MARÍN MILLIE, Gladys del Carmen (Curepto, Provincia de Talca, Región del Maule, Chile, 16/07/1941-Santiago, Región Metropolitana, Chile, 06/03/2005).
Profesora y política chilena, Secretaria General y Presidenta del Partido Comunista de Chile. Diputada en los periodos 1965-1969, reelegida en 1969-1973 y 1973. Ícono de la lucha por los derechos humanos y de las mujeres.
Gladys del Carmen Marín Millie nació el 16 de julio de 1941 en la localidad de Curepto, Región del Maule. Sin embargo, algunas fuentes indican como fecha de su nacimiento 1941 (registro de entierro en el sitio Family Search y algunos obituarios producidos tras su muerte en 2005). Su padre era Heraclio Marín Avendaño, campesino y administrador de un Club Social, su madre, Adriana Aurelia del Carmen Millie Carrasco (1912-2007), profesora primaria. De este matrimonio nacieron Silvia, Nancy, Gladys y Sonia.
Cuando la pequeña Gladys aun no cumplía 2 años, sus padres comenzaron a tener problemas de convivencia que finalmente redundaron en la separación. Según la misma Gladys Marín, estos problemas tenían que ver con la infidelidad de Heraclio, cuestión que llevó a Adriana a abandonar la casa y el pueblo. “Mi madre supo que mi padre tuvo muchos hijos antes de casarse, varios de ellos de su edad. En la escuela había varios hijos de mi padre”. En consecuencia, decidió partir “por el impacto que le causó esta situación y también por el deseo de dejar ese mundo tan pequeño, ya que le gustaba escribir, tenía muchas inquietudes” (Marín, 2002, p. 48; Araya Tacussis, 2009, 19:15-23:00).
En una carreta, de Curepto se fueron a Sarmiento, otro pueblo cercano a Curicó. Adriana Carrasco prosiguió con su trabajo como profesora. Al parecer durante esta época conoció a Ofelia Hernández Concha, quien se integró a la familia ayudándole con crianza de las niñas; luego criaría a los dos hijos de Gladys, Rodrigo y Álvaro. Ella la llamaba “mi nana”.
En Sarmiento transcurrieron sus primeros años. La casa donde vivían era una casona campesina —de adobe como se acostumbraba en aquel entonces— contigua a un patio muy grande, con un parrón y donde proliferaban muchas plantas. Resguardada en “un cajón espacioso, algo así como un corral”, debajo de ese parrón pasaría muchas tardes estivales (Marín, 2002, p. 47). Llevó allí una vida tranquila y sana, rodeada de verde y casas distantes. En sus memorias, Gladys Marín recreaba la imagen de “andar corriendo detrás de un novillo o descalza por el pasto, en un día de mucho sol, y llegar a descansar debajo de un árbol para descubrir en él manzanas cristalinas” (Marín, 2002, p. 49).
A Heraclio lo vieron poco. Separado de su familia, se dedicó al oficio de comerciante ambulante, trasladando productos a la Estación Central en Santiago. Según recuerda Gladys, una vez la visitó a ella y a sus hermanas en la casa de Sarmiento, ocasión en la cual discutió con su ex esposa que pudo haber derivado en una situación de violencia física de no haber sido por las niñas quienes corrieron a buscar a una vecina. A pesar de ello, siempre lo quiso: “su imagen aventurera me atraía” (Marín, 2002, p. 49).
Pocos años estuvieron en Sarmiento. Cuando Gladys Marín tenía 4 años, estaban viviendo en Talagante, localidad rural ubicada a 44 kilómetros de Santiago. Se instalaron primero en una vivienda arrendada. Luego Adriana consiguió una casa pequeña de las que entregaba el Servicio de Seguro Social a las familias numerosas. Aquí transcurrieron los años más felices de la infancia de Gladys. Criaba patos y conejos, iba al cerro a recoger “huilles” y leña. “Recuerdo que quería ayudar en mi casa ya que tenía tantas necesidades (…) Teníamos mucho espacio donde jugar. Siempre había muchos niños; cuando podíamos nos arrancábamos al campo a saltar sobre los yuyos, a reírnos, a tumbarnos sobre el pasto para mirar al cielo, bañarnos en el río, o correr sobre el puente donde pasaba el tren que iba a Cartagena. Era tan, tan, feliz. Esa felicidad fresquita de aire y sol” (Marín, 2002, p. 51).
Luego de un año, Adriana tuvo que partir a Santiago por razones de trabajo. Salía los lunes a las 5 de la mañana y retornaba los viernes en la tarde a pasar el fin de semana con sus hijas, quienes quedaban al cuidado de Ofelia Hernández Concha.
En esta época, se mostraba inquieta y despierta, le gustaba la vida de los gitanos y en más de una ocasión recibió algún reto por invitar a sus amigas y compañeros de colegio a visitarlos. Era desordenada, pero buena alumna. Asistía por entonces a la Escuela Pública de Talagante.
El dato que ella naciera en un hogar controlado por su madre y poblado por otras mujeres no fue menor. Como sugiere Carmen Norambuena (2021) en su biografía de Gladys Marín, el tema de la mujer estuvo presente desde temprano en las inquietudes de ésta. “Es que Gladys intuía que algo no andaba bien en el ambiente social operado por hombres; de allí que lamenta no haber dedicado más tiempo a los temas femeninos. Quizás porque en su base ideológica y doctrinal el tema de la reivindicación de los derechos no tenía distinción de sexo”. En esta misma línea reflexionaría su biografiada en un texto titulado “El poder de desafiar el poder. Las mujeres en situación de liderazgo”: “Ser mujer en todos los espacios y no morir en el intento vale la pena (…) por eso cuando logramos combinar consciencia de clase con consciencia de género, nuestras condiciones son potentes. Mi postura no tiene nada que ver con aquellas mujeres que arguyen su situación de género para ocupar cargos por discriminación positiva. Asumo el tema de género, de la discriminación de la mujer, como un componente esencial ideológico que en estos nuevos tiempos debe enriquecer las concepciones marxistas, socialistas y revolucionarias” (Marín, 2001, pp. 7-9).
Cuando aún no cumplía los 12 años, Gladys Marín se fue a Santiago con sus hermanas para estudiar en el Liceo nº 5 de Niñas. Allí estuvo un año. Becada por la “Liga de Estudiantes Pobres”, se trasladó a la Escuela Normal nº 2, donde en 1957 obtuvo el título de Profesora de Educación Primaria con especialidad en Educación Diferencial.
En la Escuela Normal conoció a su gran amiga Marta Fritz, cómplice de aventuras de adolescencia, con quien salía a recorrer el barrio y la actual comuna de Recoleta. En la misma escuela, Gladys y sus compañeras realizaron una campaña para ayudar a una población ubicada en el sector de Cerro Blanco. Se trataba de una iniciativa espontánea llevada adelante por un grupo de jóvenes, sin tener aún ideas políticas ni militancia alguna. Pero Gladys Marín ya comenzaba a destacarse como delegada en el Centro de Alumnas y pronto comenzaría a asistir a reuniones de la Juventud Obrera Católica, donde sociabilizaba con otros jóvenes de su edad. Fue así como en una ocasión entraron en relaciones con los alumnos del Liceo Valentín Letelier y luego con los de la Escuela Normal Abelardo Núñez. Según Gladys, esos fueron los orígenes de su participación en el movimiento estudiantil secundario, pues aquellos estudiantes, “más adelantaditos” las invitaron a participar del movimiento en contra el alza en el precio de los boletos del transporte público. Allí comenzaron también sus relaciones con las Juventudes Comunistas (JJCC).
“Mis conversaciones y mis encuentros con jóvenes de otros liceos significaron para mí un cambio profundo, enorme, trastocador. Eran gente llena de vida, con intereses amplios. Utilizaban un lenguaje distinto, ideas que abrían nuevas perspectivas, horizontes. Los acontecimientos en sus palabras tomaban vida, la historia que comencé a comprender no era la historia de los textos de estudio, sino la historia de la vida, la historia del fluir de las luchas, de los anhelos y las esperanzas de un pueblo” (Marín, 2002, p. 60).
Su hermana Nancy sintetiza esta época de Gladys Marín y sus primeros contactos con las JJCC: “empezó a llegar un poquito tarde, y ahí yo empecé a darme cuenta que estaba con amistades que yo no conocía, pero me gustó” (Correa, 2014, 6:30). La misma Gladys señala: “de ser una loca suelta, pasé a ser militante de las JJCC, y ya eso me encauzó, como que tienes un norte tú, y cambié, me puse más seria (quizás no fue bueno) pero nunca cambié mi forma natural ser” (Correa, 2014, 6:36). Como líder de su grupo de compañeras de la Escuela Normal, las arrastró también a éstas a asistir a las actividades impulsadas por las JJCC.
En 1958, cuando ya había comenzado su vida laboral en la Escuela n° 130 que funcionaba en el interior del Hospital Psiquiátrico de la Avenida Santos Dumont en Santiago, ingresó con carnet a militar oficialmente en las JJCC. “Fue para mí como un respiro (…) Allí podía ser yo misma, por fin con gente que no tenía que aparentar nada”. Al finalizar sus estudios, no asistió a su graduación renunciando a todas apariencias y gastos que significaba dicha ceremonia. Para entonces “ya era comunista” (Marín, 2002, p. 60).
En la “Jota” (JJCC) Gladys Marín conoció a mucha gente sencilla como ella. “Me acuerdo de un compañero con una pierna de palo a quien llamábamos el Cojo Díaz. Fue uno de mis primeros maestros, tenía un quiosco de revistas en la calle Recoleta, cerca de la Escuela Normal. Cada vez que podía iba a conversar con él, me hablaba de las huelgas de la historia del movimiento obrero, de los primeros sindicatos en la pampa, de la masacre en la Escuela Santa María, de las claras ideas de Luis E. Recabarren, de Pedro Aguirre Cerda y su ministro de salud, Salvador Allende” (Marín, 2002, p. 60).
Por aquellos años las células de los estudiantes comunistas pertenecían orgánicamente a los comités locales barriales. Ella militaba en el Comité Local de Recoleta. Como parte de esta militancia, a finales de la década del 50’ Gladys llegó a ser Presidenta Nacional de la Federación de Estudiantes de las Escuelas Normales.
Eran los años en que el Partido Comunista de Chile (PC) estaba volviendo a la legalidad después que el presidente radical Gabriel González Videla promulgara la Ley de Defensa de la Democracia. A consecuencia de su deceso, en 1958 concluía la labor de Galo González Díaz como Secretario General del mismo. De sus funerales participó Gladys Marín y sus compañeros. Era la primera manifestación en la que el PC salía abiertamente a las calles, símbolo del fin de la larga clandestinidad (Rojas Flores, 2020).
Entre 1958 y 1970 Gladys transitó un periodo de formación revolucionaria de la mano de la Jota. Las marchas, las campañas políticas, las charlas y lecturas, las canciones revolucionarias, los trabajos voluntarios y las luchas sociales dieron solidez a sus ideas. Todo ello estaba impregnado a su vez por el contexto político internacional —la Revolución Cubana, la Guerra Fría, la guerra de Vietnam, el mayo francés de 1968—, que repercutía en países como Chile manifestándose en proyectos políticos reformistas como la “Revolución en libertad” (promovida por los demócrata-cristianos) y revolucionarios como lo fue posteriormente la “Vía chilena al socialismo” de la Unidad Popular. Según Gladys Marín, en ese tiempo maduró el embrión de una fuerza política nueva y distinta. Las JJCC pasaron de tener 400 militantes en 1962 a 80.000 en 1973. “Miles de jóvenes se vinculan a problemas de carácter social, cultural, a propuestas que van más allá del yo como tal” (Marín, 2002, p. 63).
En 1960 fue elegida miembro del Comité Central de las JJCC. Desde entonces cumplió diversas responsabilidades en la organización juvenil hasta llegar a ser electa Secretaria General en la VII Conferencia realizada en 1963 (cargo que ejerció hasta 1974). Ese año integró el Comando Juvenil de Salvador Allende, que impulsaría múltiples iniciativas en favor de la candidatura presidencial de la izquierda tales como la construcción de parques infantiles, canchas deportivas, lugares de paseo o baile en muchas ciudades del país. De acuerdo a Gladys Marín, “la juventud se convierte en un pilar esencial de la conquista del Gobierno popular. En las campañas son éstos los más entusiastas”, refiriéndose a la primera de 1958, luego la de 1964 y finalmente la de 1970 en la que salió ganadora.
Gladys conoció a Allende en 1958, pero fue en la campaña del 1964 cuando cultivó una relación más cercana con el futuro líder de la Unidad Popular. En sus palabras, “asumí, junto con jóvenes socialistas, la dirección del movimiento allendista (…) en esa campaña comencé a tener mis primeros encuentros con Allende, sobre todo en el trabajo en las calles, en las poblaciones donde organizábamos muchos actos” (Marín, 2002, p. 71).
Por esa época se organizaron las primeras brigadas de muralistas —antecedente inmediato de lo que más tarde serían las Brigadas Ramona Parra— y tomaron fuerza los llamados trabajos voluntarios. Para la campaña de 1964 las juventudes construyeron una plaza en plena Alameda con Bernal del Mercado, espacio que se inauguró con la presencia de Allende tomando Gladys Marín la voz de los voluntarios.
En 1965 fue elegida diputada de la república. Su elección “le imprimía al movimiento juvenil un sello nuevo. Nunca antes había llegado al parlamento gente tan joven. Yo tenía 23 años (…) era joven, mujer, diputada, Secretaria General de la JJCC, lo que le imprimió un carácter muy masivo a nuestra organización. Nos entregamos por completo a la tarea de organizar el trabajo comunitario, lo fuimos desarrollando con los campesinos, con los pobladores” (Marín, 2002, p. 75).
Encabezando a las juventudes, “levantamos mucho el movimiento cultural. Se multiplicaron las peñas, se organizaron en todas partes recitales de poesía. Papel importante juegan las brigadas muralistas ‘Ramona Parra’, de las JJCC y ‘Elmo Catalán’ de la Juventud Socialista”. Las JJCC promovieron entonces la creación de bandas musicales, montando con mucho éxito la editorial discográfica Discoteca del Cantar Popular (DICAP). Se publicaron revistas como Gente Joven y Ramona enfocadas fundamentalmente en la juventud y sus manifestaciones culturales. Proliferaron también los conjuntos y espacios de teatro, de danzas y expresiones literarias.
Durante las actividades realizadas en las poblaciones de Santiago, Gladys Marín conoció al ingeniero civil y miembro del Comité Central del Partido Comunista Onofre Jorge Muñoz Poutays, con quien se casó el 1 de abril de 1961. De la relación nacieron dos hijos: Rodrigo, médico, y Álvaro, profesor de educación física. “Nos conocimos caminando por la Población la Victoria cuando recién había sido la toma (…) él era estudiante de ingeniería, yo de la Escuela Normal y me enamoré de Jorge porque era un hombre de un corazón enorme y de gran ingenuidad en la vida” (Correa, 2014, 9:50). En palabras de Carmen Norambuena (2021, p. 45), ambos vivieron quince años de vida conyugal, la cual se caracterizó por su pasión, conjugándose el amor y los ideales políticos.
Según Rodrigo Muñoz Marín, su padre era un hombre que los marcó de muchas maneras, por ejemplo, “por su amor a la naturaleza”. Su hermano, Álvaro, señala que “era una persona seria, muy calmada, del cigarrillo Hilton y el té” (Correa, 2014, 10:00). “Tengo la mejor opinión sobre mi viejo, porque creo que hace falta en el mundo y en este país, gente como él. Jorge pertenece a esa generación que luchó y se entregó por sus ideas, con ética. Él pudo haber sido muy exitoso y ganar mucho dinero, pues era un tipo muy brillante (Entrevista a Álvaro Muñoz Marín, 19 de octubre de 2018, cit. en Norambuena, 2021, p. 44). Para Silvia Marín Millie, hermana mayor de Gladys, Jorge era un hombre muy tranquilo, respetuoso, correcto, cumplidor, amante del campo y la tierra. De ahí que cuando salían de vacaciones todos juntos, Jorge les prohibía llevar radios o grabadoras u otros aparatos. En el Gobierno de Allende “le habían ofrecido ser Ministro de Obras Públicas y no aceptó. Después le propusieron el cargo de Director de Riego y tampoco aceptó para irse de funcionario al Partido…, dejó todo por sus ideales, como así también lo hizo la propia Gladys” (Entrevista a Silvia Marín Millie, 22 de noviembre de 2018, cit. en Norambuena, p. 42).
En 1965 Gladys Marín fue electa diputada del PC por la Séptima Agrupación Departamental Santiago, Segundo Distrito, correspondiente a las comunas de Renca, Conchalí, Recoleta, Independencia, Colina, Til Til, Talagante, Curacaví, Quinta Normal y Barrancas —actual Pudahuel. Sus obligaciones parlamentarias la llevaron a dejar definitivamente la pedagogía para dedicarse por tiempo completo a la vida política. Integró las comisiones permanentes de Educación Pública; de Relaciones Exteriores; de Gobierno Interior; de Economía y Comercio; y de Asistencia Médico Social e Higiene. Asimismo, integró la Comisión Especial de Deportes (en 1965) y la Comisión Especial Investigadora de los Sucesos de Chillán, entre 1969 y 1970. Fue reelecta para los períodos 1969-1973 y 1973-1977 por la Séptima Agrupación Departamental Santiago, Segundo Distrito y Primer Distrito respectivamente (Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, s/f).
Entre las mociones presentadas que llegaron a constituirse como ley de la república se encuentran la Ley nº 16.537 (12 de septiembre de 1966) sobre la contratación obreros para el Departamento de Aseo y Jardines de la Municipalidad de Conchalí. De esta época también datan las leyes de jardines infantiles, ámbito en el que trabajaron parlamentarias de distintos partidos. Otro ámbito en el que enfocó su labor fue en la defensa de los pobladores: la Ley nº 17.412 (3 de marzo de 1971) relativa a los títulos de dominio actuales sobre ocupantes de la población Nueva Matucana fue impulsada por ella. Del mismo modo, hizo visible de forma constante en la Cámara los problemas de los pobladores.
Gladys peleó desde adentro y afuera el Parlamento por la “Universidad para todos” buscando ampliar la matrícula y apoyando las reformas universitarias y de la educación en general. En sesión especial de la Cámara de Diputados del 15 de diciembre de 1965 planteó al respecto: “Quiero decir que nosotros los comunistas, somos partidarios de que se lleven adelante transformaciones del sistema educacional. Estamos convencidos de que la educación chilena necesita urgentes y profundos cambios. Sabemos que atraviesa por una crisis y estamos hondamente interesados en la solución (…) No solo hay deficiencias en los planes y programas (…) sino también existen inconvenientes materiales que impiden que la educación llegue a la inmensa mayoría de los niños y de los adolescentes que la necesitan (…) Hay el tremendo problema de miles de niños que quedan al margen de la enseñanza, porque el sistema educacional no tiene capacidad de absorber ni siquiera a los que, por la situación económica de sus padres pueden estudiar” (Cámara de Diputados, sesión especial nº 32, 15 de diciembre de 1965).
Durante los años de la Unidad Popular, acompañó los cambios impulsados por Allende, entre los cuales estaban la nacionalización del cobre, los recursos básicos y las grandes empresas extranjeras, además de la reforma agraria, la estatización de la banca, la implantación de la Escuela Nacional Unificada, entre otros. Como advierte Norambuena (2021), en este marco, “la actividad desarrollada por Gladys fue febril. Su intuición y olfato político le indicaba que la carrera era a contra reloj”.
Entonces vino el Golpe Militar del 11 de septiembre de 1973 encabezado por Augusto Pinochet. El Decreto-Ley n° 27 del 21 de septiembre disolvió el Congreso Nacional y declaró cesadas las funciones parlamentarias a partir de esa fecha, poniendo término anticipado a sus funciones en el recinto.
Gladys Marín se transformó en una de las personas más buscadas por los aparatos represores de la dictadura, figurando su nombre en el Bando nº 10 de la Junta Militar. Pasó entonces a la clandestinidad. Después de circular por varias casas donde no siempre era bienvenida en razón que todos los aparatos de inteligencia la buscaban, el Partido Comunista le ordenó asilarse en la embajada de Holanda para resguardar su integridad. Allí ingresó en noviembre de 1973, permaneciendo durante casi ocho meses, tiempo en el que mantuvo la comunicación con su marido —miembro de la Comisión Política del partido— e hijos a través de mensajes que enviaba y recibía ocultos en envases.
Siguiendo su relato “se inicia así, un nuevo enfrentamiento al poder, al más reaccionario, más sanguinario y fascista… Me llegaban todos los días noticias de detenciones, muertes y torturas. Mis compañeros, mis amigos/as desaparecían. Allende, Víctor Jara, Neruda muerto socavado por la pena, noticias de hermanos del alma” (Marín, 2001, p. 13).
En julio de 1974, viajó como refugiada a Holanda, pasando luego a Luxemburgo y luego a Moscú, donde se encontraba la dirección de su partido. Llegado el exilio para ella y la clandestinidad para Jorge, ambos estuvieron de acuerdo en que sus hijos permanecieran en Chile. Fue entonces cuando su amiga, la profesora Marta Fritz se encargó de éstos (Tupper, 2016).
“Salir fue no querer partir, recordar, recordar, morir un poco. En el avión pensaba en verde. Los árboles del sur, los helechos, los copihues, las chilcas. Recordé ese abrazo del 4 de septiembre de 1970 gritado con tambores, con música, saludado con la irrupción del Venceremos… Así iba yo en el avión, sin nada, sin carné, ni pasaporte, sólo las vivencias y la decisión de volver pronto (…) A partir de la salida al exilio, mi vida sería un viaje permanente. Voy a una parte y a otra llevando la voz de mi pueblo, tratando de unir de nuevo los corazones y las voces de un pueblo que fue desgranado y desangrado y que, después de una lucha enorme, llegó no donde él quería llegar, sino a un terreno ocupado, donde no le dejan hacer realidad sus ideas” (Marín, 2002, p. 105).
En carta dirigida a las JJCC Gladys Marín sentenciaba:
“Saldré de Chile y mis pies no se cansarán jamás de caminar por mil calles, llevando un nuevo mensaje de liberación. Me voy contenta y orgullosa de haber pasado por la escuela Amaranto y de tanto sumergirme en el diario batallar” (Marín, 2002, p. 109).
El 26 de septiembre de 1974 se reunió fugazmente en Buenos Aires con el general Carlos Prats, a quien le hizo ver la disposición de la Unión Soviética de colaborar para que salga de esa ciudad, pues se sabía que podían atentar contra su vida. “Tuvimos una conversación profundamente humana y política. Era un hombre muy culto, atento y cálido. Sentía el dolor de ver arrastrada a su institución al papel de verdugos, pero expresaba su confianza en que eso no podía durar” (Marín, 2002, p. 120).
Durante sus años en el exilio, Gladys se convirtió en una activa luchadora por los derechos humanos, denunciando las violaciones y torturas perpetradas en Chile. En febrero de 1975 en México testificó ante la III Sesión de la Comisión Internacional de Investigación de los crímenes de la Junta Militar en Chile. Más tarde, en 1976, viajó a Costa Rica, donde fue recibida por la Asamblea del Parlamento en pleno. En dicho país, se enteró de la detención de su marido por parte de integrantes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
“El impacto fue terrible. ‘No puede ser’, pensaba; poco a poco me empezó a invadir una gran inquietud. Debía hablar en la Asamblea de un momento a otro, lo recuerdo como si fuera hoy. Y cuando lo hice, hablé y hablé de la solidaridad, de los crímenes que seguía cometiendo la Junta Militar, de las tareas urgentes que había que emprender para impedir que continuara la brutal represión”. Al terminar su conferencia, se le acercó mucha gente, pero ella estaba abatida. Al día siguiente envió un fax a sus hijos, señalando que debían estar orgullosos de lo hecho por su padre y que estaban haciendo todo por encontrarlo y lograr su libertad. Nunca más se supo de su paradero, pasando a ser uno más de los detenidos desaparecidos del régimen militar.
El periodo comprendido entre fines de 1976 y comienzos de 1977 fue de gran desesperanza para las fuerzas que luchaban contra la dictadura. Durante estos años se produjeron las caídas de dos direcciones nacionales del Partido Comunista. La primera fue la dirigida por Víctor Díaz López, quien fue detenido por la DINA en mayo de 1976 (Villagrán, 2013, pp. 184-196). Posteriormente, asumió la dirección del partido el historiador y profesor universitario Fernando Ortíz Letelier, quien a los pocos meses, en diciembre de 1976, también cayó en manos de efectivos de Pinochet.
En la práctica, el PC quedó sin dirección ya que la mayor parte de los miembros de la Dirección Política y del Comité Central que había conducido al partido hasta 1973 se encontraban o en el exterior o estaban detenidos-desaparecidos.
En diversas oportunidades Gladys Marín solicitó a la dirección de su partido el regreso a Chile. Recién a comienzos de 1977 se organizó la denominada “Operación Retorno”, para la que se solicitó ayuda al Partido Comunista de Argentina. El primer núcleo de acción se constituyó en Buenos Aires; su objetivo era preparar la infraestructura para el retorno y las finanzas, vale decir, una línea dedicada a ingresar recursos económicos y otra que aseguraba el paso y la infraestructura clandestina. Para mayor seguridad, ambas líneas actuaban en compartimentación. No se conocían sus militantes, ni tenían relación alguna. En palabras de Gladys: “a volver me ayudé yo misma, porque era yo y mi país y mis hijos y mi esposo desaparecido y mis camaradas vivos y mis amigos desafiando la muerte. Volví a ser una sola, terminó el desdoblamiento. A volver me ayudaron el dolor y la lucha contra el dolor y el saber que había gente que me quería” (Marín, 2002, p. 115).
Para su retorno la seguridad comunista le exigía aprobar una serie de cursos “absolutamente necesarios, para los contactos y para los chequeos, técnicas para evadir el seguimiento, etc. Pero todo esto lo sobrellevé, porque retorné con un gran convencimiento de la tarea que tenía por delante y de los desafíos personales y de partido” (Marín, 1999, p. 40).
El primer miembro del Comité Central en regresar al país fue Oscar Riquelme Contreras. Éste allanó el camino para la posterior entrada de Gladys Marín y Manuel Cantero Prado.
El ingreso al país de ella se concretó a comienzos de 1978, por tierra en un bus acompañada de una camarada argentina anónima. “Aquella compañera, aquella muchacha tenía órdenes estrictas de desaparecer en Santiago y yo me quedaba volando en una ciudad que para mí ya tenía un aspecto desconocido” (Marín, 2002, p. 143). Plenamente al tanto de los pormenores y riesgos de la operación, transformó su figura y forma de hablar. Se hizo pasar por española y su rostro hacía gala de una serie de accesorios que ocultaban su verdadera identidad. “De momento que regresabas sabías que si te caías te costaba la vida, y de verdad te digo que sentía miedo” (Marín, 1999, p. 42).
Gladys Marín no pudo ni siquiera reencontrarse con sus hijos. Durante muchos años ellos siguieron creyendo que estaba fuera del país. Marta Fritz sabía la verdad, pero era muy peligroso compartir la noticia. El reencuentro —que tuvo lugar en Bariloche, Argentina en diciembre de 1986— se gestó por la presión de los mismos hijos en un episodio muy emotivo para todos (Correa, 2014, 23:00).
El retorno no fue fácil en lo personal, ni tampoco en lo político. “Llegamos pensando que teníamos contactos, pero no fue así. En mi primer día en Chile, llegué a la dirección indicada, pero me miraron la cara y me dijeron ‘puede estar aquí una hora y luego se va’… en ese estado nos encontrábamos a fines del 77’, comienzos del año siguiente” (Marín, 1999, p. 24).
En este contexto comenzó a operar el Equipo de Dirección Interior (EDI), el cual no era la dirección del Partido, pero funcionó efectivamente. A través de este núcleo se tomó conciencia que se podía resistir, pasando incluso a una etapa más combativa, “demostrando de esta manera que la dictadura no era inexpugnable y que le podíamos propinar golpes en ascenso” (Marín, 1999, p. 36).
Fue así como se puso en práctica la denominada “Rebelión popular de masas”, línea estratégica asumida oficialmente por el Partido Comunista en 1980 que consistía en tomar una ofensiva contra el régimen de Pinochet a través de diversas manifestaciones directas: protestas, cortes de luz, explosiones, lucha callejera y armada. “Mi decisión de regresar clandestinamente al país ayudó a cambiar la concepción política y estratégica de mi partido… Fui parte importante del giro hacia una nueva política, más directa, insurreccional, que adoptó diversas formas de enfrentamiento, a la cual denominamos Política de Rebelión Popular” (Marín, 2001, p. 15).
Poco a poco cambió el ánimo de muchos militantes. Comenzaron a proliferar la oposición a la dictadura. Con ello también comenzó a plantearse la idea de que algunos cuadros preparados, con entrenamiento militar y que habían luchado antes en Nicaragua y El Salvador, regresaran al país. Surgió entonces el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) que apostó por la lucha armada para derrotar la dictadura.
“Empezamos a crear una fuerza propia, comenzamos a trabajar con gente tan valerosa”. Entre esta gente estaba Raúl Pellegrin Friedmann, el Comandante José Miguel “un joven tremendamente inteligente, preparado, no sólo en lo militar sino profesionalmente, una persona muy culta y cálida, respetuoso y muy comunista” (Marín, 2002, p. 169).
La opción armada generó divisiones dentro del PC, pues había militantes que no estaban de acuerdo con ella. La dirección comunista en el exilio no aceptó todos los planteamientos de Gladys Marín, por lo que ésta debió salir del país en dos oportunidades para dar la discusión. En 1984, asumió como Subsecretaria del Partido. En tanto el FPMR ya era una realidad, que se concentró en dos puntos fundamentales para derrotar el régimen: por un lado, la internación de armas en Carrizal Bajo (localidad al norte de Chile, perteneciente a la comuna de Huasco, Provincia de Huasco, Región de Atacama), donde iba a ingresar por vía marítima un cuantioso arsenal enviado por el gobierno cubano de Fidel Castro; por el otro, un atentado a Pinochet. La internación de armas fue descubierta por los servicios de seguridad de la dictadura chilena el 6 de agosto de 1986 (Pérez, 2013, pp. 271-285). También fracasó el atentado. La “Operación Siglo XX” llevada a cabo el 7 de septiembre del mismo año en la cuesta “Las Achupallas”, camino al Cajón del Maipo a 40 kilómetros de Santiago, terminó con 5 muertos y 11 heridos; sin embargo, Pinochet salvó su vida (Verdugo y Hertz, 2015). Fracasada la vía armada, el partido retomó su rol histórico. “La lucha tiene distintos momentos” opinó Gladys. La mayoría de los combatientes quedaron abandonados y fueron perseguidos por el régimen (Tricot, 2015).
Con todo, el balance posterior de ella fue positivo: “si nosotros no hubiésemos incorporado esta política, el elemento de fuerza en el país, jamás se habría acelerado la salida de Pinochet del poder total. Porque ese es el elemento que la acelera, por eso los Estados Unidos se apresuraron también en emprender conversaciones con la oposición, con la Alianza, aquí en Chile” (Marín, 2002, p. 171).
Gladys Marín dejó la clandestinidad en enero de 1990 durante un acto tradicional del PC, la Fiesta de los Abrazos, realizado en el Estadio San Laura. En esta ocasión, las JJCC se entregaron a la preparación del “Festival por las grandes Alamedas”, que contó con la presencia de destacados grupos musicales como Illapu, Congreso, Isabel Parra, Schwenke y Nilo y la reconocida artista mexicana Amparo Ochoa. En la tribuna de honor se encontraba el escritor y Secretario General del partido Volodia Teitelboim, el Secretario General de las JJCC Manuel Guzmán e invitados internacionales como Igor Ribalkin del PC soviético y Roberto João Pereira Freire de Brasil. Única oradora de la jornada, Gladys Marín reapareció públicamente luego de años de clandestinidad. Su discurso consideró varios puntos, entre ellos, su apoyo al retorno a la democracia —cuestión que implicaba, en lo inmediato, la salida de Pinochet del poder— y la lucha por esclarecer los crímenes del terrorismo de Estado en Chile. “¿Acaso vamos a olvidar los crímenes cometidos por Pinochet todos estos años. ¡No! ¡No los olvidaremos!… no renunciaremos a nuestra identidad como Partido” (“La rebelión hizo su camino”, Pluma y Pincel, nº 110, Santiago, enero de 1990, pp. 6-8). Después de señalar las tareas relacionadas con la libertad de los presos políticos, la líder comunista anunció la legalidad del partido: “Terminó para nosotros la negra noche de la dictadura”, presentando además un nuevo objetivo para la colectividad comunista: avanzar en una ruptura democrática, “desmantelamiento total del régimen militar, conquista plena de la democracia y preparar las condiciones para que el pueblo asuma el gobierno de la nación” (“Como hay que hacer la revolución”, Pluma y Pincel, Santiago, nº 115, febrero de 1990, p. 15).
A partir de ahí, y mientras el fin de la Guerra Fría coincidía con el retorno de la llamada “democracia” en Chile, el PC se dividiría internamente. Mientras un sector buscaba renovarse e ingresar a los nuevos conglomerados, otro encabezado por Gladys se resistía a la política de los consensos, luchando por generar cambios políticos y económicos en el país.
En las elecciones parlamentarias del 11 de diciembre de 1993 se postuló a la Cámara de Diputados por el Distrito n° 28, que comprendía las comunas de Cerro Navia, Lo Prado y Quinta Normal, Región Metropolitana de Santiago, en representación del Partido Comunista de Chile dentro del Pacto “Alternativa Democrática de Izquierda”, pero no resultó electa. Intento similar hizo en las elecciones de 1997, en las que se presentó como candidata a senadora por la Circunscripción VII Santiago Poniente, sin ser elegida pese a obtener la octava mayoría nacional. Gladys Marín denunció en reiteradas ocasiones el sistema binominal que evitaba que las fuerzas de izquierda, como la propia, tuvieran representación parlamentaria.
En 1994, fue electa Secretaria General del Partido Comunista chileno, siendo la primera mujer en el mundo en ejercer dicho cargo. Junto al comunista Waldo Mendoza, ese mismo año fue invitada a una Reunión Continental de los Partidos Comunistas y Obreros realizado en México, iniciativa promovida por el Partido Socialista Popular que adquirió las características de un seminario ideológico cuyos temas principales fueron “La lucha ideológica hoy día” y “Los pueblos de América Latina ante el siglo XXI”. Sin embargo, según señalaría a su regreso a Chile, “algo raro pasaba en ese encuentro, a pesar de estar en México, no se hablaba de Chiapas”. Crítico del levantamiento armado liderado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el partido finalmente facilitó los medios para que Gladys llegara a San Cristóbal de las Casas, donde se entrevistó con destacadas personalidades locales y del movimiento zapatista.
De vuelta en su país, el 5 de abril de 1994 realizó una importante intervención en el Edificio Diego Portales que tituló “Por la dignidad y esperanza de nuestros pueblos en América Latina”. Poco tiempo después, publicó por la Editorial Pluma y Pincel el libro Rebelión en Chiapas con prólogo del poeta y ex director del periódico comunista El Siglo, Fernando Quilodrán Rodríguez. En este texto, Gladys Marín reproduce varias entrevistas realizadas por otros corresponsales al Subcomandante Marcos y una entrevista que ella misma le había hecho al Obispo Diocesano de San Cristóbal de las Casas Samuel Ruiz García. Estos eventos hablan de su interés por los procesos revolucionarios de América Latina, aun cuando éstos no siempre iban de la mano de la línea oficial de los partidos políticos de izquierda.
En consonancia con este interés, hasta su muerte en 2005, apoyó activamente las luchas de los movimientos políticos y sociales contra el neoliberalismo y los procesos de construcción de la unidad de los pueblos lationoamericanos participando en diversos encuentros y foros internacionales: Porto Alegre, México, Venezuela, España, Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Libia y Cuba, entre otros (Partido Comunista de Chile, “En su natalicio: Gladys Marín, luchadora incansable por la democracia y la justicia social”, pcchile.cl, 16 de julio de 2019).
Desde su cargo de Secretaria General del PC, Gladys fue la cara visible que se atrevió a desafiar al poder, representado aun por la figura del Comandante en Jefe del Ejército Pinochet. En el marco de una manifestación conmemorativa del 11 de septiembre de 1996 brutalmente reprimida, Gladys interpeló a Pinochet tratándolo de cobarde y asesino que debía ser juzgado, lo cual generó un gran revuelo. “En un mundo en el que hasta los presidentes del Senado, le lanzaban rosas, nosotros le dimos una estocada” (Marín, 2002, p. 187).
La reacción del Ejército no se hizo esperar. Fue querellada por “injurias y calumnias”, perseguida y acosada a través de los organismos de inteligencia que aun operaban en las sombras. Finalmente, luego de un operativo desarrollado por la Policía de Investigaciones, Gladys Marín fue conducida a la Cárcel de Mujeres de San Miguel, Santiago. Siete días después recuperó su libertad gracias a la solidaridad de sus compañeros que se manifestaron día y noche en las afueras del recinto penal. De cierta forma contó también con el apoyo de algunos miembros de la política concertacionista, para la cual no se veía correcto que “en plena democracia” siguieran ocurriendo detenciones ordenados por el Ejército de Chile.
La figura de Gladys Marín se transformó con los años en un símbolo de la lucha por los atropellos a los derechos humanos durante la dictadura. Comandó la ofensiva en los tribunales para esclarecer los abusos cometidos en dictadura y enfrentó los temas pendientes en la búsqueda de la verdad y la justicia.
El 12 de enero de 1998 presentó la primera querella criminal en Chile contra el dictador Pinochet por la desaparición de su marido Jorge Muñoz. Entrevistada por los medios, señaló que “no queda otro camino que persistir, vendrán otras querellas y otras querellas y otras querellas hasta que se termine abriendo el camino por la verdad y la justicia” (Correa, 2014, 30:00). En el marco de este proceso el Ministro en Visita, Juez Juan Guzmán, dictó 9 procesamientos por el caso de Calle Conferencia de mayo de 1976, tras la operación de la DINA que secuestró y desapareció a 12 miembros de la dirección del Partido Comunista. Ese mismo año Gladys testificó ante el Juez Baltasar Garzón que en España llevaba el juicio contra Pinochet, por el cual fue detenido en Londres. El abogado especialista en derechos humanos Eduardo Contreras, destacó la relevancia de dicha intervención judicial. Sin ella, “Pinochet habría muerto como senador vitalicio, sin esta primera querella no conoceríamos la verdad que conocemos y sin esta primera querella en Chile, Pinochet jamás hubiera sido desaforado y procesado y ante la evidencia de todo el mundo de que fue lo que fue, un ladrón y asesino (…) y en el centro de todo este movimiento, sin duda, está la figura de Gladys Marín” (Araya Tacussis, 2009, 1:11-1:12). 300 querellas más se sumaron después de ésta reclamando verdad y justicia para las víctimas de la dictadura.
En las elecciones de 1999, Gladys fue candidata a presidenta intentando plantear una alternativa a la democracia concertacionista. Un episodio, muestra simbólica de esta opción que se abría, tuvo repercusión en los medios. Con motivo de un nuevo aniversario del golpe de Estado de 1973, cincuenta manifestantes con Gladys Marín a la cabeza intentaron avanzar hacia la puerta del Palacio de la Moneda ubicada en Morandé 80, la misma que simbolizaba la muerte de Allende y el bombardeo aéreo del 11 de septiembre. La idea era dejar una ofrenda floral en memoria del líder de la Unidad Popular. El gobierno había prohibido el acceso y las fuerzas represivas actuaron en consecuencia, acorralando a los manifestantes con un coche lanzaaguas y empapándolos con líquido tóxico. La candidata a presidente tildó al responsable de la represión, el Subsecretario del Interior Guillermo Pickering, de “un conchadesumadre”.
Su programa “Proyecto de la Izquierda” elaborado en la “Convención” de la que participaron cientos de personas, partía reconociendo una cuestión básica: el cambio estructural se produciría a través de fórmulas o “rupturas” democráticas basadas en la lucha social y política. Dichas rupturas, al provocar cambios a nivel institucional, permitirían “facilitar transformaciones en otras dimensiones”. Se trataba de una propuesta de construcción de un Estado democrático y un modelo económico alternativo al neoliberal, complementada con otros pilares fundamentales como el respeto a los derechos humanos, la mejora de la calidad de vida, el respeto de la diversidad religiosa, étnica y sexual, la defensa de la libertad de prensa, la autonomía política para los pueblos originarios, entre otros elementos (“Proyecto de Izquierda”, El Siglo, 6 de agosto de 1999, cit. en Álvarez, 2019, p. 256).
Este proyecto, escrito en clave reformadora y que consideraba las nuevas condiciones subjetivas de los sujetos populares, no tuvo la recepción esperada. Según Tomás Moulian (2004, p. 43), uno de los intelectuales que participó en la elaboración del documento y que trabajó con Gladys en la campaña, en parte esto se debió a que la emisora principal del mensaje era una luchadora vinculada a la izquierda de los años 80’, imbuida de esta cultura política para muchos “jacobina”.
La campaña electoral fue ciertamente entusiasta. Gladys Marín fue apoyada por artistas y escritores que se sumaron al “Tren de la victoria” que partió rumbo al sur de Chile. En el relato de uno de los más comprometidos, el escritor Pedro Lemebel, quien la conoció ese mismo año de 1999 tras una entrevista en Radio Tierra, “llegó el día en que zarpamos en el tren de la victoria repleto de militantes comunistas, simpatizantes, adherentes y una manga de la Jota que alegraba el viaje con su joven emoción. Era un antiguo tren que la Gladys se consiguió con los empleados de ferrocarriles y nuestra meta era llegar a Temuco, parando en cada estación, haciendo un aro en cada pueblo; donde Ana María Miranda cantaba, yo decía unas palabras, Dajme (un amigo travesti y literario) entonaba unas notas de tango y después cerraba Gladys con un encendido discurso. Mientras la Jota, spray en mano, en un santiamén, pintaba un mural” (Lemebel, 2016, p. 38; “Gladys Marín por un Chile de Verdad”, 1999).
A pesar del entusiasmo, el resultado fue decepcionante. Gladys Marín obtuvo 225.224 votos, equivalentes al 3,19% —la mitad de lo que por general estaba obteniendo el PC que bordeaba el 6%. Según Lemebel, a Gladys la golpeó la derrota, pero ésta no le impidió proseguir a la cabeza del partido y las transformaciones que atravesaría, siempre preservando prácticas políticas y culturales de los años anteriores.
Según Rolando Álvarez (2019, pp. 372-373), a contrapelo de las visiones dominantes en la década de 1990, el PC “fue una entidad que intentó adaptarse y cambiar para adecuarse al contexto político, social y cultural que el país vivió durante esa etapa histórica (…) Con dificultades, conflictos, incomprensiones, ortodoxias y cuestiones emocionales de por medio, el PC experimentó un proceso de transformaciones durante dicha década”. Estos cambios, según el mismo autor, “implicaron dejar atrás la herencia pro-soviética, muy anclada en el lenguaje y en la ideología del PC chileno, así como también imaginarios y rituales arraigados en sus prácticas políticas”, siendo expresiones de estos cambios, “la revalorización de la historia nacional y latinoamericana” además del “abandono progresivo del “marxismo-leninismo” de corte soviético” y el compromiso con la democracia. Ello no implicó, no obstante, “el abandono de su orientación anticapitalista y antineoliberal”.
En el XXII Congreso del Partido Comunista, celebrado en octubre-noviembre de 2002, Gladys Marín fue elegida Presidenta del Partido, cargo, igual que el anterior, nunca antes ocupado por una mujer. El 15 de julio de 2003 presentó una petición de desafuero de Pinochet, por su responsabilidad directa en los hechos de la Calle Conferencia. Ese mismo año tuvo una activa participación en distintos actos de conmemoración de los 30 años del golpe de Estado. El 11 de septiembre intervino en el primer Acto de Homenaje a Salvador Allende realizado por el pueblo en la Plaza de La Constitución después del golpe militar. Frente a una amplia convocatoria Gladys fue ovacionada.
Diagnosticada con un tumor cerebral (glioblastoma multiforme), tuvo que viajar el 1 de octubre a Estocolmo, Suecia, para ser intervenida quirúrgicamente en la Clínica Karolinska. Posteriormente, alternó sus viajes entre Chile y Cuba, país donde realizaba su tratamiento.
En Chile se constituyó el Comité “Fuerza Gladys”, que le acompañó con iniciativas desarrolladas en Chile y el extranjero. “La cruzada de solidaridad fue muy impactante, y siempre estuvo en la noticia. Gladys Marín respondía en la medida de sus posibilidades a esos gestos de cariño hacia su ejemplo de mujer luchadora” (Partido Comunista de Chile, “En su natalicio: Gladys Marín, luchadora incansable por la democracia y la justicia social”, pcchile.cl, 16 de julio de 2019).
Una de sus últimas apariciones la hizo en la Estación Mapocho en abril del 2004, dirigiéndose al público a pesar de encontrarse en delicado estado de salud. Luego de ella, partió a Cuba regresando al mes y medio. Fue entonces cuando comenzaron a manifestarse ciertas limitaciones motoras dado que el tumor había vuelto a crecer, tomándose la determinación de practicarle una segunda operación.
A partir de entonces transitaría la última etapa de su vida. Etapa triste, de despedida, en la que pasó mucho tiempo con sus hijos. A sus cercanos les decía: “lo único que les pido es que mantengan mi dignidad”.
Gladys Marín murió el 6 de marzo de 2005 en Santiago. El gobierno de Chile declaró Duelo Oficial y a su multitudinaria despedida, se sumaron políticos de todas las tendencias junto al entonces presidente Ricardo Lagos Escobar.
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, más de 600 mil personas acompañaron sus restos, reafirmando los principios de libertad, democracia y justicia social promovidos por ella. Fue uno de los homenajes fúnebres más grandes generados en la historia reciente de Chile.
Su hijo Álvaro Muñoz Marín leyó algunas reflexiones escritas meses antes de morir: “He tenido tanto cariño de los sencillos, modestos, de los que nada tiene y todo les debiera pertenecer, porque ellos hacen el mundo de todos los días: los trabajadores. Los primeros en llegar a saludarme cuando se supo de mi hospitalización, fueron los obreros de la construcción. Pertenezco al pueblo, a los trabajadores, todos los que luchan, solo eso es ser revolucionario, comunista, existimos para los demás y por los demás, no para nosotros mismos” (Araya Tacussis, 2009, 13:05).
Sus restos descansan en el Cementerio General de Recoleta, Santiago. En el epitafio de su tumba se puede leer la siguiente inscripción: “Pertenezco al pueblo, a los trabajadores y a todos los que luchan. Sólo eso es ser revolucionario. Existimos para los demás, por los demás, no para nosotros mismos.”
En el marco de la Rebelión Popular desarrollada en Chile, en febrero del 2020 un grupo de ultraderecha profanó su tumba como respuesta a las manifestaciones de protesta y derrumbe de los viejos monumentos representativos del poder (“Profanan con rayados la tumba de Gladys Marín en el Cementerio General”, El Mostrador, 9 de febrero de 2020).
El Partido Comunista respondió enseguida con un acto de desagravio tras el cual declararon importantes figuras de la colectividad, entre ellos, el ex candidato presidencial y Alcalde de Recoleta Daniel Jadue: “El fanatismo de derecha cree que rayando una tumba agreden la historia y consecuencia de Gladys Marín. No saben que ella está presente todos los días en las luchas del pueblo”. En el mismo sentido se pronunció el diputado —también comunista— Hugo Gutiérrez: “Quieren borrar la historia, pero tu legado nunca desaparecerá querida Gladys. Ayer fue profanada la tumba de Gladys Marín por grupos de extrema derecha, en el marco de las manifestaciones de su campaña ‘Rechazo’ para mantener la constitución de Pinochet”. (“Realizan homenaje en mausoleo de Gladys Marín tras vandalización de tumba”, La Tercera, 9 de febrero de 2020).
A lo largo de su vida, Gladys Marín fue objeto de varios reconocimientos. Fue condecorada con la Medalla “Centenario de Lenin” en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El 19 de diciembre de 1971 el Comité Central del Partido le concedió la medalla “Luis Emilio Recabarren” y el 30 de noviembre de 1979 la Juventud Comunista la condecoró con la medalla “Ricardo Fonseca”. Pero luego de conocerse su delicado estado de salud, fue cuando comenzaron a proliferar los homenajes.
El 12 de marzo de 2004 fue condecorada por Fidel Castro con la orden José Martí, la más alta distinción que concede el Estado cubano a personalidades extranjeras destacadas. El 27 del mismo mes, en un acto de homenaje realizado en la Estación Mapocho, el Comandante Daniel Ortega le entregó la Orden Augusto César Sandino en nombre del Frente Sandinista de Liberación Nacional. La Juventud Comunista de Chile la condecoró por segunda vez con la Medalla de Honor “Ricardo Fonseca” el 5 de septiembre de 2004 y el Comité Central del partido le entregó nuevamente la Medalla “Luis Emilio Recabarren” en el Acto de Homenaje que se le realizó en la Fiesta de los Abrazos el 8 de enero de 2005. Además, un grupo numeroso de organizaciones sociales propuso a Gladys Marín como una de las cuatro chilenas integrantes del Grupo de Mil Mujeres del Mundo que postularon al Premio Nobel de la Paz 2005 (Partido Comunista de Chile, “En su natalicio: Gladys Marín, luchadora incansable por la democracia y la justicia social”, pcchile.cl, 16 de julio de 2019). La Avenida Pajaritos, que une las comunas de Estación Central y Maipú, lleva el nombre de Gladys Marín Millie (“Avenida Pajaritos ahora se llama Gladys Marín en Estación Central”, Cooperativa.cl, 10 de septiembre de 2005). Luego de su muerte, la Ley n° 20.852 publicada el 24 de julio de 2015, autorizó a erigir un monumento en su memoria.
Los reconocimientos más emotivos, sin embargo, vinieron de las propias bases, especialmente de mujeres, quienes comenzaron a levantar su figura como un símbolo de lucha por las reivindicaciones de género perfilado en la lucha de clases. Ello se visibilizó desde el momento mismo de su muerte, pero especialmente con motivo de la irrupción feminista que se ha manifestado con fuerza en el país durante los últimos años. En el marco de la reciente Rebelión Popular, ha sido la imagen de Gladys Marín un elemento iconográfico más que recurrente, “Lucha como Gladys”, simbolizando la lucha, el atrevimiento contra el poder, la consecuencia y solidaridad. Con ello la figura de Gladys Marín ha pasado a ser un verdadero ejemplo para las nuevas generaciones, buena parte de las cuales —independiente de la trinchera política en la cual militen— la reivindican como una figura a seguir. En palabras de uno de sus grandes amigos y compañeros, Manuel Hernández Vidal, “Hoy la figura de nuestra Gladys trasciende al partido Comunista y está creciendo fuertemente en la conciencia social que se niega a seguir sometida por los de siempre. Hoy vemos que su presencia se agiganta frente a la demanda de millones de jóvenes, hombres y mujeres al grito de “Lucha como Gladys”. Esta lucha será —sin ninguna duda— hasta que la dignidad se haga costumbre” (Manuel Hernández Vidal, “Luchemos como Gladys”, Crónica Digital, 5 de marzo de 2021).
Obra
Bibliográfica
- Gladys Marín, Rebelión en Chiapas, Santiago, Editorial Pluma y Pincel, 1994.
- Gladys Marín, Regreso a la esperanza. Derrota de la operación cóndor. Documentos, testimonios y entrevistas, Santiago, ICAL, 1999.
- Gladys Marín, El poder de desafiar al poder. Las mujeres en situación de liderazgo, Santiago ICAL, 2001.
- Gladys Marín, La vida hoy. Testimonios, Santiago, Editorial Don Bosco, 2002.
Cómo citar esta entrada: Lagos Mieres, Manuel André (2022), “Marín Millie, Gladys Del Carmen”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Disponible en https://diccionario.cedinci.org