ALLENDE GOSSENS, Salvador Guillermo (Santiago de Chile, 26/6/1908 – Santiago de Chile, 11/9/1973). Apodo: Chicho.
Médico y político socialista chileno, ministro, diputado, senador y presidente de su país entre 1970 y 1973, impulsor de la “vía chilena al socialismo”.
Orígenes
Fue el tercero de seis hijos del matrimonio Salvador Allende – Laura Gossens (1898), dos de los cuales fallecieron al nacer. Proviene de dos vertientes familiares bien diferentes. Por el lado paterno, desciende de una antigua familia de clase media alta, de tradición laica y con destacada actividad pública desde los tiempos de la Independencia, cuando dos de sus antepasados combatieron en el ejército patriota. Su abuelo, Ramón Allende Padín, fue muy conocido por haber sido Gran Maestre de la masonería en Chile y por su labor como médico, especialmente durante la guerra del Pacífico (1879-1883). Se preocupó además de la educación y participó en política, como diputado por Santiago y luego senador suplente por Copiapó, por el Partido Radical. Su funeral constituyó un acontecimiento público. El padre, Salvador Allende Castro, fue también radical y masón, aunque sin alcanzar actuación pública destacada; su único gesto político conocido fue el haber combatido en la guerra civil de 1891, en el bando opositor a Balmaceda. De profesión abogado, desempeñó varios cargos públicos de importancia en las cortes de apelaciones de distintas ciudades. Por el lado materno, la herencia fue distinta: su madre fue una mujer muy católica, Laura Gossens Uribe, descendiente de un comerciante belga de ideas conservadoras, llegado a Chile en los años 1870, casado con Laura Uribe, proveniente de una familia de origen vasco. Estos antecedentes indican que Allende provenía de “una familia de contrastes”, lo que puede explicar su falta de prejuicios y su versatilidad, su capacidad en colaborar con personas de distintos horizontes ideológicos (Veneros, 21). Sobre su lugar de nacimiento existe una controversia. Allende siempre afirmó haber nacido en Valparaíso, el principal puerto de Chile. Sin embargo, de acuerdo a informaciones detalladas de uno de sus biógrafos (Amorós, 26) había nacido en la casa familiar, situada en Avenida España 615, en Santiago, el 26 de junio de 1908.
Infancia y juventud
Allende pasó gran parte de esta etapa en distintas ciudades de Chile, adonde la familia se mudaba por el trabajo de su padre, entre ellas Tacna (que a comienzos del siglo XX aún estaba bajo la soberanía chilena), Valdivia, Iquique, Valparaíso y Santiago. Cursó la enseñanza media en dos establecimientos públicos de prestigio, el Liceo Eduardo de la Barra de Valparaíso y el Instituto Nacional de Santiago. Hizo voluntariamente el servicio militar en el regimiento Coraceros de Viña del Mar, obligación que muchos jóvenes de familias de clase media y alta esquivaban. Fue conocido por su afición a los deportes. En 1926 ingresó a la Universidad de Chile para cursar, como su abuelo, la carrera de medicina. Vivió en distintas pensiones para estudiantes en el barrio de Recoleta, cercanas a la universidad. Su familia entonces vivía en Viña del Mar y no le daba mucha ayuda económica, ya que el padre, en sus últimos años, cayó enfermo de diabetes y sus ingresos habían disminuido. Allende debió trabajar para mantenerse, logrando ser ayudante de dos de sus profesores y enseñando en escuelas vespertinas. Tenía ya una cierta cultura política de izquierda, modelada por la influencia de un carpintero anarquista de origen italiano, Juan Demarchi, que conoció en Valparaíso, y más tarde por su participación en grupos de estudiantes en Santiago, que leían obras marxistas. Simpatizó con el entonces presidente Arturo Alessandri, quien se presentaba como un líder preocupado por las condiciones de vida de las clases bajas, y que trataba de impulsar leyes sociales. Fue opositor a la dictadura del coronel Carlos Ibáñez (1927-1931) y participó en el grupo “Avance” formado por estudiantes universitarios de ideas de izquierda, sobre todo comunistas (Roberto Alvarado, Óscar Waiss, Tomás Chadwick, Juan Picasso, René Frías Ojeda), llegando a figurar como uno de sus líderes, ocupando el cargo de vicepresidente de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) en 1931, pero fue expulsado del grupo por oponerse a la formación de un “Soviet”, que juzgaba algo inadecuado. En 1932 apoyó a la efímera “República socialista”, dirigida por el futuro fundador del PS, el coronel Marmaduke Grove. A la caída de éste, fue arrestado durante un breve período, junto a Eduardo, hermano de Grove y cuñado suyo, al casarse con su hermana Inés. Mientras estaba detenido falleció su padre. Ese mismo año se tituló de médico con una memoria titulada “Higiene mental y delincuencia”. Se instaló en Valparaíso para ejercer su profesión y trabajar políticamente con los grupos socialistas de la época.
Carrera política y el Partido Socialista
Ya en Valparaíso, trabajó entre 1933 y 1937 como médico en el Hospital Van Buren, haciendo autopsias. Paralelamente, se dedicó al trabajo político en favor del Partido Socialista (PSCh), fundado en abril de 1933 como resultado de la fusión de varios grupos de esa corriente. Según dos de sus biógrafos (Martínez, 111 y Amorós, 56) no fue uno de los fundadores del partido, pese a sus afirmaciones posteriores en ese sentido. Pero fue miembro muy activo, participando en la milicia socialista, grupo de choque del partido, que tenía frecuentes batallas con los “nacis” (apelación de los militantes del partido nacional socialista chileno) en la década de 1930, y sufrió la represión del gobierno de Arturo Alessandri, que lo relegó a Caldera, localidad al norte de Chile, a unos 700 km de Santiago, durante varios meses, en 1935, sin otra acusación que la de su militancia partidaria. Ese mismo año ingresó a la masonería, siguiendo los pasos del abuelo y del padre. En 1937 fue elegido diputado, y en el año siguiente dirigió la campaña del Frente Popular en Valparaíso, que llevó al poder al radical Pedro Aguirre Cerda y al PS como partido aliado del gobierno. En 1939 fue nombrado Ministro de Salud, lo que lo obligó a dejar su cargo de diputado. Durante ese período se casó con Hortensia Bussi, profesora de historia, con quien tuvo tres hijas, dos de las cuales hicieron una carrera política. Ejerció como ministro hasta 1942, dedicándose a laborar un vasto plan de salud pública, mostrando especial preocupación por combatir las enfermedades venéreas, el alcoholismo y la mortalidad infantil, temas que había estudiado en su tesis para obtener el título de médico, y que había publicado en 1939, bajo el título La realidad médico-social de Chile. En 1943 fue elegido secretario general del PS, cargo que mantuvo solamente hasta el año siguiente, cuando su partido prefirió elegir en su lugar a Raúl Ampuero, que sería uno de sus rivales durante largos años. Posteriormente fue elegido cuatro veces como senador, en 1945 por las provincias sureñas de Valdivia, Llanquihue y Chiloé, en 1953 por Tarapacá y Antofagasta, en 1961 por Valparaíso y Aconcagua y en 1969 por Chiloé, Aisén y Magallanes. Su triunfo en Valparaíso fue notable, ya que todos los antecedentes indicaban que la izquierda tenía muy pocas posibilidades de victoria, pero Allende obtuvo una votación tan alta que hizo triunfar además a su compañero de lista, el comunista Jaime Barros. Fue presidente del Senado entre 1966 y 1969. Entre sus actuaciones en el Senado, debe recordarse su voto contrario al proyecto de Ley de defensa permanente de la democracia (conocida como “Ley maldita”) en 1948, que fue aprobada con los votos de la derecha, del Partido Radical y de algunos socialistas, instrumento con el que el gobierno del radical Gabriel González Videla declaró ilegal al Partido Comunista (PCCh). A comienzos de los años 1950 intervino muchas veces para proponer la creación de un Departamento del cobre, con atribuciones para diversificar las ventas de ese mineral en distintos mercados, a fin de atenuar la dependencia de Estados Unidos.
Campañas presidenciales
Allende fue cuatro veces candidato a la presidencia. Su primera tentativa se realizó en 1952, como candidato del Frente del Pueblo, alianza entre el PC (PCCh), que en ese momento era un partido ilegal, y el PS de Chile (PSdCh), una fracción socialista, ya que el partido estaba dividido (la otra fracción, el Partido Socialista Popular (PSP), apoyó al ex dictador Carlos Ibáñez, que ganó la elección). Obtuvo solamente el 5,45% de los votos, ocupando el cuarto y último lugar, pero tuvo el mérito de lanzar la alianza socialista-comunista, que se había roto desde mediados de los años cuarenta. En 1958, como abanderado del Frente de Acción Popular (FRAP) formado por el PCCh y el PSCh (esta vez unido) y el Partido Demócrata Nacional (PADENA) alcanzó el segundo lugar con 28,5% de los votos, muy cerca del vencedor, el derechista Jorge Alessandri. Varios de sus partidarios hablaron de fraude, e incluso algunos le propusieron un golpe de fuerza, una insurrección popular, para exigir que se reconociera su victoria, a lo que Allende se negó rotundamente, aduciendo que Chile no era la Francia de 1789 (Puccio, 85). Pese a la derrota, había un gran entusiasmo respecto a su liderazgo, lo que se demostró en el hecho que el FRAP lo proclamó candidato a la presidencia en enero de 1963, más de un año y medio antes de la fecha de la siguiente elección, la de septiembre de 1964. Pero el resultado fue decepcionante, ya que si bien Allende logró el 38,6% de la votación, fue derrotado ampliamente por el demócratacristiano Eduardo Frei, quien obtuvo el 55% , favorecido por el apoyo masivo de la derecha, la que no presentó candidato propio. Esta nueva derrota afectó su imagen y al acercarse la elección de 1970, muchos dudaron de que pudiera ser candidato por cuarta vez. Su propio partido, el PSCh, declaró contemplar la posibilidad de la vía armada en Chile durante su congreso de Chillán, en 1967, y en esa ocasión Allende fue muy mal recibido, a tal punto que cuando quiso hablar, fue copiosamente abucheado, y no fue elegido miembro del Comité Central. Pese a ello, tras largos debates, la nueva alianza de la izquierda, la Unidad Popular, que aparte del PSCh y del PCCh, incluía ahora al Partido Radical, a la social-democracia, al Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), formado por disidentes de la Democracia Cristiana lo eligió nuevamente como su candidato a la presidencia, aunque con muy escaso entusiasmo de parte del PSCh: en la votación de los 25 delegados de ese partido, sólo 12 estuvieron a favor de que Allende fuera el candidato y 13 se abstuvieron. Durante la campaña, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), formado en 1965, mantuvo una posición ambigua, ya que no creía que el camino al poder fuera la elección, aunque finalmente dejó a sus militantes “en libertad de acción” para votar. Pese a ello, el 4-09-1970 Allende triunfó, aunque con un porcentaje inferior al de 1964, el 36,5% de los votos. Al no tener la mayoría absoluta, el Congreso debió ratificar su elección, lo que se logró con los votos de la DC, la que aceptó apoyarlo a cambio de la firma del “Estatuto de garantías” donde Allende se comprometía a respetar las libertades públicas durante su gobierno.
Ideario político
Allende se declaró marxista desde muy joven, pero destacando siempre que veía al marxismo como un cuerpo de pensamiento, no una doctrina que estuviera cimentada y que hubiera que seguir de acuerdo a un modelo predeterminado. Era muy abierto a dialogar con personas que defendían opciones políticas muy distintas a las suyas. Durante mucho tiempo mantuvo amistad con los demócratacristianos Eduardo Frei y Gabriel Valdés, compartiendo veraneos en el balneario de Algarrobo. En más de una ocasión expresó simpatía por el ex presidente Arturo Alessandri, pese a que éste lo había enviado en relegación. Antes de ser parlamentario, fue presidente del Colegio Médico, un medio donde muchos de sus colegas no compartían sus ideas. En los años cuarenta trabó amistad con el venezolano Rómulo Betancourt, entonces exiliado en Chile, quien más tarde sería presidente de su país y se mostraría muy hostil a Cuba. Tuvo también contactos y amistades con Luis Alberto Sánchez y otros militantes peruanos del Alianza popular revolucionaria americana (APRA), que en ese entonces se presentaba como un movimiento antiimperialista. Su larga militancia en la masonería (desde 1935 a 1965) le permitió frecuentar a personas de origen social muy variado, a menudo de sectores profesionales, como asimismo de militares. Allende justificó su condición de masón, en principio incompatible con la de ser marxista, argumentando que la masonería estaba basada en la fraternidad y que ese principio se oponía al capitalismo. Nunca fue un teórico, y sus ideas deben ser buscadas en sus discursos, entrevistas y en los programas de sus campañas. Sin embargo, desde mucho antes de ser candidato a la presidencia, identificó claramente las ideas que quería llevar a cabo. Ya en su tesis para titularse de médico, escrita en 1933, hablando de la relación entre el comportamiento psicológico de personas que presentan trastornos pero que influyen en las masas, había criticado el uso de la violencia irreflexiva de parte de esos dirigentes, mencionando como ejemplos a Robespierre y Marat (Martínez, 90-91). En 1948, hablando en el Senado, había dicho que “no es revolucionario el que, por la fuerza, logra transitoriamente mandar” en cambio “puede ser revolucionario el gobernante que legando legalmente al poder, transforme el sentido social y las bases económicas del país” (Amorós, 111) Y refiriéndose a la URSS: “rechazamos su tipo de organización política, que ha llevado a la existencia de un solo partido, el PC. No aceptamos tampoco una multitud de leyes que en ese país entraban y coartan la libertad individual… tampoco aceptamos la forma en que Rusia actúa en su política expansionista… (y tampoco aceptamos) la acción del capital norteamericano, fundamentalmente su penetración imperialista” (id.,113). Aunque visitó la URSS en 1954, en un viaje que se prolongó hasta China y alabó ciertos logros del sistema soviético, en el Senado criticó las invasiones de Hungría en 1956 y la de Checoslovaquia en 1968, y se declaró en favor del régimen de Tito en Yugoslavia. No debe creerse sin embargo que Allende buscaba una “Tercera posición”, cercana a la de Juan D. Perón. En una actitud claramente crítica del sistema capitalista, proponía un proyecto de transformaciones graduales, de corte “antiimperialista, antioligárquico y antifeudal”, como lo anunció en el programa presidencial durante la campaña de 1952. Su programa presidencial en esa ocasión incluía la nacionalización del cobre y la reforma agraria, aunque no la destrucción del capitalismo. En el fondo, seguía la visión del PC, que durante mucho tiempo sostuvo que en Chile y América latina no era posible buscar de inmediato la implantación de un sistema socialista, ante el escaso desarrollo de los medios de producción y el bajo nivel de industrialización. Para alcanzar esos objetivos, que siguieron presentes en las campañas presidenciales de 1958 y 1964, Allende proponía, en un documento de 1957, profundizar la democracia, ampliando el cuerpo electoral, dando el derecho a voto a los que estaban excluidos, como los menores de 21 años, los analfabetos, los soldados y los suboficiales de las fuerzas armadas (Quiroga, 167). Ello refleja una idea constante de Allende, que intentará llevar a la práctica una vez en el poder, en 1970: mejorar las instituciones existentes y emplearlas para llevar a cabo las transformaciones estructurales. Con ello, se colocaba en oposición total a quienes preconizaban la dictadura del proletariado. Durante las campañas de 1958 y 1964 Allende se apoyaba en el FRAP, que en esos años defendía la estrategia del “Frente de trabajadores”, es decir de apoyarse únicamente en las fuerzas sociales y políticas de la clase obrera y de los empleados, pero Allende fue desarrollando poco a poco la idea de incorporar otros sectores a la unidad de la izquierda. Durante la campaña presidencial de 1964, a nivel social, creó el Comité Independiente de Mujeres Allendistas (CIMA), que fue dirigido por su hermana Laura Allende, que hasta entonces no había participado en política. Estableció contactos con los trabajadores autónomos, los militares y los profesionales y técnicos. En abril de ese año firmó el “Pacto de Cautín” con representantes mapuches, comprometiéndose a hacer una nueva ley que permitiera la recuperación de las tierras perdidas en el pasado y a respetar la cultura autóctona, lo que pudo materializar durante su presidencia, en septiembre de 1972. En 1965 tomó sin embargo una decisión contraria a ese espíritu abierto, cuando renunció a la masonería, aunque este gesto quedó en una zona ambigua, ya que su renuncia no fue aceptada, con lo cual, en principio, siguió siendo miembro de la institución, y cuando fue presidente mantuvo una relación cordial con la organización. A nivel político, en 1964 hizo llamados —que no se concretaron en ese momento— a la cooperación del Partido Radical, el que se unió a la izquierda en 1969. Además, recibió el apoyo de los disidentes de la Democracia Cristiana que formaron el MAPU, todo lo cual llevó a la formación de la Unidad popular, alianza distinta al FRAP. En los años sesenta, Allende recibió una cierta influencia ideológica de la Revolución cubana: aunque continuó afirmando que Chile era un caso distinto, donde no se emplearía la vía armada, elaboró más su visión antiiimperialista, apoyando a Cuba ante Estados Unidos. Pero Allende conocía muy poco el país del norte. Lo había visitado sólo en dos ocasiones, la primera en 1941, en un viaje para participar en una reunión interamericana de expertos sobre la salud. En 1963 se le presentó la ocasión de realizar un viaje a Nueva York, invitado por la revista Monthly Review, para hablar de la “revolución pacífica”, pero la idea no se concretó. Pero Allende tenía plena conciencia de lo que significaba la dependencia y la dominación del capital exterior: en 1961 había hablado en Montevideo, en una reunión paralela a la de la Alianza para el Progreso, proponiendo una vía distinta de desarrollo para Latinoamérica, fundada en la integración y en el trabajo común para modificar los mecanismos comerciales y el régimen de precios, desfavorables para los países exportadores de materias primas (Figueroa Clark, 79). Su visión latinoamericanista se acentuó a través de sus contactos con Cuba, que visitó en cinco ocasiones, desde 1959, haciéndose amigo de Fidel Castro y de Ernesto Guevara. En 1966 fue elegido secretario general de Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), organismo creado por iniciativa de Cuba, que reunía a partidos y grupos de izquierda que a veces elegían el camino de la vía armada para alcanzar el poder. Cuando era presidente del Senado, en 1968, protegió a un grupo de guerrilleros cubanos y bolivianos que habían ingresado a Chile huyendo de la persecusión que siguió a la derrota de la guerrilla de Ñancahuazú: Harry Villegas (Pombo), Dariel Alarcón (Benigno), Leonardo Tamayo (Urbano), Inti Peredo y David Adriazola (Darío). En ese episodio participó su hija Beatriz Allende, conocida como “Tati”, quien participaba en un sector del PSCh, los “elenos”, que apoyaba directamente a ese grupo armado (Ejército Nacional de Liberación, ELN). Pese a que recibía críticas del recientemente fundado MIR, mantuvo un cierto diálogo con sus dirigentes, facilitado por el hecho que uno de ellos, Andrés Pascal Allende, era su sobrino, hijo de su hermana Laura, que fue diputada por el PSCh. Realizó contactos con otros países del Tercer mundo, especialmente con su viaje a Vietnam en 1969, donde se reunió con Ho Chi Minh.
Allende y el gobierno de la UP
No se conoce la exacta participación de Allende en la elaboración del programa de gobierno la UP en 1970, sin duda fruto de los puntos de vista de los diversos partidos de la coalición. Pero sus principales ideas eran las que Allende había siempre defendido. Aunque el concepto de acción “antifeudal” no aparecía, se hablaba de “terminar con el dominio del imperialismo, de los monopolios, de la oligarquía agraria y comenzar con la edificación del socialismo en Chile”. La nacionalización de los bancos, del cobre y la formación del “Área de propiedad social de la economía” (APS), compuesta por las empresas monopólicas y aquellas juzgadas vitales para la producción, como las grandes industrias textiles, la petroquímica y otras, constituirían el primer paso para llevar a cabo la llamada “transición hacia el socialismo”, etapa de duración indefinida, durante la cual habría una coexistencia con el sector privado, formado por empresas medianas y pequeñas. En cambio, es poco probable que Allende haya tenido la iniciativa de incluir en el programa la idea del “poder popular”, ausente en las campañas anteriores, que abriría paso a la participación directa de los trabajadores en la administración de las instituciones y en las empresas públicas.
En efecto, cuando el “poder popular” comenzó a manifestarse en forma concreta, especialmente en los momentos más críticos para su gobierno, como por ejemplo con la creación de los “cordones industriales” en 1972 y 1973, dejó bien en claro que todas esas iniciativas debían ser ejercidas en apoyo al gobierno, y no intentando ir más allá de lo que las autoridades proponían. El programa anunciaba la creación de una nueva Constitución, idea que Allende compartía, pero que jamás se concretó. Durante sus cortos tres años de gobierno, el presidente tuvo la difícil tarea de conciliar los ambiciosos objetivos del programa, que buscaba transformar el país, con la conservación del sistema institucional y el respeto a las acciones de la oposición, sin buscar romper el aparato del Estado, sino empleándolo para avanzar. Esto último era parte sin duda de la cultura política de Allende, que había hecho toda su vida política dentro de ese sistema. Es además consciente de que la única vía posible para el éxito y la sobrevivencia de su gobierno, amenazado por la oposición interna y por las presiones de Estados Unidos, era la “estrategia indirecta” (Garcés, 56-57), acumulando fuerzas para impedir las acciones dirigidas a desestabilizar su gobierno o hacerlo caer. Pero muchos han señalado que aquí se encuentra la principal falla no solamente de Allende sino de los partidos que lo apoyaban: la incapacidad en desarrollar teóricamente el modo en que ese proceso inédito, distinto al vivido por Rusia o Cuba, se llevaría a cabo (“los silencios de Allende”, según Quiroga, 220, passim). El presidente lo reconoció en su discurso a la nación el 21/5/1971, al afirmar en esa ocasión que “pisamos un terreno nuevo; marchamos sin guía por un terreno desconocido, apenas teniendo como brújula nuestra fidelidad al humanismo de todas las épocas –particularmente al humanismo marxista…”. Allende tenía gran confianza en que las nacionalizaciones y las expropiaciones de las grandes empresas, que se hicieron en el primer año de su gobierno, le darían un apoyo de masas suficiente para defender la obra de su gobierno y seguir adelante. La nacionalización del cobre, consagrada por ley promulgada en julio de 1971, aprobada por la unanimidad del congreso, hecho único en esos tres años, significó un gran triunfo y le dio una buena dosis de legitimidad. Puede pensarse sin embargo que Allende no estuvo de acuerdo con la decisión, tomada sin duda por el conjunto de los partidos de la UP, de no indemnizar a las compañías norteamericanas expropiadas y aún más, de establecer que esas empresas debían dinero al Estado chileno por haber hecho “ganancias excesivas” desde que comenzaron a explotar las minas. Ese desacuerdo se expresó en la tentativa que Allende confió a su amigo Víctor Pey, un español exiliado en Chile en 1939, de iniciar conversaciones con las empresas expropiadas, pero el PS se opuso a la idea (Amorós, 382). En el Congreso, todas las iniciativas del gobierno, salvo la del cobre, chocaban con la oposición del Partido Nacional (que reunía a los ex conservadores y liberales) y la DC, que controlaban la mayoría de los parlamentarios. Las expropiaciones de las empresas que debían formar el APS se hicieron empleando lo que la oposición llamaba “resquicios legales”, antiguos decretos-ley de 1932, que autorizaban al gobierno a intervenir aquellas empresas claves para la economía cuya producción hubiese decaído. La Democracia cristiana presentó un proyecto alternativo, apoyado por la derecha, aceptando la idea de la existencia de empresas del Estado (muchas de las cuales ya existían antes de 1970) pero siempre que las expropiaciones se hicieran por ley, y creando una nueva categoría, las “empresas de trabajadores”, que responderían a la acción social pero escaparían al control del gobierno. Allende intentó en varias oportunidades negociar con la DC, aceptando una parte de la proposición, pero nunca pudo llegarse a un acuerdo ante la negativa del PS (Amorós, 321). En julio de 1973 buscó una vez más el diálogo con ese partido, cuando ya el golpe se aproximaba, pero esta vez el fracaso se debió a la intransigencia de la DC, particularmente de Patricio Aylwin y de Eduardo Frei. Antes, el presidente había tratado de atraer a ciertas figuras de la DC, invitando a Radomiro Tomic, quien había sido candidato a la presidencia en 1970 y cuyas ideas eran cercanas a las de la izquierda, a ocupar el cargo de Ministro de minería, pero la oferta no fue aceptada. Y había mantenido buenas relaciones con el cardenal Raúl Silva Henríquez, quien actuó como mediador en el fracasado diálogo con la DC. Antes, en 1971, Allende había propuesto al cardenal el incluir a los representantes de las otras iglesias cristianas en el tradicional Tedéum que se hacía en el mes de septiembre únicamente con los católicos, idea que fue acogida y llevada a la práctica, con lo que el presidente demostró que pese a no ser creyente, respetaba las distintas iglesias y creencias.
Política internacional
Allende desarrolló una política tercermundista, ingresando al Movimiento de Países No Alineados (MPNA) y estableciendo relaciones con un buen número de estados de Europa del Este, África y Asia, como Congo, Zaire, la República Democrática Alemana, Albania, China, Corea del Norte y Vietnam. Recibió muchas visitas de personajes destacados, como el futuro presidente de Francia François Mitterrand y el secretario general del Partido Comunista Español (PCE), Santiago Carrillo. Fue entrevistado por el conocido intelectual francés Régis Debray. El viaje de Fidel Castro a Chile y su larga estadía (más de tres semanas) en el país, a fines de 1971, mostró el interés de Cuba por el proceso chileno. En un discurso en el Estadio Nacional, Castro dio su apoyo a la estrategia de Allende, aunque lanzó una advertencia sobre los peligros que acechaban a su gobierno. Inspirado por su visión de una América Latina integrada, Allende mantuvo una buena relación con Argentina, pese a que ese país estaba gobernado por el general Alejandro Lanusse y realizó una gira a Perú, Colombia y Ecuador, donde insistió en la idea de la integración latinoamericana. Su viaje más destacado fue el realizado a fines de 1972, cuando visitó México, cuyo presidente, Luis Echeverría, le brindó un amplio apoyo. Acto seguido, tuvo una muy aplaudida intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), denunciando las acciones de las compañías multinacionales a través del mundo, y reclamando el derecho de los países pequeños, como Chile, a recuperar sus riquezas básicas para iniciar otro modelo de desarrollo, rechazando aquel heredado de la condición “colonial y de dependencia”. En la etapa siguiente de su gira, Allende sufrió una decepción en su estadía en la URSS, ya que el régimen de Brezhnev le otorgó una ayuda económica muy inferior a la que su gobierno necesitaba, en un momento en que las dificultades materiales en Chile se hacían sentir cada vez más. Si bien la hostilidad de Estados Unidos era clara, tanto en el plano político como el económico, nunca se llegó a un rompimiento de relaciones. En cambio, Allende logró una actitud más bien favorable de parte de Canadá y de países de Europa occidental, que aceptaron renegociar la deuda externa chilena. Puede decirse que en el plano internacional, Allende obtuvo el máximo de apoyos que podía esperar en una coyuntura difícil, ya que varios de los países vecinos de Chile estaban en esa época dirigidos por dictaduras militares. Eso no le impidió brindar asilo a varios grupos de guerrilleros provenientes de Bolivia, Uruguay, Brasil y Argentina, que llegaron a Chile durante su gobierno, algunos en tránsito, mientras que otros se quedaron.
Allende y los partidos de la UP
En cambio, el presidente tuvo menos comprensión dentro de la UP. El PCCh fue su máximo aliado, todo lo contrario del PSCh, dirigido por el senador Carlos Altamirano, que desaprobaba abiertamente la vía institucional escogida por Allende y se opuso a todo entendimiento con la DC, lo que representaba para los socialistas una claudicación. Una parte del MAPU adoptó la actitud del PS, mientras que el PR apoyaba al presidente. Desde afuera de la UP, el MIR hacía presiones para ir más lejos en la estrategia gradualista de Allende, lo que repercutía dentro de la coalición de gobierno. Allende hizo esfuerzos por fijar una política común, sin conseguirlo: en julio de 1972 envió una carta a la dirección de todos los partidos de gobierno, a fin de establecer criterios comunes, afirmando que la Unidad Popular “tiene que ser un movimiento homogéneo”. En ese mismo texto expresaba su rechazo formal a la iniciativa de la Asamblea Popular de Concepción, organizada en mayo por el MIR y diversos partidos de la izquierda (excepto el PCCh), calificándola de tentativa de crear un “doble poder”, algo “absurdo, que demuestra crasa ignorancia o irresponsabilidad”. Jamás recibió respuesta de ninguno de los partidos (Quiroga, 463-465). En dos ocasiones, Allende lanzó la idea de formar un Partido Federado de la UP, pero este proyecto nunca se concretó. Pese a estos desencuentros, Allende nunca intentó sobrepasar a los partidos creando uno propio en torno a su persona, como lo hicieron otros líderes latinoamericanos. Este respeto de Allende a los partidos se ha prestado para que sus críticos dijeran fue un presidente sin real autoridad, prisionero de los partidos de su coalición (Vial, 69-70).
Vida privada de Allende
Luego de casarse, el matrimonio Allende-Bussi vivió varios años en la calle Victoria Subercaseaux, el sector del Cerro Santa Lucía de la ciudad de Santiago. En 1953 la familia se trasladó a una casa propia en la calle Guardia Vieja, de la comuna de Providencia. En esos lugares crecieron sus tres hijas, María Paz, Isabel y Beatriz, que fueron educadas en colegios privados, lo que le fue criticado por sus adversarios. La hija mayor (que nunca se implicó en política) fue afectada por una hemiplejia desde su nacimiento. Esa fue sin duda la razón por la cual las tres hijas comenzaron a educarse en la Maisonnette, situada en Bellavista, que era entonces un colegio privado liberal, que acogía a hijos de madres solteras y a españoles refugiados, y que era una institución pequeña, donde María Paz podía tener todo el apoyo necesario (Labarca, 65). Posteriormente, hicieron la enseñanza secundaria en el colegio británico Dunalastair, porque Allende quería que sus hijas aprendieran inglés, idioma que él mismo nunca fue capaz de manejar. Cuando fueron adultas, Isabel estudió sociología, militó en el PSCh, al igual que Beatriz, que estudió medicina. Ambas apoyaron a su padre en sus actividades políticas, especialmente Beatriz, la más cercana al presidente, acompañándolo en sus viajes a Cuba, donde conoció al que sería su marido, Luis Fernández, con quien tuvo dos hijos. Hortensia, su esposa, que había estudiado la carrera de pedagogía en historia, que no terminó, trabajaba como bibliotecaria cuando conoció a Allende, actividad que siguió desempeñando hasta 1953. Nunca tuvo militancia política, pero siempre apareció acompañando a su marido en sus campañas y posteriormente durante su presidencia, pese a que Allende tuvo varias relaciones extraconyugales. La más importante fue la que nació a fines de los años sesenta, con Miria Contreras, su vecina de la calle Guardia Vieja, conocida como “Payita”, que llegó a ser una importante colaboradora durante su gobierno, ocupando un puesto en La Moneda, y fue muy cercana a Beatriz (Labarca, 325). Al ser elegido presidente, por razones de seguridad, la familia Allende se trasladó a una casa situada en el sector más al oriente de la ciudad, en la calle Tomás Moro, donde vivió rodeado de los guardias encargados de su seguridad, el Grupo de Amigos Personales (GAP), y donde recibía visitas de políticos y otras personalidades. Entre las personas más cercanas al presidente durante ese período figuraron su consejero político, el valenciano Joan Garcés, que lo acompañó hasta el final y estuvo presente en La Moneda el día del golpe. Desde 1972 Allende comenzó a pasar una parte de su tiempo, especialmente los fines de semana, en una propiedad llamada Cañaveral, situada fuera de la ciudad, en el Cajón del Maipo, en la precordillera. Era acompañado por Beatriz, la Payita y sus amigos más cercanos, como Carlos Briones, así como por los periodistas Carlos Jorquera y Augusto Olivares (“El Perro”), que se suicidó en La Moneda el día del golpe.
El golpe y los militares
Allende trató de acercar las instituciones armadas a su gobierno, confiando cargos de responsabilidad a varios altos oficiales en la minería y la industria. Les dio además un buen trato económico, aumentando el presupuesto para compra de armas e implementos. Respetó todos los pactos militares con otros países, incluso aquellos que ponían en contacto a las fuerzas armadas con Estados Unidos, como los ejercicios navales de la operación Unitas, el que en principio debía abandonarse, según el programa de la UP, pero que Allende mantuvo ante las demandas de la Marina. Un paso muy importante en su política fue el de recurrir a los militares y a carabineros para enfrentar el paro de octubre de 1972, nombrando incluso al general Carlos Prats, jefe del Ejército, como ministro del Interior. Al celebrarse el segundo aniversario de su toma del poder, el 4-11-72, cuando aún el paro no estaba totalmente controlado, Allende se refirió a los militares como un integrante más de las fuerzas que apoyaban al gobierno: “Los factores fundamentales para asegurar y garantizar la marcha democrática del país (han sido) las Fuerzas armadas, Carabineros e Investigaciones y la clase trabajadora organizada” (Discursos, 502). Posteriormente, Allende volvió a nombrar algunos ministros militares. Pero si bien un historiador ha mencionado la existencia de contactos entre el PSCh y tal vez el propio Allende con Alemania Oriental para obtener implementos que permitieran organizar una defensa militar del gobierno, esta iniciativa nunca llegó a concretarse (Fermandois, tomo 3, 210) La única fuerza paramilitar oficial fue la del GAP, encargada de la protección del presidente, que en un comienzo estuvo formada por militantes del MIR, y posteriormente por jóvenes del PSCh. Así, la declaración de Allende según la cual “el pueblo responderá con la violencia revolucionaria” (Debray) en caso de una tentativa de golpe, permaneció en el plano de la retórica. Sin embargo, por temor a provocar a las Fuerzas armadas, Allende sólo llamó a retiro a un muy reducido número de oficiales reconocidamente golpistas, y cuando comenzó el movimiento de marinos que denunciaban los preparativos de golpe en la Armada, en agosto de 1973, su gobierno no los apoyó y no hizo nada por frenar la represión de los oficiales contra los marinos. Ya sea por humanismo o por fe en el apoyo de al menos una parte del Ejército, ni Allende ni la UP desarrollaron una verdadera política militar, y lo poco que se hizo se limitó a la distribución de armas ligeras y de dar un cierto entrenamiento a un número limitado de militantes. Por ello, el día del golpe la resistencia fue escasa, la coordinación con los partidos prácticamente nula y Allende se encontró casi solo en La Moneda, acompañado únicamente de miembros del GAP y algunos detectives de Investigaciones. El presidente murió aproximadamente a las 14 horas del día 11 de septiembre de 1973, después del bombardeo a La Moneda, cuando el palacio era invadido por las fuerzas dirigidas por el general Javier Palacios.
Allende más allá de la muerte
El día de su muerte, el cuerpo de Allende fue sometido a una autopsia sumaria en el Hospital militar, cuyos resultados no fueron hechos públicos sino muchos años más tarde. La versión oficial de la Junta militar comunicada al país fue que Allende se había suicidado, disparándose en el mentón con un fusil AK 47 que le había sido regalado por Fidel Castro. Al día siguiente, sus restos fueron llevados al cementerio Santa Inés de Viña del Mar, donde se les dio sepultura. Solamente su viuda, Hortensia Bussi, y algunos parientes, como su hermana Laura Allende, fueron autorizados a estar presentes, no así las hijas del presidente. No se permitió abrir el ataúd, por lo que nadie pudo ver el cadáver, y todos los integrantes de la familia de Allende, junto con varios de sus colaboradores, partieron a México en los días siguientes. La tesis del suicidio predominó durante largo tiempo, reforzada por el testimonio del doctor Gijón, que estaba en La Moneda el día del golpe, quien afirmó haber escuchado el disparo con el que Allende habría puesto fin a sus días, y haber visto enseguida el cadáver. Pero se comenzó a cuestionar con cuál arma habría puesto fin a sus días. Diversos testimonios sembraron la duda si el fusil AK 47 estaba en La Moneda ese día, ya que varios afirman que había quedado en la casa de Cañaveral. En 1990, tras el retorno a la democracia, el presidente Aylwin organizó un funeral en homenaje al presidente y el féretro fue trasladado al Cementerio general de Santiago, en un acto masivo. En 2011 el cadáver de Allende fue exhumado y sometido a una autopsia por un equipo de expertos, chilenos y de otros países, la que reafirmó la tesis del suicidio, que siempre ha sido aceptada por la familia Allende. Anteriormente, en 2008, el doctor Luis Ravanal puso en duda que Allende se hubiera suicidado, aduciendo que había heridas en su cabeza, prueba de que pudo haber recibido disparos de parte de otras personas. En 2013, Ravanal publicó un libro sobre este tema, junto a Francisco Marín, acusando a los militares de haber dado muerte al presidente. Este planteamiento fue defendido también por la periodista Maura Brescia, en otro libro aparecido ese mismo año.
Los descendientes y la memoria
El nombre Allende sigue figurando en la escena pública, aunque tres de sus familiares cercanos murieron prematuramente, dos de ellos en Cuba: su hija Beatriz, que residió varios años en la isla, se suicidó en ese país, en octubre de 1977, visiblemente abrumada por el trauma del golpe. El mismo destino sufrió su hermana Laura, que estaba enferma de cáncer, en 1981. En 2010, su nieto, Gonzalo Meza Allende, hijo mayor de Isabel, después de haber vuelto del exilio, también se suicidó luego de la muerte de su esposa, enferma de cáncer. Su viuda, Hortensia Bussi (fallecida en 2009, a los 94 años), aunque nunca tuvo un cargo político, desempeñó un papel importante durante la dictadura, participando en actividades de solidaridad en distintos países. Isabel Allende ha sido la más activa políticamente. Tras retornar del exilio en México, ha sido una de las principales dirigentes del PSCh, siendo elegida diputada y más tarde senadora, cargo que mantiene actualmente, llegando a ocupar el cargo de presidenta de esa cámara. Dos de sus nietas, ambas también militantes socialistas, han ocupado cargos electivos: Maya Fernández Allende (nacida en 1971, hija de Beatriz), fue primeramente elegida concejal municipal en Ñuñoa y luego ha sido elegida dos veces diputada por un distrito de Santiago. Denise Pascal Allende (nacida en 1940, hija de su hermana Laura) fue una vez elegida diputada. Andrés Pascal Allende (nacido en 1943, hermano de Denise), fue uno de los principales dirigentes del MIR, llegando a ser el líder de esa formación durante la dictadura. Después de 1990 dirigió durante un tiempo la Universidad Arcis. Pablo Sepúlveda Allende (nacido en 1976, hijo de María Paz, la hija mayor del presidente), es un médico que ha vivido en Venezuela, apoyando los proyectos del gobierno chavista y cuando ha viajado a Chile ha manifestado su apoyo a los movimientos en contra del neoliberalismo.
La memoria del presidente se mantiene a través de diversas instituciones, principalmente las dos que han adoptado el nombre de Fundación Salvador Allende, una con sede en Madrid (creada por Joan Garcés y Víctor Pey) y la otra en Santiago de Chile (impulsada por su viuda Hortensia Bussi y sus hijas), ambas destinadas a recordar y destacar el pensamiento político del presidente. Otra institución es el Museo de la Solidaridad Allende, formado con cuadros que habían sido donados al presidente durante su gobierno por numerosos artistas latinoamericanos. En fin, existen numerosas calles, plazas y monumentos que llevan su nombre en Chile y en un buen número de países, tanto en Europa como en África, Canadá y América. El más conocido es la estatua inaugurada en junio de 2000, situada detrás del palacio de La Moneda. La historiografía sobre Allende, durante largo tiempo compuesta casi únicamente de las memorias de algunos de sus colaboradores, novelas y estudios concentrados en su gobierno, se ha enriquecido desde 2003 con la publicación de biografías escritas por historiadores y diversos ensayistas (Del Pozo, 2017).
Obra
- «La realidad médico-social de Chile», Tesis para optar al título de médico cirujano, Santiago de Chile, Universidad de Chile, 1939. Reeditada: Higiene mental y delincuencia, Santiago de Chile, Ediciones CESOC, 2005.
- Coautoría con Rafael Tarud, Aniceto Rodríguez, Alejandro Chelén, Diario de sesiones del Senado. Cuatro voces del socialismo chileno en defensa de la Cuba de Fidel Castro, Santiago de Chile, Unidad Popular, 1961.
- Estabilización de los dividendos de la CORVI. Discurso pronunciado en el Senado de la República de Chile, en la sesión de 23 de julio de 1963, Santiago de Chile, Instituto Geográfico-Militar, 1963.
- Punta del Este. La nueva estrategia del imperialismo, Montevideo, Diálogo, 1967.
- La vía chilena. El primer mensaje del Presidente Allende ante el Congreso pleno. 21 de mayo de 1971, Santiago de Chile, Quimantú, 1971.
- Informe al Pueblo. Informe del Presidente de la República Salvador Allende en la Plaza de la Constitución. 16 de junio de 1971, Santiago de Chile, Consejería de Difusión de la Presidencia de la República, 1971.
- Por la democracia y la revolución, contra la guerra civil, Santiago de Chile, 1973.
Recopilaciones de textos
- Obras Escogidas (1970-1973), Barcelona, Crítica, 1989. Edición al cuidado de Patricio Quiroga.
- Obras escogidas, Santiago / Madrid, Centro de Estudios Políticos Simón Bolivar – Fundación Presidente Salvador Allende, 1992. Gonzalo Martner (comp.), Víctor Pey (presentación), Joan F. Garcés (prólogo).
- Textos escogidos, Buenos Aires, Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, 2003.
- Obras escogidas. 1933-1948, Santiago de Chile, Literatura Americana Reunida (LAR), 1998. Selección e Introducción de Patricio Quiroga Zamora.
Recopilaciones de discursos
- Discursos, La Habana, Editorial de ciencias sociales, 1975.
- La vía chilena hacia el socialismo. Discursos, Madrid, Fundamentos, 1998.
- Su pensamiento político, Buenos Aires, Granica, 1973.
- La revolución chilena, Buenos Aires, Eudeba, 1973.
- Nuestro camino al socialismo. La vía chilena, Buenos Aires, Papiro, 1971.
- Abrirán las grandes alamedas. Discursos, Santiago de Chile, Lom, 2003.
Entrevistas
- Régis Debray, Conversación con Allende, México, Siglo XXI, 1971.
- Salvador Allende, Buenos Aires, Crisis, 1974.
Cómo citar esta entrada: Del Pozo, José (2020), “Allende, Salvador”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org