GILIMÓN, Eduardo G. (Seudónimo.: César) (la inicial G. corresponde al apellido paterno abreviado de Eduardo García Gilimón) (Cataluña, España, 27/4/1867 – Montevideo, Uruguay, julio 1944).
Periodista anarquista de origen catalán, de actuación destacada en Buenos Aires entre 1894 y 1910, radicado desde 1911 en Montevideo.
Migrante a la Argentina de origen catalán, probablemente es el Eduardo García que arriba al puerto de Buenos Aires el 15 de julio de 1890 en el vapor “Equateur” que partió de Burdeos. Ante las autoridades migratorias declara ser “español”, “soltero”, “comerciante” y tener 23 años.
Se inicia en las filas del socialismo colaborando en el semanario La Vanguardia desde su fundación, en abril de 1894, con el nombre de Eduardo García. En su artículo “Proletariado intelectual” (LV n° 9, Buenos Aires, 2/3/1895) teoriza sobre la creciente proletarización de artistas y escritores, situación que los aproximaría al socialismo. Poco después reseña elogiosamente Socialismo y ciencia positiva, el libro del socialista y criminólogo italiano Enrico Ferri, recientemente traducido al castellano por Roberto J. Payró (LV n° 25, 22/6/1895).
Miembro del Centro Socialista Obrero, en julio de 1894 es orador en un acto de inauguración de la nueva sede de dicho Centro, el 1º de Mayo de 1895 es orador en el acto realizado en salón del club Vorwärts y el 1º de junio del mismo año vuelve a intervenir en el acto inaugural del Centro Socialista Revolucionario de Barracas. En la nota “El Partido Socialista en Buenos Aires” (firmada “G.”) llamaba a la unidad a los grupos idiomáticos Vorwärts, Fascio dei Lavoratori y Les Egaux, así como a la Agrupación Socialista de Buenos Aires, para constituir un Partido Socialista (LV n° 12, 23/6/1894). En abril de 1895 integra, como delegado del Centro Socialista Obrero (junto a Adrián Patroni y Aníbal Canavesio), el Comité Central del recientemente constituido Partido Socialista Obrero Internacional. Es elegido además secretario de actas y de administración (LV n° 15, 13/4/1895).
Sin embargo, en octubre de 1895 un suelto del diario socialista lo acusa de haberse retirado con fondos partidarios (LV n° 40: 5/10/1895). Pasa entonces al anarquismo, agregándose a partir de ahora su apellido materno y reduciendo a una inicial el paterno: Eduardo G. Gilimón. Comienza a escribir regularmente en La Protesta Humana (Buenos Aires, 1897-1903) desde su aparición, donde da cuenta en un artículo sobre su tránsito del socialismo al anarquismo. En el artículo “La acción política y la emancipación del proletariado” aparecido en enero de 1898 en LPH polemiza con la táctica parlamentaria de los socialistas, y en general, con toda forma de acción política. El socialista Alfredo Pasqualetti replica a Gilimón a fines de ese mismo mes desde las páginas de La Vanguardia con una defensa de la acción política, desatándose una polémica que se extenderá durante los meses de febrero y marzo totalizando seis artículos (tres por cada contenidiente).
Colaboró también en La Nueva Era (Buenos Aires, 1901-1902) que dirigió Santiago Locascio, con artículos como “Idea que mata”, donde defiende al anarquista que había atentado contra la vida del presidente norteamericano MacKinley (15/9/1901). Cuando en 1903 La Protesta Humana se transformó en La Protesta, siguió colaborando activamente a lo largo de la primera década del siglo XX, así como en su Suplemento cultural (Buenos Aires, 1908-1909). En el artículo “En, por, con, de, sin, sobre una decadencia” (LP, 26/6/1904) polemiza con los círculos anarquistas que se mantienen cerrados y hablan de decadencia del anarquismo mientras que activistas anarquistas se involucran cada vez más en el movimiento obrero, con lo que interpreta que aquél está en expansión.
En vísperas del V Congreso de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) (1905), representó una de las tendencias expresadas en La Protesta respecto de la cuestión de establecer relaciones en las organizaciones obreras entre anarquistas y grupos de otras ideologías, al sostener en una serie de artículos una posición antisindicalista y afirmar que debía enfatizarse la propaganda ideológica de los anarquistas en el movimiento obrero, más que el acercamiento a otras corrientes.
En 1905 está en Rosario, donde publica el semanario El Rojo, a partir del 14 de julio de 1905. Desde sus páginas enfrenta la tendencia sindicalista en el seno del movimiento obrero.
Es detenido con la represión que siguió a la huelga general convocada por la FORA en octubre de 1905. En agosto de 1906, cuando renunció Alberto Ghiraldo a la dirección de La Protesta, integró el equipo de redacción, en el que permaneció hasta su deportación en abril de 1910 (salvo el período diciembre 1907/abril 1908).
Participó del Congreso de fusión entre anarquistas y socialistas celebrado en Buenos Aires en marzo de 1907, defendiendo la posicion antiunionista que finalmente se impuso, lo que provocó una polémica con Luigi Fabbri.
Ese agosto de ese mismo año acompaña la huelga de inquilinos de Buenos Aires que se extendió durante más de tres meses. Hegemonizada por el movimiento anarquista, logró que más de cien “conventillos” (casas de inquilinato) dejaran de pagar el alquiler reclamando una rebaja de los precios. Durante esos años colaboró en numerosos medios de la prensa anarquista como porteña como Fulgor (Buenos Aires, 1906), Labor (Buenos Aires, 1906-1907), Rumbo Nuevo (Buenos Aires, 1906), La Debacle (Buenos Aires, 1909) y Vibraciones (Buenos Aires, 1909).
A mediados de noviembre de 1909 cruza el Río de la Plata para escapar de la represión desatada en la Argentina sobre el movimiento anarquista con motivo del asesinato del jefe de la policía, coronel Ramón L. Falcón, por obra de Simón Radowitzky. Se traslada entonces junto a Carlos Balsán y A. Valenzuela a Montevideo, donde las autoridades impidieron su permanencia, reembarcándolos en diciembre en el Vapor de la Carrera a Buenos Aires. El quincenario anarquista La Nueva Senda denunció esta circunstancia como un atropello y reclamó su liberación (“Los sucesos de la Argentina”, en: La Nueva Senda nº 6, Montevideo, 4/12/1909, pp. 1-2).
En Buenos Aires es deportado a su país natal. Embarcado a España, arriba a Barcelona el 25 de julio de 1910. Reinicia por breve tiempo su militancia en la ciudad condal, donde toma contacto con Anselmo Lorenzo y la redacción de Tierra y Libertad. Pero Gilimón se siente desarraigado en su patria de nacimiento y decide reunir el dinero necesario para retornar a la Argentina, pasando previamente un tiempo en Montevideo. Pero una vez que arriba al puerto de la capital uruguaya, el vista de aduana le requisa un folleto cuyo título le resulta sospechoso: “Aspecto social de la lucha contra la tuberculosis”. De modo que ese mismo día de enero de 1911 es deportado a Buenos Aires. Cuando arriba a la capital porteña, es detenido durante un mes. La justicia argentina decide deportado nuevamente a España.
Emprende entonces un nuevo viaje en barco con otro deportado, Antonio Zamboni. Arriba nuevamente a Barcelona, de donde había partido hacía apenas tres meses y vuelve a encontrarse con Anselmo Lorenzo. En un allanamiento que lleva a cabo la policía catalana en la redacción de Tierra y Libertad es demorado unas horas para ser identificado según los nuevos métodos dactiloscópicos y antropométricos. Vigilado noche y día por la policía, decide embarcarse nuevamente a Montevideo, donde sus amigos orientales le informan que con la asunción de José Batlle y Ordóñez a la presidencia en marzo de 1911, su libertad iba a estar asegurada. Aprovechó entonces el derecho que ofrecía el gobierno español de hacerse cargo del pasaje de los deportados, y aceptó una vez más esa figura. Se embarcó junto a otro expatriado, el peluquero anarquista Antonio Loredo.
Retorna una vez más a Montevideo, donde se instala definitivamente. Allí prosigue por una década su militancia anarquista. En 1911 publicó un vívido relato de su vida política en el seno del anarquismo argentino entre 1890 y su deportación en el libro Hechos y comentarios, que ha quedado como una crónica de consulta imprescindible para esas dos décadas constitutivas del proletariado argentino. Gilimón no sólo fue testigo sino actor insoslayable de todas esas jornadas, sino también uno de sus actores.
En 1912 lanzó en Montevideo la “revista sociológica intemacional” Ideas y desde la capital uruguaya continuó escribiendo para la prensa ácrata argentina, colaborando en La Obra (Buenos Aires, 1915-1916), Vía Libre (Buenos Aires, 1919-1922), Tribuna Proletaria (Buenos Aires, 1919-1930) y El Libertario (Buenos Aires, 1920). Envió también desde Montevideo algunas colaboraciones a la porteña Fray Mocho (Buenos Aires, 1912-1929). Siguió colaborando asimismo en La Protesta, en cuyas páginas mantuvo entre abril y mayo de 1914 un prolongado debate con Pierre Quiroule y otros anarquistas argentinos sobre la naturaleza de la Revolución mexicana y el signficado del magonismo. También recogieron artículos suyos periódicos lejanos al ámbito rioplatense desde Tierra y Libertad de Barcelona (1910-1919) a Aurora de New York (1923) pasando por ¡Tierra! de La Habana, (1902-1915). Incluso L’Unique de Orléans (Loire, Francia, 1946) traducía uno de sus textos al francés cuando Gilimón ya había fallecido.
Su folleto de divulgación “Para los que no son anarquistas” se imprimió en el Callao (Perú) en 1913, en Buenos Aires en 1920 y otra vez en 1922, y todavía se publicaba una vez más en Orizaba (México) en 1922. En 1921 la editorial La Protesta de Buenos Aires publicaba su folleto “El anarquismo en los gremios”. En 1921 todavía colaboraba en la revista anarquista La Ruta (Montevideo) y en el semanario Trabajo. Periódico sindicalista-libertario (Montevideo), aunque a lo largo de la década de 1920 sus artículos aparecen en la gran prensa, en medios ajenos al universo ácrata como La Razón, El Telégrafo Marítimo y El Siglo, los tres de Montevideo. Una vez jubilado como periodista, continuó colaborando en El Diario Español. En los dos últimos medios citados utilizó el seudónimo “César”. En forma simultánea a su profesionalización como periodista, su nombre desaparece de la prensa anarquista. En 1942, después de dos décadas de silencio, se publica una colaboración suya en el periódico La Organización Obrera de Buenos Aires.
En sus últimos años trabajó preparando y prologando libros para la casa editorial Claudio García de Montevideo. Muere en la capital uruguaya en julio de 1944 a la edad de 77 años. Según el obituario que publicó Solidaridad, el órgano de la Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU), Gilimón estaba “alejado de nuestras actividades” desde hacía “mucho tiempo”, pero seguía siendo un simpatizante de las ideas y colaborador en varios emprendimientos editoriales (Solidaridad. Órgano de la FORU nº 196, Montevideo, 2ª quincena de julio de 1944).
Obra
- “Ferrer y Nakens. Crónica del proceso incoado con motivo del hecho de Mateo Morral. Precedida por Los Atentados Anarquistas”, Buenos Aires, Fueyo, 1907.
- Hechos y comentarios. Seguido de Páginas íntimas y algunos artículos de varios escritores, Buenos Aires / Montevideo / México, [s.n.], 1911 (reeditado parcialmente como: Un anarquista en Buenos Aires. 1890-1910. Buenos Aires, CEAL, 1972; y reeditado de manera completa: Buenos Aires, Libros de Anarres, 2011).
- “El anarquismo en los gremios”, Buenos Aires, La Protesta, 1921.
- “Para los que no son anarquistas”, Callao (Perú), Grupo Anárquico “Luz y Amor”, 1913.
- “Para los que no son anarquistas”, Orizaba, Centro Sindicalista Libertario, 1922.
- (con Juan Cruzao) “Carta Gaucha” ; “Para los que no son anarquistas”, Buenos Aires, La Protesta, [1922].
- “Motivo de esta edición” (nota del editor a) : La Pluma contra la barbarie, crónicas y paliques de Juan de Aragón, Montevideo, C. García, 1942, prólogo del Prof. Hugo Fernandez Artucio.
- “Prólogo” a: Aristófanes, Lysistrata, Montevideo, C. García, 1943.
- “Semblanza” a: Eduardo Acevedo Díaz, Lanza y sable, Montevideo, C. García, 1943.
Cómo citar esta entrada: Tarcus, Horacio (2023), “Gilimón, Eduardo G.”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org.