GARCÍA ELORRIO ALLER ATUCHA, Juan María (Adrogué, Provincia de Buenos Aires, Argentina, 1/6/1938 – Buenos Aires, Argentina, 26/1/1970).
Seminarista católico, fundador y director de la revista Cristianismo y Revolución, mentor de la formación político-ideológica de los fundadores de Montoneros.
Hijo del Dr. Aurelio García Elorrio, profesor en lenguas y matemáticas, y María Laura Aller Atucha, matrimonio de clase media alta. Juan María, el sexto de siete hermanos, vive con su familia en la localidad bonaresense de Almirante Brown, hasta que se instalan en una casa del centro porteño. Los niños reciben una educación católica tradicionalista: Aurelio García Elorrio había sido editor en la década de 1920 de la revista de la Juventud Católica y una década después director del suplemento de educación del diario católico El Pueblo. En 1934 participó del Encuentro Eucarístico Internacional que tuvo lugar en Buenos Aires. Fue director general del Ministerio de Educación Pública bajo la presidencia de Agustín P. Justo y después golpe militar de junio de 143 asesor de Ministro de Educación, el nacionalista Gustavo Martínez Zuviría.
Juan María asiste al jesuita Colegio del Salvador junto a su hermano menor Francisco María. Según diversos testimonios, manifiesta desde la edad escolar inclinación por las tareas comunitarias y de solidaridad. Cursa el último año del secundario en el Colegio Nacional “Mariano Moreno”.
Ingresa luego al Seminario Diocesano “San Agustín” del Obispado de San Isidro, Pcia. de Buenos Aires, en el que permanece unos años hasta que lo abandona hacia 1959. En esa localidad crea un instituto de estudios teológicos para laicos. Se casa en 1963. La pareja se instala en la localidad bonaerense de Marcos Paz, donde nacieron sus dos hijos y donde Juan María desarrollará una experiencia en la función pública como Secretario de Bienestar Social de la Municipalidad bajo la intendencia de Hugo Solito. Integra por entonces las listas de la Unidad Vecinal, una formación que respondía al llamado conservadorismo popular de Vicente Solano Lima. Pero su compromiso político cristiano tomará enseguida otros rumbos.
En la década del ’60 la militancia católica laica se desarrolla en el marco de la renovación institucional e ideológica que vive la Iglesia a nivel mundial a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965), reforzada luego por la encíclica social Populorum Progressio (marzo de 1967). El activismo cristiano se convierte en una plataforma de pasaje a la política concebida como acto de servicio, tendencia que en América Latina adquiere el tono específico de la Teología de la liberación y de la radicalización ideológica. El compromiso social de García Elorrio originado en este ámbito lo lleva a ponderar el camino seguido por el sacerdote colombiano Camilo Torres en su opción revolucionaria por la liberación de los oprimidos, con base en una concepción del amor cristiano en tanto imperativo para todo católico en América Latina de ser revolucionario.
La Revolución Cubana lo impacta en el sentido de demostrar la viabilidad de un proceso revolucionario en América Latina: como entre tantos otros de su generación política, el Ernesto Che Guevara es la otra figura en cuyo espejo desea mirarse. Se vincula entonces a quien propone desde el peronismo el mayor acercamiento al proceso cubano, John W. Cooke, integrándose al círculo impulsado por éste y Alicia Eguren, Acción Revolucionaria Peronista (ARP), convencido de que ese movimiento de masas era parte insoslayable del proceso de liberación a gestar.
También mantiene contactos con grupos de izquierda y ex miembros del PC. En 1965 participa de los diálogos entre católicos y marxistas que tienen lugar en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA bajo el auspicio, entre otros, del Padre Carlos Mugica, aunque su apuesta mayor es al encuentro de esas corrientes ideológicas en una práctica política común.
En ese sentido funda en 1966 la revista Cristianismo y Revolución (Buenos Aires, 1966-1971) dirigiéndola con Casiana Ahumada, por entonces su pareja, y con Jorge Luis Bernetti en la secretaría de redacción. Genera así en su entorno un espacio de formación política para los jóvenes que participan de su lanzamiento y difusión. Concebida como un foro de oposición a la dictadura del Gral. Juan Carlos Onganía (1966-1970) —que también se amparaba en un discurso católico—, fue portadora de una posición crítica de toda política cristiana, dando impulso a la participación indiferenciada de los cristianos en la lucha revolucionaria. Su distribución se concentró en ámbitos de militancia parroquial y universitaria. Plataforma de radicalización de jóvenes militantes en organizaciones católicas laicas y también de sacerdotes, en su contenido convergen la difusión del pensamiento posconciliar, el apoyo a la tendencia revolucionaria del peronismo, la defensa de la lucha armada, la cercanía con la CGT de los Argentinos y el trabajo conjunto con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM).
Vinculados al núcleo de la redacción de la revista estarían el Centro de Estudios “Teilhard de Chardin”, que luego cambia su nombre por el de “Camilo Torres”; el Centro de Documentación del Tercer Mundo; y el Comando “Camilo Torres”. En el Encuentro Latinoamericano “Camilo Torres”, agrupación de cristianos camilistas de Argentina, Chile y Uruguay, García Elorrio cumple un rol dirigente. En el país se esfuerza por incitar a la creación de organizaciones armadas en las que los cristianos participaran como uno más en la lucha popular.
El “Camilo” —como se conocía abreviadamente al Comando homónimo— es organizado por García Elorrio desde principios de 1967 con el objetivo de instalar una guerrilla rural en Tucumán o Santa Fe de acuerdo al modelo cubano, si bien la identidad política del mismo se sitúa en el cruce entre cristianismo tercermundista, peronismo y guevarismo. A poco de iniciar la publicación, el ex seminarista se acercaba a los estudiantes del movimiento integralista de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), durante la huelga de hambre en la parroquia universitaria Cristo Obrero llevada a cabo en protesta contra la intervención y represión de Onganía en la universidad. Con algunos de sus organizadores, como Emilio Maza, coincide en el Encuentro Nacional Social Cristiano de Unquillo, Córdoba, octubre de 1966, quedando ambos en minoría frente a la posición acuerdista del resto respecto del gobierno. En la “Declaración de Unquillo” que no le permitirían leer, García Elorrio se pronunciaba por la necesidad de una revolución socialista con activa participación de la clase trabajadora, en la que el cristianismo fuera vehículo de la lucha de las mayorías contra la opresión de los privilegiados.
Desde entonces, el estrechamiento de vínculos con Maza y su grupo cristalizaría en la integración de los jóvenes como representantes de la revista y del Comando “Camilo Torres” en Córdoba.
También participa de la reunión en que la Agrupación Lealtad y Lucha, procedente del Movimiento Universitario Cristo Obrero cordobés, decide lanzar su célula político-militar. En lo que constituye la primera acción pública del “Camilo”, García Elorrio irrumpe sorpresivamente durante el Tedéum del 1º de mayo en la Catedral metropolitana que celebraba el arzobispo de Buenos Aires Cardenal Antonio Caggiano, del ala conservadora de la Iglesia. Mientras logra tomar el micrófono para denunciar las “claudicaciones de la Iglesia oficial” y su desprecio y traición a los pobres y al “verdadero mensaje cristiano”, el grupo de militantes que lo acompaña — Casiana Ahumada, Fernando Abal Medina, Nuncio Aversa, Alicia Frete, Graciela Daleo— arroja volantes entre el público de la misa cuestionando la situación de los trabajadores bajo el Onganiato y convocándolos a organizarse para la lucha por sus derechos.
García Elorrio queda detenido junto a otras once personas entre las que se halla Fernando Abal Medina, militante del “Camilo” en Buenos Aires, con quien ha compartido su paso por ARP al igual que con la pareja de éste, Ester Norma Arrostito. En julio de ese mismo año un encuentro nacional de militantes del “Camilo” realizado en Quilmes, Pcia. de Buenos Aires, se pronuncia por la lucha armada centrada en el foco guerrillero como principal vía de lucha antiimperialista y antidictatorial, frente a la opción de la vía insurreccional. Entre sus objetivos quedaban comprendidas la profundización de las conquistas alcanzadas por el peronismo hasta 1955 y la instauración del socialismo en la realidad nacional-latinoamericana.
Tal postura es llevada por García Elorrio a la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) que tuvo lugar en La Habana, Cuba, entre el 28 de julio y el 10 de agosto de 1967, a la que asistieron 164 delegados de todo el continente. Cuando intentaba regresar a la Argentina a través de Chile, fue detenido en Santiago por portación de documentos falsos. Deportado al Uruguay, permanece allí por varios meses.
Por entonces el “Comando Camilo Torres” cuenta con cerca de 30 miembros divididos en tres células, la mayoría procedentes de otras agrupaciones cristianas como los casos ya mencionados de Maza y Abal Medina, o los de José Sabino Navarro, Carlos Ramus y Carlos Capuano Martínez. A mediados de 1967 distintos aniversarios (de la muerte de Eva Perón, de su “renunciamiento”, del asalto al Moncada, del secuestro de Felipe Vallese) dan la oportunidad a los miembros del “Camilo” de realizar volanteadas en Capital Federal.
Hacia fin de año tres de sus integrantes, Emilio Maza, Ester Norma Arrostito y Fernando Abal Medina, son enviados a Cuba para recibir entrenamiento militar, conforme avanzaba el proyecto de lanzar el foco armado. Mientras en febrero de 1968 tiene lugar un encuentro de los grupos camilistas latinoamericanos en Montevideo, el liderazgo de García Elorrio al interior del Comando “Camilo Torres” de Argentina comienza a recibir cuestionamientos por parte de los entrenados en Cuba: su demora en concretar prácticamente la formación de la guerrilla y su estilo de dirección en el grupo son las razones aducidas para la ruptura de quienes iniciaban así el camino hacia la fundación de Montoneros, confluyendo luego con muchos otros militantes que pasaron por este círculo.
De regreso en el país en abril, aunque persiste en la idea de formar otro grupo que lanzara el foco guerrillero, García Elorrio estrecha vínculos con quienes comenzaban a reconocerse como la Tendencia Revolucionaria del peronismo y al interior de ésta, particularmente con Gustavo Rearte y Bernardo Alberte, siendo expresión de ello su trabajo como director de la revista Che Compañero (Buenos Aires, 1968), su presencia en los plenarios de agosto y de enero del año siguiente y su colaboración en el periódico Con Todo, dirigido por Alberte. Mientras tanto, continúa las actividades en su revista, en el Encuentro Latinoamericano “Camilo Torres” y en relación con ámbitos cristianos radicalizados del interior del país que también confluirían en Montoneros tiempo después, como el grupo de Reconquista de Santa Fe, el Ateneo y Acción Sindical Argentina de esa provincia, círculos de curas renovadores, como el del padre Rafael Yacuzzi.
De ahí que en abril de 1969 su mujer y su estrecho colaborador Jorge Gil Solá sean enviados a la Marcha en Defensa del Norte de Villa Ocampo, Pcia. de Santa Fe, que congrega una nutrida militancia en torno a conflictos en un ingenio azucarero y talleres ferroviarios de la zona, potenciados por la represión y detenciones que le siguen a la movilización, incluidos los delegados de Elorrio.
Una pérdida grave y dolorosa para Cristianismo y Revolución acontece con el asesinato de Emilio Jáuregui el 27 de junio de 1969 en la represión que sufrió la manifestación de repudio a la vista de Nelson Rockefeller a la Argentina. En el mismo marco de recrudecimiento de la represión que sigue al Cordobazo (29/5/1969), García Elorrio es detenido en agosto permaneciendo detenido cerca de tres meses. El 18 de enero de 1970 nació su tercera hija, fruto del matrimonio con Casiana Ahumada.
En enero del siguiente año, es atropellado por un automóvil cerca de su casa en un confuso accidente respecto del cual no dejaría de planear la sospecha de un asesinato. El jueves 26 de enero de 1970 un taxi embiste a un automóvil Fiat 600, que después de dar varios tumbos aplastó al exseminarista cuando se dirigía a registrar el nacimiento de su hija. García Elorrio murió horas después en el Hospital Rawson.
Al primer acto en su memoria realizado el domingo 1 de marzo de 1970, en el panteón de Laureano Aller en el Cementerio de la Recoleta donde todavía está enterrado, asistieron Casiana Ahumada, Alicia Eguren, Bernardo Alberte, Jorge Di Pascuale, Raimundo Ongaro, Alberto Cerutti Costa, Nuncio Averza (que habla en nombre de la redacción de la revista), Miguel Saig y Roberto “Pajarito” Grabois.
En enero de 1971 recibe póstumamente un premio del VII Congreso de la Organización Internacional de Periodistas de La Habana. Su compañera Casiana Ahumada lo sucedería en la dirección de la revista, que se publicó hasta septiembre de 1971. Detenida durante varios meses, en 1972 se exilió en Barcelona con su hija pequeña.
Cómo citar esta entrada: Tarcus, Horacio (2023), “García Elorrio, Juan María”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.