RAMÍREZ, Gustavo S. (seudónimo: Bernardo Claraval) (sin datos de nacimiento ni fallecimiento)
Militante de la Federación Juvenil Comunista de México y luego de la Oposición Comunista de Izquierda mexicana, más tarde periodista anticomunista de ferviente fe católica.
No se sabe con exactitud cuál fue su origen social, pero hay indicios de que perteneció a la clase media y que su educación estuvo influenciada por el protestantismo y las ideas anticlericales. En su adolescencia dejó de lado cualquier vestigio religioso para convertirse en ateo. Claraval, como otros militantes comunistas, fue uno de los jóvenes descontentos que criticaban al régimen imperante, cuyo germen se localizaba en la Revolución mexicana. Su talante irreverente y su búsqueda incesante de alternativas políticas democráticas, lo hicieron proclive a la recepción de las ideas progresistas del momento. Tuvo su primer acercamiento con el comunismo, por influjo del peruano Nicolás Terreros, quien en 1926 colaboraba en El Libertador, el periódico de la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA). En su calidad de simpatizante, Claraval trabó conocimiento de las solidaridades internacionalistas en apoyo a la lucha revolucionaria nicaragüense bajo la dirección de Augusto César Sandino y empezó a familiarizarse con la estructura interna del Partido Comunista Mexicano (PCM), por medio del Socorro Rojo Internacional (SRI). Se enroló formalmente en el PCM en 1927.
En la militancia comunista se adentró en los círculos intelectuales marxistas presididos por el economista Jesús Silva Herzog y el historiador Rafael Ramos Pedrueza. Terreros fue el responsable de incorporar a Claraval a la Federación Juvenil Comunista de México (FJCM) por tratarse “de un joven trabajador explotado a la par que es un estudiante convencido de nuestra causa” (Claraval, 1944, p. 27).
En la Juventud, como también se le conoció a aquella organización, Claraval profesó una gran admiración por el peruano Julio Antonio Mella, quien le impartió cursos sobre temas variados del comunismo y a quien consideró “un guía seguro para la formación marxista, un guía en todos los aspectos de la lucha” (Claraval, 1944, p. 84).
Para ese entonces, Claraval trabajaba en unas oficinas gubernamentales, al tiempo que era integrante del Comité Central de la FJCM, en donde ostentaba los cargos de secretario de prensa y director del periódico Espartaco. Se destacó por su trabajo propagandístico dirigido a los trabajadores: “hablábamos a los obreros cerca de las fábricas, a la hora en que salían de su trabajo, o al pueblo humilde en mítines improvisados en mercados y jardines públicos” (Claraval, 1944, p. 75). Como secretario de prensa, Claraval le otorgó centralidad al uso de los volantes, manifiestos, obras de teatro, folletos, programas de radio y películas, para la difusión de las ideas..
Según su propia exposición, comenzó a disgustarse con la dirigencia del PCM, a cuya cabeza se encontraba el italiano Vittorio Vidali, luego de que ésta pretendiera coaccionar a José Gallardo y Ambrosio González, los delegados de la FJCM que viajarían a Moscú en representación de México, al V Congreso de la Internacional Juvenil Comunista que se realizaría en marzo de 1929. De acuerdo con Claraval, el Comité Central (CC) del PCM ejercía presión sobre ellos para que proyectaran a la FJCM como una organización ejemplar, en permanente expansión, lo que para él resultaba totalmente falso. Por lo tanto, sostuvo que la fabricación de una versión alterada con miras a obtener la simpatía de la Internacional Juvenil, no le permitiría a ésta emitir resoluciones acordes con las necesidades reales de su sección mexicana (Claraval, 1944, p. 90).
Claraval asistió al III Congreso Nacional de la FJCM, verificado secretamente en Mixcoac, en agosto de 1929, en el que presenció la reprimenda que Vidali lanzó en contra de Russell Blackwell, el secretario de organización de la FJCM, a quien acusó de contrarrevolucionario trotskista. Durante una asamblea extraordinaria de la Juventud, el militante estadounidense ratificó su posición contraria a los postulados de la Komintern, por lo que fue expulsado definitivamente.
Claraval también se opuso a esas directrices, conforme los delegados de Moscú en México presionaron para aplicar la política de “tercer período” y el papel que el Partido y la FJCM ocuparían desde la ilegalidad.
A su parecer, la estrategia insurreccional que el PCM y sus anexos fraguaban en respuesta a la represión estatal, no estaba anclada a la realidad mexicana, ni a la aparente fortaleza del Partido, sino a la “línea” impuesta por la Komintern que sus emisarios Vittorio Vidali, Edgar Woog, José Matlin y Mijail Grigorievich Grollman, querían ejecutar.
Cuando aumentó la persecución comunista, Claraval logró evadir a las autoridades. Pero no así sus compañeros Eduardo Calero y Pablo Santamaría, quienes fueron enviados al penal de las Islas Marías. Es probable que Claraval, apoyándose en los testimonios de ambos, pudiera relatar con detalles las indignantes y estremecedoras condiciones de vida que padecieron los comunistas encarcelados a causa de la intolerancia que manifestaban policías y burócratas del Estado en contra de la disidencia. Por ejemplo, en su obra Cuando fui comunista, describe que sus camaradas presos realizaban trabajos forzados en las salinas. Esto traía consecuencias perniciosas para su salud porque llenaban y cargaban
costales de sal con un peso aproximado de 75 kilogramos cada uno, de la playa a las barcazas […] Su labor la realizaban, como todos, desnudos de la cintura para arriba. La sal se trasminaba por acción del calor, produciendo llagas y ardor insufrible en la espalda, que maltrataba la aspereza y el roce del yute. Los pies sufrían tortura semejante”. A ello se sumaban padecimientos de conjuntivitis y sofocamientos extremos para quienes trabajaban cerca de los hornos de sal.
Claraval, 1944, pp. 145-146
Claraval, en alianza con el defenestrado Blackwell, a quien decía estimar por su entrega socialista, se convirtió en uno de los fundadores de la Oposición Comunista de Izquierda en México (OCIM) en 1930. A ella ingresaron, procedentes de la FJCM, Abraham Golod, Manuel Rodríguez, Eduardo Calero, José Gallardo, David Relkin, Luis Islas García, Humberto León Medellín y Jorge Piñó Sandoval. Claraval fue uno de los primeros lectores de The Militant que publicaba la Communist League of America y del boletín clandestino Claridad, el órgano de la OCIM y de la revista teórica Comunismo de la Oposición Comunista en España (Claraval, 1971, pp. 135-136). No obstante, su pertenencia al trotskismo fue pasajera, ya que apenas le alcanzó para militar en el amanecer de la OCIM, cuando, desencantado del marxismo, empezó a alejarse del radicalismo bolchevique.
Después de renunciar al marxismo-leninismo, aproximadamente en 1933 (Gall, 2012, p. 38), Claraval intentó vanamente participar en la política mexicana. Desmoralizado, peregrinó sin rumbo fijo hasta refugiarse en la religión católica, que practicó el resto de su vida a partir de entonces. En algún intervalo de dicha transición adoptó su mote de escritor, Bernardo Claraval, en alusión al monje reformador de la orden del Císter que vivió en Francia en el siglo XII.
En 1944, bajo el sello de Ediciones Polis, fue publicado su libro Cuando fui comunista, en el que narra su deslumbramiento por la militancia de izquierda y su posterior abandono, hasta consumar su entrega absoluta al catolicismo. Esta obra sigue siendo una referencia indispensable en la reconstrucción histórica del surgimiento del trotskismo mexicano y de las pugnas internas que tuvieron lugar en el seno del PCM a finales de los años veinte e inicios de los años treinta. Claraval retomó este mismo tema en su novela, Una mujer cabal (1971), en la que recrea varios pasajes de su vida en la Juventud, que encarna el personaje llamado Héctor Adame.
Ejerció el periodismo en la prensa nacional y en medios católicos. En la década de 1940 fue secretario de redacción de Lectura. Revista critica de ideas y libros (México, 1937-1974), una publicación del catolicismo ultramontano. Publicó «Alfonso Reyes desde la calle» (1957) y otros artículos en el diario Excélsior. Su artículo «Lo que trajeron las carabelas» recibió el Premio Club España.
Actualmente se sigue conociendo poco de su trayectoria poscomunista.
Obra
Bibliográfica
- «El peligro comunista», México, Frente Popular Anticomunista de México, s/f [c. 1937].
- Cuando fui comunista, Ediciones Polis, México, 1944, pp. 11-85, 87-90, 128-141, 142-210, 11-232.
- Temas católicos, México, Bolívar, 1947, pp. 147.
- Una mujer cabal, Costa-Amic Editor, México, 1971, pp. 86-99, 130-137, 154-157.
Hemerográfica
- Alfonso Reyes, “Alfonso Reyes desde la calle”, en: Excélsior, México, 12 de marzo de 1957, p. 6.
- “Rosa del Tepeyac”, en: Excélsior, México, 12 de diciembre de 1956, p. 6.
Cómo citar esta entrada: Bustamante González, Josué (2023), “Claraval, Bernardo”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.