiales, como La Aguja (del gremio de sastres de Valparaíso, 1924-1925), El Obrero Gráfico (de la Federación de Obreros de Imprenta de Valparaíso, 1926-1927). Pero además se reprodujeron una serie de folletos, como “Generación Consciente” y “¡Huelga de Vientres!”, “dos obritas de indiscutible utilidad para todos, pues tratan de la procreación consciente, es decir, evitar los embarazos no deseados”. Su difusión fue enseguida objeto de censura por parte de las autoridades, por atentar “contra la moral, las costumbres honestas, la dignidad y el progreso de la patria… y que si insistíamos en repartirlo pagaríamos 2.000 pesos la multa…. ¿Qué tal?” (El Sembrador n° 13, Valparaíso, 20 de noviembre de 1926).
Durante la Dictadura de Ibáñez (1927-1931), su querido El Sembrador desapareció, siendo allanado su local. Fue el último allanamiento que debió soportar. Murió en Iquique al año siguiente (1928) a causa de una tuberculosis que le afectaba hacía años. Tenía tan solo 34 años. De este modo Celedonio vivió su anarquía, realizando una amplia labor cultural, aunque la “república” no lo librara de reiteradas prisiones.
Años después (1941-1959), en Valparaíso se conformó un Grupo de propaganda anarquista bautizado con su nombre.
Cómo citar esta entrada: Lagos Mieres, Manuel André (2020), “Arenas, Celedonio”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org