GUAGLIANONE, Pascual (Buenos Aires, Argentina, 12/4/1882 – San Miguel de Tucumán, Pcia. de Tucumán, Argentina, 8/9/1938).
Pedagogo y profesor universitario, tuvo en su juventud una destacada participación como orador y periodista anarquista en Buenos Aires y Montevideo.
Nació en el seno de una modesta familia de migrantes calabreses provenientes de Firmo, Consenza, Italia, compuesta por Luis Guaglianone, albañil, y María Donati, ama de casa, quienes vivían en una casa de la calle Chile 603, de la ciudad de Buenos Aires. Pascual Guaglianone cursó sus estudios primarios y secundarios en colegios de esta ciudad, iniciando estudios universitarios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, que dejó inconclusos.
En 1898, con apenas 16 años, fue nombrado miembro de la Junta Administrativa de la Asociación Obrera de Socorros Mutuos de Buenos Aires, e ingresó al Centro Socialista Universitario que había fundado su amigo José Ingenieros, compañero de estudios en la Facultad de Medicina. Fue uno de los oradores en el acto de la Plaza Rodríguez Peña de la ciudad de Buenos Aires con que terminó la manifestación patrocinada por el Partido Socialista en celebración del 1º de Mayo de 1898.
Un año después, al igual que otros jóvenes socialistas de su tiempo como Eduardo G. Gilimón y Luis Solitro, pasó a las filas del anarquismo. El domingo 6 de noviembre de 1899 fue presentado por Orsini Bertani en un acto público que tuvo lugar en la Casa del Pueblo (que habían erigido los anarquistas en Buenos Aires), como un reciente converso. Guaglianone disertó en esa ocasión sobre “la bancarrota del voto”, interviniendo en la polémica el socialista Enrique Dickmann y el anarquista italiano Pietro Gori. Desde entonces Guaglianone fue el más activo de los nuevos: notable orador, resultó el más solicitado en las giras propagandísticas por el interior del país. Sus campañas contribuyeron al florecimiento de grupos anarquistas entre los años 1899-1903.
En enero de 1900 pronunció en Bahía Blanca siete charlas exaltando a los estibadores en huelga. Al mes siguiente asistió en Buenos Aires al Congreso Anticlerical Sudamericano. Entre abril y mayo participó en disertaciones en las localidades boarenses de Junín, Lobos y Luján, y luego en Rosario, capital de la Provincia de Santa Fe.
Anarquista librepensador, en octubre 1899 fundó en Buenos Aires Conciencia Libre. Revista quincenal de Libre Pensamiento, de la que alcanzaron a publicarse tres números. Colaboró en Los tiempos nuevos (Buenos Aires, 1900) que dirigió Félix Basterra, en Ciencia Social. Revista de Sociología Artes y Letras (Buenos Aires, 1897-1900) que dirigió Fortunato Serantoni y en La Protesta Humana (Buenos Aires, 1897-1903). En un célebre artículo de este periódico, “La pascua del proletariado”, respondió otro de Leopoldo Lugones sobre el 1° de Mayo titulado “La fiesta del proletariado” (LPH, 29/4/1900). En “La propaganda anarquista en la Argentina” formuló un balance crítico sobre el anarquismo en el país, dirigido sobre todo contra la tendencia antiorganizadora así como contra el anarquismo individualista, a los que culpó de la ausencia de una federación obrera hasta la fecha (LPH, 9/3/1901). En vísperas de la celebración del primer congreso de la FOA (Federación Obrera Argentina) en 1901, entabló una polémica con José Ingenieros, acusándolo de virar hacia posiciones reformistas bernsteinianas (LPH, 20/4/1901), recibiendo una mordaz respuesta de éste (“Espero encontrarte algún día en el camino de Damasco”).
Pocos meses después de visitar Montevideo en enero de 1900 en uno de esos viajes propagandísticos, tomó la decisión de instalarse en la capital oriental, aunque manteniendo vínculos aceitados con los círculos anarquistas de Buenos Aires. Según su propio testimonio, abandonó en junio de 1900 la Argentina para no prestar el servicio militar (“[fugué] de ese país cuyas leyes me condenaban a la muerte moral, fisica e intelectual”), sumándose a la actividad propagandística que los anarquistas desplegaban por entonces en Montevideo. Colaboró en el diario El Día y asumió, a partir del 11 de noviembre de 1900, la dirección del quincenario “socialista-anárquico” Tribuna Libertaria, desde el que realizó una prédica tendiente a la organización de los asalariados en el cauce del pensamiento libertario (“Apenas los obreros forman sus respectivas organizaciones, es necesario predicarles con más detención y más profundamente, cuál es la condicion de lucha, y cuáles son sus consecuencias. Demostrarles que las reformas en nada emancipan al proletario […]. Esta propaganda es necesario hacerla, porque la mayoría de los que forman parte de las asociaciones obreras, creen que el único móvil de ellas es el de alcanzar algunas reformas, cuando el fin […] al contrario, debe ser la lucha, la guerra contra todo el sistema social vigente”, Tribuna Libertaria, Montevideo, 13/1/1901).
La labor cumplida por Guaglianone en Montevideo se desplegó en tres planos principales: el periodismo, la oratoria y la organizacion obrera. Además de la dirección de Tribuna Libertaria, fue redactor del cotidiano El Trabajo (Montevideo, 1901) y del semanario de sociología, artes y actualidades Vida Nueva (Montevideo, 1902), y colaboró en el periódico anarquista El Amigo del Pueblo (Montevideo, 1900), en el Almanaque Artístico del Siglo XX (que publicaron en la capital oriental J. Picón Olaondo y F. Vallarino), y en el periódico El Obrero Panadero (Montevideo, 1901-1903). Desde las páginas de este último postuló el boicot y el sabotaje como instrumentos que habían “dado excelentes resultados en los pueblos en que los obreros conscientes, solidamente organizados, los ha[bí]an puesto en práctica”. Desde Montevideo colaboró con Florencio Sánchez en redactar el boletín El Trabajo (Buenos Aires, 1902), del que aparecieron apenas dos números bajo el subtítulo de “órgano semanal de la Casa del Pueblo”.
Guaglianone poseyó singulares dotes para la oratoria (se le apodó “el Sebastian Faure argentino”), participando en mitines y dictando conferencias en el Centro Intemacional de Estudios Sociales de Montevideo y en sociedades de resistencia sobre variados temas (“La solidaridad obrera”, “Las luchas económicas”, “La Religión”, “Las dos orientaciones hacia el Socialismo”, “La emancipación femenina”, “El determinismo económico y las revoluciones americanas”, “Las guerras justas y las guerras injustas”, “El alcoholismo y sus desastrosos efectos”, “Los mártires de Chicago”, “La familia y la autoridad paternal”, “El principio de resistencia y la organización de los trabajadores”, “La explotación capitalista”, “¿Quiénes son los anarquistas?”, “Mientras el siglo muere”, “Por el Derecho y la Libertad”).
En enero de 1900, al realizar la crónica de sus conferencias en el Centro Intemacional de Estudios Sociales, José Peyrot decía en las páginas de El Amigo del Pueblo: “[…] sorprendía ver tan estupenda precocidad; maravillaba que un niño aun por la edad [apenas 18 años] tuviera una tan poderosa facultad intelectiva. […] El auditorio extasiado, pendiente de sus labios, seguíalo con creciente interés en el desenvolvimiento del asunto elegido, quedando atónito ante la galanura del estilo, y ante la soberbia elocuencia del razonamiento, ratificando el caso practicó la afirmación de La Rochefoucauld ‘de que la expresion responde a la naturaleza de las ideas’, porque ajustábase armoniosamente la magnificencia del lenguaje, a la sublimidad de la tesis”.
Como promotor de la organizacion obrera y agitador de sus reivindicaciones, la labor de Guaglianone alcanzó puntos altos entre 1900 y 1902. Participó en tal carácter de la promoción entre los obreros de las canteras de La Teja de una colecta para atender a las familias de los huelguistas presos (agosto de 1901), en la constitución de la Sociedad de Resistencia de Conductores de Vehículos y Anexos (octubre de 1901), en la dinamización del gremio panaderil (al que predicó “La tierra para el campesino, la máquina para el obrero y la libertad para todos”), en la orientacion de los oficiales sastres (en una asamblea de los cuales, celebrada en enero de 1902, se le negó la palabra “por ser persona ajena al gremio”).
Asimismo, animó las huelgas sostenidas en 1901 por los molineros y fideeros (abril), obreros panaderos (julio), canteros de La Teja (agosto), curtidores (octubre), obreras cigarreras de la Fábrica “El Sport” (octubre), tranviarios (octubre). Otras intervenciones de Guaglianone concurrieron a gestar en su torno la malquerencia de las autoridades uruguayas. Ya en agosto de 1900 había sido detenido por atribuirle el reparto de manifiestos en los que se comentaban negativamente los hechos del reinado de Humberto I de Italia, recientemente asesinado por el anarquista Bresci. En julio de 1901 irrumpió, junto a otros de sus compañeros de ideales, en la reunión convocada por el Club Constitucionalista “Carlos María Ramírez”, donde a pesar de no haberse declarado “tribuna libre”, usó de la palabra para combatir a la política y a los políticos. En octubre de ese mismo año suscribió el desafío de los anarquistas al diario La Tribuna Popular, que había acusado a los socios del Centro Intemacional de Estudios Sociales de intervenir en las huelgas como agitadores interesados “que vivían a espaldas de los obreros”. Esta intensa actividad provocó malestar en círculos patronales, al punto de que elementos organizados por estos le hicieron objeto de un atentado, del que resultó herido de cierta consideración. Aunque a consecuencia de este episodio anunció su intención de radicarse en Buenos Aires, permaneció todavía un tiempo en Montevideo vinculado con el ambiente anarquista.
Preocupado por su seguridad, retornó a Buenos Aires, donde continuó actuando en medios anarquistas, en los que llegó a criticársele su fuerte personalismo. En la capital porteña relanzó Vida Nueva. Semanario de Sociología, artes y actualidades (Buenos Aires), del que llegaron a aparecer cinco números entre noviembre de 1903 y enero de 1904. Tal retorno a la capital argentina no le impediría —empero— cruzar a menudo la frontera en un sentido y en otro. Por ejemplo, en abril de 1902 emprendió una nueva gira por varias ciudades de las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires en nombre del Comité Federal de la FOA (Federación Obrera Argentina); el 17 de agosto de ese mismo año fue orador del gran acto de protesta que tuvo lugar en Montevideo contra el allanamiento a la sede del Sindicato de Panaderos; a fines de noviembre de 1903 participó como orador de la huelga de conductores de tranvías de Buenos Aires, incitando a la huelga general.
En 1904 —según su testimonio ulterior— abandonó la labor de agitador social, alejándose de “todas las locuras que se hacen antes de echar la muela del juicio”, e incorporándose a la enseñanza pública (Pascual Guaglianone. Homenaje de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1960, p. 21).
Sin embargo, todavía en 1905 defendió en Buenos Aires el pacto solidario de los asalariados adherentes a la FORA y a la UGT, y en septiembre del mismo año reapareció nuevamente en Montevideo para dictar (en el local de la Sociedad Francesa) una conferencia sobre “El divorcio”, inscripta en los parámetros de su prédica anterior. En esa oportunidad comenzó su disertación diciendo “Yo soy el que fui”; afirmación que no inhibió la severa critica que le dirigió el periódico anarquista El Obrero en su edición del 10 de septiembre (“[…] el amigo Guaglianone ha perdido el 99% de la estima de los demás compañeros. […] tenemos el derecho ‘en uso de nuestra libertad’ de criticar a aquellos traga-burgueses que al primer soplo de reacción se baten prudentemente en retirada, aunque sea ‘en uso de su libertad’ y aparecen luego cuando las nubes han desaparecido”). Aunque el clima ideológico en el que había prosperado su prédica dejó de serle propicio, todavía desempeñó Guaglianone en 1905 la corresponsalía en Buenos Aires del diario obrerista El Pueblo (dirigido en Montevideo por Leoncio Lasso de la Vega), editó en la misma ciudad en 1906 —junto a Edmundo Calcagno— el periódico anarco-sindicalista Rumbo Nuevo, y en noviembre de 1907 participó en Montevideo del mitin de protesta contra la celada policial que había tenido lugar el 24 de octubre anterior en el Centro Intemacional de Estudios Sociales (en ocasión de celebrarse una reunión de solidaridad contra la denegación de conceder la libertad bajo fianza al obrero encausado Isidore Reinoldi).
En abril de 1919 participó, junto a José Ingenieros, Emilio Troise, Julio Árraga y otros intelectuales, de una reunión con funcionarios radicales convocada para proponerles la redacción de un proyecto de reforma social que luego se presentaría al presidente Hipólito Yrigoyen, que no llegó a prosperar.
A principios de la década de 1920 fue asesor del radical conservador Tomás Le Bretón, Ministro de Agricultura del presidente Marcelo T. de Alvear. Entre 1922 y 1931 se desempeñó como inspector general de enseñanza secundaria y en 1927 comenzaría a dictar “Historia de las Religiones” y luego, por muchos años, “Historia de la Civilización Antigua” en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Luego desempeñó cargos en la Universidad Nacional del Litoral (UNL), donde organizó la Facultad de Ciencias de la Educación y finalmente en la de Tucumán, donde preparó los planes para la creación del Departamento (luego Facultad) de Filosofía y Letras.
El tránsito ideológico de Guaglianone fue objeto de repudio (o de cierto desdén, según los emisores) por parte de sus antiguos companeros de prédica. Santiago Locascio afirmó en 1917: “Guaglianone liquidó sus cuentas con la oratoria demagógica, trocándose en un mediano inspector de escuelas y elevando a su compañera a la categoría de esposa”. Con menos mordacidad, Abad de Santillán lo calificó de “hombre de vasta cultura, un tanto heterodoxo […] que se distanció del movimiento [anarquista] y al parecer también de las ideas de su juventud, y se concentró en una labor técnico-pedagógica sin mayor relieve”.
En franco contraste, el historiador argentino José Luis Romero, que lo había tratado personalmente, resaltó su perfil de educador y de investigador en la nota necrológica que escribió en octubre 1938 para la revista Nosotros. Romero atribuía a Guaglianone “un conocimiento profundo de los movimientos intelectuales europeos de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX”, lo que le habría permitido “interpretar el sentido de las corrientes del incipiente movimiento intelectual argentino y descubrir allí las influencias predominantes y características que obraban en las minorías cultas argentinas”. En reafirmación de la valía académica de Guaglianone, añadía: “Conocía los legajos del Archivo de la Nación, los papeles de la Biblioteca del Congreso y los de la Biblioteca Nacional, hasta poder afirmarse que no debe haber documento que no haya revisado. Conocía igualmente los archivos europeos, a los que había ido en busca de un personaje misterioso —hallazgo suyo— que debió ser el vehículo de la influencia liberal en la Argentina en el primer tercio del siglo XIX, y proyectaba tomar contacto —en un viaje que debió ser de descanso— con los archivos de Santiago y de Río de Janeiro, para hacer así exhaustiva su investigación. Fruto de ella debía ser —y aun esperamos que sea— una edición comentada del Dogma Socialista de Echeverría, en la que se establecerían las fuentes de su doctrina y las líneas de influencia predominantes. Sobre el resultado de sus prolijas investigaciones en este sentido, Guaglianone había adelantado algunos resultados en una comunicación leída en el Centro de Estudios Históricos de la Universidad de La Plata” (José Luis Romero, 1938).
El Liceo nº 5 del Distrito Escolar 11 (calle Carabobo 286, Ciudad Autónoma de Buenos Aires) lleva el nombre de Pascual Guaglianone.
Casado con Amalia Calderini Morchio, tuvieron cuatro hijos.
Cómo citar esta entrada: Zubillaga, Carlos y Tarcus, Horacio (2023), “Guaglianone, Pascual”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.